SÉPTIMA SESIÓN - La comunidad cristiana

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S É P T I M A S E S IÓ N

La comunidad cristiana “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma.” Hechos 4, 32

Compartamos al iniciar la reunión ¿Qué desea compartir hoy con la comunidad? (Algo ocurrido esta semana por lo que quiere darle gracias a Dios, una preocupación, una oración de petición, etc.) ¿Qué ha ocurrido en su vida desde que la comunidad se reunió por última vez?

Reconozcamos la presencia de Dios en nosotros y entre nosotros Dios siempre está presente, pero a veces se nos olvida. Abramos la mente y el corazón a su presencia aquí y ahora. (Breve pausa en silencio) Canto apropiado para el tema de hoy. Lectura de la Palabra de Dios: Hechos 2, 42-46 “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones... Todos los creyentes vivían unidos y compartían todo lo que tenían. 7


SEDI EN TOS DE DIOS Vendían sus bienes y propiedades y se repartían de acuerdo a lo que cada uno de ellos necesitaba. Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo y con un mismo espíritu, y ‘compartían el pan’ en sus casas, comiendo con alegría y sencillez.” Después de uno o dos minutos en silencio para dejar que la Palabra nos hable, el coordinador invita a que los miembros que lo deseen compartan los sentimientos que esta lectura les causó. Para finalizar todos juntos dicen: “Te damos gracias, Señor, por tu Palabra viva entre nosotros”.

Exploremos el tema de hoy

C

onoce usted a algún “católico a su manera”? Esta frase la usan muchos y me pregunto: ¿Qué quieren decir los que se autodescriben de esta forma? Pienso que las respuestas serán muy diferentes. Para algunos, “a mi manera” quiere decir: “no tengo que ir a Misa o a la iglesia”. Para otros: “No necesito hablar con un cura, pecador como yo, porque yo me confieso con Dios”. Quizás otros quieran decir: “¡No voy a seguir ninguna regla y voy a hacer lo que me venga en gana cuando me convenga!”. Sea cual sea la definición de “católico a mi manera”, una cosa sí está clara: los que así hablan no entienden lo que es ser cristiano y probablemente nunca hayan experimentado una verdadera comunidad cristiana. El cristianismo no es una religión individualista o privada. Seguir a Cristo es formar parte de una comunidad que unida lo proclama Dios. En el año 110 d.C., un procónsul romano escribió un informe al emperador Trajano sobre la actividad de los cristianos en su provincia. Escribió el procónsul: “Los cristianos se reúnen un día especial (domingo) antes del amanecer, y le cantan himnos a Cristo como Dios” (Plinio el Joven, Carta 8


SÉPT I M A SESIÓN #96). Como es de suponer, esta fe primitiva y aparentemente sencilla presentaba un gran reto al Imperio Romano. Los prime­ ros cristianos se negaban a rendir culto al emperador y a verlo como un dios. Cuando un soldado romano se convertía al cris­ tianismo, dejaba de pelear por el imperio, pues seguía firmemen­ te la postura no violenta que Jesús había enseñado y vivido. En muchos casos, los cristianos dejaban de pagar impuestos como protesta por los abusos del imperio. Proclamar verbalmente que “Jesús es el Señor” implicaba un cambio de vida radical y suponía el riesgo de perder empleo, propiedades y, en muchos casos, la vida. Este radicalismo y fortaleza en la fe de los primeros cristianos no hubiera sido posible sin el apoyo de la comunidad. Un viaje al Coliseo de Roma nos muestra la manera en que los cristianos eran asesinados cruel­ mente. Morían juntos: adultos y niños, mujeres y hombres, judíos y gentiles, esclavos y libres, todos apoyándose mutuamente en una misma fe y en la certeza de no estar solos. Pero el concepto de comunidad no nace solamente de la necesidad de apoyo ante el sufrimiento y la persecución, sino también de nuestra condición de criaturas de Dios, creados a su “imagen y semejanza”, es decir, con la capacidad de amar y de entregarnos en amor como Dios lo hace cada día: “El que no ama, no ha conocido a Dios, pues Dios es amor” (1 Juan 4, 8). Es fácil decir que amamos a aquellos que no vemos nunca. Es también muy cómodo ser cristiano “a mi manera” y no tener que darle cuentas a nadie de mi vida cristiana. Sin embargo, esto no se parece en nada a la vida evangélica que decimos seguir. Al igual que en el Antiguo Testamento, el Señor se busca “un pueblo” para establecer su Alianza, Jesús selló la Nueva Alianza, no con una sola persona, sino con sus discípulos y con todos los que creerían en él. El título de la septima sesión y la lectura de la Biblia que leímos al comenzar esta sesión fueron tomados del libro de Los Hechos de los Apóstoles, el segundo volumen que se atribuye a 9


SEDI EN TOS DE DIOS San Lucas. Hechos relata la “historia” del desarrollo de la Iglesia de la era apostólica desde la resurrección de Jesús en Jerusalén hasta la llegada de San Pablo a Roma. El libro trata de cómo el cristianismo se propagó más allá el judaísmo y de las personas y los eventos que formaron de los primeros tiempos de la Iglesia. Los Hechos de los Apóstoles definen cómo debería y debe ser la vida de los seguidores de Cristo: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones. Todos los creyentes vivían unidos y compartían todo lo que tenían.” (2, 42) En otras palabras, la espiritualidad de los primeros seguidores de Cristo era comunitaria y eucarística. Juntos escuchaban las enseñanzas de los apóstoles, convivían y oraban como hermanos y compartían sus bienes. Pero, sobre todo, juntos “compartían el pan” que era el nombre que usaban para lo que hoy conocemos como la Eucaristía (ver Hechos 2, 43-47; 4, 32-35). El culto comunitario era central en su espiritualidad: oraciones, salmos, lecturas, sermones, cantos y compartir el pan y el vino semanalmente. El concepto de comunidad que encontramos en Hechos y en las Cartas de San Pablo nos muestra a un grupo de personas unidas en una misma fe, en un solo Espíritu y proclamando a Cristo como Señor del universo. Este grupo de creyentes entraban a formar parte de esta familia a través del bautismo. En ese rito de iniciación todos se comprometían a vivir fieles a las enseñanzas de Jesús, unidos por lazos de amor que nada ni nadie debía romper. Los latinos que residimos en los Estados Unidos tenemos una gran responsabilidad con la Iglesia. Nuestra cultura valora la familia y las reuniones familiares, algo muy diferente al individualismo y el narcisismo que predomina en los Estados 10


SÉPT I M A SESIÓN Unidos. La Iglesia debe reflejar una familia que permanece unida aunque hayan desacuerdos y en la que todos se sacrifican por los más necesitados o enfermos, y los hispanos tenemos muchos que ofrecer en esta área. Sin embargo, ni nuestra familia es perfecta, ni la Iglesia es perfecta y esto nos puede confundir. Yo no cuido a mi anciana abuelita porque es perfecta, sino porque es mi abuelita. No ayudo a un primo lejano porque me cae muy bien y es muy alegre, sino porque es mi primo. Del mismo modo, la Iglesia es santa porque la guía el Espíritu de Cristo; y también pecadora porque es humana. Nuestra historia, como la de cualquier familia, contiene momentos de gracia y momentos de pecado. Esto no es razón para ignorar mi apellido o renunciar a mis raíces. La Iglesia en los Estados Unidos ha sufrido grandes escándalos últimamente causados por abusos sexuales con menores por parte de algunos sacerdotes. Estos abusos no pueden ser tolerados y deben denunciarse. Sin embargo, los pecados y los errores no nos pueden separar de la familia en la que nacimos por nuestro bautismo y que tiene a Cristo como cabeza y a María como Madre. Nos reunimos en la comunidad cristiana porque no hemos nacido para vivir solos, porque nos necesitamos mutuamente y nadie está libre de pecado, y porque sólo unidos podremos soñar con un mundo mejor y hacer realidad nuestros sueños.

Compartamos nuestra fe ¿Qué expectativas tiene de la Iglesia como Pueblo de Dios? ¿Cómo contribuye usted a hacerla cada día más santa? ¿Qué expectativas tiene de su pequeña comunidad? ¿Puede ver la diferencia entre los pecados de algunos miembros que pertenecen a la Iglesia y la Iglesia que, guiada por el Espíritu Santo, es llamada a proclamar el Evangelio? 11


SEDI EN TOS DE DIOS

Comprometámonos a actuar En el Libro 1 aprendimos algunas prácticas espirituales. En el Libro 2 ofrecemos ejercicios que nos pueden ayudar a mejorar nuestro comportamiento. Recordemos que una espiritualidad integral nos lleva a mejorar y a sanar nuestras relaciones con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con el mundo. En el Ejercicio espiritual de cada semana sugerimos acciones específicas que nos ayuden a vivir una espiritualidad más encarnada.

Oración final Leamos con entusiasmo esta oración inspirada en el Salmo 100 Todos juntos: Demos gracias a Dios porque es bueno. Cantémosle cantos de alegría. Alabe a Dios toda la tierra, ¡lleguemos ante él entre gritos de júbilo! Nuestro Dios nos ha hecho y suyos somos, su pueblo y el rebaño de su pasto. Nos ha escogido y juntos le hemos respondido: ¡Sí! Oremos con acciones de gracias, y bendigamos su Nombre. Porque Dios es bueno y su amor es para siempre. ¡Vivamos unidos en su amor y en la hermandad de los hijos de Dios! Si lo desean pueden concluir con un canto.

Para la próxima reunión En preparación para nuestra próxima reunión lean cuidadosamente el tema de la octava sesión. 12


SÉPT I M A SESIÓN

Rato para socializar Ejercicio espiritual Vivamos el Evangelio Como ya hemos dicho, el Ejercicio espiritual de esta semana nos invita a hacer algo concreto para crecer como seguidores de Cristo. Durante sus ratos de oración diaria, preste atención especial a las siguientes preguntas: ¿Cómo se siente en su pequeña comunidad? ¿De que forma le ayuda a crecer espiritualmente reunirse con sus hermanos? Con humildad y honestidad examine la calidad de su participación en su comunidad y parroquia. ¿Hay algo que pueda hacer para mejorarla? Si en este momento no participa en ninguna comunidad, busque algún grupo de servicio que ya exista en su parroquia y comience a participar en él. En el Libro 1 sugerimos el uso de un Diario espiritual donde anotar cada día las ideas y sentimientos que surgen en los ratos de oración. En el Libro 2 le invitamos a continuar usando su diario para anotar los progresos, las dudas, los fracasos, etc., que encuentre al seguir creciendo en su vida cristiana.

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