10 minute read

Desde la primera fila, por Bernardo Borkenztain Luz negra, de Fernanda Muslera Ayer pensé en decirte adiós, de Domingo Milesi Las Julietas, de Marianella Morena

Por Bernardo Borkenztain

Luz negra El jardín de los deseos que se bifurcan

Advertisement

Vi tu cara de duende Brillando en la penumbra del mar Usé toda mi magia Y tú tampoco te quedaste atrás.

David Santisteban

Introducción

Resulta una tarea compleja analizar una obra en la que todo está bien. Resaltar un aspecto casi invariablemente parecería ignorar otro, y en este caso queda la impresión de una injusticia. Como la tarea del crítico no debe ser la adjetivación, dejaremos constancia de que se trata, pues, de un mecanismo de relojería muy afinado y analizaremos algunos aspectos que puedan servir al lector para mejorar la experiencia de ver esta puesta.

Lo escrito

Muy superior a su texto previo, El amigo fantasma, esta propuesta de Fernanda Muslera, inspirada en la trilogía de Richard Linklater (Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer), presenta una situación que en tanto anécdota desnuda no podría ser más vulgar: dos parejas juegan el juego de la seducción en un casamiento al que fueron invitadas pero que las enfrenta (como siempre hacen las bodas) a sus propias situaciones afectivas. Lo genial de este texto es que los personajes son delineados con coherencia y buen trazo, pues su interacción no cae en estereotipos ni caricaturas.

Si a eso le sumamos que las historias presentan cómo evolucionan las relaciones a lo largo de la noche, al tiempo que las corbatas migran desde el cuello hasta la frente para terminar como vinchas, delineando un esbozo del viaje del héroe en el que el éxito o el fracaso se medirán por lo obvio: quién se irá a su casa solo y quién no.

El relato se desarrolla de manera lineal, el tiempo de la historia coincide con el del relato, y a medida que la fiesta alcanza su apogeo y declina hacia el amanecer, la anécdota progre sa y alcanza su desenlace junto con el final de la partida.

Lo más importante para destacar en este punto es que ninguno de los personajes es pla no. Por detrás de las apariencias de cada uno se esconde una realidad que, según el caso, será o no consistente con la fachada, y que no será independiente de los desenlaces.

Lo técnico

La sala de La Cretina, con su encanto, presenta limitaciones, en especial de tamaño, que la dirección utiliza a su favor para crear un ambiente intimista evitando la sensación de encierro, y aprovecha la cercanía para fijar el registro de las actuaciones.

La ambientación sonora y lumínica recrea la fiesta a la que fueron invitados los personajes y resalta los momentos con sobriedad, utilizando el recurso del oscurecimiento (casi un fade to black cinematográfico) para separar las escenas.

El dispositivo escénico es icónico, no presenta elementos simbólicos, y por medio de los códigos escénicos es por momentos el interior y el jardín contiguo al salón de la fiesta. Y para resolver que la sala se presenta de manera bi frontal y tiene limitaciones espaciales para la entrada y salida de los actores, se mantiene –otro de los aciertos– muy simple y despojada, con una mesa y un par de bancos, establecien do mediante códigos actorales el significado de los desplazamientos de los personajes.

Lo actoral

Sin duda, uno de los puntos más fuertes de la puesta es la solidez del elenco. Elena Delfino es Renata, una chica muy bonita que hace de esa característica su carta de presentación y se expone a que la gente piense que es solamente eso. Paula (Camila Sansón), su amiga, es una profesora de literatura cínica y agresiva que pone distancia rápidamente con las personas, estableciendo una resistencia que Martín (Christian Zagía) se obstina en superar. En cuanto a los hombres, Martín es un psicólogo sensible y analítico que asume sus debilidades y fortalezas con una actitud vital de luchador de aikido que utiliza el peso y el impulso de sus contendientes a su favor, en tanto que Leopoldo (Fernando Amaral) es un abogado pagado de sí mismo, escritor medianamente conocido pero que no tiene la solvencia de Martín para lidiar con sus flaquezas.

Foto: Alejandro Persichetti.

Como dijimos, estos cuatro personajes coinciden en una fiesta de casamiento, pero las relaciones entre ellos, lejos de ser unidimensionales, están marcadas por el deseo mimético, revelando mediante la rivalidad explícita la existencia implícita de un deseo de identificación con el otro. Un momento genial que ilustra esto es cuando Leopoldo instruye desde su pedestal de escritor “consagrado” a Martín en el arte de la seducción, y este, seguro como siempre, le contesta si tiene claro que “él levanta más”. Las agresiones y las formas de lidiar con ellas marcan el relacionamiento de estos dos hombres blancos heterosexuales metidos en un mundo en el que el machismo en retirada no ha dejado de pautar y modular conductas.

Por otro lado, las mujeres representan la contracara: oprimidas por las normas sociales, van probando sus alas en la otra mitad del espectro, y sus relaciones, mucho más miméticas, no se rigen por el intercambio de agresiones (que lo hay), sino por la inmersión de cada una en la otra. Esto es fundamental, ya que solamente podemos amar lo que el otro tiene de nosotros y, por eso, solamente los que logren sembrar en la persona deseada una semilla de sí mismo, al tiempo que permite que esta haga lo propio, lograrán salir airosos de la guerrilla de seducción.

No nos corresponde decir más ni tenemos obligación de hacerlo, pero sí es obligatorio ir a ver esta obra de atmósfera woodyallenesca que se desarrolla en uno de los espacios más originales de la ciudad. Vaya.

Luz negra Dramaturgia: Fernanda Muslera. Dirección: Christian Zagía. Elenco: Elena Delfino, Camila Sansón, Fernando Amaral, Christian Zagía. Iluminación: Rosina Daguerre. Fotografía y diseño: Alejandro Persichetti. Sala La Cretina.

Ayer pensé en decirte adiós Instantáneas de ruptura ordinaria

Recuérdame, mi mejor vez… Eduardo Darnauchans

Ellos I

Las obras de Domingo Milesi siempre son originales, y esta no es la excepción. Nuevamente presenta una puesta en la que desafía al espectador rompiendo los códigos visuales y creando un planteo visual desde el dispositivo escénico disruptivo y fascinante.

La anécdota no es extraordinaria, así como no lo es el texto, que es (sin ser malo en absoluto) muy funcional a lo escénico. En la madrugada, una pareja se encuentra en la cama y ella (Marina) comienza a explicitar su monólogo interior en voz alta mientras él (Martín) intenta dormir. El soliloquio es sobre parejas y rupturas.

Ellos se conocieron en los ochenta, se fueron a vivir juntos cuatro años después y en la década de los noventa sufren una crisis de pareja. De esto trata la anécdota. Todo transcurre en la madrugada, con una serie de analepsis que narran la historia de ambos.

La casa

Quizás el mayor acierto de la obra sea la disrupción del espacio escénico con un dispositivo que rompe la línea visual y los códigos de decodificación en los tres espacios que define. Se divide en dos niveles. En el superior, a la izquierda hay un dormitorio y a la derecha una cocina. En el primero, por un artificio se logra que el plano visual sea cenital, como visto desde el techo, en tanto que la cocina tiene un eje convencional frontal. El espacio inferior,

Fotos: Gonzalo Techera

el living, corresponde a un corte del espacio en el que las dos mitades (siempre habitadas por uno de los actores) enfrentan al público, de manera que al mirar a la platea ambos personajes también se miran entre sí.

El espacio es pequeño, lo que crea un efecto claustrofóbico que los actores manejan para dar diferentes climas.

Un último detalle: al acceder a la platea, el público es guiado por un pasillo habitado por objetos viejos que van dando la sensación de retroceder en el tiempo hacia la noche en que todo sucede.

Ellos II

Martín y Marina viven una crisis que deberán transitar y resolver, en uno u otro sentido, en lo que dura la noche en la que el espectador es invitado a espiarlos, y para eso el relato se irá formando mediante momentos en el tiempo actual y analexis (flashbacks) de su vida en el pasado. La vestimenta sitúa perfectamente las escenas, y el espectador tiene un punto de vista único en un momento de humanidad.

Ayer pensé en decirte adiós Dramaturgia y dirección: Domingo Milesi. Elenco: Sofía Espinosa y Domingo Milesi. Diseño escenográfico: Leandro Garzina. Diseño lumínico: Paula Martell. Diseño de vestuario y caracterización: Leandro Garzina, Paula Martell y Magalí Luraschi. Diseño de sonido: Gustavo Fernández. Asistencia de dirección y traspunte: Patricia Canén. Ilustración: Julia Tiscornia. Diseño gráfico: Nicolás Batista. Prensa: Lic. Beatriz Benech. Producción: Lucía Etcheverry. Sala Teatro Victoria.

Foto: Paulo Magri.

Las Julietas Un texto que mejora con los años

El que tenga una canción tendrá tormenta, El que tenga compañía, soledad El que siga buen camino tendrá sillas Peligrosas que le inviten a parar.

Silvio Rodríguez

Este texto fue estrenado hace diez años, y con el mismo elenco salva la barrera del tiempo para llegar, resignificado, a nuestros días. Los que en aquel tiempo eran jóvenes y promitentes actores hoy son –en mayor o menor medida– actores consagrados por su carrera, pero logran evitar los estragos del envejecimiento, tanto de sus cuerpos como de sus palabras, trayendo una puesta igual de fresca, igual de ágil, igual de bien actuada, pero radicalmente diferente en su identidad.

La anécdota es original y simple: un grupo de actores recuerda a sus abuelos que eran una troupe amateur en los años cincuenta, época mítica y dorada de Uruguay.

El dispositivo escénico es sencillo: unas sillas, una mesa, algunas botellas de agua, parte del vestuario y –muy importante– par tidas de nacimiento; todo icónico pero a la vez simbólico. Las sillas son eso, sillas, pero a la vez simbolizan lo estático del imaginario uru guayo, de la inamovilidad de nuestro mitos y frustraciones depositados en aquella era legen daria. Las partidas de nacimiento (uruguayas) son exhibidas como prueba de una ciudadanía italiana que se vive como un bien deseado, marcando la diferencia entre ambas generacio nes: la que huyó portando su identidad y la que sueña con recuperarla para salvar lo gris de la realidad de su vestuario y su uruguayez.

El efecto más interesante es la enorme diferencia de connotación del texto, que se ha resignificado con el tiempo. La idea de masculinidad, del “macho” criollo, es interpelada a la luz de una sociedad en la que lo políticamente correcto es ser “deconstruido” por la fuerza. Lo que antes fue necesario, hoy es vergonzante. Y el cambio semántico se dio solamente por la evolución de los tiempos, siendo el texto de la puesta solamente el agente revelador que lo pone de manifiesto.

Esto es uno de los mejores aciertos de Marianella Morena en sus obras: tematizar las problemáticas de género y de la mujer sin juzgar y sin caer en la torpeza de lo explícito. Morena representa sin enunciar y, por eso, por efecto del arte, su impacto se multiplica. Sin lugar a dudas, es un ejemplo de cómo el arte puede involucrarse políticamente sin trazos gruesos ni torpeza: no se juzga al machismo, sino que se lo expone en todo su anacronismo. Eso es, como dijimos, más fuerte.

Las Julietas Dramaturgia y dirección: Marianella Morena. Elenco: Leonardo Pintos, Mariano Prince, Claudio Quijano, Santiago Sanguinetti. Diseño de iluminación y escenografía: Claudia Sánchez. Diseño de vestuario: Cecilia Priegue. Diseño gráfico: Nicolás Batista. Fotografía: Paulo Magri. Producción: Lucía Etcheverry. Sala Zavala Muniz.

This article is from: