PERIPLO VOL. X. El artificio del traidor

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eriplo P año II. Vol. X. Agosto 2011

El artificio del traidor

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About us PERIPLO somos un grupo de jóvenes, que por diversas circunstancias de vida, nos hemos visto envueltos en un periplo. Un periplo es un viaje, una circunnavegación y así, una exploración. Una revista es una propuesta literaria que sostiene un diálogo, a la manera antigua, que profundiza poco a poco en un océano virgen. Es la propuesta de un itinerario digital y bimestral en el que las letras naveguen con los vaivenes de nuestro tiempo. PERIPLO será, efectivamente, una tentativa de reconocer los mares que surcamos, uno a uno. Es nuestro objetivo abordar distintas temáticas que serán la columna vertebral de cada número, desde las más diversas disciplinas humanistas, con el desafío de ser transversales en el tiempo y en el espacio y con una óptica integradora. Somos cosmopolitas por surgir y habitar ciudades de todo el mundo: nuestros orígenes son diversos pero nuestra lengua es una y nuestra palabra plural. PERIPLO es además hijo de la posmodernidad por estar comprometido a dar testimonio al siglo que vive; considerando la trayectoria histórica de la humanidad, buscará reflejar el pensamiento de un tiempo y sus dudas, sus posibilidades, sus inspiraciones y bloqueos. En una época de cierta incertidumbre cultural, PERIPLO pondrá de relieve las inquietudes de unos cuantos; curiosidades de muchos que, como nosotros, buscan ver el otro lado de las cosas. En la medida en la que no huimos, nuestra pequeña embarcación literaria será un viaje que irá dejando rastro y huella por si, en algún punto, queremos regresar a una costa conocida. Viajar también es perderse; he aquí una brújula por escrito para aquellos que no teman desprenderse de sus raíces y busquen profundizar en nuevos mares. Las expediciones de los antiguos dejaban evidencias instructivas documentadas en sus περίπλους (periplous), porque cuando la humanidad quiere dejar asentado algo que considera importante, lo escribe. Nosotros aprendimos el gesto, y sin conocer el destino final de nuestro periplo, decidimos dejar testimonio de nuestro recorrido.

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Cul de sac Desde Judas hasta Clitemnestra, Ganelón o Mata Hari, la figura del traidor ha sido moralmente relegada en nuestras sociedades. Este décimo número de PERIPLO pretende embarcarse en la compleja figura del traidor y los mecanismos que lo auxilian en su misión; artificios nada sencillos que obligan a la creatividad, el pensamiento y la justificación ideológica. Abrirse un camino digno de vivir al margen de la sociedad. Pancista nato, outsider: el traidor no tiene un lugar en el mundo. Escapa a las banderas, él es su propia insignia. ¿Y dónde colocaría Dante a los traidores frustrados? Aquellos que, pretendiendo transgredir los acuerdos que la moral impone, desfallecieron en el intento de traicionar. O los traidores heroicos; personajes cuya lectura a uno u otro lado de la historia condena o glorifica. La nunca ignorada traición del desertor; prudente conocedor de sus límites o altivo egoista que manipula el tablero para salir ileso. Los vanagloriados traidores cuya voracidad los conduce a violar sus derechos de autoprotección sin sacrificarse por algo más grande que sí mismo. La traición constituye una de las facetas más extraordinarias y cotidianas del espíritu humano; y su proyección en la literatura y el arte nos parece inabarcable. Apelamos desde aquí a dibujar sobre el lienzo algunas pinceladas acerca de la traición y su artificio. Vigilen sus espaldas, la traición se ha consumado.

Ilustración de portada: Germán Dotta 4 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


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PERIPLO • Celeste Palacios

ÍNDICE CINE EN RAMA

La debilidad del traidor Lucas Bertellotti Traición y juegos de manos en Distrito quinto Javier Voces CALEIDOSCOPIO Manuel Ramos

[18] [62]

[33]

NOSTOS Conflicto y traición en Hipólito y Fedra Guillermo Aprile

[58]

MUSICANTROPÍAS Componiendo una traición Virginia Sánchez

[45]

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ET CETERA Ética y estética del traidor Fernando Velásquez

[54]

LENGUAS VIVAS The antiquary de Walter Scott Francisco González

[27]

LEGADOS Traición del mexicano al mexicano Mabel Meneses El doble filo romano Manuel González

PAPELES NÁUFRAGOS Take the money and run Gaizka Ramón

MICROTRAYECTOS Brindis Galatea de los mares Claudia Sánchez Vítores y aplausos Carolina Arrieta

PLUMAS LIBRES África suya Julieta Desmarás Te re cago Leticia Martín

[24] [50]

[12]

[22] [57] [53]

[49] [65]

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PERIPLO • Mar ample

PLUM AS EN EL TINTERO

Ángel Saiz. Historiador y crítico de arte vallisoletano. Nómada y desarraigado. Conversador pausado y enemigo de la perfección. Cuando empezó a perder el norte decidió refugiarse en él para vivir hipnotizado con el vaivén de las olas. Es un buscador de musas, ya que su amor por el arte nunca fue correspondido. angelsaiz@revistaperiplo.com

Carolina Arrieta. Zaragoza. Ella atraviesa las fronteras de la aduana y la locura con inusitada insistencia. Le obsesiona la fugacidad, el fútbol, la cocina y le inquietan como a nadie los rizadores de pestañas. Aprendió a mezclar vinagre e incertidumbre y aliña de interrogaciones las superficies blancas. La realidad se la come viva mientras duerme. carolinaarrieta@revistaperiplo.com

Claudia Sánchez. Buenos Aires. 1965. Apasionada por la lectura y la observación minuciosa de la realidad cotidiana, disfruta recreando mundos fantásticos detrás de las palabras. Convencida de que una frase, al igual que los gestos inconscientes, expresa mucho más que lo que dice, escribe minificciones intentando que la realidad nunca supere a la ficción. Eventualmente recibe colaboraciones espontáneas de su hijo de 7 años. 8 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


Fernando Velásquez. Buenos Aires. Historiador y politólogo. Es un escéptico religioso y científico, pero reza en voz baja cuando se sube a un avión, ergo, entre la fe y la aerodinámica no sabe por cuál decidirse. Su relación con Buenos Aires es tan histérica como masoquista, lo trabajaría en terapia pero no va porque cree que el psicoanálisis es tan serio, confiable y científico como la astrología; aunque mucho más caro.

PLUM AS EN EL TINTERO

Francisco González. Málaga. Traductor de inglés y griego moderno. Ha traducido obras de escritores como Peter Cave, Ersi Sotiropulu o Suzan-Lori Parks. Laura Salas. Traductora literaria de inglés, francés y griego moderno. Ha traducido a Yannis Maris, Alexandros Papadiamantis, Elizabeth Smart y Antoine Volodine, entre otros. Reside actualmente en Atenas. Arturo Peral. Madrileño. Traductor literario de inglés y francés. Entre sus autores traducidos figuran Robert Aickman, Édourdard Launet, Norman Lewis e Ibtisam Barakat. Gaizka Ramón Melendo. Nació en 1991. Perseguido por un afán cosmopolita, aterriza en Salamanca. Actualmente estudia Filología Hispánica en un tándem de fervor intelectual y decepción universitaria. Odia los -ismos encastillados, las moscas que no dejan dormir la siesta y el cazurrismo español. Le interesa todo lo demás. Sobre todo, lo gratis, lo vegetariano, y tú.

Guillermo Aprile. Buenos Aires, 1987. Lector y estudiante eterno de humanidades varias, en ambos lados del océano. Sus aspiraciones de uomo universale lo han llevado a la titánica tarea de investigar el mundo helénico antiguo desde un lejano puerto de América del Sur. No es de extrañar que se considere un moderno Sísifo.

Javier Voces Fernández. Ponferrada. Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Salamanca, reparte su tiempo entre la docencia y la investigación. Como buen teórico que es, estudia la manera de estudiar la letra y es arrebatado a partes iguales por lo clásico y lo negro. Tendencias criminales padecen contención en su diplomática personalidad.

Joaquín Bilbao. Buenos Aires. Especialista en generalidades, vive fascinado por el baile de los planetas. Porteño cosmopolita, pasó por Bogotá, Bahía Blanca y Berkeley. Siempre que puede exclama que Paul es su Beattle favorito.

joaquinbilbao@revistaperiplo.com 9 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


PLUM AS EN EL TINTERO

Julieta Desmarás. Buenos Aires. Poeta y redactora creativa. Ecléctica y mutante. De sus poesías puede brotar tanto un pochoclo como una flor. Amante de la buena música quiere bailar con David Gilmour su canción, quiere a Lennon con su piano blanco en su living y meditar con George.

Leticia Martín. Buenos Aires, 1975. Es la mayor de siete hermanos, y escribe poesía toda con minúscula. Estudió Ciencias de la Comunicación en la UBA, y actuación en Timbre4, donde dice haber encontrado su lugar en el mundo. Allí participa como actriz de varias cooperativas teatrales y experimenta trabajos de dramaturgia y dirección.

Lucas Bertellotti. Buenos Aires. Supo conquistar las canchas de ascenso del fútbol argentino, pero sus ligamentos rotos determinaron una corta carrera. Durante un año tuvo ideas de artículos mientras recorría la ciudad reponiendo DVD’S y CD’S en diferentes supermercados. Encuentra consuelo en las páginas de Hemingway, la Bombonera y la playa, su lugar en el mundo. Cuando puede, hace de periodista. Mabel Meneses. Licenciada en Relaciones Internacionales egresada del Iteso. Joven mexicana interesada en la comprensión y el análisis de los asuntos del mundo. Viajera de vocación, nunca pierde la oportunidad de conocer aquellos rincones y lugares que guardan una gran historia. La ayuda humanitaria y la política internacional son algunas de sus pasiones.

Manuel González Ramírez. Reside en Guadalajara, Jalisco, México. Licenciado por el Iteso en Relaciones Internacionales. Lector y estudioso de la historia militar tanto antigua como contemporánea. Pretende convertirse en un académico renombrado en el campo de la historia militar, enfocado en las tácticas no convencionales y de guerrilla.

Virginia Sánchez Rodríguez. Salamanca. Licenciada en Historia del Arte, Máster en Música Hispana, Máster en Formación de Profesorado y Titulada Profesional en Piano. En la actualidad es doctoranda en Musicología, con una tesis sobre el compositor Gerardo Gombau y sus composiciones musicales para cine, y compagina su actividad investigadora con la docencia como profesora de piano y lenguaje musical en la Escuela de Música del Colegio Montessori (Salamanca).

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Agamenón, de Esquilo: versos 1372 a 1392 Κλυταιμήστρα πολλῶν πάροιθεν καιρίως εἰρημένων τἀναντί᾽ εἰπεῖν οὐκ ἐπαισχυνθήσομαι. πῶς γάρ τις ἐχθροῖς ἐχθρὰ πορσύνων, φίλοις δοκοῦσιν εἶναι, πημονῆς ἀρκύστατ᾽ ἂν φράξειεν, ὕψος κρεῖσσον ἐκπηδήματος; ἐμοὶ δ᾽ ἀγὼν ὅδ᾽ οὐκ ἀφρόντιστος πάλαι νείκης παλαιᾶς ἦλθε, σὺν χρόνῳ γε μήν: ἕστηκα δ᾽ ἔνθ᾽ ἔπαισ᾽ ἐπ᾽ ἐξειργασμένοις. οὕτω δ᾽ ἔπραξα, καὶ τάδ᾽ οὐκ ἀρνήσομαι: ὡς μήτε φεύγειν μήτ᾽ ἀμύνεσθαι μόρον, ἄπειρον ἀμφίβληστρον, ὥσπερ ἰχθύων, περιστιχίζω, πλοῦτον εἵματος κακόν. παίω δέ νιν δίς: κἀν δυοῖν οἰμωγμάτοιν μεθῆκεν αὑτοῦ κῶλα: καὶ πεπτωκότι τρίτην ἐπενδίδωμι, τοῦ κατὰ χθονὸς Διὸς νεκρῶν σωτῆρος εὐκταίαν χάριν. οὕτω τὸν αὑτοῦ θυμὸν ὁρμαίνει πεσών: κἀκφυσιῶν ὀξεῖαν αἵματος σφαγὴν βάλλει μ᾽ ἐρεμνῇ ψακάδι φοινίας δρόσου, χαίρουσαν οὐδὲν ἧσσον ἢ διοσδότῳ γάνει σπορητὸς κάλυκος ἐν λοχεύμασιν.

No me avergonzaré de decir lo opuesto a muchas cosas oportunamente dichas antes pues al preparar acciones hostiles contra amigables enemigos ¿cómo si no se les podría tender una trampa más alta que la altura de su salto? Con el tiempo me llegó este combate, desde hacía mucho reflexionado, por motivo de una antigua disputa. Me yergo, en donde he herido, junto a lo que está realizado: Hice esto –no lo negaré– de tal forma que no pudiera ni huir de su destino ni defenderse: lo envolví con una inmensa red, como para peces, lujoso manto de perfidia. Lo herí dos veces y con dos lamentos dobló sus rodillas, y una vez caído el tercer golpé le di, cuan ofrenda de gracias, al Zeus subterráneo, salvador de los muertos. Habiendo así caído, perdió su aliento vital y exhaló con ímpetu la sangre que brotaba del degüello. Me salpicaron las negras gotas del rocío de sangre y no estuve menos alegre que la semilla del trigo cuando comienza a germinar con la lluvia de Zeus.

PERIPLO • Guillermo Aprile

Clitemnestra

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Papeles náufr agos

Gaizka Ramón

Take the money and run Me dio su número al salir del congreso. Había sido una comida bastante agradable, con los habituales canapés de salmón y foie de la empresa, y Carlos, que finalmente me hizo caso y encargó el vino que yo le había recomendado, un gran reserva sureño que, por otra parte, yo había probado en una cena con mis suegros. Hasta hubo un tal Delgado, enólogo amateur de turno que siempre aparece con la mayor pedantería, que se prestó a halagos, muy a mi sorpresa. Pero el brindis no fue hasta después de la charla de agradecimiento. La coordinadora del proyecto se subió a la tarima y pronunció unas palabras, y tras el apretón de manos y las fotos de evento, empezó el tentempié. La atmósfera era muy buena, todos luciendo traje, algún que otro Armani y un Ferragamo, y yo con el chaleco y la corbata que me regaló Marie, procurando no ser menos. Al acabar los aplausos hubo una serie de rondas de champán, aquí ya desenfundando alguno su purito, el que más y el que menos un cigarrito. Al poco se me acercó Carlos, sonrojado y visiblemente gozoso por el evento y las copas. Se le veía extático. Me dio un codazo sonriendo, señaló al vino e hizo una mueca de complicidad. - Bien hecho, le dije. A ver si así te vas fiando un poco más de mí, hombre. -Sabes que yo de ti hasta el fin del mundo... ¡Eso sí, con los vinos te tiemblo! -Tú ni caso, Calanghis, que éste mucho ruido y pocas nueces -soltó, jocosa, su esposa, que se acercó por su espalda con cariño, y prosiguió para darme dos besos. Laura era una gran mujer, atractiva, muy viva, y anhelada por muchos. Era evidente que llevaba a Carlos a raya. En el fondo, era demasiada mujer para él. Conocedor de ambas realidades, él parecía aceptarlas con un inaudito sentido del humor. Al cabo de unas risas, los dos entablaron otra conversación, así que aproveché para ir al baño rápidamente. Crucé la sala, blanca y de techos altos, donde la comida ya casi había desaparecido de la larga mesa y los camareros se afanaban limpiando y trayendo más cubiteras de champán. Era sin duda la más elegante que habíamos tenido hasta entonces, un testimonio del auge de la empresa. Estaba orgulloso de Carlos. Yo lo había metido en el oficio, siempre supe que valía para ello, y contemplar hasta dónde había llegado me llenaba de satisfacción. Lavándome las manos en el servicio, coincidí con un hombre de mi edad. Me sonaba de vista, de alguna otra ocasión. Saludé tal y como me ponía en el grifo de al lado y, viéndome reflejado en el espejo, dijo: -¡Don Calanghis! ¡Perdóname un momento, que me seco las manos! Yo hice lo propio, acepté luego su apretón, y me disculpé por no conocer su nombre. -No te preocupes. No tendrías por qué saberlo. Resultó que en realidad no había estado en ningún evento anterior. Según él, no habíamos coincidido. Fiándome de su memoria, aun con la consideración en que tengo la mía, asentí. Le pregunté entonces de qué me conocía, a lo que me respondió: -¿Cómo no? Es usted muy admirado por todos ahí fuera. Lo tomé como una simpática alabanza, y fui saliendo con él hacia la sala principal. Me sorprendió avisparme de que, posiblemente, fuese más joven que yo. Rondaría los treinta, y al regresar con él noté cómo las miradas se le echaban encima. Era apuesto. O quizá había dado algún pelotazo en el sector del que yo no me había percatado. Lo 12 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


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PERIPLO • CELESTE PALACIOS

cierto es que me cayó simpático. Me preguntó si tenía mujer, y qué por qué no estaba allí, y a los tres whiskeys, ya de sobremesa, andaba contando buenos chistes y hasta admitía el punto elegante de mi chaleco. Una hora después, el evento empezaba a decaer. Las parejas se marchaban. Los grupos de conversación se hacían más pequeños, más dispersos, y más selectos, y la bebida empezaba a agotarse. Yo debía regresar a casa a no mucho tardar, antes de que Marie se acostase. Tenía una reunión importante al día siguiente y quería que me explicase un poco la historia, comprobar que estaba relajada, mostrar interés. A ser posible, hacerle el amor, ni que decir tiene.

Se lo comenté a Duque, y no pareció importarle. Me pidió, eso sí, que lo esperase para que pudiese venir conmigo. Nos despedimos de la mayoría, felicité a Carlos y a su mujer por el evento, y nos marchamos. Chaqueta de traje en mano, Duque y yo salimos por el enorme pasillo del edificio, bromeando acerca de los peores trajes que había en la reunión, los fracasos matrimoniales más notorios, la buena falta que le hacía un amante a la coordinadora, etc. Le pregunté si él estaba soltero. -Humildemente, sí -contestó, citando a alguien que ya no recuerdo. -Bueno, con todos los respetos, creo que cambiarías de idea si vieras hoja verde. 13 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


Papeles náufragos

PERIPLO • CELESTE PALACIOS

-Preséntame a tu Marie, entonces, que yo no soy celoso -bromeó, seguido de unas carcajadas. Llegados a la puerta, me puse la chaqueta e hice el gesto para darle la mano. -Bueno, Duque, un auténtico placer. Yo suelo venir a este tipo de cenas, así que a ver si tomamos algo juntos la próxima, ¿hace? -Espera, Calanghis. Se rascó la cara, me pasó el hombro alrededor y pronunció, en un tono muy claro: - A decir verdad, me gustaría comentarte algo. Sé que te va a desconcertar, y que no quiero que te lo tomes demasiado en serio, así que escúchame primero. No tienes que decirme nada ahora, por supuesto. Mira, yo sé que llevas moviéndote por estas esferas ya un buen tiempo. Conoces a mucha gente. Gente con dinero. Y yo también tengo mis contactos. Me han hablado bien de ti, pareces un tío entero, y hemos pasado un buen rato, así que quiero proponerte algo. Tengo la forma de embolsarme pasta a granel, y, si colaboras, podrías sacar una buena tajada. Sólo necesito que me aportes la información que necesito. Te será sencillo. -¿La información sobre qué? Explícate mejor, Duque. La cosa empezó a sonarme algo absurda, no entendía qué narices estaba haciendo. Miró a los lados de la avenida. Desierta. -Necesito que me des la información de uno de los filántropos que conoces, de los que te vayan presentando. Tengo un amigo que digamos que puede hacerse con su dinero sin violencia, sin líos. -Oye, ¿qué es esto? ¿le has dado a la pipeta en el baño? ¿te estás quedando conmigo? -Espera. Tú escúchame. Sé que eres un tío inteligente. Puedes hacerlo. -¿Pero qué diablos dices? ¿De dónde has salido tú, de qué me conoces? -Mira, te prometo que esto puede ser coser y cantar. De acuerdo, no pertenezco al club de pimpollos en traje de ahí dentro, pero soy un tío de fiar. -O sea, ¿qué has venido hasta aquí para presentarte y proponerme esto? Me agarró hacia la esquina de la puerta y me dijo, bajando el tono de voz: -Calanghis, necesito que abras tus perspectivas un poco. Quizá estés encasillado con este trabajo, rodeado de fanfarrones elitistas que te hacen sentir bien. Y a mí eso me da igual; no pretendo cambiarte la vida, ni ser tu colega de trapicheos. Tengo el plan redondo y sólo te necesito a ti. Quiero un movimiento limpio, nos llevamos la pasta, no te ves en nada. Prosiguió contándome la historia allí, en el rellano de la entrada al edificio. Al poco, acabó por comerme terreno y empecé a escuchar su plan. No me interesaba. Y no era porque lo viese farragoso, o arriesgado, sino por una cuestión de principios. No soy la clase de persona que haría eso, joder, me dedico a hacer recaudaciones benéficas.

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-¿Que elija a uno? Duque, llevas un buen rato perdiendo el tiempo. ¿Crees que tengo la frivolidad de elegir al tipo que más forrado aparente estar y darte un guiño para que le sabotees la cuenta? Estás hablando con la persona equivocada. Me despegué de él, le alargué la mano y, decidido a marcharme, espeté: -Lo siento mucho, y por mí que no quede: encantado de conocerte. Una noche sensacional. Espero que tengas suerte. -¡Calanghis, espérate un momento! No reacciones así, venga. Te he dicho que no tenías que contestar ahora. Quiero que seas más razonable, al menos reflexiona. Cualquier otro día será otro el que te elija a ti, joder. Toma. Espero tu respuesta. Vi que un grupo de gente empezaba a venir por el pasillo. -Pues puedes esperar sentado -le dije, y me lancé a caminar calle abajo, cubriéndome la cabeza con el traje, porque había empezado a llover. Guardé su número en el pantalón. Llegué a casa empapado, y Marie me esperaba sentada en la cocina, leyendo una revista en la encimera blanca, con una copa de vino. Inmejorable panorama para mis antiguos planes. Por desgracia, yo ya no estaba en mi punto hagamos-el-amor-ebriosy-luego-caricias-y-luego-a-dormir. Estaba cansado y para pocos fuegos artificiales. Aún no me explico por qué, pero al entrar al piso comprendí que no debía explicarle nada a Marie. Por aquel entonces pensé que lo hacía por recortar en toda conversación que no fuese estrictamente protocolaria. A día de hoy me sorprende el retorcido secretismo que albergaba un servidor en su fuero interno. La tenía en la cama a los cinco minutos. A los diez estaba haciéndome el dormido, callando mi secreto y esperando no soñar, como el que calla el peso de una muerte hasta la mañana del funeral.

***** Creo recordar que fue alrededor de tres semanas después. Marie estaba creciendo con la nueva empresa a un ritmo fulgurante, haciendo sus propios contactos en el sector y empezando a codearse con algún que otro pez gordo. Los roces comenzaron a surgir. No había cabida en el apartamento para ninguno de mis comentarios. Según ella, todo atisbaba reproches y celos. No lo aguantaba. Para más inri, ella había decidido hacer el turno de tarde. ¿A quién le gusta trabajar de tarde? Pensaba que lo hizo para librarse de mí. No, luego averigüé que sólo quería tirarse a otro. La relación empezó a enfriarse, como es lógico. Solo por las tardes, sentí que a mis cuarenta años tenía toda una vida por delante. Percatarme de que Marie no estaría en ella fue cuestión de poco tiempo. El desencadenante de todo fue la fiesta en casa de Moritz. Siempre había sospechado que las mujeres más bellas de la historia las custodiaban los gays. Y Moritz me lo confirmó. En febrero montó una de sus fiestas en el apartamento. Brillantes, gloss y 15 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


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purpurina que o te andabas con ojo o te quedabas epiléptico. Entre las copas de Martini y el panorama falófago conocí a Diana. Alta, pelirroja, y vestida por diseñadores. Aun en aquella fiesta tenía decenas de ojos encima. De alguna forma, me las arreglé para que unas horas después sólo tuviese los míos. Empecé mi affaire con ella aquella misma noche. Sentía que me había marcado la jugada de mi vida. Lo tenía. Diana era una mujer de una experiencia, un físico y un sentido del humor avasalladores. El único problema que tenía era el dinero. Demasiado dinero. El desnivel económico que había entre los dos no iba a permitirme empezar algo serio con ella. Necesitaba recortar esa distancia, tanto en mi nómina como a su ojos. Y entonces fue cuando abrí el armario y hurgué en el bolsillo de mi traje. Imaginaba a la perfección el tono de voz que pondría. Con lo que no contaba es con que se riese de mí de aquella forma. Gracias a Dios, se ahorró la moralina telefónica y me citó directamente para el Café Gilles. Majestuoso, el rollizo Duque llegó por el hueco de la escalera, portando su taza de café y varonilmente encoloniado. Nunca pensé que estafar y depurarle la cuenta corriente a un millonario fuese tan sencillo. En el siglo XXI, sólo un imbécil robaría dinero a punta de pistola. Duque no era un imbécil. Efectivamente, el tipo tenía un plan redondo: un hipnotista le robaría los datos bancarios al magnate. La idea me gustó de plano. Limpia, original, moderna: un nuevo estandarte del crimen. En principio, mi única tarea era encontrar un filántropo asociado a la empresa que se prestase a reunirse con el amigo arcano. Visto lo visto, y funcionando al compás de mi álgido affaire con Diana, le di un toque a Duque al día siguiente. Me había decantado por un empresario retirado, un vejete que llegó a representar el 14% de los fondos de acción del colectivo el año anterior. Puestos a delinquir, a ordeñar la vaca gorda, ¿no? Había donado varios millones contra la orfandad de niños africanos. Yo secundaba la causa. Mi relación con Marie se estaba yendo a pique por momentos y, sin su dinero, el huérfano iba a ser yo. Arreglé el encuentro para dentro de dos días. Compilé la poca información fiscal que tenía acerca de él, y me reuní con Duque para entregársela. Al puzzle le faltaba una pieza, y estaba a la expectativa de enterarme de cuál era. Para mi sorpresa, Duque no mostró ningún interés en los datos. Hojeó la carpeta y me la devolvió. -Oye, tengo prisa por irme, Calanghis. Esto es lo que haremos: el miércoles a las 11 me esperarás en la esquina de la calle Bonnie Parker con Clyde Barrow, la de la sucursal. Yo saldré de ahí con el dinero y caminaremos juntos a mi coche. Te explicaré todo allí. -¿Y dónde lo repartiremos? ¿Y de qué cantidad estamos hablando? No quiero sonar desconfiado, pero no me parece sensato dejar esos detalles para última hora. -¡Oh, pero no te preocupes! Esto no es una superproducción de Hollywood, Calanghis. No voy a coger el dinero y correr. Saldremos a las afueras, y nos repartiremos el dinero a partes iguales. Lo único que te pido es que me escuches bien cuando te diga cómo no usarlo. Somos un grupo en esto, y si das un paso en falso puedes complicarme la película. -De acuerdo. Yo lo único que digo es que aquí no apesta a honestidad. ¿A dónde de las afueras vamos a ir? -Oh, pero vamos a ver, ¡eso da igual! -¡Cómo va a dar igual! !No te pido que me lleves a un bello mirador de la sierra,

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pero que sepas que cuando alguien te mete en la boca del lobo, se le huele el aliento! Serio e irónico, Duque se inclinó hacia mí para zanjar el asunto. -Oye, quítate esos pájaros de la cabeza. Mañana a las 11 donde te he dicho. Sé puntual. Y tráete una guía turística si tan sibarita estás. Te invito a comer por las afueras....

Desde la esquina en la que esperaba, la calle se veía relativamente tranquila a las once menos diez de la mañana. Una polifonía de sentimientos me gritaba en el interior. Decidí echarle un ojo a la joyería de al lado. Para ir anticipando trabajo, ya sabes. Había una serie de finuras que encajaban de maravilla con Diana. Anillo al dedo, y nunca mejor dicho. Indeciso acerca de si entrar o no, volví a subir a la esquina para otear el panorama. Me encendí un cigarrillo y esperé ahí, retocándome la corbata y los puños de la camisa en un intento de paliar la inquietud gesticular, cual resaca de estupefacientes, que llevaba en el cuerpo. Para bien o para mal, no podía creer que yo estuviese a las puertas de dar semejante pelotazo fiscal. ¡Y con qué astucia! En mi cabeza, un convoy de remordimientos se hundía y ahogaba en la tormenta de billetes de un mar bursátil. Divisé a Duque saliendo por la puerta giratoria. Si el éxito personificado llevase unas Ray Ban, se hubiese confundido con él. Maletín en cada mano, y de paso firme, echó una mirada hacia mi enclave, fulminante, y me arranqué a interceptarle en perpendicular. Su coche había de estar al final de aquella calle. En la intersección de la esquina, me pasó uno de los maletines, y continuamos caminando, los dos por la misma acera, en sigiloso silencio. -¿Qué modelito tiene el señor? -entoné, con la euforia cosquilleándome ardiente por mis adentros. Aquello iba a explotar. -Busca un Mercedes negro. -¿Qué pasa, se te ha olvidado a qué altura lo dejaste de la emoción? -No, es que es el coche de Matteo -pronunció, siempre contenido. -¿Qué Matteo? -La tercera parte, ya sabes. Está esperándonos allí. Oír eso me dejó algo desconcertado. Más que nada porque no se me había ocurrido, no lo había considerado. Tenía curiosidad por conocer a ese tipo, ¿quizá compinche en negocios venideros? De seguir así, la sonrisa empezaría a dolerme en unas horas. Vi toda la vida por delante. Yo tirando unas gambas al aire y vertiéndole desde lo alto un caro champán de la boca al vientre a Diana, segundos antes de abalanzarme sobre ella en el ático acristalado de un lujoso hotel. Volví a la realidad, topamos con el Mercedes negro, y entramos. Tomé el asiento del copiloto y me giré para saludar a Matteo. Larga melena rubia y cara de místico inteligente. Duque y yo abrimos los maletines, el aroma de los fardos subió. Nuestras miradas se juntaron. El hipnotista sonrió, y lo último que recuerdo es la eclosión de sus absorbentes ojos azules y un rápido movimiento de manos.

***** Me desperté aletargado. A mi izquierda, Duque yacía espatarrado en Morfeo, el cuello doblado más allá del respaldo del banco de madera. A mis espaldas, el denso bosque del Parque Natural. Enfrente de mí, las despampanantes vistas del mirador. Empezaba el crepúsculo. Ciao Diana, ciao dinero, ciao Marie, ciao matrimonio. Matteo. Usurpador. 17 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


cine en r ama

La debilidad del tr aidor De Roberto Arlt a Sidney Lumet

Por Lucas Bertellotti “Me volví traidor y no he dejado de serlo. Por mucho que me meta por entero en lo que hago, que me entregue sin reservas al trabajo, a la ira, a la amistad, sé que en cualquier instante lo renegaré, lo quiero así y me traiciono ya, en plena pasión, por el alegre presentimiento de mi futura traición”. -Jean-Paul Sartre Las palabras

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ilvio Drodman Astier es un fracasado corredor de papel a comisión del barrio de Caballito, en la ciudad de Buenos Aires. Intenta por todos los medios salir de la marginación y la pobreza, sin demasiado éxito. Andy Hanson es contador y tiene una buena calidad de vida, pero se siente infeliz. Aburrido y agotado, suele tomar cocaína en su lujosa oficina de Nueva York. Su hermano menor, Hank, la pasa aún peor. Divorciado y con una hija, no tiene dinero, tampoco alguien a quien querer. La sociedad le concede el irreversible privilegio de formar parte del club de los perdedores. Aunque los tres tienen historias diferentes, hay algo que los une y a la vez los hace distintos al resto: son traidores. El traidor, el que comete una falta quebrantando la lealtad que debe guardar o tener, es débil. Vive humillado, casi desequilibrado, por una situación o un estado que hace su existencia penosa. Traiciona ante la desesperación de no poder sacar la cabeza del agua. El traidor está decidido a romper vínculos fuertes, a destruir historias que lo movilizan, anécdotas alegres o recuerdos imborrables. En esto surge lo rimbombante de su acción. La deslealtad no se realiza con cualquiera. El traidor quebranta a su 18 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

papá o mamá. Acusa a un amigo querido. Manosea su prestigio y reputación cuando traiciona a alguien a quien considera importante. Para él, nada será tan fundamental como intentar esquivar su debilidad, dejarla de lado para sentirse un poco mejor. La struggle for life El escritor argentino Roberto Arlt presenta a Silvio Drodman Astier, en su novela El juguete rabioso (1926), como alguien débil. Aunque Astier es un pillo, un pícaro con todos los códigos de barrio encima, su vida está llena de frustraciones. Su camino está lleno de fracasos: desintegra el Club de los Caballeros de la Media Noche, dedicado a pequeños robos mal ejecutados; escapa de la librería de don Gaetano, donde se siente humillado, y es echado de la Escuela de Aviación, a pesar de sus visibles condiciones. Tampoco puede llevar a cabo la idea de suicidarse, en una mezcla de negligencia y cobardía a la hora de apretar el gatillo. Silvio es como un boxeador que no para de recibir golpes que lo hacen tambalear, pero que no tienen la fuerza necesaria para llevarlo a besar la lona. “Es la struggle for life, unos se regeneran… otros se caen” (Arlt, 2004: 117), dice Lucio, su antiguo amigo


cruzadas en el estómago, mira el techo sin pestañear. Parado frente al ventanal del dormitorio, a unos dos metros, está Justin, un hombre que ejerce la prostitución en su lujoso departamento. Mira hacia fuera, a los grandes edificios de la ciudad, mientras le da la espalda a su cliente, sostiene un cigarrillo con la mano derecha y apoya la izquierda en la cintura. Andy vive con su esposa, Gina (Marisa Tomei), una sensual mujer con la que no siente ganas o no puede tener sexo. Odia su trabajo. Vive atormentado por la falta de sueños y ambiciones. “Nada coincide en mí. Es como si mis partes no equivalieran a mi ser”, dice desde la cama y sin apartar la vista del techo. Recibe una respuesta peor que el silencio: “Conseguíte un psicólogo o una esposa”. Para Hank (Ethan Hawke) las cosas no son distintas. Duerme en la cama de su departamento, en la que tiene sexo con Gina, la mujer de su hermano, todos los jueves al mediodía. Cubre su cabeza con la almohada, como si quisiera asfixiarse. Suena el teléfono, pero tarda en responder. Es su hija, que protesta porque él no puede pagarle una salida al teatro con sus amigas. Hank corta y suspira. Parece largar un aire pesado, lleno de malhumor. Vuelve a su posición, con la boca hacia abajo, con ganas de no escuchar más nada. Son hombres en estado de debilidad preparados para traicionar. El traidor vive en un pozo, profundo y oscuro. Pedirá ayuda a cualquiera que pase por el lugar. Gritará, se moverá, probará con todas las posibilidades de salir de esa situación 19 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

PERIPLO • JULIETA PIAGGIO

del Club de los Caballeros de la Media Noche, quien ahora, tras algunos años sin verse, es millonario. Pero se mantiene de pie, con un gusto amargo que lleva a la resignación: “Decíme, Rengo, ¿tiene sentido esta vida? Trabajamos para comer y comemos para trabajar. Minga de alegría, minga de fiestas, y todos los días lo mismo, Rengo. Esto esgunfia ya” (Arlt, 2004: 136). Esa palabra, esgunfia, forma parte del clásico vocabulario lunfardo que utiliza Arlt (jerga utilizada por los inmigrantes en la ciudad de Buenos Aires, especialmente de las clases bajas, en donde, con una mezcla de idiomas y algo de ingenio, se inventó un vocabulario nuevo. Después sería adoptado, de forma magistral, por el tango). Esgunfia significa desinflar, desanimar. Desanimado se sentía Astier, cuando decidió delatar al Rengo, un buen amigo, quien lo había invitado a formar parte del plan maestro de robar la casa del ingeniero Arsenio Vitri. A diferencia de El juguete rabioso, donde puede verse la procesión de sucesos que llevan a Silvio Astier a traicionar, en Antes que el diablo sepa que estás muerto (2007) último y gran film del estadounidense Sidney Lumet, se aprecia, desde un relato vertiginoso, a la traición antes de saber qué pasa por la cabeza de los personajes. Andy y Hank Hanson traicionan a sus padres. Entenderlos es más fácil con algunos detalles de sus vidas. Andy (Philip Seymur Hoffman, en una brillante actuación) está acostado en una cama con las sábanas desechas. Boca arriba y con las manos

cine en r ama


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PERIPLO • JULIETA PIAGGIO

exasperante. Ya no quiere respirar tierra, necesita ver el Sol, precisa descansar. Está preparado para dejar el pozo de cualquier manera. Está decidido a engañar, si es necesario. No tendrá reparo en que otro ocupe su lugar, aún si ese otro es su mujer, su mamá, su amigo. Cerrará el pozo con su víctima adentro, si es lo que se precisa para no volver a esa situación. Las consecuencias de su acto desleal son lo que menos importa. Su debilidad está primera. Corre hacia el médico para que le aplique una fuerte anestesia. No le duele el cuerpo. Acude a una fuerte inyección porque le duele la existencia, que ya se hizo inaguantable.

La subjetividad de la traición Los hermanos Andy y Hank deciden robar la pequeña tienda de joyas de sus padres, en un centro comercial de las afueras de Nueva York. Entienden que es algo seguro, sin peligros y que no afectaría a nadie. Aunque en un principio el plan no amerita ningún daño físico ni económico (el seguro pagaría por las joyas robadas), es imposible no pensar que el solo hecho de haber imaginado en robar a sus padres forma parte de una de las traiciones más grandes. Pero ellos necesitan el dinero desesperadamente y recurren, sin decirlo explícitamente, al refrán que consuela sus conciencias: “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Cuando el robo termina con su madre

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muerta, en una serie de hechos particularmente desafortunados, la forma de entender y reconocer sus actos cambian. Ahora sí sienten, como quizás lo hacía el espectador desde el principio, que traicionaron. Algo similar pasa con Silvio Astier con respecto a su traición. Romper con el plan significaría para el Rengo, un hombre al que Silvio estimaba, un par de la vida en la calle, varios años de cárcel. Pero para él era una redención, una forma de hacer algo bien, por lo menos desde su punto de vista. Así lo explica: “Hay momentos en nuestra vida en que tenemos necesidad de ser canallas, de ensuciarnos hasta adentro, de hacer alguna infamia, yo que sé… de destrozar para siempre la vida de un hombre… y después de hecho eso podremos volver a caminar tranquilos” (Arlt, 2004; 148 ). La vida puerca No hay vuelta atrás para el traidor. “No creo que pueda soportar esto”, le dice Hank a su hermano, con su madre internada en el hospital, al borde de la muerte, y más tapado que antes por las deudas de dinero. La culpa golpea, deja una herida pero también persigue. También, lo siente Silvio Astier: “Aunque pasen mil años no podré olvidarme de la cara del Rengo. ¿Qué será de él? Dios lo sabe; pero el recuerdo del Rengo estará siempre en mi vida, será en mi espíritu el recuerdo de un hijo que se ha perdido. Él podrá venir a escupirme en la cara y yo no le diré nada” (Arlt, 2004: 149). En realidad, cuando el traidor engaña lo hace en buena parte a sí mismo, cuando no respeta los valores de la amistad o pisotea con fuerza el amor sagrado de un padre y un hijo. La culpa de Andy tampoco tiene freno y se transforma desatada en una furia imparable. La traición no es impulsiva, como podría


PERIPLO • JULIETA PIAGGIO

cine en r ama

ser un asesinato, sino que se piensa. Se piensa mucho antes de realizarla, con la esperanza de cambiar algo de la realidad y con la angustia de no saber si se podrá soportar el castigo moral de soportar la culpa. Pero todos pasan por el mismo proceso, que culmina en un estado más doloroso que nunca. La culpa de traicionar, finalmente, no se aguanta. El sufrimiento se hace mucho mayor que antes. La traición los hace, casi inmediatamente, más débiles. Automáticamente vuelven a caer en el pozo del que intentaron salir pero del que esta vez no tendrán posibilidad de abandonar. Será un capítulo más de la vida puerca,1 sucia y descarada.

_____ Bibliografía ARLT, Roberto. El juguete rabioso. Buenos Aires: Centro Editor de Cultura, 2004. SARTRE, Jean Paul. Las palabras. Buenos Aires: Editorial Losada, 2003.

1

La vida puerca es el título que originalmente pensó Roberto Arlt para El juguete rabioso, que luego modificó, aconsejado por sus editores. 21 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


Microtr ayectos

Claudia Sánchez BRINDIS

PERIPLO • ANNA M ASINI

Una sonrisa se dibujó en su rostro. Los aplausos comenzaron y todas las luces convergieron en nuestra mesa. Había pasado apenas un minuto desde que mencionaron a las ganadoras, cuando todos brindamos por el triunfo de las dos mejores. Ella seguía sonriendo y bebía. Pero en una fracción de segundo, noté una chispa especial en su mirada mientras su compañera se desvanecía. Entonces supe que el premio a la mejor prestidigitación femenina no podía compartirse.

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Microtr ayectos

PERIPLO • Bárbar a Sánchez

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LEGADOS

Traición del mexicano al mexicano Por Mabel Meneses

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in lugar a dudas, uno de los grandes episodios en la Historia de México considerado modelo de traición, es la cuantiosa pérdida de territorios que redujo este país a la mitad, suceso también conocido como la venta de territorios mexicanos a los estadounidenses, por parte del gran traidor a la patria, Antonio López de Santa Anna. Tras la independencia que se logró en el año de 1822 y gracias a las estrategias militares y de negociación política de Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide, México contaba en aquel entonces con cinco millones de kilómetros cuadrados de territorio. En la actualidad cuenta con menos de dos millones1. Esta ha sido una de las grandes cicatrices con la que esta pobre nación ha tenido que vivir. Y aunque dicho episodio le siguió a uno de los mayores logros de esta nación –la declaración de independencia mexicana–, no deja de estar envuelto en cuentos y mitos creados para exacerbar el nacionalismo. Por ello, es justo y necesario que a 200 años de esta declaración, se pongan bajo el escrutinio del revisionismo histórico ciertos aspectos que han marcado a México y que, en parte, lo han convertido en el Estado que ahora es. Existe un debate en la academia mexicana que gira alrededor del revisionismo histórico, ya que los revisionistas están en el mismo nivel que los disidentes políticos y los traidores a la patria –­claro está, con sus excepciones–. Por ejemplo, los principales historiadores e investigadores consideran traición, el cuestionamiento de la historia de México, aún cuando a estas alturas ya todo está dicho y hecho. Sin embargo, divulgar hechos maquillados que los hacen ver como gloriosos y de gran orgullo, también

puede ser visto como traición a la misma historia de esta nación. Tomando como punto de partida la independencia de México en el año de 1810, hay una serie de acontecimientos que no son enseñados ni en las clases de primaria. Dejando a un lado que el gran libertador mexicano, Miguel Hidalgo, solo estuvo presente y activo en el primer año de lucha, es preciso analizar un hecho específico del que fue su predecesor y uno de los héroes de la patria mexicana: José María Morelos. “El día aniversario en que se levantó la voz de la independencia y nuestra santa libertad empezó” (González de Alba, 2009); así es como Morelos se refirió al 16 de septiembre, cuando se dio inicio al último intento de independencia, que fue el que prevaleció hasta 1821, año en el que se le reconoció a México como Estado libre y soberano. Dicha libertad se ve representada a través de Sentimientos de la Nación, documento considerado como la primera versión de nuestra Constitución Política. Una serie de puntos delimitaban los comportamientos tanto del nuevo Estado como los de sus ciudadanos. “¡Gran logro!” es lo que se grita en cada libro de educación pública mexicana, sin ni siquiera analizar lo que dichos puntos proclamaban. Vale la pena destacar algunos:  2-. Que la religión católica sea la única, sin tolerancia de otra.  9-. Que los empleos los obtengan solo los americanos.  10-. Que no se admitan extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir y libres de toda sospecha2.

1 http://cuentame.inegi.org.mx/territorio/extension/default.

2 Maria Morelos. Sentimientos de la Nacion. http://www. bicentenario.gob.mx.

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Legados

¡Gran logro! Como buenos mexicanos, se santifica un documento lleno de intolerancia, soberbia y catolicismo, que se considera un parte aguas y el inicio de esta nación libre y soberana. Pero transcurren varias décadas antes de encontrarnos con el episodio de la pérdida del territorio mexicano. ¡Gran tragedia! Se pierde, por lo menos, la mitad del país por culpa de Santa Anna que se dedicó por años, a desprestigiar y destrozar a México. La realidad de las cosas es distinta: se trató de un político militar que ocupó la presidencia en once ocasiones no consecutivas, con menos de seis años de efectividad. Los presidentes le llamaban para que volviera a la silla debido a que se veían agobiados por la presión internacional, así como la interna. Santa Anna subía al poder cuando su país

como pretexto la batalla tejana y decidió invadir el Estado mexicano. En un lapso de cuatro meses (en el año de 1847), los estadounidenses habían entrado a la capital del país y posicionado su bandera en el zócalo de México. En estas circunstancias se decide negociar –a través de un poco de diplomacia y mucho de cañones y balas– la pérdida de los territorios de California, Arizona, Colorado, Utah, Nevada y Nuevo México (González de Alba, 2009). Este acontecimiento se considera una bala en el corazón de la nación, sin excusas ni pretextos. Quizás no importe que Estados Unidos estuviera muy por encima de México con sus estrategias militares y que, lo relevante fuese el sacrificio de territorios inhóspitos, el riesgo a perder el resto de la nación o por lo menos otra gran fracción

se lo demandaba. Dejando esto en claro, pasemos a la cuestión territorial. Santa Anna se encontró con un país que estaba prácticamente despoblado en todo el norte. En Texas venía gestándose un movimiento para convertirse en república independiente: el pequeño vecino del norte intentando negociar territorios baldíos mexicanos para obtener más poderío a nivel internacional. Pero Texas no se vende ni se pierde. Se independiza. La batalla del Álamo fue una masacre a un estado, poblado en su mayoría por migrantes protestantes que no deseaban ser representados por un gobierno católico. México no pudo retener la revuelta y se le reconoció como independiente, marcando así la primera gran derrota territorial mexicana. Cabe destacar que, en su frontera sur, México abarcaba hasta lo que ahora es Panamá y tenía como vecino a Colombia. Estos territorios se declaran independientes en 1823, pero parece que nadie lo recuerda. Y es así como México pierde su primer medio millón de kilómetros (González de Alba, 2009). Quizás tenga relación el hecho de que estos países centroamericanos no son parte de los hegemónicos que dominan el comportamiento internacional, pero eso es tema de discusión para otra ocasión. Lo que sucedió fue que Estados Unidos tomó

de ella. Acaso tampoco importe que la lucha por territorios despoblados mexicanos iba a generar más gasto que beneficio al país. Tampoco parece importar el hecho de que no existían planes para dichos territorios, puesto que la centralización es parte de la espina dorsal de México. El pequeño vecino del norte, que se había dedicado a la industrialización, había vencido al gran vecino que tenía en el sur y que se había dedicado a mantenerse en guerra y a rezar. Ni Santa Anna ni ningún otro militar hubiera podido evitar la pérdida de territorios, ya que Estados Unidos estaba determinado a obtenerlos y México estaba determinado a no hacer nada con ellos. Un gran incentivo económico por parte de Estados Unidos y la falta de uno por parte de México, marcaron nuestra historia como uno de los episodios de máxima traición al país. Al parecer no es el hecho de que no se haya tenido un proyecto de Estado-Nación específico, sino que Santa Anna tuvo la culpa. ¡Traidor! Los Sentimientos de la Nación y la perdida de territorios durante la gestión de Santa Anna fueron dos grandes acontecimientos que marcaron la pauta en el curso de la historia de México. El primero, por ser el precursor de nuestra primera Constitución Política mexicana (aunque carece de una interpretación y de un análisis detallado 25 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


LEGADOS

respecto a lo que se estaba promulgando). Cientos de años después se le continúa aplaudiendo a dicho documento intolerante, sin exigir una explicación de su contenido de una manera realista: se sigue maquillando. En cuanto al segundo acontecimiento, basta con recordar que Santa Anna tiene como sinónimo la palabra “traidor”. Se puede decir que estuvo en el momento y en el lugar equivocados porque la pérdida de territorios era inminente. Quien estuviese ocupando la presidencia en ese momento, habría de sufrir el mismo destino histórico. Ahora, ¿México habría tenido un mejor o peor destino, de no haber estado Santa Anna a su mando? La pregunta es imposible de contestar, pero se debe de tomar en cuenta lo ocurrido y proporcionarle un juicio justo a las decisiones ya tomadas. Nuestras vísceras como mexicanos no debieran de tener mucha voz cuando de juzgar se trata. En definitiva, ambos acontecimientos son traición: se traiciona a la patria por seguir repitiendo de una manera incorrecta una versión tergiversada que mantiene al pueblo en una ceguera histórica, además de que se ostenta el título de una de las más grandes traiciones a nuestra patria pero que, de igual manera, sigue siendo mal interpretada. Sin duda alguna el revisionismo histórico en México es necesario. La nación sigue sin un rumbo claro, sigue sin un proyecto de Estado-Nación concreto e integral. Traidores han existido en todos los países del mundo, pero en este caso en particular el mayor traidor al pueblo mexicano no fue ni Morelos,

ni Santa Anna, ni los estadounidenses, sino el mismo pueblo mexicano. Se han dejado pasar los años sin exigir un análisis de nuestra historia, sin cuestionarse qué tanto de lo que se nos imparte en las instituciones educativas es verídico. Los revisionistas no terminan de ser aceptados y las investigaciones muchas veces se ven truncadas y no se publican. Los que sufren el daño son los ciudadanos, cuando solamente conocen una parte de la historia o lo glorioso que se quiere impartir sobre ella; es como estar condenado a nunca terminar de entender a la verdadera nación. Sin un completo entendimiento, no hay avance. Se dice que la historia es escrita por los ganadores pero nosotros, como mexicanos, parece que hemos decidido escribirla como perdedores. Y esa filosofía aún se vive y se respira en este país que mucho alardea de logros concretos, pero que ha decidido conmemorar hechos que en nuestro imaginario suenan de lo más maravilloso. Mientras tanto, que la virgen de Guadalupe se apiade de nuestras almas. ____ Bibliografía GONZÁLEZ DE ALBA, Luis. La mentira de mis maestros. México: Cal y Arena, 2009. MARTÍN MORENO, Francisco. Mexico Mutilado. México: Alfaguara, 2005. DRESSER, Denise; VOLPI, Jorge. México: lo que todo ciudadanos quisiera (no) saber de su patria. México: Nuevo Siglo Aguilar, 2006. http://cuentame.inegi.org.mx/territorio/extension/default. aspx?tema=T http://www.bicentenario.gob.mx

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Lenguas Vivas

The Antiquary, by Walter Scott

Traducción de Francisco González, colaboración de Laura Salas y Arturo Peral

El anticuario es una de las muchas novelas históricas del prolífico escritor de Edimburgo, Sir Walter Scott (1771-1832). A partir de su personaje central –un huraño, misógino y petulante anticuario– se va desgranando una trama de intrigas familiares y de pasiones condenadas a la fatalidad. En el extracto que proponemos, la anciana Elspeth –deliciosa arpía de la literatura– revela el secreto de una terrible traición que habrá de marcar las vidas del rancio linaje de los Glenallan. Francisco González, Laura Salas y Arturo Peral han colaborado en la traducción de estas vehementes declamaciones, cruentos reproches y confesiones que quitan el hipo.

CHAPTER FOURTH Remorse—she neer forsakes us— A bloodhound staunch—she tracks our rapid step Through the wild labyrinth of youthful frenzy, Unheard, perchance, until old age hath tamed us Then in our lair, when Time hath chilled our joints, And maimed our hope of combat, or of flight, We hear her deep-mouthed bay, announcing all Of wrath, and wo, and punishment that bides us. Old Play.

“I need not tell you,” said the old woman, addressing the Earl of Glenallan, “that I was the favourite and confidential attendant of Joscelind, Countess of Glenallan, whom God assoilzie!”—(here she crossed herself)—”and I think farther, ye may not have forgotten that I shared her regard for mony years. I returned it by the maist sincere attachment, but I fell into disgrace frae a trifling act of disobedience, reported to your mother by ane that thought, and she wasna wrang, that I was a spy upon her actions and yours.” 27 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

CAPÍTULO IV Remordimiento, él jamás nos abandona; Cual tenaz sabueso, rastrea nuestros pasos A través del laberinto del verde frenesí En calma, tal vez, hasta la edad caduca. Mas cuando el Tiempo hiele nuestras rodillas, Mutile nuestra esperanza de combate o huida, Iremos su profundo aullido, anunciando A ira, el mal y el castigo que nos aguarda. -Antigua obra

—No necesito decirle —dijo la anciana dirigiéndose al conde de Glenallan— que yo era la asistente y confidente favorita de Joscelind, condesa de Glenallan, a quien, espero, Dios haya acogido en su seno —exclamó santiguándose—. Y creo además, y es posible que usted no lo haya olvidado, que correspondí su aprecio durante muchos años. La correspondí estando a su lado en todo momento, pero caí en desgracia a partir de un trivial acto de desobediencia, del cual su madre fue puesta al tanto por una persona que creía, y no le faltaba razón, que


PERIPLO • Soledad Venesio

Lenguas Vivas

“I charge thee, woman,” said the Earl, in a voice trembling with passion, “name not her name in my hearing!” “I must,” returned the penitent firmly and calmly, “or how can you understand me?” The Earl leaned upon one of the wooden chairs of the hut, drew his hat over his face, clenched his hands together, set his teeth like one who summons up courage to undergo a painful operation, and made a signal to her to proceed. “I say, then,” she resumed, “that my disgrace with my mistress was chiefly owing to Miss Eveline Neville, then bred up in Glenallan House as the daughter of a cousin-german and intimate friend of your father that was gane. There was muckle mystery in her history,— but wha dared to inquire farther than the Countess liked to tell?—All in Glenallan House loved Miss Neville—all but twa, your mother and mysell—we baith hated her.” “God! for what reason, since a creature so mild, so gentle, so formed to inspire affection, never walked on this wretched world?” “It may hae been sae,” rejoined Elspeth, “but your mother hated a’ that cam of your father’s family—a’ but himsell. Her reasons related to strife which fell between them soon after her marriage; the particulars are naething to this purpose. But oh! doubly did she hate Eveline Neville when she perceived that there was a growing kindness atween you and that unfortunate young leddy! Ye may mind that the Countess’s dislike didna gang farther at first than just showing o’ the cauld shouther—at least it wasna seen farther; but at the lang run it brak out into such downright violence that Miss Neville was even fain to seek refuge at Knockwinnock Castle with Sir Arthur’s leddy, wha (God sain her!) was then wi’ the living.” “You rend my heart by recalling these particulars— But go on,—and may my present agony be accepted as additional penance for the involuntary crime!” “She had been absent some months,” continued Elspeth, “when I was ae night watching in my hut the return of my husband from fishing, and shedding in private those bitter tears that my proud spirit wrung 28 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

yo estaba espiando las acciones de su madre y las suyas propias. —La exhorto —dijo el conde temblándole la voz de pasión— a que no la nombre. —Debo hacerlo —respondió la penitente con firmeza y serenidad—, o ¿cómo si no iba a entenderme? El conde se apoyó sobre una de las sillas de madera de la cabaña y —tras inclinar el sombrero hacia delante para cubrirse parcialmente el rostro, entrelazar las manos y apretar los dientes como armándose de valor para soportar una operación dolorosa— le hizo una señal a la anciana para que continuase. —Como iba diciendo —prosiguió—, caí en desgracia con mi señora debido principalmente a la señorita Eveline Neville, quien en aquel entonces fue recibida en la casa Glenallan como la hija de un


frae me whenever I thought on my disgrace. The sneck was drawn, and the Countess your mother entered my dwelling. I thought I had seen a spectre, for even in the height of my favour, this was an honour she had never done me, and she looked as pale and ghastly as if she had risen from the grave. She sat down, and wrung the draps from her hair and cloak,—for the night was drizzling, and her walk had been through the plantations, that were a’ loaded with dew. I only mention these things that you may understand how weel that night lives in my memory,—and weel it may. I was surprised to see her, but I durstna speak first, mair than if I had seen a phantom— Na, I durst not, my lord, I that hae seen mony sights of terror, and never shook at them. Sae, after a silence, she said, Elspeth Cheyne (for she always gave me my maiden

Lenguas Vivas

difunto primo hermano e íntimo amigo de su padre. El pasado de la señorita Neville estaba envuelto en grandes misterios, pero nadie se atrevía a preguntar más allá de lo que la condesa convenía en contar. Todos en la casa Glenallan querían a la señorita Neville, todos menos dos, su madre y yo, ambas la odiábamos. —¡Dios!, ¿por qué motivo? Nunca antes una criatura tan cándida, tan gentil, tan proclive a inspirar afecto había puesto los pies en este miserable mundo. —No digo que no —continuó Elspeth—, pero su madre odiaba todo lo que viniese de la familia de su marido, todo menos a él mismo. Sus razones se remontan a una agria disputa acontecida entre ellos poco después de su matrimonio cuyos detalles no son relevantes a este propósito. Pero, sí, odiaba a Eveline Neville, por partida doble además, especialmente cuando se percató del creciente afecto entre usted y la desdichada dama. Tal vez sepa que, en un principio, el desagrado de la condesa no iba más allá de un trato frío y distante, pero a la larga estalló en la más absoluta violencia de modo tal que la señorita Neville se vio obligada a buscar refugio en el Castillo de Knockwinnock con la señora de sir Arthur, que en paz descanse. —Mi corazón se desgarra ante el recuerdo de esos detalles, pero siga. Sirva mi presente agonía como penitencia adicional por el crimen involuntario. —Estuvo ausente varios meses —prosiguió Elspeth—; entonces, una noche, estaba en mi casa esperando a que mi marido regresase de pescar, derramando en privado las amargas lágrimas que mi orgulloso espíritu me arrancaba cuando pensaba en mi desgracia. El cerrojo no estaba echado y su madre, la condesa, entró en mi vivienda. Pensé que había visto un espectro, pues a pesar de tenerme en alta estima, este era un honor que jamás me había rendido; ella ofrecía un aspecto pálido y fantasmagórico, como si se hubiese levantado de la tumba. Se sentó y se sacudió las gotas del pelo y del sayo, pues había estado lloviznando esa noche y para llegar hasta mi casa hubo de atravesar las plantaciones, cubiertas estas de rocío. Menciono 29 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


Lenguas Vivas

Cheyne who died to save his master, Lord Glenallan, on the field of Sheriffmuir?’ And I answered her as proudly as hersell nearly—As sure as you are the daughter of that Earl of Glenallan whom my father saved that day by his own death.’” Here she made a deep pause. “And what followed?—what followed?—For Heaven’s sake, good woman—But why should I use that word?—Yet, good or bad, I command you to tell me.” “And little I should value earthly command,” answered Elspeth, “were there not a voice that has spoken to me sleeping and waking, that drives me forward to tell this sad tale. Aweel, my Lord—the Countess said to me, My son loves Eveline Neville— they are agreed—they are plighted: should they have a son, my right over Glenallan merges—I sink from that moment from a Countess into a miserable stipendiary dowager, I who brought lands and vassals, and high blood and ancient fame, to my husband, I must cease to be mistress when my son has an heir-male. But I care not for that—had he married any but one of the hated Nevilles, I had been patient. But for them—that they and their descendants should enjoy the right and honours of my ancestors, goes through my heart like a two-edged dirk. And this girl—I detest her!’—And I answered, for my heart kindled at her words, that her

muerte”. En este punto de la narración realizó una prologanda pausa. —¿Y qué pasó después, qué pasó? Por amor de Dios, buena mujer... ¿Por qué habré empleado ese adjetivo? En fin, buena o mala, le exijo que continúe. —Poco caso haría a su mundana orden — respondió Elspeht— de no ser por esa voz que me ha estado hablando despierta y en sueños y que me incita a contarle esta triste historia. Pues bien, mi señor, la condesa me dijo: “Mi hijo ama a Eveline Neville, le ha pedido la mano, están comprometidos. Si tuviesen un hijo, mi derecho sobre la casa Glenallan sería absorbido. En ese momento dejaría de ser una condesa para convertirme en la miserable y retribuida viuda de un noble; yo, que traje tierra y vasallos, rancio abolengo y notoriedad a mi marido, deberé renunciar a ser patrona cuando mi hijo tenga un heredero varón. Pero eso no me preocuparía y habría sido paciente si se casase con cualquier mujer, con cualquiera menos con una de las infames Neville. Pero tratándose de quien se trata, sólo pensar en que ellos y sus descendientes puedan gozar de los derechos y honores de mis ancestros, me atraviesa el corazón como un puñal de dos puntas. Y esa muchacha… ¡la detesto!”. A lo cual yo respondí, pues mi corazón se encendió con sus palabras, que su odio era equiparable al mío.

PERIPLO • Soledad Venesio

name), are not ye the daughter of that Reginald

estos pormenores para que entienda la viveza con que guardo esa noche en mi memoria. Me sorprendí de verla pero no tuve el valor de arrancarme a decir nada, ni un fantasma me habría acobardado tanto. No, no me atreví, mi señor, yo que he presenciado tantos horrores sin inmutarme ante ellos. De modo que, tras un silencio, me dijo: “Elspeth Cheyne —pues siempre usaba mi apellido de soltera—, ¿no eres tú la hija de Reginald Cheyne, que murió para salvar a su señor, lord Glenallan, en el campo de Sheriffmuir?”. Y yo le respondí casi tan orgullosa como ella: “Tan seguro como que es usted la hija del conde de Glenallan, a quien mi padre salvó la vida con su propia

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hate was equalled by mine.” “Wretch!” exclaimed the Earl, in spite of his determination to preserve silence—”wretched woman! what cause of hate could have arisen from a being so innocent and gentle?” “I hated what my mistress hated, as was the use with the liege vassals of the house of Glenallan; for though, my Lord, I married under my degree, yet an ancestor of yours never went to the field of battle, but an ancestor of the frail, demented, auld, useless wretch wha now speaks with you, carried his shield before him. But that was not a’,” continued the beldam, her earthly and evil passions rekindling as she became heated in her narration—”that was not a’; I hated Miss Eveline Neville for her ain sake, I brought her frae England, and, during our whole journey, she gecked and scorned at my northern speech and habit, as her southland leddies and kimmers had done at the boarding-school, as they cald it”— (and, strange as it may seem, she spoke of an affront offered by a heedless school-girl without intention, with a degree of inveteracy which, at such a distance of time, a mortal offence would neither have authorized or excited in any well-constituted mind)—”Yes, she scorned and jested at me—but let them that scorn the tartan fear the dirk!” She paused, and then went on—”But I deny not that I hated her mair than she deserved. My mistress, the Countess, persevered and said, Elspeth Cheyne, this unruly boy will marry with the false English blood. Were days as they have been, I could throw her into the Massymore of Glenallan, and fetter him in the Keep of Strathbonnel. But these times are past, and the authority which the nobles of the land should exercise is delegated to quibbling lawyers and their baser dependants. Hear me, Elspeth Cheyne! if you are your father’s daughter as I am mine, I will find means that they shall not marry. She walks often to that cliff that overhangs your dwelling to look for her lover’s boat— (ye may remember the pleasure ye then took on the sea, my Lord)—let him find her forty fathom lower than he expects!’—Yes! ye may stare and frown and clench

Lenguas Vivas

—¡Mezquina! —exclamó el conde, a pesar de su propósito de guardar silencio—, ¡mezquina mujer!, ¿qué odio podía despertar un ser tan inocente y afable? —Yo odiaba todo lo que mi señora odiase como era tradición entre los vasallos de la casa Glenallan, y sepa usted, mi señor, que yo me casé por debajo de mi rango, y que no fue un ancestro suyo el que acudió al campo de batalla, sino un ancestro de esta frágil, demente, vieja e inútil mezquina que ahora le habla el que portó el escudo para protegerle. Pero eso no fue todo —continuó la arpía, cuyas aviesas pasiones mundanas se encendían al calor de su narración—, eso no fue todo. Fue la señorita Eveline Neville quien se ganó a pulso mi odio hacia ella; cuando la traje de Inglaterra se estuvo mofando durante todo el trayecto de mi acento y hábitos escoceses, de igual modo que lo habían hecho sus amigas y doncellas sureñas del internado (y por extraño que parezca, habló de una afrenta por parte de una necia y descerebrada colegiala con un grando de contumancia que, visto ahora con la perspectiva del tiempo, ni una ofensa mortal podría haber despertado y azuzado en una mente bien amueblada). Sí, se mofó y se burló de mí, mas descuide, señor, que ya sufrirán el miedo al puñal aquellos que al tartán escarnecen. Tras una pausa, continuó diciendo: —Aún así, no niego que la odiase más de lo que se merecía. Mi señora, la condesa, no dejaba de hacer hincapié en el mismo asunto: “Elspeth Cheyne, este desobediente joven quiere unir lazos con la falsa sangre inglesa. Si fuesen otros tiempos, podría encerrarla a ella en la Mazmorra de Glenellan y encadenarlo a él a la Torre de Strathbonnel. Pero los tiempos son otros y la autoridad que los nobles ejercían ha sido delegada a los quisquillosos abogados y a sus mezquinos subalternos. ¡Óyeme bien, Elspeth Cheyne!, si eres hija de tu padre como yo lo soy del mío, encontraré la forma de que no se casen. Ella suele ir a pasear al acantilado que está junto a tu casa para ver el barco de su amante (seguramente recuerde lo mucho que a usted le gustaba hacerse a la mar entonces, mi señor); pues la encontrará, sí, pero cuarenta brazas más abajo de lo que él espera”. ¡Sí! Puede mirarme y fruncir el 31 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


Lenguas Vivas

your hand; but, as sure as I am to face the only Being I ever feared—and, oh that I had feared him mair!— these were your mother’s words. What avails it to me to lie to you?—But I wadna consent to stain my hand with blood.—Then she said, By the religion of our holy Church they are ower sibb thegither. But I expect nothing but that both will become heretics as well as disobedient reprobates;’—that was her addition to that argument. And then, as the fiend is ever ower busy wi’ brains like mine, that are subtle beyond their use and station, I was unhappily permitted to add— But they might be brought to think themselves sae sibb as no Christian law will permit their wedlock.’” Here the Earl of Glenallan echoed her words, with a shriek so piercing as almost to rend the roof of the cottage.—”Ah! then Eveline Neville was not the— the”— “The daughter, ye would say, of your father?” continued Elspeth. “No—be it a torment or be it a comfort to you—ken the truth, she was nae mair a daughter of your father’s house than I am.” […] “Great Heaven!” said the unfortunate nobleman— ”it is as if a film fell from my obscured eyes! Yes, I now well understand the doubtful hints of consolation thrown out by my wretched mother, tending indirectly to impeach the evidence of the horrors of which her arts had led me to believe myself guilty.” “She could not speak mair plainly,” answered Elspeth, “without confessing her ain fraud,—and she would have submitted to be torn by wild horses, rather than unfold what she had done; and if she had still lived, so would I for her sake. They were stout hearts the race of Glenallan, male and female, and sae were a’ that in auld times cried their gathering-word of Clochnaben—they stood shouther to shouther—nae man parted frae his chief for love of gold or of gain, or of right or of wrang. The times are changed, I hear, now.”

SCOTT, Walter. The Antiquary. Oxford: Oxford University Press, 1912. 32 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

ceño y retorcer las manos, pero lo que digo es tan cierto como que me deberé enfrentar al único Ser del que tengo miedo. Esas fueron las palabras de su madre. ¿Qué ganaría yo mintiéndole? Solo que yo me negué a manchar mis manos de sangre. Entonces ella dijo: “De acuerdo con la religión de nuestra santa Iglesia, ellos guardan un vínculo de sangre mayor del permitido. Sin embargo, seguro que a ellos no les importa convertirse en herejes y desobedientes réprobos”, tal fue el apéndice a su argumento. Y fue entonces, pues el diablo está siempre ocupado en mentes como la mía, cuya sutileza va más allá de su uso y condición, cuando se me permitió realizar este infeliz inciso: “Pero se les podría hacer creer que su vínculo de sangre es tan estrecho que ninguna ley cristiana les permita el matrimonio”. En este momento, el conde de Glenallan repitió sus palabras con un rugido tan penetrante que casi arranca el tejado de la cabaña. —¡Ah, entonces Eveline Neville y yo no éramos...! —¿Hermanos, supongo que quiere decir, por parte de padre? —prosiguió Elspeth—. No, para su tormento o alivio, debe saber la verdad, ella no era más hermana de usted de lo que yo pudiera serlo. […] —¡Oh, cielos! —dijo el infortunado noble—, es como si me hubiesen quitado un venda de los ojos. Sí, ahora entiendo las dudosas insinuaciones de consuelo de mi desgraciada madre, vertidas para impugnar indirectamente la evidencia de los horrores, de los que —con sus malas artes— me hizo creer culpable. —No podría haberlo dicho más claro —respondió Elspeth— sin confesar su propia farsa, y ella habría preferido ser despedazada por caballos salvajes antes que desvelar lo que había hecho; y si estuviese viva, tampoco yo lo habría dicho por su bien. La raza Glenallan estaba hecha de corazones robustos, tanto hombres como mujeres; hubo un tiempo en que todos acudían al grito de “Clochnaben”, apoyándose hombro con hombro, ningún hombre se separaba de su líder por amor al oro o al lucro, por seguir lo correcto o lo erróneo. Ahora, por lo que veo, los tiempos han cambiado.


Caleidoscopio

Manuel Ramos aborda la traición desde un punto de vista autorreferencial y narrativo, creando una secuencia que nos guía hacia el interior de sus fantasmas. Nos muestra una existencia asfixiante y opresiva, un mar de dudas y de confrontación interna con el interrogatorio ante el espejo que no es capaz de devolver respuestas. Y lo hace con total sinceridad, con la franqueza que aporta el desnudo, la muestra de una verdad sin velos, la vulnerabilidad de la existencia ante la ausencia de mecanismos de defensa. Pero hay presente una esperanza, simbolizada por la claridad que entra por la ventana en fuertes contraluces. Y por fin, la libertad, el mundo exterior, la eternidad del mar y el inevitable fin. Viendo este caleidoscopio sólo nos queda la duda de si la traición era una vida vacía o si se consumó en el momento posterior a la muerte.

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Caleidoscopio

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COMPONIENDO UNA TR AICIÓN

Musicantropías

DEL PODER EVOCADOR DE LA MÚSICA AL MITO DE TR AIDOR

Por Virginia Sánchez Rodríguez

L

as artes reflejan el sentir que las sociedades emanan y la configuración ideológica y estética del hombre. La traición, la lealtad y demás sentimientos que encierra el ser humano están presentes en el ámbito artístico, evocados con la puesta en práctica de los diferentes códigos y lenguajes. Pero precisamente la música, por su carácter inmaterial, es una de las artes más propicias para recrear estados de ánimo. De hecho, una de las formas musicales idóneas para reflejar las pasiones del ser humano es la ópera, pues los sentimientos que la música evoca junto a las palabras y la puesta en escena hacen revivir en nosotros los sentimientos más profundos. En la ópera se dan cabida las emociones con las que convivimos en nuestra propia vida y esa circunstancia hace que nos identifiquemos con los personajes y nos adentremos en la historia. Muchas de ellas tienen la traición cono núcleo, como Macbeth, de Verdi (1813-1901), o Gianni Schicchi, de Puccini (1858-1924), pero también contamos con ejemplos propiamente españoles que abordan un tema tan humano como la traición, como Las golondrinas, de Usandizaga (1887-1915). Por otra parte, no debemos olvidar que los artistas son humanos que se ven afectados por los mismos sentimientos que el resto de los mortales. De este modo, no solo abordan su sentir a través de las artes sino que las rivalidades y traiciones en el ámbito artístico han llegado a trascender hasta la actualidad a través de las anécdotas y los mitos. Pero todas esas desavenencias y rivalidades en torno a las artes han estado especialmente presentes en el ámbito

de la música clásica, un círculo tradicionalmente considerado elitista y hermético. Y, en parte, esa creencia es cierta. Hasta el siglo XIX –momento en el que comienzan a ser habituales los conciertos públicos– únicamente existía música en torno a los grandes mecenas –la Iglesia, la monarquía y la nobleza–, y precisamente esa situación denota un mundo lleno de competencia por alcanzar los escasos puestos de trabajo disponibles. Por no hablar de la estima hacia los músicos, y hacia los artistas en general, considerados artesanos o criados por dedicarse a un trabajo realizado con las manos, sin tener en cuenta el ámbito intelectual que las disciplinas artísticas implican. Por esa razón eran habituales las rivalidades entre los diferentes músicos que aspiraban poder lograr un puesto como maestro de capilla en alguna iglesia o corte, conllevando envidia y competitividad profesional entre el resto de aspirantes, y también, en muchos casos, intentos de traición. Lo cierto es que no todo lo que sabemos del pasado es siempre veraz, no todas las crónicas sobre estas hipotéticas malas relaciones están documentadas y es posible que, muchas de ellas, sean falacias o exageraciones. En cualquier caso, todos estos mitos a lo largo de la historia no han hecho sino funcionar como un elemento publicitario pues, debido al escaso espacio que ocupa en los volúmenes sobre historia de la música, ¿quién habría de haber conocido a Antonio Salieri de no ser por los rumores sobre su supuesta rivalidad con Mozart? 45 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


Musicantropías

virtuoso pianista Franz Liszt (1811-1886), entre otros. En el ámbito de la composición abordó obras de carácter religioso pero también profano, especialmente en el caso de sus numerosas óperas, entre las cuales destacan Europa riconosciuta (1778), Les Danaïdes (1784), Axur re d’Ormus (1788) o Falstaff (1799). Trabajó con libretistas de prestigio, incluso con Lorenzo Da Ponte, el mismo que colaboró con Mozart en óperas como Las bodas de Fígaro (1786), una circunstancia que dio lugar a una competencia entre Salieri y el propio Mozart por la que sus nombres se han visto unidos a una presunta rivalidad que

PERIPLO • ANNA M ASINI

ANTONIO SALIERI, EL FALSO MITO DE TRAIDOR Antonio Salieri nació en 1750, seis años antes que Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y fue un compositor italiano realmente admirado en su época. Estudió en Venecia y, gracias a las gestiones de uno de sus maestros, el compositor Florian Leopold Gassman (1729-1774), Salieri tuvo la oportunidad de trasladarse a Viena. Así, la mayor parte de su vida transcurrió en la corte imperial de la capital austríaca al servicio del emperador José II de Habsburgo, apodado el “rey de la música”, para

el que Salieri fue compositor y maestro de capilla, y en cuyo círculo gozó de fama y prestigio. De hecho, el italiano fue uno de los compositores mas respetados de su época, sus obras fueron aclamadas por la crítica y el público en la Viena de los genios, cuna de la música. Además, gracias a su privilegiada situación, Salieri tuvo la oportunidad de desarrollar una brillante carrera como profesor, contando entre sus alumnos con algunos excelsos compositores como Ludwig van Beethoven (1770-1827), Franz Schubert (1797-1828), Carl Czerny (1791-1857) o el 46 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

es objeto de las presentes líneas. En cualquier caso, hemos de hacer honor a la verdad y señalar que durante años la obra de Salieri fue interpretada con éxito en las ciudades culturalmente más relevantes de Europa, a pesar de que en los últimos años de su vida él mismo fue consciente del declive de sus propias composiciones en detrimento del éxito de la ópera italiana de Rossini (1792-1868) o las novedosas sinfonías de Beethoven. La progresiva implantación de los ideales estéticos propios del Romanticismo, de los que estos últimos compositores, entre otros,


Musicantropías

parecían abanderados, despertó en el público que se sustenta esta teoría. En primer lugar hemos europeo una pasión desmedida que provocó un de señalar que esa rivalidad, desde el punto de vista olvido hacia las obras de Salieri, relativamente profesional, era algo habitual debido al hermetismo ancladas en las formas barrocas. De este modo, del ámbito musical, como señalamos previamente. su música dejó de interpretarse y su nombre cayó Los compositores del siglo XVIII trabajan al en el olvido incluso para la Historia de la Música. servicio de la Iglesia como maestros de capilla u Murió el 7 de mayo de 1825 tras sufrir una organistas, pero también como servidores en la corte depresión y una apoplejía que le llevó a pasar sus o en familias aristocráticas, recibiendo un sueldo y últimos días de vida en un hospital psiquiátrico. Su la misma consideración social que un criado. Esa funeral fue un acontecimiento social en Viena al que situación suponía una restricción de libertad creativa asistieron miles y de movimientos de personas, entre sobre el músico, pero, ellos algunos de sus si mu lt á nea mente, discípulos como proporcionaba una Franz Schubert, cierta tranquilidad su alumno laboral, pues el predilecto, quien compositor contaba dirigió durante con un sueldo seguro así la celebración del como dinero disponible funeral el Requiem para adquirir buenos compuesto en instrumentos o 1804 por el propio contratar cantantes difunto para su de alta calidad. De muerte. Con ahí el gran interés Antonio Salieri por los miembros murió un ejemplo del círculo musical de músico clásico en lograr uno de los que reflejó con su puestos disponibles. legado los ideales Por tanto, podemos de la época en la señalar que esa posible que transcurrió rivalidad entre Mozart su vida. Lo y Salieri tendría verdadera mente que ver únicamente lamentable es que, con la condición PERIPLO • ANNA M ASINI a pa r e nt e me nt e, social del músico la trascendencia de este compositor para el más que con cuestiones propiamente personales. gran público tiene que ver con la imagen de Por otro lado, la ficción no ha hecho más que rivalidad y traición en relación a Mozart, acrecentar el desafortunado mito de traidor atribuido un aspecto que carece de rigor histórico. a Salieri. Tal y como hemos señalado, esta creencia La historiografía no recoge indicios reales no se basa en una fundamentación histórica real para pensar en una mala relación entre ambos pero se ha hecho famosa entre el gran público tras compositores, aunque no debemos olvidar que la la publicación de un poema titulado Mozart y Salieri competencia profesional puede ser la base sobre la (1830), obra del poeta Aleksander Pushkin (179947 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


1837), que fue el germen textual de la ópera de título homónimo del compositor Nikolai Rimski-Korsakov (1844-1908). Así, la ópera del compositor ruso, del año 1897, está formada por un único acto donde se ensalza la bondad del compositor salzburgués frente a la envidia del propio Salieri, llegando incluso a terminar con la vida de su competidor. Po s t e r i o r m e n t e , ese mismo espíritu fue retomado de forma audiovisual en la película Amadeus (1984), un film estadounidense dirigido por Milos Forman basado en la obra de teatro escrita en 1979 por el británico Peter Shaffer. La película fue un gran éxito en su momento, de hecho ganó 8 premios Óscar en 1984 –ente ellos a la mejor película, al mejor director y al mejor actor–, pero cabe destacar que no todos los acontecimientos históricos narrados son reales. El hecho de que Salieri concluyera el Requiem de Mozart no es un dato real, fue Franz Xaver Süssmayr (1766-1803) quien tomó al dictado de Mozart algunos pasajes, y Salieri tampoco presenció la muerte de Mozart, quien murió rodeado de su esposa Constanza y sus hijos. Por esa razón, y tras lo señalado hasta el momento, no debemos olvidar que todos estos ejemplos que narran supuestos históricos tienen un rasgo común: la ficción. Las obras de teatro, las óperas o el cine son testimonios de la historia pero no 48 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

son fuentes documentadas puesto que mantienen un rasgo verosímil pero no necesariamente verdadero, pues el objetivo es entretener al espectador y suscitar interés. Por esa razón, cuando pensemos en Antonio Salieri hagámoslo sabiendo que fue un gran compositor cuyo legado muestra la estética propia del Clasicismo y dejando a un lado los mitos sin fundamento.

PERIPLO • Anna Masini

Musicantropías

_____ Bibliografía DOWNS, Philip G. La música clásica: la era de Haydn, Mozart y Beethoven. Tres Cantos: Akal, 1998. FUBINI, Enrico. La estética musical desde la Antigüedad al siglo XX. Madrid: Alianza Música, 2007. HURTADO, Leopoldo. Introducción a la estética de la música. Buenos Aires: Paidós, 1971. MORENO, Salvador. El sentimiento de la música. Valencia: Pre-textos, 1986. PESTELLI, Giorgio. La época de Mozart y Beethoven. Historia de la música, Vol. 7. Madrid: Turner, 1986. POLO, Magda. La música de los sentimientos. Filosofía de la música de la Ilustración. Murcia: Universidad de Murcia, 2010.


PLUMAS LIBRES

Julieta Desmarás

África suya A las seis y media comienza, para mí, la tarde. Cazadora de palabras mosqueantes revientan a la hora del té y esas manchas no salen. ¡Salvaje, no vuelvas! Mi silueta, al igual que estas tierras, duerme al costado del vacío. Alguna vez, sí, habrán congeniado. Es una gran selva el amor, erosiona grietas y estrías y suaviza al león. ¡Salvaje, no vuelvas! de mi pollera, al igual que esas cebras, te acordarás a la hora del té.

PERIPLO • Cecilia Murgel

(De mi pollera, al igual que esas cebras, ¿te acordarás a la hora del té?)

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LEGADOS

El doble filo romano

Por Manuel González

E

xisten un sinfín de películas, obras y literatura que tratan sobre el amor, en una amplia lista de formas y personajes, pero muy pocas están completas sin algún personaje que busque el fracaso del amor, o bien, que traicione. Todos tenemos noción de la traición y seguramente en algún momento de nuestra vida hemos utilizado esta palabra o hemos sabido de alguna acción traicionera de un determinado individuo. Pero, ¿qué es exactamente la traición? La Real Academia de la Lengua Española la define como “falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”. Es decir, el pertenecer por convicción o por origen, a un grupo (social, político, étnico, etc.) determinado, y hacer con dolo algo que afecte negativamente a este grupo al que se pertenece o al que se juró lealtad. Históricamente, existen infinidad de ejemplos en los que una traición marca la diferencia entre la gloria y la derrota; la vida y la muerte. Pero, ¿qué es lo que obliga o impulsa a estos actores a traicionar? En el siglo I d.C. el Emperador Augusto dominaba amplias extensiones de territorio en el norte y noroeste de Europa, incluidas las Galias y territorios germánicos hasta el río Elba. Y como parte de la estrategia de sometimiento, a algunos líderes tribales de las zonas ocupadas se les pedía que enviaran a algún hijo a Roma, para ser entrenados y educados según las costumbres romanas, como una manera de obtener adherencia a su cultura y asegurar su lealtad. Tal es el caso de Arminio, hijo de un noble querusco (una tribu germánica), quien a temprana edad fue enviado a Roma para ser entrenado y educado, por lo que se le concedió la ciudadanía 50 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

romana y el cargo de un ala de caballería auxiliar (tropas extranjeras al servicio de Roma). Arminio luchó en algunas guerras logrando sobresalir satisfactoriamente y ganando algo de prestigio. Una vez terminadas estas campañas, se envío a Arminio a las provincias romanas de Germania, dado que siendo de ahí, era una forma de mostrar su buena fe y de ganarse la confianza de los germánicos. Pero esta provincia se encontraba bajo el mandato de su gobernador, Publio Quintilio Varo, un personaje no muy popular entre sus gobernados debido a los altos impuestos que imponía y que dejaban a las varias tribus germánicas como simples esclavos. Arminio, entonces, decidió incitar a los pueblos germánicos a rebelarse contra los romanos, en lugar de luchar contra los pequeños alzamientos y tribus descontentas. Se dio a la tarea de recorrer todas las tribus para incitar una rebelión a gran escala, iniciada por las tribus más lejanas a Roma. Esto obligó a los romanos a adentrarse en un territorio poco conocido para sofocar la rebelión. Los romanos nunca se dieron cuenta de que Arminio fue el instigador de la rebelión. Incluso Segestes, padre de Arminio y asiduo aliado de Roma, declaró ante Quintilio Varo que su hijo era el líder de la rebelión, y que no debían fiarse de él. Los romanos no hicieron caso de Segestes e incluso siguieron confiando a Arminio el mando de una de las alas de caballería, la cual se encargaría, en su momento, de ser la avanzada de la fuerza romana de tres prestigiosas legiones (la XVII, XVIII y XIX). Ello significaría un grave error. Arminio planeó una gran emboscada para los legionarios cuando estos pasaran por el bosque de


Legados

abordarse desde diversos ángulos. Desde el punto de vista natural, Arminio nació en Germania, en la tribu de los queruscos, (era hijo de padres queruscos) y por ende debía existir un vínculo de afecto y lealtad con esa tierra, aunque no siempre fue el caso, ya que Roma llegó a tener otros oficiales —e incluso generales extranjeros pero con ciudadanía romana— que nunca llegaron a traicionar. Por otro lado, Arminio tenía un juramento con los romanos —e incluso la ciudadanía—, lo que en teoría significaba que también existía un

dispuestos a masacrar al adversario. Lograron destruir a las tres legiones con un aproximado de dieciocho mil hombres. Junto a estas legiones, se destruyó también el sueño del emperador Augusto de dominar Germania, ya que nunca más se intentaría colonizar el territorio más allá del río Rin. Pero hay que hacerse la pregunta obligatoria: ¿fue Arminio o no, un traidor? La cuestión puede

vínculo, debido a que Roma le había extendido la mano y le había abierto muchas puertas que jamás hubiera podido tener en Germania. Eso sin olvidar que ya había luchado al lado de tropas romanas en contra de otros bárbaros y salido victorioso. Si bien Arminio es germano por nacimiento, lo que podría justificarlo fue su cambio de bando y la ayuda a la destrucción de las legiones. No

PERIPLO • Lely do NASCIMENTO

Teutoburgo, una zona desconocida por los romanos pero bastante familiar para los germanos. Esto suponía una manera ideal de vencer a las legiones, ya que eran virtualmente invencibles en campo abierto, pero muy vulnerables en columnas, pues los lugares eran muy estrechos y la acción para lograr sus formaciones de combate se veía muy dificultada. Y así sucedió en el mes de septiembre del año 9 d.C. Cuando las tropas romanas cruzaron el bosque, cayeron sobre sus filas veinte mil germanos favorecidos por el efecto sorpresa y

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LEGADOS

olvidemos que a temprana edad, fue entregado por su padre para que fuera educado a la romana, y generalmente un vínculo por la educación implica algo más reflexivo y consciente, que un vínculo de nacimiento. En ese periodo de “romanización”, a Arminio se le vieron ciertas cualidades y se le tuvo la paciencia de mejorarlas, además de enseñarle otras tantas. Los romanos, por su parte, tenían un objetivo maquiavélico al hacer esto, puesto que era una excelente estrategia para dominar sus provincias a manos de nacionales adoctrinados, algo que les funcionó en la vasta mayoría de los casos. Por la conclusión de los eventos, parece evidente que algo falló en la “romanización” de Arminio ya que que hizo lo contrario a lo que debió de haber hecho. La “romanización” llevaba varias generaciones existiendo y brindando frutos, por lo que Arminio puede tomarse como una excepción a la regla. Si bien no se sabe a ciencia cierta a que se debió este cambio de bando, se puede pensar que se debió a las pésimas condiciones a las que estaba sometida la región de Germania bajo la administración romana, donde las políticas económicas de Publio Quintilio Varo desembocaron en la ruina de cientos o miles de familias germanas, llevando la hambruna y la desesperación a la gente. Por otro lado, también pudo haber sido por ambición, prefiriendo Arminio ser “cabeza de ratón, que cola de león”, buscando ser el soberano de Germania, una vez derrotados los romanos, como lo intentó después de la victoria en Teutoburgo.

Años después de su victoria, Arminio sería irónicamente asesinado por miembros de otra tribu germánica en medio de conflictos por el poder, terminando así el intento por unificar la resistencia contra los romanos y de lograr algún día la tan temida unión pan-germánica, que hubiera puesto en serios aprietos a los romanos. En la actualidad, Arminio, es símbolo de la libertad alemana, es el Vercingétorix germano, que incluso cuenta con una estatua en la ciudad de Osnabrück, erigida en el siglo XIX por el canciller Otto Von Bismarck, unificador de la actual Alemania. Aún después de la derrota de las legiones en Germania, los romanos siguieron adoctrinando niños de distintas etnias y regiones, una práctica que les funcionó con normalidad, hasta que otra “excepción a la regla” surgió a comienzos del siglo V. Su nombre fue Atila, el rey de los hunos, “el azote de Dios”, quien sería el terror de la población y administración romana por años.

____ BIBLIOGRAFÍA CASTILLO, Elena. “La batalla de Teutoburgo”. Historia National Geographic, no. 41, 2007: 21-24 BOHEC, Yann Le. El ejército romano. Barcelona: Editorial Ariel, 2007. CEBRIÁN, Juan Antonio Cebrián. 3 de Diciembre 2006. <www.elmundo.es/suplementos/ magazine/2006/375/1164740115.html> Consultado 30/07/2011.

PERIPLO LETR AS QUE NAVEGAN

Traiciones míticas en blog.revistaperiplo.com 52 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


MICROTR AYECTOS

Carolina Arrieta

VÍTORES Y APLAUSOS

PERIPLO • Alejandr a Fernández

Los nacionales se disponen a asaltar la ciudad de cincuenta mil habitantes, en la que reina el caos. El frente republicano se desploma. Los combatientes abandonan discretamente sus armas en el primer zaguán que pillan. Los que bien puedan se procurarán una identidad civil falsa, los que no, emprenderán su travesía pirenaica. En medio de cánticos con acento italiano se iza la bandera roja y gualda. Los aldeanos que apenas ayer levantaban el puño con ardor, extienden ahora sus enjutos brazos con el mismo orgullo español. Algunos repasan el santoral –6 de abril San Prudencio, 12 de febrero Santa Eulalia– por si les toca interrogatorio. Caín y sus semejantes, con los brazos extendidos, tan solo se ven de soslayo porque eluden confrontar sus miradas.

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ET CETER A

ÉTICA Y ESTÉTICA DEL TR AIDOR Por Fernando Velásquez Villalba

C

uando se quiere entender la traición como un acto humano y simbólico nos acercamos a la valoración del hecho en función de nuestra propia moral; básicamente, nos indignamos cuando intentamos responder la pregunta de qué hubiéramos hecho en determinada circunstancia. Sin lugar a dudas, todos los que resulten indignados al responderse a sí mismos tenderán a sentirse personas leales y fieles. El primer problema de esta aproximación a la valoración de la traición es que no podemos entenderla sin su contraparte: la lealtad; pero entender un acto por la ausencia de su antónimo moral es una falacia que deriva en presuntos códigos éticos que supuestamente deberían ser transversales a toda una comunidad que, en teoría, comparte los mismos valores. ¿Qué consecuencias tiene esto? Que lo que para algunos es visto como un acto de traición, para otros puede ser visto como un acto de lealtad. La traición, entonces, subyace en dos dimensiones irreconciliables que cuando caminan paralelas a la política degeneran en: o la traición o la lealtad al partido y/o a la patria. El segundo problema que aparece al tratar de identificar la traición surge de la caracterización, no del acusado sino del acusador. Siendo que en América Latina pululan precarios sistemas de balance republicano para el control de las instituciones, no es difícil encontrar partidos que, al llegar al gobierno, confunden rápidamente la res publica con el partido, esto es, el partido, el Estado y el pueblo aparecen en la construcción política como un cuerpo homogéneo

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con intereses comunes. Así, la ideología hecha gestión se convierte en “el bienestar del pueblo” u obra a favor de “los altos intereses de la patria”; en este escenario, prácticamente todo puede ser visto como traición o lealtad dependiendo del partido al que se pertenezca. Entonces, la traición, vulgarizada por un contexto que se presume inflexible pero que en realidad es dinámico, se convierte en una herramienta política que puede ser positiva si la observamos sin la pasión de la moral. Es polémico mostrarla así, pero en realidad, ni los Estados, ni las naciones ni mucho menos los partidos son construcciones homogéneas y verticales sin fisuras. Así, la traición en política se transforma en una muestra de flexibilidad, de negación del dogma, de identificación de la naturaleza omnipresente del juego y de alistamiento para la siguiente etapa de éste. Pero la traición no es sólo una herramienta política-metodológica del y por el poder, es también una herramienta heurística para la comprensión de la política. Cuando hablamos de traición – nuevamente desde una perspectiva moral privada–, encontramos prontamente la ausencia de lealtad. Esta carencia, por una parte, da un matiz sorprendente al panorama político por cuanto siempre suceden acontecimientos que sólo la traición explica; y por otra, nos libra de peores consecuencias dado que, en ocasiones, la traición desarticula esquemas de acción de corte inmoral. Esto no hace menos susceptible del título de traidor al que comete la traición, no lo justifica desde la perspectiva moral, pero desde la perspectiva política adquiere valor en el hecho último y por causa de la buena suerte o la adecuada


PERIPLO • JULIETA PIAGGIO

estrategia de un resultado favorable y benéfico. Todo esto no resuelve los problemas surgidos de las valoraciones éticas de la traición o la lealtad, por el contrario, alimentan un debate que se vuelve antagónico. La propuesta pasa entonces por olvidarnos de las cuestiones morales –salvo, obviamente, para casos de “Alta Traición a la Patria en tiempo de guerra”– y enfocarnos en una cuestión metodológica que complemente a la ideológica: ¿cómo se construye un traidor? El traidor es una figura que sólo puede ser vista en perspectiva, es relativo y no absoluto, y depende del lugar en que estemos parados para poder construirlo; la traición debe verse como un proceso complejo con resultados que no siempre comulgan con sus motivaciones. Pero si la traición es tanto una herramienta política-metodológica, como lo es heurística, entonces hablamos de una categoría moral que subyace a toda la política; ergo, en política, todos somos traidores. Si en política todos somos traidores, el quid del asunto no transcurre por saber quién es o no traidor, el desafío al orden pasa por saber cuándo se producirá esta traición. Es cierto, los resultados pueden ser discutibles y las motivaciones pueden ser comprensibles o no, pues no es lo mismo un acto de corrupción leído como “traición al pueblo” que un cambio de bancada por interés político. Sin embargo, si leemos al traidor como una alteración del cause normal y vertical que tiene la ideología sobre los partidarios, entonces será tan importante para la gestión de la política el saber cuándo apareció, como lo será

ET CETER A

para la recomposición postconflicto el saber porqué apareció. La traición como alteración de un sistema eficiente es un postulado y un desafío que nos ofrece la posibilidad de reconfigurar total o parcialmente un sistema, ya sea a la jacobina o a la girondina. El individualismo es un concepto dilecto para entender la presunta carga ética que le otorgamos a las acciones traicioneras, pero dado que éste enfatiza la satisfacción de los propios deseos es, per se, una negación del colectivismo. Negar no es descalificar, es no aceptar su existencia. Por lo tanto, vincularlo con la traición encierra una trampa para la comprensión de esta relación: si el individuo obra en bienestar de sus propios intereses negando el interés exterior, entonces está negando la ética política y afirmando su propia moral. Esto quiere decir que, al tratarse de un concepto endógeno, no genera normas por fuera de este individuo. Contrariamente a lo que se puede creer, en sistemas de gobierno híper-presidencialistas; centralizados aún cuando constitucionalmente sean federales; con una tendencia a gobernar por sobre las instituciones apelando constantemente al “pueblo” como elemento de legitimidad; y con un delicado equilibrio entre representación y participación, el “exceso de lealtad” no degenera en los sentimientos más nobles sino en un espíritu de cuerpo que convierte a la política en una arena estática y corporativa, que oculta e incluso conserva sus deficiencias –aunque también sus virtudes–; de ninguna manera esto significa que la traición sea un acto venerable, pero sí implica entenderla como un hecho relativo a la

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PERIPLO • JULIETA PIAGGIO

ET CETER A

un golpe de Estado contra un gobierno cleptocrático como el de Carlos Andrés Pérez?, ¿y Lutero o Calvino?, ¿fue un traidor el general Salinas Sedó al levantarse contra sus compañeros de armas que apoyaban la dictadura de Alberto Fujimori?, ¿De Gaulle y la Francia libre buscando acabar con la deshonra de Vichy?, no, no. ¡Traidores eran los de antes! y lo son, precisamente, porque ha sido la historia, y no su ética contemporánea, la que los ha juzgado. Por ello Fouché brinda con Judas. La revolución y la religión, dos tópicos profusos en traiciones, nos enseñan que un traidor, uno verdadera, categórica e innegablemente amoral –un señor traidor, digamos–, es aquel que siente pasión por la traición, es ése que llega a la neutralidad por el desprecio de todos los bandos: porque nadie lo quiere a su lado. En el tango Cambalache, la década infame le mostraba amargamente a Discépolo que daba lo mismo ser derecho que traidor. Y sigue dando lo mismo. Estas líneas no enarbolan la traición como un valor positivo en la sociedad, destacan a aquel traidor que es capaz de romper con esquemas perversos por motivaciones un tanto menos perversas. Al San Martín que rompe con los realistas, al Pío Tristán que después de ser derrotado por Belgrano se une a la causa independentista en el Perú, al Winston Churchill que antes de ser –desde el Partido

coyuntura política e histórica en que aparece. Sin embargo, hay algo peor que la “excesiva lealtad” o la más baja traición: la neutralidad. Ésta es peor porque niega la dinámica y las contradicciones de los procesos políticos e históricos donde los agentes están en un constante juego que incluye relaciones de poder que reacomodan constantemente los patrones de hegemonía y a sí mismas. ¿Acaso la lealtad no puede tener motivaciones y resultados profundamente individualistas?, ¿Acaso el bienestar colectivo no puede ser utilizado como herramienta para el beneficio individual? ¿Es Hugo Chávez un traidor por haber dado

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Conservador– el corajudo líder del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, fue un activo miembro del Partido Liberal. No hablo del Fernando VII que brinda con champagne francés las victorias del ejército napoleónico sobre los reformistas liberales de su propio reino, ni de Coriolano ni de Quisling o Petain. Para algunos la historia reservó un pelotón de fusilamiento, para todos Discépolo reservó otra parte de la misma estrofa, la de aquellos que viven en la impostura y que roban en su ambición, ¡da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. La traición no existe, existen los traidores y también los otros, pero de los otros casi nunca nos acordamos.


Claudia Sánchez

MICROTR AYECTOS

Galatea de los mares

PERIPLO • Soledad Venesio

Todos sabían que al rey Pigmalión le molestaba el temperamento histérico de las mujeres, sobre todo si éstas no eran hermosas. Nadie se extrañaba de que pasara sus días esculpiendo a su mujer ideal: una preciosura de mármol blanquísimo a la que llamó Galatea. Solía hablarle a la piedra cual si fuera su dócil amada. No pocas veces yo, que lo asistía, temí por su cordura. Una vez finalizada su magnífica obra, el rey sintió que la amaba con pasión y rogó a los dioses que insuflaran vida a su estatua para que terminara con la soledad de sus días. Yo también rogaba. Finalmente se apiadaron de nosotros y Galatea cobró vida. Tal era la alegría que sentíamos los tres, que fuimos a agradecer a los dioses a la orilla del mar. Galatea no dejaba de alabar a su amo y Pigmalión no cesaba de elogiarse a sí mismo por tal perfección. Después de la primera zambullida de los amantes, comprendí que mi ruego también había sido escuchado. Mi padre nadaba convertido en un enorme y tosco cetáceo y Galatea volvía a ser una estatua, pero de oscuro bronce y con cola de pez, encallada para siempre en los acantilados. Y yo, agradecí a los dioses el comienzo de mi nueva vida.

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NOSTOS

CONFLICTO Y TR AICIÓN EN EL MITO DE HIPÓLITO Y FEDR A Por Guillermo Aprile Un mito muy popular

D

e entre los mitos griegos que podrían denominarse “secundarios” –esto es, los que no conciernen al ciclo de la Guerra de Troya o el edípico Ciclo de Tebas- pocos han disfrutado de una popularidad tan grande como el de Hipólito y Fedra. Este éxito de más de dos milenios tuvo su origen hacia el último tercio del siglo V a.c., cuando Eurípides escribió y puso en escena su tragedia Hipólito, llamada también Hipólito segundo o Hipólito coronado para distinguirla de una anterior, de la misma temática –hoy perdidaque causó gran escándalo en el público ateniense, probablemente por la atrevida caracterización del personaje de Fedra. A partir de entonces, la obra motivó una larga serie de reescrituras y adaptaciones: una tragedia latina de Séneca, titulada Phaedra, muy leída durante la Edad Media y el Renacimiento; el drama de Jean Racine Phèdre, una de las piezas más representativas del neoclasicismo francés, estrenado en 1677; una ópera de Jean-Philippe Rameau de 1733 y muchas otras versiones más. Quizá la más reciente sea una película de 1962, Phaedra, dirigida por Jules Dassin y protagonizada por la entonces famosísima actriz Melina Mercouri, que adaptaba la historia al siglo XX convirtiendo a los reyes y héroes en magnates griegos de la navegación. Es curioso, sin embargo, que un mito tan poco relevante para la época anterior a Eurípides –prácticamente no existen menciones anteriores a la tragedia euripidea (Medina López, 1977, 315) más allá de alguna fugaz mención a la heroína en la Odisea y poco más- haya tenido un éxito tan grande. Si corresponde señalar un motivo de la popularidad de este mito es su trama sumamente 58 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

novelesca, con elementos narrativos tan atractivos para la tragedia griega de época clásica como para las actuales telenovelas latinoamericanas: la traición y el incesto son, en este sentido, fundamentales en la construcción del relato.

Historia de un triángulo amoroso Un resumen posible del mito –siguiendo la versión de Eurípides, pues como se ha dicho, las menciones literarias anteriores son muy escasas- es el siguiente: El rey de Atenas Teseo, famoso por haber asesinado al Minotauro cretense con ayuda de Ariadna, ha contraído matrimonio con la hermana de Ariadna, Fedra. Teseo, sin embargo, tiene un hijo que concibió con una amazona de nombre incierto (quizás Hipólita, aunque la tradición ha conservado otros nombres también), llamado Hipólito. Este joven, fiel devoto de la virginal diosa de la cacería Artemis, ha decidido mantenerse casto y se desentiende del culto de Afrodita, diosa del amor. Ésta decide vengarse induciendo a Fedra a enamorarse de su hijastro. Fedra, en efecto, se enamora perdidamente de Hipólito: los sufrimientos y la culpa la inducen a suicidarse, pero no sin antes arrastrar consigo a su hijastro, quien la ha rechazado. Al suicidarse, deja una nota dirigida a Teseo, en la que afirma que fue forzada por Hipólito. Teseo, desconsolado, cree en este engaño y pide a Poseidón que maldiga a su hijo, a quien decide también expulsar de Atenas. Mientras Hipólito huye en su cuadriga, un toro surge de las olas –enviado por Poseidón- y aterroriza a los caballos, causando un accidente que deja herido de muerte a Hipólito. Es llevado agonizante ante la presencia de Teseo, quien ha sabido por la diosa


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realizado por intermedio de un dios?) de Hipólito. Estamos aquí muy lejos de los grandes derramamientos de sangre que se encuentran en otros relatos míticos más antiguos y prestigiosos. Sólo a modo de ejemplo, recordemos la saga de los Atridas, de los reyes Agamenón y Menelao y sus descendientes: la aparentemente infinita cadena de crímenes que Esquilo representó magníficamente en su trilogía trágica Orestíada, la única en su género que ha llegado intacta hasta nosotros. Sin embargo, el atractivo de la historia de Fedra, a pesar de su relativa simplicidad, reside en una cierta vuelta de la trama, que ha demostrado ser mucho más antigua de lo que aparenta

Tres milenios de historias de traición La historia del triángulo amoroso FedraHipólito-Teseo es en verdad la de una traición a medias, que no llega a consumirse, pues Hipólito no se deja seducir por su madrastra y rechaza sus avances. Esta particularidad es propia de un motivo mítico-literario de origen oriental, que ha tenido una amplísima difusión durante toda la antigüedad, conocido como “el motivo de Putifar”. Su nombre se debe, como puede imaginarse, a la historia narrada en el capítulo 30 del Génesis bíblico, protagonizada por José, el joven hijo de Jacob vendido como esclavo al oficial egipcio Putifar. Éste adquiere gran confianza en su joven esclavo y le confía altas responsabilidades, mientras que la 59 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

PERIPLO • Soledad Venesio

Artemis de los engaños de Fedra. Finalmente, a último momento el rey de Atenas perdona a su hijo, poco antes de que muera. Esta es la versión de Eurípides, que ha sido seguida de forma más o menos fiel por todas las otras reescrituras y versiones del drama. Quizá, como hemos dicho, buena parte de su atractivo resida en el incesto. Éste incesto es mucho menos violento que el de otros mitos griegos: después de todo, se trata simplemente de una mujer atraída por su hijastro, con quien no está unida por ningún vínculo sanguíneo, y la relación tampoco llega a concretarse. Muy lejos estamos de los terribles incestos madre-hijo, como el de Edipo con Yocasta, o de la truculenta historia de Tiestes, que viola a su hija Pelopia para engendrar un hijo con ella que lo vengue ante Atreo, siguiendo los designios del oráculo de Apolo. La relación de Fedra e Hipólito es una clase de incesto más realista, factible, a tal punto que perfectamente podría ser imitada por alguna telenovela mexicana o venezolana actual: en ellas abundan historias de relaciones semi-incestuosas entre hermanastros, hijastros, tíos o primos. Sin embargo, más allá del incesto, podría suponerse que el atractivo de la trama del mito reside en la traición: este curioso “triángulo amoroso” que conforman los tres protagonistas centrales implica una doble idea de traición familiar, de Hipólito para con su padre y de Fedra para con su marido. Una traición que suscita la tragedia, pues desencadena en el suicidio de Fedra y la muerte (¿o el asesinato


PERIPLO • Soledad Venesio

NOSTOS

esposa de Putifar intenta seducir a José. Como este la rechaza, por fidelidad a Putifar, ella decide su venganza: denuncia a José ante su marido por intentar seducirla, lo que determina que el joven sea encarcelado. Este motivo literario es incluso anterior al relato del Génesis, pues ya se lo encuentra en una narración egipcia, la llamada Historia de los dos hermanos que es anterior al año 1225 a.c. (Lucas, 38) y que encuentra reflejo también en otras historias míticas o literarias orientales. El motivo tiene ciertos elementos fundamentales: un joven en una relación estrecha –amigo, hermano o hijocon otro hombre mayor que él, que infunde sentimientos amorosos en la mujer del hombre mayor. La mujer es rechazada por el joven y se venga denunciando un intento de seducción fallido o incluso una violación. Con ligeras variaciones, el motivo aparece en otros triángulos amorosos del mito griego, como el de Belerofonte-Preto-Estenabea o el de Acasto-Peleo-Astidamía, entre otros (vid. Lucas).

El drama divino Pero el mito de Hipólito posee un elemento original, que además permite dar otro sentido a su 60 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X

historia: él no sólo rechaza a Fedra, sino que también a la de cualquier otra mujer, pues como devoto de Artemis ha hecho de la castidad su regla de vida. En esto se encuentra la clave de la hybris del protagonista: su rechazo a Afrodita, al amor, como una parte necesaria y fundamental de la experiencia humana y su excesiva e intransigente fidelidad a un culto son la semilla de su propia destrucción. Detrás del personaje de Hipólito, al menos en la versión euripidea, podemos ver el retrato de un típico santurrón. Este aspecto de su personalidad está expresado, en la tragedia, por las palabras que dirige Hipólito a la nodriza de Fedra, quien le ha revelado el secreto de los sentimientos de su madrastra: Yo me purificaré de esta impureza con agua clara, lavando mis oídos. ¿Cómo podría ser yo un malvado, yo que, por sólo escuchar semejantes proposiciones, me considero impuro? Sábelo bien, mi piedad es la que te salva, mujer. (Eurípides, 350) E igualmente el reproche que le dirige su padre Teseo, convencido de que lo ha traicionado, es una invectiva contra todos los santurrones: ¿Así que eres tú el hombre sin par que vive en compañía de los dioses? ¿Tú el casto y


puro de todo mal? Yo no podría creer en tus jactancias hasta el extremo de ser tan

a los dioses. (…) A todos aconsejo que huyan de hombres semejantes, pues van de caza con palabras venerables, aunque maquinan infamias. (Eurípides, 360-61).

PERIPLO • Soledad Venesio

insensato de atribuir ignorancia

NOSTOS

visto, concentra una gran variedad de elementos dentro de sí: no sólo tenemos una historia de traición y un triángulo amoroso basado en un motivo narrativo literario de más de tres milenios y medio de antigüedad sino también una profunda reflexión sobre la condición humana, además de un hábil

La tragedia es, entonces, una suerte de manifestación humana de un conflicto divino, el conflicto entre Afrodita y Artemis. La primera diosa recita el prólogo de la obra, en tanto la segunda la concluye, tras su aparición como deus ex machina. El conflicto entre dos fuerzas básicas, propias de la naturaleza humana, mueve la acción de la obra. La obra debe leerse teniendo en cuenta también la concepción del amor que tenían los antiguos griegos. El amor, representado por Afrodita (también llamada Cipris, por su nacimiento mítico en Chipre) no era para el griego de época clásica una inclinación personal y libre o un sentimiento interior del alma, sino como una fuerza que llega desde el exterior, por la voluntad de un dios –de Afrodita, generalmentey que el mortal sólo puede aceptar o rechazar, aunque en este último caso se abre a la posibilidad de recibir un castigo por parte del dios (Gentili, 160). Sólo comprendiendo esto puede comprenderse a su vez la actitud de Fedra de cometer suicidio. El mito de Hipólito y Fedra, como hemos

retrato de la visión del mundo de los antiguos griegos. Probablemente sea esta variedad la que ha dado al mito la fama de la que ha gozado desde su mismo origen. ____ BIBLIOGRAFÍA EURÍPIDES. Tragedias, (trad. Alberto Medina González), tomo I. Madrid: Gredos, 1977 GENTILI, Bruno. “Le vie di eros nella poesía dei tiasi femminili e dei simposi” en Poesia e pubblico nella Grecia antica. Da Omero al V secolo. Milano: Feltrinelli, 2006. GRAVES, Robert. The greek myths. London: Penguin Books, 1955. GRIMAL, Pierre. Diccionario de mitología griega y romana. Buenos Aires: Paidós, 1981 LUCAS, José María. “El motivo de Putifar en la tragedia griega” en Actas del VIII Congreso Español de Estudios Clásicos, vol 2. Madrid, 1994. Edición en línea: <http://e-spacio.uned.es:8080/fedora/ get/bibliuned:Epos-9B186791-E582-A865-D17493055C1021F7/PDF>. Consultado 15/07/ 2011.

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CINE EN R AMA

TR AICIÓN Y JUEGOS DE MANOS EN DISTRITO QUINTO

Por Javier Voces Fernández

E

PERIPLO •Julieta Piaggio

l extraordinario juego de traiciones que nos propone Distrito Quinto, producida y dirigida por Julio Coll en la España de 1957, hunde sus raíces en el más paradigmático género negro norteamericano. Julio Coll, desgraciadamente un director olvidado en nuestros días, construyó su filmografía fascinado por el cine policiaco estadounidense. Así, títulos como Un vaso de whisky (1958), Ensayo general para la muerte (1963), Comando de asesinos (1967) o Persecución hasta Valencia (1967), ofrecen al cinéfilo una idea bastante aproximada de las influencias genéricas sobre las que Coll sustentaba su cinematografía. Lo cierto es que Julio Coll (Barcelona, 1919 - Madrid, 1993) ocupa un lugar destacado en la industria cultural española de la segunda mitad del siglo XX. Este apasionado del cine dirigió películas, teleseries, escribió guiones, ejerció de crítico teatral y musical, escribió dos novelas y un ensayo, y tuvo tiempo para teorizar sobre el cine de ciencia-ficción

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y el jazz. No obstante, es su labor como director la que ha hecho de Coll una referencia absoluta en lo que se ha dado en llamar el “Spanish Noir”, y Distrito Quinto, su tercer filme, es una prueba de ello. La película, basada en la obra homónima de teatro de Josep María Espinàs, narra la historia de un grupo de atracadores que después de dar un gran golpe se reúnen para repartirse el botín. Ante la tardanza del cabecilla, que es el que tiene el dinero, el resto de la banda comienza a ponerse nerviosa y la tensa espera supone una prueba difícil de superar; la adrenalina después de haber cometido el robo, los nervios, los remordimientos, el miedo a ser descubiertos y la desconfianza hacia el cerebro de la banda vertebrarán el filme. En esta tesitura, los distintos componentes del grupo contarán, a través de diversos flash back, cómo conocieron a Juan, el cerebro de la trama, y comprobaremos paulatinamente que su confianza va disminuyendo, hasta desembocar en la inevitable traición. Uno de los elementos más destacables de


CINE EN R AMA

había salido de la guerra, la pillería se afianzaba como otro modo de “ganarse la vida”. No obstante, cada miembro del grupo tiene sus propios motivos para participar en el robo: las ansias por salir de la pobreza, las intenciones de abandonar el país, las aspiraciones de una vida mejor, cumplir los sueños del pasado, publicar un libro o incluso el amor, mueven a los personajes a cometer el acto delictivo. Otro de los grandes logros del filme de Coll tiene que ver con la ambientación. El bajo presupuesto con el que contó el director catalán para llevar a cabo el proyecto explica la inexistencia de exteriores y, en consecuencia, la magistral

en 1951 por José Antonio Nieves Conde, en la que ya se había puesto de manifiesto esta doble vertiente de la ciudad en contraposición al campo. La peligrosidad del ambiente urbano radica en su condición de potencialmente peligroso, no solo por la proliferación de los hurtos, sino también por la capacidad que estos ambientes tenían para pervertir al hombre inocente. Distrito Quinto cuenta la historia de unos perdedores que, por distintos motivos, se ven abocados a la delincuencia. Julio Coll se apoya en la figura del pícaro, tan viva y aludida a lo largo de la tradición castellana, para hacer entender al espectador que en una sociedad precaria, que apenas diez años antes

utilización de los espacios escenográficos (toda la película transcurre en las distintas habitaciones de un piso, reconvertido en academia de baile). Esta utilización del espacio, y la sensación claustrofóbica que proyecta en el espectador, hace que irremediablemente acudan a nuestra mente títulos como La soga (Rope; 1948, Alfred Hitchcock), cinta en la que toda la acción se desarrolla en una única estancia, reflejo inequívoco del desenlace que se cierne sobre los criminales protagonistas. Del mismo modo, en Distrito Quinto, la fatalidad va constriñendo a los personajes hasta hacer saltar los resortes de sus desgraciadas y delictivas vidas. Coll complementa

PERIPLO •Julieta Piaggio

Distrito Quinto es la caracterización de los personajes; son grandes actores del cine español de todos los tiempos como Alberto Closas, Arturo Fernández o Jesús Colomer, los que dotan a los atracadores de una psicología compleja pero sin efectismos. Es muy interesante el retrato social de la España de la década de los cincuenta que supone Distrito Quinto. En un país fuertemente rural, la ciudad se convierte en sinónimo de oportunidades en forma de trabajos de naturaleza precaria o, como en el caso del filme, a través del ejercicio de la delincuencia. No hay duda de que, en este sentido, Distrito Quinto sigue la senda marcada por películas como Surcos, dirigida

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CINE EN R AMA

esta sensación bañando a los personajes en sudor, debido al sofocante verano que están sufriendo en la ciudad. Los primeros planos, un recurso muy utilizado, contribuyen así a la consecución del clima asfixiante del que venimos hablando. Es inevitable que el espectador intuya a lo largo del filme el fracaso y la traición. Coll dibuja perfectamente la inseguridad de algunos personajes “no profesionales” que están llamados a desestabilizar el orden, poniendo en peligro el éxito de la acción delictiva. Es imposible, llegado este punto, no pensar en filmes como Atraco Perfecto (The Killing; 1956, Stanley Kubrick) en el que la planificación y robo de la recaudación de un hipódromo se ve frustrado, también a causa de la traición. En efecto, es la traición la que se erige como detonante del fracaso de la acción delictiva en Distrito Quinto. Una traición basada en la desconfianza hacia un personaje que no se ha ganado el respeto del resto ( Juan), pero también en el miedo a la justicia. De este modo, el grupo se deja llevar por los nervios y traiciona al único miembro de la banda que se retrasa, ya que piensan, cada vez con más vehemencia, que se ha fugado con el dinero. La traición es en sí misma una capitulación. En un arrebato, uno de los miembros de la banda llama a la policía para informar de la intención de Juan de salir del país con un pasaporte falso. Este hecho, de explicación compleja, implica que cuando el cerebro de la trama se presenta con el

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dinero, tras dar innumerables vueltas por la ciudad para no dejar ningún rastro, la situación se haya alterado sustancialmente. La traición hace que se frustre la consecución del delito debido, precisamente, a la imposibilidad de que todos los miembros de la banda alcancen su objetivo: salir indemnes. El desenlace del filme de Julio Coll está relacionado con el afán regeneracionista de buena parte del cine de los años cincuenta. Se fomenta desde el propio régimen franquista un cine de happy ending, también en aquellas películas que aborden la delincuencia y la marginalidad. De este modo, es la justicia la que tendrá la última palabra; una justicia a medio camino entre la justicia terrenal y divina; una suerte de moral de la que no carece ni siquiera el delincuente. No en vano, la leyenda con la que se abre el filme reza: “Las barreras más fuertes que colocó Dios entre el hombre y el crimen son la Conciencia y la Religión”. No cabe duda de que Distrito Quinto es una obra maestra del cine policiaco español. Su genialidad ha llevado a que este filme haya sido visto por algunos, en ciertos aspectos, como predecesor de una película tan laureada como Reservoir Dogs (Tarantino, 1992). Puede que esta afirmación sea atrevida o, por el contrario, cabe la posibilidad de que Julio Coll traspasara con su cine las fronteras españolas para influenciar en sus planteamientos fílmicos al mismísimo Quentin Tarantino; me temo que nunca lo sabremos.


Plumas Libres

Leticia Martín te re cago

PERIPLO • JULIETA PIAGGIO

te re miento te muestro sólo una parte la que me conviene como Blanche todas mentimos cuando baja la luz termina el día.

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PERIPLO • Jesica Ruth

TR AS BAMBALINAS

tr as bambalinas

Alejandra Fernández Mingorance. Madrid. Ilustradora de sueños. Espíritu autodidacta y coleccionista de imágenes. Andalucía le mostró los colores, las texturas y los aromas a cuento y desde entonces desarrolla su faceta más creativa ilustrando palabras. alejandrafernandez@revistaperiplo.com

Anaïs Egea. Nacida en Venezuela y criada en Pamplona, es filóloga, neurótica, nómada y esdrújula. Le apasionan los palíndromos, el absurdo y las tocas de las monjas; ágil en poesía y prosa, colabora en diversas revistas y caza en esta casa los relatos náufragos. En sus ratos libres hace un máster de literatura y coordina el taller literario digital La Babucha. anaisegea@revistaperiplo.com

Anna Masini. Milán. Dibuja, escribe, toca, mira, observa, saca fotografìas. Huele, rasca, recorta, pega, arranca, encola, rasguea, improvisa, experimenta. Sean làpices, notas, figuras o pensamientos...es la imaginaciòn que habla, a través de los dedos, a través de la materia. annamasini@revistaperiplo.com 66 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


TR AS BAMBALINAS

Bárbara Sánchez. Salamanca. Joven aprendiz y viajera interestelar. Practicante de la música. Le gusta crear y navegar pero siempre le roba algo de tiempo un par de chistes malos. barbarasanchez@revistaperiplo.com

Cecília Murgel. São Paulo. Arquitecta y urbanista por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo, ciudad en la que reside. Actualmente trabaja como freelance en el campo del dibujo y la ilustración, donde se distingue por trazos sumamente coloridos. ceciliamurgel@revistaperiplo.com

Celeste Palacios. Argentina de origen, esta versatil ilustradora instalada en Alemania juega con una estética de lo infantil para reflejar los temas y personajes más variopintos. La clave pueril facilita para ella el tratamiento de lo trascendental y conecta con su diseño una fantasía añadida a su plasticidad e imaginación. celestepalacios@revistaperiplo.com Claudia Toda. Salamanca. Licenciada en Traducción e Interpretación y en Filología Alemana por la Universidad de Salamanca, ha dado vueltas por Europa arrastrada por el sonido de las lenguas. Un inocente comienzo en Alemania y Austria terminó llevándola a Grecia y a Albania. Cerrando el círculo, ahora está de nuevo en Salamanca escribiendo una tesis en Traducción Literaria y, siempre que puede, traduce literatura para seguir viajando, al menos, desde casa. claudiatoda@revistaperiplo.com Coral Porras. Salamanca. Cuando crea lo hace para dotar de vida a seres e ideas.Ideas y seres con un doble filo, híbridos, dicotómicos, en apariencia frágiles e inocentes, pero que no pretenden más que ser una representación de lo que somos y nos rodea. coralporras@revistaperiplo.com

Daniel Ruiz. Mexicali. Comunicólogo y defensor de las causas perdidas. Pianista esporádico y lector de la línea sofisticada que frecuenta el coñac. Añora y reinventa el siglo XVIII y su iPod parece estar atrapado en los noventas. Escritor lento pero apasionado, atento siempre a los pequeños detalles que a menudo se olvidan. danielruiz@revistaperiplo.com 67 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


TR AS BAMBALINAS

Eugenia Hermida. Buenos Aires. Con una mirada en blanco y negro en busca del color, EugeH capta momentos y los transforma a su antojo. Amante de los clásicos de rock y de los libros que parten la cabeza viene a poner un granito de sal de plata con lo que mejor sabe hacer: fotos. eugeniahermida@revistaperiplo.com Germán Dotta. Montevideo. De pequeña estatura, cresta, queriendo ser Stefan Sagmeister, diseñador todo el día, ilustrador, creativo de agencia y docente, busca salirse de todos los parámetros y hacer lo que le gusta en busca de cuestionar y provocar al observador. germandotta@revistaperiplo.com Gonzalo Aguirre Martínez. Pando, Uruguay. Artesano. Juega a ser fotógrafo y diseñador. Escondido detrás de su cámara, captura imágenes cotidianas llenas de ironía y acidez. Su particular sentido del humor llena sus fotos de un doble sentido donde lo trágico se vuelve cómico, lo cómico se vuelve trágico y viceversa se vuelve ambos. gonzaloaguirre@revistaperiplo.com Jenny Castellanos. Salamanca. Vivaz en sus creaciones, combina a la perfección desde el diseño gráfico hasta la pintura al óleo. El poder de la imaginación al mando para darnos a conocear un universo de colores y formas donde realidad y sueño se funden para dar lugar a sus ilustraciones. jennycastellanos@revistaperiplo.com Julieta Piaggio. Buenos Aires. Curiosa, amante de la pintura, la música y lo cotidiano, pixela realidades por Buenos Aires. No teme buscar cielos a lo Magritte y caer a un pozo por eso: buscar lo bello y simple no es ridículo. julietapiaggio@revistaperiplo.com Laura Mariscal. Madrid. Espirales, plumas, gotas. Laura mezcla elementos con las formas más diversas en un ejercicio creativo que denota una profunda imaginación y una abstracción elegante. lauramariscal@revistaperiplo.com Lely Do Nascimento. Foz do Iguaçu, Brasil. Recentemente iniciou carreira profissional e se inseriu em um grupo de estudo acerca do tema animação, por alguns anos desenhou em categoria amador. Atualmente é desenhista ilustrador de histórias, explorador da arte em quadrinhos e charges, sempre em busca de técnicas de aperfeiçoamento para concretização de trabalhos inovadores e criativos. lelydonascimento@revistaperiplo.com 68 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


Luis Baeza. Zaragoza. Músico y periodista, escribe sin relecturas excesivas que corrompan el estilo. Apasionado de Truman Capote, Bukowsky, Cortázar. Observador atento de lo esporádico, los llantos, las lluvias, las desaventuras, la psicosis y variaciones humanas de la misma categoría. El Mediterráneo es su centro de operaciones.

TR AS BAMBALINAS

luisbaeza@revistaperiplo.com Mar Ample i García. Valencia. Maga de los colores y las formas, Combina una femenina sensibilidad con una mirada vital de la realidad y deja relucir un estilo que roza lo mágico y el terreno de la irrealidad con gracia. marample@revistaperiplo.com Marcelo Silva. Montevideo. Fanático de la imagen como medio de expresión. Eterno soñador en busca de fantasías ideales y utópicas realidades. marcelosilva@revistaperiplo.com

Soledad Venesio. Buenos Aires. Pueblerina perdida en la gran ciudad. Querellante acérrima de los lugares comunes y fiel amante de los detalles diarios. Escribe y le gusta. Dibuja y lo disfruta. soledadvenecio@revistaperiplo.com Trinidad Moliterno. Buenos Aires. Literata torpe y extractora de quintaesencia. No necesita ser su propio hogar, su casa está en los libros: el más perfecto de los nomadismos. Devota del chocolate blanco. Cree en las salamandras de invierno y aspira a ser la Anaïs Nin argentina. trinidadmoliterno@revistaperiplo.com Víctor Bermúdez. Humanista breve, teórico del té, la convicción humana y otras vicisitudes similares. Ha crecido en Mexicali y se ilustra en Salamanca, donde el autor aprende sobre los vicios, la avaricia y el fervor vacacional. Entre las vehemencias impuestas por el invierno y el ejército femenino, el joven poeta encuentra tiempo para mirar el techo. victorbermudez@revistaperiplo.com Virginia Arigón Duarte. Montevideo. Licenciada en Diseño, ilustradora, fotógrafa, postproductora, directora de arte, y vegetariana. En constante render. virginiaarigon@revistaperiplo.com

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Ilustr ación

A eleste Palacios C elena García C ecilia Murgel C or al Porr as C ugenia Hermida E ermán Dotta G onzalo Aguirre G elena Pérez HGarcía Castellanos Jenny Piaggio Julieta Laurelya Mariscal L DoaríaNacimento Zeta M AR M AMPLE Silva Marcelo Venesio Soledad Teresa R amos

Dirección de Ilustr ación

lejandr a Fernández

Virginia Arigón Duarte

Redacción

Ángel Saiz Anaïs Egea Carolina Arrieta Claudia Toda Daniel Ruíz JOAQUÍN BILBAO LUIS BAEZA Trinidad Moliterno Víctor Bermúdez

Consejo editorial Ángel Saiz Trinidad Moliterno Víctor Bermúdez

P dirección gener al Víctor Bermúdez Trinidad Moliterno

Periplo, revista bimestr al ISSN 1989-8924 C/Cervantes 39, B-D Salamanca, España tel.: 923 04 96 93 info@revistaperiplo.com 70 • PERIPLO • AGOSTO 2011 • Vol. X


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