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Intuiciones certeras. Joaquín Fermandois

presentación

Espero que Ian Gibson no se moleste si digo que, aunque irlandés, pertenece a este mundo angloparlante que ha sido una parte activa de la vida cultural de nuestro país, de España, de América del Sur, de América Latina. Un irlandés especial porque no viene del origen ca tólico, se nota. Pero tampoco es anglicano, es metodista, minoría dentro de una minoría dentro de una minoría; es como una cebolla, a propósito de la metáfora que usa para referirse a Dalí. Creo que parte de la historia intelectual española no se entiende sin estos observadores, tipo Gerald Brenan, Hugh Çomas, Paul Preston, Gabriel Jackson, Stanley Payne, Raymond Carr, que son muy importantes. Sin esos historiadores angloparlantes –o anglosajones, habría que decir–, nuestra historiografía, desde mediados de siglo o desde la década de 1930, no está completa. Yo creo que una parte de nuestra historia está hecha fuera de Chile, y en todos los países latinoamericanos pasa lo mismo. Eso ha cambiado porque hay muchos chilenos formados en Estados Unidos o Inglaterra que trabajan en ambas partes, o trabajan más allá que en Chile. Yo no encuentro en esto nada peligroso ni inconveniente, hay diferencias y percepciones distin tas, pero es muy importante que las haya. En el caso de España, Jackson y Çomas fueron hombres fundamentales para comprender ese país en un momento dado, al comenzar la segunda mitad del siglo XX.

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En cuanto a Ian Gibson, es difícil situarlo en una especialidad, pero creo que él es una combinación de historiador cultural e historiador político. En historia cultural, combina dos cosas: el análisis de texto, pero un análisis sensible al texto, y lo que podríamos llamar sociabilidad cultural, es decir, el mundo de los artistas, los intelectuales y su relación con el acontecer del siglo, que muchas veces resumimos con la palabra política, pero a veces se queda un poco estrecha.

Es autor de grandes biografías, ve la biografía como un método para entender la época y al autor. Viene ahora una biografía suya de Buñuel y su papel durante la guerra civil española. Yo he podido leer en forma incompleta su extraordinaria biografía de Federico García Lorca; para mu chos de este grupo anglosajón, y debido a su impacto en otros países, la guerra civil española es un fenómeno que en Europa y América marcó políticamente hasta mi generación –yo nací el 48, entre paréntesis–, e incluso en mi generación estamos muy marcados. Creo que en el caso de Chile, más que de otros países de América Latina, hay un para lelismo político entre la España de los treinta –y quizás la de antes– y la de ahora. El golpe del 73 se explica en parte en España, porque los dos bandos decían «que no nos pase lo de allá». En la izquierda chilena, la cultura política de la guerra civil inŠuyó para su propia interpretación en los cuarenta, en los cincuenta, en los sesenta, y creo que a comien zos de los setenta algo de eso hubo también. O sea, esta no es una historia tan ajena a nosotros tampoco, pero siento que para las

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nuevas generaciones ya es algo más lejano.

Ian Gibson es un observador comprometido, toma partido con altura intelectual. Usa generosamente el epíteto de fascista para la España media, pero tiene también unos estudios matizados interesantes sobre algunas ˆguras de la extrema derecha española, tratando de entenderlos por dentro, sin una mirada puramen te condenatoria. La biografía de Lorca me llamó la atención por algunos puntos que a lo mejor para un historiador netamente cultural no son tan extraños, pero que a mi juicio captan muy bien esa relación vida-obra que es compleja, contradictoria, muy difícil. Interpretar la obra por la vida y la vida por la obra nos puede llevar a engaños, pero existe una relación entre esos dos aspectos, es una carta, un juego. Hay una observación ahí que, citando a Jorge Guillén, habla sobre la naturaleza juglaresca de García Lorca. Esto es algo muy interesante, y me quedé meditando si la poesía no po dría revivir si lograra retomar esas raíces, porque hay algo en la poesía que tiene que ser leída en voz alta entre varios, como en una suerte de ˆesta. Gibson habla en el libro de las reuniones entre Neruda y García Lorca, con mucho vino, muchas ˆestas que duraban días, pero consta que los dos eran muy leídos y muy cultos; no sé muy bien a qué hora lo hacían, pero ana lizando los textos de ambos, obviamente que esta dedicación a la lectura existió. En Estados Unidos, García Lorca siente empatía con el mundo negro y otros sectores, pero también una visión yo diría matizada sobre la experiencia norteamericana, eso está muy bien transmitido; en cuanto a Cuba, el poeta defendía la aˆnidad andaluza con el mun do cubano. Planteaba que hay una especie de Nueva España en Cuba, un país que por estar ligado con España hasta ˆnes del siglo XIX tendría más raíces españolas que cualquiera de los otros países latinoamericanos. Su relación con la política cubana es más indirecta, y a propósito de lo que dice Ian Gibson, yo diría que Lorca sí tiene una simpatía sociocultural con lo que podría mos llamar la izquierda, pero no es necesariamente un activista político, no tiene mucha opinión sobre Cuba, que en su caso era la Cuba de Machado. Sabemos que la historia de Cuba ha estado ligada a ˆguras fuertes. Machado en los veinte y comienzos de los treinta. En los treinta, cuarenta y cincuenta, Batista. Desde ˆnes de los cincuenta hasta hoy, los Castro. Es como un sino de ese país especial. Y por otro lado, Cuba tiene una vida propia. Ese es un capítulo que encontré hermosísimo, uno siente el aire cubano, la atmósfera cubana. El tema de la homosexualidad en García Lorca está tratado con mucha ˆnura, con altura.

Gibson es autor también de novelas, ha combinado la escri tura de la historia con la de novela. Yo hago un curso de teoría de la historia y siempre hablo de esta relación, porque los historiadores han inventado muchas cosas, y no nos queda otra. Hugh Çomas tiene también una teoría al respecto, cuando aˆrma: «Yo sé que esto es así pero no lo puedo comprobar, entonces escribo una novela». Acerca de si la novela es más reveladora que la investigación histórica, Ian Gibson dice: «A veces he pensa do que es posible, porque [en la novela] uno está trabajando con intuiciones y podría ser que fuesen certeras. La imaginación del novelista puede aportar sugerencias al historiador. El novelista sospecha, intuye algo y puede elaborar situaciones que tal vez luego resulten relevantes a la hora de conocer la verdad».

Para terminar, Gibson tiene un juicio interesante porque se está dedicando a la España del siglo XIX, me parece, como una nueva pasión. Dice que ese país vivió a salto de mata en el siglo XIX, y creo que tenemos que entender eso para entender también a América Latina en los siglos XIX y XX. Hay un para lelismo bastante grande. «Las cortes de Cádiz –dice Gibson en una entrevista– elaboraron una de las constituciones más modernas de Europa.» Tal vez la más avanzada. Después sabemos que hubo un retroceso. Yo invito a pensar esta frase, esta idea y este ejemplo sobre las cortes de Cádiz en nuestra América Latina, donde todavía tenemos pendiente este tema.

Joaquín Fermandois es historiador y se ha especializado en relaciones internacionales e historia contemporánea.

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