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PERSONAJE
Eduardo Privat transmite el amor por la naturaleza en cada una de sus obras de arte. Su espíritu se nutre de pétalos, aromas y colores. Ello le ha permitido convertirse en el dueño de Jardín Privat, una fascinante florería. Escribe Kenyi Coba / Foto Joaquín Cruzado
A
quellos delicados seres vivos tienen más de una misión en nuestra vida. Una de ellas es
hacer que nuestros días sean más bellos y alegres. Esto lo sabe muy bien Eduardo, uno de los floristas más solicitados de la capital. Es un publicista de vocación y huancaíno de nacimiento. Su habilidad para crear verdaderas joyas es única. Años atrás, por curiosidad, decidió ingresar al Mercado de Flores de Acho, en el Rímac. Al verse rodeado de un sinfín de colores, quedó sorprendido. “Todo comenzó de casualidad, y ya van seis años donde se han convertido en parte de mi vida”, me revela convencido. La tarde de junio recibió el flechazo de un amor que solo ha ido en aumento. Desde ese momento, decidió entregarse por completo a ese perfumado mundo. No se equivocó, y sus visitas al mayorista se hicieron continuas; inclusive, recurría para buscar la inspiración que le permitiese sobrellevar la rutina diaria. “En diversas ocasiones, el ajetreo empezaba a consumirme. Me sentía desganado e iba al mercado de flores para recargarme de alegría. Compraba ramos, y armaba arreglos en casa. Eso comenzó a llenarme”, recuerda el líder de la florería Jardín Privat. Al tener tantos arreglos listos no sabía qué hacer con ellos. Una idea cruzó por su mente: decidió ofrecerlos, a modo de experimento, entre sus compañeros de trabajo. Por entonces, laboraba en una empresa de insumos de limpieza. Su
Inventiva