Revista Biblioteca Ficticia Ranganathan

septiembre 2023

2023 ISFD Y T N°5623

Materiales para la ESI . Elmer, el elefante. . La palabra viva en la biblioteca. . Leer en voz alta Educación comparada: ¿usos o abusos? ¿Juventud o juventudes?

Acercándonos a una mirada sociológica de las y los alumnas/os de la escuela secundaria Un acto de ensoñación

BIBLIOTECA FICTICIA RANGANATHAN

EDICIÓN ESPECIAL

www.unsitiogenial.es

Staff de redacción: Andrea Alaniz, André Arredondo, Laura Fernandez, Luz E. Martinez, Michelle E. Fernandez.

Colaboradores: Nancy Cornejo, Macarena D. Jacquet, María Belén Bautista, Iara Ludmila Iribarne

La presente es una publicación sin fines de lucro publicada y distribuida de manera digital por la Biblioteca Ranganathan

Septiembre 2023 ISSN n° 0239-1599 González Catan, La Matanza, Buenos Aires, Argentina.

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REVISTA RANGANATHAN

nota editorial Desde la biblioteca Ranganathan publicamos un numero especial de su revista. Nos anunciamos así en la importancia de dar espacio a una herramienta

de

estas

características

que

fortalezca los objetivos y el trabajo desarrollado todos estos años de la biblioteca Ranganathan especializada en pedagogía, educación y ciencias sociales. En estos términos, nos alegra anunciar la publicación de distintos artículos y textos ineditos como forma de socializar y difundir la producción de conocimiento por parte de estudiantes del ISFDYT 5623. De modo que, también, nos posicionamos en esta iniciativa nacida del interés de poner en escena las distintas voces que puedan surgir del intercambio y debate de los mismos estudiantes así como de nuestros usuarios, reales y potenciales.

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Un viaje al mundo de los sueños donde la magia y las hadas cobran vida, de la mano de nuestra invitada especial la escritora Genevieve Patté

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¿Juventud o juventudes? Acercándonos a una mirada sociológica de las y los alumnas/os de la escuela secundaria.

El concepto de juventud se da lugar en el s. XVIII y el de adolescencia en el s. XX. Los cambios demográficos y sociales de esos períodos impactaron en la organización social y se manifestó una necesidad de mayor preparación para la vida adulta. Desde una perspectiva sociohistórica juventud hace referencia a un fenómeno psico-social, y la adolescencia da cuenta de los aspectos psicológicos. Ambos conceptos se encuentran articulados.

Desde una visión sociológica, Urresti (1999) se introduce en un análisis sobre la adolescencia y la juventud como “categorías construidas socialmente”. Según este autor, adolescencia y juventud son dos categorías a partir de las cuales las sociedades modernas han tratado de ordenar segmentos poblacionales a partir de la edad.

Sin embargo, la edad por sí misma no es suficiente para atrapar la magnitud de estos conceptos, los límites que se pueden establecer a partir de ella se diluyen. Tampoco es posible concebir a la juventud como un período de mora, de espera y preparación para el ingreso a la vida adulta, ya que se observa que distintos sectores sociales cuentan con distintos períodos. Esto nos lleva a pensar que la moratoria social no está disponible de manera uniforme y este concepto por si mismo puede llevarnos a la correspondencia entre un modelo que corresponde a una clase social en particular.

Similar es lo que ocurre con la adolescencia.

Este autor afirma que, en nuestra cultura, la adolescencia es una etapa transicional de crisis y cambios abruptos. Puede ser considerada como el período previo a la juventud, un momento en el que se consuma la madurez corporal y se discute la herencia familiar, abriéndose un espacio de autonomía para la constitución de una nueva identidad. En palabras de Urresti (1999: p.18) “…

La adolescencia comienza en lo corporal con la madurez sexual y en lo psicosocial con el cuestionamiento de esta herencia (familiar) recibida, y a través de las búsquedas posteriores afirman la necesidad de constituirse frente al mundo de los padres, en oposición y conflicto frente al mismo…”

Surge en este plano el conflicto generacional, ya que las elecciones que realizan los adolescentes

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valiéndose de, incluso obligada, autonomía suelen enfrentarse a las predeterminaciones de los padres.

Sin embargo, muchas veces el adolecente actual puede no encontrar claramente el objeto a que oponerse. Esta apreciación pone de manifiesto un gran problema, ya que la consecuencia extrema que trae aparejada es una inversión del modelo de socialización en la identificación del mundo adulto con el del adolescente. La estética del adolescente sería un modelo a ser imitado por los adultos. El mercado y los medios masivos de comunicación contribuyen a la expansión de esta imagen, donde la adolescencia deja de ser una etapa para convertirse en un estado. Urresti (1999: p.20) advierte: “Hay modelos dominantes de ser joven o adolescente, que tienen por detrás la articulación de estrategias sociales de dominación, que luchan por establecer esos modelos que, en última instancia funcionan como herramientas de dominación.”

Esto pone de manifiesto otra cuestión importante, que se confunda el modelo de adolescencia de una clase con la adolescencia como categoría. Hay sectores cuyos miembros pueden no llegan a adquirir los atributos de este modelo, como el caso de los sectores populares, pero esto no es motivo para excluirlos de esta categoría.

En este contexto el adolescente, además de su propia crisis, se encuentra con la incertidumbre instalada en la sociedad y el lugar vacante de los adultos. El proceso de construcción de identidad se desarrolla en novedosas condiciones. El adolescente encuentra en el grupo de pares un apoyo para enfrentar esta travesía Estos grupos se conforman a partir de afinidades electivas que superan incluso las fronteras de las clases sociales. Representan espacios de autonomía y brindan pertenencia a partir de prácticas y consumos que los miembros valoran de manera particular, definiéndose gustos y preferencias. Los miembros de estos grupos suelen coincidir en la edad y el género y se reúnen y organizan para realizar distintas actividades: charlar, escuchar música, practicar deportes o salidas. La elección del estilo musical, las actividades, las maneras en que se relacionan, visten, caminan, hablan, etc. varían de grupo en grupo y muchasveces buscan diferenciarse de lo que otros son o practican.

En este punto podemos a observar que el poder adquisitivo de distintas clases sociales puede determinar circuitos y bienes de consumo diferenciados. Los bienes culturales implican una

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identificación, más allá de satisfacer una necesidad material, como el alimento o el abrigo, se relacionan con la necesidad de satisfacer una necesidad espiritual. Consumir determinados bienes resulta imperativo para el adolescente, quienes pueden llegar a recurrir a peligrosas estrategias para la adquisición de dinero.

Tanto la moratoria social como el modelo estético deben ser entendidos como formas posibles de vivir la experiencia juvenil, la de ciertas clases sociales, pero no definen por sí mismos la categoría. En tal sentido señala Urresti (1999: p.21) “…Si hay algo que define el ser joven no es tanto una estética o una moratoria social (…) como el posicionamiento fáctico frente a las generaciones precedentes…”.

Este posicionamiento implica un lugar específico dentro de la familia, una distancia hacia la muerte y un momento de socialización diferentes. Procesando culturalmente la edad, nos encontramos con dos conceptos que nos llevan más allá de la clase social: el capital temporal (o moratoria vital) y la pertenencia a una generación.

También es posible observar las diferencias del procesamiento de la edad, con bases tanto biológicas como culturales, con relación al género. Margulis (2001) destaca una serie de cambios en las sociedades contemporáneas con relación a la situación de las mujeres. Por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XX, hubo un incremento en la inserción de la mujer en el mundo del trabajo y la aparición de métodos anticonceptivos trajo aparejado un novedoso control sobre su cuerpo. De modos, la urgencia que la naturaleza impone a la mujer, en cuanto a la oportunidad de ser madre, la puede llevar a debatirse entre ese y otros roles de participación social y realización profesional. Cabe mencionar que en los sectores populares no se tienen las mismas posibilidades de acceso a la educación o a la inserción en el mundo del trabajo, y muchas veces la realización personal puede estar representada en la maternidad.

Distintos factores complejizan y fragmentan la comprensión de estas categorías. De la misma manera que ocurre con el concepto de las “adolescencias”, ante la necesidad de tener en cuenta múltiples factores y actualizar el análisis, muchos autores ya no hablan de una juventud sino de “juventudes”.

Escrito por Lic. Andrea Alaníz

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UN ACTO DE ENSOÑACIÓN En “El derecho a la metáfora” y “El espacio de lo íntimo”, textos de una conferencia llamada "Elogio del encuentro", la antropóloga francesa Michel Petit aborda la defensa de la lectura, de la palabra, de los libros y las bibliotecas. Para la autora, en principio, el acceso al saber en todas sus formas constituye un derecho elemental. Pero profundiza aún más: se trata, también, del derecho a satisfacer el deseo de pensar, a descubrirse y construirse a uno mismo, a habitar el mundo poéticamente elaborando un espacio propio, íntimo, imaginario, pleno de sentido, y capaz de relacionarse con lo real de manera distinta. El derecho a la metáfora, entonces: “la idea de transgredir los límites asignados, de ser un poco más los sujetos de nuestra vida, de rebelarnos” remarca Petit con una prosa límpida y vivaz.

En este sentido, una idea central circula en estos textos, en sus palabras. Lo que nos comparte la autora es que la adquisición del hábito de la lectura en los niños puede llegar a ser más posible cuando los adultos transmiten con placer la experiencia de la lectura como una instancia positiva para ellos. Por eso incitar a los niños a la lectura debería ser parte parte de un momento compartido de disfrute.

Aunque sin caer en visiones ingenuas. Porque obviamente facilitar la lectura, los libros, la información y el conocimiento a los niños y a los jóvenes no va a arreglar los problemas del mundo, como señala Petit. Tampoco el ser lector garantiza totalmente que una persona sea más respetuosa y democrática. Sin embargo, la lectura sigue siendo un factor necesario e imprescindible para la construcción de una sociedad democrática. La lectura seguirá siendo una posibilidad de encuentro, de lazo, de diálogo, de circulación de saberes e historias que arraigan en lo más profundo que nos hace humanos.

Y por eso las bibliotecas son el espacio físico de esta posibilidad. Por eso, en una entrevista, la investigadora francesa, sugiere que la biblioteca representa “una casa de lo posible en donde muchas personas han podido abrir un margen de maniobra ante un destino que parecía ya definido” (...) Por lo tanto, “las bibliotecas son una de las instituciones más generosas que hayan inventado los seres humanos, son fragmentos de utopía.”

Volviendo a la lectura, a las ideas de Petit, no cabe duda que se pone énfasis en pensar la lectura, digamos, como una experiencia vital capaz de abrir las puertas al territorio de los sueños y lo imaginario. La lectura, entonces, como un acto de ensoñación.

Precisamente como un acto interindividual capaz de crear escenarios y espacios de lo íntimo. De ahí la soledad del lector, aquella que, por un lado, se desplaza(y abre una pausa) de los ritmos sociales, acelerados y productivistas; y por otro al ser la lectura también un arte y no un entretenimiento o evasión enraiza en una riqueza y una belleza propia del contacto con el territorio de los sueños, la potencia de la imaginación y la lucidez del pensamiento.

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Articulo realizado por: André Arredondo, Luz E. Martinez.

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