RCSE Vol. VIII, Nro. 2 especial "Sociedad y Gerencia"

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NÚMERO ESPECIAL: “SOCIEDAD Y GERENCIA”

ISSN: 1690-7647 otros colegiados) tienen la autoridad epistémica para relatar los hechos de una persona, pueblo o nación desde un lugar de enunciación que le puede ser ajeno y mediante el uso de enunciados abstraídos de cualquier limitación espacio temporal que inhiba el uso de este conocimiento como una verdad eterna. Ante este panorama, lo que los verdaderos actores de la historia realmente asuman y transmitan como su legado, cultura, etc queda relegado al conocimiento vulgar o mítico religioso carente de cientificidad. Ante esta tendencia de hacer ciencia y crear conocimiento desde la perspectiva cartesiana, Grosfoguel (2008) refiere a Enrique Dussel en su crítica a este modelo: “las condiciones de posibilidad políticas, económicas, culturales y sociales de que un sujeto asuma la arrogancia de hablar como si fuera el ojo de Dios, es el sujeto cuya localización geopolítica está determinada por su existencia como colonizador/conquitador, es decir, el Ser Imperial” (p.4). En el Siglo XVIII, en un intento por conciliar o resolver algunos de los dilemas del universalismo cartesiano, Immanuel Kant propone que las categorías de espacio y tiempo están localizadas en la mente de los «hombres» y por tanto son categorías universales a priori de todo conocimiento. Para Kant es imposible producir conocimiento fuera del “tiempo y el espacio” como lo proponía el cartesianismo puesto que ya estas dos condiciones están insertas en la mente del sujeto trascendental y, por lo tanto, se requiere de una intersubjetividad universalista en la que “todos los hombres puedan reconocer un conocimiento como verdadero y universal” (p.5). Grosfoguel acota que, aunque la postura kantiana de universalidad y de razón trascendental dice ser “innata”, esta innatez es sólo posible en los “hombres”; es decir, es masculina, blanca y europea”, denotándose este rasgo racista y sexista

en muchos de sus escritos. Con Kant se critica al universalismo abstracto de enunciación de Descartes pero se mantiene y profundiza el de universalismo epistemológico pues él hace explícito lo que en Descartes era implícito: solamente el hombre europeo tiene acceso a producir conocimientos universales, es decir, un sujeto de enunciación particular define para todos en el planeta lo que es universal. Posteriormente, Hegel, en las primeras décadas del Siglo XIX, desmonta el pensamiento kantiano y propone dos maneras de producir conocimiento: 1) no existen categorías innatas de espacio y tiempo sino que éstas son históricas; 2) la verdad es el todo, es decir, el proceso mismo de movimiento dialéctico del pensamiento. Para Hegel el movimiento del pensamiento va de lo abstracto a lo concreto. Grosfoguel reseña que para Hegel los universalismos abstractos cartesianos y kantianos son sólo la base para “universalismos concretos”, más complejos, en los que se “pretende llegar a un Saber Absoluto válido más allá de todo tiempo y espacio” (p.6). Nace por tanto, el método dialéctico hegeliano del pensamiento en donde lo universal concreto se produce al mediar, contradecir y negar categorías del pensamiento sin que éstas desaparezcan sino que más bien se subsuman y se muevan de universales abstractas hacia universales concretas, demarcando con esto el Saber Absoluto y el fin de la historia; nada nuevo puede producirse después de esto. Con estas propuestas, Hegel “termina traicionando su innovación a nivel del universalismo epistémico, el de los enunciados, cuando en lugar de continuar con su historización de las categorías y los enunciados, el saber absoluto sería un nuevo tipo de universalismo cartesiano verdadero para toda la Humanidad y para todo tiempo y espacio” (p.7). 128


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