Cuando, peregrino en búsqueda de poesía de amor y amores, se adentra el lector de hoy por senderos del ayer medieval, encuentra paisajes espirituales tan varios y tan cambiantes que a cada jornada deberá ajustar su paso, su visión, su sentir mismo, a gamas y tonos nuevos, a perfiles asombrosamente nítidos y a claros-curos de previstas e imprevistas ambigüedades. Desde hontanares y cumbres, a cada paso emergerán voces y ecos de voces. Y, tal como decía el poeta, el primer empeño ha de ser distinguir las voces de los ecos. Porque sólo entonces podrá atender al sentido más íntimo de cada voz, para elegir la ruta que más certeramente lleve hacia la meta: el entendimiento de un modo de expresión poética, que habiéndole sido ajeno, debe hacer suyo.
La poesía amatoria culta de la Edad Media española es fenómeno harto complejo.