Revista Nro 61

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Los sanjuaninos se jactan de ser la ‘Capital’ del Ciclismo argentino y razones no les faltan. Cada año, de noviembre a abril, ponen en escena la temporada rutera más extensa del país. Las clásicas Difunta Correa; Mendoza-San Juan; la Media Agua y la Calingasta, entre otras competencias, sobreviven del siglo pasado. Además, La Vuelta a San Juan, carrera épica que todos quieren correr y sueñan con ganar, y el ahora famoso Giro del Sol, jalonan esta historia. Un fenómeno social que se amplifica en la cantidad de corredores, de todas las edades, que cada día le hacen cosquillas a las rutas y, principalmente, la pasión del público que sale a la calle como multitudes despavoridas y no solamente por los temblores de tierra, cuando se escucha la sinfonía de piñones y ruedas traccionando a todo ritmo. Sin embargo, en los últimos 32 años, los hijos de Sarmiento esperaban la llegada del mesías, el hijo pródigo, la gran figura, el sanjuanino diferente, el heredero de los logros de Carlos Escudero, Juan Marcelo Chancay y Moisés Carrizo, bicampeón y el que en 1978 obtuvo el último cetro nacional. Es cierto que en esta historia, el loberense Gerardo Fernández, en el 2008, y el olivarriense Pablo Brun (sancionado por dóping), el año pasado, consiguieron sendos títulos con la camiseta sanjuanina, aunque esas copas fueron de leche para los nativos de esta provincia acostumbrados a brindar con buen vino. Por eso la victoria de Jorge Antonio Pi, en la prueba de Pelotón de Elite del Campeonato Argentino de Ruta de San Juan, se convirtió en un verdadero domingo de Pascuas de resurrección para la sufrida barra local, que vivió de viernes Santo por más de tres décadas.

FUGA CLAVE DE MESSINEO, GONZÁLEZ Y PI

Un campeón, casi un ex ciclista

El pedalista de la Municipalidad de Pocito, de 25 años, casado con una ciclista reconocida, Carla Álvarez (la hija del ‘Gato’ de La Plata), dueño de un perfil bajo, una sonrisa permanente y una cara de gringo bueno, escribió su nombre con letras de oro en el podio luego de varias vacilaciones. Es que Pi bajó su rendimiento en los dos últimos años y hasta pensó en dedicarse a otra cosa. El apoyo de su esposa y el cambio de mentalidad y también de preparación lograron el milagro. No fue fácil la metamorfosis y mucho menos si se recuerda que hace pocos meses, en la carrera Vuelta a Valles Iglesianos, se tomó a golpes de puño con el entrenador de su conjunto y luego técnico de la selección sanjuanina, Ernesto Fernández, por diferencias que parecían insalvables. Pese a todo, fue el hombre elegido para buscar el Oro, luego de casi 190 kilómetros de fuga, con un sólido equipo como respaldo para conseguir el objetivo perfecto: campeones, pero con un ciclista ‘hecho en casa’. En realidad todavía no terminaban de peinarse para las fotos cuando partieron, al más allá, los locales Pedro González, Oscar Villalobo y Pi; junto al olavarriense Leandro Messineo, pero con los colores de Río Colorado; Matías Torres (Regional La Plata); Juan Lucero (San Luis) y Jairo Núñez (Mendoza). El grupo de los siete llegó a tener en un momento ocho minutos de diferencia respecto a sus perseguidores, que parecían anestesiados. Cuando se animaron a acortar las distancias Federico Pagani (Norte de La Pampa), Gabriel Brizuela (Mendoza) y Mauro Richeze (ACINPROBA), apareció el local Emanuel Saldaño para intimidar a sus colegas. Luego de dos subidas intensas al dique Ullum y en el regreso a la ciudad, en el mismo lugar en que se originó la fuga tempranera, ahora se escaparon tres: Pi, Messineo y González para aplanar los últi-

mos 50 kilómetros. Restaban cuatro vueltas a la avenida Circunvalación, el cinturón que rodea la capital, con dos corredores locales adelante y Messineo, como el relleno de un alfajor. Tal cual lo sugería el manual de instrucciones, González y Pi sacudieron al olavarriense hasta secarle las piernas. Entonces quedó el camino libre para la llegada en solitario de ‘Sonrisa’ Pi, que recorrió la vuelta final solamente para aspirar el aire fresco de un título largamente esperado. En tanto, Messineo fue segundo y González, de gran tarea, completó el podio, a un promedio de 42,923 Km/hora.

Recuperó lo que era suyo

Con la partida del Ciclismo activo de Juan Curuchet y la despedida inminente de Guillermo Brunetta, la Contrarreloj individual de Elite tiene un legítimo dueño: el polifuncional rutero Matías Médici, que por tercer año hizo valer su oficio y el envión anímico que trajo de los Juegos Odesur de Colombia, dónde consiguió la medalla de Plata. La CRI fue una carrera infartante, que agrupó en una decena de segundos a los cuatro mejores especialistas que hoy posee el país: el flamante campeón Médici, que ya había logrado este título en los años 2006 y 2008 y que también fue noveno en el Mundial de Madrid 2005; el cordobés Jorge Giacinti, amigo del campeón y compañero de equipo en el Scott de Brasil, que finalizó segundo, a siete segundos. Messineo, que tuvo un rendimiento notable cuando el viento que surcaba el circuito arreciaba con más intensidad, dio la sorpresa al completar el podio; y Saldaño que ocupó el cuarto lugar, a once segundos. Pero el sanjuanino corrió con la angustia de saber que un grupo de ladrones le habían desvalijado su casa. El gran ausente en la lucha por el cetro fue el mencionado Brunetta, que a poco de su retiro tras una exitosa campaña, corrió con la camiseta sanjuanina y finalizó en un pálido sexto puesto.

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