Cactus #29

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Dio era el truco y su ilusionista tiene nombre: Eyellusion, una empresa californiana surgida en los laboratorios de efectos digitales para Hollywood, pero que ha puesto el enfoque en el espectáculo musical. En realidad, si nos ponemos técnicos, lo proyectado en el escenario no es exactamente un holograma. Tampoco lo eran los súper abdominales de Tupac en 2012. La artimaña que entonces diseñó la compañía Rezin8 lleva inventada desde el siglo XIX. Es una técnica llamada “fantasma de Pepper”, que se vale de la propiedad que tiene el cristal de ser transparente y reflejante a la vez. Jugando con los ángulos, se pueden conseguir, por ejemplo, los fantasmas danzantes de la mansión encantada de Disneyland, de finales de los años sesenta. O las letras de un simple teleprompter para presentadores de televisión.

Frank Zappa será el siguiente en convertirse en holograma, aunque sus cuatro hijos mantienen complejas disputas legales entre sí

de Dio nunca será Dio. Como la pipa de Magritte, «ceci n’est pas une pipe»; o sea, la representación de una idea no es la idea en sí misma. Aun así, lo de Dio parece ir varios pasos más allá del fenómeno del holograma musical en Japón, donde goza de mayor popularidad. En el país de las ‘waifus’ virtual idols animadas como Hatsune Miku cautivan audiencias con su jpop chicloso. Éstas son unas Milli Vanilli de consenso, pero hologramas como el de Dio representan a personas que existieron de verdad. La mánager y viuda del cantante americano, Wendy Dio, es la que ha dado luz verde al proyecto de Eyellusion y la que afirma taxativamente que esto es lo que su marido habría querido. Hace falta algo más que declaraciones para convencer a todos los fans. Pero lo cierto es que no hay manera de saber si el deseo del cantante hubiera sido perdurar, aunque fuera en proyección, en los escenarios de los que fue apartado solo por un cáncer de estómago letal. Evidentemente, a las cuestiones morales se le añaden las legales, que pueden complicarse. Cuando un artista muere, su derechos de propia imagen y de nombre pueden variar respecto a cuando estaba vivo. Si además el holograma se recrea en base a imágenes de terceros, también es obligatorio adquirir esos derechos. Y faltan por añadirle capas al traje: están las cuestiones legales de derechos de actuación, de composición de la música y de marca.

Aunque revivir a estrellas de la música que fingen interpretar canciones es una forma mucho más cara de este truco, porque aquí es donde el CGI visto en películas como El curioso caso de Benjamin Button entra en juego. Se rastrea material de archivo y fotografías y luego se crean modelos que se preparan para animar digitalmente. Así lo explica el consejero delegado de Eyellusion, Jeff Pezzuti. El modelaje en bruto es tridimensional, pero la proyección no. Como cuando vemos aquello de «ayúdame, Obi Wan Kenobi, eres mi única esperanza» en la pantalla plana del televisor. La decisión de revivir a Dio no ha estado exenta de críticas. Argumentos en contra no faltan. Ya sabemos cómo de estricto es el mundo del rock y del metal en cuanto a la música en directo. Los playbacks y los trampantojos no son tolerados con facilidad, y una grabación 37


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