Dossier 34

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Librería Oriente-Occidente

Un sueño realizado y otros cuentos Por

Eduardo Roland

En un emplazamiento casi simbólico, a mitad de camino entre Linardi & Risso y El Galeón, se encuentra la librería anticuario que cierra el triángulo de las más importantes que tiene Uruguay. Hablamos de Oriente-Occidente, propiedad de Julio Moses. Con características físicas similares a las de sus ‘colegas’ –un largo local que llega hasta la mitad de la manzana y que cuenta con un gran subsuelo–, impresiona la incontable cantidad de volúmenes que contiene. Cuando se le pregunta por el número aproximado de libros, el librero contesta con cierto peso en su alma: “No quiero saber, prefiero no saber cuántos libros tengo…”. Moses se considera un ser privilegiado, que ha cumplido con creces ‘el sueño del pibe’. No es para menos, si nos remontamos a sus humildes orígenes en el rubro, cuando por 1969 comenzó a ir a la feria de Tristán Narvaja junto a su amigo y vecino Héctor Tito Leira (luego conocido librero, hoy retirado de la profesión). “Cada domingo llevábamos los libros en un carrito de madera con ruedas de rulemanes, desde la calle Domingo Aramburú hasta Paysandú”. Sus dotes de comprador y vendedor de libros dieron frutos rápidamente, ayudado por un verdadero auge de la lectura que había en aquel Uruguay convulsionado políticamente. Luego de tres años a la intemperie, Julio Moses compró la librería Oriente-Occidente a la viuda del teósofo Luis A. Mencker, manteniendo el nombre original del viejo negocio de la calle Cerrito. Tres décadas pasaron para que Moses se mudara al actual edificio de la calle Rincón casi Juan Carlos Gómez –a unos pasos del Centro Cultural de España–, una antigua casa construida sobre el solar de Juan de Betelú, delimitado en 1768 para los primeros pobladores de Montevideo. El dueño de Oriente-Occidente trabaja actualmente con tres tipos de clientes: “el bibliotecario, el lector y el coleccionista”. “Si a tal universidad del mundo le hace falta el material que yo estoy ofreciendo, lo compra. El coleccionista compra porque el libro es especial, porque tiene determinadas características, porque está firmado por el autor, etcétera; y el lector, porque lo quiere leer, pero tanto le da que sea una primera edición como cualquier otra”. En consonancia con Andrés Linardi, Moses hace hincapié en que una de las mayores satisfacciones de un librero es cuando ve la expresión de alegría en la cara de un coleccionista que se encuentra con una pieza buscada desde hace mucho tiempo: “Hay que ver el placer que pone esa persona cuando uno le entrega ese libro por el cual esperó durante años, resulta algo difícil de explicar”. Al preguntarle por los libros o documentos que él considera más valiosos entre su vasto acervo, Moses confiesa tener “cosas guardadas” que no quiere vender, entre ellas el primer mapa de Uruguay, “casi desconocido”, formado por cuatro láminas, que data del Gobierno del Cerrito, en plena Guerra Grande (1839-1851). Lo mismo le sucede con la colección Historia de las revoluciones en el Río de la Plata, de la cual se conocen doce tomos: el punto es que Moses tiene el décimo tercero, una rareza absoluta. Entre otros numerosos tesoros, Oriente-Occidente guarda desde grandes tomos de Cicerón, salidos de la imprenta a principios del siglo dieciséis, hasta un texto inédito de Onetti (mecanografiado y corregido a mano por el autor), que me muestra sacándolo de entre las páginas de una primera edición de El pozo. “No sé, ¿cuánto vale esto?”, pregunta Moses con un orgullo imposible de disimular.

de coleccionistas e historiadores fallecidos que son ofrecidas por sus familiares. Otra forma, aunque en menor grado, es a través de remates. A la hora de la compra, los libreros analizan la futura demanda de las obras, su valor literario, estado de conservación y la temática. “Cuando fallece algún coleccionista o historiador y a los herederos no les interesa el tema, y sabiendo que muchos de los libros fueron adquiridos aquí, nos llaman para comprarlos. También hay quien se acerca para ofrecernos lotes más limitados. A veces hacemos compras más concretas en el exterior a través de boletines que recibimos de librerías de otras partes del mundo. En ese caso, cuando encontramos un libro de interés a un precio razonable, lo adquirimos. Obviamente, lo que más atrae son los ejemplares más antiguos, de los siglos diecisiete y dieciocho, por ejemplo, que son cada vez más difíciles de conseguir”, explica Andrés Linardi, hijo del fundador y uno de los actuales propietarios de la firma. Precisamente, unos días antes de la entrevista con el dueño de El Galeón, éste había adquirido la biblioteca del historiador Hernán Ferreiro, con más de cuatro mil volúmenes. Actualmente, tiene a la venta una de las bibliotecas más importantes del país: la colección del doctor Antonio Grompone, abogado, pedagogo e historiador, creador además del Instituto de Profesores Artigas (IPA). Anteriormente vendió una selección de la biblioteca del doctor Carlos de Basabe, rica en historia colonial del Río de la Plata. Cataldo también compró otras bibliotecas importantes, por su volumen y títulos, como la del diplomático Gualberto Talamás, la de Santiago Minetti, profesor, historiador y periodista del diario El País, y una parte de la del doctor Abelardo Sáenz. “A veces la compra es un solo libro. Me pasó con una persona que me llamó para ofrecerme un ejemplar de la primera Constitución de la República de 1830. Ésta es una plaza muy chica, en la cual uno no puede estar esperando vender un libro muy importante, si no se muere de inanición. Hay que manejar un espectro del mercado importante”, señala Cataldo. El valor de los libros y manuscritos suele ser un secreto bien guardado por los libreros. Tanto, como la identidad del comprador. “Los precios de venta de estos ejemplares es muy relativo. Estamos es un mercado que no conoce las idas y venidas de estos libros. En este momento existe internet, en función de esto se puede chequear en el mercado cuáles son los valores internacionales de algunas piezas. También va en la experiencia de cada librero. Otras manifestaciones como la numismática o la filatelia tienen catálogos donde se expresan diferentes factores que pautan los valores. Con los libros es distinto. Pueden existir fenómenos atípicos como el caso de Borges. En Argentina siempre están buscando sus primeras ediciones”, sostiene Cataldo. Cada librería tiene su especialidad. Linardi y Risso se inclina por autores latinoamericanos, por lo que mantiene un asiduo contacto comercial con universidades de Estados Unidos, interesadas en esta vertiente; y con los cada vez más escasos coleccionistas rioplatenses. El Galeón prefiere historia y literatura, sobre todo material

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04/09/2012, 01:58 a.m.


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