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Pepe Charango es José Francisco Garza Santos, por Meynardo Vázquez Esquivel

Pepe Charango es José Francisco Garza Santos

Meynardo Vázquez Esquivel

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Este escrito es una primera parte de mis recuerdos de mi amigo y hermano Pepe Charango; su repentina partida, como a ustedes, me ha consternado. Agradezco a Ofelia Gómez, Mario Jurado, “El Varo”, Luis y Rosy Garza Santos, su ayuda para precisar nombres y fechas.

In memoriam

[Primera parte]

EL AÑO de 1968, tendría para Pepe Charango otro motivo más para no olvidarlo… Ese año su familia, originaria de Río Bravo, Tamaulipas, estaría llegando a esta Sultana del Norte, como miles de familias que arribamos a Monterrey de las muchas zonas rurales de nuestro México lindo y campo abandonado.

En el verano de 1969 Pepe iniciaba los estudios de bachillerato en la Prepa Uno de la Universidad de Nuevo León. El apogeo del movimiento estudiantil-magisterial en la Máxima Casa de Estudios le daría la bienvenida, con las intensas y frecuentes manifestaciones que se generaban exigiendo autonomía universitaria, cancelación del examen de admisión, voto universal y secreto, y la instalación de juntas directivas paritarias en escuelas y facultades.

En ese movimiento descubría Charango en su propio habitat, el canto que allí se originaba al fragor de la “lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar…” Aparecía, así, en todo su esplendor presidiendo los acontecimientos la “canción de protesta”, mimetizándose en sátira o parodia, en intervenidos cantos de rondas infantiles o en corridos.

Ese año de 1969, o quizás a principios del 70, llegó a esta ciudad el Grupo “Mascarones”; ellos representaban la agrupación cultural más avanzada en México desde la sociedad civil. Su participación se extendía al campo agrícola norteamericano, interviniendo como dignos embajadores culturales de la izquierda mexicana en el Movimiento Chicano que se gestaba en la Unión Americana. Actuaban entre los trabajadores de la labor al lado de César Chávez y Luis Valdez. Desde entonces Los Mascarones, producían teatro, música, recitales poéticos, editaban folletos, libros y discos.

Su estancia en Monterrey por varios días apoyando el Movimiento Estudiantil y presentándose en diferentes espacios universitarios, inyectaba ánimo y alegría a quienes los escuchaban. Aquí expusieron su solidaridad, su canto y su poesía.

De esa estancia y convivencia generada por “Mascarones” entre los jóvenes universitarios de entonces, se dejó la simiente de la cual surgió el Grupo Chicano, que retomó de aquel grupo el canto libertario, su poesía, y refrendó el deseo de justicia y solidaridad para los que menos tienen. Chicano fue impulsado por Carlos Torres y Tomás Okusono, se integrarían: Ofelia Gómez, José Ángel Almaguer, Maricela Tamez, Avelino de León, Edna Ovalle, Oscar Silva, Polo Sauceda y Abraham Villarreal, entre otros. En algún momento entre los años 70 y 71, mientras algunos integrantes abandonaban para tomar otros derroteros, nuevos elementos se sumaron, entre ellos, Lupita Rodríguez, Marcos Balderas el Pingüino y José Garza, o Pepe, (faltaba rato para que Pepe se ganara el apelativo de Charango).

Para 1974 aún sobrevivía el Grupo Chicano. Al frente deéste se encontraban José Ángel Almaguer y José Garza, y nuevos integrantes se volvieron a sumar: Martín Sánchez, Juan Chávez (q.e.p.d.), Norma y Pablo el Lechuzo. Ese año del 74 ingresé a la Prepa 8, allí coincidimos entre otros: Raúl de Jesús García, Horacio Flores, Miguel, La Marre, Amado el Menso, el Camarón, y Juan Chávez. Pepe se inscribió ese año también en la 8, le faltaban algunas materias para terminar y tenía la ventaja que la escuela se ubicaba a dos cuadras y media de su casa: su familia vivía en el 822 de la calle de Diego de Montemayor, entre Padre Mier y Matamoros; con la novedad para Pepe, que ese año la Prepa 8, trasladó y concentró todas sus actividades en el nuevo edificio de la Colonia “Marte”, en Guadalupe. Hasta allá tuvo que asistir a clases, ignoro si entraba a éstas y en qué grupo estaba, pero allí, en la Prepa nos veíamos frecuentemente y nos hicimos amigos; quizá a fines de ese año fui a su casa por primera vez; me pareció un hotel, la puerta estaba abierta y uno entraba directo de la calle a un espacio amplio, como patio central, despejado, sin plantas; de ese patio se entraba a las distintas recámaras, alrededor del patio había, creo, cinco o seis habitaciones, una al fondo era la cocina.

El cuarto de Pepe lo compartía con su hermano Luis –Wicho para nosotros–, allí encontraba uno todo menos orden: una o varias guitarras, ropa, chanclas, zapatos en el piso, libros por aquí y por allá, humo de cigarros “Fiesta”, discos de música marxista-leninista (Colunga dixit), y el ajedrez con algunas piezas en el tablero y la jugada en espera, pues su mamá invariablemente cada día, bajaba el switch de la electricidad a las once de la noche. Pepe entre muchas otras virtudes tenía la de ser un memorioso adicto al ajedrez, quizá lo heredó de su tío Enrique Santos; el tío solía jugar en Río Bravo partidas memorables con Omarx Martínez y otro ríobravense llamado nada menos que Dante Allighieri.

Pepe, nunca participó en torneos oficiales o formales, o quizá lo desconozco –excepto los organizados por los Cletos–, pero jugaba con quienes eran reconocidos y distinguidos ajedrecistas universitarios y siempre les ganó; a José Luis López Lugo, a Norberto Vela, y al subcampeón de la Uni, Genaro Jurado, hermano del Frío, Mario Jurado. Su apertura infalible: peón, cuatro, rey, mejor conocida en el argot ajedrecista como gambito escocés, le permitía a pesar de perder un peón, tener un movimiento más que los demás.

Un día llegué a su casa y encontré allí en su cuarto a una chica rubia con acné, de pelo ensortijado y ojos de color verde mariguana (ahora Sabina dixit), le pregunté por Pepe y me dijo: orita viene–, y Pepe no llegaba, platicamos un ratito y en menos de lo que canta un gallo nos enclinchamos; al final de uno de los rounds y cuando Pepe entraba al patio largo, ella se despidió y salió, yo que no tuve tiempo ni de preguntar su nombre, le pregunte a Pepe quién era ella y sonriendo me contesto: es mi hermana…Pero no… no lo era, conocía a Lolis y Rosy, sus hermanas. Nunca vi de nuevo a esa chica y cuando le preguntaba a Pepe dónde la podía encontrar, sólo se sonreía y decía: aquí mismo. Entonces aprendí que aparte de concientizar, el canto rebelde y sus intérpretes atraían chicas lindas y eventualmente conscientes.

No recuerdo de quién fue la iniciativa, pero a principios de 1975, Raúl de Jesús y sus cuates de Reynosa, más Juan Chávez y Pepe, fundaron una comuna en una casona que rentaron, en la Colonia “Guerra”, por 5 de mayo entre Jiménez y Guadalupe, a unas cuadras de la Prepa 8. Por si fueran pocos los inquilinos se integraron Carlos Burgoa y Leonardo López, Los Brujos, trabajadores despedidos de una empresa llamada Tarjetas Flaper. Aparte de ellos existía una población flotante de la cual un servidor formaba parte, aunque principalmente en ese rubro se atendía y se daba alojamiento por una noche a activistas estudiantiles de la prepa, hombres y mujeres, a quienes sus padres les cerraban la puerta por llegar tarde a su casa; sabían que en esa comuna podían tomar algo de alimentos y pasar la noche.

Carlos y Leonardo se ganaron el apodo de brujos por su filosofía mística y la costumbre de utilizar la herbolaria para todos sus padecimientos y achaques, y nos conminaban a su uso; en su cuarto tenían permanentemente encendida una veladora, un círculo negro dibujado en una hoja de libreta estaba pegado en la pared y un vaso con agua, dos velices “Samsonite” grandes y unas cuantas cobijas era todo en su cuarto. Cierto día el Camarón o la Marre, vaciaron el agua y llenaron el vaso de orines.

Grupo “Pionero”.

Grupo “Pionero”.

Juan Chávez entre sus múltiples destrezas, tenía la de ser un excelente cocinero, para nosotros siempre tenía un jarro con frijoles, sopa caliente y algún guiso; todo lo multiplicaba, al final quedaban trastos y vasijas por montones. Pepe ideó como mecanismo para asignar la limpieza de la cocina, el juego de cartas: quien ganara estaba exento de esa tarea, se ufanaba de jamás haber lavado trastes en el tiempo de la comuna en la Colonia “Guerra”.

En el patio de la casa Juan Chávez tenía su mesa de trabajo, hacía cinturones y bolsos para dama, con vaqueta y piel. Mientras él afilaba su cuchilla y preparaba las piezas para cortarlas, Pepe pulsaba la guitarra y se ponían a ensayar, a veces se les unía Pablo El Lechuzo. Casi todo lo que allí escuchábamos era nuevo para nosotros: las canciones de Enrique Ballesté, José de Molina, Los Nakos, Juan Alejandro, León Chávez Texeiro, Canek, Víctor Jara, Soledad Bravo, Judith Reyes, Quilapayun, Inti-illimani, Ali Primera, Daniel Viglietti, Amparo Ochoa, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Carlos Mejía Godoy y muchos, muchos más. La biblia entre ellos era el cancionero ¡BASTA! de Méri Franco-Lao, que tenía por subtítulo: “Canciones de testimonio y rebeldía en América Latina”, pronto ese cancionero estaba en nuestras manos también.

A la Comuna de la Guerra llegaba medio mundo, pues Raúl de Jesús presidía el Consejo Estudiantil de la escuela; luego sería el consejero alumno de la Prepa; de pronto éramos más la población flotante que los inquilinos. No sólo los maestros de la Prepa llegaban a la comuna, el mismo Manuel Peña Doria, director de la escuela, estuvo más de una vez allí. Reuniones de todo tipo celebramos en esa casa durante la vigencia de la Comuna.

Pepe era uno de los voceros de lo que ocurría en al ámbito cultural. En la Primera Muestra Teatral Intrauniversitaria, el grupo de la Prepa Ocho dirigido por Rogelio Villarreal –cuando era buena persona– puso en escena El Hombre que se convirtió en perro, de allí el apodo a Joel Rodríguez, que tenía el protagónico; desde entonces hasta hoy es Joel El Perro. En el verano de ese 1975 se anunciaban los preparativos para realizar entre todas las escuelas y facultades, el primer concurso universitario de la canción, y supimos que Pedro Magallanes tenía a su cargo la coordinación de dicho evento, quien posteriormente sería el principal promotor del Frente Cultural Universitario.

La Comuna de la Colonia “Guerra” en Guadalupe, terminó con nuestra salida de la Prepa; a fines de 1976 se desocupó y, aquí se rompió una taza y cada quien regresó a su casa. Algunos iniciábamos en la facultad, los de Reynosa tronados regresaron a aquella ciudad, excepto Raúl que aquí inició con Coco Solano una familia. A los demás no los volvimos a ver, ni a saber de ellos.

No tengo la certeza cuándo inició Pepe con la integración del Grupo “Pionero”; se ha dicho que fue después de la puesta en escena de la Cantata de Santa María de Iquique; por cierto, fue cuando aquél se ganó el “apellido” de Charango, por ser ese el instrumento que ejecutaba en la Cantata. Creo que el grupo “Pionero” existía desde antes de la Cantata, pues la primera gira del Frente Cultural Universitario se realizó en el verano del 77 y la Cantata había terminado su temporada en Monterrey en mayo de ese año. A la gira del Frente asistió el Grupo “Pionero”, sin Pepe, pues había enfermado y los sustituiría su hermano Wicho. Se dice que los brujos utilizando sus artilugios lo curaron, Pepe se unió a la gira en Guanajuato, llegando a la última de las presentaciones.

El inicial Grupo “Pionero” estuvo integrado por Ernesto Bugarín, Eva Garza, Silvia Rodríguez, Javier Flores El Tapón, Juan Francisco Rodríguez El Potro y Pepe Charango.

En 1977 surgió una nueva comuna, iniciada por Carlos y Leonardo –los brujos–, cuando supe de ello me apersoné y allí encontré instalado a Pepe Charango. Esta nueva comuna se ubicaba en Matamoros entre Escobedo y Emilio Carranza, en pleno centro de Monterrey. La organización que allí se logró escaló enormemente el ensayo de la Colonia “Guerra”. Después de meses de lucha, los brujos convencieron a los inquilinos de esa vecindad a incorporarse al Frente Popular “Tierra y Libertad”, y no sin dificultad lograron constituir la Base Hidalgo. Varios estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, se incorporaron: O-marx Martínez, de Río Bravo, Lylia Palacios, Felipe Hernández, Ismael Aguilera, Sergio Medina, Checo Maracas, Martha Martínez y su hermana Magda La chiquita, Leo y Chayo, y otro ríobravense: Samuel Briones–; algunos de estancia efímera, otros acompañaron (al ghetto, como se refería O-marx) a la organización de inquilinos, hasta su extinción a principios de los años ochenta con la aplanadora de la Macroplaza.

Puedo asegurar que esos años debieron ser para José Garza, Pepe Charango, días de plenitud y satisfacción. Allí en la Base Hidalgo, no sólo dirige el Grupo “Pionero”; se doctora como promotor cultural y formador de formadores musicales, a su leal saber y entender. ¿Quién lo instruía en este quehacer sino su deseo de aprender para después enseñar y formar a nuevas personas? La mayoría eran jóvenes con un deseo de ser parte de ese movimiento cultural que ocurría en esos años en Monterrey. Muchos de ellos hicieron de la música, el canto y otras expresiones artísticas, su vocación y su proyecto de vida, gracias a Charango.

También gracias a Pepe Charango conocimos personalmente a Enrique Ballesté, a León Chávez Texeiro, a los hermanos Nacho y Fernando Betancourt, a Susana Aguilar, Alfredo Martínez, Jesús Coronado, Miguel Aguilar, al grupo “Tribu de la paz”, a “Seguimos lo mismo”, al Grupo “Zumbón” y a otros que de momento no recuerdo. Todos ellos fueron por temporadas huéspedes en la Base Hidalgo y realizaron presentaciones programadas por Pepe y el grupo “Pionero” en escuelas y facultades de la Universidad, en colonias del Frente Popular “Tierra y Libertad”, en sindicatos y manifestaciones, donde su música y su canto estuvieron presentes.

Descanse en paz. José Francisco Garza Santos, Pepe Charango.