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EN EL HOMENAJE A DON JOSÉ 56

Alumnos de todas las promociones llenan el colegio en un emotivo acto en memoria del fundador del CRC

“SOMOS EL ADN DEL COLEGIO” Palabras pronunciadas por Ángel Vilches, de la primera promoción del colegio y presente en el homenaje a Don José

“Somos el ADN del colegio”, decía un antiguo alumno de la primera promoción. En realidad, cada una de ellas ha participado con su propio gen en la larga cadena de los casi 50 años de actividad del centro. Y en una tarde de un viernes de mayo, como en un libro de historia abierto, se dieron cita antiguos alumnos que nunca coincidieron en el patio pero que un día pasaron por allí. Puede que unos caminemos aún por la facultad, o que otros trabajen desde hace tiempo, pero todos recordamos con gratitud al fundador del centro, Don José, a quien reconocimos su dedicación Durante el acto de homenaje, Satur

evocó la que fue su convicción, que no es lo mismo enseñar que educar. Y por educar se entiende algo superior a un mero vuelco de conocimientos. Es compatir saberes, dar alas, las mismas que hemos utilizado para volver. Por eso, porque nunca hemos olvidado nuestras raíces, también recordamos a Prieto, Melara o Miguel. Compartimos las clases de Amelio, Celestino, Simón, Jacinto, Mayte, Satur, Ángel, Isidoro, Juan o Gerardo. Y como no, la imborrable imagen de Higinio, todas las mañanas, asegurándose desde la puerta de cada aula de que nadie faltaba. Otros nombres se nos escaparían en una conversación. Concha, Nona… Y, si bien es cierto que no todos pasamos por las mismas aulas ni los mismos profesores, es muy probable que pudiésemos conversar durante horas como si un día hace no mucho hubiésemos vivido un mismo recreo a mitad de la mañana. En nuestro imaginario también están las cocineras, que estuvieron presentes aquella tarde en el patio. Por un momento uno se abandonaba a la idea de ver a todos lidiando con las bandejas de metal de antes en esas mesas interminables con mantel de papel. Al fin y al cabo, no hubiese sido menos surrealista que la instantánea del acto: antiguos alumnos jugando al fútbol entre el resto de asistentes, niños de carrito en el “patio de los mayores”, y toda una multitud que sólo se dio cuenta

de que era de noche cuando el timbre les sacó de su irrealidad. El colegio es muy diferente, pero no tanto para que nos sintamos extranjeros. No nos perdimos al pisar el gimnasio, que muchos ni conocían, o al pasear por un patio con otro tipo de suelo y por pasillos que se han cambiado como por misterio. A pesar de todas las alteraciones, compartimos la mayor parte del ADN. Bastan los árboles de la rampa, las formas de los edificios, el logotipo, las miradas de los profesores, su voz, para recordar de dónde venimos. No es de extrañar el murmullo incensante durante el acto del gimnasio, como si de un repentino viaje a nuestras aulas se tratase, y Satur ordenando silencio. Algunas cosas siempre serán iguales. En el fondo, aunque pasen muchos años sin que veamos a nuestros compañeros, es como cuando volvíamos del fin de semana y teníamos mil batallas que contar. Tal vez el mejor homenaje para Don José sea el de un colegio que es capaz de recordarse, de abrir el libro de su historia en un escenario renovado y reconocer todas sus páginas. Jorge Planelló Carro (Antiguo alumno. Periodista. Recién llegado de Ottawa, donde acaba de finalizar sus estudios, becado por esa universidad. En breve se incorporará a la plantilla del periódico El Mundo en Madrid)

Al final un coctail esperaba a todos. Cercana la medianoche, el timbre, recibido con aplausos, anunciaba que la clase había terminado

Sátur lee el discurso tras descubrirse la placa en memoria de Don José


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