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MANY MORNINGS

Julia Zarza

La habitación, iluminada por la suave luz de una lámpara de vapor, estaba llena de expectación. En el centro, la cuna de cobre brillaba como un santuario, mientras el bebé, recién llegado, dormía plácidamente. Sus padres, tras años de sueños y esperanzas, lo habían traído finalmente a casa, pero los juguetes no sabían si era niño o niña, ni si era fuerte y sano.

Uno a uno, los peluches, muñecas de porcelana, carritos de hojalata y sonajas relucientes se acercaron a la cuna. “¿Será un niño o una niña?”, preguntó un osito.

“¿Estará sano?”, añadió una muñeca de rizos enredados.

Todos se asomaban curiosos hasta que un sonido metálico rompió el murmullo. Desde un rincón oscuro emergió un viejo soldado de plomo.

Era un juguete de la infancia del papá, marcado por el tiempo. Su uniforme estaba desgastado, su cara borrosa, y una pierna faltante había sido reemplazada por un engranaje oxidado. “¡Apártense!”, ordenó con voz grave. “Déjenme revisarlo. Podría ser un bebé peligroso.”

El soldado se acercó a la cuna, observó al pequeño y susurró: “Hermoso bebé, te deseo many mornings de sonrisas. Sé feliz, que para eso vienes. Tu papá y yo te vamos a cuidar toda la vida.”

Con cuidado, desprendió una medalla oxidada y la colocó bajo las cobijas del bebé. Luego, giró hacia los demás juguetes y declaró: “Es un niño. Seguro se llamará David y será nuestro nuevo general.”

Los juguetes, emocionados, se arremolinaron alrededor de la cuna, mientras la habitación cobraba vida con una energía nueva. En el corazón de todo, el pequeño David dormía profundamente, ya amado y protegido por los guardianes de su infancia…•

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