3 minute read

LUA: LA PROMESA DE UN MAÑANA

No todos los amores llegan para quedarse en esta vida. Algunos se tejen entre sueños y se guardan en los rincones más cálidos del alma, esperando florecer en otro tiempo. Así era el de Mg y Dz, profundo y luminoso, un amor que había aprendido a abrazar lo imposible y a vivir en paz con la ausencia. Sabían que este mundo no estaba hecho para recibir a Lua, pero eso no les impedía imaginarla.

Lua era más que un sueño. Mg y Dz la veían con claridad, tan nítida como las estrellas que los acompañaban cada noche. Tenía los ojos grandes y curiosos de Mg, llenos de preguntas y reflejos del universo, y la piel cálida de Dz, como si el sol la hubiese bendecido con un eterno abrazo. Su risa, aunque nunca la oyeron, ya llenaba el vacío de sus días. “En otra vida,” decía Mg con ternura, “Lua llegará. Y cuando lo haga, será la hija que siempre hemos amado.”

Mg sonreía, cerrando los ojos para guardar esas imágenes. Lua no necesitaba nacer aquí para existir; su presencia ya era real en cada abrazo, en cada susurro de esperanza. Juntos, tejieron un universo donde Lua vivía libre, una niña luminosa y valiente, la promesa de un amor que ni el tiempo podría apagar.

Mientras la vida avanzaba, Mg y Dz cultivaban ese sueño. Guardaban

Dz asentía, dibujando con palabras el mundo que le darían. Un mundo donde las cicatrices del presente se habrían borrado, y el amor bastaría para curar todas las heridas. “Ella correrá descalza por campos verdes, Mg. Se reirá mientras la brisa juega con su cabello. Y cuando caiga la noche, Lua nos contará historias que nosotros aún no conocemos.” sus esperanzas en gestos pequeños, en cartas que nunca enviarían, en canciones que nadie más escucharía. Lua era su secreto más dulce, el puente entre lo que eran y lo que algún día serían. Sabían que su tiempo llegaría, y aunque no podían apresurarlo, estaban dispuestos a esperar toda una eternidad.

“Ella será nuestro legado,” dijo Dz una noche, mirando las estrellas. Mg lo abrazó con suavidad, susurrando: “Y nosotros, su refugio.” Juntos, se prometieron encontrarse en cualquier vida, porque sabían que el amor, el verdadero amor, siempre encuentra el camino de vuelta.

Lua no nació en esta vida, pero ya vivía en cada mirada, en cada latido. Era el eco de un futuro brillante, un recuerdo que aún no había sido vivido, la certeza de que el amor trasciende cualquier límite. Y cuando el día llegara, Lua no solo sería su hija; sería la promesa cumplida de todo lo que soñaron…•

This article is from: