Orsai Número 5

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arma de casualidad. Te frotás la palma bien abierta por la cara para despabilarte. Cerrás los ojos un segundo y cuando los volvés a abrir ahí está él. Lo ves. Por primera vez en tu vida. Viniendo hacia vos. Un relámpago viborea en el cielo. En un cielo ausente de nubes de tormenta. En un cielo que duele ver de lo celeste. Sí… es él… Es el Viejo que bajó del monte. ¿El que llamó en rezos María para que venga a cuidarte? ¿El Supay del sur de Tucumán? ¿El del norte de Santiago? ¿O solo un primo que le viene a hurtar lo que es del Papá en su ausencia? En honor a la verdad, todavía no lo sabés. Y todavía no lo distinguís bien. Mejor dicho: QR OD GLVWLQJXtV ELHQ $ VX ¿JXUD 3RU DKRUD solo es algo que se viene acercando a vos… ¿a doscientos? ¡¿Cien metros ya?! Achinás la mirada. Pensás que es un hombre. Te equivocás. Salvo el sobretodo, que es del color del vino como le gusta al Papá, está vestido de negro. Pantalón, camisa, botas, sombrero y pañuelo anudado al cuello. Todo de negro. Se le nota aunque venga cubierto del polvo del camino. Pensás: anda de a pie, ¿y cómo llegó hasta

acá sin un caballo? ¿Y no tiene calor vestido así? Te sorprende darte cuenta de que en una mano lleva un poncho. Mientras decidís si apuntarle o no ni bien entre al terreno de tu familia, las gallinas desesperadas empiezan a correr en círculos buscando dónde esconderse. No del Viejo que bajó del monte. De otra cosa. Ves la sombra volando en el suelo… y te avivás sin la necesidad de mirar arriba, de mirar al cielo. Lo que te faltaba. Un halcón. Justo cuando el Viejo que bajó del monte ha llegado a la entrada del rancho. La escopeta es una doble caño. Tenés dos tiros. Después, sí o sí, recargar. Abrís para asegurarte de que esté con munición. Ves los dos cartuchos. La volvés a cerrar. La amartillás. Y, de corazón, esperás que la suerte no te sea esquiva y que con los primeros disparos los hagas cagar de una a los dos. Al halcón. Y al Viejo que bajó del monte. Ya sea un primo que le viene a hurtar lo que es del Papá en su ausencia. El Supay del norte de Santiago del Estero. El del sur de Tucumán. O aquel que llamó en rezos María para que venga a cuidarte. [ Continuará en el próximo número.


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