los alrededores diversos locales de reiterada denominación métrica decimal: el Kilómetro 7, el Kilómetro 16, junto al Pigalle y El Trigal. Aunque los convoyes variaron su ruta, el Estado Lara conservó sus trastes sucios en esos prolegómenos de las curvas de Carora, desaguadero de los suburbios industriales de Barquisimeto. La escoria, carnal e inanimada, se desborda en esta trinchera donde sólo se
exige el preservativo y la prudencia de no adentrarse en los cardonales infestados de cascabeles. El Kilómetro 1 es ahora La Selva; tambien se pueden achicar furores en los próximos Nuevo Kari o Night Club Lido. La mayoría explora como primera opción el Siete Rojo un amplio galpón cuya entrada, iluminada por los neones que desgranan un "7" multicolor, mejor parece presagiar un destartalado drive in texano. -
Alguna vez fue tenido como el mayor lupanar de Venezuela, y de sus marchitas glorias se recuerda que llegó a reunir simultáneamente unas 200 mujeres ofertando
sus más apetecibles bocados. El Sida y el descalabro económico han obrado notables estragos desde los buenos tiempos en los que a las afueras del Siete Rojo podían aparcar tanto un Mercedes Benz como un tractor John Deere. Pero de cualquier manera la persistente afluencia todavía puede dar ocupación a 40 chicas (muchas colombianas, casi tantas como dominicanas, y algunas cuantas provenientes de zonas de movedizo gentilicio, como el
Zulia o el Táchira) en una noche de viernes. Su propietario, un italiano de nombre
Vittorio, dueño a la vez de uno de los más concurridos mataderos de Barquisimeto, el Motel París, ha dispuesto unas tarifas que garantizan una plusvalía cuantiosa: 250 bolívares un rato, ambigua medida temporal corriente en estos trances; 500 bolívares, más 100 de habitación, para tener acceso a la suite de una hora; y1500 bolívares para cualquier programita que comprenda una incursión fuera del local. Si las tarifas no parecen seductoras en principio, pocos se mantienen reacios a practicar la transacción tras soportar las inducciones ambientales que reserva el Siete Rojo. Las mozas rondan por el
Las mozas del Siete Rolo rondan por el recinto empacadas en una momo u tanga y a veces a la descubierta, con un topless
recinto llevando una malla o tanga como empaque; acaso en alguna aventura, un topless. Si antes, como reza el lenguaje de
los animadores, una orquesta "amenizaba" el regateo sexual, ahora un maxi videobeam la .ha sustituido sobre el podio. Mientras el disc-jockey pincha el 45 rpm con "Ayy Papachongo", en la pantalla proyecta el primerísimo primer plano de un coito con protagonistas caucásicos. El momento culminante de la jornada estriba en la rifa especial que se sortea hacia la una de la madrugada. Cuando la bonanza campeaba, y se hacía cola para entrar al Siete Rojo, el premio principal consistía en un round de pasión con la chica preferida del ganador. En
Exces0
Febrero 1989 55