Ciencia y espiritu

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“El amor es, sin ningún género de duda, la base de todo. No una especie de amor abstracto e inescrutable, sino el amor cotidiano y sencillo que todo el mundo conoce, el que sentimos al mirar a nuestras esposas e hijos, o incluso a nuestros animales de compañía. En su forma más pura y potente, este amor no es celoso ni egoísta, sino incondicional. Ésta es la realidad de las realidades, la incomprensiblemente gloriosa verdad de las verdades, que vive y respira en el centro de todo lo que existe o existirá alguna vez. Y nadie que no la conozca y la encarne en todo aquello que haga podrá alcanzar nunca ni una remota sombra de comprensión sobre quiénes somos y lo que somos. ¿Te parece poco científico? Permíteme que disienta. Yo he regresado desde aquel lugar y nada podría convencerme de que esta afirmación no es, ya no la verdad más importante del universo desde el punto de vista emocional, sino también desde el científico.” (p.103) Critica fuertemente a los científicos que ponen en duda este tipo de experiencia basándose en sus prejuicios materialistas: “La ciencia —la ciencia a la que he consagrado buena parte de mi vida— no contradice lo que descubrí allí arriba. Pero hay demasiada gente que cree que sí, porque determinados miembros de la comunidad científica, aferrados a una visión materialista del mundo, han insistido una y otra vez en que la ciencia y la espiritualidad no pueden coexistir.” (p.105) “Cuanto más recobraba la visión científica, más comprendía de qué manera entraba en conflicto todo lo que había aprendido durante décadas de formación y práctica de la medicina con lo que había experimentado, y más me daba cuenta de que la mente y la personalidad (o, como algunos las llaman, el alma o el espíritu) siguen existiendo más allá del cuerpo.” (p.172) Si no podemos rechazar esa experiencia, deberíamos admitir también que toda la naturaleza supera el mundo físico, algo que coincide con las hipótesis de Teilhard de Chardin. “Del mismo modo que la vida normal contiene demasiada información como para absorberla toda a la vez sin quedar paralizados, un exceso de conciencia sobre los mundos que hay más allá de éste sería aún más difícil de asimilar.” (p.114) * Si incluyo estos testimonios y experiencias es para subrayar que la tesis de Lipton acerca de la existencia “espiritual” (extracorpórea) del yo no puede ser rechazada a la ligera y que es justamente este tipo de experiencia el que mejor la respalda, por más controversial que sea.

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