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ZIPOLITE: DONDE LAS OLAS GUARDAN SECRETOS INSONDABLES
from JulIA Enero 2025
Julia Zarza
Dicen que el océano esconde secretos eternos, algunos tan oscuros como las mismas profundidades.

Hace algunos años, en una madrugada perfumada de sal y cargada de estrellas, tres amigos se reunieron en la playa de Zipolite, un rincón mágico cerca de la Playa del Amor. Era Semana Santa, un tiempo en que las corrientes del Pacífico parecen susurrar historias de antaño. (Z), (L) y (E) eran inseparables, unidos no solo por el deporte y la camaradería, sino también por una curiosidad compartida hacia lo desconocido.
(Z) y (L) llegaron primero, instalándose con sus mochilas llenas de provisiones y risas despreocupadas. (E) arribó horas después, justo a tiempo para unirse a una fogata improvisada bajo el cielo claro. Pasaron la noche charlando y contem- plando la inmensidad del océano. Fue entonces, a las tres de la mañana, cuando (Z) sintió el irrefrenable impulso de adentrarse en el agua.
—Solo un chapuzón rápido,—dijo mientras se despojaba de su camisa. Sin que él lo notara, (E) lo siguió, preocupado pero también atraído por la aventura.
EL LLAMADO DE LAS PROFUNDIDADES
Las olas parecían amigables al principio, un vaivén rítmico que acariciaba los tobillos. Pero pronto, el mar reveló su verdadera naturaleza. Una fuerza invisible jaló a (Z) hacia las profundidades. Intentó nadar, pero algo, o alguien, lo sujetaba del tobillo. El pánico lo invadió al sentir la asfixia de una corriente interminable. Ramas, peces, y algo más—manos frías y ajenas—rozaban su piel en la penumbra del agua.
ENTONCES LAS VIO
Rodeado de oscuridad, un círculo de seres emergió de la nada. Sirenas, unas hermosas y otras te- rribles, debatían en una lengua desconocida. Algunas tenían cabelleras que brillaban como la bioluminiscencia, otras exhibían dientes afilados y miradas crueles. Una en particular, de voz melódica y ojos como pozos profundos, se acercó a (Z). Había un aire de tristeza en ella, como si entendiera su fragilidad humana.
—No debería estar aquí,—murmuró en un español roto, su voz resonan- do en la mente de Z más que en sus oídos. —Pero puedo ayudarte.
Decisiones En El Abismo
Con movimientos lentos y ceremoniales, la sirena comenzó a cantar. Su melodía era un eco de las profundidades, un hechizo que invitaba a la calma.
(Z), a pesar del terror, se dejó envolver por su canto. Su corazón, que había latido desbocado, comenzó a aquietarse. Su cuerpo se relajó y, por un instante, perdió toda sensación de tiempo y espacio.
Mientras otras sirenas intentaban persuadirla de dejarlo morir, ella se negó.
—Él tiene algo que no debemos destruir.
Lo escondieron en un lecho de corales, donde las corrientes eran suaves y el tiempo fluía de manera distinta.
El mar guarda los ecos de las decisiones tomadas, y los susurros de los que nunca regresaron.
Muchas horas pasaron mientras su cuerpo era reparado por las mismas aguas que casi lo reclamaron.
La sirena cantó sin cesar, creando un escudo que lo ocultó de sus hermanas más oscuras hasta que finalmente decidió devolverlo a la superficie.
Para (Z), su desaparición fue dolorosa y quedó envuelta en un misterio que nunca pudo resolver.
El Retorno Y El Enigma
(Z) despertó al amanecer, tumbado en la arena, con el sonido de las olas como único testigo. Sus ojos parecían ver más allá, su corazón latía con una se- renidad desconocida, y su mente albergaba una certeza que no podía explicar.
(E), por su parte, nunca regresó. Se dice que no regresó porque se enamoró de una sirena. Una de las más bellas y enigmáticas lo tomó de la mano y lo llevó a un mundo que pocos humanos podrían imaginar.
La sirena que lo salvó había tomado una decisión crucial: lo devolvió a la tierra porque sabía que su verdadero amor no estaba en las profundidades, sino arriba, esperando encontrarlo algún día.
Pasaron los años. y hoy, (Z) tiene más de cincuenta años, tiene hijos y la pareja que tenía que encontrar.
Sin embargo, su conexión con el mar sigue siendo más intensa que nunca.
Cada vez que tiene la oportunidad, regresa al mar, incapaz de resistir el poderoso llamado de las olas.
Cada vez que regresa al mar, se adentra en el agua y pasa horas entre los delfines, dicen los que lo ven que habla con ellos y estos animales lo rodean como si lo reconocieran como uno de los suyos.
En las noches, en la soledad de la playa, se escuchan cantos lejanos, como un eco de las sirenas que lo salvaron y que buscan hibridarse con él.
Hay secretos que el mar no comparte del todo, pero tampoco olvida. •