El mito es preciso y nos revela nuestra condena eterna. El Banquete, de Platón, lo cuenta con todos sus detalles: los andróginos eran seres perfectos que no necesitaban a nadie para ser completos y absolutamente plenos. Daba igual si estaban formados por una pareja de varones, de mujeres o si se trataba de una criatura mixta. Ellos se amaban a sí mismos y no necesitaban a nadie más para lograr la fusión perfecta del abrazo que era tan largo como su existencia. Sin embargo, la desgracia los alcanzó con toda su furia: el poder del Olimpo los castigó de la peor manera posible y los partió para condenarlos a buscar su mitad perdida. Desde entonces, todos vagamos por el mundo buscando nuestra mitad perdida, nuestro complemento perfecto, nuestro amor ideal. Y, para nuestra desgracia, apenas unos pocos lograron hallarlo, mientras que la existencia de la mayoría de los seres humanos transcurre sin poder sanar la herida del antiguo desgarramiento. La mitad perdida y perfecta nunca fue hallada.