Enfoque del Café Edición 30

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sesquicentenario

En Pereira nadie es forastero, todos somos pereiranos Por Víctor Zuluaga Gómez* Pereira se alista para celebrar los 150 años de fundación. Sin lugar a dudas, el café ha sido el producto que le permitió pasar de una aldea a una ciudad y en la actualidad, pensar en el proyecto de “Ciudad-región”. Pero al mismo tiempo, la pluralidad desde el punto de su composición étnica y cultural y su espíritu de libertad, han sido elementos sobre los cuales se han construido su identidad: “Ciudad sin puertas”, “Todos somos pereiranos”, “Querendona trasnochadora y morena” y “Ciudad cívica”. Un alcalde de Pereira asumió como lema ciudad “Pereira lo tiene todo”. Para bien o para mal, podemos decir que ésta ha sido una característica de la ciudad, que la acerca a la definición que ha dado la Escuela de Chicago en torno a la definición de ciudad, como el lugar donde converge la diferencia. Y ello es así en la medida que es el sitio en donde vivían (viven) indígenas, afrodescendientes, antioqueños, caucanos y sirio-libaneses. El afirmar que “todos somos pereiranos” es de alguna manera asumir un compromiso de identidad que evoca un pasado multicultural que sigue estando presente en la actualidad, pero que busca no quedarse en la simple reminiscencia, sino construir un futuro sobre la base del reconocimiento del “otro”, vale decir, profundizar la interculturalidad. Nacida en medio del Otún y del Consotá, la quebrada de Egoyá prodigó sus aguas a los primeros pobladores, para luego convertirse en la vía rápida para la evacuación de todos los desperdicios de una sociedad que crecía a pasos agigantados y se convertía en sociedad de consumo que utiliza y bota, en contraste con esa sociedad patriarcal que no conoció el icopor, ni las bolsas de plástico, ni los pañales desechables. Egoyá quedó literalmente sepultada en medio de la basura. Decía un funcionario de Aguas y Aguas que aún hoy en día, a las dos o tres de la mañana, cuando la ciudad duerme, la quebrada de Egoyá deja correr unos hilos de agua pura. El Otún evoca el nombre de esa divinidad africana llamada Ochúm, que significa deidad de las aguas dulces, y con su

nombre pervive la presencia de los esclavizados que explotaron la mina de sal de Barberi y de los que fundaron el palenque de Jagual de Pureza en el actual sitio de Turín. Y Egoyá está referida al nombre dado por los españoles que llegaron a fundar a Cartago, en la medida que en el idioma euskera, de origen vasco significa el “viento de las brujas”. Por último, el Consotá, fue el nombre del cacique que reinó en las cercanías de Huertas y dueño de la fuente salada que hace pocos años fue redescubierta. De esa manera, las corrientes de agua más significativas de la ciudad, recuerdan la pluralidad étnica y cultural de Pereira. La mayoría de edad de Pereira se logró el día que se vio convertida en la capital de Risaralda. El esfuerzo de sus gentes la convirtieron en esa ciudad que todo lo tiene: una catedral con una estructura de madera resistente a los sismos; una Universidad con una orientación inicial tecnológica que le permitió formar a los profesionales que hicieron ciudad, es decir, industria, desarrollo, planeación; unos parques como el de Bolívar, La Libertad, El Lago Uribe; Avenidas como la 30 de Agosto, la Circunvalar, la Avenida de las Américas, Belalcázar y su más reciente como la variante Sur-Sur; una autopista Del Café que une a las capitales del antiguo Caldas o Eje Cafetero; un estadio que posee en sus alrededores una amplia dotación de piscinas y otros escenarios deportivos; un aeropuerto del cual se enorgullece la ciudad porque fue el resultado de un deseo y esfuerzo colectivo; un Hospital que contó con más de un mecenas en aquellas épocas en las cuales primaba como objetivo el bien común por encima de privados intereses; un sistema de transporte urbano que compite con el que funciona en las principales ciudades del país; un Bolívar desnudo que en su momento despertó simpatía y animosidades, pero que se convirtió en el ícono de la ciudad en la medida que evocaba “libertad”; un Viaducto, que de alguna manera se convirtió en el heredero de aquella frase final que pronunció César Gaviria cando tomó posesión como presidente de los colombianos: “Bienvenidos al futuro”. Y ese “Bienvenidos el futuro” significó en cierto sentido dar un salto en los procesos de modernización de la ciudad, como por ejemplo, poner a tono la Plaza de Bolívar con aquellas plazas de grandes ciudades en donde la característica

La mayoría de edad de Pereira se logró el día que se vio convertida en la Capital de Risaralda. El esfuerzo de sus gentes la convirtieron en esa ciudad que todo lo tiene.

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