Muta Nº7

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NÚMERO 7


TAPA y contratapa

G ER A RDO M EDIN A

concepto, edición y diseño

damián miroli pablo correa senestrari

gerardo medina javier soria vázquez beatriz lábatte · ana teitelbaum · sergio aguilar daniel elías · andrea fernández fabricio jiménez osorio · javier gramajo verónica mansilla AGRADECIMIENTOS valentina díaz · marta salina · un club

EL MATERIAL PUBLICADO EN MUTA PERTENECE A SUS AUTORES Y FUE CEDIDO EXCLUSIVAMENTE PARA ESTA REVISTA, DICHO CONTENIDO NO PUEDE SER REPRODUCIDO CON FINES COMERCIALES.

ISSN en trámite. muta es propiedad de pablo correa senestrari




LAS MUJERES DE GERARDO

una presencia fundamental en la vida del artista GERARDO MEDINA


así como podemos hablar de “la chica almodóvar” y todo el universo femenino de pedro, en la obra de gerardo medina aparece la mujer en un espacio y rol primarios. un lugar fundamental dentro de la vida misma: la sexualidad, la historia, la ficción y el misticismo. hemos decidido transitar su obra, como guiados por unas espigadas manos. y así, caímos en un sueño alucinógeno, en su mundo de tetas.


l a f u e r z a d o m e s t i c a d o r a d e lo p e q u e Ăą o ( d e ta l l e )

p ĂĄ g . a n t e r i o r : l a h u e l l a d e s u s g o c e s ( a c r Ă­ l i c o s o b r e t e l a - 12 0 x 14 0 c m )



l a h u e l l a d e s u s g o c e s ( DETALLE )



EN EL NEOPOP, GERARDO MEDINA, RINDE HOMENAJES PERMANENTES AL COMIC. REINVINDICA EXPRESAMENTE LA BIDIMENSINALIDAD, ES DECIR, RECHAZA LA CREACIÓN DE UN ESPACIO ILUSORIO. LA ELABORACIÓN DE UNA FIGURACIÓN PLANA, SIN PRETENSIÓN DE REALISMO ALGUNO, Y LAS IMÁGENES SUMERGIDAS EN UN AMBITO FICTICIO, DONDE NADA PARECE PODER TENER LUGAR. ENTONCES, REALIDAD Y SIMULACRO, SON IDEAS PUESTAS EN SU OBRA. TODO EL TRATAMIENTO ESPACIAL SE REALIZA DESDE ESTA MIRADA, MARCADA CON UNA CARGADA IRONÍA, DESDE LA QUE OBSERVA Y SE PRONUNCIA SOBRE EL ARTE Y LA VIDA.

Jorge Figueroa “En El Palimpsesto”

l a v i r g e n d e lo s p e i n e s ( a c r í l i c o s o b r e t e l a - 12 4 x 14 0 c m )



o lbo r eVIII t e l( a lg 4 )) E l a m o r e sSTu (na c e srpí le icctoa cs u a cdreí lai c oosdoób n r e- t1e2l0 ax- 114000 cxm 1 -5 02 0c1m


a r r i b a : l a t u m b a d e l a m e m o r i a (ac r Ă­ l i c o s o b r e t e l a - 14 0 x 18 0 c m ) d e r e c h a : e l fa c to r h u m a n o ( a c r Ă­ l i c o s o b r e t e l a - 12 0 x 14 0 c m )




EN LAS MEJORES PINTURAS DE GERARDO MEDINA, LA CELEBRACIÓN DEL ENCUENTRO PROPULSA LAS FORMAS Y LOS COLORES A RECONOCERSE EN UNA DANZA TAN MÚLTIPLE COMO INMOVIL , DECENAS DE MUJERES Y HOMBRES INVADEN LA SUPERFICIE DE LA TELA Y FESTEJAN Y ENSAYAN RITOS Y CAPÍTULOS QUE NO NECESITAN JUSTIFICACIÓN ALGUNA. EN SU ESTILO CONVIVEN Y CONFLUYEN REMINISCENCIAS DE CREACIONES DE LOS SESENTAS, OCHENTAS Y NOVENTAS, SIN RASGO REVISIONISTA Y MENOS AÚN HISTORICISTA. A MENUDO SUS IMÁGENES RESULTAN RECURRENTEMENTE INSULARES EN SU MÁGICO UTOPISMO: UNA TIERRA DE ENSUEÑO QUE, ACARICIANDO LAS FANTASÍAS DE TOMÁS MORO, LAS REFORMULA CON UNA MIRADA QUE PARECE OSCILAR ENTRE LO NAIF Y LO POP, SIN ANCLAR NUNCA NI EN LO UNO NI EN LO OTRO. RISAS, MIRADAS, BAILES, CONTORSIONES, FLORES, LENGUAS, ABRAZOS, ROSTROS, AMANTES, FIGURAS FLOTANTES, FRUTAS, ANIMALES Y SEXO Y MÁS SEXO; EL DESEO, LA FELICIDAD, Y LA AMABLE IRREVERENCIA ETERNIZADOS EN UN ESPACIO ALUCINÓGENO.

Rafael Cippolini, Buenos Aires, 2006

e l fa c to r h u m a n o ( d e ta l l e )


e l d e s vĂĄ n d e l fa n ta s y ( a c r Ă­ l i c o s o b r e t e l a - 2 0 0 x 2 2 0 c m )




l a f u e r z a d o m e s t i c a d o r a d e lo p e q u e Ăą o - ( a c r Ă­ l i c o s o b r e t e l a - 16 0 x 12 0 c m )



“EN LA COMPOSICIÓN DE MI OBRA, LA MUJER OCUPA UN ROL CENTRAL , A PARTIR DEL CUAL APARECEN POR AÑADIDURA LOS OTROS ELEMENTOS DEL CUADRO. EL SENTIDO AL USAR EL DISEÑO DE SU CUERPO PUEDE SER FORMAL , MÍSTICO, SEXUAL O CONFLICTIVO; EN CUALQUIERA DE ESTOS CASOS SIEMPRE SU POSICIÓN SOBRESALE. LA MUJER ES UNA PRESENCIA QUE EN MI VIDA CONSIDERO FUNDAMENTAL”.

Gerardo Medina

e l j a r d í n d e lo s n e g r i to s ( a c r í l i c o s o b r e t e l a - 15 5 x 12 0 c m )



e j e r c i c i o d e lo s s e r e s p r e s e n t e s ( d e ta l l e )



a r r i b a : FLORES EN LA TARDE ( a c r í l i c o S o b r e t e l a - 1 4 0 x 1 5 0 c m ) i zq u i e r d a : e l t e x to i m p o s i b l e (ac r í l i c o S o b r e t e l a - 18 0 x 15 0 c m )


E l a m o r e s u n e s p e c t Á c u l o VIII ( d e t a l l e )


www.gerardomedina.com.ar





relato de javier soria vázquez

Como un texto fielmente repetido hasta el cansancio, Yun recuerda el día en que llegó a Tucumán. Tenía cinco años. Su madre esperó a que el último pasajero bajara del avión para tomar su bolso de mano rojo oro y conducirlo hacia la salida. La azafata dijo algo acompañado de un gesto fingido similar a una reverencia. Caminaron por cada tramo del aeropuerto con la constante incertidumbre de quien se enfrenta a lo desconocido. Yun, siempre delante de su madre, susurraba sus pasos en cuenta regresiva calculando la distancia hacia una puerta que devoraba a todo aquel que se acercara. Recuerda muy bien cómo su madre, ante la duda en su marcha, lo empujaba con firmeza hacia la pesadez del aliento de un dragón. El San Javier engulle lento un sol que estira sus rayos en un último intento por subsistir. Yun observa lo pintoresco y dramático de la escena desde una terraza en San Juan y Maipú mientras, con un pañuelo descartable, absorbe el sudor de su frente. Hay allí una pequeña habitación con luz justa y amena. Luisa y Juan, sus amigos artistas, se dirigen a ella tomados del brazo, expresando su discordancia con eso de “amena”.


Desde que finalizaron la secundaria suelen encontrarse al menos una vez a la semana, para hablar de sí mismos y desembocar irremediablemente en discusiones sobre el arte como si fuese un extraordinario invento de la humanidad. La fascinación con que se refieren a todo lo relacionado al tema le preocupa, pero a su vez admira esa manera de ver el mundo, tan lejana a su abulia. Su postura es siempre la opuesta. Es casi una farsa, una puesta cómplice que tiene como fin justificar cualquier cosa. - Ella es la artista, dice Juan señalando con su dedo meñique hacia una chica de cabello castaño claro, delgada y de grandes ojos verdes. - Es algo tímida, agrega. Yun desconfía de la veracidad de timidez en los artistas. Afirma que, finalmente, es un pretexto para evitar ahondar en fundamentos y explicaciones. Yun bebe el último trago de su cerveza y coloca la botella sobre el piso, al costado de una maceta. Calcula la distancia y cuenta sus pasos regresivamente hasta ingresar en la pequeña habitación. Hay una serie de dibujos, algunos sobre paredes y otros suspendidos, realizados sobre materiales de características y transparencia diversa. Los dibujos son trazos en apariencia azarosos, que se desplazan libres y en diferentes grosores sobre cada soporte. Algunos se duplican en un reflejo débil, como cuando se escribe sobre un vidrio. Si Yun se alejara, tal vez descubriría formas inconexas, como restos orgánicos esparcidos por doquier pero, empecinado, prefiere inmiscuirse en el detalle buscando indicios, como un científico en la fracción de una partícula. No hay color. No hay luces puntuales, lo que le hace pensar en que está sumido en un todo, en un gran dibujo tridimensional donde lo único definible podría ser él. Yun intenta calar en los pensamientos e intenciones de aquella chica silenciosa. Concluye en que tal vez el silencio acumula pensamientos y en que aquellos dibujos quizás respondan a eso, como un espejo responde a un gesto del modo exactamente contrario.





Hay algo en Yun que no acaba de admitir. La existencia del lugar. Ese donde detiene sus pies es siempre el lugar de otro. Será siempre así, más allá de la posibilidad de regresar algún día a Hongcun. Hongcun dejó de ser mucho antes de su partida. Yun supone siempre estar en otro sitio. Siempre hay distancia entre él y lo demás. Mientras siente lo que piensa, se acerca a un dibujo y recorre con su índice una de sus líneas. Imagina el contorno de un mapa. Imagina un paisaje que muta a cada milímetro, que se manifiesta verde y se desdibuja en una niebla densa. Su dedo se detiene ante el cruce abrupto de otra línea más intensa, duda unos segundos y decide atravesarla. Ella está ahí, en él. Él es la artista. E intenta comprender hacia dónde dirigió su trazo y con qué intención. Cierra los ojos creyendo adivinar la respuesta y prosigue con su dedo, ya no sobre una misma línea, sino virando en cada cruce hacia donde ella quiso. Yun se detiene donde supone el final del dibujo. Abre los ojos y se descubre, extrañamente, apuntando con su índice sobre un dibujo en la pared opuesta. Ha viajado miles de kilómetros entre espacio y tiempo. Esa chica de ojos verdes desconoce haber decidido compartir con él sus secretos. Yun la descubre ahí, escondida en una caja de recuerdos grabados en viejas diapositivas, parada sobre el preciso punto de fuga de los cuadros de las casas, sentada en la ventanilla del auto que su hermano conduce por plena Perón, mientras el viento la acaricia sin pudor. Ella no tiene intención. Hace tiempo se ha despojado de cualquier pretensión parecida a un plan. No teme llegar a ningún lugar. No le teme al error, lo busca en todo caso. Quiere experimentar la sensación que produce caer sin medida. Dibujar, para ella, se asemeja a un deporte extremo en el que nada se calcula, en el que las reglas contienen la finalidad del vacío.




Yun sonríe. Es ese el lugar. Un lugar que no existe si no se inventa. Acaba de entender que el mundo es un dibujo capaz de plegarse para aproximar puntos opuestos. Hongcun es allá lejos y ahí mismo, es esa gigantesca boca de un dragón que vuela liviano sobre un cielo helado. Es él desplazándose por cualquier lugar, desayunando a las 7 para tomar a tiempo el 130, inventándose recuerdos de antes de los 5 para sobrevivir a 40° de sensación térmica, comiendo un panchuque mientras tropieza veredas, tomando cervezas en Chacabuco y Piedras, removiendo montañas de ropa en una feria en Yerba Buena. El lugar nunca fue otro ni estuvo allá. Es el centro de su centro. Un punto que no es punto porque el punto no existe: es una invención matemática para humanizar el concepto, para comprender que hay algo similar a aquello que en realidad no es, para entender, de algún modo, la unidad. Y Yun está ahí. Señalando un punto que no es final. Elaborando respuestas que no son suyas, encausado por un río nacido entre los dedos de una chica silenciosa. Otra vez sonríe y sale al patio. El calor y la humedad son lo mismo y da igual. Luisa se acerca y le ofrece un trago de su cerveza, intuyendo en su rostro la revelación de Arquímedes.

LAS FOTOGRAFÍAS PERTENECEN A LA MUESTRA “ s i n i n v i s i b l e ” DE C A R L A G R U N A U E R EN (18 d e o c t u b r e d e 2 014 ) r eg i s tro fotog r áfico: u n clu b facebook : un cl u b

j av i e r s . v. : a u t o c r i t.t u m b l r . c o m





beatriz lรกbatte en las palabras de PABLO CORREA, Ana teitelbaum Y sergio aguilar





Nos sentamos con Beatriz a charlar sobre esta nota/entrevista. La “maestra” -como la llaman con cariño- es un torbellino de anécdotas, presente y pasión. El término de “maestro” encaja perfectamente con ella en el sentido más poderoso de la palabra: un artesano en la construcción de universos. Y ella dispara con vos grave y segura: “soy una espectadora loca del teatro y aprendí a dirigir danza dentro de él. En la enseñanza de la danza ofrezco una vivencia del cuerpo, objetivizando lo que tiene de latencia”... Beatriz abre sobres de papel madera y me enseña y describe sus fotografías más queridas, esas que tienen impresa su historia. Y por un instante ese universo se materializa en el café, en sus manos, en la expresión de sus ojos y sus rulos. “Esto es mi vida: imágenes, sangre, pasión y latencia”. Su trabajo-vocación puede describirse como una trama compleja de saberes, horas y horas de búsqueda, ensayo y deseo. La metodología de la pulsión y la obsesión. “En el proceso de armado de una obra me banco todo, porque el fin es llegar a la escena para otro; el resultado es el apetito”. Sospecho que su docencia es jugar con el saber desde un lugar de experiencia enriquecedora, donde respetar las individualidades cobra una importancia carnal: “eso que uno sospecha; todo el submundo personal que se prepara para ponerlo frente al ojo de otro, eso hace más hermoso a un intérprete”. Y así seguimos los dos, recorriendo “el movimiento de su trayectoria” como metidos en una película muda, donde la danza es una planta carnívora que nos arrebata el corazón. Y me animo a hacerle una última pregunta: - ¿Cuándo vas a volver a dirigir? - ¡Que dirijan los jóvenes!

Pablo Correa Senestrari

Nosotras y el mar (2000)





Beatriz es lo más parecido a una usina, a una gestión de movimiento encendido, donde la danza tiene un lugar de preguntas, de confrontación, de búsqueda, desciframiento. En esa usina todo se vuelve valioso. Se abren mundos lúcidos, poéticos, certeros, confiables. Beatriz es un ser situado, encantado con lo que la escena puede prometer. Digo es un ser situado: conoce su campo, su tiempo, el lugar, el sitio. Digo es un ser situado: ubica su posición relativa, ubica su sitio en el mundo. Elegí a Beatriz como maestra y esto es algo que elegí para siempre. Tuve el enorme encanto, privilegio de haberle puesto el cuerpo a sus producciones coreográficas: “…porque en noches como ésta” 1997. En busca de la luz. Pequeñas lucecitas ubicadas en lugares específicos de mi cuerpo, colgada en arneses dándole cuerpo a la luz, luchando con la luz que enceguece. “Bájame la luna”, 1999. La plenitud. La pasión. Los cuerpos sándricos. El metal, la cama. Las corbatas, los cierres, el pelo, el sexo, las vísceras. “Nosotras y el mar” reposición, 2000. Mi querida Marylin. Entregar la piel. “Viendo a la gente andar”, 2001. Estreno del Grupo de Danza de la Provincia. El sitio tiembla. El hombre, el pan. Un corazón enorme que se multiplica cifrado en danza. “Hoy, todavía”, (reposición de “Nosotros los de entonces”), 2003. Los limpios y los sucios. Los tiempos pasados y actuales. El sitio, el techo. ¿Cómo construye sus obras? Nos provoca. Sabemos que si queremos ponerle el cuerpo a ese mundo tenemos que ser cuerpos listos, arrojables, lanzables, listos para quemar lo que haya que quemar. Una cuerda de una guitarra se hace danza. Una poesía nos quiebra las rodillas. Dice “personaje prometeico” y buscamos proezas con nuestro estómago, con el centro, con el aire. Nos pone lucesitas en lugares específicos de nuestro cuerpo y nos encendemos. Nos lanza con sabiduría, con esperanza, espera que le develemos ese mundo intenso que borda en su interior. Nos busca en la plenitud de los cuerpos, en las certezas físicas. Un pecho que se lanza contra otro, y basta. Basta para que la arquitectura sabia que construye sea lo suficiente sólida para nuestras almas. Para quedarnos a vivir, ahí.

Ana Teitelbaum

Bájame la luna (1999)



Me invitaron a escribir sobre la obra de Beatriz Lábatte. Obviamente mí propósito no será realizar un análisis del tema, cosa que le cabe a los expertos. Más bien haré comentarios de sus obras y no solamente de sus obras porque Beatriz, además de Directora/coreógrafa, es actriz/bailarina, docente, investigadora, maestra, estudiosa incansable, amiga, hermana de la vida… Entonces prefiero hablar un poco de mí relación con ella desde lo profesional, mirando hacia atrás, desde que la conocí. Así, se hacen presentes inolvidables situaciones llenas de intensidades, pasión por el trabajo e insistencia, mucha insistencia. Se vienen a mí, imágenes de una de sus primeras obras: “Tela de pañal” allá por el año 1984 un “sólo” danzado por la propia Beatriz. Obra que surge a partir de estar embarazada de su hija. Recuerdo esa panza que se hacía visible en escena y ese pañal que flameaba por los aires en una danza plena de belleza. La capacidad de volver una situación personal un hecho artístico. En esos años Beatriz junto a “Propuesta”, grupo independiente de formación y producción en la Danza Contemporánea y el Teatro, organizaban unos recitales de danza donde se ponían en escena varios trabajos y de distintos coreógrafos. Allí se veían éstas coreografías que menciono más arriba y otras en donde Beatriz bailaba tango con coreografías de Genaro Trujillo por ejemplo. Todo esto se realizaba en el escenario de la Biblioteca Alberdi. A fines de 1984, me invitan a participar del grupo como actor, en una obra para niños, “Garabatenado”. Allí comienza toda una vida muy intensa haciendo teatro con Beatriz, en el grupo “Propuesta” que dirigía Oscar Nemeth e integrado por Bernardo Brunetti, Ricardo Sobral y Jorge Sarmiento. Años intensos de mucho trabajo en lo específico para la escena y además en el armado artesanal que realizábamos del vestuario y los elementos para la escena. Las funciones en la calle, en plazas, escuelas, teatros, en varios festivales Nacionales e Internacionales, la organización de Talleres trayendo a grandes maestros. Con la disolución de “Propuesta” (1999) Beatriz se dedicó más de lleno a la producción en la danza y allí surgieron muchos trabajos muy importantes como “Nosotras y el mar”, donde se apela y a la vez homenajea a mujeres muy potentes de la historia para instalar la condición de lo femenino. En la escena se hacían presentes como personajes caracterizados: Eva Duarte, Marilyn Monroe, Isadora Duncan, Alfonsina Storni y como parte de esa misma condición, los personajes de “la superficie” y “la novia”. Esta obra se representó durante varios años y en muchos lugares, tal es así que la bailaron dos generaciones distintas de bailarinas.

Nosotras y el mar (1990)



Recuerdo cuando me senté a ver la obra nuevamente: la función se hizo en el Teatro Municipal de las Termas de Río Hondo, fue como verla por primera vez… las situaciones, la música, el vestuario, la imágenes, etc., me fueron atrapando casi sin darme cuenta y terminé con ese “…quien quiere oír que oiga” de Lito Nebbia y cantado por Silvina Garré, emocionado hasta las lágrimas. Esa capacidad de Beatriz de llegar al espectador con elementos claros y sensibles que emocionan. Otros trabajos de danza en los que tuve la suerte de que me invitara a participar como intérprete fueron: “Si lo imposible fuera”, “Nosotros los de entonces”, “Que nadie sepa” y “Porque en noches como esta”. Beatriz tenía un público que siempre iba a ver sus obras. Podría detenerme en cada uno de estos impresionantes trabajos pero no tengo tanto espacio. Aun así, cómo no mencionar algo de “Porque en noches como ésta” por lo fenomenal y extraordinario del espectáculo: fue en el Club de Básquet Caja Popular, con tres escenarios diferentes para la escena, además de la misma cancha y el público dispuesto en el centro. Escenas que se desarrollaban en forma simultánea volviéndose por momentos caótico, hasta que desde la oscuridad de las tribunas que no se usaban, se encendía una luz y aparecía ejecutando la música con su violonchelo el maestro Gustavo Plate. Pura poesía que surgía de esa cabecita de Beatriz. Luego realizó otros trabajos como “Ya no somos los mismos” y “Bájame la luna”. Más tarde y ya como Directora fundadora designada del Grupo de Danza Contemporánea de la Provincia monta una remake de “Nosotros los de entonces” y un nuevo trabajo “viendo la genta andar”. Paralelamente a esto Beatriz sigue dando sus clases de danza en su estudio y además continúa desempeñandose como Profesora Asociada y Adjunta en las Cátedras de Técnica Corporal para el actor II y III respectivamente de la carrera de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, lugar que también compartimos porque es mi Jefa de Cátedra y podría hablar mucho de su condición de docente siempre preocupada por los alumnos y sus devoluciones agudas y certeras sobre el trabajo de éstos que son para levantar apuntes realmente. Como verán hablar de Beatriz no es poca cosa, porque es una hacedora incansable en todos los ámbitos en los que se desenvuelve. Dejó de dirigir y se dedicó a la teoría y a obtener sus Maestría en Educación, fue y es Jurado del Instituto Nacional del Teatro, donde además fue Representante del Que hacer Nacional. Es, como ella misma se define una de esas hormiguitas incansables que trabajan, trabajan y trabajan.

Sergio Aguilar





Las fotografías de los collages pertenecen a los siguientes registros: - “Nosotras y el mar” Grupo “La Otra”, año 1990 - Grupo “El Estudio”, reposición, año 2000 - “Que nadie sepa...” Grupo “La Otra”, año 1992 - “Bájame la luna” Grupo “El Estudio”, año 1999 - “Un blues en la calle del vicio” Grupos “Propuesta”, “La Otra”, “Teatro Inestable de Tucumán”, “La Banda de Rock & Roll”, año 1991 - “Ensayo de Tango” “Grupo Propuesta”, año 1990 - “Hoy, todavía...” Grupo de Danza Contemporánea de la Provincia, año 2003 - “Viendo a la gente andar” Grupo de Danza Contemporánea de la Provincia, año 2001 - “... Ya no somos los mismos” Grupo “La Retaguardia”, año 1995 - “Garabateando” Grupo “Propuesta”, año 1985 - “Yerma” Grupo La Baulera, año 2001 - “Porque en noches como éstas...” Grupo “El Estudio”, año 1997 Fotógrafías: - Marga Fuentes, Cuqui García, Hugo Heredia y Julio Pantoja




El


andrea fernรกndez sobre aquellas series fotogrรกficas DE DANIEL ELร AS





SERIE GRACIELAS ( 2 0 0 9 )



Aparecen estas fotos de hace casi una década, el autor es este hombre en este tiempo fantasma, aquel insinuador de historias que se mantienen en ese margen de indefinición, su territorio preferido. Por la izquierda se cae, por la derecha se cae, y no es el término medio lo que lo salva, sino su astucia. Una de las mayores cualidades (...) es menos la capacidad analítica de su cerebro y más su tesón, esto es, su capacidad de balancearse (...) Daniel Elías parece no haber respetado los límites de las disciplinas artísticas, se balancea entre una y otra, saca cosas de aquí y de allá, parece que se cae con toda esa carga, pero no: asombra reinventándose, o escondiéndose. Dicen que se mudó ahora sí definitivamente al cine. Pero hoy salen a luz de nuevo algunas de sus fotografías -que aparecieron en salones de artes visuales tiempo atrás-, y entonces de nuevo: se balancea. Su “equilibrio” es una historia latente, el latido de una historia, de otra historia, pero siempre una historia posible, posible de contar, aunque no se cuente. Ahí está él ¿dónde? en ese territorio indefinido y no por eso indeciso, balanceándose entre posibilidades, y en ese balanceo: late una historia.

SERIE MONTAJES NATURALES ( 2 0 0 8 )


¿Es un actor? Cambia su cuerpo, a veces parece mudarse de cuerpo a la vez que se muda de casa, de ciudad, de oficio. Está dirigiendo una obra de teatro, está actuando con niños, está desnudo en una proyección, está construyendo un escenario con maderas, está pintando una reproducción de un cuadro Goya, está educando a un perro al lado del río, está escribiendo una novela, está sacando fotos, está viajando por las montañas en una moto prestada, está dibujando una película, está haciendo un asado en la calle, está siendo fotografiado en un barco, está cantando una canción con su guitarra, está lejos,está encandilado por el fuego que él mismo encendió. Está aquí, en sus imágenes. El arte puede impartir la sensación de las cosas como son percibidas y no como son sabidas, “extrañar” a los objetos puede ser una técnica para incrementar la dificultad y magnitud de la percepción, el proceso de la percepción no es estético como un fin en sí mismo y para ello debe ser prolongado, complejizado. El arte puede ser una manera de experimentar la “cualidad” artística de un objeto, pero el objeto no necesariamente es lo importante. Creo que eso se hace evidente en las fotos de Daniel, esas fotos que pueden ser apuntes para contar una historia, o una historia en sí mismas entre lo común y lo diferente en ellas; pero estas fotos en las que historias laten, demuestran sobretodo una forma de mirar, de percibir el mundo. Lo que muestran es la decisión de la mirada suspendida, expandiendo posibilidades de percepción y construcción, en un hilván narrativo indefinido, arisco de ser explícito en su intención.


SERIE ANTONIAS ( 2 0 0 6 - 2 0 0 9 )





R e g i s t ro d e va r i o s d Ă­ a s s o b r e u n m i s m o lu g a r ( 2 0 0 9)


Una vez lo vi de lejos. Él iba caminando, parecía ser una caminata rutinaria por una lugar conocido, quizás yendo al trabajo. Mantuve la distancia y los ojos en él por un par de cuadras; y ahí lo vi, lo vi detenerse en un hueco de la arquitectura en una vereda, se detuvo con la mirada poseída y sacó una foto con una pequeña cámara de bolsillo. No sé si sus ojos eran grises o verdes o celestes, de lejos se veían estampados del reflejo de la imagen que le capturaba la mirada. Su mirada encendida, me recordó a algo que leí alguna vez: la imagen quema por la memoria, es decir, quema aunque no sea sino ceniza: es una manera de declarar su esencial vocación de supervivencia, por el a pesar de todo (D. H.). Daniel se balancea, parece que se cae, y no se cae. Parece que se expone pero no sabemos nada de él. Parece que eso fue todo, pero cuando estamos a punto de olvidarlo reaparece, con una nueva historia viva, latiendo. Parece que esa imagen tomada de la calle es todo, pero es solo una parte de algo que sigue encendido, que quema aunque ya sea cenizas. Su mirada encendida es un machete que abre caminos. Y así, hace latir una, y otra historia, y otra más. Historias de extrañamientos.

w w w. da n i e l e l i a s 0 0 .t u m b l r . co m


TERMINAL . SALTA ( 2 0 0 7 )




RELATO DE FABRICIO JIMÉNEZ OSORIO ILUSTRADO POR JAVIER GRAMAJO


H

abituados a hacerlo en sitios poco convencionales para el común de la gente, se propusieron por vez primera ir de visita a un telo. La idea fue de Carolina. Ella propuso, y Federico dispuso. Vivir a contramano los seducía como ninguna otra cosa. –Hoy se cumple un año de nuestro primer encuentro. –le gritó ella al oído (sonaba Wadu Wadu a todo volumen). –¡No te escucho! –gritó Federico, con una mano tras la oreja izquierda. –Nada, nada… –renunció ella entre risas. Bailaron aquel tema con total despreocupación de ser descubiertos, al igual que el resto de la gente en la inmensa disco. –Cuando vos decidas… –dijo él. –Ahora. –anunció ella. Partieron tomados de la mano. Apenas cruzaron la salida tuvieron silenciosamente y al mismo tiempo la impresión de que Mar del Plata había perdido gran parte de su encanto. Faltaban palabras para explicarlo o definirlo. Algo había desvirtuado la ciudad desde aquel día en el que se habían conocido hacía un año atrás. Era preciso, por muy ridículo que suene, encontrar el modo de mitigar esa desolada sensación. Las esperanzas de conseguirlo no parecían abundar en ninguno de los dos. –¿Me decías? –indagó Federico. –No es casualidad que hayamos vuelto a mardel. –empezó Carolina. –Estamos cumpliendo un año juntos. –Un año juntos… ¿Qué quiere decir eso? –No me mires así, no quiere decir nada malo. Ninguno de los dos va a abandonar a sus parejas, ni yo a mi novia, ni vos a tu novio. –¿Entonces? –Pienso que no estaría mal variar un poco… –No entiendo. –Dejar de hacerlo tanto al aire libre, o buscando situaciones de riesgo. A los dos nos gusta la adrenalina, lo sabemos, es un tema hablado, pero… Por ahí se me ocurre… Regalarnos un momento de mayor discreción para ambos. –Ah, era eso. No tengo ningún problema, acá a la vuelta hay un… –¡No! –se apresuró Carolina. –Yo conozco un lugar mucho mejor. El que vos decís no me trae buenos recuerdos, algún día te voy a contar, ahora no viene al caso. Caminamos una cuadra y media hasta la parada del 146 y viajamos al que tengo en mente. –¿146? –Un taxi hasta allá nos sale una fortuna. –Para mí no es ningún problema. –sujetándola del mentón. –¿Querés algo distinto? ¿Una noche especial? –preguntó como previa a un beso en los labios. –Contá con eso entonces.


Abrazados mutuamente se aproximaron a un móvil libre estacionado en esquina Gorriti y Asunción. Subieron, y en el transcurso del viaje, escasos fueron sus intercambios de palabras. Aproximadamente 25 minutos demoraron en llegar; lapso temporal en el que fue inevitable rememorar viejas épocas. Las calles bañadas de noche, algunas más desérticas que otras, contribuían a avivar recuerdos. Se conocieron en un local de ropa ubicado en pleno centro. Ambos –aunque en una primera instancia no lo sabían– cuidaban fielmente sus extensas e insatisfechas vidas de pareja. Tanto Federico como Carolina se asumían homosexuales. Bien podrían haberse borrado desde aquel primer encuentro en el probador, y sin embargo optaron por frecuentarse en secreto. –¿Estás atendida? –Sí. –¿Por quién?


–Aquel chico, el de moño negro. En el probador empezaron, más no pudieron acabar. La vida laboral de Federico encontró su quiebre aquella tarde. La decisión de su despido fue irrevocable ante tan escandaloso acto. Gracias a Carolina consiguió rápidamente un empleo mejor remunerado que en ese local de ropa. Esto último quizás haya sido un atenuante para unirlos más en sus tramposas búsquedas de un nuevo amor. Tramposas por el hecho de no estar libres. Descartar a sus antiguos amores no estaba en los planes de ninguno. –Llegamos, acá es. –sonrió Carolina. –Me suena de algún lado este letrero. –dijo Federico, aún desde el taxi y sin pagar, observando la descuidada y sombría fachada del Hotel Savoy. –¡Justamente! –dijo Carolina, antes de estallar en risas. –¡Me jodes! ¡No te lo puedo creer! –¡Creelo!



Como buen fan de Virus, Federico no supo disimular su enorme emoción. Bajó del taxi sin Carolina. La puerta de ella se trabó y la demoró en su salida del auto. Por un momento pensó que se trataba de la segunda vez que la dejaban encerrada, y que la tercera se hacía esperar con ansias. Nada de eso, por supuesto. El tachero la ayudó a abrir, y antes de salir Carolina dejó marcado sobre el vidrio un beso de rouge. Obsequio histérico, habitual en ella. –Me tiemblan las piernas, no te lo puedo creer… –Vamos, entremos. El Savoy se los devoró vivos. Era un hotelucho de morondanga afanado en demostrar una apagada gloria de tiempos ochentosos. El número de habitación de nuestra pareja nunca lo sabremos. Lo cierto es que cualquier posibilidad de hacer el amor allí acabó por anularse gracias a la inquietante atmósfera. Hicieron lo de siempre: desnudarse para luego vestirse uno con la ropa del otro, y viceversa. Carolina de hombre, y Federico de mujer. No sabían poseerse al desnudo. Nunca hubo intenciones de aprenderlo, tampoco. Carolina emprendió el viaje hacia sus superficies de placer disponibles en el cuerpo travestido de su amante. No tuvo suerte. Buscó la suerte en su cartera: sacó un consolador. –No vamos a poder, tomé demasiado vodka. –le aclaró Federico entre besos conciliatorios. No atinaba a otra cosa que no fuera besarla y acariciarla por lo bajo. –¡Ni que estuviéramos en el cuarto de Moura! –bromeó ella. –¿Te imaginás qué diría si te viera desde atrás de esos espejos? –En su desilusión me lo imagino diciendo: cuando la noche nos estafa, las caricias sufren inflación. –Quisiera estar en ese cuarto ahora mismo. –deseó Carolina, como hablando consigo misma. –Si tan solo nos hubiese dado una mínima pista para descubrirlo… Nunca vamos a saber cuál es, si es éste, o cualquier otro de los tantos que hay. –No parecen ser muchos. –indujo Federico despreocupado. Era evidente que no estaban destinados a hacerlo en un telo semejante. Como voyeurs en vacaciones, se dedicaron a espiar indiscretamente a sus vecinos entre las habitaciones más cercanas. La libido de ambos había sido tiernamente asesinada y sepultada por el fanatismo hacia Virus. Carolina no podía quejarse, su noche inusual estaba ocurriendo. Federico tampoco podía quejarse, de hecho su alegría era mayor a la de su acompañante. Inimaginable en verdad. Se separaron en la absurda búsqueda. Si hasta esa noche ambos habían sospechado que ya no quedaban fantasías por cumplir, pronto descubrieron cuan equivocados estaban. Todos allí no hacían otra cosa que cumplir las futuras fantasías de Carolina y Federico. Ella, por su parte, se vio atraída por la historia oculta en la 23. Se trataba ni más ni menos que de una pareja de hermanos adoptivos haciendo de las suyas muy lejos de casa. Para Federico, en cambio, la historia entregada en bandeja desde la 39 hasta sus oídos lo tocó mucho más de cerca. Adentro tenía a tres personas: una pareja, más un tercero. El esposo de ella deseaba verla en acción con su mejor amigo, su fantasía consistía en ver únicamente, sin entrometerse.


Cercanos al final del turno, Federico vestido de Carolina, y Carolina vestida de Federico, retornaron a su habitación. No importaba no haber encontrado la habitación de Moura. Tarde entendieron que en realidad ésta los encontraría a ellos dos. Se liberaron de sus disfraces, y dedicaron un tiempo a mirarse desnudos con detenimiento. Se hallaban visiblemente excitados por primera vez en la noche, aunque no con ellos mismos. El Hotel Savoy les había abierto la mente, propiciándoles un posterior distanciamiento físico, e intensificando el ya existente distanciamiento emocional. Lo que los mantenía excitados era lo poco que habían alcanzado a oír desde las otras habitaciones. Allí donde reinaba el mal, ellos mismos habían pasado a un segundo plano, dando paso a seres completamente desconocidos y desprejuiciados. El mal era más tentador que seguir juntos. El mal estaba representado por esos individuos anónimos que, a diferencia de ellos, no escatimaban en desnudarse ante la audacia para hacerle frente a esta y dejarse poseer. En la habitación de Carolina y Federico se produjeron paralelamente dos lunas de miel para cada una de sus diestras palmas, en honor, por supuesto, a las historias ajenas que los rodeaban. Fue así como de algo que jamás fue amor, pasaron al acuerdo tácito de no volver a verse, luego de encontrar nuevamente la calle tras la salida del Savoy; hotel al que visitaron por primera y última vez en sus vidas. liberaron de sus disfraces, y dedicaron un tiempo a mirarse desnudos con detenimiento. Se hallaban visiblemente excitados por primera vez en la noche, aunque no con ellos mismos. El Hotel Savoy les había abierto la mente, propiciándoles un posterior distanciamiento físico, e intensificando el ya existente distanciamiento emocional. Lo que los mantenía excitados era lo poco que habían alcanzado a oír desde las otras habitaciones. Allí donde reinaba el mal, ellos mismos habían pasado a un segundo plano, dando paso a seres completamente desconocidos y desprejuiciados. El mal era más tentador que seguir juntos. El mal estaba representado por esos individuos anónimos que, a diferencia de ellos, no escatimaban en desnudarse ante la audacia para hacerle frente a esta y dejarse poseer. En la habitación de Carolina y Federico se produjeron paralelamente dos lunas de miel para cada una de sus diestras palmas, en honor, por supuesto, a las historias ajenas que los rodeaban. Fue así como de algo que jamás fue amor, pasaron al acuerdo tácito de no volver a verse, luego de encontrar nuevamente la calle tras la salida del Savoy; hotel al que visitaron por primera y última vez en sus vidas.

f a b r i c i o j i m é ne z o s o r i o w w w. g ato g o r d o - e d i c i o n e s .t u m b l r . c o m j a v i er gra m a j o w w w. j av i e rg r a m a j o.co m . a r




Si alguna vez te ha sucedido que caminando por una acera de repente tropezaste con una baldosa rota o un suelo irregular o quizás las raíces de un árbol, probablemente haya sido tan sólo un susto y nada más… Quizás para las personas con buen equilibrio y buena visión esto no es un problema. Sin embargo para aquellas personas que tienen dificultad para caminar o aquellas que utlizan dispositivos de movilidad estos “pequeños” cambios de nivel se convierten en grandes obstáculos. MIRA DONDE PISAS es una intervención temporal en el espacio público marcando los obstáculos existentes en aceras con el fin de alertar a los peatones sobre riesgos de tropezar. A modo de “Táctica para Prestar Atención”, pintando con color contrastante todo elemento saliente, cambio de nivel, superficie irregular, etc. que pudiera causar tropiezos y caídas al peatón, haciendo visible lo invisible y practicando la habilidad para ver lo que otros pasan por alto.

INTERVENCIÓN : ARQ . VERÓNICA MANSILLA W W W .t r e c e d i e c i n u e v e . w i x . c o m / 1319 x # ! w at c h -y o u r - s t e p / c1w b 4



JULIO DE 2015



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