FIRMA Enero

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Kattia Escalante Barboza

Mediadora y Conciliadora certificada. Facilitadora del CAM. direccioncam@abogados.or.cr Ilustración: Shutterstock

En los últimos años, ha sido evidente el problema de rendimiento en pruebas realizadas en ciertos escenarios donde se evalúa a cada graduado de la carrera de Derecho. El Colegio de Abogados y Abogadas de Costa Rica y el Poder Judicial dan cuenta de cómo el rendimiento, en algunas pruebas, refleja carencias en la formación de este perfil profesional. Salta la interrogante sobre la exigencia en los procesos formativos y qué esperar de ellos. Se torna necesario revisar (y no solo en la carrera de Derecho) los planes de estudio, los enfoques pedagógicos y las competencias que se están trabajando y que permiten la adecuada inserción laboral con buenos índices de desempeño. Justamente, esto último es lo que evidencia la capacidad para ejecutar bien una función. En la formación que se exige

a una persona para que se certifique como conciliadora o mediadora, esta debe aprobar un proceso de capacitación que se especialice en la conducción efectiva de este tipo de procesos. Cabe preguntarse: ¿qué garantiza que alguien que se dice conciliador o mediador ejerza con profesionalismo ese rol? Quien se presente ante dos o más partes para facilitarles un proceso riguroso y efectivo de búsqueda de soluciones, no solo debe tener una base de conocimientos mínimos en la materia (que van desde las nuevas concepciones sobre el conflicto y el poder, hasta la forma en que las diferencias de género deben ser valoradas para poder dirigir procesos de conciliación justos y equitativos), sino que esto ha de ser complementado con procesos de práctica supervisada que garanticen el desarrollo de destrezas y habilidades.

Como en toda área del saber (y del saber hacer), así, es como funciona. Ahora bien, en el marco deontológico idóneo, no menos importante es el desarrollo de las actitudes necesarias para poder ejecutar este oficio. De ahí que poner en marcha estos procesos formativos ha sido un desafío para el Centro de Arbitraje y Mediación del Colegio de Abogados y Abogadas de Costa Rica (CAM), instancia que ha asumido con seriedad el reto de posicionar un programa de formación y certificación en mediación y conciliación que ha recibido el aval de la sociedad costarricense y que ha demostrado que un determinado quehacer requiere de procesos que fortalezcan las competencias profesionales para que la relación formación-desempeño tenga perfecta armonía. Ahora, corresponde devolver este reto a las universidades.

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