REVISTA DIEZ, NÚMERO 104

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

Don Noé Espinosa Villatoro es un hombre robusto de 76 años, curioso e inteligente, ama profundamente a la tierra que lo vio nacer; lugar pequeño y hermoso: ¡Cajcam! Recuerdos, anécdotas, sufrimientos, alegrías, tristezas; el paso del tiempo se le nota en la mirada. Doña Maty, su esposa, con agilidad precisa coloca las tortillas de maíz en el comal, mientras decenas de pichones se oyen revolotear por encima de la casa, regresan a sus nidos, la noche está por caer. Sentado en una vieja silla, Don Noé cierra los ojos y de sus labios brotan las palabras mágicas para retroceder el tiempo y volver a la infancia, a la juventud: tol, agutzú, chucubacal, tultush, jachub… Con la amabilidad y el buen sentido del humor que lo caracterizan responde las siguientes preguntas: ¿A qué se dedicaban los jóvenes en 1950? Nosotros vivíamos sin escuela. Yo nada mas estudié el segundo grado de primaria. Nos ocupábamos al trabajo, a la agricultura, cargando leña, cuidando borregos, chivos, toros. En esos tiempos, ni siquiera se veían por acá las carretas. ¿Cómo eran las primeras carretas de Cajcam? Se llamaban carretas de madera porque las hacían de trozos de ocote, después ya eran las carretas de fierro, carretas de llanta les decimos. ¿Cuál era la actividad principal para sostener a la familia? Cuando yo era niño no se vendía maíz como ahora, aguantábamos mucha hambre, los papás iban a traer maíz en Margaritas y en cuanto regresaban lo desgranábamos y lo molíamos para el pozol y las tortillas. El pichulej para hacer sombrero era lo que mero trabajaba la gente. Nosotros íbamos a traer la palma en Tierra Caliente, por donde está el Velo de Novia, palma real, nos llevaba un día para llegar y un día para regresar. Teníamos que traerlo cargado con mecapal. Las mujeres hacían el pichulej, siete brazadas. Los de Comitán, cuando había muchas salidas de sombrero, venían a alcanzar a medio camino; les decían atajadores. Y las mujeres con más ganas a trabajar y con puro candilito, todavía no había luz. Lo vendíamos a veinticinco centavos y con diez pesos íbamos a Comitán y traíamos de todo, carne, pan, chicharrón. También llevábamos a vender a Comitán zacate ver-

Comitán, ciudad que habla de vos


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