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DEGUSTEMOS UN VINO: VINO, BEBIDA DE COMPAÑÍA

Pilar Meré

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Enóloga

El vino es una bebida de compañía, porque el mejor momento para degustarlo es, justamente, con los alimentos. Es encontrar la pareja perfecta para que se acompañen mutuamente y que tanto la gastronomía, como el vino, potencialicen y enriquezcan sus características y cualidades en aromas y en sabores.

Hoy por hoy, el secreto de un buen maridaje está en arriesgarse, asociar las diferentes personalidades del vino con la personalidad del platillo que vamos a disfrutar, desde luego, siempre teniendo en consideración el sentido común. Es decir, es muy importante lograr el balance de aromas, sabores, texturas, etc. para hacer un maridaje de armonía. Servir los vinos más ligeros antes que los de más cuerpo. No obstante, lo divertido e interesante es que además existe un maridaje de contraste que busca justamente contraponer dos elementos opuestos para crear un resultado agradable.

VINO: BEBIDA DE COMPAÑÍA

Beber buen vino con una buena comida, en buena compañía, es uno de los placeres más grandes de la vida. “Michael Broadbent”

Por ejemplo: un foi gras (con características de aroma y sabor potentes, graso y con matices salados) con un vino de postre (evidentemente muy dulce) o un oporto. El Vino Mexicano por sus características y personalidad, es ideal para acompañar la comida mexicana, destacada por su sazón y el uso de mezclas de especias y picante. En este sentido, las salsas o los aderezos, además del ingrediente principal del plato, nos darán la mejor pauta para encontrar el vino indicado. Cuando el platillo cuente con chiles frescos, por ejemplo, un chile manzano, se recomienda un vino fresco como el Chenin Blanc. Cuando la salsa esté elaborada con chiles secos o ahumados se puede disfrutar del platillo, dependiendo de sus elementos, con un Sauvignon Blanc o un tinto joven. Otra opción es degustar un mole poblano con un vino espumoso ya que éste lo aligera. El frescor de la acidez natural y la presencia de carbónico, refresca los picantes del mole. Es indispensable considerar no sólo la base del platillo, sino la forma de cocción, la elaboración de las salsas y el contexto (hora, ambiente, clima), así como, muy importante, con quién vamos a compartir nuestra botella de vino.

El vino es, además, una bebida de compañía, porque descorchar una botella nos invita a compartirla con los amigos, con la familia o con la pareja. De alguna manera, la elección del vino tiene que ver con la ocasión y con quien se comparte. Podemos entonces aventurarnos a decir que el vino puede “maridar” también con las personas y que existen tantas personalidades en los seres humanos como en los vinos y siempre encontraremos el producto ideal, para la persona ideal. Muchos filósofos, pensadores o amantes del vino lo han expresado como H. Warren Allen, quien afirma: “Los vinos que mejor se recuerdan no son necesariamente los mejores que se hayan probado. La calidad excelsa puede no gozarse tanto como aquella botella más humilde, bebida en circunstancias especiales”. O Clifton Fadiman: “Una botella de vino puede ser compartida; nunca he encontrado a un amante del vino ¡Que sea egoísta!” Una botella de vino nos invita a compartir, a disfrutar cada instante, a saborear la amistad, el amor, a recuperar el gozo de la conversación amable, de la sobremesa, de cada feliz momento que transcurre. Hoy más que nunca, cuándo es posible volver a reunirnos y abrazarnos, es bueno disfrutar sorbo a sorbo el vino, como deberíamos bebernos lentamente la vida.

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