V
amos al aeropuerto a ver aviones. La propuesta, hace pocos años, despertaba el interés en la jorga de adolescentes o niños del norte de Quito. La caminata, corta o larga, era premiada con el ensordecedor sonido de las turbinas y la sensación de poder, con un brazo un poco más largo, tocar las naves que iban aterrizando... No sabíamos que la llegada de cada avión alertaba a los bomberos en la pista, y al personal de seguridad, siempre con gafas, así como siempre se protegen los oídos las personas que mueven las maletas del avión hasta la banda del aeropuerto. Los abrazos y las esperas, las despedidas y los reencuentros tendrán lugar dentro de poco en Tababela. Estas postales son de las últimas que dejará el Mariscal Sucre, visto desde dentro.
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