Metrópolis N° 157Junio 2022

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Especial

¿Quién perdió la llave? Por Idoia Leal Belausteguigoitia

U

na llave rota, antigua. Tirada en el suelo. Debía tener ahí varios días estaba un poco sucia, como si la hubiera mojado la lluvia de los días anteriores y quizás alguien sin mirarla ahí sola, en su soledad, la había pisado. Sin embargo, aún conservaba su brillo, era dorada y tenía una forma que me hizo pensar que era antigua, con tres corazones en su empuñadura como si fueran pétalos de flores. Estaba rota, le faltaba la muesca y el mástil, es decir la parte para abrir. Imaginé que ella algún día, abrió un cajón de una hermosa escribanía de madera donde su dueña guardaba o escribía cartas de amor. O quizás abriría la cerradura de un robusto ropero, oscuro de caoba o alguna otra madera preciosa, donde había vestidos de fiesta, abrigos, trajes elegantes, algunos desgastados, un ropero que al abrirlo oliera a pasado, una mezcla de mentol con naftalina. Una llave para abrir un clóset con una cerradura antigua donde se guardan distintos objetos con mucho cariño: una caja de chocolates, un joyero con aretes o collares de perlas y quizás una medalla o un rubí suelto; una caja de zapatos llena de fotos, tarjetas postales y cartas, la mayoría escritas con una letra en tinta ocre, de trazo elegante y aire antiguo, aunque solo hayan pertenecido a los abuelos, conserva ese aire majestuoso del que ha sobrevivido el paso del tiempo. Me pareció raro, que la llave sin tener alas o pies llegara tan lejos, ahí al suelo, en el lodo, huérfana.

Iba yo en mi bicicleta, no sé cómo es que en vez de mirar la calle, por un instante bajé la mirada y la vi, ahí embelleciendo con su dorada y fragmentada figura, la tierra con pedruscos a su alrededor. Fue una visión brillante, apareció y se esfumó bajo la veloz llanta de mi bicicleta. Debí haberme detenido a recogerla. Eso lo que pienso ahora que han pasado varios días y me pregunto quién estará buscándola. Quizás no la recogí porque tengo la secreta esperanza que sea rescatada por su legítimo dueño o dueña y que al encontrarla, la recoja con cuidado entre sus manos y la sostenga con cuidado sin abrir el puño hasta llegar a la puerta del cerrajero. Escrito en el Tren de Amsterdam a Eindhoven 18-03-2022 Idoia Leal participó en la creación del museo de la moneda. Descubrió en el 2003 el antiguo tajo de la Perla junto con Adrián Ramos Lira y participó en su rescate y restauración. Es autora de los libros “Arte Mural en la Laguna. La historia a través del color” y Canal de la Perla (2005). El libro infantil Gilda y el Muro Mágico (2017) con ilustraciones de Alonso de Alba. Lagunera de corazón, reside actualmente en Países Bajos. Comentarios: idoialeal@gmail.com

Junio 2022 | Metrópolis | 25


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