Vida y muerte. Daniel Verón.

Page 1

REVISTA

EXOCEREBROS


Bienvenidos, buscadores de mundos ucrónicos. En esta oportunidad, damos a conocer el cuento Vida y Muerte de Daniel Verón (Buenos Aires, 1957). Escritor argentino, autor de obras de fantasía y ciencia ficción entre cuentos y novelas. Sus obras recientes representativas son: La exploración del universo (Tahiel, 2018) y Nuestros días en el sistema solar: más allá de Júpiter (2018). Es profesor de filosofía y teología de la uba, da charlas sobre ciencia ficción en talleres. Desde los 10 años se inició en el mundo de la escritura, a los 18 fue seleccionado por la unesco por 1 cuento.

Pasen adelante y muchas gracias por viajar con nosotros.



El Thorklind a quien designaremos Minor (Mi) y su comitiva, encabezada por AlsaInyi, pasan a una inmensa sala que es algo así como el cuartel general de Thorklind Ma (Maximus). Describirla es algo prácticamente inútil. Aún el almirante Mi, que es uno de los Supremos de la Federación y que está acostumbrado a visitar lugares imponentes, queda asombrado con lo que allí ve. Diríase que desde ese sitio es posible controlar la mayor parte del Universo o, por lo menos, todo aquello que el MH (Modelo Humano) vulgarmente ha designado como UL (Universo Local). Las pantallas no son pantallas sino más bien paneles semejantes a paredes donde se puede observar en detalle lo que sucede en miles de mundos. Como no podía ser de otro modo, los paneles se pierden de vista en la lejanía. Sin embargo,


con cierta sorpresa, Thorklind reconoce en uno de tantos miles de muros visuales a los hayloaranos, aquellos adversarios del MH por tanto tiempo. Lo que se observa de ellos, como también de otros, son escenas aéreas y otras a nivel de tierra de sus principales ciudades. El y todos los que le acompañan están deslumbrados con todo lo que ven. Ambos Thorklind toman asiento en un recinto más pequeño aunque igualmente repleto de paneles. Thorklind Ma les explica brevemente que desde cierto puesto de mando es posible enfocar prácticamente cualquier cosa que suceda en cualquier mundo que deseen ver. Thorklind Mi no puede menos que reconocer en lo íntimo que, efectivamente, esto es algo que él ha imaginado por mucho tiempo, aunque en su época de kosmokrator no existía aún semejante


tecnología. Así, ambos hombres (él mismo en realidad) dialogan animadamente superando toda tensión natural. La confianza parece ser mutua ya que, después de todo, no están tratando con un extraño, sino consigo mismos. Lo que tal vez no compartirían con otro, consigo mismos, en cambio, no hay ninguna barrera que lo impida. Por otra parte, ambos están acompañados por su gente de mayor confianza. Desde luego, aquí no se trata de las mismas personas. Rápidamente, Minor se entera que sus principales oficiales lo dejarán, dentro de algún tiempo, siguiendo otros rumbos y que Alsa-Inyi, especialmente, es alguien que cumplirá un cargo administrativo de importancia dentro de la Federación. Por fin, luego de un largo rato, Minor se interesó en saber más exactamente qué era


aquello. Tuteándolo interrogó:

(por

supuesto)

 Tú me has dicho que esto es conocido o llamado como el Tribunal Cósmico, ¿verdad? Mi pregunta es: exactamente, ¿cuál es su función? Arrellanándose mejor en su asiento, Thorklind Ma respondió, mirando a lo lejos:  Todos sabemos cuán rica es la historia de MH y que todo comenzó en Altair. Sin embargo, bien sabes que el HS no es el único descendiente de los altairenses. Se calcula que cuando se creó la Federación, dentro de la Vía Láctea existían sólo unas pocas docenas de civilizaciones similares. Pero el tiempo ha pasado y con el correr de los milenios fueron muchas más. Lo mismo sucedió en todo el GL (Grupo Local). Posteriormente, el MH se fue


expandiendo por miles y miles de galaxias. Hay grupos o fracciones del HS (Hombre Solar, o sea el terrestre) que nunca pudimos controlar.  ¿A qué te refieres?


 Los federales no fuimos los únicos que logramos pasar a otros Supercúmulos ni tampoco los únicos en realizar viajes en el tiempo. Hubo pequeños grupos de colonos que se trasladaron, completos, a regiones remotas o bien a edades sumamente lejanas, tanto en el pasado como en el futuro. Pues bien; hubo grupos de los que no supimos nada por mucho tiempo y eso creó una gran incertidumbre en la Federación. Después de todo, esos descendientes del HS disponían de una tecnología formidable, pero ignorábamos si sus principios éticos eran los mismos que los nuestros. Un descubrimiento mal usado, un virus o enfermedad, un arma de destrucción masiva o, simplemente, el tener una visión distinta de la que tenemos nosotros acerca del Universo,


podría alterar para siempre el destino del MH en general.  ¿Y entonces?  Este plan yo ya lo había concebido hace mucho tiempo, como tú mismo sabrás. Se lo expliqué a los Pantocratores y ellos le dieron la forma final. El Tribunal Cósmico (TC) controla la totalidad de las formas de vida del pasado, del presente y del futuro. Sabemos todo lo que pasa en el Cosmos desde hace 1.000 o 5.000 M.A. en cualquier galaxias que pidas. Sabemos todo lo que sucede ahora mismos a cientos de millones de años-luz de este lugar. Y también sabemos todo lo que pasará en los próximos 10.000 M.A., por lo menos en el UT. Pídeme la raza que sea, la civilización que sea y te mostraré qué es lo que están haciendo en cualquier momento que sea.


 Ya veo –respondió Minor– Pero no se trata de un control pasivo sino que todavía hay algo más, ¿no es cierto?  Así es. Hoy en día puedo decirte que no se si el MH existiría, si no interviniera el Tribunal en el devenir de la Historia. Ante el gesto de extrañeza de Minor, Maximus replicó:  Nuestra organización es, efectivamente, un Tribunal. Esto es, castiga y premia. No a individuos sino a razas completas según perjudiquen o favorezcan el desarrollo del MH como un todo. Los cálculos de tus oficiales estaban en lo correcto.  ¿En qué consisten esos premios o castigos?  Las razas o civilizaciones que adelantan en todo aquello que favorezcan los intereses de la Federación son, entre


otras cosas, protegidas. Se las protege de enemigos externos y se le facilita la adquisición de conocimientos, de diferentes maneras. De hecho, hasta hay agentes nuestros que se han trasladado a esos lugares. En cambio, existen civilizaciones que son peligrosas, que practican el mal, que transmiten virus mortales, que han desarrollado armas capaces de destruir mundos enteros, razas cuya ambición no tiene límites y que piensan destruir todo lo que tengan por delante. Esas razas son castigadas retrasando su progreso, aislándolas por completo de la Federación, confundiendo a sus líderes para que nunca estén de acuerdo entre sí. En fin, se hace todo lo posible, menos el exterminarlas, ya que eso no está dentro de nuestros códigos de ética.


Minor lo miró atentamente aunque sin demostrar sorpresa alguna. Maximus continuó:  Te llamaría la atención, sin embargo, saber que, por ejemplo, el HS es una civilización brillante que, en el pasado fue castigada por nosotros. En efecto. El HS, aunque potencialmente superior al hombre de Altair, en sí mismo poseyó cualidades sumamente negativas. Todo aquello que los teólogos han dado en llamar pecado, hizo que nuestro Tribunal decidiera separarlo de la comunión con el resto de la Federación. Esta es la verdadera razón por la cual la Tierra nunca fue visitada por otras civilizaciones. Es el HS el que debió asomarse a la Galaxia para conocer la Federación y formar parte de sus miembros fundadores en el tiempo lineal (TL). Desde este lugar puedes


darte cuenta que la Federación siempre ha existido y que sus intereses están por encima de lo que ha sido el HS. Desde luego, hoy en día el HS es algo así como la columna vertebral de la Federación. La creación del Tribunal ha devenido, entonces, como un método de defensa para esto que hemos dado en llamar el MH (Modelo Humano). Thorklind Minor escuchó atentamente, recordando conversaciones sostenidas con otros Supremos, especialmente Garyker, un hombre que había recorrido el tiempo en todas direcciones.  Significa entonces –dijo Minor– que las vidas de incontables millones de seres dependen de lo que se decide aquí. Cientos y cientos de civilizaciones que he visto en mis viajes pueden perderse


en la noche cósmica o surgir como un modelo, según nuestras decisiones. Para nosotros es maravilloso –murmuró– pero ¿y para esos seres?  Todo ser inteligente sabe que hay fuerzas superiores a él que no puede explicar ni medir de ninguna manera – replica Maximus–. Los grandes sistemas religiosos lo atribuyen a seres divinos, los demás suponen que se trata de leyes universales inexorables. Nadie más imagina que nosotros estamos detrás de esto. Por un momento, Minor miró a lo lejos los murales, hasta que por fin dijo lo que pensaba. Después de todo, estaba hablando consigo mismo.  ¿Y nosotros? ¿Alguien sabe cómo surgió el hombre en Altair? ¿Por qué es así y no de otra manera? ¿Fue una casualidad


que respondió a leyes físicas o alguien lo determinó así?  Hasta donde nosotros sabemos, más allá de todo lo que sea tiempo y espacio rigen fuerzas inaccesibles que, efectivamente, podrían estar haciendo básicamente el mismo trabajo que nosotros. Te diré más aún. Olvídate del MH. Piensa en el Cosmos. ¿Por qué tiene este aspecto y no otro? Nadie en su sano juicio puede pensar seriamente que todo esto que conocemos es producto de azar sobre oscuras fuerzas físicas. Por otra parte, es obvio que las leyes físicas no se crean a sí mismas sino que necesitan de un ente creador que las regule y establezca. Tras estas palabras, Ma invitó a Mi a caminar, mirando observando algunos murales. El primero que contempló Minor fue uno donde se veían impresionantes


edificios que se perdían en el horizonte de alguna ciudad.  ¿Lo ves? –dijo Maximus– Este es un lugar adonde acabaron destruyéndose a sí mismos en su ambición por ser unos más que otros. Hoy sólo quedan unos pocos sobrevivientes. Pronto nos reuniremos con el Consejo a ver si les damos una nueva oportunidad. Unos metros más allá, Thorklind Minor observó atentamente una civilización asentada en un mundo cuyo sol era rojo.  Aquí el problema es otro. Estos seres tardaron demasiado tiempo en desarrollar su cultura y su sol va camino a convertirse en una enana roja en una galaxia periférica del Supercúmulo Beta. Como no sea que intervengamos enviando a nuestros agentes, nunca


tendrán la tecnología necesaria para sobrevivir. Caminaron unos metros más y Maximus explicó a Minor:  En este lugar sí tenemos una de las civilizaciones miembros de la Federación. Se trata de los kolens. Como ves, son gente tranquila, feliz, que se siente segura con lo que hacen. Saben quiénes son y adónde van. Actualmente ya poseen muchas colonias en varios Supercúmulos.  Deduzco que ellos sí han sido ayudados, ¿no es verdad? –interrogó Minor.  Así es. Pero esto es porque eran inofensivos, dueños de un gran potencial cultural y, como si fuera poco, se los considera descendientes de una rama de altairenses. Técnicamente serían hermanos del HS.


Las escenas de los murales eran de lo más variadas. Había ciudades llenas de luz y de vida y otras oscuras y escasamente habitadas. Existían lugares que parecían sucursales de la Federación, mientras que otros evidenciaban no haber entrado nunca en contacto con la misma. Cientos de miles de civilizaciones eran humanas, pero otras no. El Tribunal parecía haber tenido una consideración especial con ciertas razas que, de un modo u otro, favorecían los intereses de la Federación. En cambio, otras razas parecían condenadas a una existencia menor, alejadas de todos los privilegios, seres que ignoraban su origen y el porqué de su existencia. Thorklind Minor dedicó cierto tiempo a contemplar algunos casos.  ¿Y qué piensas hacer con todos estos?  Ya verás que han de morir solos, sin que nadie los moleste. Hay razas que hasta han imaginado que existe algo más,


pero perciben que han quedado afuera de algo muy importante, superior a ellos.  Es algo terrible.  Lo es, pero después de un tiempo de ver miles y miles de casos así te acostumbras. Llega un momento en que ver desaparecer una raza entera no es más importante que un hecho cualquiera, perdido en el río del tiempo.  ¿Es que uno se vuelve indiferente entonces?  No es así. Parece lamentable que el destino de millones de seres se aborte y que su vida parezca que no tiene un sentido. Pero a cambio de eso está la realización plena de muchos millones más, en el vasto océano del Universo. Y en este último grupo está el HS que ha dado lugar a la Federación, la que, a su


vez, le ha dado un verdadero sentido y objetivo a casi todo lo demás.  Somos como dioses –murmuró Minor.  Tal vez para algunos así sea. Lo cierto es que hay culturas que se enrolan en otro camino, en otro proyecto de vida, en la decisión B en vez de la A, y eso los condice, irremediablemente, a la muerte.  Entonces debo pensar que somos los afortunados que encontramos el buen camino –murmuró Minor.  Yo no lo llamaría fortuna. Personalmente, creo que alguien, un Gran Alguien, hace lo mismo con nosotros, mucho más allá de donde podemos ver o llegar con nuestro instrumental. La inmensidad del Cosmos está dividida como si fuera en compartimientos, así que la Federación


solamente ocupa algunos de esos compartimientos. Yo, desde aquí controlo algunos, mis compañeros de la Federación otros, pero del resto nada se sabe, ni siquiera cuántos compartimientos más hay. Thorklind Minor suspiró y, finalmente, dijo:  Pese a todo lo sobrecogedor que es ver morir a millones como uno mismo, admito que me enorgullece pertenecer a la civilización que ha logrado esto.  No debes apesadumbrarte –respondió Maximus– Gracias a que otros mueren, nosotros estamos aquí. Gracias a que otras civilizaciones no llegaron antes es que nos tocó a nosotros ser algo así como la cumbre de la inteligencia en el Cosmos.  ¿Y qué es lo que vendrá después?


 Todavía falta mucho. Existen pisos multidimensionales a los que no hemos llegado, pasadizos secretos en el tiempo, universos-espejo a los que aún falta llegar, ver qué hay más allá de los 50.000 billones de años al futuro, descender a los pisos “bajos” del Universo... en fin, cada día hay algo nuevo.  ¿Y qué es lo que se supone que yo debo hacer?  Ya lo verás. No me corresponde a mí decírtelo ahora. Pero quédate tranquilo. Vas a tener mucho trabajo. Cuando en tu tiempo te elijan para esta tarea, serás uno de los hombres de más experiencia dentro de la Federación. Pero ahora debes volver y seguir explorando. Este encuentro te ha servido para entender el porqué de muchas cosas. Yo soy tú mismo y este encuentro lo necesitaba


en algún momento de mi vida. ¿A quién más podía dirigirme sino? Los dos Thorklind volvieron a darse la mano. Poco tiempo después, la comitiva que ha acompañado al más joven prepara todo y así son transportados al interior de la nave insignia sin otras novedades. Poco a poco, lejos, muy lejos, va quedando aquel hipercúmulo fantástico. Ya en el puente de mando, tras algunos comentarios, Thorklind le murmura a Alsa-Inyi:  ¿Sabe una cosa? Para mí ya nada será igual. –Y, mirando las estrellas a lo lejos, añadió: – Mi otro yo me ha contestado del por qué unas civilizaciones llegan y otras no. No es un capricho, no es un azar ni algo fortuito, es que hay un sentido, un propósito que hasta ahora ignorábamos. Y estoy feliz por eso.


Mientras tanto, la Flota continuaba surcando abismos de tiempos y espacio.



Ilustraciรณn portada e presentaciรณn: Froy Balam

ilustraciรณn

de

Ilustraciones interior: Marilinda Guerrero Fb: Revista Exocerebros Twitter: @exocerebros Exocerebros es idea original de: Marilinda Guerrero


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.