Revista Hamartia #3

Page 19

Buenas tardes, mi nombre es Diego Parés, soy dibujante, no un teórico del humor. Me han pedido esta nota e intentaré hacerme entender pero tengan en cuenta eso, que lo mío es el dibujo. Existe en estos tiempos, al menos en apariencia, un mayor respeto por las minorías que el que hubo, pongamos por caso, en la Edad media. Es innegable: ahí tenemos al Inadi, o el Observatorio de medios, o a Greenpeace, o a la gente que le preocupan los oídos de los perritos en épocas navideñas. ¡Alabado sea! Bienvenido el respeto, bienvenida la comprensión, bienvenidos todos y todas o todas y todos, humanos, animales, minerales, vegetales, bolivianos, putos, negros, judíos, los por venir y los que se fueron, los que estamos y las mujeres también. Es un mundo mejor, al menos en los papeles, pero ponele que sí, que es. Son muy loables las tareas del Inadi y del Observatorio de medios, su misión en este mundo es propender al respeto de todos. Y si yo trabajara en el Inadi, qué duda cabe, intentaría llevar a cabo esa misión cómo el que más. Pero resulta que no, vea, me ha tocado otra carta en la baraja: a mí me toca hacer reír, no hacer respetar. Y particularmente hacer reír dibujando. Hacer humor gráfico, que le dicen. Y si trato de hacer reir (mi tarea) y a la vez respetar (la tarea del Inadi) veremos que la cosa no funciona. El humor gráfico, por tradición, por códigos de representación, está repleto de clishes: las suegras son feas, los ciegos tienen anteojos negros, los negros llevan un huesito en la cabeza, las mujeres son lindas muy lindas o feas muy feas, los gallegos tienen cejas espesas, los judíos nariz ganchuda, los homosexuales son amanerados y todo por el estilo. ¿Podría ser cualquiera de estos personajes representado de otra manera? Sí, podría, por ejemplo uno podría dibujar a un ciego así: alto, con camisa hawaiana, rastas, gordo y en silla de ruedas. Nadie podría asegurar, en su afán integrador, que no exista un ciego así. Pero me temo que no se entendería el chiste: yo necesito que se entienda que es un ciego. Y entonces vendrá el señor o señora Inadi a decirme que no haga chistes de ciegos, que no hay que reírse de los ciegos, porque ya bastante tienen con lo suyo cómo para que uno se ande riendo de su desgracia. Y yo le diré que no se haga problema, que los ciegos no pueden leer mi chiste. ¡No, mentira, era un chiste, era un chiste, perdón, perdón! Lo que le diré al señor o señora Inadi es que

un chiste sobre ciegos, por más cruel que sea, no equivale a salir a la calle a maltratar ciegos. En la calle los ayudo a cruzar y les digo no-videntes, como se usa ahora. Y luego le explico, no al ciego porque el ciego es ciego pero no boludo, que podría no hacerlo, podría no hacer el chiste del ciego, pero lo hago igual. A pesar de Borges, a pesar de Edipo, a pesar de mis 5,75 de aumento en cada ojo, a pesar de que mi padre haya perdido la visión de un ojo, a pesar de que cualquiera de mis seres queridos, mi hija, ponele, podría, el día de mañana, quedar ciega ¿Y por qué lo hago, señor o señora Inadi? ¡Porque es doloroso! ¡Es dolorosísimo! ¡Es una vida insoportable esta! ¡Llena de gente ciega o mutilada, o muerta, o muerta de hambre! ¡Llena de incertidumbre, de terror, de dolor propio y ajeno, una vida plagada de cosas horribles, espantosas! Y ante eso, una de dos: o me suicido, o me río. Me río, sí, me río como se ríe la gente en los velorios, no del muerto sino de la muerte, o también del muerto, que tanto, si al fin y al cabo era medio pelandrún. Me río de la muerte que está agazapada ahí, a medio metro, respirándome en la nunca, en la nuca de mi hija, en la nuca suya señor o señora Inadi, ¡y en la de sus hijos también! Estamos en el horno, señor o señora Inadi. Y usted lo sabe. Somos seres desgraciados, nos ha ido mal, la hemos pasado mal, todos y cada uno, y al apoyar la cabeza en la almohada, sabemos que estamos huérfanos en el infinito.

Así que déjeme hacer reír, déjeme reír, ríase un poco usted también, que no pasa nada. Siga usted con lo suyo, que es muy bueno que no se discrimine a la gente por los que no corresponde, pero no me quite la posibilidad de aliviar tanta pena. O de meter el

hamartia 19

dedo en la llaga, que es otra de las cuestiones que tiene el humor a veces: el chiste del Holocausto o de cualquier genocidio, el chiste de los desaparecidos, el chiste de las Torres gemelas o el chiste del hambre, el que sea, déjelo existir, deje que la gente saque toda esa mierda de adentro, que en definitiva no hace más que mostrar lo que ya existía de antemano: Xenofobia, facismo, egoísmo, etc.

DEJE QUE LA GENTE SAQUE TODA ESA

MIERDA DE ADENTRO Pero no acuse al humor de mostrar lo que existe, no mate al mensajero. En este nuevo mundo de hinchapelotismo respetuosista no hubieran podido existir gran parte de la historia del humor gráfico argentino: Boogie el aceitoso, de nuestro “querido negro” Fontanarrosa, era un golpeador; el negrito de Camerún, del “negro” Caloi, tenía un huesito en la cabeza, Pochita Morfoni, del “blanco” Divito, era gorda, y todo así. Y ni hablar de los cómicos de la tele: El querido “negro” Olmedo se la pasaba haciendo de trolo y todos admiramos mucho a Olmedo. El tipo hacía mucho eso que ahora le dicen “cosificación” de la mujer y todos lo seguimos admirando. ¿Y por qué admiramos o decimos admirar a un tipo tan plagado de discriminaciones? ¿Por qué se admira a Olmedo y se pregona otra cosa? Es medio de locos, no? Yo creo que porque en un lugar de ese cerebrito miedoso y respetuosista que tenemos, podemos comprender que era de buena leche, que el tipo era un amigo, que estaba de nuestro lado. Escondido, aplacado, silenciado por el afán respetuosista, todavía vislumbro al ser humano que hay en usted, señor o señora Inadi, ese que seguramente explota intramuros. Pero podría desaparecer, podría quedar sepultada su alegría por toneladas de “bien pensar”. Y si seguimos por este camino, si nos vamos a poner en putos, y analizar desde la perspectiva del respeto y la moral cada una de las historietas, cada uno de los chistes gráficos u orales o escritos, les aseguro que en poco tiempo nos vamos a convertir en una sociedad sin humor, repleta de gente con cara de estar masticando mierda, malcogida y culotriste, pero eso sí, respetuosa, respetuosa hasta la muerte

.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.