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DE UN BELL 212 DETRÁS DE LA MIRA

Estar detrás de la mira de un fusil Barrett calibre .50 y efectuar un disparo con precisión desde un helicóptero en movimiento a alturas que van desde 500 hasta 3.000 pies, es una capacidad que no desarrolla cualquier persona. También, es el gran objetivo de un Tirador Escogido de Plataforma Aérea y Superficie, TEPLAS, de su Fuerza Aérea Colombiana, con el propósito de brindar seguridad a la población civil, en cumplimiento de misiones que buscan mantener el orden en el territorio nacional, realizando operaciones contra grupos al margen de la ley; así, identificando el blanco detrás de la mira he sentido el fragor de la guerra y me he dedicado más de 15 años al servicio de mi Patria.

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En 2006, ingresé a la Escuela de Suboficiales Capitán Andrés M. Díaz, donde inicié una nueva etapa de mi vida con muchas ilusiones y la expectativa de saber cuál sería mi rumbo como Suboficial en la Fuerza Aérea Colombiana. El primer día fue de adaptación, después fue aumentando la exigencia, mis compañeros y yo empezamos a aprender sobre orden cerrado, armas y tiro, entre otras materias, en los primeros ejercicios de tiro percibí mi facilidad para disparar con buena precisión. Después de cuatro meses, nos designaron a las diferentes especialidades, fui notificado a Seguridad y Defensa de Bases Aéreas, -en ese momento no sabía bien de qué se trataba-, luego vinieron los cursos de combate, de exigencia extrema y el gusto por los entrenamientos de tiro, me llamaba la atención ser francotirador.

Me gradué como Suboficial y fui designado al Comando Aéreo de Combate No. 5, CACOM 5, en Rionegro, Antioquia, allí llegué con el objetivo trazado de ser un francotirador y en junio de 2007, mis superiores me enviaron al Grupo Aéreo del Oriente, Marandúa, Vichada, a realizar el Curso de Tirador Escogido de Plataforma Aérea y Superficie, TEPLAS, -una experiencia que me motivó a amar mi especialidad-.

No es un curso fácil, se trabaja mucho con matemáticas para hacer cálculos que permitan corregir todas las variables al momento de efectuar un disparo, -aquí solo me refiero a disparos en tierra, cuando se está en un punto fijo-. También, está la fase del mimetismo y preparación del estado físico a fin de soportar cualquier tipo de clima y obstáculos en el área para llegar al objetivo, así se culmina la fase de tierra y se inicia la fase aérea, donde todos los conceptos del disparo que conocía cambiaron de forma extrema, -digo extrema porque en aquella época la Fuerza Aérea llevaba solo cinco años con esta capacidad y aún aprendía a corregir las variables que existen a la hora de ejecutar un disparo desde una aeronave en movimiento-. Terminé el curso satisfactoriamente y regresé al CACOM 5.

Empecé a tener las primeras disponibilidades como TEPLAS, reaccioné en diferentes misiones, entre ellas abastecimientos, escoltas presidenciales y escolta al helicóptero Ángel durante evacuaciones aeromédicas. En 2012, solicité traslado al Comando Aéreo de Combate No. 4. Melgar, Tolima, sede de la Escuela de Helicópteros donde mejoré considerablemente mi rol, dado el entrenamiento constante, logré ser instructor y estuve en tres cursos de TEPLAS en la fase de vuelo.

En esta Unidad participé en diferentes operaciones, tanto planeadas como en reacción, pero hubo una que nunca olvidaré. Un día en mi carrera recibí la llamada del COA indicándome que debía proceder de inmediato al helicóptero, 15 minutos después todo el equipo conformado por piloto, copiloto, técnico de vuelo, artillero, TEPLAS y observador, estaba listo, anclamos el fusil en el montaje y abordamos la aeronave. El comandante encargado del Grupo de Combate despachó el helicóptero, ya en vuelo el piloto realizó el briefing de la misión que consistía en escoltar a una aeronave del Ejército Nacional en el sur de Colombia, a un personal del CTI. La tropa estaba tratando de llegar a un punto alto para poder realizar el helipuerto del aterrizaje.

Primero, llegamos a una unidad militar y mientras se tanqueaba el helicóptero, el piloto me informa que debía presentarme al Comandante del Batallón, quien me dijo con tono fuerte y de confianza -Comando hagan lo que solo ustedes saben hacer. Como ordene mi Coronel- le respondí. Procedo de inmediato a la aeronave con esas palabras grabadas en mi mente. Luego de 30 minutos arribamos al área de operación para verificar puntos de acceso, -allí además se encontraba el enemigo-. Establecemos comunicación con la tropa en tierra, se identifica su ubicación y realiza la inspección y despeje del área de aterrizaje. Así mantenemos durante aproximadamente 10 minutos en el punto esperando al helicóptrero del Ejército, la aeronave arriba y empezamos la escolta.

Mientras hace la entrada, la tropa nos informa que está siendo hostigada por el enemigo con munición calibre .50, mi observador con el telémetro me indica de qué punto llega el hostigamiento, verifico desde la mira y efectivamente no era solo con munición, también lanzaban tatucos o morteros hechizos construidos de forma artesanal, que se veían estallar alrededor de la aeronave. La misión principal de los TEPLAS es neutralizar objetivos definidos, cuando el enemigo cuenta con armas de alto calibre como ametralladoras, tatucos de tiro parabólico, cilindros bomba, entre otros, que causan mucho daño a la tropa en tierra y no les permite avanzar.

El piloto me da parámetros de vuelo para poder disparar y en este punto es de aclarar que cuando la FAC planea una operación donde aplica la fuerza existen, entre otros aspectos, la participación de los Asesores Jurídicos Operacionales en la fase previa, concomitante y posterior. Luego me pregunta si tengo el objetivo identificado, respondo -identificado y en la mira-, entonces me autoriza a disparar. Realizo el primer disparo y de inmediato los militares en tierra informan que sigamos disparando al mismo sitio, el piloto me autoriza y continúo hasta que el enemigo se repliega. La pericia del comandante de la aeronave, el performance del Bell 212 y mi formación y entrenamiento, se pusieron a prueba, logrando cumplir y proteger.

Nunca había visto algo igual, la guerra en todo su esplendor, mi corazón latía más rápido por la adrenalina en ese momento; la aeronave del Ejército aborta el aterrizaje y procedemos al Batallón, con el propósito de esperar las coordenadas del nuevo punto de aterrizaje, posteriormente se retorna al área de una colina, desde allí la tropa solicita el apoyo aéreo cercano para poder llegar a la cima y tener el control de la situación. Efectuamos la misión, no sin antes verificar la ausencia de comunidades indígenas, semovientes, bienes y personas protegidas por el Derecho Internacional Humanitario, DIH; se entrega el armamento y se logra cumplir la misión, partimos al Batallón y esperamos para luego realizar la escolta y sacar al personal.

Fue una misión exitosa con muy buenos resultados, pero faltaba algo más, al retornar a nuestra Unidad, en vuelo recibimos la orden de ir a otro punto, esta vez a la evacuación de un Soldado en el área, -una evacuación aterrizada-, hicimos el apoyo y lo llevamos sano y salvo a la Base Militar. Fue un día muy agotador, pero con la satisfacción del deber cumplido y de haber podido regresar a casa sin ninguna novedad.

Mi motivación en este tipo de operaciones es garantizar la seguridad a nuestras aeronaves, que nuestros helicópteros puedan realizar evacuaciones, entrega de abastecimientos y desplazamientos, respaldados por la labor de los TEPLAS. Al presentarse cualquier tipo de hostigamiento podamos asegurar que van a salir sin novedad. Así mismo, brindar al Ejército en tierra la ventaja para que pueda avanzar o tomar una posición de un punto.

Contribuir a la seguridad de los colombianos, mantener el orden del territorio y la soberanía nacional ha sido mi mayor motivación al participar en este tipo de operaciones, así como proteger a los integrantes de las demás Fuerzas Militares en el cumplimiento del mandato constitucional, garantizando la ventaja militar.

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