Revista de viajes Magellan Nº41

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magellan De viajero a viajero

Año 5 - Nº41

ECUADOR

BRASIL

DONDE EL GUAYAS CONOCE EL MAR

JERICOACOARA, DESTINO MÁGICO

RUSIA

ESCANDINAVIA EL SUEÑO NÓRDICO

VIAJE EN EL TRANSIBERIANO

POLINESIA FRANCESA SIGUIENDO LOS PASOS DEL CAPITÁN COOK

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magellan De viajero a viajero

magellan De viajero a viajero

Año 5 - Nº41

EDITORIAL ECUADOR

Año 5 - Nº41 - Septiembre 2019 Editor Fabrizio Rodilossi fabrizio@magellanmag.com Directora Yolanda Peris yolanda@magellanmag.com Director de marketing Riccardo Lamberto lamberto@magellanmag.com Redes sociales Gonzalo Paraíso redes@magellanmag.com Publicidad publicidad@magellanmag.com Han colaborado en este número Jordi Canal-Soler Xavier Martí Gonzalo Ramirez Pedro Abel Adalia Juan Francisco Requejo Jiménez Jordi Busquets Suscripciones Suscríbete y te mantendremos informado sobre la salida de cada número y acerca de todas las novedades de Magellan. Contacto Tel. +34 680 624 660 info@magellanmag.com Web www.magellanmag.com

‘Magellan’ no se hace responsable de los artículos firmados por los autores. Foto de portada: Vistas de Bora Bora desde el aeropuerto (Jordi Canal-Soler)

BRASIL

DONDE EL GUAYAS CONOCE EL MAR

JERICOACOARA, DESTINO MÁGICO

RUSIA

ESCANDINAVIA EL SUEÑO NÓRDICO

VIAJE EN EL TRANSIBERIANO

POLINESIA FRANCESA SIGUIENDO LOS PASOS DEL CAPITÁN COOK

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Un buen momento para compartir

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n estos días en los que todavía están muy recientes los recuerdos más vívidos de este último verano, nos gustaría animaros a compartir vuestros relatos viajeros con nosotros. Todos los viajeros que han escrito sus aventuras en Magellan coinciden siempre al afirmar que escribir el viaje es volverlo a vivir, es sentir de nuevo todo aquello que vivieron en destinos cercanos o infinitamente lejanos, y es la mejor manera de no perder ni uno sólo de esos recuerdos que sin lugar a dudas el paso del tiempo acaba diluyendo en la memoria. En este número que ahora podréis disfrutar tenemos el gran privilegio de viajar a lugares completamente distintos entre sí; como la Polinesia Francesa, de la mano del gran escritor de viajes Jordi Canal-Soler, quien una vez más nos regala una verdadera lección de historia con un relato y unas imágenes que nos hacen volar con la imaginación a un destino de esos a los que uno sueña con viajar al menos una vez en la vida. Nuestro trayecto a lo largo y ancho del mundo continuará por Brasil, Ecuador y Escandinavia, para acabar viaje en una estación de tren, la del Transiberiano, una Torre de Babel rodante que es mucho más que una sucesión de paradas y estaciones.


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SUMARIO

ESCANDINAVIA RUSIA

BRASIL POLINESIA FRANCESA

ECUADOR

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06 Noticias Damos un repaso a las noticias y even-

los pasos del 12 Siguiendo capitán Cook

tos más destacados que han tenido lugar alrededor del mundo.

Un viaje al pasado por la Polinesia Francesa, el verdadero paraíso terrenal.

mejor foto de mi viaje 08 La Menorca, Noruega, Cerdeña y

el Guayas conoce el mar 28 Donde Cuando la oportunidad se convierte

Dinamarca son los lugares en el punto de mira de nuestros lectores este mes.

en un viaje inesperado por un bello y pequeño rincón de Ecuador.

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SUMARIO

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56

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destino mágico 38 Jericoacoara, Un paraíso de belleza genuina al nordes-

de Babel 56 Torre Un viaje en el Transiberiano hacia el

te de Brasil, que a pesar de su atractivo permanece incontaminado.

interior de Rusia, comunicando con el lenguaje universal de la amistad.

sueño nórdico 46 El Viaje por Suecia y Dinamarca, dos

en imágenes 66 Bali Espectaculares fotografías de uno de

destinos en los que siempre aguardan sorpresas en el camino.

los destinos más amados por viajeros de todo el mundo.

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NOTICIAS Ryanair deja Girona y Canarias La aerolínea irlandesa ha confirmado el cierre definitivo de su base de Girona y sus bases en los aeropuertos canarios de Las Palmas, Tenerife y Lanzarote, con efectos desde el mes de enero de 2020. Esta decisión de Ryanair supondrá una cifra de más de 500 despidos, lo que ha llevado a los tripulantes de cabina a la convocatoria de varias huelgas durante el mes de septiembre.

Multas por sentarse en la escalinata de Piazza di Spagna Los viajeros que hasta ahora se sentaban en las célebres escaleras que unen Piazza di Spagna con la iglesia de la Trinità dei Monti, van a tener que cambiar sus hábitos ya que desde el pasado verano esta acción podrá ser multada por los agentes municipales de Roma. Esta medida, con la que la ciudad eterna busca preservar el patrimonio cultural de se aplica también en otros monumentos como la Fontana di Trevi. La multa puede oscilar entre 150 euros por sentarse y hasta 400 euros por dañar el patrimonio público.

Machu Picchu Primera Maravilla Sostenible del Mundo En el marco del duodécimo aniversario del Santuario Histórico de Machu Picchu como una de las Siete Maravillas del Mundo, el Municipio de Machu Picchu Pueblo, de la mano de la ONG Inkaterra Asociación y el Grupo Aje, decidió declararlo la Primera Maravilla Sostenible del Mundo. La mencionada alianza estratégica ya había hecho de Machu Picchu la primera ciudad de Perú y América Latina en gestionar la mayor parte de sus residuos sólidos de manera responsable, para proteger y beneficiar su patrimonio cultural y natural.

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NOTICIAS El movimiento “Flygskam” La iniciativa nacida en Suecia y cuya traducción literal sería “vergüenza de volar en avión”, sigue creciendo en los países nórdicos, de la mano de activistas tan conocidos a nivel mundial como la joven Greta Thunberg. La célebre activista es una de las más fervientes defensoras de este movimiento, sobre el cual la industria turística empieza a preguntarse si acabará teniendo incidencia real sobre el número de vuelos que diariamente surcan los cielos de todo el mundo. La pregunta está sobre la mesa, seguramente habrá de dejar que pase algún tiempo para conocer el efecto real de esta acción global contra el cambio climático.

Tres nuevos parques temáticos para la Rivera Maya Con la apertura de los parques Xavage, Jungala Luxury Waterpark y Hurrican Harbor Oaxtepec de Six Flags, aumenta aún más la oferta turística de uno de los destinos más visitados por viajeros procedentes de todas las partes del mundo. Xavage con una capacidad de hasta 200.000 visitantes diarios y 6 actividades de aventura, 3 de ellas acuáticas es una opción perfecta para los amantes de la naturaleza. Jungala Luxury, como su nombre indica, es un parque temático de lujo con todo lo necesario para convertir la aventura en una experiencia totalmente exclusiva. El parque acuático de la marca Six Flags, Hurrican Harbor Oaxtepec, situado al centro del país cuenta con 14 increíbles atracciones acuáticas pensadas para el disfrute de toda la familia.

Un museo dentro de un sapo En Yasothon , Tailandia, existe uno de los museos más singulares del país y seguramente del mundo entero. Se trata del museo del Príncipe Sapo (Phaya Khan Khak), un espectacular edificio de 19 metros de altura con la forma de un sapo, que está dedicando al festival de cohetes Bun Bang Fai de la región, sus leyendas, y evidentemente a los sapos.

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LA MEJOR FOTO DE MI VIAJE

Envíanos tu mejor foto a: fotos@magellanmag.com

Fornells, Menorca

Antoni Pujol

Geirangerfjord, Noruega

Josep Pérez Ferrándiz

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LA MEJOR FOTO DE MI VIAJE

Envíanos tu mejor foto a: fotos@magellanmag.com

Cerdeña

Alessandro Maffii

Lønstrup, Dinamarca

Pia Davidsen

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Siguiendo los pasos del capitán Cook Un viaje al pasado por la Polinesia Francesa, el verdadero paraíso terrenal TEXTO Y FOTOS JORDI CANAL-SOLER FECHA DEL VIAJE 28/05/2019 A 08/06/2019

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Punta Venus y su playa de arena negra

T Vistas de Vaitape subiendo al monte Ohue

eiva Véronique-Gaitata dirigía la canoa con su gran remo y yo cruzaba una y otra vez entre babor y estribor, entre la canoa y las aguas cristalinas de la laguna, para sentarme encima de uno de los dos balancines que daban sostén a la pequeña embarcación. Una brisa ligera hinchaba la vela y la canoa parecía volar por encima del agua. Así llegamos a la Punta Venus, el extremo de una estrecha península que parecía proyectarse desde la base de las verdes montañas, como una especie de plataforma que se internara en el mar. Estábamos recreando un momento histórico, la llegada a Tahití del capitán James Cook hacía exactamente 250 años. La canoa era de fibra de vidrio pero su diseño era de origen polinesio y se parecía mucho a los centenares de canoas que llenaron la bahía de Matavai cuando, el 13 de abril de 1769

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Bahía de Matavai en Tahití

el Endeavour capitaneado por Cook llegó a la isla. Los británicos venían con una misión: observar el Tránsito de Venus que podría verse el 3 de junio. En todo el mundo varias expediciones realizarían la misma observación del planeta Venus cruzando por delante de la esfera del sol, y a través de los cálculos que se realizarían después se podría conocer la distancia exacta entre nuestro planeta y el sol, algo imprescindible para mejorar los conocimientos astronómicos y de navegación. La expedición de Cook, enviada por la Royal Society de Londres, era la única que podría realizar una observación en el Hemisferio Sur y por lo tanto era de crucial importancia que tuviera éxito. Además de la tripulación, de Cook

y de Charles Green, el astrónomo oficial, en el Endeavour también viajaba Joseph Banks, un hombre adinerado aficionado a la botánica que había comprado su pasaje a bordo junto al de un séquito formado por un botánico, un ayudante, dos dibujantes, dos pajes e incluso un par de perros. Tahití, descubierta dos años antes por Samuel Wallis, había sido escogida como base de observación por la buena recepción de sus nativos. Y la acogida de Cook y sus hombres a su llegada a Tahití no pudo ser mejor. Les recibieron centenares de nativos ofreciéndoles cocos, frutos del árbol del pan y cerdos. Las mujeres, especialmente, también fueron muy acogedoras, y para el capitán Cook fue imposible retener a la tripulación

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ante los ofrecimientos de las nativas. Un año antes, el explorador francés Louis-Antoine de Bougainville también había llegado a la isla y la había bautizado como Nueva Cítera en referencia a la isla griega donde nació Afrodita, la diosa del amor, justamente por lo cariñosas que eran las nativas con los marineros europeos a cambio de clavos de hierro, un material que no existía en la isla. Con Teiva, desembarcamos en la negra arena de la Punta Venus, amarramos la embarcación a tierra y nos fuimos a explorar el lugar. Cook lo encontró magnífico para la observación astronómica, y mandó construir un fuerte con una empalizada para proteger los costosos aparatos científicos que llevaba la expedición. Actualmente no queda nada de ese fuerte, pero un pequeño monumento pintado de blanco (una esfera sobre una columna y una estrella) recuerdan el paso del capitán Cook y su tripulación por aquí. El lugar es un área de recreo para la gente de Pape’ete, la cercana capital de la Polinesia Francesa, y la larga playa que bordea la bahía es una de las más visitadas por las familias durante el fin de semana. Teiva me mostró el faro de 32 metros de altura, el único de Tahití, y que fue construido por el padre de Robert Louis Stevenson en 1867. Se distingue por encima de las copas de las palmeras y dice la leyenda que en la Segunda Guerra Mundial los tahitianos lo pintaron con palmeras para camuflarlo para un posible ataque japonés. Lo hicieron tan bien que el farero, cuando regresaba borracho después de visitar la taberna más cercana, a veces no lo encontraba.

DNI DEL VIAJERO Nombre: Jordi Apellido: Canal-Soler De: Barcelona (España) Edad: 41 años Soy escritor y fotógrafo especializado en viajes. Viajo por el mundo y lo cuento en artículos en revistas y periódicos, programas de radio y televisión, charlas y conferencias y media docena de libros, entre los que se cuentan VIAJE AL BLANCO (Editorial UOC, 2014) y TERRES DEL NORD (Nova Casa Editorial, 2015). También me encontraréis en: Página Web: www.jordicanal.com Blog: www.apuntsdeviatge.com Facebook: facebook.com/apuntsdeviatge Twitter: @jordicanalsoler Instagram: @jordicanalsoler Youtube: jcanalsoler Google Plus: +JordiCanalSoler

Me imaginé a los británicos aquí, sudando bajo sus gruesas chaquetas mientras se maravillaban de la prodigalidad de este jardín del Edén, mientras intercambiaban herramientas de metal a cambio de productos del campo o mientras cortejaban a las nativas. No me extrañó que empezara así la imagen que todavía tenemos hoy en día de las islas de los Mares del Sur como las de un paraíso terrenal.

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Desde la Punta Venus podía distinguir la silueta montañosa de la isla de Moorea. A solo 17 kilómetros de Tahití esta isla parece otro mundo: es tan tranquila y relajada que mucha gente que trabaja en Pape’ete vive en realidad en la isla para escapar de la aglomeración urbana y cada día va y viene en uno de los dos ferris que hacen el trayecto. A la mañana siguiente tomé uno de estos rápidos ferris y me planté en Moorea, donde sentí de inmediato el contraste con el estrés de la ciudad. Aquí Bahía de Opunohu en Moorea

apenas había coches y me costó encontrar un taxi que me llevara al norte, donde tenía mi hotel. Ahí me esperaba Mario, un italiano fornido, seguidor de la Juventus, que llegó a las islas en 2010 y fundó una empresa para transportar turistas a los sitios más espectaculares de la isla. A bordo de uno de los Land Rovers de Safari Mario subimos por una angosta y empinada carretera hasta los 207 metros del mirador de la Montagne Magique. El sitio no puede ser más espectacular: una especie de balcón situado al lado de la bahía de Opunohu, por encima del pueblo de Papetoai y su laguna de aguas turquesas. El safari nos llevó después por los campos de piñas del interior de la isla (y que producen el famoso zumo que sirven todos los hoteles de las Islas de la Sociedad) hasta llegar a otro mirador espectacular, llamado, muy apropiadamente, Belvèdere. Desde aquí

Vistas del Belvèdere de Moorea

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Campos de piña en Moorea

Primitivo Garate ante las montañas de Moorea

pudimos distinguir perfectamente las dos bahías que había mencionado Mario, y que entran como estrechos brazos de mar separadas por la impresionante cima encrestada del monte Rotui. Dice una leyenda que su forma actual de debe a tres guerreros que rodearon la montaña con una cuerda y la arrastraron unos metros por el mar antes de ser convertidos en piedra por el dios Tane. Sea como sea, las altas montañas de Moorea son uno de los símbolos más famosos de la isla, y su belleza, especialmente a la puesta de sol, es la razón por la que muchos consideran esta isla como una de las mejores de la Polinesia Francesa. Eso mismo opina Primitivo Garate, un roncalés de 74 años que visitó Tahití por primera vez en 1977 de viaje de novios con su primera mujer. Años después se divorció y tras estar viviendo en Estados Unidos unos años decidió regresar a las islas

que tanto le habían gustado. Aquí se casó con una nativa y ha vivido desde 1991 en el paraíso. Me lo presentó un amigo común Patxi Uriz, que siempre decía que Primitivo, Primi para los amigos, era un privilegiado por vivir ahí. −Bueno, tanto no, quizás −me contó Primi mientras me llevaba en su coche para conocer algunos de los rincones de Moorea−. Pero aquí la vida sí que es más fácil. Hay inconvenientes, claro. El calor es uno de ellos. Y

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Altar de uno de los maraes de Maeva en Huahine

todavía no he podido hacer crecer zanahorias en mi huerta, pero poco a poco le voy hallando el truco a eso de la horticultura y ya me han salido los primeros tomates. Primi es un hombre conversador, con una de esas caras que transmite siempre buen humor y paz. Se le veía feliz, y eso a pesar de que el trabajo no era tan abundante como antes. Era traductor e intérprete, y formaba a personal de hoteles para poder atender a los turistas. −Ahora siguen viniendo turistas, pero ya no se construyen tantos hoteles nuevos −me dijo−. La crisis reciente pasó factura, y mejor que sea así, porque si no, esto ya no va a ser el paraíso… A la mañana siguiente tenía la oportunidad de poder comprobar la aseveración de Pri-

mi en Huahine, una isla situada a unos 140 kilómetros al noroeste de Moorea. El avión de Air Tahiti que me llevó allá me dejó ver perfectamente la isla antes de aterrizar en la pequeña pista que hay en su costa norte, junto a la laguna de Fauna Nui que baña los pies de Maeva, la antigua capital de la isla y que ahora es solo un pueblecito de cuatro casas, una iglesia y un polideportivo donde los fines de semana la población local se distrae con campeonatos de vóley y juegos de petanca. Solo hay tres hoteles de lujo en la isla, y comparados con los que abundan en Tahití o en Bora Bora, estos son más bien parcos en lujos. Y quizá por ello la isla tiene un carácter mucho más relajado, agrícola y hasta cierto punto ancestral. Y a sus habitantes se les veía más felices. Me interesaba sobre todo

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la historia antigua de la isla, rica en registro arqueológico. La reina de Huahine fue la última en aceptar el colonialismo francés, y por ello la isla preservó sus tradiciones y antiguos monumentos hasta finales del siglo XIX. Visité el marae de Manunu, uno de los templos mejor preservados de la Polinesia Francesa, y junto a él vi la tumba del último de los sacerdotes, fallecido en 1915. Aquí, en Huahine, no solo la antigua religión había subsistido hasta entrado el siglo XX, sino que la lengua polinesia todavía era ampliamente hablada. Me di cuenta de ello cuando unas chicas jóvenes en bicicleta se detuvieron junto a mí mientras regresaba de visitar el marae. Conmigo hablaban francés, pero entre ellas dialogaron en la lengua

local. Viendo el interés que tenía por la historia, me invitaron a conocer los templos de Matairea, la colina que se levanta tras Maeva. Me impresionó la enorme cantidad de ruinas dispersas por el bosque. Hay más de cien templos en toda la isla, y los árboles habían ido creciendo encima de los muros de piedra y sus raíces parecían querer sujetar hasta la última piedra. Avanzamos por un estrecho sendero y llegamos hasta una cuidada plataforma de piedras que parecía una terraza a media altura de la colina. Desde aquí distinguí la laguna y el estrecho brazo de agua que la conecta con el mar y en el que los polinesios ancestrales construyeron una trampa para peces, una especie de laberinto de muros de piedra que actúa como un recoVista aérea de los maraes de Maeva en Huahine

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Marae de Pae Pae Ofate Nui

lector de peces cuando baja la marea y en el que los vecinos siguen pescando. Nos encontrábamos en el marae de Pae Pae Ofati Nui, uno de los mejor conservados. Unos pocos centenares de metros más arriba llegamos al gran marae de Matairea, en el que el capitán Cook vio el baile de centenares de arioi en una ocasión. Solo distinguí una plataforma de piedras que parecían removidas, y el antiguo lugar sagrado había perdido ya toda su función religiosa: la selva se había apoderado de él. Pero la misma selva que había reclamado su terreno ofrecía también aquí sus frutos para quien quisiera recogerlos: cocoteros, nonis, mangos… Una de las chicas cogió una rama caída y se acercó a un papayo que tenía frutos maduros en lo alto del tronco. Con unas sacudidas del palo cayeron varios

frutos e, improvisadamente, con ellos celebramos un picnic en la selva. Los templos de Maeva y Matairea de Huahine, a pesar de estar bien conservados, no fueron los más importantes de la Polinesia Francesa. Para conocer al padre de todos los templos debía viajar a Raiatea, la isla sagrada. Cogí otra vez el avión y al llegar a la isla subí a un pequeño bote para descubrir la laguna que la rodea. Sus colores de azul turquesa destacan sobre el verde oscuro de las montañas salvajes que se levantan en el interior de la isla, alrededor del altiplano de Temehani. El piloto de la barca, Hoani Brotherson, me comentó que el nombre de la montaña principal significa la Puerta del Cielo y, supuestamente, era desde ahí donde las almas de los difuntos subían al cielo.

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−Eso sí −añadió Hoani−, subían solo después de haber entrado al Te Po, un agujero en medio de la montaña que dicen que conducía a la oscuridad polinesia. Hoani es tahitiano con ascendencia danesa, pero con sus brazos llenos de tatuajes tiene mucho más de polinesio que de europeo. Me contó varias leyendas locales, que había aprendido de su abuelo. Una de ellas hablaba de la diosa Hina Rau Rea, que vivía cerca del valle Va’aroa hacia el que nos dirigíamos, y a quien gustaba surfear sobre la islita que se levanta a la desembocadura del río Apo’o Mao. Llegamos hasta la entrada del río y empezamos a remontarlo lentamente con la barca. Es el único navegable de la Polinesia Francesa y se puede llegar hasta unos 1.200 metros al interior. En su entrada debe de tener un

ancho de unos treinta metros, pero pronto las dos orillas opuestas van acercándose y los árboles que crecen en ellas acaban juntándose en una bóveda de ramas y hojas que nos cubrió. Llegamos hasta el final del río, en el que un tronco caído imposibilitaba el paso, y regresamos dejándonos llevar por el agua. Después, Hoani aceleró y regresamos al centro de la laguna donde una manada de delfines nos estuvo siguiendo durante un buen rato, aprovechando la ola expansiva de la proa y saltando cerca de la barca. Parecía un buen presagio para la siguiente visita, el templo más importante de toda la Polinesia. Amarramos la barca en el pequeño muelle que se levanta junto al lado de uno de los cuatro maraes que forman parte del conjunto de Taputapuatea. En 2017 el lugar fue inscrito en el Patrimonio de la Humanidad por Marae de Taputapuatea en Raiatea

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la UNESCO por su importancia cultural y arqueológica, un reconocimiento que tardó en llegar puesto que se sabe desde hace años que este fue el centro más importante de la cultura de la polinesia. El centro mismo del triángulo de la polinesia se encuentra aquí, en Raiatea, y fue desde la playa de Taura’a Tapu del recinto que partieron las canoas que llevaron la cultura polinesia a lugares tan distantes como Hawai’i, Rapa Nui y Nueva Zelanda. Estaba emocionado cuando llegué frente al templo: una gran plataforma de piedras frente a una zona más elevada en un extremo, decorada con algunas planchas de madera

esculpida que representaban antiguos dioses. Tenía ante mí no solo una construcción de piedras, sino una muestra de una religión ahora extinguida que había promovido la mayor expansión de un solo pueblo por el océano convirtiendo a los polinesios en los más grandes navegantes de toda la historia. ¿Qué quedaba de toda esa riqueza cultural? ¿Habían los misioneros cristianos terminado con toda esa forma de vida? ¿Había el turismo hecho renacer parte de la cultura polinesia? La visita a una última isla me daría algunas respuestas. Su nombre es capaz de evocar el paraíso. Bora Bora es, seguramente, la isla tropical

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Vistas desde la cima del monte Ohue, en Bora Bora

por antonomasia, ese paisaje de postal que todo el mundo tiene presente cuando piensa en polinesia: una laguna de un azul imposible de describir rodeada de unas cuantas barreras coralinas formando islitas forradas de palmeras y un conjunto de montañas verdes y escarpadas que se levantan en su centro. O eso al menos es lo que se imaginan los americanos, y razones no les faltan. Durante la Segunda Guerra Mundial llegaron aquí más de siete mil soldados americanos que convirtieron la isla en una fortaleza contra un posible ataque japonés. Instalaron varios cañones, construyeron la pista de aterrizaje y la carretera que circunvala la isla y esperaron

a los nipones. Pero estos no llegaron nunca y los americanos se dedicaron a gozar del paraíso con su buen clima, una nula actividad y una gran cantidad de bellas muchachas a quien hacer la corte. El capitán Cook no pudo desembarcar en la isla por falta de una buena entrada a través del arrecife que rodea Bora Bora, pero sí pudo apreciar la belleza de las cimas escarpadas del centro de la isla. Hoy en día, casi nadie llega a Bora Bora en barco. La inmensa mayoría de los turistas que la visitan lo hace en avión, aterriza en el aeropuerto construido sobre el arrecife y un transbordador los lleva a su hotel de lujo con bungalows construidos en pilones sobre el agua. La mayoría de estos turistas se quedarán aquí sin apenas hacer nada más que bañarse en el agua cristalina y tostarse al sol en las tumbonas de sus balcones sobre la laguna. Yo preferí adentrarme en la selva de Bora Bora, y lo hice en compañía de Azdine Oualid, un francés de origen marroquí que llegó aquí hace 15 años y que ha localizado varios templos antiguos entre la espesa vegetación del llamado Valle de los Reyes. −Aquí hay más fruta sin recoger que en todos los supermercados y hoteles de Bora Bora −me dijo con su voz enérgica. Delgado, fibrado y con una energía que parece infinita, a Azdine le llaman “crevette“, la gamba, por su color y su esbeltez. Azdine se pasa la vida en la selva, y critica a los propios polinesios de no aprovechar los recursos que les da la selva (el año pasado recogió él solo 135 kilos de café, 45 de almendras y 35 de pistachos, sin hablar de las bana-

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nas, cocos y papayas que cada día come en el bosque). Le da la culpa a los misioneros, que al llegar a las islas circularon la creencia de que en la selva habitaban los tupapau, espíritus o fantasmas peligrosos e hicieron concentrar la vida de los nativos cerca de la costa. Los pueblos y templos de la selva fueron abandonados y ahora es Azdine quien está intentando recuperarlos. Me llevó hasta el marae. Aquí lleva cada semana a una escuela distinta para que los alumnos le ayuden a desbrozar el terreno y aprendan a la vez su propia historia. Un pequeño tiki, una representación antropomorfa de piedra, decora una esquina del cuadrilátero de losas de piedra. A cincuenta metros, Azdine ha montado un pequeño cubierto en el que

cría cerdos y los alimenta con cocos, como hacían los antiguos polinesios. Atravesamos la piara que gruñía de placer mientras devoraba la carne blanca y jugosa de una pila de cocos. Incluso un par de perros se habían añadido al festín. Poco después llegamos a uno de los lugares más fascinantes de la isla. En medio del bosque se levantaba el enorme tronco de un baniano, con su base llena de raíces aéreas y recovecos y sus múltiples ramas que se elevaban al cielo cubriendo el área de una sombra verdeante que aseguraba la protección del sol. Las piedras y rocas que se veían alrededor estaban llenas de musgo de un verde brillante e intenso. Parecía el lugar de descanso de los varua, los espíritus del bosque. Pero era algo más que esto:

Montañas de Bora Bora

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Azdine Oualid ante el baniano sagrado de Fa’anui

−La gente del pueblo era enterrada bajo tierra −comentó Azdine−, pero los ari’i, los reyes de antaño, eran enterrados en los árboles. Y este baniano que ves aquí era uno de los favoritos en el valle de Fa’anui. Me dijo que aquí hace un tiempo vinieron especialistas de la Universidad de Hawai’i y con ultrasonidos detectaron hasta siete cuerpos en el interior del árbol. El tronco había ido creciendo alrededor de los cadáveres que habían sido introducidos entre los pliegues de la corteza hasta convertirse en una tumba hermética. El árbol se encontraba a los pies del monte Ohue, uno de los tres grandes picos que coronan el centro de la isla. Desde el bosque veía la montaña como una especie de torre que se levantaba por encima de los 600 metros.

La montaña me tentaba, así que a la mañana siguiente me decidí a subirla. Empecé visitando un par de los cañones que los americanos instalaron durante la Segunda Guerra Mundial. Estaban un poco oxidados, pero seguían igual de amenazantes, con sus bocas mirando la entrada de la laguna. Desde aquí el camino se convirtió en una senda que subía por la cresta de la montaña, atravesaba una porción de una espesa selva y remontaba la base rocosa del pico. Unas cuantas cuerdas fijas evitaron que resbalara en alguno de los pasos más complicados y, cuando llegué a la cima, quedé estupefacto ante la extraordinaria visión que se me ofrecía bajo los pies: la perfecta laguna con sus matices azules se extendía hasta los motus o isletas del círculo coralino que la rodeaba. A lo lejos se adivinaban las siluetas

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de otras islas del archipiélago como Maupiti. Taha’a o Tupai. Y a mi espalda, las otras dos cimas del centro, Pahia y w, levantándose orgullosas por encima de los valles. Pocas vistas del Pacífico pueden compararse a esta… Esa noche decidí reponer fuerzas con la comida casera de una de las roulottes que cada tarde se instalan frente a la iglesia protestante de Vaitape. En Chez Nico probé el poisson cru au lait de coco, el plato nacional, y mientras lo terminaba empecé a escuchar el ruido de tambores. Se escuchaban fuertes, muy cercanos. Me imaginé estar presente en uno de los espectáculos de danza con los que los jefes polinesios honraron a Cook y a su tripulación. Seguí hechizado a la música y me encontré en medio de un ensayo para la gran fiesta de Heiva que se celebraría en pocas semanas. Varias decenas de hombres y mujeres bailaban al ritmo de los tambores, bajo la luz de unas farolas, en el centro del

descampado que hay junto al puerto. Vi los cuerpos atléticos de los hombres tensarse con cada golpe de tambor; la piel de las jóvenes chicas brillaba de sudor con cada pequeña ondulación de sus brazos y piernas. Me senté al césped con las familias locales que habían venido a ver el ensayo y me dejé llevar, como ellos, por el entusiasmo de la música y la coreografía. Me hacía feliz haber comprobado que la música y la danza tradicionales, la lengua o incluso algunas creencias antiguas seguían existiendo en esas islas como en los tiempos de Cook y que, a pesar de haber sido colonizadas e invadidas por misioneros y turistas, de ellas aún emanaba la esencia polinesia, como el aroma del aceite de monoï que untaba la piel de las bailarinas o el eco de los tambores que retumbaban en la montaña. v Más información en: www.tahititourisme.com www.airtahitinui.com

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Puerto de Vaitape con los montes Ohue y Pahia de fondo


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Donde el Guayas conoce el mar Cuando la oportunidad se convierte en un viaje inesperado por un bello y pequeño rincón de Ecuador TEXTO Y FOTOS XAVIER MARTÍ FECHA DEL VIAJE JUNIO 2018

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Barca-tronco haciendose a la mar

S Carga de fardos para isla Puná

i las cuentas no me fallan, es ya mi sexto viaje a Ecuador. El hecho de que mi esposa sea ecuatoriana me ha permitido descubrir uno de los países más espectaculares del mundo tanto por lo que refiere a naturaleza salvaje, como por la calidez y variedad de sus pueblos. Es increíble la cantidad de ecosistemas distintos que alberga este pequeño país de tan solo 280.000 km2, desde el tesoro de las islas Galápagos al oeste, hasta los rincones vírgenes de la selva amazónica al este, sin olvidar los espectaculares paisajes y pueblos de los Andes. Pero este sexto viaje es diferente a todos los anteriores, pues lo que a priori tenía que ser simplemente un viaje de trabajo en el Puerto de Posorja, ubicado en la desembocadura del rio Guayas, se convierte, a causa de la desesperante lentitud de la burocracia aduanera, en una oportunidad de descubrir este rincón

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Una cuadrilla de pescadores observa como otra cuadrilla recoge la red

del país con más calma, profundidad y desasosego del que nunca habría pensado. Mi base en este viaje se ubica en el pueblo de Playas, nombre con el que todo el mundo conoce este asentamiento a pesar de que oficialmente se llama General Villamil. Al poco de dejar mis bártulos en el hotel entiendo el porqué del éxito de su nombre popular: la ruidosa pero desierta playa que se extiende hasta donde mi vista alcanza. El encargado del hotel me cuenta que a pesar de que ahora observe la arena desnuda, esta se llena con un sinfín de turistas de Guayaquil al llegar vacaciones y fines de semana. Por suerte para mí, es un martes, cosa que me permite perderme en enormes paseos solitarios acompañados del rugir del poderoso Océano Pacifico.

Me fascina esta playa. Es solitaria, auténtica, poco urbanizada y rebosante de vida. Me cruzo sin cesar con garcetas y ostreros que surcan la arena y las aguas superficiales en busca de alimento, fragatas y pelicanos que están al acecho de los restos de peces que los pescadores descartan, y gallináceos (un tipo de pequeño buitre) que hacen desaparecer los restos de varias tortugas que encontraron la muerte en el fondo de negras redes de pesca. Durante los paseos veo como baja la marea, dejando al descubierto cangrejos azules y equinodermos planos y convirtiendo la llanura mareal en un gigantesco espejo que refleja luces y sombras hasta el infinito. Pero lo que más me sorprende son las cuadrillas de pescadores que vuelven del océano

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DNI DEL VIAJERO Nombre: Xavier Apellido: Martí De: Montgai (España) Edad: 40 años Mi padre ha sido un gran viajero por motivos profesionales y creo que crecer con sus viajes sembró la semilla en mí. Luego la geología, mi profesión y devoción, trasladó esta fascinación a un nuevo nivel. Actualmente centro buena parte de mis viajes en descubrir Ecuador, país natal de mi esposa del que me deslumbra su biodiversidad y cultura.

en unas barcas precarias hechas con largos troncos, y que son recogidos junto con el pescado que sus redes han logrado retener, por una infinidad de camionetas de colores que rompen con su ronroneo la paz de la playa. Me quedo hipnotizado un y otra vez, un día tras otro, viendo entrar las barcas-tronco al agua en medio de los envites del océano, el baile de las camionetas de pescadores envueltas en una nube de fragatas que saben dónde obtener alimento y las cuadrillas de hombres luchando por recoger sus redes en la playa mientras esperan que el Pacifico haya sido propicio ese día. Al salir de Playas para ir hacía Posorja, que se encuentra a unos 25 minutos en coche, la carretera ofrece en su flanco izquierdo un paisaje moteado por camaroneras, esos cam-

Puerto pesquero de Posorja

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Camionetas recogiendo barcas-tronco bajo nubes de fragatas

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pos inundados donde se crían los camarones o gambas, negocio que ocupa a prácticamente la mitad de la población de la región. No se puede dejar de probar cualquiera de los platos con camarones que ofrece la gastronomía local: camarones apanados, cebiche de camarones, tortilla de camarones, revuelto de camarones y un sinfín de platos más que harían, sin duda, las delicias de


La playa de Playas se convierte en un espejo durante la marea baja

Bubba, el amigo camaronero de Forest Gump. Posorja es una pequeĂąa ciudad desordenada que a primer golpe de vista no parece ofrecer nada al viajero, pero a la que vale la pena dedicar unas horas para conocer su puerto pesquero atiborrado de barcas de madera azules, o realizar uno de los “toursâ€? en barca que se ofrecen por la desembocadura del Guayas para ver a los delfines mulares,

Pesquero en Posorja

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que acuden curiosos a husmear para ver que se cuece en los alrededores de la proa de la embarcación. Bajo esta escasa oferta turística, y valorando la inmersión en el cotidianeidad de la vida local, un par de actividades, no aptas para viajeros cuyo objetivo sea una chincheta más en su mapa, me cautivan. En primer lugar observar la carga y descarga de las barcas que salen hacía la isla de Puná, una isla grande

pero poco poblada ubicada en medio de la desembocadura del Guayas. El vaivén de personas cargadas con los grandes fardos, sacos y bolsas que guardan parte de sus necesidades, negocios y esperanzas, hacen volar mi imaginación hacía el modo de vida de los isleños. Luego, intentando seguir escapando del estrés, me dirijo hacia el norte para intentar llegar a uno de los muelles. Desgraciadamente los desembarcaderos están cerrados al público y se necesita autorización para entrar, pero cuando se cierra una puerta, Ecuador siempre te abre una ventana. En este caso la solución se presenta en forma de decenas de pequeñas embarcaciones que merodean por los alrededores de los muelles y que son accesibles por unos pocos dólares. A lomos de la barca contemplo el trajín de los pescadores des del Guayas. Con un poco Descarga del pescado y reparación de redes en muelles de Posorja

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Caminito en Isla Puná

de paciencia veo a los barcos de pesca llegar a los muelles, descargar el botín del día poniendo el pescado en grandes cajas con hielo, descargar las redes de pesca, revisarlas durante horas y zurcir los desperfectos que el arrastre ha ocasionado. Son trabajadores humildes, sin muchos recursos, y fijarse en el arduo trabajo que desempeñan me ayuda a valorar cada gramo del pescado que como a lo largo de estos días. Para el cierre de este viaje de encuentro entre el río y el mar decido hacer una visita de un día a la isla de Puná, para lo que de nuevo me sirvo de una de las barcas del puerto de Posorja. La entrada a la isla se hace navegando por un pequeño y bucólico canal en medio del manglar hasta el desembarco, en la población de Bellavista. Una vez allí escojo cruzar el pueblo y caminar hacia

Cauchiche en lugar de quedarme en la Playa Isla Puná, donde unos chiringitos ofrecen lo que a la fín, ofrecen todos los chiringitos del mundo: bebida y sombra. Fuera de los chiringitos, la isla ofrece a quien lo sepa ver, le genuinidad de lo no contaminado por el turismo de masas. Tiene sus peros, no hay indicaciones, ni restaurantes, ni bares, ni casi ningún servicio, pero todo ello se compensa con una tradición ancestral casi olvidada por la generación de los teléfonos inteligentes: preguntar a los lugareños. No siempre las indicaciones son exactas, pero las salidas del sendero, los retrocesos y las repreguntas me ayudan a esclarecer mi destino, el pueblo de Subida Alta, donde me dicen que me podrán preparar un buen refrigerio. Así pues, después de una caminata de 3 horas por caminos, pueblos y playas, alcanzo

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la victoria sobre el calor y sobre mi estómago con la merecida recompensa de una cerveza helada y unos camarones con arroz y patacones servidos en una hamaca del mirador de Subida Alta. La isla Puná me proporciona algunas postales de las que uno enseña orgulloso a un buen amigo cuando vuelve a casa: playas enormes sin más alma que la de uno mismo, cabañas de madera con palmeras, manglares verdes al lado del mar y aves marinas que merodean a mi alrededor. Idílico? Si, en parte sí, pero también debo mencionar un elemento que aunque no aparece en las postales, no se puede obviar: el plástico. Miles y miles de plásticos en la playa, en los arbustos que colindan los caminos, en las casas, corra-

les, vallas y en un sinfín de sitios más. Una pena. Aún así la visita cumple con creces mis expectativas, pues uno tiene allí aquella sensación tan agradable a la vez que ingenua de estar descubriendo un terreno inexplorado. Y llego al fin de mi viaje, 5 días en la desembocadura del Guayas que me han servido para entender un poco la vida de los distintos tipos de pescadores que habitan y trabajan en estas ricas aguas, y que me han llevado a valorar de manera distinta esta región del país. Mi recomendación: si buscáis autenticidad en un viaje y disponéis de tiempo, dedicad dos o tres días a conocer esta zona en lugar de las turísticas Salinas o Montañita, si lográis conectar con el espíritu de sus gentes lo disfrutareis y recordareis para siempre. v

Isla Puná. Cerdos en la playa con Subida Alta al fondo

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VI AJ ER O A BL O G UE RO DE

Jericoacoara, destino magico

Un paraíso de belleza genuina al nordeste de Brasil, que a pesar de su atractivo permanece incontaminado TEXTO Y FOTOS GONZALO RAMIREZ FECHA DEL VIAJE ENERO DEL 2017

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E

ste hermoso destino del Nordeste de Brasil todavía se mantiene alejado de las multitudes y guarda ese encanto que tienen los lugares de difícil acceso y que mantienen sus bellezas naturales. Para llegar a allí, lo mejor es llegar en Avión a la Ciudad de Fortaleza (Es la capital del Estado de Ceará). Desde aquí lo mas conveniente es tomar un Transfer que se realiza en una Van. El viaje total dura 4.30 h. ya que hay tramos de la ruta empedrados y también atravesamos pueblos. La distancia es de 300 km aproximadamente y los últimos 20 km se hacen en una “Jardinera” que es como llaman a un camión que en la parte trasera tiene filas de asientos como si estuvieras en el cine. Poco antes de llegar da la sensación de estar en el medio de la nada, como en un safari en el desierto africano, se ven dunas y dunas

Duna Por de Sol

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de arena y paisajes de película y de repente… el paraíso! Dentro de Jeri (así es como llaman los locales a este pueblo) no está permitido circular con autos, por eso a la entrada del lugar, hay un gran estacionamiento municipal para que dejes tu vehículo ahí. Las calles son todas de arena, la gente va caminado descalza o con Hawaianas y los burros y caballos van circulando libremente por las calles de las afueras. No hay alumbrado público, y eso lo hace mágico por las noches. LA PLAYA

Es enorme! Cuando baja la marea el mar se retira unos 200 mts! No hay pendientes pronunciadas, lo cual hace muy agradable ir caminando para ingresar al agua y su temperatura es ideal. Aquí practican mucho el KiteSurf y WindSurf porque es una zona de buenos vientos para ello. Hay un parador llamado “Bar Sol” que tiene muy rica comida y por el precio que abonamos incluye mesa con sillas, el uso de los baños y duchas. Recuerden de colocarse mucho protector solar ya que estamos muy cerca de la línea del Ecuador y sin darnos cuenta nos podemos enrojecer rápidamente. Al vendedor ambulante que pasaba todos los días, le compramos Pao de Queijo y es riquísimo! Es una delicia local (muy famosa en el estado de Minas Gerais) que no pueden dejar de probar. Es un pan, saborizado con queso y relleno de lo que ustedes elijan.

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DUNA POR DO SOL La playa

Es el atractivo principal de Jeri. Al costado de la playa hay algo imponente que les va a llamar la atención. Y a la que por la tarde, todos los que estén veraneando iran peregrinando hacia allí. Subirla y luego desde arriba ver el atardecer que cae sobre el mar es una de las experiencias mas bonitas que viví! La vista es magnífica!! Van a sacar miles de fotos. Quédense hasta que vaya el último rayito de sol. El cielo va ir cambiando por todas las tonalidades de naranja hasta desaparecer. Vale la pena tomarlo como hábito todas las tardes que pasen en este lugar. En esta región de Brasil, oscurece a las 17 hs y luego todos van para sus posadas para preparar el paseo de la noche. Duna Por de Sol

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Nosotros estuvimos en una Posada que tiene vista a la Duna y al llegar, seguíamos con unos “mates” contemplando como iban apareciendo las estrellas a lo lejos. NOCHE

Así como durante el día disfrutamos de un día de playa ideal, cuando salgan al centro la primera noche… Guauuuu! Que lugar! Es mágico! Parece que están en un cuento!

Las calles iluminadas solo con las luces de las posadas, los negocios y una luna increíble que nos tocó. Esa primera impresión, no se la van a olvidar mas! Muchas velas, música en vivo, gente paseando y disfrutando por las callecitas de arena. Van a encontrarse con muchos turistas europeos especialmente de Italia y Francia. Conocimos varios Restaurants para recomendar. Leonardo Da Vinci, con una decora-

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DNI DEL BLOGUERO

Nombre: Gonzalo Apellidos: Ramirez De: Buenos Aires (Argentina) Edad: 38 años Hola, soy Gonzalo, trabajo en informática, pero mi verdadera pasión son los viajes. Pensar “A dónde ir” ya es parte del paseo. Conocer otras culturas, vivir experiencias como si fuera un local, observar y disfrutar de estar en un destino nuevo. Hay cosas que solo ocurren cuando nos vamos de casa. Noche en el Centro

Blog: www.gontraveler.com Twitter: @GonTraveler

ción bien italiana, con todas sus mesas sobre la calle y con Spaghetti al Pomodoro como plato de especialidad. Otros lugares lindos para comer son Bistrogonoff, Café do Brasil y mi preferido “Na casa dela”, ya solo ver la ambientación al entrar los fascinará. Suelo de arena, luces tenues, flores, objetos antiguos y música suave. Tienen que cenar una noche ahí! Tienen un delicioso “Bobó de Camarao” que completa la noche perfecta.

Instagram: @gontraveler

La plaza principal, tiene bancos con formas de tablas de surf y mucha paz. Frente a esta tenemos una heladería que tiene una de las cremas mas ricas para probar. Hay tres calles principales y muchas cortaditas que te comunican con ellas, en algunas casi no se ve, con lo cual no es mala idea llevar una pequeña linterna.

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Pedra Furada

EXCURSIÓN A PEDRA FURADA

Es ideal para hacerla un día nublado y que no se pueda aprovechar la playa. Hay 2 formas de hacerla. Ambas se hacen caminando. Una alternativa es ir desde la playa del centro bordeando la costa. Si eligen esta opción, tienen que fijarse la tabla de mareas para ver en que momento se da la bajamar y poder cruzar por ahí. Nosotros hicimos la opción de atravesar el morro. Recuerden de llevarse bronceador, gorro y agua para la caminata. Luego de algunos momentos de comenzar, ya van a ver que están saliendo del pueblo y al ratito van a tener una visual aérea de la playa y de la famosa Pedra Furada.

La Pedra Furada es una formación rocosa con un agujero en la mitad que la hace muy bonita. Vale el esfuerzo bajar hasta dicha piedra y disfrutar del paisaje que forma y llevarse de recuerdo unas lindas fotos. Hay una época del año que por dicho agujero pasa la luz solar al atardecer. EXCURSIÓN A LAGO AZUL Y LAGO PARAÍSO

Es una excursión de todo el día que les aconsejo realicen en Buggy! Ambos lagos tienen un color turquesa hermoso y tienen hamacas paraguayas dentro del agua para relajarse! Es la típica postal de Jeri. Hay paradores para comer en ambos lugares.

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RESUMIENDO

El pueblo es bien Pequeño, serán 10 cuadras x 10 cuadras, pero con el tamaño exacto para que contenga todo lo que nos hace bien. Disfrutar del atardecer en la Duna Por do Sol, pasar el día en la playa, pasear sin horarios por las callecitas de arena a la noche, comer un rico helado sentados en la plaza mirando el cielo estrellado, olvidarse de usar zapatos, escuchar música en vivo en los bares y tomar un masaje en las cabinas que hay en el centro, hacen que el viaje sea imborrable y les dure el recuerdo por siempre! Es un destino mágico y que no se parece a ningún otro de Brasil. Vayan! v

Peregrinación a la Duna

Lagoa do Paraíso

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El sueño nórdico Viaje por Suecia y Dinamarca, dos destinos en los que siempre aguardan sorpresas en el camino TEXTO Y FOTOS PEDRO ABEL ADALIA FECHA DEL VIAJE MARZO 2019

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Arco iris, paz tras la tormenta

H La pequeña sirena

oy vengo a hablar de un viaje fuera de las guías, a dos países que, sin embargo, no son tan desconocidos: Suecia y Dinamarca. La región nórdica despierta en nosotros una sensación de felicidad y calma que se corrobora cuando pisamos esta tierra de bellos paisajes y cambiante clima. Dicen que las personas que allí habitan son las más felices del mundo, esto seguramente dependerá del día de la semana que les preguntes, pero lo que está claro es que el frío ayuda a conservar casi intactas todas sus emociones, quizá por eso parezca que el tiempo en ellos no pasa. Mi viaje comenzó en Dinamarca, un país del que conocemos realmente poco y con mucho que ofrecer. La postal más conocida de su colorida capital, Copenhague, es, sin duda, la del canal Nyhavn, el cual alberga las famosas casas de vivos colores, que cercan el

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río por el que navegan pequeñas barcas en las que el viajero puede disfrutar de la vista más dinámica de la ciudad. De noche, el canal se torna de un color especial, con los reflejos de las vivas fachadas que se desdibujan en las tranquilas aguas. Como fotógrafo, busco la imagen diferente, aquella que evoque sensaciones distintas a las convencionales; por eso decidí, a pesar del frío, embarcarme en un viaje por el pasado Vikingo de la ciudad y aprovechar las luces nocturnas para mostrar la cara más bella de Copenhague.

Tras pasear a la luz de sus farolas y grandes escaparates, decidí acercarme al puerto en busca de uno de los símbolos de la ciudad: la sirenita. Esta figura de poco más de un metro, es un homenaje a su escritor más famoso, Hans Christian Andersen. Viendo que la mayoría de instantáneas de esta pequeña escultura eran a plena luz, decidí darla otro color y, de noche, cuando el puerto queda en silencio y el frío va en aumento, la sirenita parece cobrar vida con las luces de las fábricas de fondo.

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Noche en Copenhague

Dejando atrás la que fue para mí la más bella noche en Copenhague, nos dirigimos a un pequeño punto del puerto, donde un esbelto puente se alza sobre las frías aguas, iluminadas por las luces de los hogares cercanos. Abandonamos la colorida escena para dirigirnos al hotel, puesto que al día siguiente nos esperaba una intensa aventura. Hoy tocaba madrugar, echarse a la carretera y quedar atónitos cada vez que cruzábamos el mar, gracias a las impresionantes obras de ingeniería en forma de largos

y esbeltos puentes que unen los puntos de tierra firme. Teníamos en mente pisar una pequeña Isla de Suecia, Hven, conocida por albergar el observatorio del célebre astrónomo Tycho Brahe, que contiene numerosos tesoros para cualquier amante de la naturaleza. Tras pasar la frontera que separa ambos países, alcanzamos la ciudad sueca de Landskrona donde nos esperaba el ferri que llega hasta la pequeña isla. El ferri salió del puerto, aguantando las inclemencias del tiempo y regalándonos bellas

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Las nubes sobre Hven

postales; atracó finalmente en la isla. Hven es hermosa y dura a partes iguales: su clima cambiante, pues llovía, granizaba y escampaba en cortos espacios de tiempo, sus amables gentes y joyas naturales, se mantienen en equilibrio, dando lugar a un microclima lleno de vida.

Tras una corta visita al museo Tycho Brahe, interrumpida por una de las fuertes descargas que el cambiante cielo nos regalaba, nos dirigimos a seguir explorando este insólito paraje, seguidos de cerca, por las acechantes nubes, siempre dispuestas a frustrar nuestros planes, aunque sin éxito.

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DNI DEL VIAJERO Nombre: Pedro Abel Apellido: Adalia De: Madrid (España) Edad: 19 años Soy fotógrafo especializado en vida salvaje, naturaleza y viajes. La fotografía es el arte de atrapar sin dañar lo que, a veces, se escapa a nuestros ojos y disfruto captando todos aquellos momentos únicos de los muchos que nos regala la naturaleza. Web: www.adaliaphotography.com

Puente de luces

La sorpresa para un amante de la vida salvaje llega cuando descubro otra de las joyas del lugar, un ave que por conocida y colorida no deja de impresionarme: el faisán. Con su curioso andar, varios ejemplares me permitieron acercarme hasta casi tocarlos, pero fue uno de ellos, el que me regaló una de las mejores fotografías de ese viaje. Un galán que, pavoneándose delante de las hembras, trató de conquistar también mi cámara y ¡vaya si lo hizo! Tras mi cita con el faisán, llegamos a otro pequeño puerto de la isla donde nos deleitamos con uno de los símbolos nacionales de Dinamarca: el elegante cisne. Pude tomar varias imágenes, en las que, tras el chaparrón, el pico del cisne hacía las veces de fuente, ya que por él, caían pequeñas

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El Galán


gotas de agua mientras buscaba su alimento. Esto nos regaló una bella escena, con los faros del puerto de fondo, en la que el silencio era el rey.

te imagen que tiene nuestra cultura sobre la muerte, se ha convertido en un sitio agradable para pasear, lleno de vivos colores y viejos árboles. Barnacla pidiendo explicaciones

Cisne hecho fuente

Abandonamos con tristeza este lugar que deja en nuestra memoria recuerdos imborrables y que nos demuestra que aún quedan lugares donde la naturaleza sigue siendo más fuerte que el hombre. En el camino de vuelta a Copenhague visitamos Malmö. Una ciudad sueca llena de encanto, con amplias y bulliciosas avenidas que contrastan con el famoso parque de Kungsparken, un reducto de paz que toda ciudad debería ofrecer, lleno de lagos de aguas tranquilas, sonoros bosques y variada fauna, pues no es difícil encontrar aves como la barnacla, el cisne o el faisán pululando tranquilamente, con la imagen de fondo de los antiguos molinos, sacados de otra época. Sin embargo, el lugar más especial de este parque es quizás el menos esperado: un cementerio que, alejado de la tétrica y tris-

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La noche sobre Frederiksborg


Bandada de gansos al vuelo

Va oscureciendo y decidimos volver a nuestro hotel, mañana nos espera un largo día. De camino, no perdemos la oportunidad de visitar uno de los símbolos de Dinamarca: el castillo de Frederiksborg. A pesar de la casi total oscuridad, tuve la oportunidad de captar una imagen única de esta joya de la arquitectura, ¿qué mejor que el arte humano contrastado con el cielo estrellado de fondo? Hoy nos levantamos temprano pues tenía en mente una de las joyas del norte: el alce. Esquivo y de naturaleza protectora, el alce es uno de los símbolos de Suecia pero muy raro en Dinamarca, pues desapareció del país hace unos 5000 años. Han sucedido varios avistamientos en territorio danés en estos últimos años. En el año 2015 un programa

de reproducción, trasladó un grupo de ejemplares a la zona pantanosa más grande de Dinamarca conocida como Lille Vildmose. El parque ofrece además de la posibilidad de observar ejemplares híbridos de uro, pues participa en un programa que trata de devolver a la vida a este extinto toro salvaje que pobló Europa durante el Pleistoceno. Fueron más de 4 horas de viaje, así que no recomiendo esta visita a no ser que seas un forofo de estos animales, no porque no merezca la pena, sino porque es muy difícil verlos. Yo regresé de aquel día con un sentimiento agridulce, pues volví sin la imagen tan esperada del alce pero, a cambio, conseguí otras muchas imágenes de la fauna que allí habita: corzos, águilas de cola blanca, gansos, jabalíes y grullas.

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La última etapa en Dinamarca lo dediqué a visitar otra de las joyas de Copenhague: el parque de los ciervos. A 20 minutos en coche del centro de la ciudad, este lugar es un extenso bosque en el que viven grandes poblaciones de ciervos y gamos, que contrastan con la imagen del puerto marítimo. Tuve la oportunidad de observar a estos reyes indiscutibles del bosque entre la espesa maleza, donde tan sólo su prominente cornamenta me alertaba de su fugaz presencia. Con este último contacto salvaje, terminó mi viaje por estas latitudes. Fueron muchas las imágenes que me traje conmigo, pero viajar lo baso en las experiencias vividas puesto que, a veces, hay que simplemente sentarse y disfrutar. Ambos destinos me han demostrado que da igual donde mires, siempre habrá sorpresas en el camino. Algo es seguro, no sé cuándo, pero volveré. v

El rey del bosque

El parque de los ciervos

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Torre de Babel Un viaje en el Transiberiano hacia el interior de Rusia, comunicando con el lenguaje universal de la amistad TEXTO Y FOTOS JUAN FRANCISCO REQUEJO JIMÉNEZ

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V

iajar no es solo hacer turismo, conocer monumentos y museos o alojarse en hoteles del todo incluido. Viajar requiere algo más. Adaptarte a la sociedad que visitas. Sumergirte en la vida de su gente, de sus tradiciones, de su cocina. Los motivos por los que la gente prefiere hacer turismo es por la comodidad de la no-aventura. Resulta más cómodo y sencillo que un autobús nos recoja en nuestro hotel, nos lleve a los lugares de interés, sacar varias fotos y de nuevo regresar al hotel para no perderse la comida del buffet. También hay otra razón que limita nuestro anhelo de aventura y que he percibido tras hablar con conocidos y amigos; el idioma. Cuando hablo con alguien sobre el último destino de mis vacaciones muchos de ellos preguntan —¿y cómo te entendías? ¿en inglés?— seguidamente y sin esperar mi respuesta ya tenían una excusa —es que yo no hablo inglés—. Es cierto que el inglés es la lengua vehicular en todo el mundo. Es difícil encontrar un lugar en el que ninguno de sus habitantes sepa algunas palabras de la lengua de Shakespeare o los Beatles. Pero no siempre es así, algunas veces te puedes encontrar en un lugar en el que nadie habla inglés más allá de un hello o my name is. Es aquí cuando aparece el verdadero espíritu del viajero, aquel que a pesar de no entenderse con los nativos trata de comunicarse, de comprender y de aprender. El reloj situado por encima del andén ya marcaba más de las doce de la noche. Esperaba a que las puertas del tren se abrieran para subir y acomodarme en mi kupé. Tras

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varios días por San Petersburgo y Moscú era momento de adentrarme en la Rusia interior, y que mejor forma de hacerlo que viajando en el Transiberiano. Mi kupé era compartido, de cuatro camas. Tenía curiosidad por saber cual de aquellos pasajeros que se agolpaban junto a mí en el andén serían mis compañeros de viaje durante varios días. Deseaba que no fueran extranjeros como yo, sino rusos nativos para tener más contacto con su cultura, con su gente. Hasta ahora los rusos se habían mostrado distantes y fríos. Fui el primero en llegar al compartimento. Me había tocado una de las camas de arriba. Acomodé mis cosas en el pequeño espacio que tenía y me preparé para pasar la noche. Al momento la puerta corredera se abrió y

apareció un chico adolescente seguido de una señora mayor que bien podría ser su madre o su abuela. Iban cargados de bultos y sacos. El tendría unos 18 años. Era rubio y la cara llena de granos propia de la adolescencia. Ella era una señora gruesa. El pelo rubio también aunque más claro que el del chico. Vestía un camisón largo de estampado de flores. Saludaron escuetamente y se dispusieron a colocar todo su equipaje en silencio mientras el tren iniciaba lentamente su marcha. Los primeros momentos fueron silenciosos, algo confusos. La señora no dejaba de mirarme sin ningún pudor y el chico se mostraba más desinteresado en mí, recostado en su litera leyendo una revista. El tren comenzó a adquirir más velocidad. Hablaron en ruso y

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DNI DEL VIAJERO Nombre: Juan Francisco Apellido: Requejo Jiménez De: Córdoba (España) Edad: 39 años Maestro de Primaria y viajero incansable. Desde siempre me apasionó viajar y conocer culturas. Hace más de 10 años que decidí coger la mochila y viajar siempre que pude. De todas las experiencias vividas surgió el libro “El mundo espera”; un libro de relatos donde comparto anécdotas y reflexiones y animo a los lectores a deshacerse de sus miedos y conocer el mundo.

seguidamente el chico bajó de su cama de un brincó. Sacó una bolsa de debajo de la pequeña mesita que había situada bajo la ventana y sacó paquetes de comida. Embutidos, queso, frutos secos. La señora esperó al momento en el que los miré para ofrecerme con un gesto que me uniera a ellos. No quise desaprovechar esta primera ocasión para acceder a su confianza así que me uní a la cena. Saqué también de una bolsa algunos paquetes de comida que había comprado antes de dirigirme a la estación. Compartimos la comida y poco a poco fuimos perdiendo la vergüenza. Comenzaron por preguntarme de donde era y mi nombre, siempre acompañadas sus palabras de gestos para que pudiera comprender mejor. Ellos eran Irina y su hijo Petya -Peterde Nikolayevsk na amure, una pequeña ciudad al norte de Vladivostok; al otro extremo

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de Rusia. Su procedencia me atrajo muchísimo. ¿Qué hacían tan lejos de su casa? ¿Volvían a su hogar o vivían en Moscú y solo iban de vacaciones a su ciudad natal? Mientras tanto me señalaban la comida y me decían su nombre, lo mismo hacían con otros objetos. Yo me ayudaba con un pequeño diccionario español-ruso. Tras cenar y tomar té caliente nos dispusimos a dormir. Me subí contento a mi litera, el primer contacto había sido satisfactorio. Se habían mostrado cercanos, simpáticos y amables.

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En los días siguientes la relación fue cada vez más cercana, compartíamos todo; la comida, el agua, palabras en ruso y español. Les mostré fotos de lugares que había visitado, ellos me mostraron fotos de su familia que llevaban consigo. Tras varias conversaciones de pocas palabras y gestos comprendí por qué iban en el tren hacia el otro extremo del mundo. Habían ido a Moscú a visitar las tumbas de los padres de Irina y abuelos de Petya. Un viaje de seis o siete días en un tren para colocar f lores en una lápida llena de musgo. El ser humano no deja de sorprenderme y sus motivos para viajar mucho más. Yo viajo por viajar, por conocer, por evadirme de la mundanal rutina; y sin embargo allí estaban ellos, mis compañeros de travesía cuyo motivo era mucho más sentimental, mostrar sus respetos y cariño a sus seres queridos colocando un ramillete de bonitas flores al pie de su lápida. Un viaje de miles de kilómetros, metidos en un camarote pequeño, sin apenas intimidad, comiendo mal, y solo para plantarse al pie de una losa de mármol durante unos pocos minutos. El Transiberiano va haciendo paradas cada poco tiempo. A veces las paradas son de apenas unos minutos en los que multitud de ancianas abrigadas y con pañuelos en la cabeza se acercan a las ventanillas del tren para ofrecerte un plato de comida caliente; un sabroso guiso, una empanada rellena de carne, y también bebidas y chocolatinas. Sin este ejército de mujeres que espera ansiosamente la llegada del tren a su localidad sería imposible el trayecto del Transiberiano o al menos en los términos en los que se hace hoy

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en día. Necesitaría más de una semana, porque tendría que pararse mucho más tiempo en cada pueblo o ciudad para que los pasajeros pudieran apearse para buscar algo de comer. Sin embargo, estas mujeres ayudan a que el famoso tren no se demore más días, gracias a ellas sus paradas pueden ser breves y los pasajeros se sienten satisfechos y bien servidos. Otras veces el tren para algo más de tiempo, lo suficiente para bajar y pasear por los andenes e incluso en alguna ocasión lo suficiente como para salir de la estación y visitar la grandiosa plaza de la estación. En casi todas las ciudades rusas es igual. Recuerdo como en las primeras paradas Irina bajaba también y me seguía mientras yo

me dirigía a un puesto de comida para comprar algo. Se quedaba unos pasos por detrás mientras yo compraba, observaba toda la transacción controlando que no me engañaran -o eso suponía yo-. Conforme la confianza fue creciendo Irina se fue acercando más a mí mientras compraba algo en algún puesto situado cerca del andén. Finalmente, compraba por mí, regateaba los precios y me sugería que comprar o que no comprar. Se convirtió poco a poco en una madre rusa para mí. Me protegía al igual que protegía a su hijo, con la diferencia de que él se podía defender hablando ruso y yo no. En el kupé el ambiente era cada vez más relajado, nos acoplamos muy bien y eso se notaba en nuestras caras, estábamos cómo-

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dos, descansábamos, comíamos juntos e incluso compartimos juegos de cartas. Al principio eran ellos dos solos los que jugaban, yo nunca fui muy dado a los juegos de cartas así que mientras lanzaban naipes sobre la mesa yo me subía a mi litera a leer. Pero no tardé mucho en rendirme a sus peticiones de unirme al juego, cada vez más insistentes. De nuevo el idioma se convirtió en una barrera. ¿Cómo explicarme unas reglas de un juego en ruso y solo con ayuda de gestos? Pues de alguna manera creo que lo entendí. Pero nada más lejos de la realidad, cuando realizaba una jugada que imaginaba ganadora me gritaban net, net!; y me volvían a explicar la misma regla pero con excepciones. No gané ni una sola mano de aquella partida y llegué

a pensar, tras fijarme en sus sonrisas pícaras, que me engañaban para ganar ellos. Pero no importaba, lo de menos para mí era quien ganaba, no para ellos que discutían a gritos sobre las cartas que había lanzado el uno o el otro. Me encontraba en el Transiberiano, recorriendo la estepa siberiana junto a una madre y un hijo que me habían acogido en su pequeña familia. El kupé se convirtió en lo más parecido a un hogar durante aquellos días, un hogar rodante de apenas unos metros cuadrados, Irina en una madre y Petya en un hermano. Creemos que el idioma es un muro difícil de franquear. Paraliza nuestros sentidos y hace despertar el miedo intrínseco del ser humano a lo desconocido, a nos ser enten-

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dido. Pero el ser humano también posee en su interior una fuerza mucho mayor que ese miedo, una fuerza que nos empuja a socializarnos y utilizar todos los recursos de los que disponemos para hacernos entender y comprender a los demás. No hace falta conocer una lengua para llegar a entablar una relación con una persona. Bastan unas miradas, gestos, sonrisas, etc como sustitutos de palabras y frases; porque el lenguaje más universal no es aquel que se emite a través de nuestras cuerdas vocales, sino aquel que se encuentra en nuestro interior, en nuestro corazón. Un lenguaje de amor, amistad, comprensión y respeto; un lenguaje que no se encuentra prisionero en una jaula cuyas paredes son las propias palabras. v

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Bali

en imágenes Un viaje soñado que superó ampliamente todas mis expectativas. Ninguna de las fotos que yo había visto previamente, hace justicia a la belleza más increible que se puede imaginar. Fotos: Jordi Busquets

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¿Te animas a compartir tu viaje? Envíanos tu historia junto a las mejores fotos y verás tu relato publicado en uno de los próximos números de Magellan.

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