CLAVE Edición 78 Febrero-Marzo

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madera, hueso, concha, metales y fibras naturales para textiles, tenían su propio valor que dependía de quiénes lo usaban y cómo lo hacían. Las élites (shamanes y caciques), como privilegiadas en la comunicación y el contacto con las deidades, reservaban para ellas el uso de ornamentos metálicos y piedras semipreciosas en su vestimenta y accesorios, como narigueras, orejeras, pecheras y otros. Se cree que prácticas como el tatuaje corporal y la deformación de cráneos estaban destinadas exclusivamente a estos grupos.

Museo Jacinto Jijón y Caamaño (PUCE)

Los objetos creados por los nativos se convirtieron en obras de arte cuyas funciones eran prácticas, estéticas, económicas, comunicativas, imitativas, e incluso críticas por ser eco de las demandas sociales de la época aldeas fueron adquiriendo su propio sello y donde la agricultura continúa ganando terreno. En la organización de la comunidad se establece la presencia de alfareros dedicados exclusivamente a la elaboración de las piezas de uso cotidiano. El avance de las prácticas agrícolas con el uso de acueductos, terrazas y camellones contribuyó a la expansión demográfica. Es así que, durante el periodo de Integración (500 d.C. – 1533 d.C.), se formaron centros poblados casi urbanos, y se impulsó la utilización de materiales como los metales y los textiles para elaboración de objetos que expresaban rango y prestigio. La cerámica, por su parte, perdió calidad artística, pero se difundió masivamente. Aunque en sus inicios la alfarería nació con fines utilitarios, pronto los artesanos vieron en las piezas la posibilidad de agregar elementos estéticos que reflejaban sus circunstancias y sus interpretaciones mitológicas y cosmológicas. Los objetos creados por los nativos se convirtieron en obras de arte cuyas funciones eran prácticas (por ser útiles), estéticas (por suscitar belleza y admiración), económicas (porque pudieron servir para el comercio), comunicativas (porque expresaban ideas, conceptos y emociones), imitativas (por reflejar la realidad), e incluso críticas (por ser eco de las demandas sociales de la época). Es fascinante acercarse a la diversidad de técnicas de manufactura, decoración e incluso de uso de materiales que se encuentran en culturas como la Carchi-Pasto, Chorrera, Manteña, Valdivia, por mencionar algunas.

Botella cultura Chaullabamba

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El simbolismo en estos objetos no solo se marca en los elementos decorativos, sino incluso en la elección del material para trabajar. Piedra, arcilla,

Los objetos manufacturados por los alfareros de las culturas que poblaron lo que hoy es nuestro territorio presentan riqueza en la variedad de formas y decoración. Bandas, líneas, punteados, semicírculos, espirales, triángulos, altos y bajos relieves, pastillajes y un sinnúmero de componentes decorativos adornan piezas que se usaban en las tareas cotidianas (transportar líquidos, servir granos, rallar alimentos, etc.) y que, normalmente, eran más rústicas, así como en ceremonias rituales que, en cambio, se presentaban con más ornamentaciones. La representación de figuras antropomorfas y zoomorfas hablan de un notable dominio de las técnicas del manejo de la arcilla, de un alto sentido estético, de una innegable habilidad para representar la naturaleza que les rodeaba, y de un deseo de representar en sus figuras las imágenes con la mayor fidelidad y detalles posibles. La minuciosa observación de cada una de las piezas puede llevarnos a descubrir fascinantes detalles de decoración y representación de la naturaleza. Miniaturas de cabezas de animales magistralmente elaboradas en arcilla, en piedra o en metal son capaces de dejarnos atónitos al pensar cómo los artesanos primitivos lograban tal grado de detalle. El dominio de las técnicas de cocido o pintura que se utilizaban para lograr acabados específicos, es otra de las características que están presentes en cada una de las culturas catalogadas en el museo y que sorprenden a quien se detiene a examinarlas. Aspectos de la vida cotidiana como las tradiciones en el vestir, las creencias y los ritos, la música y la danza, las relaciones de asociación y parentesco, la manera en que se sostenía la economía subsistencial (casa, pesca, agricultura, crianza animal), solo han podido reconstruirse gracias a estos hallazgos que son el legado para la construcción de nuestra identidad. Es necesario que valoremos esta herencia que nos lleva a comprender que, aunque hayan pasado miles de años, nuestra capacidad de crear, aprender e innovar sigue siendo lo que nos diferencia como especie.


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