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Frank Rainieri: fundador de Punta Cana y trabajador por los objetivos de una nación
Por Juan Manuel García
Frank Rainieri Marranzini es un empresario del mundo de la hotelería y el turismo, que según publica la Internet, tiene una de las diez mayores fortunas de la República Dominicana.
El valor neto se su fortuna se acerca a los mil millones de dólares contados, según Forbes, hasta 2014.
Rainieri nació el 24 de octubre de 1945, en Puerto Plata. Su padre fue Francisco Rainieri, y su madre Venecia Marranzini.
¿Cómo se han hecho este hombre y su familia para llegar a ese sitial de afortunado?
Es una historia digna de contar, ya que serviría de modelo a todo quien desee ser un afortunado, porque haya trillado un camino construido por sí mismo. Un camino para ser andado por millones deseosos de compensaciones, placeres que brinda en abundancia una actividad que se llama turismo. Actividad que hay que modelar para el gusto de quienes deseen disfrutarla.
¿Es un azar?
Es un proyecto de vida realizado.
Se cita a Forbes para ubicar dimensionada la fortuna de Frank Rainieri. Y el lema de Forbes y los empresarios que la conforman es el de “Cambiar el mundo”. Para
Frank Rainieri
ser citado por Forbes hay que enrolarse en las filas de quienes quieren cambiar el mundo, y haber hecho algo para cambiarlo. En cualquier lugar del mundo.
El lugar de Rainieri se llama República Dominicana, la patria a donde llegaron sus ancestros en 1898: la pareja de esposos Isidoro Rainieri y Bianca Franceschini de Rainieri.
Los miembros de esta pareja de hacendosos europeos nacieron en Bolonia, en el Norte de Italia. Llegaron a Puerto Plata, donde se asentaron para criar su familia. Allí estaban sus hijos también para impulsar el proyecto del Hotel Rainieri y el Hotel del Comercio, uno en Puerto Plata (hotel que luego recibió el nombre de Hotel Europa, abierto al público hasta 1946), y otro en Santiago. Empresas que se hicieron famosas por las comodidades y las atenciones que ofrecían, y también por sus famosas recetas culinarias. El sello indeleble de los Rainieri que se mantiene a través del tiempo: la calidad de sus atenciones.
De modo que a Frank Rainieri hay que reconocerlo como un agente del negocio del turismo en su país, desde el siglo XIX. Y que dura.
Pero no fue una tarea fácil desde cuando en 1969, este Frank Rainieri, hoy un ricachón que se mantiene al frente de sus negocios, se asoció con el estadounidense Ted Kheel, para asentarse en un terrón solitario de arena árida. Fueron muchos los ilusos que, atraídos por la belleza de la naturaleza y los precios bajos de las parcelas en aquel lejano momento, creían que podían montar un negocio. Arena inculta y agua de mar azul. Eso pensaban los curiosos. Estos dos a los que aludimos lograron la meta que a través del tiempo se conoce en todo el mundo como la Ciudad Punta Cana. Así como suena: la Ciudad Punta Cana. Al otro lado del mar, muy lejos, por allá, quienes oyen mencionar ese nombre son tentados a pensar que se trata de una nación, y no de un punto geográfico envidiable.


¿Pero, quién era Theodore Woodrow Kheel?
La mejor definición sería que se trataba de un iluso, en busca de otro iluso de acrisolada voluntad, los dos. Y se vieron, se juntaron y se hicieron socios.

Punta Cana está en el este, de la media isla de nombre República Dominicana, en el distrito municipal de Verón-Punta Cana, municipio de Higüey, provincia La Altagracia, donde residen más de 43 mil habitantes, según el último censo oficial de población y familias, del 2010 (claro, hoy son muchos más). Punta Cana ya no es un desierto arenoso, sino un destino turístico conocido en todo el mundo, con una rentabilidad inmensa para sus fundadores y para todo su entorno, incluido el país que los sigue acogiendo en sus beneficios.
Una consigna de por vida de Rainieri es que mantiene apegado a su norma de que sólo se junta como socio con otros inversionistas ilusorios que suelen aterrizar en sus metas sin mayores accidentes que no sea producir riquezas para sembrar el disfrute de multitudes. Multitudes a complacer que son el mercado en este tipo de negocio.
Punta Cana es un conjunto de playas alrededor de las que se ha construido a través del tiempo y con mucha ilusión y esfuerzos, otro conjunto de centros de diversión sana, como son los resorts. Estamos hablando de que se trata de una ciudad con todas sus reglas.
¿Cómo llega la gente de todo el mundo al lugar? Se llega desde muy lejos en aviones abordados en aeropuertos. Y una vez en tierra, en vehículos. Y son otros puntos de negocios, en múltiples actividades que agotan los viajeros que conocemos como turistas.
Por eso, Rainieri y sus socios innovan, innovan. Al renovarse, crecen.
Un derrotero
Desde 1969, cuando compraron aquel terrón de arena salvaje de aproximadamente 30 millas cuadradas empezaron con su ilusión de un proyecto turístico, lo primero fue el Puntacana Resort & Club (PCRC), con diez cabañas, un trozo de playa y un club, que sonó de inmediato. Tanto que hasta el presidente Joaquín Balaguer fue a ver lo que estaba ocurriendo. Y lo inauguró, en 1971. A partir de ahí, el mismo añoso gobernante empezó a escudriñarla, cada vez que le pedían ayuda financiera, para ver si sólo eran ideas o si se trataba de realidades en las que el Estado no perdía, si participaba.
Y así ha sido. El Estado ha sido el gran beneficiario. Siempre ha sido así, cuando el Estado como socio entrega interés y recoge la labor de la confianza sana.
Luego vino como parte de la idea, una primera escuela primaria en el lugar. Y luego el Club Mediterranee, para lo que fue necesario comprar otra parcela.
Como siguió llegando gente a ver para quedarse gastando sus cuartos a cambio del delirio del descanso acogedor, debió construirse el hotel. Entonces, el aeropuerto se hizo necesario, con unos primeros vuelos desde San Juan, Puerto Rico. Y es que, desde Punta Cana, de noche, se ve el resplandor de las luces del Viejo San Juan.
Los árboles de cana fueron usados para construcciones con techo de paja, una novedad innovadora, buscando el bajo costo en la inversión. Vino la Fundación Ecológica Puntacana (FEPC) sin fines de lucro con donación de 1,500 acres de tierra para parque y reserva ecológicos. Conexo, un proyecto de agricultura sostenible. Era una preocupación en ciernes, pero sabichosa a largo plazo.
Hasta los sentimientos religiosos fueron incluidos en la mente compactada con los dueños del lugar: la población y sus valores. Así se organiza un primer concierto en la Basílica Nuestra Señora de la Altagracia, el pueblo cercano de Higüey, con la Orquesta Sinfónica y el Coro Nacional.
Con tantas novedades entretenidas, no faltó la llegada de personalidades como Julio Iglesias y Oscar de la Renta.

Vieron negocio y se asociaron con Kheel y Rainieri como socios principales para construir viviendas cerca de los corales. Y luego otras organizaciones para desarrollar programas sociales y comunitarios en la región.
Llegó la escuela privada bilingüe Puntacana International School (PCIS); y el Centro con planes para programas de investigación y educación sobre medio ambiente, enfocado todo hacia el desarrollo del turismo.
Y nuevas escuelas y fundaciones con enfoques específicos. Todo eso empezó a crear nuevas ilusiones y atractivos para grupos compromisarios internacionales como la Iniciativa
Global Clinton. Y una clínica rural en Verón; y una Galería de Arte; la Red Nacional de Empresas que Protegen el Medio Ambiente; y la primera misión médica junto con Virginia College of Osteopathic Medicine (VCOM).

El Grupo Puntacana llegó así a convertirse en miembro del Pacto Mundial de las Naciones Unidas; de la ecological Foundation con un sistema integrado de gestión de residuos sólidos; también la construcción y equipamiento de la comisaría a la comunidad de Verón, y una organización del “Carnaval Cana”; proyectos de apicultura y lombricomposta y la firma de un acuerdo de colaboración con The Peregrine Fund para conservar el gavilán de Ridgway en peligro de extinción.
Un convenio de colaboración con Save the Children para desarrollar programas comunitarios; y un Proyecto
Arqueológico Marino para localizar y rescatar piezas arqueológicamente valiosas del mar para exhibición.
Se promovió la Misión Quirúrgica Visual junto con el Instituto de Ciencias Visuales de España (Incivi)y otros socios; se logra que el gobierno acoja la zona como “Área Marina Protegida”; se organizan grupos para trabajar por la comunidad, y así se organiza el Taller de Artesanía Nuestra Señora de Punta Cana; y el proyecto habitacional Ciudad Caracolí. En 2017, fueron inauguradas las instalaciones del Centro Pediátrico Oscar de la Renta, para dar servicio a más de 15.000 niños desfavorecidos de las comunidades locales.
Otros proyectos son el Centro de Innovación Marina, los viveros de corales terrestres, el Vivero de Peces Ornamentales; y el Centro Educativo Caracolí.
Tantas actividades y proyectos agotadores dan para llegar la meta de Forbes. Pero no hay que volverse loco. Rainieri y su familia no han estado solos, por lo que no han enloquecido: han estado cerca de las gentaes.
Detrás de un millonario queda demostrado que pueden aparecer muchas ilusiones para muchos recursos humanitarios, que no sólo de negocios para acumular fortuna.
Uno puede imaginarse muchas cosas, después de conocer las ilusiones de aquella pareja de esposos europeos, que, en 1898, llegaron a Puerto Plata, saltando a Santiago: Isidoro Rainieri y Bianca Franceschini de Rainieri. Tomaron este país por asalto, vistiendo delantal y botas de trabajo, para conquistarlo y darle un nombre, y cambiarlo, como consigna Forbes.

Siempre hay una dama
Esta vez, no es cualquier dama. Su nombre es Haidée, doña Haidée Pacheco de Rainiere. Si se la pone a hablar, habla. Y lo envuelve todo en una sonrisa de esperanza. En un aromo quieto. Nació en Santo Domingo, fruto de la unión matrimonial de Elías Kuret y Luz Elenia Pacheco, de quienes era hija única. Haydée Kuret: se la define como “una mujer de firme temperamento, decididas acciones, mirada sostenible, que se conjuga con su señorial elegancia y el brillo de sus ojos cuando hace mención de sus grandes tesoros: “Mi marido, mis hijos y Punta Cana”. Sus hijos son Paola, Francesca y Frank Elías Rainieri Kuret.
Su conocimiento académico lo resume con un liderazgo adquirido en el área, junto a su esposo. Es licenciada en Física, egresada de la Universidad Nacional Pedro
Henríquez Ureña (UNPHU), además de que fue Miss América y Miss Azúcar. La vicepresidenta de Hospitalidad y Recursos Humanos del Grupo PUNTACANA. Allí ha pasado sus años preocupada por el desarrollo local, la organización de la zona, sin perder tiempo para ello, con la mente puesta en el negocio del turismo, y hacer que la población crea en su desarrollo, ame la limpieza y la desarrabalización.
Haidée como Frank, supieron a tiempo alcanzar la academia. Frank realizó sus estudios universitarios en Filadelfia, en Saint Joseph's College, ahora Saint Joseph's University, finalizándolos en la Universidad APEC, en Santo Domingo.

Recuerda, la esposa, cómo en aquellos días difíciles de los inicios, para abastecerse de los insumos del negocio, junto a Frank al volante, debían conducir 5 horas en un viejo jeep hasta llegar a Higüey, para cargarlo de pollos, huevos, plátanos, arroz, material de higiene y limpieza. Y otras cosas.
Frank debía manejar el vehículo durante otras cinco horas, de regreso. Desde la ciudad capital, el viaje duraba al menos 8 horas y Frank lo hacía varias veces al mes.
Para evitarle ese trauma a sus clientes, el joven Rainieri había construido una pequeña pista de aterrizaje entre la maleza.
Doña Haydée, una mujer de porte de princesa, recuerda que Don Frank aprendió a pilotear una avioneta “para también ahorrarse el piloto” en sus numerosos vuelos a Punta Cana. Todo estaba calculado, incluidos los riesgos.
Han sido muchos los obstáculos para cosechar el éxito y conseguir las metas propuestas, hasta distribuir, también, los frutos de ese esfuerzo en todos sus connacionales, ayudando a elevar la calidad de vida. La región de Punta Cana y todo su entorno son la mejor prueba, la muestra absoluta de cualquier afirmación positiva que se pueda enarbolar.
Esta gente, sin embargo, nunca olvidará cómo Rainieri, hoy jefe de un flamante aeropuerto, pasaba los sábados a recoger personalmente a los oficiales de inmigración, de aduanas, a los de Seguridad del Gobierno, y hasta al vigilante, en una camioneta de Gaetano Pellice.
Cómo llegó a recibir hasta casi tres mil turistas extranjeros en su primer año, como se dijo, desde Puerto Rico, en aquel avioncito de 19 pasajeros de la aerolínea Prinair. Hoy son muchos millares, llegados desde todos los aeropuertos del mundo. Todos quieren venir a ver.
Entonces, había que dejar las sábanas sobre la cama, a las cuatro de la madrugada, para viajar a San Pedro de Macorís, para encargarse de los pormenores de los empleados.
Nunca olvida Frank Rainieri cómo amanecía en la discoteca Neón, otro de sus negocitos en ciernes en el que completaba el sustento familiar. Y del Club Med y sus 350 habitaciones. Eran mosaicos puestos en el sendero que conduciría a Punta Cana.
Promovieron todos los inventos posibles, en busca de fijar una meta de rentabilidad. Don Frank descansaba unos minutos y se alistaba para amanecer trabajando en la discoteca Neón; otro “negocito” part time con el que mantenía a su familia. Era un sueño que exigió superar multitud de obstáculos.
Aquel hombre llevaba en sí mismo la motorización de sus ideas. Era heredero de una vena empresarial que se llamaba hotelería. Y ha tenido que pasar por encima de engaños, intentos de estafas, odios sin sentido, para imponer su visión empresarial. Pasar con paciencia y habilidad por ante todos los funcionarios y burócratas que ha sido posible para ponerse bajo la protección de la integridad y la legalidad.
Por eso nada es sorpresa en esos linderos de la Secretaría de Finanzas, del Banco Central, del mismo Presidente (varios de ellos), para abrirse paso. Ni tampoco en las zonas de los políticos. Y hasta los tribunales de toda laya.
Frank Rainieri, con su arduo trabajo, impulsa y es motor del desarrollo de toda una región del país, reconocida en todo el mundo. Ha recibido numerosos premios internacionales y condecoraciones relacionadas sus actividades empresariales en favor del desarrollo de una industria que no tiene chimenea: el turismo. Ahí, todos lo ven, junto a su familia, como un afortunado millonario: pero qué manera de hacer fortuna.
