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ARGUEDAS Y LA CASA DE LA CULTURA DE PIURA

Escribe: Carlos Arrizabalaga Lizárraga

Para impulsar la Casa de la Cultura de Piura, Carlos Robles Razuri (1916-1991) viajó a Lima, en agosto de 1964 (uno de los días más fríos “del más frío invierno que ha soportado la capital en más de veinte años”), con el deseo de entrevistarse con el director de la Casa de la Cultura “del nuevo Perú”, cuya sede era la Casa de Pilatos, Jirón Áncash 390, una de las pocas edificaciones coloniales que no había podido abatir “la picota del progreso”. Pocas casas tienen tanta historia.

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Hasta su nombre llena páginas de especulaciones (¿habría servido como una sinagoga de judíos portugueses?) y su recuerdo estimula Hlas elucubraciones de una fantasiosa tradición de Ricardo Palma. La había restaurado recién el famoso arquitecto Héctor Velarde y ahora es la sede el Tribunal Constitucional. En ese invierno la ocupaba don José María Arguedas, por nombramiento especial del presidente Fernando Belaunde Terry, durante el primer gobierno accionpopulista.

Perú profundo

El reloj de Desamparados da la media de las diez y Arguedas los recibe, casi sin antesala, en una habitación larga “el escritor que ha llevado más alto que nadie los temas indígenas del Perú profundo y con aciertos absolutos”, dice Robles, admirado. Arguedas había estado en Piura dos años antes y tal vez podría volver en octubre: “Ha conservado la fuerza vital de los pueblos decididos a dirigir su propio progreso” le dice, como un cumplido. Elogia la cerámica y la orfebrería vicús y declara la necesidad de contruir un museo regional de arqueología.

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