Revista q 25 abril 2012

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Etiquetar a un niño de enfermo mental es estigmatización, no un diagnóstico. Darle a un niño una droga psiquiátrica es envenenamiento, no un tratamiento. Thomas Szasz (1920, Hungría) Quito tenía algún problema mental, aunque sea leve. Los trastornos más frecuentes son los problemas de ansiedad, que originan fobias y obsesión; luego está la depresión, una baja en el estado de ánimo, que en su fase más grave produce delirio. Después está la psicosis, donde se encuentra la esquizofrenia, una enfermedad grave que deteriora la personalidad. Finalmente están las enfermedades derivadas de los defectos del sistema nervioso, como el retardo mental, las demencias y ciertas epilepsias, que cambian la psique del individuo. Lamentablemente, en nuestra ciudad, los servicios de salud mental adolecen de una grave escasez de recursos, tanto humanos como económicos. Además, se sanciona a quien necesita atención en esta área: locos y presos son “desechos” sociales.

Internar no es la solución En Quito la Clínica Guadalupe y los hospitales psiquiátricos Sagrado Corazón, Julio Endara y San Lázaro están destinados para el internamiento de pacientes

que presentan cuadros graves en su salud mental. Los profesionales que son parte de estos centros hacen su mejor esfuerzo para curar estos trastornos, aunque mucha vces son casos crónicos y agudos, donde el espacio de recuperación se ha reducido mucho. El doctor Morán, como muchos psiquiatras y terapistas desde hace décadas, considera que el internamiento no es la solución. “El concepto de salud mental necesita ir más allá, a la psicología global de la salud: no se limita al individuo, sino que debe intervenir creando condiciones de salud integral: individual, familiar, grupal y organizacional. El todo es un nuevo producto y no la suma de las partes”. Ahí comienza el verdadero valor de la salud mental como política de Estado. El doctor Aguilar acota que el concepto de hospital psiquiátrico está desapareciendo en todo el mundo y la tendencia es a “internar los menos posible y atender a las personas en su casa, o en centros de salud cercanos.” Esto no es una utopía. En Calderón existe un Centro Comunitario

de Atención Mental. Esto generará confianza en el paciente para que busque una atención próxima. Si el individuo sigue interactuando en la vida social, es más posible la cura, inclusive para aquellos que tienen diagnósticos agudos.

Un tema político Las demandas crecientes de atención en salud mental solo se revertirán con la adopción de políticas integrales. El Buen Vivir, fijado como horizonte en la Consticuión, es un camino saludable. Algunas pistas: lograr que la familia se reintegre, armonizar el horario de padres e hijos, activar a los ciudadanos como actores y no espectadores, extender los beneficios de la educación a todos, activar la economía de tal manera que las personas no vivan para trabajar, pagar salarios que cubran las necesidades por y abrir alternativas para el uso creativo del tiempo libre. La salud mental nos permite conducir nuestra vida y mejorarla. Si la salud mental no es integral, no es salud.

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