Mestiza #16

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PA’

LA SANDUNGA , JALA LA ALDABA

E DICIÓN S EMANAL 016

06.08.13

Menú del día:  Complicaciones de  Agüita discreta  Retrato de una tener una libreta mirada (Comenta Punta) (Neville Longbottom) (El Gordo Farrugia)

 La meta

 Faroni

(El Arlequín)

(Claraboya)

C OMPLICACIONES DE TENER UNA LIBRETA

Puesto que el flujo de ideas en mi cabeza es inagotable y mi memoria tiene voluntad propia –a grado tal que no soy nunca dueño de mis recuerdos-, he pensado desde hace uno días en comprar una de esas libretitas de bolsillo, echármela a la bolsa y traerla conmigo todo el día. Es bien sabido que tal procedimiento es habitual en escritores principiantes. La idea de una libretita así, es estimulante. Construye la sensación, la ilusión, de que uno no dejará ir una ocurrencia nunca más. Como si estuviera a punto de presenciar la materialización del diabólico artefacto aquel que Borges llamara El libro de arena. Además, otorga la posibilidad real de detener el tiempo o, al menos, parte del tiempo. Hecho que es, en sí mismo, prodigioso. Sin embargo, en el momento en que uno comienza a considerar las implicaciones prácticas del procedimiento, la gravedad de las dificultades que se revelan hace comprender a uno, de inmediato y sin dudas, la imposibilidad de la tarea. En primer lugar está el bolsillo (aspecto aparentemente trivial pero sin el cual el nombre mismo de “libreta de bolsillo” perdería toda su legitimidad socavando la


posibilidad misma de este relato). No es frecuente encontrar por el mundo bolsillos solitarios. En general, vienen acompañados de ciertos accesorios que sirven unas veces de adorno, otras, de complemento o transporte. Así se configuran diferentes objetos a los que damos nombres compuestos como: saco, pantalón o camisa. En los raros casos en que se les encuentra solos, los bolsillos no pueden prescindir o bien de una correa, o bien de otro bolsillo donde acurrucarse. De esta forma, el acto inocente de adquirir una libreta de bolsillo, implica la compra de otro objeto. Dado que un pantalón resultaría muy incómodo para guardarla, y una camisa, insuficiente; la elección obvia es un saco. Y aunque la opción de inclinarse por un morral es tentadora, comporta el inconveniente de tener que colgarse en el cuerpo cosas de más. Pero un saco no puede comprarse solo. Sin perder tiempo hay que revisar el guardarropa y comprobar que se tienen las prendas adecuadas para combinarlo. De no ser así, aparece la terrorífica tarea de cambiar por entero el guardarropa, lo que presenta, por lo menos, dos problemas. Primero se preguntará si uno está dispuesto a modificar su imagen al punto de modificar, por extensión, el conjunto de la personalidad (no diresonalidad ya no le importara un ápice la escritura). Si se cuenta con una respuesta afirmativa, será más sencillo, si no, habrá que recurrir al psicoanalista. El segundo problema (que puede o no incluir al primero) será revisar el estado bancario y verificar si se cuenta con el dinero suficiente para el cambio mencionado (y, en su caso, para el psicoanalista). De no ser así, se pueden adivinar diez años de trabajo sufrido antes de poder alcanzar la meta. Pero, pasado tanto tiempo, es posible que uno enloquezca al hacer el cálculo de las ideas perdidas. Además del bolsillo, es necesario señalar lo que significaría la posesión efectiva de la libreta. El problema es evidente. Si el flujo de las ideas resulta inagotable, será imposible detenerlo mientras se escribe. Cada vocal, cada consonante, implicará la pérdida simultanea de, al menos, otro carácter. Por más aprisa que se escriba, el problema fundamental queda intacto. Todo esto obligará, primero, a intentar domesticar la memoria, lo que es –lo sabemos- imposible En segundo lugar, obligará a comprar una libreta adicional para registrar lo que se pueda salvar de las ideas producidas mientras se escribía en la libreta anterior (con la dificultad adicional de pasar nuevamente por el problema del bolsillo, pues es innegable que dos libretas no pueden compartir un mismo espacio simultáneamente). En este punto, se pueden adivinar infinidad de libretas, sacos, bolsillos; esparcidos por el patio, en la alacena y debajo


de la cama, sin que el problema se resuelva. Con todo, después de tantas libretas, es posible que uno enloquezca al hacer el cálculo de las ideas perdidas. Ante la magnitud de estas complicaciones, no queda más que preguntar ¿y qué tal una grabadora de voz?

A GÜITA D ISCRETA

Me ando paseando por la calles, como lluvia discreta. Lluvia que roza, de esa callada. En la calle, callada. Vengo de arriba y caigo pa’ la tierra. El empedrado y yo. Intento. Camino, doy vueltas, me escurro. Quién sabe, parece ensuciar. Me mancho de tierra y nos volvemos lodo, y nos volvemos todo. Me mancho de caca, meados y todo, y todo eso de las marranas calles. ¡Qué te calles calle! Transcurro en silencio, apenas susurro. Baila el agua por el pavimento. Por la madre tierra urbana. Chapopote embarrado. Escurrir en esa palabra, en esa materia, chapopote mojado. Cha – po – po – te. Palabra larga, más bien borrascosa. Escurro y ensucio. Pero bueno, lo bueno es caminar. Camino de mierdas. Corredor citadino. Vereda urbana. ¿Desembocadura en caño y de caño en río y de río a mar y de mar a qué? ¿a arriba? ¿a ahí? A a a a caminar. Y mover y ensuciar y volver y todo y lodo, y todo y nada.


R ETRATO DE UNA M IRADA Me he guardado mis palabras para encuentros que no espero. Me queda el consuelo de discutir con un pedazo de papel.

¿S

abes acaso cómo se mira en silencio? …y tus ojos ríen y se acostumbran a su propia voz. ¿Sabes acaso cómo se mira el silencio? …y tus ojos adornan con colores que no existen nuestra piel. ¿Sabes acaso cómo se mira la flor, el árbol o el gato que atraviesa nuestros pies? …y tus ojos no los miran, y ellos no te pueden dejar de ver. ¿Sabes acaso cómo se mira el transcurso del tiempo? …y tus ojos se obstinan y se niegan a ceder. ¿Sabes acaso cómo te miras mientras te despides? …y tus ojos se quedan, aun cuando ya no los volviera a ver.


F ARONI

Sabedlo, navegantes: el canto de las sirenas es estúpido y monótono, su conversación aburrida e incesante; sus cuerpos están cubiertos de escamas, erizados de algas y sargazo. Salvador Elizondo. Aviso.

Estar sentado y comprender que el sonido de la calle es una evidencia del vacío como si aquello, que algunos testigos llaman alma, murmurara lo mismo dentro de ti. Inclinarse ante la tristeza como la luz que se rompe en los muros. No tener suspiros saber que no vendrán. Encender otro cigarro. Extrañar una pasión imprecisa. Tener los pies hinchados, y pensar en la vejez mientras el afán extingue futuros. Estar con el sentido del gusto dislocado y con el estómago hundido y grande. Sudar exhalaciones, pensar en algún amigo con los dedos del tiempo rascando en las bolsas vacías de la ropa.

A los que pasen por aquí, sepan dos verdades como dos manos estrechadas a) Había un lugar, es todo lo que sé, un traspatio quizás una infancia y una montaña de tierra que estaba por fuera y por dentro. Todo se parecía al viento al desnudo viento en las orejas y b) todo se continuaba sin tocarse. Una mano sobre una mesa era el encuentro de dos cosas distintas como el nombre de una persona.


El sonido no tenía dirección, llegaba sin quedarse el ladrido de un perro sucedía y cuando lo recordaba volvía a suceder. Las voces cantaban como si metieran el mar en tu cuerpo. El corazón fatigado, no te dejaba dormir y te entretenías pensando en algunas formas de extinguirte entre la luz. Nadie sabía, ni podía enterarse de lo que sucedía, el dolor se convertía, y no sabías lo que era. No podía pensar estaba condenado a saber, sólo podía saber se me fue extinguiendo la capacidad de pensar. Y entonces conocí a Zeus, y a su hermano nunca nombrado que se parece a la tierra quebrantada y a las ramas de los árboles secos y que se encarga de oscurecer para que el trueno sea más brillante. Y me quedé mudo mientras otras voces crecían una voz como el relámpago y otra como la oscuridad por eso no pude hablar. Me quedé mudo babeando tristeza, y hundía mis uñas en el pecho para sacarme a esos desgraciados cantos, y frotaba mis oídos para arrancármelos, y Zeus me miraba con curiosidad, y el canto parecía venir del infinito. Cuidado navegantes, Huelen a pescado.

lo de las Sirenas es verdad.


L A META

Uno suele pensar que al final del recorrido uno tiene todo lo que merece, amor, dinero, compañía poder, prestigio; si eso es cierto, eso significa que estoy en la lista negra del destino (por cierto el agua se metió por el agujero de mi calcetín). Pero aún con todas las patadas que el hijo de su omnipotente madre le ha dado a mi inferior trasero, sigo adelante, subiendo a toda costa, con el frío que penetra y hace que duela hasta recovecos que no sabía que mi cuerpo poseía (la planta de mi pie se congela). Llego a la mitad, me tiro a descansar, me hago a un lado para no estorbar a los agraciados y bendecidos hermanos de la fortuna, un ángel me tira una moneda (mi corazón late, no es por el cansancio). Ya a la mitad a uno le entra las dudas, pero al ver como suben, uno tras otro, pasan por delante de mi sin siquiera notar mi presencia, algunos me evaden, ¡qué considerados! (en verdad apesto). Ya en la cima veo como todo se vuelve plano, adiós reumas, adiós dolor de vértebras, en medio, sí, en medio es perfecto, echo una mirada, nadie viene, estoy solo (¿en verdad lo voy a hacer?). Y ahora subo, me trepo a la valla de contención, ¡dios mío!, hace mucho frío, ruido, luces, ruido, me voy soltando, mi pie está mojado, tengo frío (¡estoy loco!).


"Mestiza está de regreso y como todo en la vida se ha transformado, ahora nuestra niña es toda una mujer, más sexy y atractiva, pero también ya le gusta salir de noche. Ahora nuestra chica parrandera busca alcanzar nuevos horizontes, si gustas apoyar a que este bombón asesino llegue más lejos puedes hacerlo con una moneda. Por cada moneda depositada, el Nacional Monte de Piedad se compromete a duplicar el monto acumulado con el varo tranceado de las doñas que empeñan hasta la licuadora". Gente bonita y no tan bonita, una nueva etapa comienza y no nos queda más que agradecer a todos: aquellos que se despellejan cada semana por tener su número en físico, aquellos que nos siguen en Facebook, aquellos que nos recomiendan con sus amigos, y obviamente a aquellos valientes o dementes que se atreven a mandar sus escritos. Es un gusto ver cómo la comunidad Mestiza va creciendo cada vez más, de todo corazón muchísimas gracias, esperemos que este proyecto siga creciendo y que sigan apoyándolo por mucho tiempo más. Un abrazo mestizo para todos. Si les gusta la publicación y quieren tener sus 5 minutos de fama, no dejen de mandarnos sus escritos: lamestiza@outlook.com Búsquenos también en Facebook como "Mestiza". ¡Gracias!


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