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de la Aviación Helicoportada en 70 AÑOS COLOMBIA

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Por: Capitán Rafael Andrés Gómez Jaramillo. Capitán Ervin Orlando Gómez Miranda. Teniente María Camila Cruz Bogotá

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“Si Camilo Daza es en justicia el precursor de la aviación nacional, Rafael Pinto lo es sin duda alguna de los helicópteros militares y de la Escuela de formación de sus pilotos”. Mayor General Alberto Guzmán Molina.

Una edición dedicada a los 70 años de la llegada de los helicópteros en Colombia necesariamente debe empezar hablando del señor Coronel Rafael Ernesto Pinto Serrano, de lo contrario este homenaje quedaría incompleto, con él comienza esta historia. Fue el primero que los voló y quien trabajó incansablemente para impulsar el uso del ala rotatoria en el país y la Fuerza Aérea Colombiana. Una historia narrada en el libro Retazos de Historia del Mayor General Alberto Guzmán Molina, quien fuera su alumno en el grado de Teniente y, que en la celebración de siete décadas de vuelo en helicóptero, decidimos recordar apartes que develan el trasegar del insigne piloto, de quien aún sigue vigente su legado.

En 1952, y gracias a la gestión del Doctor Jorge Leyva, Ministro de Obras Públicas, arribaron los primeros helicópteros a Colombia. Las aeronaves adquiridas fueron de marca Hiller y denominación 360, su propósito era apoyar la construcción del ferrocarril del Magdalena. Por ubicación y facilidades logísticas se determinó que la Base Aérea Germán Olano, actual Comando Aéreo de Combate No. 1, CACOM 1, fuera el centro de operación de las nuevas máquinas. El piloto era Ted Leopold y el técnico en mantenimiento Marcos Pérez, ambos de nacionalidad norteamericana.

La Fuerza Aérea determinó que no se haría una selección para escoger a los futuros pilotos de los equipos, se daría la oportunidad a quienes así lo quisieran. Como él lo contó en una conferencia dictada en 1965 en la Base de Madrid: “para ese entonces me encontraba en la Base Escuela de Cali y me pareció interesantísimo volar técnicamente despacio y bajito”. Esta afirmación muestra la curiosidad e inquietud que despertaban los helicópteros en el Teniente Rafael Pinto, sería una feliz coincidencia, determinante en el futuro desenlace de esta historia. Junto con él comenzaron el entrenamiento el Teniente Rafael Charry y el Subteniente Álvaro Peláez

La primera etapa no fue fácil. El entrenamiento no era continuo y en muchas ocasiones debían realizarlo en sus tiempos libres. El grupo se desintegró y al final solo quedó el Teniente Rafael Pinto, como una premonición de lo que vendría, “yo permanecí en la Base y casi que en privado continué acompañando al señor Leopold en sus vuelos y aprendiendo de su gran experiencia”.

El primero de enero de 1953, fue un día infame en la historia de la Fuerza. Un grupo de bandoleros atacaron la Base de Palanquero durante la madrugada y mientras todos descansaban luego de las celebraciones de año nuevo, el Teniente Pinto se vistió de héroe, organizando una reacción con los soldados disponibles y volando en persecución de los atacantes. Empezaría a escribir con letras doradas la historia de los helicópteros, hazaña considerada la primera operación de aeronaves de ala rotatoria en orden público en el país.

Este mismo año, la Institución adquirió sus propios helicópteros, los Bell 47D. Correspondió con la llegada del General Rojas Pinilla a la Presidencia de la República. Dado que en Melgar no había pista, se dispuso que un par de helicópteros se movieran al municipio para cumplir requerimientos de transporte al nuevo mandatario. En poco tiempo, el General Rojas se fijó en las capacidades del Teniente Pinto y ordenó que de inmediato y de manera permanente se trasladara a Melgar con el objetivo de fundar una Escuela de Helicópteros. En ese momento era instructor y en el grupo de los alumnos del primer curso de helicópteros, tres Oficiales de la Fuerza Aérea y ocho del Ejército Nacional, se encontraba el General Rojas Pinilla.

Al trasladarse a los predios de la Hacienda San Fernando comenzaron a operar desde un establo, era todo lo que había. Como bien lo menciona el Mayor General Alberto Guzmán Molina. “Se ha dicho y con razón que, en su primer comando, el Teniente Pinto debió partir de cero y que sus bien ganados méritos se debieron en gran parte a su capacidad para innovar y crear”.

Durante nueve años fue Comandante de esta Base. Desde el primer momento empezó a trabajar incansablemente con una convicción inquebrantable para impulsar el desarrollo del ala rotatoria en Colombia. Los primeros años no fueron fáciles porque se carecía de la infraestructura y del personal, pero siempre fue un convencido de las bondades y beneficios que ofrecían los helicópteros para un país como el nuestro, donde sus cordilleras, valles y extensas selvas hacen casi inaccesible muchos lugares.

Por eso, evocamos hoy sus palabras, que 70 años después continúan siendo inspiración y hoja de ruta. Su legado perdura en todos los pilotos que tenemos el privilegio de surcar los cielos de nuestra Patria a bordo de un ángel de metal salvando vidas y llegando a los lugares más recónditos de la geografía. Palabras escritas en la edición 33 de la Revista Aeronáutica publicada en 1954, muestra del talante de un hombre visionario:

“Colombia está de plácemes con la llegada de los helicópteros. Pocos países lo necesitan tanto como el nuestro. En esas tres grandes cordilleras donde tenemos centralizadas nuestra población y riqueza, sin lugar a duda el recién llegado se sentirá en su mejor medio querido y necesitado por todos.

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