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Chile, hito mundial

La primera Constitución escrita en paridad

Javiera Arce-Riffo

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Cientista Política, Universidad de Valparaíso- Red de Politólogas

El día 4 de marzo de 2020 se aprobaba con amplia mayoría en la Cámara de Diputados y el Senado la Reforma Constitucional que permitirá escoger,

por primera vez en el mundo, un órgano

constituyente con paridad de género. Sin embargo, nada haría presagiar que habría una explosión de iniciativas individuales y colectivas por transformarse en candidatos y candidatas en las próximas elecciones que se celebrarán – si es que la pandemia no dice otra cosa-, el día 11 de abril de 2021.

Ante esta explosión, es posible observar cómo prácticamente todas las candidaturas de mujeres se declaran feministas, pero muy pocas en concreto anclan en su programa lo que consistiría introducir el feminismo en la Nueva Constitución chilena. De hecho, varias de ellas plantean hasta el concepto de “Constitución Feminista”, pero muy pocas nos entregan luces de lo que ello implicaría. El feminismo, como todo el mundo sabe, o debería saber, es una idea política cuya finalidad es lograr la igualdad entre hombres y mujeres en una sociedad. No es lo mismo que el machismo, y detrás de esta lucha por la igualdad, se identifican también aspectos ideológicos que impiden alcanzarla. Más allá del mero hecho de diseñar normas para tender a reducir por ejemplo brechas salariales, normativas de paridad o cuotas de género, sin siquiera cuestionar por ejemplo por qué se producen estas desigualdades. Hago referencia a este punto, porque el origen del estallido social, si fueron las desigualdades y la falta de dignidad que el “milagro chileno” había entregado a la población, que junto a la sensación de injusticia provocaron la movilización de cientos de miles de personas en movilizaciones sociales intensas entre los meses de octubre y diciembre de 2019. Es por esta razón, que la discusión feminista no puede abstraerse de la crítica al modelo económico, a la distribución

de la riqueza y el poder, que requiere ser profundamente afectado en la nueva carta refundacional.

Por esta razón, declararse feminista

en lo formal, implica entonces más allá que luchar por la igualdad salarial; sino por visibilizar todo lo que el

modelo económico esconde: el trabajo no remunerado del cuidado y todo ese aporte gratuito que realizan las mujeres a la economía, que no tiene un valor económico pero que requiere ser reconocido para acortar la brecha. Pero no sólo eso. Pensar una sociedad en clave de cuidado, también implica proteger el medio ambiente de la depredación ambiental de la cual además son víctimas sectores importantes de la población en zonas de sacrificio.

Esto implica romper con el neoliberalismo no sólo económico, sino social y político que sostiene el modelo chileno. Pensar en cuidar la democracia también implica un equilibrio de poderes, considerar a la población en la toma de decisiones y no subestimar su capacidad de opinar y participar también de los grandes acuerdos.

La lucha feminista entonces engloba, cuestiones que van más allá del aborto y la violencia, que son temas trascendentales y fundamentales, pero también implica afectar las instituciones políticas, económicas y sociales para poder redistribuir la riqueza y el poder y transformar a Chile en una sociedad más justa, tal y como las manifestaciones sociales lo plantearon.

“La discusión feminista no puede abstraerse de la crítica al modelo económico, a la distribución de la riqueza y el poder”