Revista de viajes Magellan Nº36

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Mercado Catania

conocidos por todos los viajeros antes de llegar; su ambiente callejero alegre de día y de noche. La mayor animación: el día de mercado. Los comerciantes gritan para que te fijes en su mercadería, son muy simpáticos. Las paradas son atractivas bien por sus colores en el caso de frutas o verduras, o por como presentan el producto. Vimos grandes peces espada partidos en dos mitades dejando ver su carne roja; gigantes nueces de Brasil, enormes quesos autóctonos, que nos dejaron probar. Un payés vendía su mercancía en un gran cesto en su “Lambretta”. Frutas y verduras de la tierra vendidas con orgullo y habilidad. El mercado de la ropa es enorme y muy variado, las conversaciones con los vendedores son fluidas cuando te fijas en una prenda y te quieren convencer, siempre con simpatía.

Hay lugares que uno tiene la suerte de descubrir en los viajes y nosotros la noche que llegamos a Catania paseamos por detrás de la plaza del Duomo donde hay una calle con restaurantes turísticos. Delante mismo hay un pequeño puente de piedra negra y debajo con cuatro mesas, una sillas y una parrilla pudimos disfrutar comiendo “budello de agnello” que son tripas de cordero con pan de barra tostado. ¡Una delicia siciliana! He citado ya varias veces el color negro porque forma parte del paisaje de la ciudad. También lo descubrimos a través de la transparencia del agua del puerto: la roca negra sumergida en el mar. Todo ocurrió con la gran erupción del año 1966 en la que la lava del Etna recorrió kilometros y kilometros durante semanas sin que pudieran detenerla

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