Revista q 25 abril 2012

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uántos viajes hace al día? ¿En qué medio se moviliza? ¿Tiene auto propio? ¿Cuál es su edad, a qué se dedica? Con esas variables y otras por el estilo han logrado hacer un mapa real y confiable de cómo nos movemos en la ciudad. La encuesta actualiza e integra datos parciales que había del 2007, pero básicamente es una nueva herramienta. Un detalle importante es que, divisiones administrativas aparte, se incluyó a familias del Valle de los Chillos (cantón Rumiñahui), que todos los días “suben” hacia Quito. ¿Qué dijo la encuesta? Aquí algunos números: en un día laborable se producen unos 4 271 565 de viajes con un origen y un destino y otros 5 199 984 viajes por etapas (es decir, realizados en dos o más vehículos diferentes). El 86.81% de los viajes se realizan en sistemas motorizados y el

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13.18% en no motorizados. (De los no motorizados, los peatones somos el 98.02%, de allí que la protección y mejora de los espacios peatonales constituya también una política equitativa y necesaria de ser impulsada). Otras cifras informan de que el 57.7% de los hogares estudiados no dispone de auto (65.6% el porcentaje más alto en Quitumbe y 42.5%, el más bajo en el norte). De las casas con carro, el 35.3% tiene uno y apenas el 7.0% restante tiene dos o más. La distribución territorial de la motorización muestra el índice más bajo en las parroquias urbanas del sur (0,39) y el más elevado al distrito norte (0,73). El promedio de la ciudad es de 0.51. Entonces, que del estudio se desprende antes de que Juan y Juana viajen a encontrarse para hacer dulce de membrillo en la Loma,

más abajito de San Francisco, los quiteños del 2011 nos movemos en bus, sea este el “convencional”, privado y de cooperativa, sea algún segmento de Metrobús-Q o un transporte institucional. Por cierto, la investigación ha sido hecha por expertos del Metro de Madrid, que es la empresa contratada para el desarrollo del subterráneo de Quito, con apoyo y personal local.

Saber qué suelo pisamos Para que Juan y Juana, enamorados melosos, puedan hallarse gracias al metro y endulzarse la tarde, además de saber bien cómo nos movemos necesitábamos saber con qué calidad de subsuelo cuenta la ciudad. Sin esa información no había cómo diseñar ni construir el metro. Por cierto, la tecnología para la instalación de redes subterráneas de transporte masivo de perso-


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