Vale la pena
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Gliso y el deporte
Efecto Francisco
El nombramiento de Sturla
Dos preguntas no podían faltar en la charla: si tiene apodo y si realizaba deportes. A la primera respondió entre risas: “Sí, a mí me dicen Gliso. Más allá que nunca supe si era de grisín o de glisín, yo era delgado y un compañero, Pablo Pérez Marexiano –que hoy está en Argentina y es un gran amigo–, me bautizó así. ‘El Padre Gliso’, así que hoy voy así. No ha trascendido más que en ese ámbito”, dijo. En cuanto al deporte: “Los admiro mucho a los Brothers, pero el rugby nunca me atrajo demasiado. Me volqué al fútbol”. Jugó en primaria en ADIC, también en el Playa Honda de baby fútbol y corrió 400 metros en ADIC. Ahora sigue jugando fútbol entre amigos.
Marcelo considera que hemos tenido “Papas fabulosos”. Al Papa Francisco no lo conoce en persona, pero “ha ido ganando abiertamente mi corazón. Es de una sinceridad, de una radicalidad. Escucharlo en nuestro idioma y que sea rioplatense lo hace tan cercano..., las cosas llegan con una gran contundencia. El efecto Francisco, si lo pudiéramos llamar así, realmente ha sido un despertar en la gente, que creo que es por ese don, esa capacidad de transmitir, de ser franco (…) esa simplicidad, esos gestos de verdadera austeridad. Creo que ha abierto puertas que se creyeron cerradas, pero me parece que no estaban tan cerradas”.
El nombramiento de Monseñor Daniel Sturla como Arzobispo de Montevideo fue una alegría para Marcelo. “Un hombre joven, salesiano –a quien también venero profundamente es a San Juan Bosco–, un educador, un hombre de cercanía. También tiene eso de que se nota que es uruguayo, son detalles que te acercan. Eso no va en desmedro de otras personas, pero hay un efecto en cuanto a cercanía que facilita. Los pocos encuentros que he tenido con Monseñor Sturla han sido muy simples y muy francos. Tenemos muchas expectativas y rezamos mucho para que le vaya bien a él y a toda la Iglesia Uruguaya”, dijo Marcelo.
de consejo, y de ayuda para que la persona vaya descubriendo la labor que Jesús va haciendo en su vida. “Es todo un camino de descubrir cómo Dios, que puede estar en las nubes y en el cielo, como dice una canción, está por sobre todas las cosas en el alma y va hablando al corazón”, señaló Marcelo.
El mejor argumento
solteros, gente que no ha prosperado en su matrimonio, gente que se acerca por tantas situaciones en las cuales quiere hablar, muchos para compartir su camino de fe y otros para, a partir de lo que les ha sucedido, ir descubriendo que quizá la historia no se agota en el acontecimiento sino que capaz que eso puede ser el disparador para acercarse a Dios”, contó el sacerdote durante la charla con esta revista, en la sede de Dalmanutá, ubicada en un edificio frente a Plaza Independencia.
Entonces, comienza un camino de escucha: primero con el Padre Carlos de Haedo, que es ex alumno del Colegio Stella Maris y es por quien Marcelo se conecta con Dalmanutá, y después con el Padre Diego Pérez, que es quien lo “continenta en estas cosas que eran muy fuertes adentro del corazón. Se sacudía una cosa fuerte para con Dios, y también con el hecho de cambiar de vida, dejar a la novia”. Procedió con el desprendimiento propio de estas opciones, pero con paz y seguridad en lo que estaba haciendo.
“Desconcertó a muchos y no respondió a planes de otros, pero fue respetado. Uno puede explicar la vocación con los mejores argumentos: ‘Creo que estoy haciendo lo más valioso que puedo concebir en mi vida’. Pero con ese argumento a veces no convenzo. ¿Cuál fue el argumento radical? Te ven bien. Cuando te ven bien, feliz, que vos estás en lo tuyo, que lo hacés con gusto, con dedicación, eso es inobjetable”.
La dirección espiritual Marcelo, quien lleva 27 años de vida religiosa en esta Institución, se dedica a la dirección espiritual. “Los consagrados varones y consagradas mujeres estamos el día en Institución Dalmanutá recibiendo a jóvenes –sobre todo apuntamos a ellos–, pero también a adultos, casados,
Marcelo recibió durante una década formación en espiritualidad y herramientas de la psicología para poder realizar esta labor, además de completar los estudios académicos de seis años de filosofía y teología para ser sacerdote. “Situaciones de búsqueda, de dolor y de necesidad de ser escuchado dan a la persona la oportunidad de des-
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