Revista Gente Mayo

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encuentros breves, que podré referir en los próximos días. Hablar directamente con Gabriel García Márquez me ilustró sobre algunos datos que están presentes en sus memorias pero cuyo significado es más trascendente todavía para quienes profesamos el aprismo. Me refirió en una ocasión que sus inicios en el periodismo estuvieron relacionados con su admiración política por el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, amigo de Víctor Raúl Haya de la Torre y defensor de ideas integracionistas similares al APRA. El 9 de abril de 1948, siendo candidato presidencial, Gaitán fue asesinado y la indignación popular se expresó en el llamado “bogotazo” que paralizó la capital colombiana. García Márquez sufrió las consecuencias de sus simpatías por el líder radical y tuvo que interrumpir indefinidamente sus estudios universitarios y mudarse a otra ciudad. Fue durante el “bogotazo” que García Márquez conoció a un dirigente universitario cubano que también ejercía el periodismo y acompañaba a Jorge Eliécer Gaitán en sus actividades electorales. Su nombre era Fidel Castro Ruz. Otro dato interesante es que si bien el genial Gabo tuvo una especial cercanía hacia Fidel Castro y la Revolución Cubana, nunca se consideró militante comunista aunque sí partidario de la justicia social y del antiimperialismo. Es más, la prensa internacional destacaba mucho su vínculo con Castro sin mencionar que tuvo también una permanente amistad con el presidente estadounidense Bill Clinton, quien en 1995 levantó la prohibición de otorgarle visa que existía en los EE UU contra el escritor. Clinton dijo en muchas oportunidades que Cien años de soledad era su novela favorita y García Márquez el escritor que más admiraba. Fue también muy amigo del presidente francés socialista François Mitterand, quien le otorgó en 1981 la Legión de Honor, la más alta condecoración de ese país. Lamentablemente, apenas volvió de recibir dicha

Gabriel García Márquez en La Habana el 19 de junio de 1990, con Luis Alva Castro acompañado de jóvenes apristas.

distinción en Francia, el gobierno de Julio César Turbay Ayala lo acusó equivocadamente de financiar al grupo guerrillero M-19. Desde entonces vivió en exilio permanente en México, lejos de su tierra natal, volviendo a Colombia en breves ocasiones según las circunstancias políticas se lo permitían. Esta situación no le impidió seguir influyendo en la política colombiana. No olvidemos que García Márquez fue el principal mediador para las conversaciones de paz entre la guerrilla colombiana y el Estado de su país, que empezaron a ser consideradas durante el gobierno de Andrés Pastrana, hacia 1998, pero recién se hicieron efectivas el 2012, bajo el gobierno de Juan Manuel Santos. Expreso estos recuerdos para que todos tengamos un perfil más completo del genial literato que acaba de dejarnos. No solo fue un gran narrador, dramaturgo, guionista de cine y periodista. Fue un hombre de su tiempo de ideas muy claras y de

hondo compromiso con la justicia social en nuestro continente. Tengo en muy alta estima dos trabajos de García Márquez que recomiendo encarecidamente leerlos a los compañeros apristas, sobre todo a los jóvenes. El primero es su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura de 1982, titulado La soledad de América Latina. Es una bella descripción de nuestra realidad continental, sus contrastes y sus problemas, que coincide plenamente con nuestros ideales indoamericanos. Todos deberíamos leer y conocer a fondo este discurso. Un segundo texto que recomiendo es la breve novela publicada en 1989, El general en su laberinto, basada minuciosamente en datos de los últimos meses de vida del Libertador Simón Bolívar, hilvanados con una belleza narrativa conmovedora y con una gran sensibilidad del novelista hacia el significado continental de la misión del Libertador.

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