Raudem 01 2013

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Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630

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Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres, volumen 1, 2013 Web: nevada.ual.es:81/raudem Directora María Elena Jaime de Pablos (Univ. Almería) Secretaria Milagro Martín Clavijo (Univ. Salamanca)

Consejo de Redacción Ángeles Arjona Garrido (Univ. Almería) Virginia Carrera Garrosa (Univ. Salamanca) Ana María Díaz Marcos (Univ. Connecticut, Estados Unidos) Beatriz Domínguez García (Univ. Huelva) Concha Fernández Soto (Univ. Almería) Estela González de Sande (Univ. Oviedo)

Mercedes González de Sande (Univ. Oviedo) Yolanda Jover Silvestre (Univ. Almería) Alejandra Moreno Álvarez (Univ. Oviedo) María Isabel Romero Ruiz (Univ. Málaga Nadia Safi (Univ. Granada) Pilar Villar Argáiz (Univ. Granada) Laura Viñuela Suárez (Univ. Oviedo)

Comité Científico María Ángeles Alcedo Rodríguez (Univ. Oviedo) Mercedes Arriaga Flórez (Univ. Sevilla) María Caballero Wanguemert (Univ. Sevilla) María Montserrat Cabré i Pairet (Univ. Cantabria) Antonella Cagnolati (Univ. Foggia, Italia) Rosa Cid López (Univ. Oviedo) Rosa Cobo Bedía (Univ. Coruña) Pilar Cuder Domínguez (Univ. Huelva) Biagio D‟Angelo (Pontificia Univ. Católica do Rio Grande do Sul-PUCRS, Brasil) Teresa del Valle (Univ. País Vasco) Lidia Falcón O‟Neill (Univ. Autónoma de Madrid) Yolanda Fontanil Gómez (Univ. Oviedo) Helen Freear-Papio (College of the Holy Cross, Worcester, Massachusetts, Estados Unidos) Elizabeth Grubgeld (Oklahoma State Univ. Estados Unidos) Susana Guerrero Salazar (Univ. Málaga) Ana Iriarte Goñi (Univ. País Vasco) Aurora López López (Univ. Granada) Miguel Lorente Acosta (Univ. Granada)

Felicidad Loscertales Abril (Univ. de Sevilla) Tomasa Luengo Rodríguez (Univ. Valladolid) María Esther Martínez Quinteiro (Univ. Salamanca) Leonor Graciela Natansohn (Univ. Federal da Bahia-UFBA, Brasil) Catherine O‟Donnell (Univ. College Dublin, Irlanda) Cécile Oumhani (Univ. Paris-Est Créteil, Francia) Joanna Partyka (Univ. Warszawski, Polonia) Mary Pierse (Univ. de Cork, Irlanda) Andrés Pociña Pérez (Univ. Granada) María Rosal Nadales (Univ. Córdoba) Ana Rubio Castro (Univ. Granada) Marta Segarra (Univ. Barcelona) Susie Tharu (EFL Univ. Hyderabad, India) Amelia Valcárcel (UNED) Gemma Vicente Arregui (Univ. Sevilla) Remedios Zafra Alcaraz (Univ. de Sevilla) Rawdha Zaouchi-Razgallah (Univ. Cartagine ISLT, Túnez) Zozi Zografidou (Univ. Aristotele de Tesalónica, Grecia)

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Evaluadores/as Externos/as para este volumen Estefanía Acién González (Univ. Almería) Alexandra Ainz Galende (Univ. Almería) Isabel Andrés Cuevas (Univ. Granada) Rosario Arias Doblas (Univ. Málaga) María Luz Arroyo Vázquez (UNED. Madrid) María José Bravo Bosch (Univ. Vigo) Michela Caiazzo (Univ. Sevilla) Silvia Castro Borrego (Univ. Málaga) Francisco Checa Olmos (Univ. Almería) David Clark (Univ. A Coruña) Cristina Cuenca Piqueras (Univ. Almería) Loreta de Stasio (Univ. País Vasco) Jimena Escudero Pérez (Univ. Oviedo) María del Mar Espejo Muriel (Univ. Almería) Juan Sebastián Fernández Prados (Univ. Almería) Alfonso Galindo Hervás (Univ. Murcia)

Rocío González Naranjo (Univ. Limoges, Francia) Mª Belén Hernández González (Univ. Murcia) María Jesús López Sánchez-Vizcaíno (Univ. Córdoba) Rocío Luque (UNED. Madrid) Elena Marcello (Univ. Castilla-La Mancha) Marisol Morales Ladrón (Univ. Alcalá de Henares) Elena Musiani (Univ. Bologna, Italia) Irene Pérez Fernández (Univ. Oviedo) Auxiliadora Pérez Vides (Univ. Huelva) Rosalía Rodríguez López (Univ. Almería) Antonia Sagredo Santos (UNED. Madrid) Amelia Sanchís Vidal (Univ. Córdoba) Juan Carlos Suárez Villegas (Univ. Sevilla) Iolanda Tortajada (Univ. Universitat Rovira i Virgili)

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Presentación

Raudem, Revista de la Asociación Universitaria de Estudios de las Mujeres, es una publicación científica que se edita en formato digital con periodicidad anual. Se dirige a la comunidad académica internacional, así como a un público más amplio interesado en los Estudios de las Mujeres, los Estudios Feministas y los Estudios de Género. Dado que pretende ser un foro internacional para la investigación y el desarrollo de estos campos de conocimiento, permite el envío de contribuciones en español, inglés e italiano. Estructurada en cuatro secciones: “Artículos”, “Entrevistas”, “Literatura escrita por Mujeres” y “Reseñas”, Raudem se plantea un doble propósito: difundir trabajos de investigación y análisis crítico vinculados a distintas disciplinas (Antropología, Arte, Derecho, Educación, Filosofía, Historia, Lingüística, Literatura, Nuevas Tecnologías, Psicología, Salud, Sexualidad, Sociología, etc.) y visibilizar las manifestaciones literarias de escritoras, tanto emergentes como consagradas, de diferentes países. La selección de los artículos se efectúa a través de un proceso de revisión de “doble ciego” en el que intervienen dos evaluadores/as externos/as que fundamentan su informe en criterios de originalidad, pertinencia, rigor científico, profundidad en el análisis, actualización de la bibliografía, organización de los contenidos y uso correcto de la lengua. ISSN 2340-9630. Número de depósito legal: AL 1187-2013. © Copyright de todos los artículos. Dirección Técnica: Universidad de Almería, Edf. C de Humanidades (despacho 2. 1. 2), Ctra. Sacramento s/n, La Cañada de San Urbano, 04120 Almería. Teléfono: 950015391.  raudem@ual.es.

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Índice

RAUDEM REVISTA DE ESTUDIOS DE LAS MUJERES ISSN: 2340-9630 VOL. 1, 2013

ÍNDICE

ARTÍCULOS NOTES ABOUT THE WIVES OF CHRIST (SPONSAE CHRISTI) AND THE MARRIED WOMEN IN DE HABITU VIRGINUM OF CYPRIAN OF CARTHAGE Rosa Mentxaka

8-30

LA REPRESENTACIÓN DEL PODER EN LAS COMUNIDADES PROTOHISTÓRICAS DEL NOROESTE PENINSULAR. EXCELENCIA MASCULINA Y COTIDIANIDAD FEMENINA Mónica González Santana

31-49

ANÁLISIS HISTÓRICO DE LA SITUACIÓN DE LAS ENFERMERAS Y MATRONAS EN ESPAÑA. UNA PERSPECTIVA GLOBAL Carmen González Canalejo

50-65

LA RECEPCIÓN DEL POSITIVISMO Y DEL EVOLUCIONISMO EN ESPAÑA Y “EL PROBLEMA DE LA MUJER” María José Tacoronte Domínguez EL LIDERAZGO EXPLICACIÓN

POLÍTICO

66-85 FEMENINO:

LA

DIFICULTAD

DE

Paloma Román Marugán y Jaime Ferri Durá

UNA 86-109

MIEDOS MASCULINOS Y MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA José Martín Amenabar Beitia

110-130

LOS MENTORES EN EL DESARROLLO PROFESIONAL DE LAS MUJERES. ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO Ramona Ortega-Liston, Mª Esther Morales Fajardo y Cecilia Cadena Inostroza

131-152

AMERICAN WOMEN AND LEISURE IN THE 1920S Isabel María García Conesa y Antonio Daniel Juan Rubio

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153-166

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Índice

DESARROLLO DE LAS DETECTIVES EN LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA Socorro Suárez Lafuente

167-182

“WOMEN RELINQUISH ALL PERSONAL RIGHTS IN FRONT OF A MAN”: ANALYZING SEXUAL VIOLENCE IN NTOZAKE SHANGE’S FOR COLORED GIRLS Maika Aira Gallardo

183-200

“GOOD EVENING TO YOU, LADY OF THE HOUSE”: CONSIDERACIONES SOBRE EL PRINCIPIO DE CORTESÍA EN EL TEATRO DE J. M. SYNGE Encarnación Hidalgo Tenorio

201-236

“THE TIES THAT BIND US TO EACH OTHER”: MASCULINITY IN SARAH HARRIET BURNEY’S OEUVRE Carmen María Fernández Rodríguez

237-257

HOMENAJE A DORIS LESSING DORIS LESSING’S THE GRASS IS SINGING: AN APOLOGY OF THE RHODHESIAN SOCIETY AS A POSTCOLONIAL PSYCHO-SOCIAL DRAMA Juan José Varela Tembra

258-269

ENTRE RETICENCIA E INSISTENCIA: LA REVOLUCIÓN SEXUAL INACABADA DE DORIS LESSING EN THE GOLDEN NOTEBOOK Francisco José Cortés Vieco

270-291

ENTREVISTAS ENTREVISTA A LUCÍA MARTÍNEZ ODRIOZOLA, ASOCIACIÓN VASCA DE PERIODISTAS

PRESIDENTA DE LA

Diana Rivero Santamarina

292-304

LITERATURA ESCRITA POR MUJERES POESÍA SIX POEMS BY MARY O’DONNELL: “DUBLIN, “AN IRISH LEXICON”, “CELTS”, “MÁTHAIR MO CHROÍ”, “MISE LE MEAS” AND “REBUKE TO IDEOLOGICAL FEMINISTS” Mary O‟Donnell

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305-314

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Índice

RELATO CORTO DETRÁS DE SU MIRADA, UN MUNDO María Teresa Arias Bautista

315-318

LA RIBELLE DEL BALATON Adriana Assini

319-333

ENSAYO TUNISIAN WOMEN, AT THE VANGUARD OF RESISTANCE Cécile Oumhani

334-341

RESEÑAS RESEÑA: DISCURSO DE GÉNERO Y DIDÁCTICA. RELATO DE UNA INQUIETUD. FÉLIX SAN VICENTE Y Mª LUISA CALERO VAQUERA Carmen F. Blanco Valdés

342-347

RESEÑA: VIRGINA WOOLF Y EL HELENISMO, 1897-1925. LUCÍA P. ROMERO MARISCAL Pedro Jesús Molina Muñoz

348-350

RESEÑA: POSTOCONIAL ECOLOGIES. LITERATURES OF THE ENVIRONMENT. ELIZABETH DELOUGHREY AND GEORGE B. HANDLEY Bibian Pérez Ruiz

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351-355

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Rosa Mentxaka

Notes about the Wives of Christ 8-30

NOTES ABOUT THE WIVES OF CHRIST (SPONSAE CHRISTI) AND THE MARRIED WOMEN IN DE HABITU VIRGINUM OF CYPRIAN OF CARTHAGE1 Rosa Mentxaka2

Abstract: Following a brief introduction, this paper will then focus on Cyprian‟s comments regarding the behaviour of Virgins in De Habitu Virginum. Cyprian of Carthage argues with the adulterium, a category of Roman criminal law which was particularly important in contemporary society, in order to justify the requirement for Virgins to adopt a way of life and behaviour that would be described today as “well-behaved and discreet”. Although fully aware that married women had a different way of life to sponsae Christi, he was inclined to impose the same rules on allChristian Women. Key words: Cyprian of Carthage, the Dress of Virgins, sponsae Christi, adulterium, Virgins, Christian women. Título en español: Nota mínima sobre las esposas de Cristo (Sponsae Christi) y las mujeres casadas en el De habitu virginum de Cipriano de Cartago Resumen: El trabajo, tras una primera parte introductoria, se centra en el comentario de algunos párrafos dedicados al comportamiento de las vírgenes. Cipriano no pudo resistir la tentación de argumentar con una categoría jurídica penal romana, particularmente grave en la sociedad laica de la época, el adulterium, para justificar la necesidad de que las vírgenes adoptaran una forma de vivir, de estar en sociedad, que podríamos calificar de recatada y discreta; tampoco dudó en extender estas pautas a todas las mujeres cristianas, si bien fue plenamente consciente de que las mujeres casadas desarrollaron formas de vida distintas de las vírgenes. Palabras clave: Cipriano de Cartago, De habitu virginum, sponsae Christi, adulterium, vírgenes, mujeres cristianas.

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Date of reception: 02/09/2013 Date of acceptance: 17/11/2013 These pages should be inserted in the project of research I + D: DER 2010-18019 /JURI as well as in the activity carried out by the Research Group of the EHU13/06: Cristianismo y Derecho Romano and I would like to dedicate to Prof. Dr. Olga Tellegen. 2 Professor of Roman Law, Departamento de Derecho Romano y Eclesiástico, Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, Spain;  rosa.mentxaka@ehu.es.

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1. Introduction

The interest of this article resides in expounding on various references that we find in a work of Cyprian of Carthage dedicated to the outer clothing of the virgins and the behavior expected of them (De habitu virginum) and about the marriage of the wives of Christ. As we will have the opportunity to appreciate in the fifth section of the paper (the previous four are introductory and will be devoted to conceptualization of the topic, discussion of the author, his work and virginity in early Christianity), Cyprian has no theoretical problem in differentiating enforceable behaviors in society for Christian women, depending on whether they are virgins or whether they are wives of mortal men; he advocates the same guidelines for living for all because, ultimately, the work formally addressed to the virgins reflects his vision for the behavior required of all Christian women in society. The Carthaginian Bishop, as a superb rhetor, demonstrates a great command of language and in these pages I will try to analyze: a. first, the technique of argument used in the construction of his speech in order to “persuade� and convince the virgins to follow his prescribed patterns of life; b. second, the lexicon used for this, in which we find a particularly severe roman criminal legal category from the secular society of the time: the adulterium. The father of the Church cannot resist the temptation to use such a crime to refer to the virgins who develop a style of life that, according to him, is reprehensible and incompatible with their status and therefore to substantiate the need to change it and introduce a pattern of behavior which we could describe as demure, humble and discreet.

2. Virginity in early Christianity3 In Schollgenâ€&#x;s (2001: 547 ss.) opinion, since its origins, Christianity embraced the demand of virginity4 linked to the prohibition of sexual relations outside marriage, 3

I have discussed the subject in detail in Mentxaka 2010: 27 ss. and in Mentxaka 2013: 75-80.

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because in some writings of the New Testament5, valuation of sexual abstinence for both sexes was already present6. However, in the first two centuries there are no great testimonies of people who proclaim themselves celibates7; the reason for this, it is said, is that the primitive Christian communities were constituted by people who, having converted to Christianity, were usually already married or had had sexual relations; thus resulting, in practice, in a greatly restricted number of celibates. Without claiming to be exhaustive in the exposure of the specific positions of the various Christian Fathers (vid. Mentxaka 2010: 39 ss.), who basically advocated the abstinence of sexual intercourse8, I will refer briefly to the approach another African Church Father had on this issue, Tertullian (ca. 160 – ca. 225)

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who, as it is known,

developed his pastoral activity in the same city as our Bishop and constituted a clear point of reference for him. Tertullian is thought to be the first author who, in the work devoted to the veil of the virgins10, expressly proposed that women could be incorporated in a state of virginity11. However, according to experts12 and despite the role played in his writings, 4

On the meaning that the term virginity had for both men and women in early Christianity, how it evolved and the consequences of its practice see Brown 1985: 427 ss.; also of great interest the synthesis of Castelli 1986: 373 ss. 5 See Martínez 1913: 19-38; Vizmanos 1949 = reedition 2009: 12 ss.; Giesen 1996: 1097; Guillén 2000: 321, and Ramis 1990: 18 ss., where he exposes the virgins and widows‟ references in the New Testament. 6 Note that Paul professes celibacy and therefore, he invites all people to live this kind of life in the first letter to the Corinthians: 7, 7-9; traditionally their words have been considered as a recommendation of Paul to stay chaste as it constitutes a state superior to marriage; on this and other Pauline passages referring to virginity, see, for example, Dauvillier 1970: 353-354; McNamara1976: 151; Brown 1993: 75 ss.; MacDonad 1996: 127 ss.; Ramis 1990: 19 ss.; and Vizmanos 1949 = reedition 2009: 32 ss. 7 See, for example, Brown 1993: 104 ss.; Schöllgen 201: 548 ss. and Dauvillier 1970: 355-357 which alludes to the existence of virgins dedicated to the affairs of the Lord from Early Apostolic times without specifying details. 8 In this regard, see, for example, Radford Ruether 1974: 165 ss. 9 About his life, see for example the references I give in 2010: 47 n. 130. 10 About De Virginibus velandis, see the cited bibliography in Mentxaka 2010: 48 n. 131. 11 De Virg. Vel. 9, 1, ss.; see for example: Martínez 1913: 73-90 and Ramos Lissón 2009: 147 according to whom, the African Father emphasizes the value of perfect chastity in various works: a. - in Apol. 9, 19, where he argues the superior status of Christians with regard to the corrupt pagan society; b. - in Exh. Cast. I, 45, that, along the lines of what was done in the Apostolic Tradition (10, 12) to establish the hierarchy of states of life, placed the virgins first, then widows and finally married people and c. - in De Virg. Vel. 1, 2-3, where he emphasizes the greater merit of the celibacy of men compared to women. 12 See sources and bibliography in Schöllgen 2001: 554.

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a theology evolved of virginity is still not encountered, although some of its elements had already begun to appear; it is remarkable, by the reference that we will find in our text, that Tertullian was the first Christian writer who used the metaphor of marriage as an element of union between the virgins and Christ; he considered that the virgin was united in marriage with Christ and therefore spoke of her as sponsa Christi13. With this precedent, it should not surprise us that, in the light of the remarkable growth and extension of virginity in the Christian society of his time, Cyprian of Carthage was, particularly in his work De habitu virginum, the first who treated virgins as a separate category within the Christian Church14. It is probably necessary to relate the voluntary renunciation of marriage to the parusia 15; the hope for the second coming of Christ and the imminent end of the world that explained the justification for foregoing procreation and giving extension to continence in the bosom of Christianity. As related to women, in the middle of the 3rd century A. D., it seems that the decision to remain a virgin was not accompanied by a public act of consecration or public demonstration of the vote of chastity16; in Ramis‟ opinion (1990: 23 ss., in special page 29)” we will have to wait to the last years of the fourth century to have news of a “consecration of virgins” and of the institutionalization of the ordo viginum17.

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About this expression as used by the Fathers see, for example, García Villoslada 1978: 617; Testard 1981: 181-183; and Vizmanos 1949 = reedition 2009: 151 ss. 14 See Brown 1993: 269 ss. On the other hand, Keenan (1958: 25-26) supports only as probable that this is one of the first treatises of this nature found in Christian literature. 15 McNamara (1979: 584) highlights the impact that the idea of the parusia had in primitive Christianity; Tibiletti (1979: 432 ss.) exposes this aspect in regards to Cyprian; for both Tertullian and Cyprian, the rule of continence is not something personal but collective; both Fathers invite mankind to adapt its behavior to the coming of Christ, as being virgins in this life, have already been advanced towards theglory of the resurrection; according to Tibiletti, the teaching of Cyprian is not the result of a doctrinal basis but of his own experience. In Spanish literature it is necessary to mention Pedregal Rodríguez 2007: 420-421 and Viciano 2006: 572. 16 In this sense: Keenan 1958: 27. On the evolution of the vote see Vizmanos 1949 = reedition 2009: 142147. 17 In the opinion of some specialists, in the 4th century, in the triumphant Christian Church, there were families in which virginity was valued in particular; this facilitated considerably the process of its institutionalization, as we have seen, of the first steps that had been taken in previous centuries. At this historic moment, we find the virgins‟ group (ordo virginum) within the Church regulated with criteria for acceptance and rules of behavior in accordance with the religious provisions and still with very varied forms of life: from life secluded in the monastery to the secular life in the family home. In this regard, for example, see Krawiec 2002: 121 ss. with the corresponding notes on pages 223 ss.; Castelli 1986: 78 ss.;

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3. The work: De habitu virginum (On the dress of the virgins)

The literary activity of Cyprian of Carthage18, according to Quasten (2001: 639)19, was provoked by particular circumstances and responded to practical purposes20; his treatises and letters were widely distributed and were much appreciated in the churches of the West21; the first to bring these works together was his deacon biographer Pontio, who has allowed us to preserve his work almost in full22. His writings are usually classified into three sections: a. treaties; b. collections of letters and c. the Appendix containing the Apocrypha. Amongst the treaties is a subgroup that refers

and Vizmanos 1949 = reedition 2009: 469 ss.; Clarke (1987: 19, 115 ss.) exposes the enthusiasm for asceticism within Christianity during the 4th and the beginning of the 5th centuries; the women who joined this movement were usually aristocrats willing to renounce the wealth and social respect attached to their origins. Page 29 1994 = reprint 2004: 25 ss., analyzes the development of ascetic ideas in Asia Minor and Egypt, in Christian society as the Fathers of the Church formed a certain theology in this regard, particularly from the 4th century. Cameron (1991: 171-180) develops this topic in Christian literature of the 4th century. 18 Cyprian was born, probably in Carthage, around the year 205 in a fairly affluent family that gave him, in accordance with his status, a good education for his time: studies in literature and rhetoric. Before converting to Christianity we find him in his hometown as a reputed rhetor, and from the hand of the priest Cecilian (apparently in the year 246) joined the community of Carthage. With some opposition he was elected successor to Bishop Donatus sometime in 248 or 249. Shortly after his election took place the persecution of Decius (249-251) led him to be absent from his headquarters and to return only at the end of the same; back in Carthage he was quiet until, owing to the Edict issued in August of the 257 by Valerian, was exiled. When he learned of the possible measures to be taken by Valerian and Gallienus, on the occasion of the second Edict of persecution, he returned to Carthage, where he was arrested and died after conviction on 14 September 258. A major bibliography on his person, his work and their transmission, as well as its meaning and influence can be found in Mentxaka 2010: 15-22 and Johnson 2009: 145-148. 19 Also Dellâ€&#x;Osso (2006: 19) emphasizes that his work is not the reflection of a scholastic or a theologian but the action of a believer, bishop and pastor of souls. 20 FernĂĄndez UbiĂąa (1981: 220) also stresses that the Bishop devoted all his attention to the internal organization of communities, trying to solve the problems posed by schisms and heresies and thus contributed to the development of a hierarchical regulatory scaffolding that came to support for the Church as a quasi-state organization within the State. 21 In this sense: Campos 1964: 35. 22 Campos (1964: 35) thinks that some letters have been lost, as well as some sermons and a stenographic dictionary that became known in the Renaissance. According to a persistent tradition, the Bishop of Carthage re-stated the tironians notes, completing and adapting them for use by Christians.

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to disciplinary writings which include the work I am going to mention and briefly comment on in the following paragraphs: De habitu virginum23. We have before us a brief work24 in which, according to Schöllgen (2001: 555 followed by Viciano 2006: 573), Cyprian directed, first and foremost, to wealthy women of the Carthaginian community who, despite having opted for virginity, were not willing to change their lifestyle; clearly in this writing the Bishop tries to convince them to change it because they do not demonstrate the appropriate patterns of life in accordance with the status of Christian virgins25. It is not the first time that a father of the Carthaginian Church had approached the women of elevated economic standing. Tertullian had already earmarked some of his writings for, e. g. De cultu feminarum or De virginibus velandis, this group (Guillén 2000: 321; Schöllgen 1984: 203-207 and Viciano 2006: 573-577) 26. It seems clear that the Christian community of the African capital had a group of women who belonged to higher social groups in a broad sense27 and could afford to include in their attire expensive objects, refined jewelry, elegant clothes, pearls, etc. At the time of Cyprian, in light of the claims that we find in parts of the work, it seems certain that these affluent women continued to have a presence in the community and the Bishop, to develop his pastoral work, aimed especially at them and tried to “persuade” them

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Dell‟Osso 2006: 21-22; Gülzow – Wlosok 1997: 560-561; Quasten 2001: 643; and Vizmanos 1949 = reedition 2009: 90. 24 Watson (1920-1921: 361) says that we are in front of a homily. Bernard Donna (1946: 399-407) speaks about the influence that this work of Cyprian had on the work De Virginitate (addressed to the nuns at Barking) of the British writer of the 7th century, Aldhelm. 25 In this sense: Stahlmann 1997: 199. 26 Viciano highlights the dependence of Cyprian on two treatises of Tertullian: De virginibus velandis and De Cultu feminarum and of the Greco-Roman, Jewish, and Christian anthropology according to which the woman was a lower human being, a fact that leads him to conclude to Tertullian that women should be excluded from the functions of Church Government. Keenan (1958: 29) highlights the dependence of Tertullian not only respect these two cited works but also of De pudicitia and De Exhortatione castitatis. About this question: Bernard Donna (1946: 399 n. 1) cites the doctoral dissertation dedicated to this issue, of sister Angela Elisabeth Keenan 1932: 10-27, that I have not read. 27 Watson (1920-1921: 365), based on the content of this work, argues that already before Constantine in the Christian communities there could be people of great economic capacity. Along the same lines: Schöllgen (1984: 175) accepts as quite probable that women from the Senatorial Order formed part of the Carthaginian community; on page 205, it also states that there could be women belonging to the Decurional Order and believed that, no doubt outside of these groups, women from higher social groups existed in Carthage, in the broad sense.

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through the letter-sermon of the need to accept ecclesiastical discipline28, a form of behavior, in which simplicity, humility, obedience and sexual abstinence constituted its referential elements. We do not know exactly when Cyprian wrote this work; the fact that there is no mention of persecutions has led specialists to argue that it might have been produced in the early period; therefore, usually it is put in relation to the Council of 249 and therefore drafted before 25029, although at the time I pointed out an interpretive alternative proposal to this, resulting from relating certain aspects of this work with the fourth letter of Cyprian's correspondence, a letter which, in my opinion, is at the earliest, mid-May of 25330.

4. The virgins as “wives” of Christ

The metaphor of the virgin as the wife of Christ played a very important role in the construction of the theology of virginity. As we will have the opportunity to appreciate, the Carthaginian Bishop at various points of his work (see Mentxaka 2010: 61 ss.), and in particular in this now discussed, qualifies the virgins as “wives” of Christ. Yet, as I have already said31, this metaphor was not original of Cyprian, but Tertullian, who was the first Christian writer to use it; according to him, the virgin was united in marriage with Christ: was the sponsa Christi. However, curious in this regard, if we accept what Gerlitz (1989: 116) says, is that this image was not a creation of 28

Highlighting the approach to this work as a result of the pastoral work of the Bishop, see Dunn 2005 a: 205, 208 and idem 2005 b: 295. 29 This work has usually been located at the beginning of the episcopate; see, for example, Deléani 2007: 96; Guillén 2000: 319; Gülzow - Wlosok 1997: 561; Viciano 2006: 571 ss. and Watson 1920-1921: 361 ss. 30 I (2010: 26, 71-77) interpret that if we put in relation De habitu virginum and the fourth letter of the correspondence of Cyprian (that in my interpretative hypotheses could have written from mid-May of the year 253 until the end of August of 257) its drafting probably could have been delayed. If on the contrary, we believe that no such relationship exists, or if it does exist, this does not necessarily imply a simultaneity in the drafting of both writings. It could be accepted that the writing could date from the first part of his episcopate while the fourth letter could be from a later stage. 31 See note 13.

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Tertullian but was taken from the pagan world; in Roman society, the vestal virgin was already considered, on the one hand, the incarnation of the goddess and, on the other, the wife or woman of God. In the development of the theology of virginity, the forms of the consecration of virgins did nothing more than transpose the behavior characteristic of wives and apply them to the relationship between the virgin and Christ, the parameters of behavior that existed between husband and the wife in an earthly marriage. The sign signifying that the virgin was the wife of Christ, according to Vizmanos (1949 = reedition 2009: 159161) and Ramis (1990: 194 ss.), was the veil which was imposed on the day of consecration: velatio virginis was the same as velatio sponsae, although with another significance.

5. Some references to the behavior required of the “wives” of Christ and, by extension, of all married Christian women

As I have already said, with this booklet the Carthaginian Father seeks to educate the Christian virgins whilst warning them of the precautions that should be taken against the many temptations that will be found during their daily lives, temptations he specifies for example: to flaunt goods32, to comb to draw attention33, to

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Paragraph 7: Sed sunt aliquae divites et facultatum ubertate locupletes, quae opes suas praeferant et se bonis suis uti debere contendant. …. . Ceterum, quaecumque terrena sunt in saeculo accepta et hic cum saeculo remansura, tam contemni debent quam mundus ipse contemnitur, cuius pompis et deliciis iam tunc renuntiavimus cum meliore transgressu ad Deum venimus…= “But there are some women who are wealthy and rich in the abundance of their possessions, who display their riches and who argue that they ought to use the blessings that are theirs…. But the things that are earthly, that have been acquired in the world and will remain here with the world, should be despised just as the world itself is despised, whose pomps and pleasures we already renounced at the time that we came to God by passing to a better way” (translation of Keenan 1958: 37). 33 Paragraph 9: Ceterum, si tu te sumptuosius comas, et per publicum notabiliter incedas, oculos in te iuventutis illicias, suspiria adolescentium post te trahas, concupiscendi libidinem nutrias, suspirandi fomenta succendas, ut etsi ipsa non pereas, alios tamen perdas, et velut gladium te et venenum videntibus praebeas, excusari non potes quasi mente casta sis et pudica. = “But if you adorn yourself too elaborately and appear conspicuous in public, if you attract to yourself the eyes of the youth, draw alter you the sighs of young men, foster the desire of concupiscence, enkindle the fire of hope, so that, without perhaps losing your own soul, you neverthless ruin others and offer yourself a sword and poison, as it were to

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wear ostentatious clothes34, to adorn35, to paint the face and dye hair36, attending weddings and banquets37; to go to the baths38, etc.; Cyprian informs such women that if with discipline they shy away from such temptations39 and if they are faithful to their only husband, Christ, they will receive glory as a reward. those who behold you, you cannot be excuse don the ground that your mind is chaste and pure” (translation of Keenan 1957: 39). 34 Paragraph 12: Ornamentorum ac vestium insignia et lenocinia formarum non nisi prostitutis et impudicis feminis congruunt, …. = “Showy adornments and clothing and the allurements of beauty are not becoming in any except prostitutes and shameless women…. ”; Paragrafo 13: Seticum et purpuram indutae Christum induere non possunt… = “Having put on silk and purple, they cannot put on Christ…” (translation of Keenan 1957: 41-42). 35 Paragraph 5: Continentia vero et pudicitia non in sola carnis integritate consistit, sed etiam in cultus et ornatus honore pariter ac pudore, ut, secundum Apostolum quae innupta est sancta sit et corpore et spiritu. = “But continent and chastity consist not alone in the purity of the body, but also in dignity as well as in modesty of dress and adornment, so that, as the Apostle says, she who is unmarried may be holy both in body and in spirit”. Paragraph 12: Fugiant castae virgins et pudciae incestarum cultus, habitus impudicarum, lupanarium insignia, ornamentameretricum. = “Let chaste and modest virgins shun the attire of the unchaste, the clothing of the immodest, the insignia of brothels, the adornments of harlots” (translation of Keenan 1957: 35). 36 Paragraph 14: Illi (paccatores et apostatae angeli) et oculos circumducto nigrore fucare et genas mendacio ruboris inficere et mutare adulterinis coloribus crinem et expugnare omnem oris et capitis veritatem corruptelae suae impugnatione docuerunt. = “They also taught how to paint the eyes by spreading a black substance around them, and to tinge the cheeks with a counterfeit blush, and to change the hair by false colors, and to drive out all truth from the countenance and head by the assault of their corruption” (translation of Keenan 1957: 43-44). 37 Paragraph 18: Quasdam non pudet nubentibus interesse, et in illa lascivientium libertate sermonum colloquia incesta miscere, audire quod non licet dicere, observari et esse praesentes inter verba turpia et temulenta convivia, quibus libidinum fomes accenditur, sponsa ad patientiam stupri, ad audaciam sponsus animatur. Quis illi in nuptiis locus est cui animus ad nuptias non est, aut voluntaria illic et laeta esse quae possunt ubi et studia et vota diversa sunt? = “Some are non ashamed to attend weddings and, in the freedom of the wanton discourse there, to take part in the unchaste conversation, to hear what is unbecoming, to say what is not allowed, to look on and to be present in the midst of disgraceful talk and drunken feasts, by which the flame of passion is enkindled, and the bride is incited to tolerate and thebridegroom to become emboldened in lust. What place is there at weddings for one who has no thought of marriage, or what can be pleasant and enjoyable in those occasions wherein desires and interests are so different?” (translation of Keenan 1957: 46-47). 38 Paragraph 19: Quid vero quae promiscuas balneas adeunt, quaeque oculis ad libidinem curiosis pudori ac pudicitiae corpora dicata prostituunt?. . . . Sorditat lavatio, ista, non abluit, nec emundat membra, sed maculat. = “But what is to be said of those who go to the common baths and who prostitute to eyes than are devoted to lust bodies consecrated to chastity and modesty?. . . Such a bath sullies; it does not purify and it does not cleanse the limbs, but stains them” (translation of Keenan 1957: 47). On the permanence of this prohibition to go to the baths in the later Fathers who write for the virgins (for example Jerome), see Radford Ruether 1974: 170 ss. as well as the careful study of Schöllgen 1995: 182-194, where he informs us about the care provided by the Church Fathers to the fact on the basis of his analysis of the Syrian Didascalia (work of the first half of the 3rd century written in Greek but which referred to his subsequent Syrian translation). This same author (based on Bowen 1992: 125-147) points out that the sources credited all kinds of women (and not only the prostitutes) were usually visit the mixed baths, fact which was not well seen by some sectors of the Roman society who saw in it a decadent manifestation of the culture of luxury. 39 Watson (1920-1921: 363, 366) believes that the sense of loss of reality that we find in the Cyprians‟ Work, the exaggerated behaviour of the virgins that he questions, should both frame on a lack of

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Through an analysis of such characteristics designed to convince virgins that they must adopt certain behavior patterns, I want to highlight some express references made to the institution of marriage without exposing all the differences between Roman and Christian marriage. At no time in Cyprian‟s work does the Roman marriage become an element of confrontation, debate or criticism, a fact that at first sight can surprise. In fact, one might think that Cyprian could take the opportunity to defend Christian marriage and criticize the secular conception of the matrimonial legislation of Augustus (Lex Iulia de maritandis ordinibus and Lex Papia Poppaea), which refers to the separation, divorce and subsequent marriages of divorced spouses who, as Roman citizens, were required to have a number of children to avoid sanctions, the implications of which were not only patrimonial (see Nörr 1977: 307-334; Ferrero Raditsa 1980: 278 ss. and Astolfi 2006: 191ss.), but in fact also a check on celibacy. However, if we assume that Cyprian is not writing to adversus paganos but to a very specific group of the faithful within his community, it seems natural only to speak about Christian marriage, with references inserted applying as much to the behavior expected of earthly married Christian women as to the virgins married to Christ. His writing aims to “persuade” the Christian virgins and convince them to follow a pattern of life distinct from married Christian women and pagan women. For this reason, I will give attention both to what he tells them as well as how he argues to substantiate and justify his message. I begin the texts‟ exposure by reproducing some paragraphs referring to the “wives” of Christ; after having defined virgins40 in the fifth paragraph, with the support experience of Cyprian as Bishop (and this would play to consider that we are facing one of his first works and therefore it still lacks sufficient pastoral experience) as on an artificial development of the issue following a style already present in the rhetorical classics, such as for example in Seneca the Elder. On the same line by setting in the treaties of the 4th century, Cameron (1991: 171-180), who exposed the “discourse of virginity” in the bosom of Christianity in a chapter which, curiously, title as “the rhetoric of paradox”. Clark (1995: 38 ss.) says that women who refused to look attractive made a drastic renunciation of identity as women and it implied the renouncing a clear social identity determined by gender. 40 Paragraph 3: “Flos est ille eccesiastici germinis, decus atque ornamentum gratiae spiritalis, laeta indoles, laudis et honoris opus integrum atque incorrumptum, Dei imago respondens ad sanctimoniam Domini, illustrior portio gregis Christi”. = “they are the flower of the tree that is the Church, the beauty and adornment of spiritual grace, the image of God reflecting the holiness of the Lord, the more illustrious part of Christ‟s flock” (translation of Keenan 1958: 33). Bloch (1987: 23, note 43) stresses the importance of the concept of virginity for the study of misogyny; instead, Guillén (2000: 324) focuses on the theological key to this definition highlighting its charismatic and human aspects.

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of a quote from a letter of Paul to the Corinthians, the Carthaginian Bishop justifies the requirement for a different behavior for a person that has remained celibate –who is called upon to “please God” –over another who has married, aimed to please her husband. Based on the authority of the Apostle, he speaks to the virgin in the following manner: Paragraph 5: . . . . Virgo non esse tantum sed et intellegi debet et credi. Nemo cum virginem viderit, dubitet an virgo sit. Parem se integritas in omnibus praestet, nec bonum mentis corporis cultus infamet. Quid ornata, quid compta procedit, quasi maritum aut habeat aut quaerat?. Timeat potius placere, si virgo est, nec periculum sui appetat quae ad meliora et divina se servat. Quae virum non habet, cui placere se simulet, integre et pure non tantum corpore, sed etiam et sipiritaliter perseveret. Neque enim fas et virginem ad speciem formae suae comi aut de carne et de eius pulcritudine gloriari, cum nulla sit illi magis quam adversus carnem colluctatio et vincendi corporis ac domandi obstinata certatio (Campos 1964: 128). = A virgin should not only be a virgin, but she ought to be known and considered as such. No one on seeing a virgin, should doubt whether she is one. Let her innocence manifest itself equally in all things, and her dress not dishonor the sanctity of her body. Why does she go forth in public adorned, why with her hair dressed, as if she either had a husband or were seeking one?. Let her rather fear to be attractive, if she is a virgin, and not desire her own ruin who is keeping herself for higher and divine things. She who has not a husband whom she may pretend to please should persevere in innocence and purity of mind as well as of body. And in truth it is not right for a virgin to adorn herself to set off her charms, nor to glory in her body and its beauty, since there is no struggle greater for such maidens than that against the flesh, and no battle more obstinate than that of conquering and subduing the body. (Translation of Keenan 1958: 35)

We see in the text differentiation between several situations in which women can find themselves: the women seeking a husband, the earthly married and the virgins married with God. With regard to these, the pattern of behavior is quite clear: the virgin must shun ostentation and luxury; she should dress in such a way so you do not notice her fine figure or the beauty of her body41, “as having or seeking husband”, words that in a derogatory way seem to describe a pattern of behavior of women when they are looking for a husband: to adorn herself, to set off her charms, etc.; in short, highlighting her beauty to be attractive is not acceptable. According to him, the Christian virgins 41

Bloch (1987: 9 ss.) analyzes the misogynistic content of these statements embedded in a wider exposure, which includes other types of sources of the 4th century and after not only in the Christian literature (but omitting Cyprian) and highlights the meaning of hostility towards women and the horror of the body.

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cannot follow these forms of conduct; they are not permitted to show off their figure, and this, arguing to the contrary, one might assume is accepted when referring to married Christian women seeking to please their husbands; however, this interpretation is wrong because as we shall see, Cyprian also calls this into question in regard to earthly married women. And the idea that Christian virgins should be shy and modest and must reject adornment is repeated not only in multiple places42, but Cyprian also extends the model of virginal life to Christian women in general, as it can be seen in the text that follows:

Paragraph 8: Locupletem te dicis et divitem. Sed divitiis tuis Paulus occurrit, et ad cultum atque ornatum tuum iusto fine moderandum sua voce praescribit: “Sint, inquit, mulieres cum verecundia et pudicitia componentes se, non in tortis crinibus, neque auro, neque margaritis, aut veste pretiosa, sed ut decet mulieres promittentes castitatem per bonam conversationem” (1 Tim 2, 9-10). Item Petrus ad haec eadem praecepta consentit et dicit: “Sit in muliere non exterior ornamenti aut auri aut vestis cultus sed cultus cordis” (1 Pet. 3, 3-4). Quodsi illi mulieres quoque admonent coercendas et ad ecclesiasticam disciplinam religiosa observatione moderandas quae excusare cultus suos soleant per maritum, quanto id magis observare virginem fas est, cui nulla ornatus sui competat venia, nec derivari in alterum possit mendacium culpae, sed sola ipsa remaneat in crimine (Campos 1964: 129). = You say that you are wealthy and rich. But Paul objects to your wealth, and with his own voice gives directions for keeping your apparel and adornments within right limits: “Let women, he says, array themselves with modesty and sobriety, not with plaited hair, nor gold, nor pearls, nor costly attire, but as it becometh women professing chastity in good conversation” (1 Tim. 2, 910). Peter also agrees with these same precepts and says: “let there be in woman not the outward wearing of ornament or gold or the putting on of apparel, but the ornamentation of the heart” (1 Pet. 3, 3-4). But if Paul advises that married women also, who are accustomed to make their husbands the excuse for their costly attire, should be restrained and kept within bounds by a scrupulous observance of church discipline, how much greater is the obligation of a virgin to render such obedience, who may claim no forbearance for her adornment, and who cannot attribute to another the deception in her fault, but remains herself alone accountable. (Translation of Keenan 1958: 38)

Again in this section Cyprian returns to take into account the distinction between the behavior of married women and virgins. Once more he repeats the alleged argument by Christian married women –who do not support the Carthaginian Father– that they are justified ornaments for the purpose of pleasing their husbands. He, to rebut this 42

See notes 38 ss.

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argument and criticize this behavior that he does not consider compliant with Christian discipline, responds with two quotes of Peter and Paul concerning Christian women in abstract (without specifying if single, married, widowed or virgin) quotations which condemned ornamentation, opulence, flaunting of beauty, and lack of modesty. The consequence of this discourse, of employment of this argumentative deductive logic is clear: If beforehand the Apostles had already condemned this way of life in society with respect to Christian women, how could one not condemn it when practiced by such a specific group of women as the virgins. By definition, they cannot claim the necessity of pleasing their earthly husbands to justify the way they behave in society; they have to please to Christ, and he dislikes ornamentation, lack of modesty and flamboyant attire. In short, if all Christian women of rich heritage or at least sufficient wealth to allow the use of precious objects in their attire, should follow the guidelines of the Apostles and practice reasonable moderation in their dress and ornamentation, it is only logical that such discipline should be expected from the virgins as well given that they also form a part of this group43. Similarly, with regard to the exemplary behavior said to be required by not only by those committed by their vows but to all Christian women (virgins, widows, married, single looking for husband) it must be mentioned:

Paragraph 15: Et quidem isto in loco pro timore quem nobis fides suggerit, pro dilectione quam fraternitas exigit, non virgines tantum aut viudas, sed et nuptas puto et omnes omnino feminas admonendas quod opus Dei et factura eius et plastica adulterari nullo modo debeat adhibito flauo colore vel nigro pulvere vel rubore aut quolibet denique liniamenta nativa corrumpente medicamine. …Ut enim impudica circa homines et incesta fucis lenocinantibus non sis, corruptis violatisque quae Dei sunt, peior adultera detineris. Quod ornari te putas, quod putas comi, impugnatio est ista divini operis, praevaricatio est veritatis (Campos 1964: 134). = And indeed at this point in my address, because of the fear of God which faith excites in me, and the affection which brotherhood demands, I think that not only virgins and widows but married women also, and all women in general should be warned that the work of God and His creature and image should 43

As it is well known, deduction is a form of argument consistent to move from a general framework - in the case of all Christian women - one individual group- the virgins- in such a way that for Cyprian applies this overwhelming logic to condemn the virgins and subsume them within the group that has previously received the general condemnation. In respect of this way of argumentation by the Roman jurists see, for example, de Churruca - Mentxaka: 2007: 174, and Horak 1969: 77 ss.

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in no way be falsified by employing yellow coloring or black powder or rouge, or finally, any cosmetic at all that spoils the natural features . . . Although you may not be immodest toward men and unchaste through your alluring cosmetics, in corrupting and dishonoring the things that are God‟s you are counted a worse adulteress! As for your thinking that you are adorned, that you are beautifully dressed, this is an assault upon the divine work, a violation of the truth. (Translation of Keenan 1958: 44)

In my opinion, this extract clearly demonstrates Cyprian‟s draconian and punitive attitude to Christian women who decide to transgress the moral code that he advocates. Whilst Cyprian acknowledges the view point of the common Christian or lay man; namely that jewelry does not lead women into sin yet, he argues that when women abuse ornamentation, they subvert God‟s divine work and commit the worst form of adultery. This is because any manipulation of the Lord‟s natural creation is considered fundamentally corrupt by Cyprian44. The mere act of painting, decorating and sprucing is to deface the work of God, it is for him an act which makes the author not only into an adulteress but, into the worst kind of adulteress. Obviously, with such a strong statement, Cyprian is making an extremely negative assessment of the Christian woman who chooses to adorn herself, which does not condescend but is relentless in calling her for her use of cosmetics45 not only impudica46 and incesta47 but adultera (peior adultera detineris). It is clear that any woman of the time would understand the message perfectly given that Cyprian delivers it in such a pejorative manner. Equally in his manner of describing and presenting his views of society so negatively, Cyprian casts upon them a burden so heavy that few would dare to try to cope with it; if the woman dares to adorn herself, she will be considered and evaluated by the authorities of their religious creed, playing with the polysemy of the term adulterare, as the worst possible

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As it is well known, adulterare in addition to being a technical term used to refer to commit adultery, also has the sense of to corrupt, debase or pervert, to mix, to falsify, etc.; on these meanings see for example: Oxford Latin Dictionary 1982: 59. It examines the presence of this idea already in Tertullian and what this means as well as their subsequent settlement in medieval literature (Bloch 1987: 12-13). 45 Keep in account that uses lenocinor to refer to this. On the senses of the term, see Oxford Latin Dictionary 1982: 1016. 46 On the senses of the term as immoral, having no sense of shame, etc., see for example: Oxford Latin Dictionary 1982: 853. 47 With the meanings of: impure, unrighteous, guilty of incest, etc. vid. for example: Oxford Latin Dictionary 1982: 865.

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adulteress48. Therefore, if Christian women and virgins want to be consistent with the doctrine established by their religion, they must renounce any kind of ornament, they must reject care of the body; in the event this is not done, Cyprian ensures that she will be blamed, denigrated and, consequently, condemned. Yet, this idea of considering as adulterous the virgins who do not act in accordance with the discipline but are adorned and therefore corrupt is not a statement that we find by chance in this paragraph. Indeed, it gives the impression that Cyprian has a very clear idea that he repeats in another place in which, always with the same dismissive and pejorative rhetorical style, reiterates that these behaviors are reprehensible, and considers transforming them into widows before they are married and as adulteresses, not in respect to their husbands, but to Christ. Paragraph 20: Sic ergo frequenter Ecclesia virgines suas plangit, sic ad infames earum ac detestabiles fabulas ingemiscit, sic flos virginum exstinguitur, honor continentiae ac pudor caeditur, gloria omnis ac dignitas profanatur¥. Sic se expugnator inimicus per artes suas inserit; sic insidiis per se occulta fallentibus diabolus obrepit, sic, dum ordinari cultius, dum liberius evagari virgines volunt, esse virgines desinunt, furtituo dedecore corruptae, viduae antequeam nuptae, non mariti sed Christi adulterae‌ (Campos 1964: 137-138) Thus, we see how the Church frequently bewails her virgins; hence, she groans over the notorious and detestable gossip about them; hence the flower of virginity is destroyed, the honor and modesty of continence are killed, all glory and dignity are profaned. Hence the conquering enemy insinuates himself by his wiles; hence by snares that deceive through secret ways the devil creeps in; hence virgins in desiring to be adorned more elegantly, to go about more freely, cease to be virgins, being corrupted by a hidden shame, widows before they are brides, adulteresses not to a husband but to Christ. (Translation of Keenan 1958: 48)

Curiously, on both occasions the Carthaginian Bishop does not use the term adulteress to describe in a technical sense a criminal act that deserves punishment, for example in the fourth letter, in which the cohabitation of a virgin with a deacon is considered as such, which to some extent was legal in accordance with Roman law if we accept the fiction established by Cyprian that the virgin was not a maiden49 but was a 48

Radford Ruether (1974: 163) notes that in the Church Fathers basically have three images of women: woman as whore, woman as wife and woman as virgin. 49 It must be borne in mind that the relationship with a virgin is expressly qualified in legal sources as stuprum and not adultery: Dig. 48, 5, 6, 1 (Papin. Adult. 1): . . . Lex stuprum et adultuerium promiscue. . .

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woman married with Christ, and, consequently, to join with a male she was committing adultery with respect to her husband who was Christ. In the two paragraphs above, it seems obvious that the terms adultera-adulterare are not used with the legal meaning that typifies criminally prosecutable behavior under Roman law but he uses it to describe what he considers unworthy, outside the established discipline and moral practice expected a modest woman; such behavior takes place if the virgin is adorned, if she goes about freely, in short if she practices a form of lifestyle far removed from the guidelines requiring Christian discipline, even if she by no means has relations with men, according to Cyprian's view she becomes a woman impudica and incesta and deserves at least, at minimum to be considered an adulteress50. In my opinion, the Carthaginian father makes fully conscious use of these terms loaded with meaning and legally linked to sexual behavior subject to prosecution in Roman society (impudica, incesta, lenocinor, adultera) to justify them, based on the need to condemn the behavior of the virgins; however this condemnation could be described as religious and moral because as we will see in the next paragraph is not fully developed into a specific sanction, although it is aimed at expulsion from the ordo. The African Father is probably aware of the difficulty of imposing this coy, austere, humble and moderate behavior on all Christian women and, perhaps for this reason, does not dare to take the step of condemning all Christians women to continue practicing it; therefore, in another paragraph of the letter, he redirects his claims and apellat; sed proprie adulterium in nupta committitur; …stuprum vero in virginem viuduamve committitur = “The law refers to stuprum and adultery indiscriminately…. . but properly speaking adultery is committed with a married woman, …. . stuprum however, is committed against a virgin or a widow” (translation of Watson 1985: 805). See, for example, Pfaff 1931: 423-424; Molè 1971: 582-586; Rizzelli1997: 171 ss.; Botta 2004; and Puliatti 2007: 4498-4519. 50 To appreciate the condemnation that has been given this institution it is interesting to see the example included in Cyprian, Epist., 55, 26, 1 describing punishable conduct accompanying Novatian, which (as it is well known Cyprian had a serious confrontation with him on the readmission within the Church of apostates (lapsi) fallen as a result of non-compliance with the Edict of the Emperor Decius (249-250?) ) for Cyprian‟s view it was excessively rigorist, says: “let him separate defrauders and adulterers from his side and from his company since the case of an adulterer is much more serious and much worse than that of the one who has received a certificate since the latter sinned under duress; the former, of his free will; the latter, thinking that it was enough for him that he did not sacrifice, has been deceived by error; the former, the destroyer of the marriage of another or the one, having entered a house of ill repute in the sewer and muddy whirlpool, has violated wit base impurities a body sanctified and a temple of God, […]” (translation of Bernard Donna 1964: 151).

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acknowledges that he is addressing the virgins for which he already directs a sanction and abandons to their fate the married women that adorn themselves with a desire to please their spouses. This text reads as follows:

Paragraph 17: Non metuis, oro, quae talis es, ne cum resurrectionis dies venerit, artifex tuus non recognoscat, ad sua proemia et promissa venientem removeat et excludat et increpans vigore censoris et iudicis dicat: “Opus hoc menum non est, nec imago nostra est”. Cutem falso medicamine polluisti, crimen adultero colore mutasti, expugnata est mendacio facies, figura corrupta est, vultus alienus est. Deum videre non poteris, quando oculi tibi non sunt quos Deus fecit, sed quod dibolus infecit……Viderint quid sibi nuptae per placendi studium de coniugum solatio blandiantur; quos dum in excusationem suam proferunt, ad societatem criminosae consennis asciscunt. Virgines certe, quibus hic sermo nunc consulit, quae se ieusmodi artibus compserint, inter virgines non putem debere numerari, sed tanquam contactas oves et morbidas pecudes a saucio et puro grege virginitatis arceri, ne contagio suo cetereas polluant dum simul degunt, ne perdant alias quaecumque perierunt (Campos 1964: 135-136) = Do you not fear, I ask, being such as you are, that when the day of resurrection comes, your Maker may not recognize you, that He may set you aside when you come for His rewards and promises, and may exclude you and, reproving you with the severity of a censor and judge, may say: “This work is not mine nor is this our image”. You have defiled your skin with lying cosmetics; you have changed your hair with an adulterous color; your face is overcome by falsehoods; your appearance is corrupted; your countenance is that of another. You cannot see God since your eyes are not those which God has made, but which the devil has infected . . . Married women should consider to what extent they are deceiving themselves with regard to the comfort that they give to their husbands through their efforts to please them; for in putting them forward as their excuse, they are making them cooperate in a guilty agreement. Assuredly, virgins, to whom this does not pertain, who have adorned themselves by devices of this sort, should not be numbered among virgins, in my opinion, but, like tainted sheep and diseased cattle, they should be kept apart from the pure and holy flock of virgins, lest while they are together they corrupt others by their contact, lest they who have themselves perished ruin others. (Translation of Keenan 1958: 45-46)

Cyprian has to end up accepting that it is impossible to require the same forms of life for all Christian women. All of them, if they are painted and decorated, are in danger of being reprimanded on the day of resurrection when they are told that they have defaced their skin or have dyed their hair51. To avoid being recriminated, he recommends to the virgins that are adorned; if there are virgins who do so, advocates 51

I wish to stress that Cyprian goes once again to the term adulterare (crimen adultero colore mutasti) to refer to the case, which although understandable given their meanings, from my point of view, implies an additional negative charge.

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that they are not considered true virgins and the separate assertion which, to some extent, already includes the idea that they should be punished with the loss of status, although still does not specify under what conditions52. In contrast to them are the married women that if they do not follow his advice and adorn themselves (and again emerges the oft repeated argument put forward for married women such as we have seen in previous texts: they follow the customs in order to please their husbands) they will have to fend for themselves and risk the consequences of their actions.

6. Final synthesis

I think that what I have exposed permits making the following conclusions: a. The great importance that Cyprian gives to virginity, insofar as he makes virgins the target of one of his works, reminds us of the wide dissemination of this way of life in Carthage in the mid-3rd century Christian society, particularly among women of a certain economic capacity such that they are accustomed to the usual patterns of life practiced by their high social standing. b. For the North African Bishop, virginity does not only mean staying chaste but maintaining a demure and austere lifestyle; therefore, he condemns the use of perfumes, luxury in dress, ornamentation, etc.; he also is opposed to visits to the baths as well as women's body care: a beautiful body that is adorned is more attractive than one that is not and subjects their owners to greater sexual temptations that at any given time can make them abandon their chastity. c. He has no doubt either in trying to extend these guidelines - supposedly addressed only to the virgins - to all Christian women, although fully aware that married 52

The idea of penalizing some of these behaviors gelled as it is evident from SchĂśllgen (1995: 190) who collects the sanctions laid down from the 4th century in the bosom of the Church not only for ascetics who come to the baths against prohibition (which lost its status) but also of the laity or clergy (who are excommunicates). The sanctions came to secular legislation and the Emperor Justinian in CJ 5, 17, 11, 2 allowed the repudiation, with loss of womenâ€&#x;s dowry, if bathing with another man.

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women develop different habits; because, for example, it is usual for them to take care of their body and ornament themselves, Cyprian believes that if they are in truth Christian they should not do these things. To condemn this behavior he argues, sometimes deductively, relying on biblical writings of the New Testament, specifically of the Apostles Peter and Paul, in such a way that these quotations and the authority they convey help to justify the message that he hopes to transmit. d. In addition to these argumentative resources, he uses a lexicon in which terms such as impudica, incesta, lenocinor or adultera are present (although the last is not used in its legal technical sense), words that are loaded with profound negative sense; serving his purpose is that the recipients of his writings have knowledge of all the meanings of this terminology and this makes them acknowledge the condemnation that accompanies their behavior and constructed though his use of the doctrine of sin and punishment, moral though still aimed at removing the status of virgin from those that do not adhere to the discipline set by the Church must receive.

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LA REPRESENTACIÓN DEL PODER EN LAS COMUNIDADES PROTOHISTÓRICAS DEL NOROESTE PENINSULAR. EXCELENCIA MASCULINA Y COTIDIANIDAD FEMENINA1 Mónica González Santana2

Resumen: dentro de las estrategias de acceso al poder de las élites masculinas, la articulación y dominio de los espacios de representación servirían de garantía tanto a la legitimación como a la consolidación de las desigualdades sociales. Una garantía que se apoyaba en el control de las armas, los rituales y la autoridad. En ese sentido, el estudio, como parte del lenguaje simbólico del poder, de los espacios y materiales rescatados nos ayuda a entender cómo se construyeron las diferencias de género y con ellas las desigualdades entre hombres y mujeres. Palabras clave: protohistoria, arqueología, espacios, género, poder, patriarcado, excelencia y cotidianidad. Title in English: The Representation of Power in the Northwest Peninsular Protohistoric Communities. Masculine Excellence and Feminine Cotidianity Abstract: In the power strategies of masculine elites, the articulation and domination of representational spaces would serve to guarantee their legitimacy, but they would also consolidate social inequalities. Masculine power, shored up by development of defensive weaponry, was organised through control of weapons, rules and rituals. This study of spaces and materials will assist in understanding how such societies, through this symbolic language of power, constructed gender differences and thereby created inequalities between men and women. Key words: protohistory, archaeology, spaces, gender, power, patriarchy, excellence and cotidianity.

Las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años en Galicia han supuesto un claro avance en cuanto a la identificación y análisis de los patrones de asentamiento

1

Fecha de recepción: 28/08/2013 Fecha de aceptación: 17/11/2013 Doctora en Historia, integrante del Grupo de Investigación Deméter, Universidad de Oviedo, España;  mokasantana@gmail.com. 2

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de las comunidades del Bronce3. En ese sentido, se han observado una serie de pautas comunes que indican cierto carácter regulador en las dinámicas de ocupación espacial. De esta forma, la demarcación, uso y abandono cíclico de las distintas partes del territorio, sugieren la conformación de modelos más o menos estables definidos a través de los usos funerarios y cultuales (Ayán y Parcero 2007: 7). De ahí la imperceptibilidad de los espacios domésticos y su carácter estacional. Así pues, y en principio, se podría apuntar cómo en la construcción del territorio, dos espacios, el funerario y el cultual, servirían a la visibilización y monumentalización del discurso que justificaría y legitimaría su uso y control. Estamos ante una exhibición pública del poder territorial estructurada fuera del ámbito habitacional. Ahora bien, partiendo de estas consideraciones, qué explicaciones podemos dar a los procesos de monumentalización y consolidación doméstica que comienzan a acentuarse a finales del Bronce, y por tanto, qué respuestas podemos ofrecer a formulación de nuevas estrategias de exhibición pública del poder territorial a nivel funerario, cultual y habitacional. La reutilización, durante el Bronce, de túmulos como los de Aizibita y Carracadia, ambos en Navarra, Ausokoi I en Guipúzcoa o Cabritos 1 en Amarante (Oporto), vendría a confirmar la larga pervivencia que tuvieron este tipo de soluciones constructivas. De igual modo, la fundación ex novo de monumentos como los de Piedrafita (Túmulo V) o Monte Deva V (Gijón, Asturias), refutarían su trascendencia temporal y lo que parece una

preferencia,

a

diferencia

de

periodos

anteriores,

por

las

soluciones

“paramegalíticas” y las sepulturas individualizadas (de Blas 2006). A este panorama, se sumarían los enterramientos en cuevas

como

prácticas “heredadas” a las que se

añadirían los levantamientos de cairns, cistas y fosas (Fábregas y Bradley 1995a). En ese sentido, yacimientos como los de Agro de Nogueira o Mandón, en Galicia, señalan como durante el Bronce Inicial se observa la existencia y convivencia tanto de distintos ambientes, como de tratamientos funerarios “incluyendo cremación e inhumación, cistas o fosas, acompañadas de escaso o nulo ajuar” (Fábregas y Bradley 1995a: 155). Teniendo en cuenta esta gran variabilidad, lo que interesa destacar es, por un lado, la 3

Avances, en su mayoría, favorecidos por los trabajos de seguimiento, control e impacto arqueológico de autovías, redes de gasificación y parques eólicos evaluados por el Laboratorio de Arqueoloxía e Formas Culturais da Univerdidades de Santiago de Compostela y publicados en la serie TAPA.

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voluntad de generar cierta continuidad mediante la vinculación o generación de espacios monumentales, y por otro lado, la invisibilización que, a priori, se busca en los usos no monumentalizados4. Estamos, por tanto, ante una práctica social, el tratamiento de la muerte, que ha generado dos productos sociales diferenciados en función, entre otras cosas, de la monumentalización, la vinculación al pasado, la inversión colectiva y el beneficio individualizado, con un efecto social como es la creación de un uso noigualitario y por tanto privilegiado del espacio (Criado 1993). Por todo ello, se plantea la existencia de un sector o grupo social que utilizaría determinadas prácticas funerarias como estrategia de diferenciación. Prácticas que, decíamos, servían a la definición y demarcación del espacio humanizado, formando parte del discurso de un poder, el territorial, basado, entre otras cosas, en la legitimidad que otorgaban los antepasados. Si esto es así, podemos aventurar que ese grupo social consiguió apropiarse de la vinculación al pasado mediante la reutilización y reinterpretación de los espacios funerarios monumentalizados. De esta forma,

la fórmula

legitimadora territorio-

antepasados-colectividad pasaba a un segundo plano desplazada por la creación de un modelo

sectorial

en el que la instauración de genealogías míticas facilitaba y/o

justificaba el acceso a la autoridad: antepasados-grupo privilegiado (Polignac 1989). Se reelaboraba así el pasado como “reserva de imágenes, de símbolos, de modelos de acción que permiten emplear una historia idealizada, construida y reconstruida según las necesidades y al servicio del poder” (Balandier 1994: 19). Cabe ahora preguntarse, qué otras medidas complementaron este acceso al poder y por tanto, averiguar qué estrategias se destinaron a solventar las resistencias que la instauración de desigualdades hubo de generar. Las exigencias que la creación, mantenimiento y explotación de un territorio plantea a cualquier grupo humano pasan, entre otras medidas, por la justificación (acumulación de capital simbólico) y consolidación (defensa y control)5. El perfeccionamiento que implica una mejora en la explotación y mantenimiento territorial 4

Con respecto a la reutilización del pasado, Pierre Bourdieu plantea cómo las formas sociales son reproducidas, apropiadas, desplazadas y transformadas desde el presente, en las prácticas y las interacciones de la cotidianidad social (1977). 5 Utilizo la terminología propuesta por Pierre Bourdieu (1986) “capital simbólico” como aquel capital que legitima al resto: social, económico y cultural.

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hubo de generar una mayor especialización en la defensa y control. Por ello, no parece desacertado pensar que la usurpación del pasado colectivo corrió de la mano de la creación de un sector social especializado, cuyo discurso de vinculación directa con el territorio (antepasados) no solo justificaba su cohesión como grupo sino el establecimiento, como decíamos, de determinados privilegios en función de la puesta en escena de esa vinculación. Y es en esa teatralización donde cobran sentido los espacios funerarios, pero también, y dado que el territorio necesitaba, para consolidarse, tanto de la defensa mágico-religiosa (control ritual) como de la protección armada (control bélico), los llamados espacios cultuales que, como apuntaba al principio, ayudarían a la definición de los modelos territoriales. Estamos, por tanto, ante la manifestación espacial del entramado discursivo que daría legitimidad a la formación de grupos sociales empoderados en función de su especialización. Por ello se hace necesario avanzar, para profundizar en este desarrollo, sobre dos cuestiones que considero fundamentales: la simbología y la ubicación de estos “centros” cultuales. Son numerosos los grabados en los que aparecen armas (puñales, alabardas, etc.), agrupaciones que, en el caso gallego, parecen asociarse “con los límites superiores de las áreas de asentamiento” (Bradley y Fábregas 1999: 105), situándose, de esta forma, en posiciones que ejercen gran control visual sobre el entorno. Resulta curiosa, además, la asociación que se establece, en determinados emplazamientos, entre este tipo de representaciones y la aparición de depósitos de armas ritualizados. Como señalan Ramón Fábregas y Richard Bradley: podríamos incluso observar algunas semejanzas entre depósitos y petroglifos respecto a la ergología metálica presente: así en el Ayuntamiento de Rianxo (La Coruña) aparecen muy próximos entre sí una piedra con grabados (Foxa da Vella) y el depósito de Monte Lioira, encontrándose en ambos yacimientos alabardas y puñales. Aún más revelador, en ciertas estaciones como la de O Rarnallal (Campolameiro, Pontevedra), las armas representadas (aquí solo puñales) parecen estar dispuestos en posición de almacenaje. (1995a: 155)

Al hilo de lo expuesto, merecen especial mención los casos asturianos del conocido como “Ídolo de Peña Tú” (Sierra Plana de la Borbolla, Llanes) y de las figuras del

“Abrigo

del

Ganado”

(Fresnéu,

Teverga),

ambos

ejemplos

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contienen

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representaciones de guerreros (de Blas 2003). En general, y sin meternos en estilos o la existencia de otras representaciones (zoomórficas, geométricas, etc.) lo que me interesa destacar es, por un lado, la conexión que se establece entre la demarcación-control territorial, ciertos monumentos naturales, las rocas insculturadas y las armas, y por otro, la posibilidad de observar, en palabras de Jose Manuel Vázquez Varela, “la existencia de especialistas religiosos que en el transcurso de un rito graban” (1999: 79) determinados símbolos, dotando de poder mágico-religioso el espacio utilizado para el ritual. Teniendo esto en cuenta, Blanca Fernández- Albalat (1990) y el propio Jose Manuel Vázquez Varela (1999), plantean la existencia de ciertas similitudes entre las cofradías de guerreros descritas para el mundo indoeuropeo y los grupos de especialistas en la defensa del territorio que hemos venido manejando: Grupos autónomos o integrados en la tribu que a menudo tienen un carácter marginal y practican la caza y la guerra. Esta suele ser de pillaje y ostentación para adquirir estatus. Están vinculados con una divinidad guerrera a la que ofrecen sacrificios, a veces en lugares sagrados específicos como grandes rocas en zonas marginales, en la tierra de nadie, en los límites de las comunidades dónde se celebran asambleas, fiestas religiosas, ritos iniciáticos y, a veces, reuniones sociales, administrativas, jurídicas y económicas. (Varela 1999: 77)

En su momento Edmund Leach (1993) elaboró un esquema con lo que consideraba las características básicas de un rito de paso atribuibles a un gran número de sociedades y que irían desde el abandono, por parte del iniciado, de su existencia anterior, pasando por la separación y segregación de lo cotidiano hasta su reintegración en la vida social. En ese sentido Diodoro de Sicilia destaca que: Una práctica peculiar tiene lugar entre los iberos y especialmente entre los lusitanos. Cuando sus jóvenes alcanzan la plenitud de su fuerza física, aquellos que son los más pobres entre ellos en bienes materiales pero son excelentes por su vigor y audacia, se equipan sólo con su valor y sus brazos y se retiran a las montañas. Allí forman bandas de considerable tamaño con las que bajan hasta Iberia reuniendo riquezas mediante el pillaje. (Biblioteca Histórica, V, 34, 6)

Soy consciente de las críticas que la inclusión de este texto puede suscitar, tanto en su contextualización como en la intencionalidad puesta en lo escrito. Pese a esa carga ideológica y la homogeneidad que supone la creación de un relato de “autoafirmación

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cultural” donde la incorporación del mito y la “retórica de la alteridad”, como medios de comparación entre lo civilizado y lo bárbaro, son una constante en la definición de “el otro”, considero que los autores grecolatinos, más que mentir, utilizaron la exageración y/o selección de ciertos datos en detrimento de otros con la clara intención de ofrecer un relato ajustado a sus propósitos (González Santana 2010). Un ejemplo de esa manipulación serían las noticias vertidas por Estrabón en su Geografía, y en concreto, el discurso que establece desde el modelo ideal greco-latino de hombre y mujer: hombre/civilizado/público-mujer/naturaleza/privado. De esta forma, en la descripción de los “montañeses” destacaría aquellos rasgos que a ojos del “civilizado” supondrían una clara inversión de roles. Que las mujeres trabajaran el campo era y es algo habitual a lo largo del mundo, pero no es el ideal y menos cuando señalas que los hombres únicamente se dedican a la guerra, lo que resaltaría la incapacidad de éstos para compatibilizar ambas labores. En definitiva, no se trata tanto de mentir como de inferir a la par que obviar ciertos datos. Siguiendo con el tema de las cofradías guerreras se puede observar: Tabla I. Espacios cultuales Espacios cultuales cofradías guerreas (Vázquez Varela, 1999) Grandes rocas

Espacios cultuales Noroeste peninsular Grandes rocas al estilo Peña Tú o Chao Samartín.

Zonas marginales, tierra de nadie.

Áreas marginales no productivas

Límites de las comunidades

zonas de paso

Celebración de asambleas, rituales, etc.

Celebraciones rituales, etc. Fuente: Mónica González Santana (2012)

Resulta arriesgado, claro está, establecer analogías entre una descripción, la de las cofradías guerreras pertenecientes al Hierro Europeo Occidental, y la de las estaciones rupestres o petroglifos con armas grabadas, en su mayoría, pertenecientes al Bronce. Ahora bien, si como apuntábamos, en los procesos de monumentalización habitacional, los grupos especialistas en el control y la defensa territorial habían reutilizado y reinterpretado los espacios funerarios monumentalizados, no parece tan desatinado pensar que hubieran hecho uso, en esa misma línea y como señala Manuel Santos Estévez (2008), de espacios con una larga tradición de ocupación cultual. De esta forma,

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la temporalidad del contenido simbólico no se limitaría al momento de su ejecución contando, pues, con una larga biografía (García Quintela y Seoane-Veiga 2011: 244). En ese sentido, la famosa roca situada en la llamada “acrópolis” del Chao Samartin (Grandas de Salime, Asturias), podría responder a este tipo de consideraciones pese a que no presenta manifestaciones artísticas. De su relación con el mundo cultual dan cuenta las excavaciones realizadas en esta zona, cuya ocupación se fecha entre el 801 y el 778 a. C. Se describió la existencia de un área delimitada por un cierre perimetral, en cuyo acceso apareció una cista en la que se depositó una calota craneal posiblemente femenina. Se documentaron también los restos de una hoguera en la base de la roca y de una gran cabaña que albergaba un ajuar realmente singular relacionado con los banquetes rituales (Villa 2003). Ejemplos similares al del Chao los encontramos en asentamientos gallegos como Pequeno de Neixón, Torroso, Coto da Pena, A Lanzada, Campa Torres y posiblemente Llagú, éstos dos últimos en Asturias. En ese mismo orden de cosas, resulta revelador observar el número de castros en los que aparecen rocas insculturadas formando parte de las construcciones, bien ocultas bajo la cimentación, bien reutilizadas como paramentos. De igual modo, se documentan numerosos petroglifos que conservan su posición original y que forman parte destacada del paisaje tanto en el interior como en el exterior de los recintos. De esta serie de ejemplos podemos inferir el sobrado interés que los habitantes de estos parajes pusieron en la incorporación de tales representaciones al día a día de las comunidades (Alfayé 2009)6. Con lo expuesto, se puede apuntar hacia la conexión que se establece entre ciertos espacios que, pudiendo haber partido de tradiciones anteriores, fueron adoptados y reinterpretados bajo las nuevas necesidades sociales, lo que me llevaría relacionar esa

6

Dentro de esa incorporación o integración se pueden observar tres actitudes o maneras de considerar al objeto (las grandes rocas y los motivos insculturados). Como protector y benefactor a nivel familiar. El famoso Castro de Santa Tegra (A Guarda, Pontevedra) aportó numerosa información al respecto, documentándose varios grabados formando parte de la cimentación de algunas unidades domésticas (Alfayé 2009). Como protector y benefactor a nivel comunitario, formando parte del entramado de las murallas. Un buen ejemplo lo tenemos en Castro Rupario (Rois, Brión, A Coruña). Como hito relacionado con la perceptibilidad y monumentalización del espacio cultual que, probablemente, podamos emparentar con el citado caso del Chao Samartin. En el conocido como “Castrino de Conxo” (Santiago de Compostela, A Coruña), se localiza una roca en la parte más elevada del castro, en la que aparecen insculturadas un grupo de alabardas, puñales y/o espadas cortas, así como un conjunto de figuras interpretadas como posibles máscaras o escudos, entre otros (Peña y Vázquez Varela 1979).

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“adopción” con los procesos de normalización del poder del grupo directamente relacionado con la protección y defensa del territorio. La diferencia, entiendo, con respecto al pasado está en la integración o separación de los espacios rituales del ámbito poblacional y en el papel que los defensores jugaron en este proceso. De esta forma, observamos cómo se pasa de una clara segregación de ambientes –espacios rituales relacionados con la defensa, por un lado,

y recintos habitacionales no-

monumentalizados, por otro– a su integración en la estructura del poblado o, en su defecto, a que el poblado crezca al amparo de su presencia, eso sí, claramente diferenciado. El discurso simbólico, ahora, trata de establecer una normalización que provoque la incorporación a la vida “cívica” –no en el sentido clásico, sino en el de comunidad– de los escenarios del poder. Agregar estos espacios al mundo cotidiano produciría una clara exhibición del poder, pero también la percepción de una mayor “cercanía”. A lo excepcionalidad y la segregación se unía, ahora, una nueva preocupación basada en la obligatoriedad de crear un producto codificado a través de lo ordinario que diera cobertura a las relaciones sociales gestadas al calor de la consolidación de estos grupos de especialistas. Unas relaciones en las que el mantenimiento de privilegios, vía grupo-linaje, hubo de jugar un papel fundamental, de ahí la necesidad de trasladar ciertos escenarios del poder a los ambientes fronterizos del día a día de las familias privilegiadas. De esta forma, la simbología del poder territorial se incorporaba, vía apropiación, al entramado familiar añadiendo, así mismo, un elemento nuevo que facilitaría esa vinculación: la monumentalización de los recintos habitacionales a través de los sistemas defensivos. En ese sentido, conseguían, además, ocultar las políticas de consolidación familiar dado que el esfuerzo monumentalizador recaía en la defensa del recinto cultual, símbolo del Territorio, y no en las propias unidades domésticas que, a ojos de la colectividad, “disfrutaban” de ese espacio en calidad de garantes de la geografía comunitaria. En mi opinión, el carácter igualitario de la arquitectura doméstica respondería, precisamente, a la necesidad de disimular la consolidación de los sistemas de acceso al poder y, por tanto, a la obligatoriedad de crear un modelo de “ficción comunal” (Martínez y Afonso 2003: 84) que diera salida a las tensiones y resistencias sociales generadas.

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En definitiva, hemos estado hablando de un grupo que se había hecho con el dominio y la autoridad obteniendo una serie de privilegios en función, entre otras cosas, de su especialización y la capacidad de legitimarse mediante el control del tiempo (pasado

mítico)

y

el

espacio

(Territorio).

Un

control

proyectado

en

la

monumentalización y visibilización de los espacios de representación, lo que me llevaba a plantear que en la propia monumentalización de algunos recintos habitacionales podemos ver su asimilación con el poder7. Es decir, su actuación como centros de autoridad y dominio territorial8. Ahora bien, en ese escenario social vertebrado desde las tensiones que implica toda relación de poder, en contadas ocasiones se incluye el género como categoría de análisis y, por tanto, pocas veces se profundiza en la correspondencia que hombres y mujeres establecieron con el ordenamiento y gestión del espacio y el tiempo (Hernando 2000). En ese sentido, cabría cuestionarnos si en los ámbitos de representación, hombres y mujeres compartirían un mismo grado de reconocimiento, prestigio y excelencia (Amorós 1994). Apuntaba, anteriormente, la singularidad de los objetos recuperados en la gran cabaña del Chao Samartín (Asturias). El juego de piezas se corresponde con fragmentos de cerámica hecha a mano, de factura tosca y pastas porosas de gran ligereza, con una gran muestra de materiales de bronce: fragmentos de un gran disco de 1, 15m de diámetro, con alma de madera, planchas y tiras circulares de metal, restos de calderos de remaches y sítulas, objetos, éstos últimos ampliamente reconocidos y relacionados con 7

Un ejemplo de lo que quiero decir lo encontramos en el caso descrito por Xúlio Carballo para la Comarca de Trasdeza en Pontevedra. En dicha zona, la posición estratégica de cada uno de los espacios habitacionales dibujaría un mapa de “visibilidad solidaria” destinado a ejercer un mayor control sobre el territorio, lo que posibilitaría “comunicacions ópticas entre os castros da comarca, e destas coas veciñas, a través de sinais nocturnos de lume ou diurnos de fume…estas transmisións, realizadas de forma temporal, estan testemuñadas no mundo antigo polas fontes clásicas” (Carballo 1986: 66). Los modelos propuestos por Pastor Fábrega para la comarca de Ortegal (Coruña) apuntan también a la singularidad de ciertos castros; en este caso el de Ladrido (Ría de Ortigueria), del que el autor habla como un poblado con una funcionalidad “no tanto orientada a su propia defensa (accesibilidad media-baja; Modelo dos) como a la integración y control del grupo (visibilidad) así como la formalización de un referente del mismo (altitud relativa y visibilización) (2005: 145). Ver también los trabajos de César Parcero Oubiña sobre poblamiento y espacio social (en bibliografía). 8 En ese sentido planteamientos como los de Alfonso Fanjul señalan que “parece materialmente imposible que en la Asturias de la Edad del Hierro se viviese solo en castros” (2004: 47). El mismo autor basa sus consideraciones en la probada existencia “de fuertes tradiciones materiales y económicas anteriores, provenientes de la Edad del Bronce, donde el poblamiento era mucho más extenso, incluyendo áreas que hoy carecen de castros” (2004: 48). En ese mismo sentido, Xavier Peñalver (2001) analiza las estrategias y variabilidad de poblamiento en Euskadi.

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el consumo cárnico ritual (Bradley 2005). En general, los contextos en los que aparecen este tipo de ajuares:

Nos sugieren la existencia de ceremonias de clara connotación ritual, que tendrían lugar en cuevas y quizás asociadas a momentos iniciáticos. En paralelo, las grandes cabañas podrían actuar como lugar de reunión y banquete de grupos amplios, con motivos muy distintos que irían desde la exhibición de riqueza y el reforzamiento de los lazos de clientela hasta las ceremonias de guerra o los actos de hospitalidad. (Aranda y Esquivel 2008)

En las sociedades del momento existía, sin duda, una vinculación relevante entre la ideología de la guerra y los banquetes, que podrían relacionarse también con la movilización de fuerza de trabajo (Armada 2008: 153) 9. De ahí podemos extraer que el rol jugado por esta clase de objetos excedía lo cotidiano, atesorando, por tanto, un gran valor social que se hacía ya patente en el momento de su elaboración, ya que ésta: Requería una inversión de tiempo y esfuerzo muy superior a la que observamos en otros objetos del período, como hachas, lanzas o espada. Estas piezas serían creaciones de artesanos con habilidades superiores a las del broncista común, actuando la complejidad tecnológica como una componente fundamental del rol social del objeto. (Armada 2008: 139)

Se puede señalar, por tanto, que existe una clara vinculación entre la creación de determinados espacios, los restos materiales allí encontrados y el mundo ritual de los banquetes y la guerra. En esa misma línea, los famosos bronces sacrificiales del Instituto de Valencia de Don Juan, del Museo Arqueológico Nacional o el depositado en el Museo de Pontevedra, entre otros, nos trasladan, mediante su iconografía, a un mundo ritualizado en el que se funden los elementos anteriormente expuestos10. De

9

Cabe hacer espacial énfasis en el hecho de que la mayoría de los hallazgos de calderos peninsulares, aparecen en contextos poblacionales, siendo su estado fragmentario lo que podía responder a un troceado intencional bien como chatarra, bien para su reciclado. De todas formas, parece clara su vinculación con espacios rituales, así un fragmento de caldero con remaches, proveniente del poblado de Satinha (Amares, Braga, Portugal), se localizó en una cabaña siendo interpretada ésta última como un espacio de carácter ritual. De la misma manera los fragmentos hallados en Hío (Cangas do Morrazo, Pontevedra) correspondiente a un depósito ritual, o el famoso caldero de Cabárceno sugieren esa vinculación entre objeto y ritualización. Sobre el carácter ritual de éstos y otros objetos como los asadores o los ganchos de carne vid., entre otros, los trabajos de Richard Bradley (2005), Xose-Lois Armada (2008) o Alfredo González Rubial (2007). 10 Sobre los bronces rituales vid. Xose Lois Armada y Óscar García (2003).

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igual modo, la conocida como “Diadema de Moñes” (Piloña, Asturias), al margen de los debates cronológicos que pueda plantear, recoge un escenario único para el conocimiento de estas comunidades. Por ello se hace necesario una relectura de la misma, a través del género, para observar en qué medida podemos hablar de una masculinización del poder. De modo muy general, se puede observar en los fragmentos conservados, una ambientación acuática con representación de distintos animales (fig. 2) y una serie de personajes cuyas características, indumentaria y objetos que los acompañan sugieren la representación de lo que parece un grupo de hombres claramente diferenciados en función de su pertenencia a la caballería, infantería o sacerdocio -dirigen y controlan cultos, rituales y sacrificios– (fig. 3). Estamos, pues, ante una escenografía en la que se aúna el mundo de la guerra –formación y destino del guerrero– con la representación de su apoteosis a través del ritual de la muerte. En ese sentido, tanto Marco Simón (1994) como M. Virgilio García Quintela (1999), señalan ese tránsito al Más Allá que se asemejaría al recogido en el famoso “Caldero de Gundestrup” (Dinamarca). Ahora bien, estando totalmente de acuerdo con esta interpretación, me gustaría añadir, además, la posibilidad de observar en esta proyección, el rito de paso masculino a la vida adulta, cuando el infante pasa a caballero. De esta forma, la muerte del niño supone el verdadero nacimiento como hombre, ya no a través del canal de parto materno, sino mediante la ingesta (o el baño según la representación contenida en Gundestrup) del caldo contenido en los calderos, y por tanto vía masculina. En ese “renacer” paternogenético, la muerte no supone el fin, sino el tránsito de lo físico a lo espiritual. De ahí que en el fragmento conservado en Saint Germain-en-Laye (Francia), aparezcan, en esa ambientación de tránsito acuático, una serie de personajes y de posibles cabezas impresas en el extremo distal, lo que podría sugerir una conexión con la concepción céltica de la cabeza como depositaria del espíritu y la entrada en el Más Allá (Markale 1992):

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Tabla II. Diagrama con la interpretación acerca de la ambientación faunística contenida en la “Diadema de Moñes” Équidos

Cánidos

Psicopompo.

Caza, curación, mundo ctónico.

Aves acuáticas

Fondo acuático

Simbolismo solar, ascensión, tránsito y

Mundo cíclico,

Teleósteos (probablemente salmón). Ascensión y conocimiento unión.

espacio de tránsito. Fuentes: Mónica González Santana, 2012.

Tabla III. Personajes de la “Diadema de Moñes”.

CABALLERÍA Indumentaria y equipamiento Caetra

Morfología Rostro ornitomorfo Composición a la derecha

Venablo

PERSONAJES INFANTERÍA Indumentaria y Morfología equipamiento Rostro Caetra ornitomorfo Lanzas

Penacho curvo

Espada corta o puñal

Casco de triple cornamenta

Cinturón

Torques ¿Desnudez?

Composición a la derecha

SACERDOTES Indumentaria y Morfología equipamiento Rostro Cinturón ornitomorfo Cabello ¿Desnudez? recogido en cola Composición hacia la izquierda.

Casco de triple cornamenta ¿Desnudez? Fuentes: Mónica González Santana, 2012.

La concepción del Más Allá, la inmortalidad, el poder o la guerra que observamos, tanto en la iconografía de la diadema como en la decoración presente un una amplia mayoría de estelas consideradas como vadinienses u orgenomescas (pueblos prerromanos de la zona oriental del actual territorio asturiano): caballos, ciervos, torques o medias lunas, árboles, tetrapétalas, etc.; nos permiten alcanzar un mayor acercamiento al desarrollo ideológico e identitario de estas comunidades. De nuevo soy consciente del inconveniente que supone hablar de identidades, mentalidades, ideologías, etc. cuando nos enfrentamos a sociedades ágrafas, no obstante insisto en la necesidad de acercarnos al objeto para aventurarnos en posibles interpretaciones ya que

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como señala Mª José Bóveda “o seu valor histórico trascende a propia peza converténdoa nun vehículo de comunicación directa co mundo antiguo” (1999: 12). En ese sentido, hemos de averiguar en qué medida podemos trasladar el discurso presente en nuestra diadema, a la realidad social de unas comunidades que, repetidamente, han sido y son consideradas como de base igualitaria11. Atendiendo a la descripción de Marco Simón la existencia de grupos guerreros se observa como un hecho, siendo las diademas “la expresión del prestigio de una élite principesca, del tipo de la reflejada en la estela de Pedreira (Vegadeo)” (Simón 1994: 327). Ahora bien, cabe la posibilidad de plantearnos si éste es un fenómeno aislado que, de ninguna manera, se constituye en espejo de la realidad social con la que se relacionó o si, por el contrario, y pese su excepcionalidad, podemos hallar paralelos en otro tipo de representaciones y soportes. En ese sentido, la aparición de otras “diademas” a lo largo del Noroeste, así como torques, cascos, brazaletes, pendientes, etc. ponen de manifiesto la importancia, difusión y desarrollo de un artesanado especializado en la realización de un tipo de bienes suntuarios directamente relacionados con la acumulación de capital simbólico. Una acumulación que, si tenemos en cuenta las argumentaciones de Francisco J. Sánchez Palencia (1983) hubo de recaer en la capacidad de un sector, grupo o familia para hacerse con el control de estos bienes. Dejando a un lado la importancia de este tipo de bienes suntuarios, y volviendo a la iconografía presente en la diadema, probablemente podamos decir que no es un caso aislado. En ese sentido, estatuas de guerreros han aparecido en Capeludos, Quintela, Lezenho, Sao Juliao, Sanfins o Meixedo, todos ellos en el Conventus Bracarensis. No voy a entrar en la polémica suscitada por la cronología de tales manifestaciones, 11

Esta teoría vendría a basarse tanto en el registro arqueológico como en la compilación de los materiales epigráficos y la lectura de las fuentes clásicas. Estas dos últimas fuentes de información incorporarían a su vez el elemento femenino al mundo castreño, incidiendo en la importancia del mismo en función de un pasado matriarcal que el tiempo iría desarticulando, pero que sería rastreable a través de los usos matrilinealistas de estas comunidades. De la interpretación de las poblaciones castreñas como comunidades campesinas de base igualitaria, destacan, entre otros, los trabajos de Mª Dolores Fernández Posse (1997, 1998) e Inés Sastre Prats (2001). Especial mención merecen al respecto las consideraciones de Alfredo González Rubial, cuando se cuestiona si realmente existen sociedades igualitarias, asumiendo que “probablemente no. Incluso en las sociedades isonómicas se constatan diferencias entre sus miembros, fundamentalmente por razones de género. Cuando hablamos de sociedades igualitarias debemos ser conscientes (…) de que estamos omitiendo una forma de desigualdad que afecta a la mitad de la población humana” (2003: 90).

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simplemente traigo a colación su existencia en función de la simbología que las acompaña: el poder y los guerreros. En esa misma línea, la cerámica de Cogotas, o la de Numancia, por poner algunos ejemplos, nos muestran también un mundo con claras similitudes iconográficas con la diadema de Moñes (tocados de triple cornamenta, figuras ornitomorfas, caballos etc.), en el que quedan asociados lo masculino y la guerra. Por otro lado, e independientemente del soporte utilizado, se puede apuntar hacia un propósito final, común a la ejecución de este tipo de manifestaciones artísticas, la transmisión y difusión de un sistema de valores en el que prima la guerra y las actividades bélicas como fórmulas de acceso al poder. En ese sentido, la cerámica griega constituye un magnífico ejemplo de la transmisión y difusión de ideas, con una temática más que recurrente y un mensaje fácilmente reconocible: la división social entre hombres-guerreros y mujeres-madres12. De igual modo la epigrafía del Noroeste revela la existencia de una serie de personajes-hombres con el cargo de princeps que nos muestran la presencia, al menos en época romana, de una serie de individuos con un poder real sobre la población. Véase el caso de Vecius (CIL II 2585), de Doviderus (HEp 7, 1997, 380) de Nicer (AE 1946, 121) o el nombrado como precepto, Cornelius Maternus (HEp. 2, 1990: 449). Hemos de tener en cuenta que, como señala Inés Sastre, en “la epigrafía latina las inscripciones no estaban pensadas para ser leídas o, tal vez mejor dicho, no estaban pensadas solo para ser leídas” (Sastre 2004: 15). En necesario partir de la base de que, entre los objetivos de los textos epigráficos, el que fueran efectivamente leídos y entendidos era una cuestión secundaria. La comprensión del texto propiamente dicho daba lugar a un nivel de comunicación que no era el único ni el más importante, convirtiéndose en fundamentales también otras cuestiones como su inserción en la monumentalización de los espacios públicos y en los programas iconográficos destinados a cargar de contenido simbólico la propia existencia de la pieza. De este modo, lo escrito formaba parte de la representación política de los grupos dominantes. 12

El hecho de que estemos ante sociedades ágrafas fomenta el uso de otros recursos como medios capaces de difundir determinada ideología. En este caso, la que establece unos privilegios en función del hecho de ser varón y guerrero. Sobre la división de funciones en función del sexo y el rol social de madres al que las mujeres griegas se veían abocadas, vid. los trabajos de Ana Iriarte (2002) o Nicole Loraux (2004) entre otros.

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Cabe recordar, también, la eficaz organización de la que dieron notable muestra los habitantes de estos lugares, a la hora de enfrentarse con el invasor, en este caso el Imperio Romano. Teniendo en cuenta estas circunstancias, todo parece apuntar hacia la posibilidad de que la epigrafía nos esté remitiendo a la existencia prerromana de una serie de personajes o grupos con un poder fáctico sobre la población. Situación que Roma sabría aprovechar, a la hora de poner en marcha sus propios intereses estratégicos y administrativos (pactos, traiciones, comercio o explotación minera), antes y después de la conquista armada (Rodríguez Neila, 1998). Con lo expuesto, parece más que evidente que la asociación que se da entre ciertos espacios –su factura, funcionalidad y carácter simbólico– y los objetos hallados en los mismos, nos traslada a una escenificación de ciertas actividades masculinas que vemos retratadas en textos como los de Estrabón; es decir, la celebración de banquetes o reuniones que consagrarían determinados actos sociales13. Podemos hablar, a modo de hipótesis, de verdaderas élites masculinas formadas al calor de la acción bélica, la defensa territorial y el control del ritual. Esas élites que, como decía, parecen venir gestándose desde el bronce y que buscarían la reafirmación de su posición social mediante la vinculación a un pasado mitificado14. Estaríamos señalando la existencia de posibles jefaturas con un dominio real sobre la población. Un poder que buscará su legitimación, entre otros, en el discurso espacial, reproduciendo determinados ámbitos de escenificación pública en los que el grupo de los privilegiados se vería ampliamente representado y visibilizado. De esta forma, en la convergencia entre lo material y lo simbólico se puede observar como en los usos tradicionales se procede a la interpretación y reinterpretación de la realidad en favor de unos determinados intereses. De ahí la incorporación, como venimos señalando, al entramado habitacional de elementos materiales y/o naturales con una dilatada biografía social directamente relacionada con el control del territorio y la conformación de un grupo social que se 13

“Este recinto no muestra indicio alguno de uso residencial. Si en principio, su localización en altura justificó el uso del término acrópolis en una acepción estrictamente topográfica, con el avance de las excavaciones y la documentación de una ambiente ajeno a todo uso doméstico, esta denominación se ha ido aproximando a la acepción clásica de temenos o espacio de carácter sacro” (Villa 2003: 31). 14 En palabras de Almudena Hernando “la legitimación tiene que ser ideológica, habiendo tomado en la mayor parte de los procesos históricos la forma de sistemas religiosos organizados y/o „ideologías heroicas‟” (2002: 149).

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asociaría directamente con la autoridad derivada del dominio del ritual y las armas. En esa misma línea actuarían los espacios cultuales integrados a una cotidianidad ahora monumentalizada. En general, se había procedido a conectar los espacios de representación masculina y el lenguaje simbólico del poder (Balandier 1994). Estamos, pues, ante un escenario social patriarcal que articularía distintos modelos de representación en función del género: la excelencia masculina y la cotidianidad femenina, la monumentalización masculina y la invisibilización femenina.

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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65

ANÁLISIS HISTÓRICO DE LA SITUACIÓN DE LAS ENFERMERAS Y MATRONAS EN ESPAÑA. UNA PERSPECTIVA GLOBAL1 Carmen González Canalejo2

Resumen: Al ser la enfermería y la matronería profesiones ejercidas mayoritariamente por mujeres en todos los países del mundo, nos hemos centrado en el análisis histórico de su práctica, poniendo el foco en los factores que han influido en la desigualdad de oportunidades para optar a puestos de gestión sanitaria y, en un menor reconocimiento científico de su práctica. Conocer la seña de identidad femenina y feminista de las que optaron por estas profesiones, valorar su estatus laboral y analizar las reminiscencias patriarcales que hoy día se mantienen en el ámbito de la salud, es el objeto de este estudio. Palabras clave: Enfermeras, matronas, invisibilidad, cuidados de salud, androcentrismo, sistema sanitario. Title in English: Historical Analysis of the Situation of Nurses and Midwives in Spain. A Global Perspective Abstract: Globally, nursing and midwifery are professions carried out mainly by women. This historical analysis of the praxis of nurses and midwives focuses on the factors that contribute to discrimination against them, both in terms of opportunities to attain health management jobs, and in terms of scientific recognition for their praxis. The goals of this study are, therefore, to determine the female identity traits and the feminist ideas of those who opt for these professions, to evaluate their work status, and to analyse the patriarchal traditions that still prevail nowadays in the area of health. Key words: Nurses, midwives, health care, invisibility, androcentricity, health system.

1. Origen y antecedentes

Los estudios historiográficos sobre género señalan que la práctica de los “cuidados de salud”3 no es algo nuevo, pues la sanación y la promoción de la vida han 1

Fecha de recepción: 30/09/2013 Fecha de aceptación: 02/12/2013 Profesora Titular de Universidad, Departamento de Enfermería, Fisioterapia y Medicina, Universidad de Almería, España;  canalejo@ual.es. 3 Este término ha sido adoptado por las teóricas de la enfermería para definir la naturaleza de su práctica así como el fundamento científico que la sustenta. Tanto las mujeres que accedieron al título de 2

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sido ejercidas, tanto por varones como por mujeres, desde los tiempos más remotos (Colliére 1993: 5 y ss.). Sin embargo, en el ámbito privado y doméstico han sido principalmente las mujeres quienes han llevado a cabo el arte de partear y el cuidado, quedándose a su cargo los enfermos del grupo familiar (Santo-Tomás 1995: 3-129). Entre otros factores, porque las mujeres siempre han preferido a la hora del parto ser atendidas por especialistas femeninas. De acuerdo con los estudios que mantienen el incremento de la participación laboral femenina a raíz de la industrialización (Borderías et al. 1994: 54-59), existen tres factores determinantes para que el Estado Contemporáneo institucionalizase a las matronas y enfermeras a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Dichos factores se concretan en la necesidad de las naciones de incorporar a las mujeres al mundo productivo, en general. Pero, desde principios del siglo XX, también cabe citar el deseo de una independencia económica y personal al que aspiraban las mujeres. Por último, hubo necesidad, por parte de la Institución Benéfico-asistencial del último cuarto del siglo XIX y primer tercio del XX, de contratar a un mayor número de mujeres sanitarias para dar respuesta al grave problema de salud materno-infantil derivada de la pobreza social (González 2007). Para comprender el contexto en el que se desarrolla el trabajo de las matronas y enfermeras contemporáneas es necesario situarnos en el marco de su práctica, basada en el cuidado de salud y la promoción de la vida. Actividades que las mujeres han realizado bien de modo informal, a través de la atención a los enfermos en el ámbito privado, bien de modo “oficial” en el ámbito público, a través de la asistencia benéfica o por iniciativa particular (Alberdi 1998: 63-73). En el año 1857 la Ley Moyano dio acceso a las mujeres a los estudios de matrona, convirtiéndose en las primeras españolas que pisaron las facultades de medicina restringidas hasta entonces a los varones. Teniendo en cuenta el peso que representaban los roles sexuales como obstáculo en el acceso a la educación de la mujer, no es de extrañar que la postura más generalizada en el orden patriarcal de aquella época fuera considerar, a los estudios de matrona, más

enfermera, como al de matrona, han tenido en el devenir histórico una trayectoria común en cuanto a la variable género se refiere, si bien la práctica del cuidado es genuina y difiere en cada caso.

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“adecuados” al sexo femenino (Martínez y Ortiz 1998: 603) igual que ocurriría con los de enfermería. Desde la década de los años setenta del siglo XIX se documentan numerosos proyectos educativos promovidos por mujeres, quienes impulsaron el acceso femenino a estas profesiones con el rasgo característico de que no les fue reconocida la autoría de tales proyectos. En el año 1896 se creó la primera escuela de enfermeras profesionales en España, tras la reforma planteada por Concepción Arenal unos años antes (Siles 1995: 169 y ss.). Hasta la segunda década del siglo XX, al menos hubo dos proyectos más de creación de escuelas para los estudios de matrona y, como mínimo, tres escuelas más de enfermería. Sin embargo, algunos de estos proyectos fracasaron por las enormes trabas y dificultades impuestas a las mujeres. El mundo sanitario era el reflejo de una sociedad patriarcal donde médicos del orden conservador y años más tarde, los practicantes, se opusieron de forma contundente a que las mujeres ocuparan las aulas en las facultades de medicina y cobraran protagonismo científico en el ámbito sanitario (González 2006). Muchos facultativos percibieron tal acontecimiento como un desafío ya que la mujer no era considerada sujeto de derechos. Veían en ellas a unas competidoras, a la vez que estaban convencidos de que cierto status profesional pertenecía exclusivamente a los varones. En opinión de otros, la cuestión no debía preocupar, al comprobar el escaso éxito que el acceso educativo de las primeras aspirantes al título de matrona había tenido en España (Álvarez 1988: 171). Hasta el año 1904, fecha en la que hubo un proyecto de reforma sanitaria, las mujeres no pudieron entrar en las facultades para estudiar la carrera de “practicante”. Estudios que, por cierto, tuvieron una corta existencia para las mujeres al desaparecer en la primera etapa del franquismo. Sin embargo, cabe destacar que hubo intentos por parte de ellas de acceder a la profesión de practicante, al menos desde el año 1900. Capel apunta que en esta fecha ya hubo algunas aspirantes matriculadas de forma “oficiosa”, a pesar de que legalmente no les estaba permitido. De modo que sus títulos no fueron legalizados hasta varios años después (Capel 1982: 435 y ss). Un aspecto característico del debate mantenido en los años de cambio de siglo sobre lo que llegó a denominarse “la cuestión de la mujer” era si al incorporarse estas al

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mundo productivo, olvidarían “las labores propias de su sexo”. El trabajo doméstico, el cuidado familiar, incluidos los ancianos del grupo y la educación de los hijos eran el imperativo predominante en la vida de las que optaron por el mundo laboral remunerado. La condición que emanaba de esta premisa era que las mujeres se incorporarían a la esfera productiva, siempre y cuando no olvidaran la función doméstica y de maternidad que el orden social les había asignado (Blanco et al. 2002). A pesar del freno que puso el sector sanitario conservador y la propia Iglesia, el número de aspirantes al título fue en ascenso a partir de la segunda década del siglo XX. Aún así, tanto enfermeras como matronas representaban una ínfima minoría con respecto a un panorama sanitario mayoritariamente masculino, hasta la llegada de la Segunda República que impulsó a la cotidianeidad del mundo del trabajo a las mujeres (Domínguez 1986). No obstante, una cosa era la incorporación al mundo laboral y, otra muy distinta, el reconocimiento de la igualdad de derechos. El discurso androcéntrico predominante en el campo de la salud desde finales del siglo XIX cuyas reminiscencias alcanzan hasta nuestros días, ha tenido como característica la desautorización del conocimiento de quienes ejercen estas profesiones al considerarlas “auxiliares” respecto a la medicina, cuya práctica ha sido ejercida hasta hace escasamente cinco años por varones, predominantemente.

2. La inestimable contribución a la salud de la ciudadanía

El eje principal de la práctica enfermera continúa actualmente siendo los cuidados. Definir qué es el “cuidado” no es tarea fácil dado que reviste un sin fin de actividades encaminadas al mantenimiento de la salud y la preservación de la vida. En los años cincuenta del pasado siglo, Virginia Henderson, una de las máximas exponentes que ha dado el campo de la enfermeríaindica en su obra, Textbook of the Principles and Practise of Nursing, la variedad y complejidad del trabajo de las enfermeras (Harmer y Henderson 1955: 10). En la citada obra, distintos informes revelan que las enfermeras llevan a la práctica más de 500 actividades distintas en la

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asistencia hospitalaria, domiciliaria, industrial y privada. Características que pueden extenderse al campo de la matronería, donde la práctica no se limita a la mera asistencia técnica del parto, sino a una multitud de actividades que giran en torno a las mujeres asistidas y los neonatos. De modo que tanto la enfermería como la matronería son prácticas complejas. Se trata en ambos casos de actividades tremendamente minuciosas que implican operaciones de análisis razonado, de habilidades técnicas, afectivas y de comunicación. Aspectos estos que forman un difícil entramado y que se conjugan en cada una de las tareas que tratan de cubrir las necesidades de un paciente y van más allá de la asistencia en la enfermedad. La característica esencial estriba en una atención holística y humanizada a la persona asistida cuyas necesidades de salud no son estáticas sino impredecibles que, a veces, requieren urgencia y experiencia en la atención. Se trata sobre todo, de combinar la observación y el conocimiento con una relación humana, directa con la persona atendida, llegando a convertirse en una relación “cuerpo a cuerpo”, entre las cuidadoras y los asistidos. Según Henderson para una persona sana, la respiración, por ejemplo, no requiere esfuerzos. La enfermera que coloca al paciente con una fractura de costillas en una postura cómoda que le permita una respiración de calidad o la que trabaja con un paciente conectado a un respirador, está ejecutando funciones complejas. Porque no se trata mecánicamente de conectar a la persona afectada a una máquina o canalizarle una vena que emigre desde el brazo hasta la aurícula del corazón, lo cual también requiere destreza y conocimiento. Se trata esencialmente de que el paciente acepte la máquina, la tolere y sea compatible con la vida y la dignidad humana, pues la enfermera estará pendiente de que el sufrimiento no prive a la persona de su dignidad como ser humano que es. Y este abanico de actividades del día a día dirigidas de manera permanente hacia las personas con requerimientos de cuidados de salud, no es sencillo cuando hay que ajustarlo a las demandas individuales. Trabajo que no está lo suficientemente valorado ni aún en los países occidentalizados donde existe un déficit de enfermeras, pues la mayoría abandona el empleo tras apenas una década después de obtener el título en la Universidad. Un caso significativo es el de EEUU donde las asociaciones enfermeras,

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llevan años concienciando al gobierno norteamericano de la necesidad de un mayor esfuerzo hacia la revalorización social de este colectivo. Inglaterra, Suecia y Francia ante el déficit de enfermeras autóctonas, están importando a jóvenes titulados de otros países cuya cantera, mayoritariamente femenina, proviene de España. A ello también favorece la amplia formación con la que se capacita al alumnado español, al avanzado sistema de salud pública y al desempleo que la crisis económica ha provocado en los últimos años en el seno de la sanidad española (González 2012: 3). Estudios publicados desde finales de los años ochenta han venido mostrando con indicadores cuali-cuantitativos, la elevada presencia de mujeres que trabajan en los sistemas sanitarios en más de una treintena de países de todo el mundo, siendo éstas la base de la pirámide en la que se sostiene el sistema mundial de la salud (García 1988; Pizurki 1988; Domínguez 1993: 223). Por otra parte, fuentes del Ministerio de Educación y Ciencia señalan que el ingreso femenino en las carreras del campo de la salud en el año 2002 era de un 71%, porcentaje que siguió en los sucesivos años en aumento y que se mantiene actualmente por encima de la media de los países del entorno europeo. En Europa se está prestando una mayor atención a la profesión de enfermería y la matronería por ser este colectivo un número muy representativo de mujeres quienes las ejercen. A escala mundial, según informes de la OMS, el 87% del colectivo enfermero está formado por mujeres y, en el caso de la matronería, la estadística raya prácticamente en el 98% de los casos (Pizurki 1988: 63). Sin embargo, esta representación tan numerosa contrasta con la invisibilidad de la autoridad femenina, del saber científico que encierra su práctica. Estudios de género de investigadoras especializadas en el tema sanitario han puesto en evidencia el androcentrismo que ha impregnado, desde tiempos históricos, el campo de la salud y cómo el saber científico de las mujeres se ha obviado en la investigación sanitaria. Enfermeras, matronas, sanadoras, y las médicas también, han escrito libros y tratados con rigurosidad científica desde épocas muy antiguas los cuales, con frecuencia, fueron copiados con autoría masculina (Ortiz 2006; Miqueo et al. 2003: 195-216). Ellas han sido testimonios directos del allanamiento de sus funciones en el ejercicio profesional y

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del cuestionamiento de su capacidad para el ejercicio sanitario, cuestiones que han sido denunciadas de forma abierta y explícita por las primeras que accedieron al trabajo en los domicilios, en los dispensarios y en las salas de hospital. Líderes universalmente reconocidas como Florence Nightingale y también las matronas, enfermeras y practicantas locales han propuesto intervenciones reparadoras de la tremenda desigualdad social que han sido recogidas en testimonios directos, escritos y orales (González 2006). Hay estudios que han demostrado que la supervivencia profesional de las que optan por las carreras sanitarias puede resultar difícil con independencia de su categoría profesional, porque las jefaturas de los servicios médico-quirúrgicos, principalmente de los hospitales y determinados espacios sanitarios, han sido ocupadas tradicionalmente por varones. Un ejemplo bastante significativo es el que concierne a las especialidades quirúrgicas, donde los informes de la propia Confederación Estatal de Sindicatos Médicos, muestra que las cirujanas españolas no suman más del 10% en algunas especialidades quirúrgicas, a la vez que éstas describen los quirófanos como lugares emblemáticamente masculinizados a los que señalan como “espacios altamente competitivos y rudos” (Ceballos 2002: 8). En definitiva,

la mayoritaria proporción,

participación

y demostrada

contribución social de las mujeres en los sistemas sanitarios de los distintos países a lo largo del tiempo, no ha sido suficiente para que éstas estén presentes en puestos de relevancia en la gestión y administración sanitarias, en las mismas condiciones que los varones.

3. La transformación4

El cambio social más significativo en los colectivos de enfermeras y matronas fue la ruptura del discurso “doméstico” de los cuidados producto de un patriarcado en el 4

Para este punto partimos de fuentes primarias existentes en los Colegios Oficiales profesionales, el INE, la Delegación de Sanidad y, el Anuario Estadístico de España.

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ámbito de la salud que adscribía a las que eligieron estas profesiones, a una práctica meramente técnica, carente de razonamiento y de análisis crítico. Coincidiendo con la reivindicación feminista de autodeterminación en la etapa política de la Transición las enfermeras decidieron, a partir del año 1977, rechazar actividades de subordinación y ayuda al médico para centrarse en su auténtica actividad: la ayuda y cuidado a la ciudadanía. Esta reivindicación fue femenina y feminista, pues los ATS varones no secundaron la huelga producida en aquellos años cuyo sello llevaba implícito el anhelo de la autodeterminación (Vigil 1996: 40). El logro de aquel entonces se vio retroalimentado por el empuje democrático que favoreció un “despegue” en el campo del conocimiento propio de estas profesiones y ha repercutido en un notable aumento de la calidad sanitaria que hoy día ha sido reconocida internacionalmente. La reivindicación explícita, tal y como hemos venido indicando, estriba en que sus protagonistas no querían ser tutorizadas por los médicos, ni realizar actividades delegadas de los mismos, sino colaborativas e interdisciplinares. El derecho a ejercer lejos del control médico ha sido un antiguo anhelo desde que se configuraron las primeras asociaciones femeninas matronales, en los años veinte del pasado siglo y se acusó aún más durante el franquismo. A partir del año 1985, la aspirada autonomía se ha venido justificando razonadamente desde los campos asistencial y educativo. En esta última fecha, la mayoría de las escuelas donde se cursaban estos estudios estaban bajo el control de los médicos. Mientras tanto, en Francia, Inglaterra y otros países del entorno el aspecto académico y del conocimiento era gestionado mayoritariamente por las propias enfermeras o matronas desde hacía varias décadas. El derecho de autogestión de las matronas y enfermeras no solo se ha debatido en el ámbito académico. También ha marcado amplias discusiones en los servicios hospitalarios de la sanidad pública, en centros de salud, las consultas domiciliarias, las de atención a pacientes crónicos, servicios de atención a las gestantes, consulta del niño sano y de autogestión de las competencias de las recién creadas enfermeras de enlace5.

5

La enfermera de enlace es una figura reciente, pues ha sido creada en el año 2004 en los sistemas de salud de algunas comunidades autonómicas como es el caso de Andalucía. La complejidad del entramado sanitario ha hecho necesario la puesta en marcha de esta figura creada para ayudar al usuario a acceder al sistema, según las necesidades de salud del paciente.

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Sin embargo, para conseguir la igualdad de oportunidades en los cargos de gestión sanitaria, todavía falta camino por recorrer. El camino allanado durante décadas ha dado como resultado el hecho de que un sustancial número de servicios de salud esté siendo gestionado satisfactoriamente por matronas y enfermeras. Ahora bien, todavía queda camino por recorrer para conseguir plena igualdad en el plano de la realidad. Si bien es verdad que actualmente no se cuestiona la capacidad de las mujeres para ejercer en cualquiera de las disciplinas sanitarias y los derechos laborales están garantizados por ley, se puede constatar que la gestión de los servicios de salud se ha convertido en un estatus de tradicional arraigo masculino a cuyos miembros no les ha importado que las mujeres sanitarias accedan a puestos intermedios, dado que en los niveles más elevados siguen estando mayoritariamente ocupados por los varones de la sanidad. Los mejor pagados y con mayor prestigio continúan siendo quienes desempeñan la medicina o algunas de sus ramas, a la vez que mantienen el control de los espacios más tradicionales como los hospitales y los puestos de alta gestión, donde se toman las últimas decisiones en materia de salud pública (Lillo 2002: 56). El hecho de que en España el cargo de máxima autoridad sanitaria lo ostente una mujer ministra no significa en modo alguno que el poder esté repartido de forma igualitaria entre los hombres y mujeres de este campo. Al contrario de lo que cabría imaginar, tal y como se desprende del análisis de los datos obtenidos para este estudio, a pesar de que las mujeres sobrepasan en número al de los varones, en la mayoría de las ramas sanitarias, éstas no participan en las cotas más altas de poder donde el panorama refleja una realidad bien distinta. A este respecto, son bastante ilustrativos los datos de fuentes oficiales provenientes de los colegios profesionales andaluces donde los cargos presidenciales de los colegios de medicina, odontología, fisioterapia, farmacia y en menor caso, enfermería, son ocupados mayoritariamente por varones6. Si ascendemos en la escala en los puestos de gestión pública, en relación a los delegados provinciales 6

En el caso de Andalucía, en el año 2004, el 80%, de los cargos eran ocupados por varones, a pesar de ser una de las autonomías que más se ha esforzado en los últimos años en la consecución de la igualdad de oportunidades. A excepción de los colegios de enfermería y matronería donde se observa mayor grado de paridad, los miembros que presidían en esta fecha los Colegios de farmacéuticos, estomatólogos, fisioterapeutas y medicos corresponde a varones, en la mayoría de las provincias. Fuente: Colegios Oficiales provinciales de médicos, estomatólogos, enfermería, farmacéuticos y fisioterapia de Andalucía, accesible a través de las webs de los correspondientes colegios.

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de salud, asesores y consejeros, la casi totalidad han sido varones hasta el año 2004. A partir de esta fecha que marca el inicio de la política de igualdad en los cargos públicos, los equipos provinciales y autonómicos cada vez fueron integrando a un mayor número de mujeres en Andalucía. En cuanto a las direcciones de enfermería hospitalaria, se produce lo que se denomina el “efecto de la pirámide invertida”, dato que llama, si cabe, aún más la atención al ser éste un sector mayoritariamente femenino donde de cada cinco direcciones, cuatro son ocupadas por enfermeros y sólo una es enfermera. Sin embargo, en la Atención Primaria los cargos de mayor responsabilidad están más repartidos entre hombres y mujeres que en las áreas hospitalarias. En este caso, existe un reparto más paritario. Aquí el organigrama sanitario no está tan estratificado como en los hospitales, existiendo solamente dos figuras: Directores/as y Coordinadores/as y están repartidos entre varones y mujeres sin distinción de categorías profesionales, es decir, los ocupan tanto médicos/as como enfermeras/os, en torno al 50%7. En definitiva, los datos revelan que las mayores cotas de poder en el ámbito de la sanidad pública se concentran en los espacios hospitalarios y en los puestos de mayor representación, estatus social y, nivel económico y que dichas cotas están todavía representadas mayoritariamente por varones. Concretamente, en la cúpula de la medicina, enfermería-matronería, farmacéuticos, fisioterapeutas y odontólogos, las mujeres, a pesar de ser quienes mayoritariamente ostentan el trabajo sanitario, están lejos, todavía, de alcanzar los puestos de gestión de alto nivel en cada una de estas ramas. Sin embargo, desde el impulso de la Ley de Igualdad de Oportunidades del año 2004 y el hecho de que una mayoría de mujeres ejerza como médicas de familia, además de la marcada existencia de enfermeras en los espacios de Atención Primaria ha contribuido, en el caso concreto de Andalucía, en favor de la paridad en la gestión concretamente en éste área de atención pero no en el área hospitalaria tradicional, donde el peso del fenómeno androcentrico está todavía muy presente.

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Dada la ausencia de estadísticas oficiales en relación a las direcciones de enfermería hospitalaria y de Atención Primaria, para ilustrar este aspecto hemos recurrido a fuentes orales colegiadas a nivel autonómico andaluz.

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4. Conciencia y estrategia de cambio

El trabajo de algunas historiadoras sobre el tardío acceso de las mujeres de Europa, en general, al mundo de la educación es bastante ilustrativo (Capel 1982; Ballarín 2001). Dentro de lo tardío que fue este acceso en España, la historiografía de género señala que las matronas fue el colectivo femenino de las disciplinas sanitarias que más tempranamente accedieron a la Universidad, en el año 1857 (González 2006: 26). Después, las siguieron las primeras aspirantes a medicina matriculándose en un grupo de alumnas la Facultad de Barcelona quienes acabarían como médicas a principios de 1880 (Flecha 2001: 217). Ya en los años finiseculares, se incorporaron las enfermeras a raíz de la creación de la primera escuela profesionalizada en Madrid, al calor de la Institución Libre de Enseñanza, en el año 1896 (Domínguez 1986: 315). Lo que podría ser una efemérides no lo es. A día de hoy, son más del 73% las mujeres que acceden a los estudios de las Ciencias de la Salud, es decir, es una presencia “abrumadora”, tal y como ya se ha señalado (De la Rica y Brinduesa 2010: 25). Efectivamente, nunca antes en la historia, las mujeres que han ejercido en este sector han estado tan preparadas para acceder al conocimiento, pero a pesar de la “abrumadora” mayoría de las que han finalizado los estudios de matronería y/o de enfermería, tienen serias dificultades para acceder a los estudios de doctorado, dentro de su propio campo disciplinar. Entre otros factores, debido al escaso tiempo transcurrido desde que estas carreras pasaran de la Diplomatura al Grado gracias a la Convergencia con Europa. Ello significa que apenas exista una media docena de programas de tercer ciclo específicos de estos estudios en España a los que ellas puedan acceder, y muy pocas las enfermeras docentes con sexenios homologados que puedan dirigir tesis doctorales por las duras dificultades a las que las investigadoras se han tenido que sobreponer en el mundo académico. Se da la circunstancia de que en las últimas décadas, los gobiernos ya sean de izquierdas o de derechas han negado los estudios de tercer ciclo en estas titulaciones donde la proporción de alumnas es cinco veces superior

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al número de varones matriculados. Fenómeno que cabe interpretarlo en clave de género. La situación de discriminación tanto en la promoción laboral de las que eligen estas carreras como en el ámbito académico es alarmante. Al hilo de lo planteado, a pesar de ser la licenciatura y doctorado en enfermería y matronería una de las reivindicaciones históricas de quienes ejercen estas profesiones, las expectativas que actualmente se vislumbran están, si cabe, más ensombrecidas. Si se cumplen los acuerdos de homologación establecidos desde el inicio del proceso de la Convergencia con Europa, se habrá podido salvar esta discriminación histórica, cuya desigual oportunidad afecta a sectores profesionales y académicos ocupados mayoritariamente por mujeres, no solo en España8, sino en todos los países de la Unión Europea. Otra de las dificultades de las que se ha tomado conciencia es el desarrollo de lo que hoy día se considera calidad de vida profesional. Dichas dificultades son comunes a las que plantea la incorporación laboral de las mujeres en general, y se basa en cómo éstas compaginan la vida laboral y la vida familiar. Ya sean médicas, matronas, enfermeras o farmacéuticas, da igual la categoría profesional ejercida, las mujeres sanitarias han desarrollado estrategias para poder compaginar el trabajo con la vida familiar. Camino que continúa lleno de dificultades al ser los varones españoles los que dedican menos horas al trabajo familiar, cuya cifra es significativamente inferior al resto de los países del entorno (Ramos y Romo 1998). Para vencer estas dificultades, las profesionales de la sanidad se valen de estrategias como cambiar los turnos de trabajo para combinar la jornada laboral con las gestiones familiares de urgencia (cuidar a un hijo o familiar enfermo, trámites o gestiones del hogar, etc.); preferencia de turnos de “noches fijas” que les permiten continuar con las actividades domésticas durante el día. En otras ocasiones buscan redes de apoyo familiares. Suelen acudir principalmente a madres, hermanas o amigas para que les recojan a los hijos del colegio o les ayuden en las tareas domésticas. Todo ello

8

En lo que a España se refiere, según fuentes informatizadas de los propios centros, más de la mitad de las 97 facultades de enfermería dependientes de las universidades públicas que se encuentran repartidas por el territorio español, 29 de ellas tienen a la cabeza una directora, 14 están dirigidas por varones y del resto, no se muestra ningún dato.

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sin olvidar que la mujer-enfermera o sanitaria, en general, que trabaja en la esfera pública, también ejerce esta cualificación en el seno familiar a la que todos los miembros: madre, tíos, abuelos, hermanos, hijos o sobrinos, la designan como “idónea” para atender y cuidar al resto de los componentes. A menudo, el entorno familiar se convierte en una continuación de la vida laboral, donde se suma, a las cargas de trabajo, el cuidado de salud del resto de los miembros de la familia. Ello ha favorecido, según las estadísticas de salud laboral en el ramo sanitario, que las enfermeras sufran estrés en mayor medida que el resto de los grupos sanitarios profesionales (Moreno 2002: 18). Un último problema del que se ha tomado conciencia colectiva deriva de los estereotipos hacia las enfermeras derivados de la ideología de género. De todas las profesiones sujetas a dichos estereotipos, la de enfermería aparece como una de las más afectadas, pues según los clichés derivados de la mentalidad patriarcal las enfermeras, en general, han sido consideradas como un elemento secundario dependiente de los médicos. Al papel subordinado hay que sumar el hecho de que a menudo se las contempla como un objeto sexual al que ha contribuido un determinado tipo de cine, series televisivas y algunos medios de comunicación que han derivado en mostrar una imagen de mujer carente de conocimientos y de análisis crítico. Las protagonistas de estos prototipos desarrollan un rol de auxiliadoras de los médicos, en lugar de cuidadora de los pacientes y, raramente, se las muestra desempeñando un papel social como integrante de un equipo con unas señas de identidad, criterio científico y autonomía profesional propia. No obstante, cabe añadir que la conciencia de esta situación está articulando medidas de “resolución” entre las enfermeras. Existe un debate actual en el mundo occidental donde se está haciendo un mayor hincapié en ir modificando esta imagen negativa. A este respecto, en informes presentados al Congreso Internacional de Enfermería (CIE) celebrado en Ginebra en el año 2003, es significativa la política activa que los países del Norte de Europa, EE. UU y en menor medida en España, están llevando a cabo para neutralizar la imagen estereotipada de las enfermeras (CIE 2003). La puesta en marcha de programas para apoyar la igualdad de oportunidades e incentivar la motivación y visibilidad de las mismas en el ámbito sanitario y académico,

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tiene como fin difundir las aportaciones de las mujeres a este campo y garantizar su permanencia y promoción profesional. Así pues, el verdadero desafío en el presente tiene dos vertientes paralelas. Una, depende del proceso de autonomía, entendida como la capacidad de autogestión en la toma de decisiones propias de la disciplina del cuidado, basada en la participación paritaria de hombres y mujeres. La otra vertiente de actuación estriba en recordar el papel social que han realizado las matronas y enfermeras en beneficio de la salud pública a lo largo de la historia. A este respecto, las hemerotecas y los archivos hablan por sí solos sobre la actividad divulgativa y profiláctica de quienes han ejercido estas profesiones y que se siguen llevando a cabo en las políticas de salud a escala mundial. A modo de conclusión cabe señalar que, a la hora de valorar los cambios significativos de las que ejercen la enfermería y matronería en los últimos treinta años y de las repercusiones favorables derivadas de la Ley de Igualdad promulgada en el año 2004, a día de hoy se mantienen desigualdades en relación con tres aspectos, principalmente. El primer aspecto está relacionado con el escaso reconocimiento científico de las que ejercen estas profesiones, en su mayoría mujeres cuya población laboral asciende a más de un 80% tanto en España como en Europa; el segundo aspecto es el relacionado con el difícil acceso a los estudios de tercer ciclo y desarrollo académico dentro de su propia área disciplinar y, por último, señalar que existe una menor representatividad en los puestos de mayor responsabilidad laboral, dentro de la institución sanitaria y en la esfera pública. Al hilo del carácter androcéntrico analizado que ha prevalecido en el ámbito de la salud desde tiempos históricos, cabe resaltar aspiraciones y estrategias por parte de las mujeres que han desarrollado estas profesiones. Dichas estrategias han favorecido el mantenimiento de su seña de identidad como cuidadoras de la salud de un sistema público sanitario, cuya base mayoritaria se nutre de su práctica y experiencia, donde se sustenta la calidad de dicho sistema, uno de los logros más emblemáticos de nuestra democracia.

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5. Referencias bibliográficas

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María José Tacoronte Domínguez

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LA RECEPCIÓN DEL POSITIVISMO Y DEL EVOLUCIONISMO EN ESPAÑA Y “EL PROBLEMA DE LA MUJER”1 María José Tacoronte Domínguez2

Resumen: “La cuestión de la mujer” toma mayor relevancia tras la recepción del positivismo y el evolucionismo en las ciencias médicas y biológicas españolas, sobre todo a finales del siglo XIX y los inicios del Siglo XX. La finalidad de estas teorías, en un contexto donde la ciencia gozaba de gran autoridad, era justificar la inferioridad mental y biológica de las mujeres. El presente artículo trata de mostrar las consideraciones de los médicos españoles acerca de la naturaleza inferior femenina, tras la influencia de los científicos europeos, y de mostrar, a su vez, las voces disidentes de las pensadoras que se opusieron a las mismas. Palabras clave: Ciencia, Positivismo, Inferioridad, Mujer y Feminismo. Title in English: The Reception of Positivism and Evolutionism in Spain and “The Woman Question” Abstract: “The Woman Question” acquires major significance in the wake of the influence of positivism and evolutionism on Spanish medical and biological sciences, particularly in the latenineteenth and early-twentieth centuries. In the context of the overriding authority of science, the objective of these theories was to justify a biological and mental inferiority of women. This paper will attempt to show the mindset of the Spanish scientists who, influenced by European theories, viewed women‟s nature as inferior. It will also reflect on the dissenting voices of thinkers who took an opposite view on the same subject. Keywords: Science, Positivism, Inferiority, Women and Feminism.

Los caracteres tipológicos y fisiológicos del hombre Adulto normal, prueban que la mujer es un organismo retenido en un estado de permanente infantilización. Roberto Novoa Santos. (La mujer nuestro sexto sentido y otros esbozos, 1929)

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Fecha de recepción: 29/07/10 Fecha de aceptación: 06/10/2013 Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación, Política de la ciencia, institucionalización y epistemología en la constitución de un contrato social para la ciencia en España, 1900-1968. Año: 2013-2015. FFI2012-33998. 2 Becaria de Investigación, Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje, Universidad de La Laguna, España;  mjtacorontedominguez@gmail.com.

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La España de finales del siglo XIX e inicios del XX estuvo dominada por el debate intelectual que supuso la recepción de ciertas corrientes científicas y filosóficas. Entre ellas destacó la recepción del evolucionismo y el positivismo, que cuestionaban tanto al liberalismo metafísico de los krausistas como al pensamiento católico. Estas corrientes tuvieron un considerable componente progresista que, sin embargo, se quebraba en lo referente al tratamiento de la que se denominó “la cuestión de las mujeres”. Esta cuestión se traducía en el intento de desarrollar una fundamentación cientifista de los estereotipos de género utilizando como recurso legitimador la inferioridad de la naturaleza femenina. El debate acerca de la naturaleza femenina, que se venía desarrollando en otros países europeos, supuso un difícil reto para las tesis igualitaristas y especialmente para el incipiente pensamiento feminista español que, además de tener que contender con el pensamiento conservador y religioso, vio como se le abría un nuevo frente desde la ciencia. El objetivo de este artículo es mostrar el importante papel ideológico que tuvieron el positivismo y el evolucionismo como recursos que fundamentaron los estereotipos de género, cuál fue la recepción de este programa en España y cómo lo encaró el incipiente pensamiento feminista español.

1. La Misoginia Científica

A finales del siglo XIX se planteó en España el denominado “problema de la mujer” en el contexto de la recepción del evolucionismo y positivismo por las élites científicas e intelectuales. A esta cuestión se dedicaron muchos escritos, artículos y libros, en los que se expusieron diferentes hechos del cuerpo, su biología y anatomía

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que, a juicio de los científicos, “demostraban” la inferioridad femenina3. Este “problema” siguió debatiéndose a lo largo del siglo XX y ha llegado hasta nuestro presente bajo diferentes formulaciones. La recepción del positivismo en España estuvo marcada por dos impulsos claros: de un lado, el ansia imperante de progresar, abriéndose a las corrientes de pensamiento europeas y, de otro, la voluntad de apoyarse en los nuevos planteamientos “positivos” en la búsqueda de soluciones para los problemas apremiantes del país. El creciente auge del recurso al método científico en el estudio de la sociedad influyó en la idea de que todo problema debía ser tratado “científicamente” y, por tanto, también “el problema de la mujer”. En este sentido, las tesis evolucionistas fascinaban a los científicos y parecían capaces de explicar científicamente la evolución humana y las diferencias entre sexos, clases sociales y razas. Los estudios que se venían realizando sobre la naturaleza femenina se basaban en la observación sistemática, los registros, las clasificaciones, las comparaciones y la inducción, a partir de los datos4. La concepción de la mujer que estaba operando en el trasfondo de estos estudios seguía siendo básicamente la que había dominado en la cultura occidental, ahora reformulada desde una óptica científica, y cientifista, que pretendía explicar los hechos naturales que determinaban la inferioridad de las mujeres a partir precisamente de “su naturaleza diferente”. A grandes rasgos, la mujer tenía una naturaleza diferente a la del hombre y esta diferencia se entendió y justificó como inferioridad física, intelectual e, incluso, moral. La teoría de la evolución explicaba por qué las mujeres eran menos evolucionadas que los hombres y por qué había evolucionado sólo hasta estadios inferiores, igual que las razas no blancas. Esta explicación se basó en las funciones naturales de la mujer, para las que no era necesario un mayor desarrollo de la hembra humana, al contrario de lo que ocurría con los hombres. La adaptación al medio de las mujeres no requería de un desarrollo de sus capacidades mentales y físicas en el mismo grado que en el caso de los hombres. El 3

A modo de ejemplo, véase: Alarcón y Meléndez (1908); Novoa Santos (1908); Gimeno de Flaquer (conferencia: “El problema Feminista”); González Blanco (1905); Nuestro Tiempo 61, Vol. III.: 12-35; De la Revilla (1879); Revista Contemporánea. Año III-IV. Tomo XVIII.: 447-463. 4 A modo de ejemplo: Gall (1810-1819) y Spencer (1850).

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modelo de evolución era claramente el hombre, el varón de la especie, culminando la perfección evolutiva en el varón caucásico occidental. La mujer en España había sido concebida por la ortodoxia católica como portadora de cualidades morales y emocionales, propias de su sexo, que eran entendidas y propuestas, inclusive, como superiores a las del hombre. La mujer era la encargada de guiar el ámbito privado y cuidar a la prole. Por ello, la tradición católica le atribuía una alta moral de entrega y sacrificio de la que carecían los varones. Las mujeres quedaban recluidas en el ámbito familiar y privado que les era propio, mientras la esfera pública era en exclusiva el terreno de los varones. El viraje procedente de la instauración de la ciencia como fuente privilegiada de legitimación de las relaciones entre los sexos, y de determinación del ámbito que les era propio por naturaleza, vino a ratificar la división entre los sexos de la esfera privada y pública y a naturalizar las cualidades femeninas que la religión había otorgado a las mujeres. Las mujeres eran ahora recluidas en el entorno privado por la ciencia, que se limitaba a mostrar científicamente los hechos que hacían inferiores a las mujeres y que les impedía acceder al conocimiento, el trabajo o el gobierno.

2. La mujer según el positivismo y el evolucionismo español

El enfoque científico de la inferioridad de las mujeres se introdujo en España a través de la recepción de los trabajos de importante científicos europeos, sobre todo médicos, como Moebius, Max Nordau, Lombroso, Otto Weiniger, o Spencer. Todos ellos compartían la idea de que las diferencias anatómicas, fisiológicas, biológicas y, por tanto, evolutivas, entre hombres y mujeres eran claves para explicar la inferioridad de la mujer. Estas tesis encontraron en España dos férreos seguidores, que siguieron al pie de la letra las teorías evolucionistas y el enfoque positivista imperante en las ciencias del momento: los médicos Roberto Novoa Santos y Edmundo González

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Blanco5. Para ambos científicos la mujer había sido mal representada en los textos y en la conciencia colectiva, porque “puede decirse que la mujer aparece en la filosofía de todos los pueblos, no como es en realidad, sino tal como se le figura a un entusiasta enamorado” (Nordau, en Novoa Santos 1908: 116). Contra esta idea generalizada entre los hombres de ciencia, los trabajos de estos médicos se encaminaban a demostrar, mediante los hechos y los datos, la indigencia espiritual y mental de las mujeres. Novoa y González Blanco fueron grandes conocedores de los estudios realizados en Europa por los frenólogos que se encargaban de recopilar y comparar datos sobre el cráneo y el peso, volumen y circunvalaciones del cerebro en investigaciones racistas y sexistas6. Ambos se apropiaron de los argumentos de antropólogos físicos, frenólogos y psicólogos diferenciales en contra de la igualdad entre hombres y mujeres. Roberto Novoa Santos comentaba que: “Parece, pues, que con independencia del estado social de los distintos pueblos, la capacidad de la cápsula craneal de la hembra es siempre inferior a la del macho” (Novoa Santos 1908: 38). Estaba de acuerdo, pues, con los trabajos de Retzius y Broca acerca del volumen y peso del cerebro. El peso medio del cerebro del varón se estableció en unos 1425 gramos, y el correlativo de la mujer en 1222 gramos. De esta diferencia de 200 gramos se derivaba la superioridad intelectual de los hombres. Por otro lado, ambos médicos aceptaban que el cerebro era el órgano de la mente y que las facultades mentales estaban situadas en órganos cerebrales específicos. Por tanto, el peso y volumen del cerebro indicaban el grado en que se poseían tales facultades. A estos argumentos se sumaron los de tipo fisiológico y anatómico. Cualquier dato era interpretado y establecido como prueba de la inferioridad femenina. La menstruación no escapó a los análisis de muchos misóginos de la ciencia. Novoa Santos, entre otros, defendía que el flujo menstrual de la mujer la inhabilitaba para desarrollar muchas actividades, como por ejemplo estudiar, ejercer como juez, ministro, etc., ya que su estado anímico es muy voluble y no le permite atender con claridad a las cuestiones de rigor y de gran interés que requieren estas actividades, véase Mariscal y 5

Como muestra véase: Novoa Santos (1908) y González Blanco (1905). Como decíamos, eran seguidores de las teorías de Gall, su discípulo Johann Spurzheim, Max Nordau, Cesare Lombroso, Otto Weininger, entre otros. 6

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García (1898). Novoa defendió además que la mujer tenía mayor sensibilidad táctil que el hombre y, por ende, tenía menor poder para inhibir el dolor, lo cual la hacía más vulnerable al entorno y dependiente de éste (Novoa Santos 1908: Cap. III). Con este planteamiento, Novoa invertía los términos de la argumentación del científico italiano Lombroso para llegar a la misma conclusión. Para Lombroso las mujeres estaban constituidas por una sensibilidad ruda y vulgar, estandarizada y similar a la de los animales; en cambio, el hombre era más sutil en sus percepciones sensitivas, rasgos indiscutibles de su superioridad evolutiva y de su adaptación, cada vez mejor, al medio que lo rodeaba. Esta discrepancia revela cómo se reformulaban las tesis, y cómo se usaban datos contrapuestos para fundamentar la inferioridad de las mujeres. En definitiva, las cualidades físicas se redefinían de acuerdo a criterios interesados acerca de aquéllas7. En este contexto se trajo a colación la relación entre la función sexual y la actividad cerebral. El aparato genital representaba una función primordial (y determinista) en el organismo femenino. De hecho, su naturaleza estaba encaminada a la concepción y a la reproducción de la especie. Médicos y evolucionistas coincidían en afirmar que la energía femenina tenía como objetivo la reproducción y crianza del debido número de niños sanos: “Spencer consideraba que si las mujeres desarrollaban cualidades mentales superiores provocarían la desaparición de la sociedad; en cuanto dejasen de emplear toda su energía en la que es su función natural (la procreación), la especie se resentiría, degeneraría y perdería parte de sus más altos logros evolutivos” (Gómez Rodríguez 2004: 56). Esta función básica de la mujer disminuiría si sus esfuerzos se orientaban a la educación o al trabajo, y no a su destino biológico-natural, como señalaban una y otra vez los evolucionistas y sus seguidores españoles. Novoa Santos ponía el ejemplo de una mujer joven que estudiaba y que perdió el flujo periódico a consecuencia de ello; bastó con quitarle sus libros y novelas para que se

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En este punto la endocrinología y la bioquímica, además de la influencia de las teorías evolucionistas, dieron lugar a mayores cotas de inferioridad. El estudio del tiroides y de los principios arsenicales, justificó la idea de que el organismo humano tenía una cantidad limitada de energía, que en la mujer se emplea en los procesos menstruales y de reproducción, mientras que en el hombre influían en la actividad cerebral, remarcando la diferencia de la teoría de las dos esferas, público/ privado, tal como la conocemos hoy día.

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restableciera el ciclo menstrual. La mujer, concluye Novoa, no es para el estudio, porque su descendencia será pobre, física y psíquicamente (Novoa Santos1908: 173). Este hecho se explicaba a partir de la teoría del antagonismo cerebro-sexo. Este antagonismo estribaría en la glándula del tiroides y, específicamente, en el compuesto arsenical que produce esta glándula. Según Novoa, este principio químico circulaba por el organismo nutriendo principalmente al cerebro y al aparato reproductor de forma ambivalente, es decir, cuando nutría a uno, el otro quedaba empobrecido, llegando incluso a atrofiarse, de ahí que Novoa afirmara: “existe como una especie de compensación entre el desarrollo de las funciones cerebrales y el de las funciones sexuales, y que todo lo que se hace a favor de uno de ambos factores, es en detrimento del otro” (Novoa Santos 1908: 112). Este tipo de supuestos y teorías hacía confiar al autor en que el desarrollo de la química fisiológica, aún en fase inicial en esos momentos, ofrecería argumentos indiscutibles para sentar y probar las diferencias entre los sexos. Siguiendo los trabajos de P. J. Moebius, el catedrático de patología general y autor famoso del libro La inferioridad mental de la mujer, publicado en 19008, y las tesis de los evolucionistas, Novoa Santos también sentenció que la pobreza mental de la mujer no era sólo un hecho real, sino necesario: “la pobre mentalidad de la mujer es un hecho psico-fisiológico dependiente de la función perpetuadora de la especie” (Novoa Santos 1908: 114). Novoa encontraba un buen ejemplo de su tesis en las diferencias anatómicas entre las mujeres del campo y las mujeres de la ciudad. Las primeras tenían unas mamas más desarrolladas, en comparación con las mujeres de la ciudad. Esto se debía a que la mujer de ciudad, sobre todo de clase media, consagraba su juventud al estudio, favoreciendo su desarrollo cerebral en detrimento de su aparato genital. En esto coincide con Moebius, quien afirmaba que la difusión de la cultura estaba en relación 8

Como señala la traductora de esta obra, Franca Ongaro Basaglia, en la introducción ( XII-XIII), la obra hay que situarla en el contexto social y político en el que se desarrolla el trabajo de Moebius: a partir de la segunda mitad del siglo XIX las mujeres entran masivamente en el mercado de trabajo; más explotadas que los hombres, comienzan a luchar por la igualdad salarial, el acceso a la instrucción y por el sufragio: la conquista de los derechos negados. Stuart Mill, las sufragistas, las luchas de obreras, las ligas de braceras, voces femeninas diversas incitan a la lucha y a la conquista de los propios derechos. Una nueva conciencia política se está formando entre las mujeres. En este contexto se insertan las voces de Moebius y Lombroso para oponerse a la insubordinación de la mujer (Moebius 1900).

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con el decrecimiento de la fecundidad, y admitía el antagonismo entre la función cerebral y sexual estableciendo que “el mayor vuelo de cualquiera de ellas se hace en detrimento de la actividad de la otra” (Novoa Santos 1908: 114). Por tanto, tanto Moebius como Novoa Santos concluyen que el fin natural de la mujer es perpetuar la especie dada su condición biológica. Los evolucionistas coincidían claramente en estas tesis y abordaron el denominado problema de la mujer desde la teoría de la recapitulación, según la cual la ontogénesis recapitula la filogénesis, es decir, cada individuo en su crecimiento y desarrollo pasaría por las diferentes etapas por las que había evolucionada la especie. O dicho de otra forma, cada organismo individual reproduciría durante su vida la historia de su especie. Esta teoría tuvo nefastas consecuencias en las argumentaciones acerca de la inferioridad evolutiva de las mujeres, ya que fueron presentadas desde la ontogenia como eternas niñas, y desde la filogenia como el eslabón anterior al desarrollo del hombre blanco. Las mujeres estaban para los evolucionistas más cerca de las civilizaciones anteriores que de la propia. Los conceptos de atavismo y degeneración fueron asociados a la inferioridad femenina. El psiquiatra francés Moret (cit. en Aresti 2001: 56 y ss) postuló que la naturaleza podía fallar en su hacer y reproducción de la historia de la especie, generando individuos no acordes con su tiempo, esto es, desfasados, correspondientes a momentos históricos diferentes. La naturaleza, pues, también se podía equivocar, dando lugar a seres atávicos o degenerados, como era claramente el caso de las mujeres. La escala evolutiva mostraba y daba cuenta del avance hacia formas superiores: las mujeres llegaban a un techo evolutivo, eran más genéricas y, por tanto, estaban emparentadas con escalafones evolutivos inferiores, antepasados, otras razas menos desarrolladas eincluso los primates9. Las mujeres que no cumplían con las expectativas científicas eran tachadas de degeneradas o atávicas. Y teniendo en cuenta que la naturaleza es un amo inflexible que castiga con penas duras a sus infractores, las mujeres que renegaban de su destino se masculinizaban y

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La teoría de la recapitulación se inicia con la teoría de la evolución de Darwin, aunque es mayormente desarrollada por E. Haeckel. Asimismo los términos de atavismo y degeneración se incorporaron a estos postulados gracias al psiquiatra B. Moret. Para un desarrollo pormenorizado de esta cuestión véase, (Gómez Rodríguez 2004) y Gómez Rodríguez, Amparo (2003: 28-46).

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degeneraban. En consecuencia, como sentenciaba Roberto Novoa: “la originalidad, siempre morbosa, de la hembra, supone una desventaja, en tanto que ella es la encargada de nutrir al nuevo ser. La originalidad femenina perjudica la conservación, la belleza y el vigor de la especie” (Novoa Santos 1908: 120). En todos estos estudios el modus operandi de la ciencia decimonónica se basó en tres aspectos: a) toda hipótesis acerca de la inferioridad se fundamentaba en una estimable base empírica; b) existía una enorme variabilidad de ideas científicas que podían usarse para justificar argumentos totalmente opuestos, y c) las evidencias cotidianas se convirtieron también en recursos que se sumaban a la autoridad de la ciencia para justificar la indigencia mental y física de las mujeres 10. Tres son las causas señaladas por Nerea Aresti (2001: 35) para justificar el viraje que se produjo hacia posiciones más conservadoras y tajantes en el contexto de implosión científica: en primer lugar, los prejuicios sexistas de los científicos; en un segundo plano, los temores masculinos ante una desestabilización del orden sexual establecido y, finalmente, la lógica del discurso positivista y la importancia otorgada al avance científico y a la ciencia. La ciencia, como recurso ideológico, ayudó a configurar un panorama negro para las mujeres de la época. El filtro misógino-cientifista depuró el ideal de mujer por medio de una óptica sexista que reformuló en un lenguaje científico meros prejuicios sexistas. Ello constituyó un núcleo duro, difícil de rebatir, aún a pesar de los esfuerzos de varios y varias intelectuales del momento.

3. La respuesta feminista

Algunas autoras españolas ofrecieron respuestas a la concepción de la mujer como ser atávico, desviado, incompleto, determinado biológicamente y, en 10

A modo de ejemplo, el albinismo se consideraba una tara, signo de flaqueza femenina, ya que las diferencias cromáticas expresaban el poder y perfeccionamiento masculino (cit. en Aresti 2001: 56).

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consecuencia, evolutivamente inferior. Aunque en España las reacciones contra la fundamentación cientifista de la inferioridad femenina no fueron abundantes, cabe destacar las respuestas de intelectuales que desarrollaban un pensamiento igualitario y un incipiente pensamiento feminista, como Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal 11. La primera realizó una crítica del evolucionismo, mientras que la segunda se centró en contrarrestar y mostrar las inconsistencias de las teorías fisiológicas sobre la inferioridad de la mujer. En su ensayo “Reflexiones científicas contra el darwinismo”, publicado en 1877, Pardo Bazán planteaba críticas al arraigado pensamiento evolucionista o transformista que incide de forma directa sobre la concepción de la mujer, especialmente a las posiciones de Spencer, cuyo sello lamarkiano era evidente. Su crítica se basaba en rechazar la teoría de la evolución desde planteamientos católicos. Así, Pardo Bazán rechazaba la idea evolucionista de que la especie humana evoluciona desde formas inferiores hacia formas superiores, y en esa evolución los humanos se diferencian en sus funciones y actuaciones, dando lugar a individuos más evolucionados, lo cual conforma la escala evolutiva basada en la selección natural del más fuerte y apto. Pardo Bazán no compartía la equiparación del hombre a las demás especies animales, puesto que el hombre “ya se cubra con la librea de la civilización, ya pinte en sus desnudas carnes los jeroglíficos del salvaje, es siempre un ser aparte de todos los demás seres” (Pardo Bazán 1973: 552)12. No compartía pues, la autora, la idea de un antepasado común para el surgimiento de los antropoides: para ella, el hombre no se asemejaba en nada a los 11

Emilia Pardo Bazán (1851-1921), prolífica escritora y novelista gallega, precursora en las reivindicaciones por la igualdad de los sexos, fue la encargada de introducir el naturalismo en España. Además, fue la primera mujer que llegó a la dirección del Ateneo de Madrid en 1906 y, diez años después, la primera en ocupar una cátedra de literaturas neolatinas en la Universidad Central de Madrid, con la que no tuvo mucho éxito entre sus estudiantes, educados en una cultura androcéntrica e incapaz de contemplar a una mujer como docente. Asimismo, fue rechazada su candidatura para formar parte de la Real Academia de la Lengua en tres ocasiones. A Concepción Arenal (1820-1893) se la puede considerar la voz que clama en el desierto, al igual que el título de una de sus obras. Heterodoxa e inagotable ensayista, su pensamiento se orientó a una finalidad clara en lo que a la libertad de la mujer respecta, teorizó y reivindicó para la mujer la necesidad de participar en la educación e instrucción que le permitiera el acceso a un trabajo lucrativo, y le facilitara ser autosuficiente, demandando también la igualdad jurídica, social, salarial y educativa, porque, según sus palabras: “[…] si la mujer tiene deberes que cumplir, derechos que reclamar, benevolencia que ejercer, nos parece que entre su educación y la del hombre no debe haber diferencias” (Arenal 1974: 62). Véase a este respecto, para más información: Cabrera Bosch (2007), Díaz Marcos (2012) y Lacalzada de Mateo (1994). 12 La primera edición de este artículo data de 1877.

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animales superiores. No existiría, por tanto, un antepasado común e intermedio entre el hombre y los monos superiores. De hecho, según Pardo Bazán, no se habrían encontrado vestigios de este antepasado común, ni ningún tipo de rastro: “Con añadir que en todo el globo no se encuentra rastro, despojo o indicio de este ser, no menos soñado que el hipogrifo, el centauro y la quimera, sobrará cualquier comentario” (Pardo Bazán 1973: 558). Para Pardo Bazán, el evolucionismo era un conjunto de hipótesis y sistemas dependientes de cada pensador que se creía darwinista, con unas enormes pretensiones de explicarlo todo: “La gravitación no dejó nunca los dominios de la física para entrarse por los de la metafísica; el darwinismo, más ambicioso, todo lo invade y pretende explicarlo todo” (Pardo Bazán 1973: 538). Pardo Bazán se oponía al supuesto del darwinismo social tan apreciado por Spencer (de naturaleza malthusiana), que aseguraba la conservación del individuo más fuerte y mejor, descartando al más débil, y pretendía rebatirlo desde la afirmación constatable de que, aún a pesar de darse una selección continua, los resultados no revelaban que se perpetuase lo mejor, sino más bien lo que se puede. Argüía, en este sentido, el ejemplo de los pequeños organismos que subsisten en condiciones y espacios inaccesibles para los organismos superiores y destacaba cómo estos organismos más evolucionados tienen unas condiciones menos favorecedoras: enfermedades varias, fecundidad escasa, difícil alumbramiento, etc. Asimismo, la ayuda de la selección artificial a manos del hombre tampoco ayudaría a solventar sus vicisitudes: “puede el hombre llevar ventaja en su lucha contra los grandes carniceros y hacer, por medio de la domesticidad, que una especie selvática y feroz, como el perro, llegue a ser su más fiel aliado; pero su destreza es inútil para eliminar o modificar seres más ínfimos” (Pardo Bazán 1973: 547). De esta manera, Pardo Bazán incidía en la contradicción de que si la evolución tendía a lo mejor, y lo mejor era el hombre y su inteligencia, ¿cómo era entonces posible que continuasen existiendo aquellos parásitos y especies inferiores que entorpecían el perfeccionamiento incesante del ser más evolucionado?: “Enfadosos parásitos se albergan en el cuerpo humano; voraces larvas devoran los frutos que el hombre cultiva; la triquina roe nuestras vísceras; la filoxera

devasta

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nuestras

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cosechas, y a pesar de muchas e inteligentes precauciones, no acabamos con estos liliputienses enemigos” (Pardo Bazán 1973: 546-547). La selección artificial, al igual que la natural, por tanto, sería tan poderosa para suprimir organismos superiores como impotente para erradicar los de menor cuantía que frenaban la escala evolutiva. La continuidad y el perfeccionamiento se repelerían desde la visión de Pardo Bazán: “la marcha de la naturaleza se asemeja a la labor de Penélope o al castigo de Sísifo” (Pardo Bazán 1973: 548). La teoría evolucionista, según la autora, hacía de su interés e imaginación fuente de hechos supuestamente constatables y “conforme a las consecuencias que necesitaba sacar el darwinismo” (Pardo Bazán 1973: 552). Así pues, si la herencia era una aliada del progreso, perpetuando lo mejor, no se entendía, según Pardo Bazán, cómo se perpetuaban y heredaban en muchas ocasiones predisposiciones molestas que no ayudaban al perfeccionamiento. En este sentido, ponía el ejemplo de la ceguera o de las enfermedades del hígado, que, a pesar de la evolución, continuaban perpetuándose entre generaciones. La adaptación al medio también era puesta en entredicho desde el propio postulado del progreso. Para nuestra pensadora la facultad de ponerse en armonía con el medio no era síntoma de progreso, sino más bien de conservación y estabilidad, porque lo que hacía era equilibrar las condiciones de los organismos con el medio exterior. Esto podía ser considerado un progreso relativo, ya que si las condiciones externas cambiasen, la adaptación previa del organismo sería perjudicial. Más que progreso, Pardo Bazán entendía por “adaptación al medio” la sujeción a la necesidad y la lidia con las circunstancias. Y, por todo ello, consideraba que: “la adaptación, lejos de modificar para perfeccionar, sólo modifica para conservar: conclusión bien diversa de la que sostiene el transformismo” (Pardo Bazán 1973: 552). En esta misma línea, la ley biogenética,13 que gozó de gran popularidad e importancia en las esferas científicas, también recibió comentarios de la condesa. A grandes rasgos, puede resumirse esta ley en la idea, antes señalada, de que la ontogenia recapitula la filogenia, es decir, cada individuo repite en su historia particular la historia de la 13

Tesis desarrollada por Haeckel en 1866. De gran éxito en su momento, y de la que cabe resaltar la idea de que la naturaleza de la mujer era menos específica y más uniforme, la ontogénesis mostraba que las mujeres estaban más cerca de los antepasados de la especie –primates–, mientras que en la filogénesis, tanto mujeres como salvajes ocupaban el rol del niño. Eran ejemplo de las etapas previas al desarrollo que alcanza el hombre blanco.

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evolución de su especie. Para Pardo Bazán, esta formulación de Haeckel no tenía apoyo científico claro y distinto, era más bien una presunción aventurada que explicaba lo conocido por lo ignorado sin que existiesen pruebas empíricas en la naturaleza que corroborasen las tesis de una evolución filogenética. Estos postulados eran expuestos por Pardo Bazán como saltos y libertades en las deducciones, lo que suponía un proceder funesto para el desarrollo de la ciencia (Pardo Bazán 1973: 554). Con este escrito nuestra autora manifestaba su rechazo a los supuestos ad hoc que los hombres de ciencia presentaban, sobre todo en el caso del darwinismo y las tesis de Haeckel. En este sentido, afirmaba que no hay reproche más grave para una teoría científica, que se pretende rigurosamente experimental, que aquel que señala que mantiene supuestos gratuitos prescindiendo de los hechos y desatendiendo el propio método positivo, como ocurría en el caso del evolucionismo. Como se puede observar tras el acercamiento a los postulados de esta autora, no está haciendo una crítica únicamente desde su sentir cristiano, sino también como mujer intelectual que se encontraba al corriente de los desarrollos y teorías científicas del momento. Finalmente, merece destacarse de este ensayo la postura antirracista de la autora. Si el transformismo equiparaba a la mujer a los pueblos bárbaros y menos desarrollados, todo ello era producto de la visión que de sí mismos tenían los hombres de ciencia, los cuales, “debemos recordar (…) suelen tomarse a sí por tipo superior, y declarar inferiores las que del suyo apartan” (Pardo Bazán 1973: 561). La segunda autora que analizamos en este apartado, Concepción Arenal, fue una pensadora y escritora muy prolífica que mantuvo ideas modernas y progresistas respecto a la educación de ambos sexos. Arenal afirmaba que la educación era la mejor arma para combatir las desigualdades sociales del pobre, del obrero, de la mujer y de los presos. Su pensamiento, profundamente reformista, resulta difícil de encasillar políticamente, quizá por la variedad de los temas que trató, así como por el escaso perfil político que presentaba. Sea como fuere, su pensamiento ecléctico se orientaba a una finalidad clara en lo que a la libertad de la mujer se refiere: teorizó y reivindicó para la mujer la participación en la educación e instrucción que le permitiera el acceso a un trabajo lucrativo y le facilitara ser autosuficiente. Demandó también la igualdad

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jurídica, social, salarial y educativa porque, según sus palabras: “ […] si la mujer tiene deberes que cumplir, derechos que reclamar, benevolencia que ejercer, nos parece que entre su educación y la del hombre no debe haber diferencias” (Arenal 1974: 62)14. Asimismo, cabe destacar que Arenal fue una ferviente católica, lo cual no la frenó a la hora de criticar la pasividad y contemplación que se reservaba a la mujer en las Sagradas Escrituras, y también desde el clero de la Iglesia. De hecho, se la considera una heterodoxa dentro de la tradición católica española, aunque paradójicamente fue propuesta por el padre Julio Alarcón y Meléndez como la mejor representante de un feminismo aceptable y, por ende, católico, que luchaba contra los feminismos sin Dios que pretendían instaurar los krausistas como Fernando de Castro (Alarcón y Meléndez, 1908: 35). Arenal fue también una ferviente defensora de la igualdad fisiológica, física y mental de la mujer frente a las ideas positivistas y las teorías evolucionistas que se fueron introduciendo con virulencia en el contexto español, como se ha comentado. El ordensexual impuesto erapartidario de la dicotomía hombre/mujer, reforzándose con la idea de que la mujer era diferente al hombre y esta diferencia la hacía inferior debido a su destino natural de madre de la especie. El progreso científico no traía aparejado un desarrollo social; era conservador en cuanto a la organización de los sexos, perpetuaba la tradicional y arraigada concepción de la mujer como ángel del hogar. Por todo ello, Arenal sentenciaba: “Es tal la fuerza de la costumbre, que saludamos todas estas injusticias con el nombre de derecho” (Arenal 1974: 105). En el caso concreto de la respuesta a la antropología física, y más concretamente centrándose en la fisiología, Arenal realizaba una crítica directa y concreta, mostrando las contradicciones de la teoría de J. F. Gall, en su escrito “Inferioridad de la mujer, cuestión fisiológica”, publicado en 1861 (Arenal 1974: 106).

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Concepción Arenal presentó el texto. La emancipación de la mujer en España en el Congreso Pedagógico de 1892, Sección 5ª. Para un desarrollo de esta cuestión, véase: Capel (1986) y Durán y Capel (1986). Esta obra de Arenal, póstumamente compilada, y a la que se hace referencia en este trabajo, presenta varios escritos de diferentes épocas.

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J. F. Gall instauró el estudio de las bases materiales del cráneo para, a partir de ellas, saltar a los rasgos psicológicos de los individuos. El cerebro era el órgano de la mente compuesto por diferentes facultades. El tamaño del cerebro de la mujer era inferior al del hombre, y desde aquí se daba un salto cualitativo respecto a las funciones intelectuales de éstas. Según Gall, “El cerebro de la mujer está generalmente menos desarrollado en su parte anterior-superior, y por eso, por lo común, las mujeres tienen la frente más estrecha y menos elevada que los hombres” (Arenal 1974: 107). Asimismo, este fisiólogo sentenciaba que las mujeres tenían una irritabilidad superior a la del hombre, eran más sensibles a la información derivada de los sentidos, y su sistema nervioso era más activo. Hasta este punto, el discurso es muy similar a los tópicos científicos del momento, pero Gall argumenta además a favor del ejercicio como requisito indispensable para poder combinar ideas, objetos, y desarrollar así el pensamiento perfecto del hombre. En este sentido, apelaba al volumen relativo de la masa cerebral, entrando en contradicción consigo mismo. Como señala Arenal, Gall defendía la importancia, no del volumen absoluto del cerebro (cuestión que sí era importante en el estudio de las mujeres), sino la importancia del volumen relativo, dado que si lo que importaba era el tamaño real del cerebro, “el elefante y muchos otros cetáceos serían más inteligentes que el hombre” (Arenal 1974: 110). Arenal señalaba certeramente la contradicción

en que incurría Gall, pues si la mujer era menos

inteligente que el hombre por tener un cerebro menos voluminoso, no resultaba lógico que para hablar de la inteligencia del varón sí se tuviera en cuenta el volumen relativo de la masa cerebral. En este sentido, resulta especialmente atinado el comentario de Arenal sobre la calidad de la masa cerebral y no a la cantidad: “Apreciando, pues, como se debe, el volumen de la cabeza de la mujer, no de una manera absoluta, sino relativa, ¿resultará menor que la del hombre? Si su cuerpo es menor, ¿no ha de serlo la masa cerebral? (Arenal 1974: 110).

La irritabilidad, como se indicó, se atribuyó a la mujer como característica principal de su activo sistema nervioso, y por tanto, característica también de su inferioridad. En este punto, Arenal volvía a poner de relieve otra aporía del fisiólogo

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Gall. El cerebro necesitaría de la energía de sus funciones para combinar ideas y para llevar a cabo su ejercicio. Según el propio Gall, “La energía de las funciones (del cerebro) no depende solamente del tamaño de los órganos, sino también de su irritabilidad” (Arenal 1974: 108). Por ello, Arenal nuevamente se preguntaba si tal irritabilidad del sistema nervioso de las mujeres no sería sintomática de una actividad cerebral similar a la del hombre, aún a pesar de poseer un cerebro más pequeño. O, dicho de otra manera, si se presuponía que el sistema nervioso femenino era más irritable, ello indicaría que tenía más actividad y, por tanto, “¿no podría hacer el mismo trabajo intelectual (la mujer) con menor volumen?” (Arenal 1974: 109). Por todo ello, Arenal defendía que la diferencia entre mujeres y hombres no era natural, no era orgánica, como querían demostrar científicamente los fisiólogos, antropólogos físicos y frenólogos. Las diferencias intelectivas entre hombres y mujeres no serían diferentes entre las personas que vivían en el campo, ni en aquellos que tenían una educación similar o simplemente carecían de ella; al igual sucedía con los niños y las niñas, que, sin nociones de aritmética, no sabrían contar los unos mejor que las otras. La única diferencia existente entre los sexos era la relativa a la educación, “en la mayor parte de las facultades la mujer es igual al hombre, la diferencia intelectual sólo empieza donde empieza la de la educación” (Arenal 1974: 110). Las consideraciones y argumentaciones de Concepción Arenal, al igual que las de Pardo Bazán, son sintomáticas de una época marcada por el cientifismo que asfixiaba cualquier intento de contradecir lo que desde la ciencia se afirmaba. Los y las intelectuales del momento, partidarios de la ciencia y del progreso, a la vez que defendían la igualdad educativa y social entre hombres y mujeres, se encontraron en una difícil situación que a su vez activó la crítica y la argumentación en contra del reduccionismo biológico.

4. A modo de epílogo: ¿Una cierta resignación? El pensamiento feminista en sus diversas vertientes tuvo que hacer frente a los retos planteados por las verdades científicas, que avanzaban con gran autoridad

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haciendo tambalear el pensamiento igualitarista. La acción combinada del moderno determinismo biológico y los prejuicios anti-femeninos tradicionales, consolidaron una situación comprometida para las pensadoras que apoyaban la causa feminista. En definitiva, la exclusión de las mujeres del terreno científico, y su valoración como ser humano inferior fue intrínseco al proyecto cientificista desde sus inicios. La resistencia a compartir el status de ser racional se ha de interpretar en el marco de las relaciones de género, que como se ha venido diciendo, mantuvo el status quo sexual. La fuerza de los principios, las contra argumentaciones y la demanda de coherencia en las tesis postuladas por parte de las feministas citadas, no constituyeron pruebas de peso para aplacar la impronta positivista. El contexto socio-cultural del momento, marcado férreamente por esta ideología, frenó las pocas voces disidentes. Concepción Arenal constituye un ejemplo de la dificultad de escapar a la presión de tan asfixiante contexto. En 1881, justo dos décadas después de rebatir las tesis fisiológicas de Gall sobre la inferioridad mental de la mujer, concedía que:

(…) no albergamos hoy aquel íntimo convencimiento en la igualdad de la inteligencia de los dos sexos manifestado en La mujer del porvenir. Nuevos hechos observados y una reflexión más detenida nos han inspirado dudas que sinceramente exponemos: la infalibilidad no es cosa que razonablemente nadie deba conceder a otro ni reclamar para sí. (Arenal 1974: 269)

De hecho, ante las irrebatibles verdades de la ciencia, Arenal parecía renunciar a sus aspiraciones de igualdad a favor de alguna forma de reconocimiento:

¿Será la mujer más espontánea y menos reflexiva, adivinará más y observará menos; su acción será más extensa y menos intensa, más perseverante y menos fogosa, con más facultades receptivas y menos poder creador, y tendrá, en fin, una inteligencia que, todo bien apreciado, sea equivalente, pero no igual a la del hombre? (Arenal 1974: 269)

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Carmen de Burgos, Colombine15, constituye otro ejemplo de la contradicción en que se movían las feministas del momento. Tras traducir al castellano y prologar la obra de Moebius, adoptaba una actitud resignada ante las tesis inferiorizantes que el libro defendía (Moebius 1900). Resultaba muy difícil para una mujer progresista oponerse a la ciencia, incluso a costa de la subvaloración personal. El positivismo y el evolucionismo dibujaban un panorama oscuro para las mujeres. La ciencia se erigió como instancia privilegiada para diferenciar lo verdadero de lo falso, también respecto a la superioridad masculina e inferioridad femenina. La ciencia marcó una fractura irreconciliable entre los géneros. La mujer era un individuo de segundo orden que debía ser guiada por la inteligencia y vigor masculinos. Los partidarios de la igualdad no abrieron fisuras en estas ideas con sus críticas, por lo que las pensadoras feministas no constituyeron un rival de interés para los planteamientos cientifistas.

Así pues, la emancipación del pensamiento religioso que suponía la

ciencia, indicio de modernidad, no incluyó a las mujeres, cuya naturaleza las supeditaba a la superioridad masculina. Las ideas feministas y sus propuestas de cambio para las mujeres no cristalizaron hasta muy tardíamente, con la Segunda República, varias décadas después del periodo en el que se centra este artículo.

5. Referencias bibliográfícas

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Carmen de Burgos Seguí (1867-1932), periodista, traductora, escritora y primera mujer española en ser corresponsal de guerra (Marruecos, 1909), de orientación feminista y republicana, abogó por el papel cultural y social de las mujeres. Fue maestra de Primera Enseñanza desde junio de 1895, luego maestra de Primera Enseñanza Superior desde 1898, y en 1901 obtuvo, por oposición, plaza en la Escuela Normal de Guadalajara, y, finalmente en 1911, en la Normal de Madrid. Publicó y escribió numerosos artículos, libros y novelas, y además colaboró en varios periódicos como El País y ABC; además de ser redactora en El Heraldo de Madrid y en el Nuevo Mundo de Madrid. Para una aproximación véase, Castillo Martín (2003).

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EL LIDERAZGO POLÍTICO FEMENINO: LA DIFICULTAD DE UNA EXPLICACIÓN1 Paloma Román Marugán y Jaime Ferri Durá2

Resumen: El incremento de mujeres en los puestos de liderazgo político en las democracias contemporáneas lleva a un replanteamiento de los diferentes enfoques y categorías de análisis que explican el fenómeno. En el caso del liderazgo femenino, se trata de un problema especialmente relevante, sobre todo en el espacio de la política, ya que su análisis específico es un terreno prácticamente ignoto. Este trabajo explóralos marcos teóricos del liderazgo y de género para ver la dificultad de los modelos utilizados en el análisis del fenómeno. No sólo explora la presencia y ausencia delos paradigmas tradicionales, sino también prueba con los modelos explicativos de otras culturas alternativas y del mundo del desarrollo. Palabras clave: Liderazgo, Mujeres, Sistemas Políticos, Género. Title in English: Female Political Leadership: Explanatory Difficulties Abstract: The increasing number of women in leadership roles in contemporary democracies demands reconsideration of the different analytical approaches and categories previously used to explain the development. The issue is especially relevant for political leadership as the analysis of female political leadership is at an embryonic stage. This paper aims to explore theoretical frameworks of leadership and gender, and to reveal both the lack and limitations of existing models for study of the phenomenon. The examination will include analysis of nonWestern leadership examples. Key Words: Leadership, Women, Political Systems, Gender.

1. Introducción La presencia de mujeres en el escenario político ha ido creciendo en los últimos años, en los regímenes democráticos con mayor pujanza e intensidad; e incluso se asiste a un incremento, más tímido, en los sistemas no democráticos. Bien sea, porque hay que dar su lugar a la mitad de la población de un país para respetar un índice de 1

Fecha recepción: 30/08/2013 Fecha de aceptación: 07/11/2013 Profesores Titulares de Universidad, Departamento de Ciencia Política y de la Administración II, Universidad Complutense de Madrid, España;  romanmarugan@cps.ucm.es y ferri@cps.ucm.es. 2

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representación apropiado, o bien por mantener una retórica acompañada de mínimas acciones que sirvan para dar un toque de modernidad y de cumplimiento de estándares, que faciliten los marchamos democráticos de determinados sistemas políticos. El caso es que este aumento de la presencia y una mayor visibilidad de las mujeres, en el ámbito político, sigue siendo escaso en términos cuantitativos en relación con la proporción de habitantes, por cada uno de los sexos; y además cualitativamente también resulta insuficiente porque la presencia de mujeres, en los puestos de poder, se circunscribe primordialmente en el campo de la política deliberativa, cuyo lugar por excelencia serían los parlamentos, mientras que en el terreno ejecutivo y decisional, aún son muy pocas. Tanto es así que, ese número reducidísimo de casos, nos lleva a dos afirmaciones básicas de este trabajo; una, que se trata siempre de excepciones, y dos, que por tanto se ha de trabajar con un número tan pequeño de casos (n pequeño) 3, que resulta imposible trabajar con metodologías estadísticas, y casi resta únicamente acudir al método comparado, y por supuesto al inefable estudio de caso. Cuando se trata, como se sabe, de algo más de la mitad de la población mundial; si en la actualidad somos más de 7. 000 millones de personas4, lo que significa que son mujeres en torno a 3. 600 millones y que de acuerdo con lo que se sostiene, cuando tienen que ser estudiadas en relación con el poder político, se ha de atender a casos particulares, o como mucho, ver su situación en unos u otros lugares. No se puede observar por ejemplo el número de mujeres al frente de gobiernos, porque es irrelevante; sólo se pueden citar algunas excepciones en una y otra parte. De todos modos, la tesis fundamental de este trabajo se centra sobre todo en un problema teórico de difícil resolución. En síntesis, cuando nos enfrentamos a la explicación del liderazgo femenino, topamos con un inconveniente previo, de gran calado metodológico: la construcción de un marco teórico apropiado (Sabino 1996: 6790) que nos guíe adecuadamente en nuestra investigación. La mayoría de los marcos explicativos del liderazgo político en particular, y el liderazgo en general, se construyen 3

El problema habitual de la política comparada: su dificultad por trabajar con un reducido número de casos, n pequeño. Véase Laiz y Román (2003: 5). 4 De acuerdo con las estimaciones realizadas por los más reconocidos contadores, como http: //www. census. gov/main/www/popclock. html o http: //populationmatters. org/, visitadas el 20 de mayo de 2012.

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pensando en los modelos masculinos, como si se tratase de una trayectoria propia de una identificación de género. Por eso, esta cuestión también aparece como uno de los ingredientes fundamentales de toda esta problemática. El hecho de que tradicionalmente se asocien los rasgos socialmente aceptados como propios de un líder a las cualidades habituales de la construcción social de la masculinidad, complican e inundan este concepto, de forma y manera, que empezamos sosteniendo la tesis de la imposibilidad de acudir a un diseño; no por supuesto femenino, sino neutral del liderazgo político, que resulte válido para explicar los pocos casos que la realidad nos brinda sobre este fenómeno. Sin embargo, en términos concretos, es esencial que haya más mujeres en la política porque, cuando son pocas, se tiende a verlas como “mujeres” y les cuesta mucho que se reconozcan sus derechos y la valía de sus políticas. Y si tienen éxito, se ironiza con que parecen hombres. Si no tienen éxito, se achaca a que son mujeres y se las neutraliza políticamente, lo que no suele ocurrir con los hombres que se dedican a la política. Sumamente interesante en esta primera aproximación es el trabajo de D‟Adamo, García Beaudoux, Ferrari y Slavinsky (2008) en el que plantean el peso de los estereotipos que penden sobre las mujeres candidatas a puestos políticos de gran relevancia política–concretamente abordan la cuestión de las mujeres candidatas a las elecciones presidenciales en Argentina-. Estos autores enfatizan el papel de los estereotipos y sus dimensiones tanto la descriptiva como la prescriptiva, valorando la especial exageración que se produce de este fenómeno en la política: las mujeres se enfrentan a muchos más problemas de imagen que los candidatos hombres, ya que aparecen como políticamente inexpertas, carentes de conocimiento, débiles de carácter y faltas de autonomía5.

5

En este punto, se recuerda también el trabajo de Uriarte y Ruiz (1999: 207- 232) donde analizando elites deliberativas –no ejecutivas- plantean también esa diferente óptica de apreciación sobre el trabajo de hombres y mujeres en política, cuando señalan que el liderazgo de las mujeres es más interactivo, participativo, menos agresivo y más integrador con respecto a sus subordinados.

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2. El liderazgo político

Este trabajo versa como ya se ha especificado claramente sobre mujeres líderes. Dando por supuesto que no hay que explicar el sustantivo, sí está claro que se precisa trabajar con el adjetivo. Por tanto, se debe comenzar clarificando qué es el liderazgo político6. En primer lugar, hay que reconocer que se trata de uno de los conceptos fundamentales del análisis político, pero no tiene una definición rotunda e incontestada. Salvando como lógico, los enfoques que pueda haber, los detalles y los matices con los que se quiera afrontar el fenómeno, el tratamiento que se va a utilizar en este trabajo es el más propio del análisis político empírico. Por tanto, se trata de identificar una relación; el liderazgo es un fenómeno relacional. Plantea pues la existencia de dos partes: el líder y los seguidores, absolutamente imprescindibles para que se produzca el fenómeno, más el añadido que sin duda aportan nuevas visiones sobre el liderazgo (Nye 2010), pero que tampoco ha sido ignorado por las anteriores, como Tucker (1976): la importancia del contexto.

2. 1. El líder

Para comenzar con claridad, y siguiendo a Nye, ¿qué es un líder político?, o incluso mejor ¿qué hace un líder político? de acuerdo con su reflexión de que un líder no es tanto lo es que es, sino lo que hace. La respuesta es clara: el líder es aquel que ayuda a un grupo de personas a formular y a conseguir objetivos comunes. 6

Un ejemplo de síntesis en el abordaje de este complejo concepto se puede encontrar también en Delgado Fernández (2004). En el mencionado trabajo el autor deja patente las dificultades del concepto, trabaja fundamentalmente con la idea del liderazgo como un proceso, y recomienda (2004: 18) un enfoque propio y ecléctico especial para este fenómeno en el ámbito político. De todos modos, las principales sugerencias de Delgado se basan en el trabajo seminal de Antonio Natera Peral (2001).

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Idea clara que encierra una enorme dificultad porque entraña conceptos complejos y de difícil o distinta interpretación. El liderazgo político es la función directiva por excelencia; siguiendo la perspectiva funcionalista que fue hegemónica hace tiempo en ciencias sociales, pero que aún es válida desde una visión de eclecticismo clásico de enfoques en ciencia política, si bien todas las actividades sociales tienen sus élites rectoras (Keller 1974). La función estratégica que cumplen las elites políticas se debe a su función primordial en el sostenimiento de la sociedad; por tanto, se trata de aquellas personas capaces de diagnosticar, diseñar y llevar a cabo un proyecto colectivo de una sociedad dada. Las elites políticas llevan a cabo su función a través del control del poder político, entendido como el instrumento nuclear para hacer cumplir las decisiones que se toman para el arbitrio social y la puesta en práctica del proyecto diseñado. De ahí, la vinculación estrecha y, a veces, entendida como sinónima, entre liderazgo político y poder. Como en este trabajo no se entra en enfoques psicosociológicos, no se hará, pero es evidente que el atractivo del poder en sí mismo, como gran recurso, anima a determinadas personas a alcanzar puestos de decisión por sí mismo. Es ilustrativo recordar al sociólogo alemán Max Weber (2004: 156-157) cuando escribe:

Aunque el poder es el medio ineludible de la política o, más exactamente, precisamente porque lo es, y el ansia de poder es una de las fuerzas que la impulsan, no hay deformación más perniciosa de la fuerza política que el baladronear de poder como un advenedizo o complacerse vanidosamente en el sentimiento de poder puro en cuanto tal.

Por eso, no es de extrañar que se hable de los poderosos como aquellos que ejercen el liderazgo político, aunque también es verdad que no todos los poderosos son líderes políticos. Estos lo son en la medida en que el sistema les surte de privilegios y recursos para cumplir sus funciones, pero en términos relativos puede que no sean ni los únicos, ni los que tienen una mayor capacidad de influencia. Entre otras cosas, porque el

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liderazgo político, al menos de la cúspide es muy visible, y depende –en los sistemas democráticos- de los electores, con lo cual por mucho margen de maniobra que puedan tener en función el entramado institucional, o de la dinámica política del lugar, siempre hay un momento de la verdad: de rendición de cuentas, de la accountability, que les lleva a ser expuestos, criticados, recompensados o castigados; mientras que otros colectivos poderosos no están sujetos a una visibilidad, a una responsabilidad, y a una centralidad, tanto jurídico-política como mediática, que favorece la opacidad de sus decisiones. Pero no sólo se han estipulado las funciones del liderazgo político, a través de su anclaje en la dirección política, expresión en la que podemos englobar la definición de Nye antes expuesta. Muchos autores han hecho hincapié en los datos propios de la personalidad del líder, aun dentro de la concepción del liderazgo como una relación. Existe una de las tradiciones más rancias en la explicación del liderazgo, desde luego más anclada en el ámbito mitológico y literario más que politológico, como es el enfoque heroico. Se trata de aquella visión en que el líder es –fundamentalmente– un héroe épico, en general, de trayectoria militar y fraguado en numerosas batallas, caracterizado por llevar a cabo gestas cuyo resultado se premia más en alcanzar la gloria imperecedera y menos el bienestar de sus subordinados. Obra clásica de este enfoque sería el trabajo de Thomas Carlyle (1986). Si abordamos el plano de la filosofía política, se puede viajar en el tiempo, y a modo de citas eruditas, empezar con la contribución de Platón, y su visión idealista y moral del liderazgo a través del concepto del rey filósofo. Y como no recordar, en este punto, la conocidísima obra de Nicolás Maquiavelo, Il Principe, donde

el autor

florentino aconseja como debe actuar un gobernante que quiere serlo y continuar en el empeño. Esta obra clásica, no deja de ser un modelo o hito por muchísimas razones: una por ser un espejo para Lorenzo de Médicis, a través de la figura del Rey Fernando de Aragón; y luego hay que recordar asimismo el interés que tiene la versión glosada, nada más y nada menos, que por el propio Napoleón Bonaparte como alumno aventajado; y

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sin olvidar una última razón, y muy humana, como que Maquiavelo la escribe buscando la gracia del señor que le facilite la salida de prisión. No vamos a ir más allá en el recuerdo de retratos o perfiles de Príncipes que, por otro lado, fueron abundantes a lo largo de la historia; sobre todo porque corresponden a contextos no democráticos, donde el líder aparece en el vértice de la pirámide y emana órdenes

y

decisiones

de

arriba

abajo,

prácticamente,

sin

posibilidad

de

retroalimentación; salvo a través del magnicidio o tiranicidio, generalmente, vinculado a un recambio de la elite del poder. En el ámbito de la sociología política lo que sí resulta imprescindible, en este retrato teórico acerca del liderazgo, es la aportación de Max Weber. Su contribución impregna con una importante variedad de conceptos el complejo fenómeno del liderazgo. Dentro de su gran apartado genérico de la Sociología de la dominación, aparecen los tipos ideales de legitimidad; donde ésta se convierte en un concepto capital para explicar la obediencia que arranca del poder, pero sin resistencia; luego aquí hay un componente clave: la otra cara de la moneda del poder. Todo líder que se precie sueña con una base confortable de legitimidad que le permita que sus decisiones sean acatadas, rápidamente, y al menor coste posible. La combinación que en los casos reales tiene la legitimidad tradicional, la legal-racional y la carismática, ha supuesto una ayuda inestimable en la observación y el análisis de los liderazgos políticos, no sólo desde el punto de vista personal, sino también relacional, que como se ha dicho ya varias veces, es el que nos resulta más operativo y con mayor capacidad explicativa para nuestros objetivos. Aun así, también merece atención en esta breve construcción del perfil del líder, las cualidades y los defectos que un excelente observador como M. Weber nos proporciona. Seguimos insistiendo en que aunque se trate de cualidades personales resultan fundamentales para entender el liderazgo como una relación. Sin abordar todo su repertorio, el propio Weber en 1919 (2004) facilita en un texto relativamente menor como es su conferencia (luego pulida para su publicación): La política como vocación. Desde su dicotomía: se vive de la política o se vive para la política, planteando el

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problema de la remuneración y, en definitiva, el de la profesionalización que está hoy en día en el centro del debate. La transformación de la política como una empresa, y sus consecuencias, y la figura del político profesional y el funcionario de partido. La parcialidad, la lucha y la pasión diferencian al político del funcionario (sine ira et studio). La disciplina de partido como característica de un tipo gregario de política, la de los partidos, protagonistas por otra parte de la escena política del Estado. Las cualidades deseables en un político son pasión –al servicio de una causa-, sentido de la responsabilidad y mesura –guardando distancia–. Como defecto, y principal amenaza, Weber cita la vanidad. Y como no recordar dos citas claves más: La diferenciación y sus consecuencias entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad; y la importancia de la dignidad en la política, como no puede ser de otra manera, y en cualquier actividad que tenga la categoría de humana. Además del convincente final del texto, cuando proclama que aquel político, que tiene verdadera vocación, es quien a pesar de todas las dificultades de su misión, dice: sin embargo. Otras aportaciones en el ámbito del enfoque en la personalidad del líder, que podrían ser tomadas en consideración, son el de macho alfa, que identifica al líder como aquel a quien sigue la manada, con rasgos estereotipados muy masculinos, con la espectacularidad de las proezas físicas, y en continuo litigio con los aspirantes a destronarle.

2. 2. Los seguidores

El otro elemento necesario de la relación de liderazgo, como ya se apuntó, son los seguidores. Sin ellos no hay líder, por mucho empeño que tenga la potente vanidad humana. Tanto es así que, en este apartado, vamos a señalar dos conceptos fundamentales en la explicación del liderazgo, y uno de ellos, quizá sorprenda verlo en este epígrafe: el carisma; el otro, muy vinculado, el estado de necesidad. En el siguiente

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epígrafe, se trata un punto clave y muy relacionado con éste, la autonomía de los seguidores. La naturaleza relacional del liderazgo conlleva necesariamente la existencia de dos partes: el líder y los seguidores. La fe, la confianza, o bien, la parsimonia o la dejadez ante la ausencia de alternativas, o cualquiera otra razón que arrastre en pos de un líder lo hemos dado en llamar carisma. Este concepto es tan famoso en ciencia política como poco manejable. Su eufonía y su halo simbólico ejercen un efecto de brillo que acaba oscureciendo su semántica. ¿Qué es el carisma? No es fácil ni de responder, y mucho menos de operacionalizar este concepto. Ya en 1976, la publicación del trabajo clásico de R. Tucker sobre la cuestión, ayuda a poner en claro algunas de las cuestiones que nos interesan: a) el carácter –asimismo– relacional del carisma, es decir que se trata de una percepción, y b) la aparición de un líder carismático depende el estado de necesidad (de la angustia) de una sociedad, comunidad, colectivo o grupo de seguidores. Es lo que este autor denomina el peso de la desgracia. Basándonos en ellos, tomamos como referencia en este sentido, su definición de líder carismático: “es la persona en quien, por virtud de cualidades personales insólitas, parece encarnarse la promesa o esperanza de salvación” (Tucker 1976: 109). Luego aclara más que la percepción de dicho carisma puede ser situacional o puro, dependiendo ahí de un equilibrio entre la persona concreta y el momento de angustia colectiva.

2. 3. El contexto

Desde este punto, resulta sencillo enlazar con el tercero de los elementos señalados al principio en la disección de los elementos del liderazgo: el contexto. Así, se acaba de perfilar un marco, muy especial, el vinculado a la percepción de carisma; por tanto se trata de un contexto de crisis. Pero aunque el conflicto y la tensión sean consustanciales a la política, se pueden identificar otros marcos, que también resultan útiles en la explicación del liderazgo: trátese de los contextos institucionales, sociales,

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económicos, partidistas, internacionales, etc. que influyen tanto en la definición como en las funciones del liderazgo. Asimismo en este punto, hay que anotar cuestiones cruciales en el análisis político de hoy día, como es que los seguidores no son un “rebaño de ovejas obedientes” como pudiera parecer, como tópico, sino que existe una probada autonomía de los seguidores; y que su concurso es fundamental para el papel del líder, sobre todo en contextos democráticos, o en colectivos de ingreso libre como, por ejemplo, los partidos políticos7. Y otro dato más, de importancia, el poder del líder depende de los objetivos expresados (o consentidos) por los seguidores conforme a su cultura (Nye 2010: 43). Por tanto, la cultura política aparece como variable fundamental en el estudio y el análisis del liderazgo.

2. 4. Los estilos de liderazgo

Pero además de estos rasgos de la personalidad, y siguiendo en línea con la propuesta de Nye, de que el liderazgo no es lo que es sino lo que se hace, ampliemos con los nuevos conceptos que se aportan en torno al liderazgo. Hablar de estilos de liderazgo, supone escribir sobre los rasgos de los modelos complejos en los que se puede combinar esa relación que supone el liderazgo político. En los estilos de liderazgo, pues, encontramos al líder y sus capacidades y sus aprendizajes, las necesidades y pautas culturales de los seguidores, y la relación que se establece a través de las pautas de interacción de unos y otros. De esa manera, siguiendo a Nye, habrá que citar la diferencia entre Hard y Soft power, y su combinación perfecta, llamada Smart power. Todo ello para diferenciar el liderazgo transformativo y el liderazgo transaccional. El primero es aquel modelo de liderazgo que responsabiliza y exalta a los propios seguidores, explorando el conflicto y la crisis para conocerla y

7

Véase Panebianco (1990).

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transformarla. Este tipo de liderazgo induce a los seguidores a trascender los intereses particulares; el carisma es un aspecto más (Nye 2010: 73). El liderazgo transaccional apela a los intereses particulares de lo seguidores, dependiendo más del castigo y la recompensa. El mismo líder debe ser capaz de crear incentivos y definir las reglas de su obtención (Nye 2010. 74). Los dos estilos se han de combinar con recursos Hard y Soft, dependiendo del contexto (el tercer vértice de la relación). Sin poder agotar en este espacio, los rasgos característicos de las dos formas de poder, hay que recordar que los recursos propios del Soft power son: habilidad comunicativa, carisma, inteligencia emotiva, persuasión, capacidad de visión. En el perfil del modelo Hard, sin embargo hay que hablar de habilidad organizativa, y habilidad política, entendida como la capacidad de acumular capital político para negociar continuamente (Nye 2010: 95). La combinación adecuada de los dos tipos de recursos, configura el llamado Smart Power, caracterizado por la concurrencia de inteligencia contextual: “el liderazgo es un arte interactivo en el que el sujeto „baila‟ con el contexto, el problema, las facciones y el objetivo” (Nye 2010: 102), la comprensión del contexto cultural, el manejo adecuado de las crisis y la noción de urgencia, y el control del flujo de información. De modo panorámico, también cumple añadir que, las importantes transformaciones sociales de los últimos años, como la revolución tecnológica, la extensión de la democratización, no sólo política sino social, la globalización que nos lleva a no encontrar fronteras, en el sentido de poder conocer en cualquier momento y lugar lo que ocurre en la otra punta del mundo, y por tanto a conocer y a reconocer otras culturas, están modelando un mundo menos jerárquico, más reticular; esa circunstancia va imponiendo un modelo de liderazgo menos vertical y mucho más horizontal; se busca más un coordinador que un director dando órdenes. Se precisa más una persona comunicativa, participativa e integradora, que un jefe con bastón y silbato que ahora resulta menos eficaz.

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A este nuevo estilo de liderazgo, que tiene unos rasgos más amables y contemporizadores, se le ha dado en llamar incluso estilo femenino de liderazgo, frente al modelo masculino ligado a la verticalidad y a la orden. Esta cuestión no deja de ser un estereotipo más. Es cierto que las condiciones de vida de las mujeres, en casi todas las sociedades incluidas las occidentales, presentan unas barreras de oportunidad frente a los hombres, que impiden correr con ellos en igualdad de condiciones. Pero no por eso se debe caer en el estereotipo de la amabilidad de la mujer frente al modelo masculino, próximo al estilo heroico o de machos alfa, antes mencionados8. Esta desigualdad en la estructura de oportunidades en las carreras políticas de las mujeres, junto a las pautas culturales que las complementan, ayudando a ese menoscabo, ha dado origen a una expresión ya famosa, la de techo de cristal para denominar esa frontera invisible pero real que impide a las mujeres subir más arriba, incluso en las sociedades democráticas donde teóricamente los derechos

y las

obligaciones de ambos sexos son las mismas. Esa expresión está cambiando en los últimos tiempos, quizá por otra más adecuada a los nuevos tiempos, la de laberinto de cristal (Barberá, Ramos y Candela, 2011), poniendo de manifiesto la posibilidad de perderse en los caminos intrincados de un lugar metafórico que tiene una entrada pero una complicadísima salida.

3. Los liderazgos femeninos

En el apartado anterior, se ha intentado hacer un bosquejo breve y ecléctico acerca de la comprensión teórica con que trabajamos en la ciencia política sobre el fenómeno del liderazgo.

8

Desde la Psicología social refiriéndose a contextos organizacionales, en general, no políticos, se han explorado estas cuestiones, con resultados no definitivos, pero interesantes, véase: Cuadrado (2004: 270275), Cuadrado, Molero y Navas (2003: 115-119), y de Ayestarán (2003: 315-319) sobre todo la pregunta que lanza a Isabel Cuadrado al final de su artículo.

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Como se sostenía en la introducción de este trabajo, el escaso número de casos de liderazgo femenino impide tratar este fenómeno de forma categorial, y por tanto, la mayor parte de las veces, hay que reducirlo a excepciones. Esta singularidad produce dos consecuencias metodológicas: una, que la mayoría de los pocos casos son vistos a la luz de los modelos fundamentalmente masculinos, y por tanto mimetizan los casos dados en función de esos rasgos; y dos, no hay explicación para aquellos casos que no siguen esas pautas. De todos modos, antes que nada, cumple hacer una distinción interesante en nuestra disquisición, que también fue apuntada en la introducción: si bien la presencia femenina en el ámbito político es creciente tanto en los sistemas democráticos como en los no democráticos, es conveniente matizar lo siguiente: hay un diferencia considerable en todos los países del mundo entre la presencia de mujeres en los espacios deliberativos (parlamentos, asambleas, consejos, comisiones, etc. …), y la existencia de puestos de carácter ejecutivo desempeñados por mujeres; este sigue siendo un terreno casi exclusivo de los hombres. Esta situación supone dos circunstancias (que a la vez funcionan como causa y consecuencia): la mayor relevancia social y de visibilidad tanto por prestigio, privilegio como por importancia en la dirección política de los Estados de la que gozan los puestos ejecutivos; condiciones a la que se une, una más, y no menos importante: su escasez, entendida lógicamente como ingrediente de valor. Los espacios de carácter deliberativo sí están constituyendo el escenario al que se suben más mujeres; tampoco se puede hablar ni de un gran número, ni de una gran velocidad9, pero es un indicador que está sirviendo para observar, medir e interpretar el avance político de las mujeres10.

9

Veáse www.ipu.org/wmn-e/world.htm. Corresponde a la página web de InterparlamentaryUnion, en su apartado Women in Parliaments. 10 Conviene señalar en este punto un interesante estudio sobre el caso español elaborado por Tania Verge (2006) sobre las estrategias desarrolladas por los partidos políticos para incrementar la presencia de la mujer en las instituciones. Sus conclusiones hablan de avance (en el terreno legislativo, no tanto en el

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Además, en este punto, hay que recordar, el impulso añadido que supone para aquellos datos, la aplicación de los resultados del tercero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), aprobados en la Cumbre de las Naciones Unidas del mismo nombre celebrada en 2000. Dicho objetivo reza: “Promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres”11, entre los indicadores12 de medición y seguimiento del objetivo está la proporción de escaños ocupados por mujeres en el Parlamento nacional. En este punto y a la luz de los datos, se puede observar un crecimiento sustantivo en la mayoría de los casos debido a la implementación de medidas de discriminación positiva como las cuotas13, y de ahí podemos encontrar un número importante de datos que recogen este ascenso, tanto en la página web ya mencionada de la Interparlamentary Union, como en los distintos informes anuales de cumplimiento de los ODM14. De manera muy resumida –consultar cuadro nº 1–, nos encontramos con un ascenso pero no demasiado significativo con respecto a las metas previstas en torno a lograr la paridad. También se comprueba que la presencia creciente, es a la vez muy

ejecutivo), y es digna de mención su alusión al Círculo virtuoso que se ha dado en España por la competición entre los dos grandes partidos en la carrera de quien presenta más mujeres. El estudio abarca hasta el año 2004, por lo que no puede entrar en el avance más claro en los puestos ejecutivos (ministerios) que se va a operar con el presidente Rodríguez Zapatero, consiguiéndose gobiernos paritarios. Situación que acabará en 2011 con el triunfo del PP. 11 El empoderamiento consiste en un proceso de otorgamiento de poderes a las mujeres para que se hagan más presentes, y por tanto visibles, allí donde su existencia y su importancia no están a la altura de los niveles de toma de decisiones que sí les afectan. El empoderamiento enfatiza la visibilidad y un mayor protagonismo activo de las propias vidas de las mujeres (Román Marugán y Ferri Durá, 2008: 79). Hay que recordar en este punto que la estrategia del empoderamiento surge entre las mujeres del Sur y tiene su antecedente, más remoto, en la relación entre el feminismo y la educación popular en América Latina (Hainard y Verschuur 2002: 197 y ss; y Batliwala 1997: 187-211). 12 Los demás indicadores vinculados al tercer objetivo son los siguientes: Relación entre niños y niñas en la educación primaria, secundaria y superior; relación entre las tasas de alfabetización de las mujeres y los hombres de edades comprendidas entre los 15 y 24 años; y proporción de mujeres en empleos asalariados en el sector no agrícola. 13 Véase entre muchos los magníficos trabajos de Ojeda Rivera (2006) y de Llanos y Simple (2008). 14 Véase Naciones Unidas 2011: 27, 2012: 26 y 2013: 22.

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dispar. No existe un crecimiento compensado, la cita literal15 de los Informes de Naciones Unidas, sobre el cumplimiento de los ODM, es muy clara: A principios de 2011, las mujeres representaban el 30% o más de los integrantes parlamentarios (en parlamentos unicamerales o en la cámara baja) en 25 países, lo cual incluye los siete países donde ocupaban el 40% o más de los escaños. Algunos países han logrado altos niveles de representación de las mujeres en ambas cámaras: Rwanda (56, 3%), Suecia (45, 0%), Sudáfrica (44, 5%) y Cuba (43, 2%). Por el contrario, 48 países tienen menos de un 10% de mujeres en la cámara baja o en parlamentos unicamerales. Nueve países (Arabia Saudita, Belice, los Estados Federados de Micronesia, las Islas Salomón, Nauru, Omán, Palau, Qatar y Tuvalu) no tienen ni una mujer parlamentaria.

De esta manera, se puede comprobar, aun a vista de pájaro, la situación del avance –numérico– de las mujeres en los puestos políticos deliberativos. No podemos entrar por razón de espacio, ni de capacidad en una valoración cualitativa de esa presencia; pero habida cuenta de los siglos de invisibilidad, no se puede negar un avance sustantivo de la participación de la mujer en el ámbito político, y su consecuencia más relevante: la posibilidad real de que sus puntos de vista, sus reivindicaciones y sus propuestas de solución a los problemas de la sociedad, sean tenidos en cuenta. Pues con más mujeres en la política, es más fácil apreciar que los problemas de las mujeres no son sólo de ellas –la violencia de género, por ejemplo–; son de todos. Porque la diferencia fundamental en política no es el género; es la exclusión. En el caso aquí analizado, la exclusión (¿sistemática?) de las mujeres de los puestos y espacios de poder/responsabilidad política. Y es obvio que a la hora de buscar soluciones, por ejemplo, frente a la violencia contra las mujeres, es más difícil acertar si no se hace desde la perspectiva de la mujer, desde la perspectiva de género, tanto en los parlamentos, como en las policías, la justicia o el sistema de asistencia. Y de la misma manera, una sola mujer en un tribunal, aunque esté en minoría, sin duda influirá en la perspectiva de sus compañeros varones por su capacidad para aportar la visión desde esa importante parte, al menos cuantitativamente, de la sociedad.

15

Véase Naciones Unidas 2011: 22.

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Pero, volviendo sobre el argumento, queda por comentar la otra dimensión: la presencia de la mujer en los puestos políticos ejecutivos. Como ya se ha especificado, la cuestión cambia radicalmente. Para dar el paso a este fenómeno, hay que recordar la siguiente cita correspondiente al Informe de los ODM del año 2011 (2012: 22). En este párrafo se pone de manifiesto que aunque sí se comprueba un avance en la presencia en los órganos de representación y deliberación (e incluso un tímido avance en sus presidencias), el gran abismo se sitúa en los principales puestos de dirección política (Jefaturas del Estado y Jefaturas de Gobierno). 14

Los sistemas de cupos y las medidas tomadas por los partidos políticos siguen

siendo claves para lograr mejoras representativas. Los cupos determinados por ley o establecidos por los propios partidos políticos se han puesto en práctica para el 67% de las 43 cámaras bajas que cuentan con un 30% o más de integrantes mujeres. En cuanto a puestos de liderazgo, por primera vez dos parlamentos eligieron mujeres para presidirlos: el de Mozambique y el de la República Unida de Tanzania. En todo el mundo, las mujeres ocupan actualmente solo el 13, 4% de las presidencias parlamentarias. En enero de 2011, solo 10 países tenían a mujeres como jefas de Estado, y en 13 países había mujeres como jefas de gobierno. Así es, y aún se pueden dar más datos que ayudan a proporcionar una idea más acorde con la dimensión del problema, Nye ( 2010: 60-61) cita un estudio que muestra que sólo el 5% de los puestos directivos de las grandes empresas son desempeñados por mujeres; que en las Asambleas legislativas electas, el número oscila entre el 45% de Suecia y el 16% en Estados Unidos. Pero lo más significativo son los datos que aporta sobre el siglo XX, en el que se han contabilizado 1941 Jefes de Estado en países independientes; de ellos sólo 27 han sido mujeres; la mitad de las cuales han llegado al poder como viudas e hijas de un gobernante masculino, en otras palabras, las mujeres que accedieron al poder con sus propios medios han sido menos del 1% de los Jefes de Estado del siglo pasado:

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Gráfica 1.

Fuente: Informe 2011 Objetivos de Desarrollo del Milenio, Naciones Unidas

La cita anterior nos sirve para plantear cuestiones claves de los interrogantes de este trabajo. Y esa vinculación explicativa entre los liderazgos en general y los masculinos. Sólo un 1 % de los líderes políticos máximos de los Estados independientes del mundo durante el siglo XX han sido mujeres que han alcanzado el poder como la

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mayoría de los hombres líderes, siguiendo una carrera política exitosa. El resto de los pocos casos de mujeres lideresas, lo han sido como parte de una familia, de un carisma, o de una carrera política exitosa prestada. No significa en absoluto que dichas mujeres careciesen de talento o habilidad16, pero seguro que de no estar rodeadas de esas circunstancias familiares y sociales, no habrían ocupado sus cargos. Estos hechos ponen de manifiesto, cuestiones relevantes en el estudio del liderazgo, concretamente con la cuestión del carisma. Se trata del fenómeno de la “rutinización” y la “despersonalización” del carisma. Tanto Max Weber, como Robert Tucker, en su intento de hacer más operativo el concepto de carisma sostienen que la relación carismática puede transformarse desde una relación personal y extraordinaria a otra; por ejemplo, de un líder a otro, de acuerdo con las reglas de sucesión establecidas (designación, cooptación, elección, etc. …). Tucker (1976: 123) escribe: en el proceso de “despersonalización”, el carisma evoluciona pasando a ser un carisma hereditario o “familiar”. Esta observación certera sobre el carisma, nos lleva a analizar el fenómeno antedicho, donde son mujeres líderes porque en ellas continua el carisma de su padre, o esposo, o incluso madre. Ejemplos bien conocidos: Indira Gandhi, era la hija de Nehru, Benazir Butto, fue la hija de Zulfikar Alí Butto, Aung San Suu Kyi es hija del héroe nacional birmano Aung San. Chandrika Kumaratunga, presidenta que fue de Sri Lanka, es la hija de la legendaria Sirimavo Bandaranaike, la primera mujer asiática en gobernar un país independiente17. En el panorama actual está Marine Le Pen, Hillary Clinton, o

16

Al contrario, si seguimos a García-Retamero y a López-Zafra (2008: 12), en las organizaciones – empresas por lo general- que estudian se observa que: a pesar de quelas mujeres tengan menos oportunidades que los hombres a la hora de obtener un cargo donde deban desempeñar el rol de líder, éstas presentan ciertas característicasque las hacen líderes más eficaces en las organizaciones contemporáneas. Concretamente, las líderes mujeres son menos jerárquicasy más cooperativas y con frecuencia incrementan la autoconfianza de susseguidores en mayor medida que los líderes hombres. Es más, las mujeres muestran un estilo más transformacional de liderazgo que los hombres. Los líderes quemuestran este estilo de liderazgo ganan la confianza de sus seguidores, estableciéndosecomo modelos en el grupo. Todo lo que agudizaría la tesis que aquí se defiende, haciéndola aún más paradójica. 17

Para afrontar un breve recuerdo a estas mujeres pioneras en el desempeño de tareas políticas ejecutivas de máximo nivel, se pueden consultar las obras de Genovese (1997) y de Segura Graiño (1998).

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Cristina Fernández. Entre los pocos casos que podemos encontrar rebuscando en el primer modelo, está Angela Merkel, Dilma Roussef o Ellen Johnson-Sirleaf, y en el ya pasado mediato, Golda Meir; si bien entre estas también debiera tenerse en cuenta que algunas fueron nominadas por sus antecesores, varones, por lo que puede decirse que, en parte, “han heredado” el puesto.

Gráfica 2. Jefes de Estado de países independientes en el siglo XX

Jefes de Estado varones Jefas de Estado familiares de un gobernante masculino Jefas de Estado

Fuente: elaboración propia a partir de los datos suministrados por A. Ludwig (2002: 22-23)

Hoy día, se puede esgrimir el ejemplo latinoamericano para poner de manifiesto el predominio de la mujer en política, pero se trata de un espejismo que se desvela a poco que se investigue. Hasta 1999, la nicaragüense Violeta Chamarro era la única mujer elegida para ocupar la presidencia de un país de Latinoamérica. Argentina, Bolivia habían tenido presidentas, pero ninguna llegó a ocupar ese cargo como resultado de un proceso electoral. Desde entonces se ha visto una ola de mandatarias aparentemente cada vez más poderosas: Mireya Moscoso de Panamá, Michelle Bachelet de Chile, Cristina Fernández de Kirchner de Argentina, Laura Chinchilla de Costa Rica

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y Dilma Rousseff de Brasil18. En pocos años, una región conocida por su secular machismo parece que se ha convertido en la vanguardia de la igualdad entre sexos, por lo menos en la cúspide del poder político. Pero sería un error confundir la disposición del electorado a votar por una mujer con una verdadera y profunda expansión de la libertad y la igualdad de género. Pues la igualdad implica mucho más que sólo conseguir ellas los puestos de mandatarias. También tiene que tomarse en cuenta a qué tipo de mujeres acepta el pueblo como líderes, cómo llegan al poder (obsérvese que todas las citadas fueron designadas, más o menos, directamente por sus predecesores, hombres), qué tipo de comportamiento se espera de ellas en su cargo y cuáles políticas de gobierno pueden aplicar. Y el otro aditamento sobre el carisma que merece la pena remarcar, es que como es una percepción por parte de los seguidores de que determinada persona es el mejor líder posible, e incidiendo en la importancia del contexto – y el estado de necesidad–, es lógico que esa percepción se amolde de manera adecuada a los patrones culturales de esa sociedad. Si por regla general, las sociedades responden a pautas patriarcales, donde el hombre es el protagonista por excelencia, es difícil que pueda surgir una lideresa carismática, sus posibilidades casi estadísticas son prácticamente inexistentes.

4. Conclusiones

De manera sintética, se van a reseñar los principales argumentos esgrimidos a la largo de esta reflexión: 1. La función de liderazgo político es fundamental para el sostenimiento de las sociedades. Dentro de la etiqueta de liderazgo político, se puede distinguir entre liderazgo político en ámbitos deliberativos (Asambleas, Parlamentos, Consejos, Comisiones, etc.), y liderazgo político en ámbitos ejecutivos, es decir de dirección política. 18

Véase, ForeignAffairs Latinoamérica (2011), monográfico dedicado a “Mujeres y política pública”.

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2. Las mujeres suponen la mitad de la población mundial en términos cuantitativos y sin embargo, su participación política en los distintos niveles de liderazgo es insuficiente en proporción a su presencia. Resulta ser sin duda alguna, la mayor de las minorías del planeta. 3. En los últimos tiempos, la presencia de las mujeres en los puestos de poder, ha mejorado gracias en primer lugar al reconocimiento del problema y por tanto a las acciones paliativas acometidas: programas activos, y la utilización de instrumentos de discriminación positiva, concretándose sobre todo en los puestos de liderazgo en el ámbito deliberativo, lo que resulta ser un logro al poder incorporar el punto de vista femenino para visibilizar problemas y soluciones. Véase el cuadro nº 1. 4. En los puestos de poder de ámbito ejecutivo queda muchísimo más por hacer. El retraso es proverbial, y las posibilidades de crecimiento de la presencia de la mujeres en este escenario tiene que ver también con la propia transformación social en cuanto a las relaciones de género, la formación, la conciliación y la igualdad de oportunidades para dedicarse a la función política. Por las aportaciones de los estudiosos en el tema, y en este ámbito, se pueden encontrar dos tipos de mujeres lideresas, por ejemplo a lo largo del siglo XX: a) aquellas que heredan el carisma/puesto de un familiar y b) las capaces de generar y triunfar por sus propios medios. Contabilizándose la suma de ambos casos en una cifra minúscula, todavía las primeras constituyen más casos que las segundas. 5. La situación actual mezcla de progreso, pero también de retórica, lleva incluso a casos perversos, en de cara a la imagen o los cálculos electorales, se precisa un liderazgo femenino, que se fabrica sin demasiado fuste, contribuyendo negativamente a la verdadera presencia femenina en los puestos de poder. Como ejemplo de estas palabras, sirva el caso de Sarah Palin, excelentemente retratado en la película Game Change (2012) dirigida por Jay Roach. 6. La tesis defendida en este trabajo se basa en todos los puntos anteriores entendidos como preliminares: es difícil buscar una explicación teórica del liderazgo político femenino debido a que, ni siquiera existe una teoría sobre el

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liderazgo político neutral, sino que los enfoques y todo el material analítico se basa en los casos mayoritarios que son masculinos. 7. Esta última afirmación se comprueba con facilidad al descender algunos detalles, que aquí, sin más profundización, sirvan tan sólo como ejemplo. La proliferación de enfoques explicativos como el heroico, o el del macho alfa, o el propio concepto de carisma, tan utilizado como complejo, pero que prácticamente descarta a las mujeres en el establecimiento de perfiles, porque como es lógico depende de los patrones de cultura política de cada sociedad; todo ello sin entrar en otras variables sustantivas del carisma que también se ven afectadas en este sentido. 8. En los últimos estudios sobre estilos de liderazgo, tal como la distinción por ejemplo entre liderazgo transformativo y liderazgo transaccional, aparece de forma más nítida un modelo que se tilda incluso de femenino como sería el transformativo, caracterizado por utilizar recursos Soft, frente a la contundencia de los Hard. Pero esta identificación no deja de ser un estereotipo más. Es vincular un modo de hacer las cosas a una serie de características asignadas culturalmente a las mujeres a través de las relaciones de género, por lo que tampoco se puede mostrar satisfacción por ello. 9. En definitiva, lo que queda sobre la mesa, es la necesidad de seguir buscando mejores patrones explicativos para un fenómeno de crecimiento lento pero imparable, que tiene que ver con las mejoras en los sistemas de representación y de gobernación democráticas. De alguna manera se está instalado en un círculo vicioso porque no hay casos, y por eso no hay fenómenos de estudio en un número realmente significativo para que deje de ser una excepción.

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Resumen: El presente trabajo constituye una aproximación psicológica a la mutilación genital femenina, dándose a conocer las motivaciones, expectativas y fantasías que la sustentan y que, por cierto, ponen de relieve como elemento medular el miedo del hombre ante la sexualidad femenina. El análisis del mito de la vagina dentada es muy ilustrativo al respecto. Por otra parte, como ejemplificación de la problemática abordada, se toma en consideración el relato aportado por una mujer sobre la mutilación genital padecida siendo niña y el gran sufrimiento que ello le causó. Y, por último, se incorporan ciertas reflexiones que inspiraron este artículo. Palabras clave: Mutilación genital femenina, clitoridectomía, infibulación, miedo a la mujer, mitología, vagina dentada, sexualidad femenina. Title in English: Male fears and female genital mutilation Abstract: This paper takes a psychological approach to genital feminine mutilation, showing the motivations, expectations and fantasies that sustain it, and which demonstrate that men‟s fear of feminine sexuality is a fundamental element underpinning the practice. Analysis of the myth of the toothed vagina is illustrative and pertinent. It must be viewed alongside a woman‟s evidence concerning her genital mutilation in infancy, and her ongoing resultant suffering. In conclusion, mention will be made of some reflections that prompted this paper. Key words: Genital feminine mutilation, clitoridectomy, infibulation, fear of the woman, mythology, toothed vagina, feminine sexuality.

1. Introducción La sexualidad es parte constitutiva del ser humano. Somos seres sexuados y sexuales que, a través de la estimulación corporal, estamos en condiciones de obtener placer, en solitario y en compañía, de una y mil maneras. Las posibilidades de satisfacción y expresión sexual pueden ser muy diversas, nuestra forma de vivir y de

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Fecha de recepción: 30/07/2013 Fecha de aceptación: 06/10/2013 Profesor Colaborador, Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, Universidad del País Vasco, San Sebastián, España,  josemartin. amenabar@ehu.es. 2

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relacionarnos sexualmente y de definirnos al respecto también, en función de nuestro desarrollo psicosexual y de los avatares de la vida, dependiendo de las significaciones individuales y colectivas que se vayan gestando. Pero independientemente de las diferentes prácticas que se puedan plantear o llevar a cabo, tendríamos que considerar que cada ser humano como sujeto sexuado y sexual que es, desde su peculiaridad personal, debería tener la oportunidad y la libertad de desarrollarse y expresarse sexualmente de acuerdo con lo que sienta y desee, y que su placer tan solo tenga como límite la libertad y el deseo del otro. No obstante, en no pocas ocasiones, en distintos lugares y tiempos históricos, se han ideado rígidos dispositivos socioculturales para normativizar las prácticas, los roles y las identidades sexuales, llegándose incluso a intervenir por mandato o presión sobre la corporalidad, tal como ocurre con la “propuesta” de la extirpación o mutilación parcial o total de los órganos genitales por razones no terapéuticas. El tema de la mutilación genital femenina, una práctica que se halla profundamente arraigada en ciertas sociedades desde hace mucho tiempo, desde antes de la aparición del Islam y del Cristianismo, puede afectar gravemente, causando gran sufrimiento físico y emocional, a lo largo de su vida (sexual) a la mujer. Un sufrimiento que atenta contra la libertad y los derechos humanos, y que resulta tanto más dramático si cabe cuando las víctimas son niñas y han sido conducidas, bajo seducciones y ocultamientos, a participar en un rito que les marcará en el cuerpo y en el alma, con la idea sostenida colectivamente de que es “por su propio bien”, para favorecer y propiciar la integración en una comunidad que les reconocerá en adelante como “verdaderas” mujeres, mujeres limpias. Este artículo lo he escrito con la intención de sensibilizar al lector en el sufrimiento físico y emocional causado a muchas niñas y mujeres por motivaciones rituales, al mismo tiempo que trato de llamar la atención sobre las motivaciones, expectativas y fantasías que sustentan tal forma de intervención y control sobre el cuerpo (y la sexualidad). La tesis que planteo en el artículo se inspira en la labor de una psicoanalista pionera, Karen Horney (1932), quien tuvo la audacia de contemplar la sexualidad femenina desde una vertiente genuinamente femenina y no como una falta o

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falla de lo masculino, además de sostener que ciertas conductas varoniles encubren por compensación un gran temor a la mujer. Para llevar adelante los objetivos de mi artículo me ha parecido conveniente apoyarme en el testimonio de alguna mujer que haya padecido en su infancia el drama de la mutilación genital por motivos rituales. Cualquiera que se adentre en Internet y en la consulta bibliográfica puede encontrar muchos casos ilustrativos que nos sirvan como ejemplificación de las consecuencias físicas y psicológicas de la mutilación genital así como de las causas socioculturales, racionalizaciones y justificaciones que operan en su mantenimiento. Hemos de estar muy agradecidos a las mujeres que han roto las barreras del silencio y han decidido ofrecernos su testimonio, pues con su valentía están ayudando a señalar el problema, para que lo conozcamos y reconozcamos, y así podamos luchar eficazmente por su erradicación. Cada testimonio de mutilación genital (yo me he basado en varios extractos del relato que refiere Waris Dirie, una famosa modelo somalí que padeció esta intervención cuando apenas contaba con cinco años de edad) nos sirve para crear conciencia y sensibilizar al respecto así como para reflexionar sobre sus causas y poder pensar en propuestas de solución.

2. El rito de la mutilación genital

La mutilación genital femenina se lleva a cabo en la mayoría de los casos durante la infancia, a veces a edades muy tempranas, entre los 4 y los 8 años, o incluso antes, en determinadas comunidades pocos días después del nacimiento, extendiéndose generalmente hasta los 14 ó 15 años; ocasionalmente se lleva a cabo en la etapa adulta. Como lo recuerda la propia Waris Dirie:

[…] todas las chicas somalíes aguardan expectantes la ceremonia que las transformará de niñas en mujeres. (Dirie 1998: 49). La noche antes de mi ablación, mi madre me dijo que no bebiera demasiada agua o leche, para que no tuviera que hacer mucho pis […]. Aquella noche, la familia me

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mimó más y me dio más de cenar que de costumbre. Ésa era la tradición que había observado a lo largo de los años y que me hacía sentir celos de mis hermanas mayores. (Dirie 1998: 52-53)

La niña puede estar muy ilusionada por participar en la ceremonia de su “conversión” en mujer, que ha podido estar esperando y anhelando como un gran objetivo en su vida, como algo muy especial y atractivo, por la nueva consideración social que supone en su vida y por su asociación con regalos y mimos. Unas atenciones especiales que, según Tractenberg, además de dispensársele como muestra de celebración de su aceptación o reconocimiento público, constituyen la ocultación maníaca mediante la cual el yo guarda obediencia “a los mandatos destructivos del superyó” (Tractenberg 1972: 59). La práctica tradicional de la mutilación genital femenina forma parte de un proceso de socialización e inserción en la comunidad, por el que se fija la identidad de género y se generan mayores posibilidades para contraer matrimonio y formar una familia. Porque mientras no se pasa por este rito, o para quienes no lo transitan, hay dificultades, cuando no marginación o total rechazo. De hecho, hay hombres que no quieren casarse con una mujer que no ha sido sometida a la mutilación genital, por considerarla, dicen, impura o poco femenina: “En Somalia se cree que entre las piernas de las chicas existe algo malo, partes del cuerpo con las que nacemos, pero que no son limpias. Estas cosas tienen que extirparse” (Dirie 1998: 49):

Mamá cogió un trozo de raíz de un viejo árbol […]; se sentó detrás de mí y puso mi cabeza sobre su pecho; sus piernas me rodearon y yo le rodeé los muslos con los brazos. Mi madre me puso la raíz entre los dientes. –Muérdela […]. Mamá se inclinó sobre mí y me susurró: –Sabes que no puedo sostenerte. Estoy sola, así que trata de ser una buena chica, nena. Sé valiente para tu mamá, y será rápido. (Dirie 1998: 53-54) Miré entre mis piernas y vi que la gitana se estaba preparando […]. Clavé mi mirada en ella, porque quería saber con qué iba a cortarme […] y extrajo una cuchilla de navaja, rota. La hizo girar y la examinó. El sol acababa de salir y la luz permitía distinguir los colores, pero no los detalles; sin embargo, noté sangre seca en su filo desigual. La gitana escupió en ella y se la secó en el vestido. Mientras

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ella la limpiaba, mi mundo se oscureció, pues mi madre me había vendado los ojos con un pañuelo. (Dirie 1998: 54) Lo siguiente que percibí fue cómo me cortó la carne, los genitales. Sentí la hoja embotada atravesar mi piel, de arriba abajo, serrándola […]. Es como si alguien te rebanara el muslo o te cortara el brazo, sólo que lo están haciendo en la parte más sensible de tu cuerpo. Sin embargo, no me moví ni un centímetro, […] quería que mamá se sintiera orgullosa de mí. Permanecí sentada, como hecha de piedra, diciéndome que cuanto más me moviera, tanto más duraría la tortura. Por desgracia, mis piernas empezaron a estremecerse, a temblar sin control, y recé, Dios, por favor, que acabe pronto. Y así fue, porque me desmayé. (Dirie 1998: 5455) Cuando volví en mí creí que habíamos terminado, pero apenas había comenzado lo peor. Me habían quitado la venda y a su lado la Asesina había apilado un montón de espinas de acacia; las usó para perforarme la piel y luego pasó un fuerte hilo blanco por los agujeros y me cosió. Mis piernas estaban totalmente entumecidas, pero el dolor entre ellas era tan intenso que deseé morir. (Dirie 1998: 55) Creí que el tormento había acabado, hasta que tuve que orinar, y entonces entendí el consejo de mi madre de que no bebiera demasiada agua o leche […]. La primera gota me escoció como si un ácido me estuviese corroyendo la piel. (Dirie 1998: 5556)

Las palabras de Waris Dirie son altamente emotivas e impactantes, nos trasladan a una ceremonia tremendamente dolorosa y traumática, con consecuencias negativas a corto y largo plazo, practicada por tradición y costumbre sobre unas personas que, por su edad y situación de vulnerabilidad, se ven imposibilitadas para defenderse o escapar del destino que les aguarda. Una vivencia ocupadora del cuerpo y del alma. De hecho, muchas mujeres nunca llegan a recuperarse del trauma que representó en su vida la mutilación genital. Aunque la herida física haya cicatrizado, no lo ha hecho la herida psíquica. Llevan grabado, con una marca imborrable en sus cuerpos, y en sus mentes, el acontecimiento traumático, padeciendo y reviviendo un sufrimiento inextinguible. Hay mujeres que se sienten incompletas. O como bichos raros en comparación con otras mujeres que no han pasado por tal pesadilla. Y que por ello se sienten humilladas. Impotentes. Con rabia. ¿Acaso les informaron de las consecuencias que la mutilación genital podía suponerles? ¿Acaso podían negarse a que les practicaran tal intervención? ¿Acaso quienes organizaron y les practicaron la mutilación genital pensaron en el sufrimiento que causaban?

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Hay mujeres a quienes muchos años después les sigue asaltando el recuerdo de la mutilación genital con sus vívidas imágenes traumáticas, reviviendo la sensación de impotencia e indefensión en que se encontraron, la incomprensión experimentada por lo que estaba aconteciendo, o el sonido del instrumento empleado cortando sus partes íntimas. Un tremendo sufrimiento, un calvario, un horror, que además se ve acrecentado cuando resulta prácticamente imposible hablarlo o compartirlo con la gente, como si fuera un tema tabú que tenga que quedar en el espacio de la intimidad personal. Resulta llamativo que las mujeres no sometidas a la ablación se enfrentan en estas comunidades al drama de la exclusión social, con lo que de una manera u otra, pasando o sin pasar por la mutilación genital, para todas las mujeres parece inevitable el sufrimiento traumático vinculado con la sexualidad:

Después de que me cosiera la gitana, la orina y la sangre de la menstruación sólo podían salir por un minúsculo agujero del diámetro de una cerilla. (Dirie 1998: 56) Mantuvieron mis piernas atadas durante más de un mes, a fin de que la herida cicatrizara. (Dirie 1998: 57) Cada semana mi madre comprobaba si la herida cicatrizaba como era debido. Cuando me quitaron las ataduras pude mirarme por primera vez. Descubrí un trozo de piel totalmente lisa, excepto por una cicatriz en medio, como una cremallera, y esa cremallera estaba definitivamente cerrada. (Dirie 1998: 57-58)

Waris Dirie padeció una forma de mutilación genital extrema, la infibulación, también conocida como circuncisión faraónica, debido a que este tipo de mutilación genital, según se desprende del análisis de algunas momias, se efectuaba en el antiguo Egipto. Puesto que el orificio resultante para que fluya la orina y la sangre menstrual es diminuto, el día de la boda, con objeto de poder consumar el acto sexual, o más adelante durante el parto, suele practicarse la desinfibulación, a veces mediante un cuchillo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mutilación genital femenina puede diferenciarse, según el grado de intervención corporal, en los siguientes grupos:

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1) “Clitoridectomía: resección parcial o total del clítoris (órgano pequeño, sensible y eréctil de los genitales femeninos) y, en casos muy infrecuentes, solo del prepucio (pliegue de piel que rodea el clítoris)” (OMS 2012). Este tipo de mutilación genital femenina lo contemplan algunos como similar o equivalente a la circuncisión masculina. Pero si nos atenemos al significado del término circuncidar, que, según la Real Academia Española, consiste en “Cortar circularmente una porción del prepucio a alguien”, se aplicaría en todo caso a la clitoridectomía menos grave, cuando se interviene exclusivamente en el pliegue de piel que rodea el clítoris. 2) “Excisión: resección parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin excisión de los labios mayores” (OMS 2012). 3) “Infibulación: estrechamiento de la abertura vaginal para crear un sello mediante el corte y la recolocación de los labios menores o mayores, con o sin resección del clítoris” (OMS 2012). 4) “Otros: todos los demás procedimientos lesivos de los genitales externos con fines no médicos, tales como la perforación, incisión, raspado o cauterización de la zona genital” (OMS 2012).

Adentrémonos nuevamente en el relato de Waris Dirie. Ella dice lo siguiente:

Aunque sufrí como resultado de la ablación, tuve suerte. Podría haberme ido mucho peor, como les ocurría a menudo a otras chicas. En nuestro recorrido por Somalia conocíamos a otras familias y yo jugaba con sus hijas. Cuando los visitábamos de nuevo las chicas habían desaparecido. Nadie decía la verdad acerca de su ausencia y ni siquiera las mencionaban. Morían como resultado de la mutilación: desangradas, por la conmoción, por una infección o por el tétanos. (Dirie 1998: 58) Apenas recuerdo a mi hermana Halemo. Tendría yo unos tres años cuando estaba con nosotros y al día siguiente ya no. Pero no entendía qué le había sucedido. Más tarde supe que, llegado su “momento especial”, cuando la gitana la circuncidó, murió desangrada. (Dirie 1998: 58)

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La mutilación genital femenina suele realizarse con utensilios (tijeras, navaja, cuchilla, pedazo de cristal, tapa de una lata, etc.) y en condiciones higiénicas y sanitarias que dejan mucho que desear, lo que puede ocasionar infecciones, hemorragias y otras complicaciones, o la muerte, pues no todas las niñas sobreviven a la mutilación genital, tal como le sucedió a una de las hermanas de Waris Dirie. La OMS (2012) informa que la mutilación genital femenina no es saludable, perjudicando a las niñas y mujeres de diversas maneras. Entre las consecuencias inmediatas que pueden darse se encuentran las siguientes: dolor intenso, hemorragias, sepsis, retención de orina, llagas abiertas en la región genital y lesiones de los tejidos genitales vecinos. Las consecuencias a largo plazo pueden consistir en infecciones vesicales y urinarias recurrentes, quistes, esterilidad, aumento del riesgo de complicaciones del parto y muerte del recién nacido, o necesidad de intervenciones quirúrgicas, por ejemplo, para corregir el procedimiento de sellado o estrechamiento de la abertura vaginal con objeto de permitir las relaciones sexuales y el parto.

3. Proceso de inserción social y control sobre la sexualidad femenina

Los padres que someten a sus hijas a la mutilación genital, siguiendo tradiciones ancestrales, lo hacen pensando que es por el bien de estas, con objeto de favorecer la adaptación o inserción social. Con la idea de que puedan llegar a ser todo lo que pueden llegar a ser en la sociedad a la que pertenecen. A este respecto son significativas las siguientes palabras de Waris Dirie:

[…] mi madre quería lo mejor para mí. Lo sé, yo misma soy madre. Todas las madres quieren lo mejor para sus hijos. Ella pensaba que con la mutilación me convertirían en una mujer, que propiciarían mi acceso a la sociedad de los adultos, que me darían la oportunidad de encontrar un marido, porque en nuestra sociedad no eres nadie sin marido. (Dirie 2005: 218)

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En determinadas sociedades suele afirmarse que todo ser humano tiene, en el momento de nacer, por naturaleza, un cierto grado de bisexualidad, que en el caso del niño se reflejaría en la existencia del prepucio y en el caso de la niña en su clítoris. Partiendo de la idea de que el clítoris es la parte genital masculina en el cuerpo de la mujer, un atributo corporal del otro sexo, su mutilación o extirpación es considerada como la vía por la cual la mujer llegaría a ser completamente o solamente femenina. La mutilación genital, dentro de esta concepción, se ve como la intervención necesaria para lograr la correspondencia total del cuerpo con el sexo, eliminándose así las supuestas impurezas o imperfecciones. Se entiende como el tránsito de una etapa con un organismo insuficientemente diferenciado en su masculinidad/feminidad a una etapa en que se habría accedido a la plena diferenciación sexual, para evitar confusiones identitarias y conductuales entre las personas. Tengamos en cuenta que en aquellas sociedades en que tradicionalmente las mujeres son sometidas a la ablación genital, los hombres son circuncidados. Al hombre se le extirparía el prepucio (considerado como labio vaginal, como componente femenino) y a la mujer el clítoris (contemplado como un pequeño pene, como componente masculino). Mitología de diferenciación nítida de género y funciones, con unos roles específicos a desempeñar en la sociedad. Rito de paso, por el cual se pretende exhibir la limpieza o pureza (de sexo). Y ser reconocido socialmente, “convertido” en un ser deseable. Porque mientras tanto, o hasta entonces, el repudio puede estar presente, y padecerse, en la cotidianeidad de las relaciones interpersonales. Por ejemplo, tal como comenta Waris Dirie:

Un amigo de mi padre –y su familia– viajaba siempre con nosotros. Era un viejo malhumorado, y cuando yo o mi hermana menor le incordiábamos, nos alejaba con un gesto de la mano, como espantando moscas, y para provocarnos decía: – Apartaos de mí, chiquillas antihigiénicas, criaturas inmundas. ¡Ni siquiera os han circundado todavía! (Dirie 1998: 52)

La mutilación genital femenina, si bien es cierto que constituye una práctica favorecedora de la adaptación o inserción de la niña en su comunidad, para concretar su condición de género y otorgarle un reconocimiento social que le permita ser candidata

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al matrimonio y desarrollar los roles (femeninos) acordes con su cultura, por otra parte constituye una forma de control para doblegarla o silenciarla sexualmente, concediéndosele al hombre el papel dominante, el poder para conducir y administrar unilateralmente los tiempos y las acciones durante las relaciones sexuales. En un estudio (El-Mouelhy y Johansen 2010) realizado en tres comunidades de Egipto acerca de las percepciones de hombres y mujeres con respecto a la mutilación genital femenina, se ha encontrado la creencia de que esta práctica resulta una vía necesaria y efectiva para asegurar la virtud de la mujer. Los informantes del estudio manifestaron que el deseo sexual de la mujer reside en el clítoris y que amputándolo decrecería tal deseo, con lo que se favorecería tanto la virginidad prematrimonial como la fidelidad matrimonial. La visión de películas pornográficas, particularmente populares entre los hombres jóvenes, habría reforzado la creencia de que la ausencia de mutilación genital conduce a las mujeres a la promiscuidad y a una sexualidad insaciable. Si bien es cierto que se piensa que la mutilación genital reduce el deseo sexual, no se cree que tenga un efecto negativo en el placer sexual de la mujer ni tampoco en la felicidad conyugal. La cuestión es que no se ha atribuido importancia al deseo sexual de la mujer, puesto que el deseo sexual y el inicio de las relaciones sexuales se consideran cosas del hombre. Además, hombres y mujeres utilizan la satisfacción y el placer sexual masculino como el principal criterio para juzgar que la vida sexual matrimonial es satisfactoria para la pareja. De todas maneras, las mujeres se sienten contentas con su vida sexual, poco relacionada con su experiencia de placer sexual mientras que aparece más relacionada con la pasión, el afecto, el trato amable y la ausencia de violencia doméstica, así como con factores socioeconómicos, tales como la seguridad económica. Algunas mujeres experimentan una considerable incomodidad durante las relaciones sexuales; no obstante, en raras ocasiones interpretan esto como consecuencia de la mutilación genital sino más bien con otras experiencias, especialmente con embarazos múltiples o con la debilidad del sistema inmunitario. Por otra parte, la mayoría de los hombres considera la felicidad sexual como una parte esencial de la felicidad matrimonial, y temen que la mutilación genital femenina

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reduzca su propio placer sexual, no sintiéndose preocupados de que pueda reducirse el placer en las mujeres. Como se detecta en el estudio anterior, en las comunidades que se realiza algún tipo de mutilación genital femenina se cree que ello sirve para atemperar o debilitar el deseo sexual de la mujer, lo que a su vez serviría: 1) Para intentar salvaguardar la virginidad prematrimonial, algo que puede constituir un indicador valiosísimo a la hora de mantener el honor familiar. La infibulación, una especie de cinturón corporal de castidad, ofrecería, en este sentido, las máximas garantías. Como refiere Waris Dirie al hablar sobre sí misma: “Con esta brillante estrategia, se aseguraban de que no practicara el sexo hasta después de casarme y de que mi marido supiera que se casaba con una virgen” (Dirie 1998: 56), “Mis genitales se hallaban sellados, como un muro de piedra que ningún hombre podría penetrar hasta la noche de mi boda, cuando mi marido me rajaría con un cuchillo o me penetraría a la fuerza” (Dirie 1998: 58). Resulta estremecedor imaginar el intenso dolor, además del grado de humillación, que puede suponer la realización de la desinfibulación. 2) Para favorecer la fidelidad a su esposo o pareja, como una forma de prevenir la promiscuidad, desconfiándose que lo pueda hacer como prueba de amor o por decisión propia. A este respecto son llamativas las palabras de un imán, quien refiere lo siguiente:

Las mujeres no sometidas a ablación sienten la necesidad de yacer siempre con un hombre. Cuando el marido se va a trabajar, tienen que irse a la cama con algún otro porque no pueden resistirse. Nuestras mujeres, en cambio, son fieles y reservadas. Conviven con frecuencia en familias muy numerosas, pero ya puede haber diez hombres en la casa que ellas permanecerán fieles porque están circuncidadas. (Dirie 2005: 192)

3) Con la idea de que el esposo no se vea desbordado por las demandas sexuales de la mujer, especialmente cuando hablamos de culturas en que el hombre tiene derecho a la poligamia y se ve en la tesitura de tener que satisfacer sexualmente a varias

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esposas, además de tener que sostenerlas económicamente: “Los antropólogos han observado que entre los jíbaros de la cuenca alta del Amazonas, se creía que la escisión del clítoris podía mitigar la excesiva pasión sexual de las mujeres y dar a sus maridos un merecido descanso” (Blackledge 2003: 139). Es sabido que actualmente la mutilación genital constituye una práctica habitual en numerosas sociedades o comunidades de más de veinte países de África y en varios países de Asia, y que en los países occidentales se ha detectado entre algunos inmigrantes aferrados a la cultura de origen, aunque, también es cierto que, en determinada época, tuvo lugar en Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania, en este caso como una propuesta médica y no como costumbre social o comunitaria:

En la segunda mitad del siglo XIX, durante un período de más de diez años, el cirujano británico Isaac Baker Brown llevó a cabo clitoridectomías –ablaciones de clítoris– en su clínica […]. La ciencia legitimaba estas operaciones con el argumento de que eliminar el clítoris podía sanar trastornos tan variados como la incontinencia, las hemorragias uterinas, la histeria y la manía masturbatoria. Brown tuvo tanto éxito con sus prácticas, que en 1865 resultó elegido presidente del Colegio de Médicos de Londres. Durante el siguiente año escribió un libro en el que defendía la ablación del clítoris: On the Curability of Certain Forms of Insanity, Epilepsy and Hysteria in Females. (Blackledge 2003: 136) La afición decimonónica a la extirpación quirúrgica de tejido genital para corregir lo que se consideran trastornos propios de la mujer (pero que eran rasgos normales de la sexualidad femenina) no se limitó a la escisión del clítoris o los labios de la vulva: los ovarios también cayeron bajo el escalpelo. Tan solo en el año 1855, en Gran Bretaña se practicaron más de doscientas ovariotomías, con un índice de mortalidad cercano al 50 por 100. (Blackledge 2003: 136) En Estados Unidos, Francia y Alemania también se practicaba “die castration der Frauen”. Fue tal el ansia mutiladora, que en 1866 un médico escribía lo siguiente en un diario británico: “Pronto se hará difícil encontrar alguna mujer que conserve la totalidad de sus órganos sexuales”. (Blackledge 2003: 137)

Los párrafos anteriores ilustran que la justificación médica de la ablación genital venía a ser una persecución disfrazada o camuflada de la sexualidad femenina, en un intento por apartar definitivamente, de manera drástica, a las mujeres del hábito de la masturbación y explicando y diagnosticando gran número de males como resultado de tendencias o prácticas sexuales desviadas. Así pues, podemos observar que en diversas

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épocas históricas y comunidades se ha intervenido y se interviene de manera traumática sobre el cuerpo de la mujer por intereses de control sexual.

4. El clítoris y la vagina dentada

El análisis de los mitos nos ayuda a entender la forma en que el ser humano se aproxima a determinadas problemáticas y los procesos defensivos que utiliza para ocultar sus inquietudes y angustias. Llegado a este punto del artículo, quisiera comentar que el discurso justificador de la mutilación genital se ampara en argumentaciones estéticas, higiénicas e identitarias que no dejan de ser elementos encubridores de motivos inconscientes. Partamos de la mitología de los dogon, quienes sostienen que el ser humano nace con dos almas: “Mientras conserva el prepucio o el clítoris, soportes del principio de sexo contrario en el sexo aparente, masculinidad y feminidad tienen la misma fuerza” (Griaule 1966: 150), y en esas circunstancias no se sentiría interés por la procreación. El clítoris le impediría a la mujer aparearse con un hombre: “De la misma forma que Dios vio levantarse ante sí el órgano de la tierra, de la misma manera sería „pinchado‟ el hombre que se uniera a una mujer sin excisión y discutida su presencia por el órgano que pretendería ser su igual” (Griaule 1966: 150). En la cosmogonía de los dogon la tierra es un cuerpo femenino, cuya vagina es un hormiguero y su clítoris un termitero. Dios, que estaba solo, quiso unirse a la tierra, pero en el momento en que se encontraba próximo a ella, se alzó su termitero, impidiéndole el paso y mostrándole el sexo masculino. “No obstante, Dios es todopoderoso. Abate el termitero rebelde y se une a la Tierra sometida a la excisión” (Griaule 1966: 22). Los dogon creen que la dualidad sexual supone la imposibilidad del apareamiento. Su mitología ilustra el miedo de los hombres a no poder consumar la relación. Su mitología expresaría la angustia que provoca en ciertos hombres el reconocimiento de todo aquello que puedan percibir de carácter fálico o masculino en las mujeres, por ejemplo, el clítoris. Y es por tal motivo que, sintiéndose amenazados por determinados

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aspectos (del cuerpo) de las mujeres, contemplan su modificación (corporal) como la solución para relacionarse con ellas sin problemas. El clítoris, un órgano con infinidad de terminaciones nerviosas y que mediante su estimulación brinda a la mujer la posibilidad de experimentar gran placer sexual y llegar al orgasmo, ha sido demonizado en determinadas sociedades, considerándosele como un órgano peligroso cuyo contacto puede resultar fatal. Así, de acuerdo con ciertas creencias culturales, si durante el parto el clítoris toca la cabeza del niño este puede morir o quedar afectado con trastornos mentales. También se sostiene que el clítoris (un dardo según los bambara) puede dañar gravemente al hombre durante el momento del coito o incluso producirle la muerte. Cabe destacar que estas consideraciones acerca del clítoris (o las creencias de los dogon) remiten al mito de la vagina dentada. Con diversas derivaciones o variantes, en este mito que está extendido entre comunidades de todo el planeta, a lo largo y ancho de África, en América del Norte y del Sur, en Europa y en la India, se habla de mujeres o seres femeninos que poseen una vagina poblada o dotada con dientes, con capacidad para atrapar y devorar el pene, por lo que, el héroe de turno, se lanza a la labor de derribarlos o extirparlos, con la finalidad de conjurar la amenaza castradora de la vagina y pasar así a la posición de dominador en la relación (sexual). Veamos unos ejemplos:

En un relato toba-pilagá incluido por Lévi-Strauss […] en Lo crudo y lo cocido, se habla de las mujeres de vagina dentada que bajan del cielo y roban carne a los cazadores. En otro mito de los matako (habitantes del Chaco), el héroe Carancho, valiéndose de una piedra, quitó la letal dentadura vaginal a estos seres, haciendo posible que los hombres pudieran copular. En la versión mítica del origen de las mujeres pilagá registrada por Newbery […] se indica que comían por la boca “y entre las piernas”; el águila enseñaría a desdentarlas (con una piedra, según ha dicho) para que nacieran los primeros pilagá. (Báez-Jorge 2000: 113)

En el mito de la vagina dentada el héroe se acerca a la sexualidad como a un campo de batalla, y no de intercambio amoroso, donde su propósito radica en conseguir pleno gobierno sobre la figura femenina, hasta entonces dominadora de la relación:

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En una versión hindú se relata la historia de la hija de un Rakshaa (demonio) que tenía alargados y afilados dientes en su vagina. La presencia de un hombre la movía a convertirse en una bella y cautivadora doncella, para así seducirlo, cortarle el pene y comérselo lanzando posteriormente el resto del cuerpo a los tigres. En una oportunidad, en la densidad de la selva, conoció a siete hermanos […]. Transcurrido un tiempo prudente sedujo al hermano mayor en un lecho cercano a la morada de los tigres, le mutiló el pene al joven, y arrojó su cuerpo como pábulo de felinos. De la misma forma procedió con los demás hermanos hasta que solo quedaba el benjamín. Sin embargo, cuando llegó el turno de este los dioses le ayudaron enviándole un sueño: si te vas con la joven lleva un tubo de hierro y en vez de hacer el amor con ella, introdúceselo en la vagina y destrúyele los dientes. Eso hizo el hermano menor, poniendo bajo su control a la hija de Rakshaa. (Capriles 1979)

Podemos afirmar que en los relatos mitológicos acerca de la vagina dentada el clítoris vendría a ser el diente que sobrevive o persiste incólume después de que los otros hubieran sido extirpados o arrancados. El mito de la vagina dentada representa la angustia del hombre de quedar atrapado y ser devorado durante el acto sexual con la mujer, por lo que, siguiendo con esta formulación metafórica, lo más seguro para él sería relacionarse con una mujer vaginalmente desdentada, sin ningún diente, esto es sin clítoris, completamente inofensiva y dócil. En este sentido, la ablación del clítoris se presenta como el mecanismo por el cual el hombre afectado por un gran complejo de castración intentaría hacer desaparecer el carácter amenazador del aparato genital femenino para convertirlo, en un cruel ejercicio de domesticación, en un espacio habitable o gobernable para el pene. Pero en el fondo, todos los intentos del hombre por dominar (sexualmente) a la mujer encubren su gran temor de no poder responder adecuadamente ante ella, de no estar a la altura de ella, de verse disminuido o quedar cuestionado en su virilidad, en su potencia sexual, en su masculinidad u hombría. Es por eso que, cuando en una sociedad se defiende la ablación del clítoris, tendría que preguntarse por los miedos del hombre, por el temor inconsciente que ese órgano genital (y, por consiguiente, la relación con la mujer) le infunde. Por otra parte, podemos considerar que el complejo de castración no se circunscribe al ámbito específico de la sexualidad sino que además se extiende a otros ámbitos de la cotidianeidad. El temor a la mujer puede derivar en impotencia como

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también en su negación, en una masculinidad exacerbada o en afán de dominación. Hablamos de unos hombres que necesitan que las mujeres sean sumisas, dóciles, serviles, dependientes de ellos, para así sentirse poderosos y dominantes. La posibilidad de que ellas se manifiesten o desempeñen con suficiencia, poder y libertad les descoloca y desubica, les precipita al abismo de sus miedos masculinos de impotencia sexual y relacional. Lo que no ven o no quieren ver los hombres dominantes para con las mujeres es que las diferencias sexuales, el hecho de ser diferentes, no tiene que suponer desigualdad relacional ni ejercicio de poder de nadie sobre nadie. Creen o temen que las mujeres libres e independientes los devoren, los trastornen, los anulen, los dejen en evidencia o los conviertan en impotentes.

5. Conclusiones

Como hemos visto en este artículo, el objetivo principal de la mutilación genital femenina responde al deseo de controlar y dominar la capacidad sexual de la mujer. Un afán de control o dominación que denota un gran temor: que la mujer no mutilada genitalmente pueda sentirse insatisfecha con el grado de placer que obtiene y/o con el número de relaciones sexuales que mantiene con su esposo, o que el hombre quede devorado o subsumido por la capacidad sexual de la mujer. Un afán de dominación que remite a la inseguridad del hombre en su propia capacidad amatoria para con la mujer. Es evidente que en las sociedades temerosas de la sexualidad (femenina) se idean diversos dispositivos orientados a la represión o reducción del apetito sexual. El clítoris es visto como un órgano de voluptuosidad cuyo tocamiento podría conducirle a la mujer a una sexualidad desbordante, desenfrenada, inmoral, en lugar de verse como un órgano por el cual poder disfrutar libremente y sin complejos del placer sexual. En estas sociedades no se contempla la gratificación sexual de la mujer al margen del propósito de la reproducción o de la satisfacción al hombre, como si el placer por el placer en la mujer fuera peligroso o subversivo para la estructuración social. Se pretende, exige y

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espera que el desempeño de la mujer en el área sexual lo sea desde la mera receptividad o pasividad. Mujer dócil, sumisa, obediente. Y complaciente. No demandante ni autónoma, pues a la mujer que busca la satisfacción libre de su sexualidad, saltándose las normas estrictas y asfixiantes de la sociedad, se le acusa de perversa o prostituta, como mala mujer. Dicho de otra manera, cuando en determinadas sociedades y/o épocas históricas la aceptación y adaptación de la mujer pasa por el control de su sexualidad, bajo la consideración de evaluaciones dicotómicas rígidas (mujer santa o pura versus mujer lasciva), ello es revelador del miedo del hombre a la mujer. De todos modos, aunque no se llegue a practicar la mutilación genital, Wilhelm Reich nos advierte que las sociedades patriarcales desarrollan formas refinadas y eficaces de control sexual (mediante prohibiciones y estrictas medidas morales), cuyo resultado es un daño temprano en la capacidad de expresión sexual del ser humano, “en el sentido de la impotencia orgástica, no sin colgarse del cuello, al mismo tiempo, las neurosis, las perversiones y los delitos sexuales” (Reich 1932: 75). Teniendo en cuenta esta tesis, quisiera manifestar lo siguiente: todo afán de dominación (sexual) supone una respuesta patológica en el manejo de los temores con respeto a la persona con la que se desea mantener o ya se mantiene una relación mientras que la capacidad y oportunidad de participar en relaciones (sexuales) consensuadas, en busca de la satisfacción de todos sus participantes, redunda en el desarrollo personal y en las posibilidades de disfrutar y ser felices.

6. Ideas para una propuesta preventiva

Cuando abordamos el tema de la sexualidad en una determinada sociedad, hemos de tener en cuenta que las valoraciones y significaciones colectivas tienen gran repercusión en los individuos y en sus formas de expresión sexual. En este sentido, hay sociedades que se guían o conducen desde el respeto a las minorías sexuales y en defensa de las relaciones igualitarias entre hombres y mujeres mientras que otras

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sociedades en su conjunto, o en determinados subgrupos, se conducen mediante actitudes persecutorias, discriminatorias y gravemente limitadoras de la capacidad de expresión de sus integrantes en general o de determinados sujetos. En lo que respecta al tema que nos ocupa, el de la mutilación genital femenina, constituye un gran reto tratar de desarticular el discurso alienador que lo sustenta y que en determinadas grupos o comunidades puede estar fuerte e históricamente arraigado, siendo necesario un abordaje multidisciplinar e integral, que tendría que desarrollarse en diferentes vertientes (legal, sanitaria, educativa, sociocultural) y dirigirse a profesores, padres y madres, profesionales de la salud, políticos y líderes religiosos, periodistas, etc. Es importante desarrollar actividades encaminadas a sensibilizar acerca del sufrimiento físico y psicológico de las niñas y mujeres que son víctimas de la mutilación genital, dando a conocer las graves limitaciones y dificultades que ello les puede generar a lo largo de sus vidas. Se debe luchar contra todo tipo de mutilación genital realizado por razones no terapéuticas a las niñas y contra la que es forzosa para la población femenina adulta. Otra cuestión diferente es que entre mujeres adultas algunas de ellas decidan libremente someterse a una mutilación genital por motivos rituales o socioculturales, de manera semejante a como proceden ciertas mujeres de las sociedades occidentales que se someten a diversas cirugías (como son la vaginoplastia y la implantación de prótesis mamarias) con el objetivo de adecuarse a unos determinados cánones de belleza y sentirse sexual o corporalmente atractivas. O como cuando en las relaciones sadomasoquistas, en función del juego erótico de dominación-sumisión, y de manera consensuada, se busca o plantea el daño mental y/o físico, pudiendo llegar a concretarse mutilaciones corporales diversas. Sabido es que la educación puede tener un papel conformador y transformador de conciencias y que, desarrollada desde la primera infancia, debe fomentar actitudes igualitarias, tolerantes y respetuosas para con el otro. Tratando de erradicar todas las formas de maltrato que, a veces, por el arraigo cultural, pueden pasar desapercibidas para bastantes personas. Por eso, si se desea llevar a cabo una intervención terapéutica

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y/o preventiva con estas personas, es necesario disponer de capacidad y talante para adentrarse empáticamente en sus propuestas y planteamientos ante la existencia, tratando de conocer cómo está estructurado su imaginario social. Y a este respecto la mitología y los ritos ofrecen información sumamente valiosa. Como sugiere Adriana Kaplan en diferentes artículos (véase, por ejemplo, Bedoya y Kaplan 2004, Kaplan y colaboradores 2006) debería realizarse un acercamiento antropológico a la realidad de los grupos en que se practica la mutilación genital, para así poder ser reconocidos como mediadores y poder trabajar eficientemente con sus integrantes las problemáticas que les afectan. En el tema que nos ocupa, una posibilidad de trabajo es preguntándose por los mitos y miedos sobre lavida sexual, ayudando a entender a la gente que la sexualidad es consustancial al ser humano y que todos y cada uno de nosotros tenemos derecho a vivirla en función de nuestros afectos y deseos y desde el respeto a nuestra integridad corporal y nuestra voluntad. Uno de los motivos referidos por los defensores de la mutilación genital femenina es que dicha práctica favorece en la mujer su fidelidad y comportamiento virtuoso. De todos modos, habría que cuestionar tal forma de proceder, violatoria de los derechos humanos, además de poner de relieve que la fidelidad dependiente de la utilización de “un cinturón corporal de castidad” dista de ser una fidelidad auténtica. Es sumamente interesante y útil plantear talleres sobre salud sexual, que pueden resultar de gran alcance terapéutico y preventivo, en los cuales hombres y/o mujeres puedan hablar libremente sobre sus inquietudes, miedos, inseguridades, deseos y fantasías con respecto a las personas del otro sexo. En los talleres a realizar con hombres una cuestión importante a abordar sería el temor a la figura femenina (Horney 1932), que si es reconocido y elaborado psíquicamente les ayudará a conocerse mejor, a explorar en sus recursos personales y a aproximarse respetuosa y empáticamente a las mujeres. En los talleres sobre salud sexual habría que informar que toda persona, independientemente de su sexo, tiene derecho al placer y que el control del cuerpo (y la sexualidad) de la mujer afecta, obviamente, en la capacidad de expresarse y disfrutar de

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la mujer, y de manera secundaria también al hombre, puesto que la capacidad de gozo en la mujer no es limitadora sino acrecentadora de su capacidad de placer. Además, se debe tener en cuenta que la actitud controladora y dominadora del hombre sobre la sexualidad de la mujer constituye por sí misma una actitud neurótica en su capacidad de interacción. Por último, considero importante realizar encuestas y entrevistas sobre actitudes y pensamientos con los grupos de hombres y mujeres con quienes se desarrollan tareas educativas, terapéuticas y/o preventivas, también con la población en general, para saber en qué medida se mantienen y modifican o evolucionan las formas de entender las relaciones interpersonales.

7. Referencias bibliográficas

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LOS MENTORES EN EL DESARROLLO PROFESIONAL DE LAS MUJERES. ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO1 Ramona Ortega-Liston, María Esther Morales Fajardo y Cecilia Cadena Inostroza2 Resumen: Dificultades de las mujeres para acceder a educación y puestos de trabajo comprende no solo sexismo, sino raza e identidad étnica. Se examinan los casos en la inserción laboral de mujeres profesionales afroamericanas y árabes que viven en Estados Unidos y de mujeres mexicanas en su país. Se revisan dificultades en su educación y carrera profesional, las estrategias para superarlas, principalmente el papel de los mentores/tutores. La principal conclusión es el papel determinante de los tutores en la trayectoria educativa y profesional de las mujeres y las que han sido apoyadas por éstos generalmente se convierten en mentoras. Palabras clave: Mentores/tutores, trayectorias de mujeres, narrativa. Title in English: Mentors in the Development of Professional Women. United States and Mexico Abstract: Impediments to women‟s access to education and jobs include not only sexism, but race and ethnicity. This paper examines the work placement experiences of Afro-American and Arab professional women living in the USA, and of Mexican women in their own country. The educational and professional career struggles are reviewed; the strategies for success, and the role of mentors, are also examined. The conclusion is that the role of mentors is decisive in the career education of women, and that those women often become mentors in their turn. Key words: Mentors, women‟s career, narrative.

1. Introducción

El propósito de este trabajo es entender un fenómeno social a través de una discusión de los asuntos que tienen que ver con diversas mujeres que intentan alcanzar puestos profesionales, tanto en Estados Unidos como en México. En este primer país las mujeres de color que ocupan puestos profesionales han señalado la existencia de 1

Fecha de recepción: 20/07/2013 Fecha de aceptación: 14/10/2013 Las autoras agradecen a Nimbe Gallegos Estrada su invaluable apoyo en la traducción de los escritos en inglés. 2 Profesora asociada, Departamento de Universidad Pública, Universidad de Akron, Ohio, Estados Unidos;  ramona3@uakron.edu. Investigadora a tiempo completo del CRIM-UNAM, México;  moralesf@correo.crim.unam.mx. Profesora-investigadora a tiempo completo de El Colegio Mexiquense, A. C., México;  ccadena@cmq.edu. mx.

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segregación y la marginación, argumentos que se han visto apoyados por distintos estudios basados en resultados de encuestas. Sin embargo, la mayoría de estas investigaciones no incluyen las experiencias e interacciones en el ambiente de trabajo y existe poca discusión acerca de los vínculos con contextos sociales más amplios. Mujeres de diferentes culturas aún experimentan la doble opresión de racismo y sexismo en el ámbito educativo. Por lo que respecta a México, la falta de empleo, la inseguridad, la violencia y la discriminación son los principales problemas que enfrentan las mujeres (Conapred 2011). En los últimos treinta años, la participación de la mujer mexicana en el mercado laboral ha crecido de manera importante, pero, aún así, tiene que afrontar diversos retos laborales que van desde la difícil conciliación entre su empleo mal remunerado sin seguridad social o sin intereses gremiales con el trabajo no remunerado en el hogar. Además, algunas mujeres que logran un empleo ven truncado su crecimiento profesional por no poderlo compatibilizar con el cuidado de los hijos (Delgado 2007). Con una metodología basada en la encuesta narrativa, este trabajo ofrece un marco conceptual sobre el cual se asigna significado y aplicación práctica tanto para mujeres afro-americanas y árabes que viven en Estados Unidos, como para mujeres mexicanas en su propio país. Ambos casos cuentan con antecedentes diversos respecto a la marginación en su intento por acceder a niveles educativos superiores y más tarde a puestos laborales.En primera instancia, las autoras muestran la importancia de los tutores/mentores en el desarrollo y ascenso en una carrera. En la siguiente sección se expone la metodología para este trabajo: la encuesta narrativa y se presentan las cuatro voces de las mujeres. Luego se hace una breve reflexión sobre la necesidad de apoyo y guía en la trayectoria educativa y profesional de las mujeres. Finalmente, se proponen las conclusiones del documento. 2. Tutoría

Numerosos estudios se han llevado a cabo acerca de la importancia de los tutores para los jóvenes profesionistas e indican que son de vital importancia para lograr una

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carrera exitosa entre hombres blancos (Taussing y Joslyn 1932; Warner y Abegglen 1955; Ortega 1998). El estudio de Taussig y Joslyn (1932) que analizó la carrera de 15, 000 hombres de negocios americanos, fue uno de los más amplios de este tipo que se hayan completado. Warner y Abegglen (1955b), también se enfocaron en hombres blancos, aunque en una escala más pequeña- La razón más importante a la hora de elegir hombres blancos es que dominaban el campo de trabajo, mientras que las mujeres, los hombres de color y los hispanos todavían no aparecían en la escena. No fue sino hasta la década de los ochenta y de los noventa que las carreras de las mujeres y las personas de color empezaron a ser estudiadas más de cerca y los resultados aparecieron en revistas profesionales. Entre otras cosas, Taussing y Joslyn concluyeron que los hijos de los hombres de negocios generalmente seguían los pasos de sus padres, de esta manera, los hijos de los hombres de negocios se reclutaban más frecuentemente que los hijos de granjeros y de otro tipo de trabajadores. Esto sugiere una ventaja en el mercado laboral. Con conclusiones similares Warner y Abegglen reportaron:

Para aquellos que nacen en la cima es más fácil tener éxito y tener ventajas que aquellos que nacieron en niveles inferiores. No hay libertad completa de competencia; el sistema esta aún sujeto a condiciones de trabajo que brindan ventajas considerables a quienes han nacido en posiciones más altas. (1955: 36)

Lo mismo podría decirse de las mujeres de color que no tienen las mismas ventajas y que encuentran su camino sólo hacia la cima en sus carreras.

2. 1. La influencia de los tutores

Otros autores que han realizado estudios de este tipo son Roche (1979) y Knouse et al. (1992) quienes estudiaron la relación entre el tutor y el ascenso en la carrera. Un mentor se define como un sujeto comúnmente mayor y establecido en una organización, que aconseja a los empleados más jóvenes, que funge como entrenador (coach), brinda apoyo social y sirve como tutor. De este modo, las condiciones de la carrera de un

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protegido se mejoran porque se convierte en un miembro respetado dentro de la corporación (Collins 1983; Fagenson 1988; Forbers y Piercy 1991; Greenhaus 1987; Knouse et al. 1992; Ragings 1989). El mentor también se define como un guía, una persona con valores y con interés en transmitir sus conocimientos y experiencias a aquellos que desean aprender. Por tanto, la tutoría es el:

establecimiento deliberado de una relación igualitaria entre una persona más capaz, más experimentada con otra menos capacitada y menos experimentada, fundamentada en un acuerdo mutuo para la consecución de un logro determinado, cuya consecuencia será el crecimiento de la persona menos capacitada y el desarrollo de aptitudes específicas. (Murray 1998, en Granillo 2007: 7)

Un tutor puede recomendar a su protegido para un ascenso o identificar oportunidades que lo conduzcan hacia esa meta. Los resultados de Roche (1979) sobre los gerentes de alto nivel subrayan el rol que los tutores pueden desempeñar. Los gerentes, en este estudio, reportaron haber tenido tutores que los ayudaron en su carrera. Con ejemplos recientes de mujeres en posiciones de liderazgo se puede aprender mucho del papel desempeñado por la mentoría. Los tutores se revelan un medio efectivo para identificar y promover el talento en todo tipo de organizaciones (Merts 1990). Casey (2006) concluyó, tras entrevistar a presidentas de universidades, que los tutores a todos los niveles tienen un papel importante. Muy pocas mujeres tuvieron la ocasión de encontrar a hombres como tutores y, por ello, hablaron de la importancia de que existan programas de liderazgo que sirvan para guiarlas en su camino a la cima. Además de la eventualidad de encontrarse con un hombre mentor, varias mujeres aseguraron que junto a sus tutores, el apoyo de los esposos, familias y amigos fueron determinantes (Shultz 1997). Robertson et al. (1995) sugiere que las mujeres en la administración y supervisión deberían contar con un plan para tener tutores (1995). Muchas mujeres con puestos importantes en universidades reportaron que tener mentores no significa sólo tener un guía y consejero, sino que también ayuda para lidiar con los procedimientos y políticas de un puesto (Hubbart 1998). Muchas de ellas revelaron la preferencia hacia mujeres como tutoras en sus planes de carrera. Brown (2005) descubrió que 91 presidentas universitarias consideran a los tutores y a los programas de desarrollo

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profesional importantes para el reclutamiento y preparación. Más del cincuenta por ciento de las mujeres entrevistadas refirieron haber tenido más de un tutor. Este argumento se evidencia en los cuatros casos que se presentan en este artículo. Como se podrá observar, los mentores que impulsan a las cuatro voces son hombres. Un estudio que examina específicamente a los hispanos es el Mentoring Process for Hispanics (Knouse et al. 1992), el cual describe las ventajas y desventajas de hispanos como tutores de otros hispanos, así como las ventajas y desventajas de británicos como tutores de hispanos. Una ventaja de tutores hispanos de otros hispanos es que existe una identificación cultural, conciencia de necesidades específicas, sirven como modelos y asisten en el proceso de socialización. Una desventaja es que se les percibe como menos poderosos debido a que acaban de acceder a puestos de alto rango; los nuevos gerentes tienen menos influencia y prestigio que compartir. Junto a este problema se encuentra la realidad de que los hispanos que tienen el perfil son ampliamente requeridos para ser tutores. Un gran número de profesionales de grupos minoritarios necesitan tutores, por esta razón se convierte en todo un reto para las organizaciones, por ejemplo las que trabajan para crear programas de mentores en línea. Una ventaja de las relaciones de tutor anglo/hispanas incluye la percepción de que los anglos son más poderosos: este tipo de gerentes están en una posición de socializar con los recién ingresados modelando el comportamiento aceptado, y suelen tener una red de relaciones para compartir de muy alto perfil, gracias a la reputación que han ganado. Las desventajas tienen que ver con su dificultad para relacionarse con los hispanos y empleados de color, así como problemas para dar el primer paso para iniciar una relación como tutor. Algunas compañías pioneras en los programas de tutores hispanos son AT&T, Johnson & Johnson, Merrill Lynch, Federal Express, la compañía Ore-Ida, el FBI y el servicio tributario del gobierno estadounidense (Knouse et al. 1992; Ortega 2000). En México y en América Latina existen algunos trabajos que se refieren al papel de los tutores en el desarrollo profesional de las personas. Los estudios que analizan la figura de los mentores han sido abundantes en el tema de las tutorías académicas, como

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guías para desarrollo educativo de los estudiantes a nivel medio superior y universitario. Particularmente para el desarrollo profesional de las mujeres se han realizado diversos análisis en Argentina, España, México y Venezuela. Rábago et al. (2004), analizan los factores personales que motivan la intención emprendedora de las mujeres, las necesidades de logro, la autoeficacia, las capacidades creativas y/o actitud proactiva. Para este grupo de autoras dentro de la actitud emprendedora se localizan la función de los mentores en los ámbitos psicosocial y de carrera3. Este estudio también reveló que los hombres son quienes han fungido como mentores para la carrera de las mujeres emprendedoras. A su vez, el 85% de ellas actúan como mentoras de otras personas que trabajan en su misma organización (la mayoría de los discípulos son mujeres de la misma edad o más jóvenes). La conclusión a la que llegan las autoras es que la afiliación a mentores vinculados a la carrera profesional y al aspecto psicosocial indica que las mujeres emprendedoras tienden a “imitar” modelos de comportamiento diseñados y desarrollados por los individuos con quienes ellas se identifican, además de que aplican un “aprendizaje delegado” a sus propios discípulos. Por su parte, Chinchilla et al. (2006) analizan los inhibidores e impulsores en la carrera profesional de las mujeres directivas4. Los resultados del análisis muestran que se evalúa a los mentores personales como un factor de desarrollo profesional de las mujeres directivas, mientras que, por el contrario, es un elemento con menor valor para el caso de las empresarias. El principal apoyo de la mujer directiva proviene del marido. A partir de las lecciones aprendidas en estos primeros estudios, se recomienda a los jóvenes profesionales que busquen un tutor que pueda ayudarlos y guiarlos. Los estudios sugieren que, para el caso estadounidense, vale la pena identificar un hombre blanco que sirva como tutor. Por otro lado, si mujeres con éxito de color, latinas, áraboamericanas o mexicanas están disponibles y dispuestas a ser tutores, entonces su ayuda

3

El primer ámbito es la ayuda en cuanto al modelo de roles y el acceso a las redes sociales, mientras que el segundo se refiere a compartir la información y los conocimientos técnicos, al patrocinio y a los recursos públicos. 4 Se aplicó una encuesta a 145 mujeres que ocupaban puestos directivos.

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debería aceptarse puesto que se identifican mejor con las luchas y retos que tienen que enfrentar los grupos minoritarios ya que comparten antecedentes.

3. Encuesta narrativa

La encuesta narrativa es un proceso de recopilación de información con el propósito de investigar a través del relato de historias de vida. Connelly y Clandinin (1998) y Clandinin y Connelly (1994, 200) están entre los primeros en atraer el enfoque experimental a la investigación educacional. Connelly y Clandinin (1994) sugieren que los seres humanos son organismos narradores de historias que, individual o colectivamente, llevan una vida documentada y que la narrativa es el estudio de las muchas maneras en que los seres humanos experimentan el mundo. En otras palabras, la vida de las personas está conformada por historias. Su narración es una práctica reflexiva que tiene la posibilidad de ofrecer a las experiencias diarias un significado educativo, social y cultural. Muchas mujeres que se encuentran en la cumbre de su carrera profesional tienen historias excepcionales y lecciones que enseñar. Para este trabajo se seleccionaron de forma intencional cuatro casos, dos que corresponden a la realidad norteamericana y dos a la mexicana. En la siguiente sección las voces de “Brandy”, “Leila, “Karina” y “Andrea” se usan como casos narrativos de estudio, en los cuales mujeres profesionales de color, de distinta raza y condición socioeconómica diversa, describen su experiencia de marginación en el ámbito profesional estadounidense y mexicano. La presentación de los casos sigue esta secuencia: primero se expone una experiencia general de vida y el primer contacto con el tutor; en segundo lugar, el contexto de la situación socioeconómica; en tercer lugar, se presenta una trayectoria educativa; por último, las oportunidades de empleo. En los cuatro casos se enfatiza la presencia del mentor en las trayectorias laborales. Es necesario aclarar que la exposición de los casos combina los testimonios de las voces de las mujeres con ideas y reflexiones basadas en la literatura del apartado uno de este documento.

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3. 1. Brandy

Brandy reflexiona sobre sus años en preescolar y primaria: “a temprana edad aprendí sobre la importancia del discurso y la gramática para cualquier tipo de éxito”. Con el tiempo, Brandy recuerda las siguientes experiencias, como su introducción al proceso informal de tener un tutor: escuchó la voz de su padre cambiar cada vez que contestaba el teléfono, su tono era diferente y sus palabras elocuentes. Con el paso del tiempo vio a sus tías negociar y regatear cuando visitaban las tiendas, ellas consciente y deliberadamente ajustaban su tono de voz como si fueran oradores en una ceremonia.

3.1.1 Situación económica El padre de Brandy trabajaba muchas horas –ella entendería más tarde lo que era el tiempo extra–, su madre era ama de casa. Sus padres eran dueños de su casa, lo cual no era algo muy común en la comunidad afro-americana donde vivían; las casas eran pequeñas con el césped bien cuidado. La mayoría de las familias usaban cupones del gobierno para ayuda alimenticia y muchos de ellos no tenían automóvil. Aunque Brandy creció con más comodidades que la mayoría de sus compañeros de juego, más tarde descubrió que el nivel económico de su familia era menor que el ingreso medio del país y que podía ser considerado como pobreza. El padre de Brandy trabajaba mucho y no desperdiciaba ninguna oportunidad para seguirse preparando, moldeó una fuerte ética de trabajo; persistente y con ganas de seguir aprendiendo, con el tiempo obtuvo el certificado de preparatoria.

3. 1. 2. Educación

En la secundaria a Brandy la llamaron a la oficina del consejero, querían que se graduara dadas sus altas calificaciones y encaminarla a estudiar matemáticas y ciencias. En la preparatoria algunos de sus profesores continuaron motivándola a estudiar

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ciencias y ella se graduó siendo una de las diez mejores de su generación de 363 estudiantes, fue presidente de la sociedad nacional de honor, miembro del cónsul ejecutivo (una organización estudiantil que ayudaba con políticas y procedimientos) y recibió el premio “Womanhood” en la preparatoria. Su padre, un consejero educativo, dos maestros y una maestra la encaminaron y motivaron a continuar con sus estudios. Brandy recibió una pequeña beca y obtuvo el certificado de técnico en radiología y mientras trabajaba en este campo pudo continuar su educación con el apoyo económico de su jefe. “Estar casada, tener un hijo y trabajar no era el perfil de la mayoría de las estudiantes universitarias”, dice Brandy. Tuvo que hacer varios cursos a la vez, un supervisor se convirtió en su tutor y la motivó para que estudiara el doctorado. En el posgrado una vez escuchó a algunos de sus compañeros que habían sido invitados por sus profesores para hacer presentaciones y participar con publicaciones escolares, pero este tipo de oportunidades nunca se presentaron para ella que ahora tiene un doctorado en educación secundaria. Aunque es la única de seis hermanos que tiene un título, su ejemplo ha inspirado a dos de sus hermanas para continuar estudiando. Las oportunidades de trabajo que se le han presentado están directamente relacionadas con los títulos que ha obtenido.

3. 1. 3. Oportunidades de empleo

Brandy tomó la decisión de cambiar del campo de la medicina al campo de la educación y para ello recibió apoyo de su esposo, familia y amigos. Pasó de tener un trabajo a tiempo parcial como coordinadora de educación a ser asistente del decano con responsabilidades docentes. Continúa su historia diciendo, “como asistente graduado, mi supervisor y tutor fue uno de los miembros del comité que me entrevistó para obtener mi primer trabajo real en el ámbito educativo; él habló de mis capacidades como el liderazgo y ética profesional. Como resultado conseguí otro tutor junto con mi primer trabajo. Este caballero era un tipo caucásico que modelaba el liderazgo y el

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compromiso con el servicio, era innovador y apoyaba mis ideas, lo que ayudó a aumentar mi confianza para buscar puestos de mayor responsabilidad”. Ahora, como coordinadora y profesora de un programa de administración de la educación, Brandy reflexiona sobre los avances en su carrera: “hubo varios hombres afro-americanos y caucásicos que fueron mis tutores a lo largo de mis estudios y mi carrera profesional. En ese momento no noté que había muy pocas mujeres con el rol de tutoras, esto me motivó a buscar mujeres jóvenes en general y, específicamente, de color que estuvieran buscando una carrera en educación y en liderazgo educativo”. Brandy comenta que su educación y persistencia para buscar puestos de liderazgo la han llevado a muchos lugares. Ha llevado a cabo presentaciones acerca de las mujeres por todo Estados Unidos, Inglaterra, Australia y China. Aunque cree que continuará influyendo en muchas más mujeres alrededor del mundo, nos trae un mensaje muy simple pero profundo: “nada sustituye al trabajo duro, los tutores son esenciales y el apoyo de la familia no tiene precio”.

3. 2. Leila

La historia de Leila comienza cuando un colega de trabajo se refirió a ella como una mujer de color y ella declara de que se sorprendió mucho al escuchar que alguien se refería a ella de esa manera ya que siempre se había considerado a sí misma como “blanca” y la gente asumía que era italiana o griega por su piel clara y sus ojos y cabello oscuros. Ella los corregía sin sospechar que su error era un asalto de identidad. Se preguntaba cuándo se daría cuenta la gente de la diferencia, sin saber si su identidad y la de otras mujeres árabo-americanas se encontraban amenazadas por lo poco notorio que era este error. Leila aceptaba su situación actual y no sentía la necesidad de cambiarla, sin pensar que su raza había sido marginada y su cultura estigmatizada, sin aceptar tampoco que ellas fueron, y aún son, las receptoras de la discriminación por parte de la sociedad y las instituciones.

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Con apenas 30 años empezó a usar el hijab, la cabeza y el cuerpo cubiertos como recomienda su religión, el Islam. La gente se interesó por su cambio y ella se convirtió en alguien con quien entablar conversaciones acerca de teología y sobre los derechos de las mujeres. Pero después del 11 de septiembre de 2011 se transformó en alguien a quien se miraba sospechosamente y a quien se cuestionaba sobre su lealtad. Se sintió segregada en el trabajo, enseñaba en una universidad cuyo cuerpo de estudiantes era predominantemente del este de Europa, con antecedentes cristianos y tenía muy poco contacto con otro tipo de personas. Respondía diplomáticamente a los cuestionamientos de los alumnos acerca de sus creencias y decisiones, se decía a sí misma que ella era la maestra. Trataba de contestar con gracia a sus colegas y supervisores, pero le resultaba difícil porque esperaba que ellos demostraran más conocimiento y respeto por otras costumbres, ideas, valores y creencias. En su búsqueda de respuestas, reflexionó acerca de sus propios pensamientos sobre sí misma y se dio cuenta de que compartía muchos estereotipos con la gente. Le resultaba difícil decidir que era más triste: el ser marginada por la sociedad o sentirse marginada por si misma. Sus profesores se convirtieron en sus primeros mentores al influir en su carrera profesional.

3. 2. 1. Educación

Leila creció en un suburbio de clase media. Siendo libanesa-americana se sentía segura en una sociedad que parecía aceptarla y estaba lista para ser un adulto productivo. Asistió a una primaria y secundaria católicas y obtuvo un título en una universidad jesuita, sus profesores estaban impresionados con su potencial y se interesaron por sus metas. Discutían acerca de sus oportunidades para continuar con su formación educativa y profesional. Gracias a este impulso, años después, ella pudo obtener un doctorado en educación que le permitió acceder a un puesto en una universidad estatal y trabajar profesionalmente. Pero el conocimiento de sí misma, lo que ella llama “la educación real”, lo obtuvo mientras vivía y trabajaba enseñando. Fue entonces cuando entendió lo que significa pertenecer a una minoría que lucha contra la discriminación religiosa, el racismo y el sexismo.

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3. 2. 2. Identidad

Leila se ve a sí misma como representante de la relación entre raza, género y religión: “soy una mujer musulmana de color y creo que pertenezco al que hoy es el grupo minoritario más pequeño”. Está consciente de la confusión que su personalidad parece causarle a otros. Para el observador insular, ella parece muy diferente, para los multiculturales, ella representa diversidad y parece que no encuentra un discurso predeterminado o práctica para entenderla. Esto le pesa y se pregunta acerca del significado de su diversidad en una sociedad en donde ella considera a todos a su alrededor tan diversos como ella, pero clama por un mejor mañana en el que su diversidad sea mejor recibida.

3. 2. 3. Oportunidades de empleo

Leila es profesora en una universidad estatal. No acusaría a ninguno de sus colegas o supervisores de discriminación, simplemente siente indiferencia por parte de algunos de ellos. No ha sido invitada a participar en proyectos, no ha recibido oportunidades de ascenso, se sintió muy enojada cuando un colega cuestionó su efectividad como líder educativo a partir de una discusión acerca de su forma de vestir, requisito de su religión. A pesar de que invierte muchas horas en su trabajo, se siente poco productiva, desearía que sus colegas y supervisores entendieran que hace contribuciones en su campo, se da cuenta de que es una responsabilidad compartida y esto hace que se enganche en conversaciones con ellos. Trata de involucrarse con aquellos que parecen más receptivos y se ha dado cuenta de que una vez que se acerca, las mujeres de la facultad están más dispuestas a construir relaciones de tutor con ella. Leila agrega que estas relaciones son una fuente de apoyo. Le brindan no sólo la oportunidad de participar en un discurso académico significativo, sino también de tener diálogos más personales. Afirma que sus experiencias la han hecho más consciente de

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los problemas con que las mujeres de grupos minoritarios se enfrentan en la educación superior y han conseguido que esté más decidida a servir como mentor para sus estudiantes, especialmente para los de color que, desde su punto de vista, se enfrentan con una cultura establecida que los margina.

3. 3. Karina

Karina comprendió que la educación es el camino que le ha permitido consolidar su situación personal y profesional. Reconoce que “con el grado de Doctor no importa si eres hombre o mujer, ya que el sueldo es el mismo”. Sin embargo, su padre que, a pesar de comenzar su carrera en condiciones muy humildes, llegó a obtener recursos y prestigio político, no apoyó a Karina para realizar sus estudios. Fue su madre, a quien Karina reconoce como su primera mentora, la que, con muchas dificultades, la apoyó y empujó para que realizara sus estudios profesionales, lo que le permitió ser reconocida por otros mentores que la apoyaron hasta obtener el doctorado en Inglaterra. Estas son las tribulaciones por las que pasó Karina.

3. 3. 1. Situación socioeconómica

Karina es hija de un matrimonio con padres de origen muy humilde y que fueron maestros rurales del estado de Oaxaca. El matrimonio, con dos hijas, se separó cuando Karina todavía era muy pequeña. Sus padres emigraron a la ciudad de México en busca de mejores oportunidades de vida. El padre logró ingresar a la universidad y desenvolverse en el ambiente político. Karina permaneció al lado de su madre, a pesar de que su padre podía haberle brindado una vida económicamente más cómoda. Es entonces que su madre se convirtió en la primera mentora que tuvo, ya que fue el único apoyo económico para realizar sus estudios; de hecho, gracias a su madre, ella nunca tuvo que trabajar y en los estudios se distinguió por ser una alumna de elevado rendimiento académico para finalizar su licenciatura.

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3. 3. 2. Educación

Antes de finalizar sus estudios universitarios, Karina tuvo la oportunidad de ingresar en uno de los institutos de investigación más reconocidos, donde trabajó durante tres años. Sin embargo, a ella le interesaba titularse para poder continuar con su formación en estudios de posgrado, por lo que renunció a su primer puesto laboral para conseguir su título. Una vez titulada tuvo la oportunidad de ingresar como asistente de investigación en una institución pública de alto reconocimiento. En este centro de investigación fue apoyada por dos de sus mentores para conseguir una beca de estudios en el extranjero, donde realizaría sus estudios de Maestría y Doctorado. Paralelamente a su formación doctoral, Karina siguió trabajando al lado de su mentor, a través de proyectos de investigación y publicaciones. El director de tesis de sus estudios doctorales se convirtió en un mentor para la formación profesional de Karina.

3. 3. 3. Oportunidades de empleo

En el último año de la universidad, uno de sus profesores se convirtió en su primer mentor laboral y académico. Este profesor la invitó a participar como investigadora y fue nombrada jefa de departamento. Un segundo ascenso profesional ocurrió cuando Karina fue aceptada como asistente de investigación en una institución pública. Este puesto laboral fue muy importante puesto que fue ahí donde conoció a uno de sus mentores fundamentales para su trayectoria profesional. De la mano de este segundo mentor, Karina aprendió a hacer investigación. Al finalizar sus estudios de doctorado, Karina regresó su país. A su regreso se incorporó a la administración pública y luego ingresó en una universidad pública estatal. Esta mujer investigadora aprendió que el ámbito académico es el más horizontal en términos de salario entre hombres y mujeres; como ella misma lo dice “con el grado de Doctor no importa si eres hombre o mujer, ya que el sueldo es el mismo”. Pero donde no es horizontal el sistema es en la dinámica de una organización tan grande, como la

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universidad pública, ya que prevalece la idea de la preeminencia de los hombres en el rango de funcionarios de más alto nivel dentro de la administración central de la institución. A pesar de que algunos de estos puestos los ejercen mujeres, ellas no tienen injerencia sustantiva en la toma de decisiones.

3. 4. Andrea

Andrea es un caso en que, por ser una de las hijas preferidas de su padre, sufrió discriminación y maltrato por parte de su madre. Hija de una familia de siete hombres y tres mujeres, de extracción humilde, donde los hombres tenían todos los privilegios, Andrea soportó la indiferencia para iniciar la escuela desde muy temprana edad. Pero por sus capacidades aprendió a leer de forma autodidacta y, por eso, logró ingresar en la escuela primaria. Más tarde, gracias al impulso de un profesor, obtuvo su formación de maestra de educación básica, aunque eso y su complicada vida profesional y familiar, no mermaron su deseo de continuar estudiando hasta llegar a obtener una maestría. Andrea trabaja en la educación y se ha convertido en mentora de muchas estudiantes que, como ella, se enfrentan a obstáculos para continuar su desarrollo profesional.

3. 4. 1. Situación socioeconómica

De origen humilde y otomí; su familia estaba compuesta por siete hombres y tres mujeres y por fortuna o mala suerte, relata Andrea, “mi padre emigró a la ciudad contratado por una familia adinerada”. En su infancia fue una niña maltratada por su madre; la violencia, comenta Andrea “quizá era causada por el vacío que provocaba la ausencia de mi padre y por ser yo la favorita de mi papá”. Andrea también sufrió de la discriminación en su propio hogar, puesto que se incentivó la formación educativa de los hombres. La entrevistada nunca recibió la educación preescolar, mientras que los hermanos antes y después de ella sí recibieron

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apoyo para la formación preescolar. A pesar de ello, Andrea aprendió a leer de manera autodidacta, lo que le permitió entrar a los 6 años en la escuela primaria. Y, aún sin tener el antecedente formal del preescolar, siempre destacó por su aprovechamiento académico, desde la primaria, la secundaria, la preparatoria e incluso hasta el posgrado.

3. 4. 2. Educación

Andrea es licenciada en educación y su formación como docente empezó al concluir los estudios de nivel de preparatoria. Andrea estudió en una escuela preparatoria particular puesto que era la única opción para continuar su formación debido a que, al mismo tiempo, tenía que trabajar. Para cubrir esta etapa tuvo que conseguir y mantener una beca. Una vez finalizada la fase media superior, Andrea tenía intenciones de continuar sus estudios universitarios; tenía aspiraciones de estudiar ingeniería y para ello se presentó a los exámenes de ingreso que aprobó sin mayores contrariedades. No obstante, de nuevo, la situación económica fue el obstáculo para continuar con esta fase. Su padre se encontraba desempleado y se necesitaba dinero para cubrir la inscripción de la escuela. Entonces, como dice ella misma, “me di por vencida y tomé la decisión de no ingresar a los estudios de ingeniería”. Su idea era trabajar por algún tiempo y después comenzar sus estudios. Pero la vida le tenía preparada otro camino: se casó y a los 19 años tuvo la oportunidad de trabajar como maestra interina con los niños en una primaria de su pueblo. Su primer mentor fue uno de sus profesores de la secundaria, quien fomentó en ella el amor por las ciencias y quien, años más tarde, la “descubrió” como maestra interina, sin tener la profesión. Este profesor la empujó a que estudiara para poder ejercer esta profesión adecuadamente. Su formación como profesora normalista se dio bajo la modalidad semi-escolarizada. De esta forma, Andrea compaginó el trabajo como maestra y su formación como docente. Para completar su formación profesional, Andrea estudiaba los fines de semana y durante el periodo vacacional alrededor de 12 horas al

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día. Además de combinar su trabajo y los estudios, Andrea era también madre, por lo que se acostumbró a las largas jornadas laborales y familiares.

3. 4. 3. Oportunidades de empleo

Andrea ha trabajado durante 17 años como docente, 15 de esos años en el nivel de primaria, pero su objetivo siempre fue ejercer de profesora y orientadora de las escuelas secundarias o preparatorias debido a que su formación profesional le otorga un título de licenciatura y no únicamente como profesora normalista. También los incentivos para crecer profesional y económicamente son más limitados para una docente de nivel de primaria. Andrea cuenta el día de hoy con un puntaje similar al de un profesor con una trayectoria de 30 años de servicio (casi 10 años más de los que ella tiene). Este elevado puntaje ha sido producto de la constante preparación y formación que ha adquirido, no sólo como docente, sino brindando asesorías en centros de preparación para profesores que realizan exámenes nacionales, haciendo cursos de actualización de magisterio y los estudios de posgrado que realizó una vez finalizada su formación como docente. Desde su primer lugar de trabajo, Andrea se encontró con diversas barreras para su superación profesional.

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Regularmente, los docentes de nivel de primaria se

capacitan a través de cursos que les incentivan al desarrollo de las habilidades manuales, una habilidad que nuestra entrevistada reconoce no tener. A pesar de esta limitación, Andrea aprovechó otras potencialidades como la realización de estudios de posgrado, una fase poco común para los profesores que sólo cuentan con la instrucción de la Escuela Magisterial. El ingreso al posgrado significó el comienzo de diversos conflictos con las compañeras de trabajo, quienes saboteaban sus proyectos e incitaban a las

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El sistema educativo mexicano se distingue por su rigidez para la promoción de los individuos por escalafones, Es un sistema caracterizado por la fuerte presencia y control del Sindicato, además de contener cierta dosis de clientelismo en cuanto a la asignación y ocupación de plazas magisteriales. El desempeño de los docentes se evalúa al final de cada ciclo escolar, con lo cual se le asigna al profesor un puntaje escalafonario que toma en consideración la antigüedad, la experiencia y la preparación constante.

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madres de familia en contra de ella. Por fortuna, Andrea pudo finalizar el posgrado, pero el ambiente laboral no era el óptimo para la realización de su trabajo. Recientemente, después de varios intentos, Andrea logró insertarse en la educación de nivel de secundaria en un puesto administrativo. Esta meta la consiguió mediante el concurso por escalafones, sin ningún tipo de apoyo clientelar o prebendas. En la actualidad Andrea cuenta con el apoyo del director de esta escuela secundaria, a quien ella señala como uno de sus mentores, en primer lugar porque el director defendió el concurso para la asignación de este puesto, sin la intervención de ninguna persona o favoritismos especiales; en segundo lugar, porque a pesar de ser un puesto administrativo, el director la incentiva para que regrese a su trayectoria docente. Por otro lado, Andrea también está comenzando a trabajar como mentora de otras mujeres que ocupan posiciones secretariales. Por supuesto, la oportunidad de desarrollarse como docente también la ha colocado en el camino de la mentoría, como dice ella: “ser maestra es una de las ocupaciones más grandes…porque vas dejando muchas, muchas huellas”.

4. Lidiar y sobrevivir en puestos profesionales

Las experiencias de estas mujeres representan las de muchas otras conocidas y desconocidas y sugieren la necesidad de programas de tutores para mujeres jóvenes desde la secundaria y preparatoria para poder asegurar así que éstas tengan un sentido de auto eficacia y que entiendan la importancia de la motivación personal. También es necesario que los programas universitarios y de desarrollo profesional ayuden a los miembros de grupos minoritarios sobre la importancia de los tutores. De hecho, cuando estas mujeres cuentan sus historias hablan de los pros y los contras de ser mujer en sociedades contemporáneas dominadas por el sexo masculino. Sus voces muestran fuerza, resistencia nacida de la necesidad, la confianza que las ayudó a tener éxito y capacidad para adaptarse a diversas situaciones. En sus entrevistas coinciden en que las

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mujeres necesitan a otras como tutoras, así como desarrollar mejores mecanismos para socializar, promover y mantener su presencia en posiciones de liderazgo. Es posible observar en los casos presentados que una consecuencia de la trayectoria personal y profesional de estas mujeres las ha llevado a convertirse también ellas en tutoras de otras mujeres jóvenes, estudiantes universitarias y jóvenes profesionales. Las mujeres que aspiran a ser líderes se deben centrar en sus habilidades personales para enfrentar, lidiar y superar las barreras y, de esta manera, lograr sus objetivos. Es crucial que las mujeres jóvenes con antecedentes distintos entiendan el valor de conocerse a sí mismo y la importancia de mantenerse proactivo en busca de oportunidades. Las estudiantes de secundaria y preparatoria necesitan programas de tutores formales e informales, mientras que a las universitarias y, en general, a las que acceden a niveles más altos, les vendría bien unirse a un tutor o a grupos de apoyo personal que puedan ayudarlas a superar el estrés, por ejemplo. Los países podrían estar perdiendo futuros líderes, especialmente mujeres de color o de condición social baja, a causa de una falta de entrenamiento.

5. Conclusiones

En este trabajo se sugiere que la “supervivencia” de las mujeres en el ámbito educativo y laboral depende de varios factores, entre ellos la construcción de una red de apoyo –familia, amigos y colegas confiables– que les puede servir de guía y consejo a lo largo de su carrera, ya sea pública o académica. Se recomienda que las mujeres de color busquen a alguien dispuesto a servirles de tutor y que consideren la posibilidad de tener un hombre blanco como tutor, en el caso estadounidense. Los estudios al respecto sugieren que ellos acceden mejor a posiciones de poder y lo hacen durante más tiempo y, por tanto, están mejor posicionados para identificar oportunidades que los miembros de grupos minoritarios como los hispanos. Encontrar un miembro de su propio grupo étnico es valioso porque pueden relacionarse a nivel personal y entender los retos que se enfrentan en la carrera. Junto a esto, las mujeres de color deben formar parte del sistema

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de apoyo profesional establecido y beneficiarse de éste. En el caso de los Estados Unidos, entre las conclusiones que se derivan de la experiencia de las dos mujeres es que aquellas que tienen habilidades de liderazgo cuando acceden al empleo, incluso en niveles bajos, representan mejores y mayores oportunidades de empleo. En el caso de México, la condición de discriminación más frecuente es la de ser pobre y mujer. No se puede sostener que las mujeres van a ayudar necesariamente mejor a las de su propio sexo porque las motivaciones para hacerlo pueden ir en diversos sentidos, como se ha observado en los dos casos mencionados. Cuando un miembro de la familia está dispuesto a apoyar, el camino será menos sinuoso. Pero cuando ése no es el caso, cualquier contacto con el exterior, aunque parezca fortuito, puede ayudar a que alguien reconozca capacidades que los más cercanos no han advertido. Para las mujeres mexicanas con actitud emprendedora el papel de los mentores es crucial porque es quien les permitirá superar la marginación y discriminación en los espacios laborales. En este caso el mentor puede ser un hombre que haya sobresalido en el ambiente laboral, o bien, como lo han demostrado las encuestas citadas en el artículo, el marido. En cualquier caso, el papel de mentoras que las propias mujeres con éxito puedan desempeñar será una manera de cambiar paulatinamente los patrones de marginación y discriminación hacia las mujeres en el ámbito laboral. La importancia de la educación es evidente en las cuatro historias y se apoya en la literatura de desarrollo de la carrera profesional (Roche, 1979; Knouse et al. 1992). Finalmente, se debe considerar la forma de desnvolverse como tutores de adolescentes y jóvenes mujeres estudiantes de la universidad y, con referencia a los cuatro casos, si las mujeres con éxito están dispuestas a convertirse en tutoras, será un factor positivo para que los grupos marginados se enfrenten a luchas y a retos a partir de un antecedente que les sirva de modelo.

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AMERICAN WOMEN AND LEISURE IN THE 1920S1 Isabel María García Conesa y Antonio Daniel Juan Rubio2

Abstract: Traditionally, the role of women was confined to taking care of the family, and they had little or no voice outside that sphere. The intention was that they would bring up children, keep the home, and look after their husbands who were usually the bread-winners. Consequently, a thorough examination of life in the 1920s will provide a degree of perspective on how women could handle and manage the social advances of the times with regard to their free time activities. We will clearly focus on the efforts of such a group of women in order to get their own leisure activities in society. Therefore, what we should explore throughout this paper is the continuous struggle of women in the United States in the 1920s and the following steps they had to take over. By merely skimming through this article, the reader should gain an accurate and concise notion of what these women had to go through in that awkward period in the United States. Keywords: the new woman, flapper rebellion, social rebellion, spare time, modern woman, status of women. Título en español: Norteamericanas y ocio en la década de 1920 Resumen: Tradicionalmente, el papel de la mujer en la sociedad se ha visto reducido al cuidado de la familia con escasa o ninguna repercusión fuera del ámbito doméstico. Se suponía que su papel correspondía al cuidado de los hijos y de sus maridos, y a mantener el hogar familiar. Sin embargo, un cuidadoso estudio de la vida en los años veinte nos proporcionará una amplia perspectiva sobre la manera en la que las mujeres manejaron los avances sociales de la época. Intentaremos dar un claro enfoque sobre los esfuerzos de dichas mujeres por obtener su reconocimiento social. Lo que se intentará demostrar será la continua batalla de las mujeres en los Estados Unidos en los años veinte, y todas las dificultades que tuvieron que sortear. Simplemente ojeando este artículo, el publico lector podrá obtener una visión concreta y precisa de la lucha de estas mujeres en esa época desenfrenada en la historia de los Estados Unidos. Palabras clave: la nueva mujer, la rebelión “flapper”, la rebelión social, tiempo libre y ocio, la mujer moderna, el estatus de la mujer.

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Date of reception: 15/07/2013 Date of acceptance: 14/10/2013 Lecturers, Departamento de Integración, Centro Universitario de la Defensa San Javier – UPCT, Murcia, Spain; isabelmaria.garcia@cud.upct.es and antonio.juan@cud.upct.es. 2

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1. Introduction

The decade known as “The Roaring Twenties”3 hide behind that magnificent name a time of great social and cultural change in the United States. The presidential elections of 1920 gave office to the Republican candidate Warren Harding, and in this decade the latter presidents Calvin Coolidge and Herbert Hoover will also follow the former, all belonging to the Republican Party, the one in power along this period. This decade, so crucial in the history of the United States, is marked by such major social events as the rebellion of women, the concept of the new “flapper” woman, and the fight against racism and corruption. Technological advances also propelled the supposed economic prosperity of the period. As the American author Judith S. Baughman wrote: “In such a golden decade, in which apparently almost anything was permitted, women began to explore certain domains which had previously been vetoed to them” (Baughman 1996: 159). However, this time of apparent economic boom ended with the stock market crash of 1929 and the further collapse of both the Wall Street market and the US financial system alike. This fact spread panic among the American people and plunged the country into the worst economic depression in its entire history. The so-called “jazz age” marked a period in American history characterized by a change in social values. As the American historian Paul Johnson put it: “In the twenties, America had many things to be horrified, captivated, or fascinated, but mostly had jazz” (Johnson 1997: 155). With the passage of the 19th Amendment to the Constitution in 19204, women finally won the right to vote, something for which they had been fighting for so long. 3

The Roaring Twenties is a term sometimes used to refer to the 1920s, characterizing the decade's distinctive cultural edge during a period of sustained economic prosperity. “Normalcy” returned to politics in the wake of hyper-emotional patriotism during World War I, jazz music blossomed, the flapper redefined modern womanhood, and Art Deco peaked. Economically, the era saw the large-scale diffusion and use of automobiles, telephones, motion pictures, and electricity, unprecedented industrial growth, accelerated consumer demand and aspirations, and significant changes in lifestyle and culture. 4 The Nineteenth Amendment (Amendment XIX) to the United States Constitution prohibits any United States citizen to be denied the right to vote based on sex. It was ratified on August 18, 1920. The

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Thus, a generational gap began to form between the new woman of the twenties and the older generations of women who were constrained by rigid social norms. Less enclosed by the rigid conventions of bizarre Victorian standards, the new woman had a greater freedom to obtain public recognition in various fields as we shall examine in the article. The new woman of the 1920s openly challenged conventional gender roles and consequently faced the hostility from men who refused not only the public presence of women in society, but also the alleged decline of morality. This new woman, accordingly, represented the trend of young girls expressing themselves with certain autonomy. Nevertheless, the powerful conservative forces of society did already vehemently oppose to the new role of women in society. Many of them were alarmed by what the phenomenon of the new woman meant. Even in popular magazines of the times, the writers asked for a return to the old moral codes of behaviour that had previously repressed the younger generation of women. The concept of the new woman also had a number of sexual connotations, reflecting a change of ideas about the female sexuality. Led by young girls, mostly coming from a middle-class background, but also including women from all social levels, a new sexual revolution was beginning to take shape in the American society. However, the new woman embodied an emblem of change and a source of strong controversy among their contemporaries who were threatened by new liberal attitudes to gender. A gender battle was then settled down amongst both factions of society in which the new social trends were just beginning to flourish.

2. The new woman of the twenties

The issue under questioning is where the social status of the new woman was exactly put forward in the twenties. The most prominent change was her increased presence in public life. Whilst the lives of women in previous generations revolved Constitution allows the states to determine the qualifications for voting, and until the 1910s most states disenfranchised women. The amendment was the culmination of the women's suffrage movement in the United States, which fought at both state and national levels to achieve the vote.

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around the family home, the new woman ventured into different professions which had traditionally been regarded as male-owned. However, they did not equal men at odds as they were still economically and politically dependent on them at the beginning of the century. Yet, unlike their Victorian contemporaries, they did not sit idly by. They struggled to find their own place in society instead. Unsurprisingly, certain pressure groups, like the Ku Klux Klan (K. K. K.)5, strongly opposed the new role of women. The unambiguous answer to these social changes came in the form of a “flapper” upheaval on the part of women. It is in this social context in which the term had its underlying principle. The lifestyle of young women of the twenties surprised their elders. Young people looked for answers in places that were once considered unthinkable, both morally and physically, by society. After World War I, women were as eager as men to avoid returning to the traditional social code and roles prior to the war. This generation of young women broke with the old traditional value system. Quoting the American Professor George H. Douglas: “They devoted themselves just to happily enjoy life and the abundant free time of the period” (Douglas 1986: 87). Various prestigious authors such as F. Scott Fitzgerald or Anita Loos, and renowned artists as John Held Jr., Russell Patterson, Ethel Hays or Faith Burrows used the term “flapper” for the first time in the United States. Along their works and creations, they half created or half reproduced the image and style that these loose girls reflected. The famous novelist F. Scott Fitzgerald described the ideal “flapper” with the following definition: “A lovely girl, expensive, and about nineteen” (Hatton 2000: 145). The artist John Held Jr. created an image of these young women by drawing girls who were wearing high-heeled shoes with laces that made a loud noise when walking. The so-called “flapper culture” reflected significant changes in the lives of American women. An open-minded lifestyle suggested new approaches for women, mostly

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The Ku Klux Klan (KKK), informally known as the Klan, is the name of three distinct past and present far-right organizations in the United States, which have advocated extremist reactionary currents such as white supremacy, white nationalism, and anti-immigration, historically expressed through terrorism. Since the mid-20th century, the KKK has also been anti-communist.

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neglected, and in constant search of pleasure. Many young girls were then able to follow an independent lifestyle. Quoting the author Ellie Laubner: “The term flapper of the twenties refers to a specific kind of woman wearing skirts, cutting her hair to the male style, listening to jazz, and displaying a disdain for what they considered it was a misguided behaviour” (Laubner 2000: 78). Although many scholars have attempted to properly define the concept of “flapper”, perhaps one of the most accurate definitions is the one offered by social critic and editor Henry L. Mencken: “A little silly girl, full of wild guesses, and inclined to rebel against the precepts and admonitions of their elders” (Andrist 1970: 130). The so-called “flapper girls” even had their own jargon. Their dialect reflected both their promiscuity and their drinking habits. This dialect also mirrored their main worries since they had many different ways to express approval or refusal. In fact, many of the terms that are still used in modern American slang actually originated in the twenties. The author Kathleen Gourley gathered together in 2007 a complete list of the most common slang words of the twenties. For the very first time, these women flaunted about the excessive use of makeup. Cosmetic products, which had not been previously accepted in American society for their connection with prostitution, became extremely popular in the everyday lives of these women. In addition, they drove fast sport cars at high speed ahead the newly constructed highways across the nation, disobeying the social and sexual codes. Therefore, they were considered reckless by society. Accordingly, these girls smoked when only men had done it before. But smoking was not the most outrageous action of these rebel girls. In their spare time, besides smoking, they drank alcohol in a time when the United States had banned alcohol by means of the 18th Amendment6. With legal cabarets closed, speakeasies became rather prolific and popular at the time. The discrepancy between the respect for the law and the actual consumption of

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The Eighteenth Amendment of the United States Constitution established prohibition of alcoholic beverages in the United States. The Amendment was the first to set a time delay before it would take effect following ratification, and the first to set a time limit for its ratification by the states.

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alcohol everywhere led to a widespread disdain for authority, another characteristic image of the twenties. Young girls, especially, headed a sexual release by talking about sex naturally. Many of the ideas that drove this change in sexual behaviour were already latent in the intellectual circles of New York before World War I, with the works of writers such as Sigmund Freud, Havelook Ellis, and Ellen Key. The great thinkers of the time held the opinion that sex was not only central to the human experience but also that “women were sexual beings with human impulses and desires just like men, and to restrain those impulses was self-destructive” (Woloch 2002: 202), an opinion shared by the Professor of American Studies, Nancy Woloch. During the twenties, these ideas had deeply rooted into the American society. Although they were often labelled as misguided, superficial, and vacuous, the truth is that many of them were young educated women who were simply coping with the disappointment of the society of the time whilst trying, at the same time, to forge their own steps into the new society. As the historian Frederick L. Allen wrote: “They were imbued into a spirit of eating, drinking, and being merry for tomorrow they shall die” (Allen 1931: 94). Immortalised in movies, the most famous actresses of the decade identified themselves with the “flapper lifestyle”. Among them, we can mention the following as the most representative actresses: Olive Borden, Clara Bow, Louise Brooks, Joan Crawford, Norma Shearer, Norma Tallmadge, Olive Thomas, and Alice White. Despite its enormous popularity, the “flapper” lifestyle that characterised the period could not survive the stock market crash and the following Great Depression7. Its lively hedonist attitude could not find a place amid the economic hardships of the thirties. More specifically, this new decade brought out a conservative reaction and a religious revival which set out to eradicate the liberal lifestyle and attitudes of the Roaring Twenties.

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The Great Depression was a severe worldwide economic depression in the decade preceding World War II. The timing of the Great Depression varied across nations, but in the US it started in 1930 and lasted until the late 1930s or middle 1940s. It was the longest, most widespread, and deepest depression of the 20th century.

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3. The modern woman and the new leisure activities

What we have been analysing insofar was also mirrored by the disdain shown towards social attitudes and conventions. Such disregard resulted into the active participation of women in the recreation and leisure activities of the decade that, until then, had been vetoed to them. We shall refer along this section to such leisure activities as crafts, sports, music and dance, and fashion. Regarding the field of crafts, they were logically passed on from mother to daughter and became a very popular leisure activity in the 1920s. This was particularly significant, as the Professor of American History Alice Kessler-Harris correctly states: “This craft was meant to be used as a profitable employment, especially in the long, cold winter nights” (Kessler-Harris 2003: 338). From the traditional crafts of sewing such as knitting, crocheting, quilting, or embroidering, women could get a bonus income to the family in addition to that of their husbands. Besides, there were also a number of other popular activities for them such as beads and stained glass. Yet the real significance of this traditional craft in the decade is that, beyond being a usual and common leisure activity, it meant that women obtained a regular economic salary. Needless to say, this profit was done with the subsequent initial reluctance of men who had previously been the only regular bread-winners at home. However, once surpassed, it was felt that the money earned from this new activity served mainly to satisfy their whims rather than to cover certain basic needs. But as the American historian Dorothy M. Brown reflected: “It was still unimaginable to society that women yielded the economic support of the family” (Brown 1987: 160). On the field of sport, spectator sports attracted huge audiences of public in the twenties, exceedingly stressing the massive influx of women to these events. The whole country longed for sport heroes in an increasingly impersonal society, and sports provided such entertainment. Although team sports (baseball, American football, and basketball) quickly flourished at those times, citizens turned their attention to the

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individual stars of each sport8. These were athletes whose talents made them stand out from the rest and whose qualities many young girls hurriedly encouraged to emulate. The massive turnout of spectators to the various shows made possible the growth of a completely novel professional sports industry that, until then, was in its early stages. In the twenties, people had money to buy tickets for various sporting events and, above all, to buy the clothing of their favourite teams or players. The direct consequences of this massive attendance of women to the assorted sporting events that were held throughout the entire country were the active participation of women in certain individual sports such as tennis or golf on the one hand, and the rapid and huge growth of the parallel sport industry on the other. Not only the first female tennis and golf schools quickly flourished, but also the sport industry saw an incredible opportunity to do business by means of launching new lines of casual women‟s clothing. This new attitude even got to the cover page of some mass media means, as the American Professor Carolyn Kitch reflected in 2001. This phenomenon had its social relevance in the 1920s because, up to then, the presence of women in sports had been nothing but symbolic. Thus, the public image of a woman attending a sporting event or playing on a golf or tennis court became usual later on this decade, which meant a revolution for a society in a constant state of change. As for the areas of music and dancing, if the so-called “flapper girls” provided with some of the most typical images of the era, jazz music was the keynote. Both in speakeasies and in nightclubs, its syncopated rhythms articulated the spirit of rebellion which characterised so much the image of the twenties. The jazz age saw the nationwide growth of this type of music coming directly from the African-American culture. As the American author Joy Hakim expressed: “The jazz music was commonly associated with everything that looked like modern, sophisticated, and decadent” (Hakim 1995: 84). This music was very different from any other type of music that had been heard before.

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In the world of sports, the names of five famous athletes from the 1920s are legendary: Babe Ruth (baseball), Red Grange (football), Jack Dempsey (boxing), Bill Tilden (tennis), and Bobby Jones (golf).

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Jazz was considered as an evil influence on the American youth with its conventional rhythms and strange melodies. However, despite all the common negative shared opinions it had, jazz became wildly popular in the decade, proliferating in dance halls across the entire nation. A new generation of dancers, freed from the constraints of tight corsets and long dresses that had characterised the earlier Victorian era, swayed to the new rhythms of music. The new styles of dance were an important part of any worthy social entertainment activity or party. New dancing schools also flourished across the country in order to teach young girls to dance while, at the same time, some churches used the new dance to attract them. Dancing was a new popular social activity, especially among young women. The reasonable result of this recent interest was the fact that dance marathons were organised every weekend across the country. Young girls introduced their own styles of fashion with short hair, short skirts, and tight hats. The new dance began to actively use the upper part of the body for the first time since the young girls began to shake their hips in a novel dance called the “shimmy”. Young girls jumped into a wild dancing without restrictions and started to move or use more parts of their body. Yet the dance that typically symbolised the 1920s was the “Charleston”, which was presented to the public in 1923 and, even nowadays, it remains as a symbol of the jazz age. As the historian Angela Latham wrote: “The flapper girls with their knees together and folded hands were the best ones that staged this original kind of dance” (Latham 2000: 57). Finally, the field where more significant advances were seen and where the social and cultural rebellion had more reflection on the new woman was in the field of fashion. Fashion had always been influenced by the mode of transport that people normally used to move to work, the architecture of the time, and the customs of people. And so it obviously happened in the twenties, although with some variations as we shall explain. The reflection of this lifestyle had its immediate effect on the young women‟s fashion of the twenties that was as much a trend as a social statement, breaking with the rigid Victorian conventions of the previous generation. These rebellious young girls stuffed into dresses reaching to their knees, and making a conspicuous showing of arms and legs. In line with the progress in other areas of leisure, clothing developed into a

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much closer relationship with the art of the decade, which was reflected in a greater sense of freedom, and resulting in simple yet elegant designs with carefully selected fabrics as well as with the intelligent use of the right colour. The so-called “flapper style” was not just a female fashion style but it also introduced several significant changes in the perception of women in society. They were the splendid women of a new era exercising their newly gained voting freedom, staying up all night, and frequenting clubs and parties. Haute couture, until the twenties, had almost exclusively been aimed at the wealthiest women in society. But since the design of the new dresses began to be much less complicated than the ones used and worn in earlier fashions and decades, women were much more successful making costumes at home. As a consequence, the women‟s clothing became looser, the bust was suppressed, the waist disappeared and the shape of the shoulders widened. The new silhouette emphasised a flattened chest which accordingly eliminated the feminine curves. From this time forth, the female characteristic fashion in the twenties consisted of beautiful costumes combined with various decorative accessories. Hats, shoes, socks, bags, dresses and jewellery joined in harmony so as to create a unique and elegant feminine style. Fashion for women underwent dramatic changes along this decade for some sections of the society. New and colourful fabrics echoed the joy felt by a population tired of the war after the end of hostilities. The garments were shorter, lighter and brighter than ever. Both shoes and stockings claimed right now their importance on being visible for the very first time. Silk stockings were designed from all the colours of the rainbow to match them with the clothes of women who had their own distinctive style. Fashion designers now played with fabric colours, textures and patterns in order to create a totally new style. The great fashion designer of the twenties was Gabrielle “Coco” Chanel9. The silhouette of her clothing designs came to epitomize the characteristic style of the twenties. The work of 9

Gabrielle “Coco” Bonheur Chanel (1883-1971) was a French fashion designer and founder of the Chanel brand. She was the only fashion designer to appear on Time magazine's list of the 100 most influential people of the 20th century. Along with Paul Poiret, Chanel was credited with liberating women from the constraints of the “corseted silhouette” and popularizing the acceptance of a sportive, casual chic as the feminine standard in the post-World War I era.

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other famous designers of the period, as compared to hers, looked outdated and oldfashioned. “Coco” Chanel promoted the fashion styles that are still today commonly associated with the “flapper fashion”. She worked in neutral tones of beige, cream, navy, and black in soft fabrics cut with simple shapes that did not require corsetry or waist definition. Clothes were made for easy comfort and ease of use, making them revolutionary and quite modern at those times. As a result, new sewing courses proliferated for the women who followed the new fashion trends and did not want to pay retail prices. Many women turned to fashion as a vocation to financially support their families, or to earn some extra money with which to meet the new luxuries of the time. Trouser suits, hats and canes gave women a sleek look avoiding the vagaries of fashion. Consequently, undergarments of women changed because of this new move towards the practical clothing corsets, which were smaller and more flexible, leading finally to the panties. Without the restriction of the old-fashioned corsets, young girls wore simple bras with the purpose of holding their bust while dancing. The new high-cut dresses gave women more confidence in themselves and in the shape of their body, allowing them to move freely around the dance floor and just exposing the right amount of skin in order to attract the attention of men. Immediately, the first fasteners designed to flatten and reduce the appearance of the bust began to be sold, configuring the image of the modern woman. The first clips of the twenties were white cotton handmade and were little more than bras with additional clearance for the bust. When it was finally recognised that women had different bra cup sizes, the sales of bras doubled with the new and exotic designs. The “flapper girls”, who were fashionable in the decade, wore dresses getting shorter with a straight loose silhouette. By 1927, the seams had already been raised above the knees, leaving some parts of the legs in sight. The flat chested slender body and the bronzed face of a young girl became the desired silhouette by many young girls of the twenties. Health and beauty clubs helped women refine their silhouettes all along the decade.

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These trends both in clothing and in accessories were also reflected in the different hairstyles of the time. For the first time in the United States, the “Bob” hairstyle was introduced by Louise Brooks in 1920. Hairstyles of the Hollywood stars were copied by women all around the world, and several women‟s magazines published articles on how to achieve that look. The particular way in which women wore their hair styles determined not only the fashion but also the cutting method. In this decade, male hair styles became fashionable also for women, as in the case of the so-called “Shingle Bob”. And the author that best reflected all these trends in hairstyle was Professor of Art Whitney Chadwick in 2003. The public image of the new woman consisted of drastic and surprising changes in both their clothes and hair. Almost all women‟s wear was shortened and lightened in order to facilitate their movement around. The new dances of the time also required that women were able to move freely all over the dance floor.

4. Conclusions

The economic boom of the twenties made possible the appearance of a taste for new free time activities that were commonplace at this time. Among these activities, going to movies, dancing at parties, attending sporting events, or dressing in the latest fashion were the favourites. The characteristic feature of this decade was the rebellion of the new woman and the change in social habits that totally transformed the American society. This decade, so crucial in the history of the United States, is marked by such major events as the rebellion of young women, the concept of the new “flapper” woman, the fight against racism and corruption, and the technological advances which propelled the alleged economic prosperity of the period. Women got the right to vote along this decade and fought against the repression and the conservatism that constrained them. They wanted a greater social equality and even though they seemed to get it, they were still far behind men in many areas.

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Although many women participated in the expansion of their public role, they accepted the change in many different ways. The symbol of the new woman was an accumulation of different aspects of women across the country. Amidst them, we can find dancers, athletes, musicians, and professionals in almost all sectors of society. Thus, the Roaring Twenties redefined the status of women and their new attitude towards leisure activities and towards society itself. A new woman evolved, for whom it was more socially acceptable to smoke and drink in public. On the other hand, it was also increasingly accepted that they would fall down into wild dancing, they would have a much shorter hair style, or they would make excessive use of make-up when until then it had almost been vetoed. The new woman of the twenties challenged conventional roles of gender and faced the open hostility of men who refused both the public presence of women in society on the one hand, as well as the alleged decline of morality on the other. This new woman represented the trend of many young girls expressing certain personal autonomy.

5. References

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DESARROLLO DE LAS DETECTIVES EN LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA1 Socorro Suárez Lafuente2

Resumen: La novela de detectives es el marco idóneo para el desarrollo de las características arquetípicas de las mujeres. Tradicionalmente, se las ha culpado de ser curiosiosas, de estar siempre atentas a lo que acontece en la vida de los demás; se les desea silenciosas y capaces de aguantar sin perder la calma los rigores de confinamientos prolongados. Paciencia, quietud y curiosidad son las cualidades que debe poseer la perfecta detective, capaz de observar a los sospechosos en las circunstancias más adversas. En Inglaterra, donde surgieron las primeras detectives literarias, éstas han nacido prácticamente a la vez que el género policiaco. En este artículo se analiza su devenir con referencia a las autoras más significativas a lo largo de la historia. Palabras clave: mujeres, detectives, novela inglesa, novela nórdica, novela española. Title in English: Development of Women Detectives in Contemporary Literature Abstract: Taking into account the archetypal characteristics attributed to women, the role of detective appears to be eminently suited to them: women were traditionally considered as gossips; moreover, for centuries, men have wanted women to be quiet, calm and somewhat confined. That combination of patience, calm and curiosity makes for the perfect detective, capable of surveillance of suspects even in difficult circumstances. Women detectives surfaced in English Literature from the outset of the genre. This paper outlines their evolution and also refers to the most famous women crime writers and their fictional detectives. Key words: women, detectives, English novels, Nordic novels, Spanish novels.

Quería un personaje que fuera mujer y que tuviera protagonismo. Porque la mujer en la novela negra o es la víctima, que aparece muerta en la primera página, o es la ayudante de alguien. Alicia Giménez Bartlett (in Kingery 2013: 15)

1

Fecha de recepción: 04/09/2013 Fecha de aceptación: 20/11/ 2013 Catedrática de Filología Inglesa, Departamento de Filología Anglogermánica y Francesa, Universidad de Oviedo;  lafuente@uniovi.es. 2

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La novela de detectives es el marco idóneo para el desarrollo de las características arquetípicas de las mujeres, no en cuanto que entes pasivos y angelicales o malvadas espías dobles o femmes fatales, sino en su faceta de mujeres “normales” y corrientes. Tradicionalmente, las mujeres han sido culpadas de curiosidad morbosa, atentas a los movimientos del vecindario e interesadas en la vida de los demás; a la vez, se desea que sean silenciosas y que mantengan su capacidad de organización sin perder la calma en situación de confinamientos prolongados, bien sea por el hecho físico de la maternidad, bien porque las prácticas culturales del momento exijan que no se las vea fuera de la casa familiar con más frecuencia de la exigida por la compra diaria y el cuidado de los hijos. Paciencia, quietud y curiosidad unidas constituyen la base de la perfecta detective, capaz de observar durante el tiempo necesario y en las circunstancias más adversas a quienes se considera sospechosos. Por estas razones, y dado el desarrollo de la historia de las mujeres en la sociedad inglesa, que es donde surgieron las primeras detectives literarias, no debe sorprendernos que éstas hayan nacido prácticamente a la vez que el género policiaco. Tampoco es de extrañar que la novela de detectives se haya convertido en la lectura favorita del mundo occidental contemporáneo. Es un tipo de literatura que entretiene, mantiene en todo momento el interés por la lectura, ejercita la mente y arroja luz sobre aspectos de la sociedad que trata; de esta manera cumple los dos preceptos clásicos de la literatura: instruir y divertir. En las últimas décadas del siglo XX, aparecen en la literatura policiaca las diferencias sexuales y étnicas, ampliando así las posibilidades temáticas del género y multiplicando su aspecto social a la par que el geográfico. Más aun, la novela de detectives da por asumido que la política y las leyes son un todo establecido que hay que defender y al que se hay que ajustarse, asimismo, acepta como verdad universal que el orden patriarcal3 es la norma de la sociedad, convirtiéndose así en lectura canónica al gusto también de los varones. Con estas premisas, la definición más elemental de la novela de detectives podría bien ser “el 3

Respecto a la detective y el orden patriarcal, Kathleen Gregory Klein hace una reflexión interesante en la que vincula criminal y detective en tanto que son seres que habitan los márgenes: “Like the criminal, she is a member of society who does not conform to the status quo. Her presence pushes off-centre the whole male/female, public/private, intellect/emotion, physical strength/weakness dichonotmy. Therefore, her façade of normal respectability –like the criminal‟s– must be stripped away” (1995: 4-5).

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descubrimiento, por parte de un investigador profesional o amateur, de cómo, por qué y quién cometió un crimen” (Shaw 1984: 118). Cuando se da respuesta a estas preguntas, siempre a la luz de la “verdad” anteriormente citada, se equilibra de nuevo el orden establecido, establecido para tranquilidad del grupo social dominante. Este tipo de novelas suele presentar un grupo razonable de personas sospechosas, a menudo reunidas en un mismo entorno, como en las obras de Agatha Christie, mientras que la sospecha va recayendo en una u otra a través de la investigación, en un juego literario muy gratificante admitido por escritor/a y lectores. Hay también en las novelas diferentes testigos, cada uno con su versión “mediatizada por sus emociones, creencias o prejuicios” (Shaw 1984: 121). Esto confiere interés a la trama y, a la vez, traza retratos psicológicos de la sociedad, aunque no debemos perder de vista que lo que pretende la novela de detectives es “estimular el intelecto, no despertar las emociones de quien lee” (Shaw 1984: 126). Estas características se han mantenido a través del siglo y medio que lleva el género desarrollándose, si bien, con el advenimiento del postmodernismo, en las últimas tres décadas se ha dado paso a la estética literaria como un juego de detección en sí misma. En la estructura tradicional de la novela de detectives se sigue buscando que la trama sea exacta y sucinta hasta donde lo permita el desarrollo de la investigación; es decir, no se debe olvidar que lo que importa no es el crimen en sí, sino el proceso de detección. Patricia Shaw resume magistralmente los elementos estructurales de este género:

La novela de detectives debe reflejar los progresos de quien investiga, las claves que va descubriendo, los testimonios que recoge, las impresiones que le dejan testigos y personas sospechosas, los hechos que descubre del pasado y de las circunstancias que pudieron llevar al crimen y cómo va resolviendo sus elucidaciones y las verificaciones de éstas. (Shaw 1984: 129)

Porque otro punto importante de la novela de detectives es que se trata de una novela en presente: el presente en que se lleva a cabo la investigación.

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Puede decirse que el género, como tal, fue creado por Edgar Allan Poe, de quien se celebraron en 2009 los 200 años de su nacimiento, con su detective de salón Auguste Dupin (armchair detective) y su acompañante narrador (and I). Le sigue de cerca, Wilkie Collins (1824-89) con el primer detective de la literatura inglesa, el sargento Cuff, que aparece en una magnífica novela, La piedra lunar (1868). Este mismo autor escribe otra famosa obra detectivesca, La mujer de blanco (1860), en la que inscribe a la primera mujer que practica la investigación policial, Anne Rodway. En referencia a los inicios de la novela policiaca, no podemos dejar de mencionar a Sir Arthur Conan Doyle, quien inaugura en 1887 la serie de Sherlock Holmes y Dr. Watson, de la que tanto se ha escrito, con Study in Scarlet. Otro hito lo constituye la presentación en Londres, en 1891, de la Strand Magazine, que, a la manera del periódico semanal español El Caso (1952-1987), va a tener una importancia decisiva en el desarrollo del género. Strand tiene muchísimos lectores: llega a tirar hasta 300.000 ejemplares y se puede adquirir en la calle con facilidad. Si bien sus compradores son mayoritariamente hombres, la revista llega a las casas y a las manos de las mujeres. Esta revista publicó muchísimas narraciones cortas detectivescas que alcanzaron un éxito muy notable, lo que fomentó a medio plazo la escritura de este tipo de historias, tanto por hombres como por mujeres; era una manera cómoda de ver la propia obra publicada rápidamente, de apreciar la reacción pública y de ganar dinero de un manera relativamente cómoda y anónima. No obstante, como pone de relieve la crítica Birgitta Berglund, “si el detective clásico presentaba las características de un héroe: fuerte, inteligente, de decisiones rápidas, un caballero andante en lucha con el mal… ¿cómo iban las mujeres a conjugar este ideal con el tradicional código femenino e inscribir una detective creíble?” (Berglund 2000: 139). Lo cierto es que lo consiguieron, en parte debido a que en las últimas décadas del siglo XIX había surgido en Inglaterra la “New Woman”, concepto que se aplica a aquellas mujeres que se oponen a las normas victorianas de feminidad. Mujeres que pueden prepararse, estudiar, que se sienten independientes, y física y sexualmente liberadas. Quieren moverse libremente por las calles, y convertirse en flâneuse, quieren elegir su futuro y, por tanto, a su pareja, como describe George

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Gissing en su novela The Odd Women (1893), y no ven problema alguno en elegir la soltería como opción vital. Lois Cayley, en la novela de Grant Allen Miss Cayley‟s Adventures (1899), constituye un estupendo modelo literario de Nueva Mujer. El paulatino acceso de las mujeres a la universidad, su entrada oficial en la abogacía, que en el Reino Unido se consiguió en 1919, y la experiencia política adquirida en la lucha en la calle y en el estrado durante el movimiento sufragista propiciaron la normalización de las mujeres detectives, al menos en la literatura. Hasta llegar a la conocidísima Miss Jane Marple, detective de Agatha Christie, “nacida” en 1930, tenemos en la literatura inglesa una amplia nómina de “detectivas”. En una primera época, que va de mediados del siglo XIX hasta el final de la I Guerra Mundial, nos encontramos con Mrs Paschal en la obra “Revelations of a Lady Detective” (1860) de W. S. Hayward. Y, a partir de 1864, Andrew Forrester inscribió a Mrs G., una detective protagonista de siete narraciones breves bajo el título The Female Detective. Mrs G. nos deja el primer alegato en defensa de las mujeres detectives:

si hay una demanda de hombres detectives, también puede haberla de mujeres detectives de la policía… quien lee entenderá fácilmente que una mujer detective tiene muchas más oportunidades que un hombre para entrar en los espacios más íntimos, para observar aspectos de la vida en los cuales un hombre nunca podría hacerse el despistado sin llamar la atención. (Knight 2004: 34-35)

Los editores sabían que por esta época ya existía un número importante de mujeres aficionadas a leer historias policiacas, por lo que se animaron a intentar lo que parecía un desafío abocado al fracaso:

los creadores de las primeras novelas con mujeres detectives querían ofrecer un punto de vista diferente y una posición inherentemente subversiva a la hora de llevar a cabo la investigación de un crimen – si bien sabían que iban a contracorriente de las revistas para hombres y también de la actitud social dominante. (Knight 2004: 80)

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El hecho de que alrededor de 1888 sucedieran los asesinatos de Jack the Ripper sin duda ayudó a popularizar el género literario, y a que se multiplicaran las novelas y narraciones cortas, escritas tanto por hombres como por mujeres y con detectives de uno u otro sexo. En el mismo año de1888, Leonard Merrick publica Mr Bazalgette´s Agent, en la que Miriam Lea, detective, inaugura una nueva era para las detectives mujeres, ya que muestra una actitud profesional, no se amedrenta ante nada y viaja sola a cualquier parte del mundo a iniciativa propia (Kestner 2003: 31). Catherine Louisa Pirkis y su “detectiva” Loveday Brooke, en activo desde 1893, Beatrice Heron-Maxwell con la detective Mollie Delamere, Emmuska Orczy con Lady Molly of Scotland Yard (1910), Richard Marsh y su “detectiva” Judith Lee, publicada en Strand entre 1911 y 1912, y Marie Belloc Lowndes con su “detectiva” amateur Ellen Bunting, en 1911, constituyen ejemplos de novelas influenciadas por el movimiento sufragista y mantienen la opinión de que las mujeres tienen que unirse para tener fuerza social (Kestner 2003: 95). Asimismo demuestran que las mujeres no son sólo ángeles custodios que solucionan problemas, pues en varias historias aparecen asesinas, estafadoras y ladronas. Si bien las mujeres ejercían la labor de policías para atender a presas y detenidas desde 1880, no tuvieron estatus de Metropolitan Police hasta 1918. Aun así, hasta 1922 no hubo mujeres en el CID (Criminal Investigation Deparment); Lilian Wyles fue la primera inspectora y Louisa Pelling la primera mujer detective del cuerpo de policía. Dada la polémica que suscitó la entrada de mujeres en la policía, no es de extrañar que las fechas se dilaten tanto en el tiempo. Un contemporáneo, William Rawlings, lo recuerda así:

Se rumoreó que las mujeres podrían entrar en el cuerpo de policía. Como se puede imaginar hubo muchísimo debate sobre el tema, la mayoría de nosotros hicimos un frente sólido contra la invasión de lo que considerábamos un espacio masculino por excelencia. Pero las mujeres de aquella época estaban imbuidas del espíritu pionero: se empeñaron y salieron con la suya. (Kestner 2003: 6)

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Con las mujeres ya integradas en las instancias oficiales contra el crimen, la novela de detectives sigue en auge y entra en una fase que bien pudiéramos denominar “Christie y sus hermanas”. Sin duda, aunque hoy sus obras nos puedan parecer ingenuas, Agatha Christie fue una influencia importantísima para todas las personas que escribían y leían este tipo de novelas. Señalan Patricia Craig and Mary Cadogan que esta autora introdujo en el género una novedad interesante: “Christy was not so much a novelist as the inventor of a novelty, a peculiarly intricate and entertaining kind of puzzle” (Craig and Cadogan 1986: 166). A partir de Christie, la novela policiaca no dejó de fluir y desarrollarse, y, con ella, un público lector muy numeroso y entendido. Curiosamente, desde este momento y considerando pioneras a las muchas autoras del género y a las detectives precedentes, las obras pueden agruparse, cronológicamente, en las tres fases (femenina, feminista y female) que postula Elaine Showalter en su libro A Literature of Their Own (1977) para organizar el devenir de la cada vez más abundante literatura escrita por mujeres. Showalter lo define así:

Primero hay una fase prolongada de imitación de los modelos que prevalecen en la tradición dominante, así como de internalización de los estandards artísticos y de su aceptación social. Después hay una fase de protesta contra estos estandards y sus valores y se defienden los derechos y valores de las mujeres, incluyendo la exigencia de libertad y autonomía. Por fin hay una tercera fase de autodescubrimiento, una mirada hacia una misma, libre de rastros de dependencia u oposición – es la búsqueda de la propia identidad. (1982: 13)

En la fase femenina, que cuenta con un antecedente notable: The Circular Staircase (1908) de Mary Roberts Rinehart, se encuentra la obra de Agatha Christie y su detective Miss Marple, Amanda Cross con su detective Kate Fansler, y Dorothy Sayers, Josephine Tey y Margery Allingham, por nombrar a las más conocidas. Se trata de mujeres que llevan a cabo la detección desde casa, no salen a buscar pruebas, sólo recogen aquellas que se cruzan en su camino y desentrañan el misterio por deducción lógica, en lo que Freeman Wills Croft denomina “una exhibición de gimnasia mental”. Son entrometidas e ingenuas y no trabajan por dinero sino por amistad o curiosidad:

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“Trabajan en entornos amables, en ambientes ajenos al crimen, donde casi nadie se inmuta ante la investigación excepto el asesino, por contraposición a las novelas en que las detectives son profesionales y todos los personajes parecen tener algo que ocultar” (Suárez Lafuente 1994: 71). La detective más conocida, Miss Marple, constituye una vuelta atrás respecto a sus antecesoras, lo que se explica porque 1930, año en que el personaje fue creado, es un periodo difícil de entreguerras con muchos problemas laborales y sociales y una agudísima crisis financiera mundial. Esas circunstancias siempre fueron terreno abonado para asustar a la ciudadanía con el apocalipsis y provocar un retroceso en la situación de las mujeres, como si su pecado de emancipación hubiera atraído sobre la sociedad la maldición de los dioses. Así que Miss Marple resuelve los casos desde el sillón de su casa, mientras hace ganchillo “para aprovechar el tiempo”, y lo hace aplicando la analogía, es decir, comparando su restringida experiencia social con las posibles motivaciones de los asesinos. A la vez, enseña a sus lectoras las bondades de una vida discreta y retirada, y la admiración que una mujer “de su casa” puede llegar a despertar. Cuando las detectives se profesionalizan podemos hablar ya de la fase feminista. Ruth Rendell, P. D. James con su detective Cordelia Gray o la estadounidense Sue Grafton con Kinsey Millhone son buenos exponentes de la teoría de Showalter. Las detectives no tienen cargas familiares, ni amigos íntimos, pueden arrostrar cualquier peligro sin más consideración que la autopreservación; llevan pistola, si bien únicamente para impresionar, ya que casi nunca hacen uso de ella, viven en una sola habitación, lo que les permite, con una simple ojeada, tener la certeza de que no hay intrusos en casa, y pueden sobrevivir en un coche el tiempo que sea necesario. Tienen paciencia para escuchar y decisión para actuar y se mueven por normas y preceptos heredados de personas que admiraban. Son, además, sobradamente articuladas para defender su derecho a ser detectives; en An Unsuitable Job for a Woman de P. D. James, Cordelia Gray habla con un profesor de Cambridge y, ante las dudas de éste sobre lo oportuno de que las mujeres se dediquen a profesión tan peligrosa, le contesta apuntando directamente a la visión arquetípica que fundamenta el argumento de aquél:

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“En absoluto, este es un trabajo totalmente apropiado para una mujer, ya que requiere una curiosidad infinita, gran capacidad de sufrimiento y una tendencia natural a meterse en la vida de los demás” (1989: 39). Es evidente que estamos en la fase feminista: las mujeres ya saben manejar sobrados argumentos para debatir y alcanzar su independencia y un puesto activo en la sociedad. Hay una apostilla acertada y humorística de Sue Grafton a las palabras anteriores de James, y es que los hombres tienen una única ventaja sobre nosotras, ya que pueden orinar sin salir del coche, evitándose así uno de los problemas más urgentes y embarazosos de las largas vigilancias en las que hay que pasar desapercibida. En 1993 el British Council inauguró una exposición bajo el título “The Art of Murder: British Crime Fiction”, que constituyó un reconocimiento oficial para la novela de detectives, relegada hasta entonces a ser una literatura de quiosco, de importancia menor, si bien las autoras de esta época tienen una categoría literaria reconocida. Esta exposición dio al género un impulso semejante al que la obra de Stieg Larson ha supuesto para la novela policiaca contemporánea. Sin duda, marcó un punto de inflexión en la suerte de este género literario y dio paso a una notoria multiplicación de autores y público lector que llevó la narrativa de detectives a su siguiente momento de desarrollo. La fase female, palabra de difícil traducción al español, la protagonizan una serie de mujeres, de cierta relevancia social, que tienen plena conciencia de su importancia, luchan por mejorar la situación del resto de las congéneres de su entorno y no reconocen fronteras a su curiosidad ni a su actancia (agency). Las detectives inglesas contemporáneas se mueven con normalidad en los guetos étnicos, como Frances Fyfield y su detective Helen West, Stella Duffycon Saz Martin en los ambientes lesbianos (Calendar Girl, 1994), Ann Granger conFran Varady, en el Londres de la comunidad húngara, y Lindsey Davis, autora que elige la Roma antigua para situar sus crímenes. De la amplísima nómina de autoras actuales, sólo mencionaré ya a Judith Cutler y sus dos series de novelas, denominadas según su “detectiva”: Serie de Sophie Rivers, desde 1995, y Serie de Kate Power, desde 1998. Son novelas que incorporan a sus tramas el elemento étnico, regional, de clase social y de género, y que hablan también, explícitamente, del deseo sexual de las mujeres. Cutler tiene “un sentido muy

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desarrollado de los problemas derivados de la desindustralización y del cierre de las minas, así como de los problemas urbanos que acontecen en las grandes ciudades por todo el mundo” (Sauerberg 2001: 178). No puedo dar por terminado el capítulo anglosajón sin mencionar a una divertidísima detective africana, Precious Ramotswe, alma fundadora de la serie de novelas “The No. 1 Ladies‟ Detective Agency”, de Alexander McCall Smith, un autor blanco de origen escocés nacido en Zimbabwe, que ha inscrito una protagonista vital, simpática, involucrada en su propia cultura y dispuesta a vivir decentemente enmendando entuertos:

[H]ow fortunate I am in this life [to be] a private detective, exactly the sort of job at which a woman could be expected to excel. That was because women watched, and tried to understand what was going on in people´s minds. Of course there were some men who could do this […] more like a woman, in many ways, with his advice to study people´s clothing carefully. (2002: 17)

Si bien Mma Ramotswe comparte características con sus colegas occidentales, es una mujer con sobrepeso, de “constitución tradicional”, amante de los pasteles, orgullosa de su genealogía africana y empoderada en el ámbito de su oficina, de su trabajo y de su comunidad. En el devenir de los casos a resolver, esta detective africana deja constancia de los problemas sociales de su entorno, al igual que hace la narrativa policiaca occidental. Las novelas populares étnico-policiacas gozaron de una amplia resonancia en el mundo editorial en los primeros años del siglo presente y su público lector estaba creciendo de manera significativa, posiblemente porque unen al entretenimiento la ilusión de que, con su lectura, estamos aprendiendo a conocer otros lugares y otras culturas. Esta corriente étnica ha sido eclipsada por el éxito arrollador de la novela negra nórdica, debido en gran medida a la trilogía Millenium (2005, 2006 y 2009), de Stieg Larsson.

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Famosas son también una serie de escritoras nórdicas y sus respectivas detectives. De entre todas ellas, destacan Camilla Lackberg (y su personaje escritora Erica Falck), Asa Larsson (y su personaje abogada Rebecka Martinsson), Karin Fossum, Mari Jungstedt, Liza Marklund o Linn Ullmann. Haré referencia tan solo a una novela por ser paradigma de todas ellas, Sospecha (2004). Su autora, la sueca Helene Tursten, perfila una “detectiva”, Irene Huss, satisfactoriamente casada, que tiene dos hijas adolescentes y un perro. Su marido, chef de un restaurante importante, comprende las exigencias del trabajo de su mujer; por eso no considera problema alguno recurrir a canguros para el cuidado de sus hijos y del viejo perro familiar. El viernes es el día elegido para una cena en familia, los comensales hablan, discuten y hacen planes, para, a continuación, ir cada cual a donde le parece. La familia de Irene es un modelo de negociación, de autodeterminación, de vivir y de dejar vivir. Todo lo cual me parece fundamental, y un punto a favor para el género negro; razón por la que Liza Marklund asevera que “el género negro triunfa en las democracias, no en las dictaduras”. Nadie como Irene Huss para representar a las detectives nórdicas y su capacidad para demostrar que “la conciliación familiar y laboral” es posible: se involucran totalmente en su trabajo, consiguen medallas y ascensos y tienen una vida familiar satisfactoria, una casa confortable, hijos y mascotas, de los cuales cuentan anécdotas. Claro que para alcanzar este estado de bienestar, han demostrado ser inteligentes en la elección de un compañero que las sabe apreciar como persona o, en su defecto, teniendo hijos en solitario y convirtiéndose en madres solteras. No nos llamemos a engaño: su vida es “normal” con altos y bajos, con aciertos y desaciertos, con momentos de satisfacción que se alternan con otros de culpa. Pero todas saben concederse una segunda oportunidad, pues comprenden su derecho a equivocarse como seres humanos; todas tienen una vida profesional intensa e interesante que les impide enrocarse en la cotidianeidad familiar y una vida familiar intensa e interesante que les impide enrocarse en los aspectos más negros de su trabajo. Sin duda, constituyen un ejemplo a estudiar con detenimiento. En la novela Sospecha (2004), escrita por Tursten desde una perspectiva feminista, se ofrecen varios modelos positivos de mujeres, tanto en lo individual como

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en lo social, aprovechando las características del género literario. Los personajes no hacen grandes alardes ni profieren provocaciones evidentes, pero quien lee la novela entiende que la vida no es un a ó b necesariamente, un “familia o trabajo”, y que las mujeres pueden ser grandes financieras y empresarias o detectives y policías de éxito, si lo desean y, asimismo, si son tomadas en serio y aceptadas con normalidad por su entorno. El punto fundamental que quieren inscribir no es ser únicamente mujer, sino ser honrada, tener conciencia social y comunitaria y no dejarse cegar por la sociedad consumista y capitalista. Obviamente, este debiera ser el planteamiento básico, válido tanto para hombres como para mujeres, de cualquier novela en el momento actual, en que se hace necesario un cambio del paradigma que rige nuestra sociedad occidental. Sospecha trata de la corrupción en el mundo de las altas finanzas, y da por sentado, ya en 2004, que tales abusos conducirán al sistema a la ruina. Para empezar, son las prácticas corruptas las que erosionan la amistad y diezman a un grupo de amigos de juventud, que sólo consiguen el dudoso beneficio de un año de gastos sin control, traducido en cosas banales y caducas, como un piso espectacular alquilado, un yate desmesurado, una aureola de éxito muy transitoria y una histeria permanente y colectiva. Tursten deja en Sospecha un interesantísimo capítulo intermedio, el octavo, escrito por un personaje que es periodista de investigación, que no sólo es importante para desentrañar la trama policiaca sino que explica el estallido de la burbuja informática en Bolsa con varios años de antelación. Los crímenes se cometen en lugares apartados, amparándose la mano criminal en la soledad que produce el mal tiempo, el frio, la lluvia y la oscuridad del invierno nórdico. La investigación ha de desarrollarse en esas mismas condiciones meteorológicas y estacionales, de ahí que detectives y policías sean tan lacónicos, vayan abrochados hasta los dientes, con gorro calado y bufanda, y sólo abran la boca para tomar café caliente y un sorbo de licor fuerte. La investigación sigue los pasos tradicionales, quizás por eso a Tursten se le ha denominado la “dama del crimen sueco” y se la ha comparado con la británica P. D. James. Su método consiste en hurgar en el pasado para explicar el presente, lo que produce pasajes narrativos interesantísimos, historias breves dentro de la novela y viñetas de la vida tradicional y de la historia de Suecia.

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Sospecha recoge experiencias de inmigración europea, ya que Suecia era un país rico en las décadas de los 1960 y 1970 y recibía a los europeos del sur que llegaban con ansias de mejorar su situación económica, y de inmigración proveniente de Sudamérica, ya que Suecia era un país liberal y daba asilo político a los huidos de las dictaduras. Aborda, asimismo, temas como la introducción de diversas mafias en el país, la difícil vida familiar de algunos adolescentes, el dinero sobrevenido fácilmente al amparo de las nuevas expectativas que abría Internet en los años noventa. A esta acumulación de conocimiento, que se expande por las páginas centrales de la novela, detectives y policías tienen que aplicar el sentido común, el pensamiento lógico, la experiencia laboral, la intuición y la tozudez, algo que resulta imprescindible. Los casos se resuelven en un par de momentos de tensión, que incluyen golpes a la detective y encierro u oscuridad amenazantes, y con una explicación detallada de la totalidad proceso, en el cual participa y juega el público lector de la novela; precisamente la resolución conjunta de la intriga hace que el género policíaco sea tan atractivo como lectura. España también cuenta con una nómina importante de autoras y “detectivas”. Nombres conocidos de la literatura han escrito una o varias novelas del género, como es el caso de Rosa Montero, Lourdes Ortiz, Maruja Torres o Carmen Posadas. Otras autoras son conocidas fundamentalmente por sus novelas policiacas, si bien muchas han escrito también otro tipo de narrativa, como Alicia Giménez Bartlett, Isabel Franc, María Antonia Oliver, Rosa Ribas, Blanca Álvarez o Reyes Calderón. La detective más conocida es, sin duda, Petra Delicado, personaje de Giménez Bartlett, no sólo por el consistente número de novelas en que ha aparecido desde 1996, sino porque se estrenó una serie de televisión con sus casos en trece episodios emitidos por Telecinco en el último trimestre de 1999. Petra Delicado cumple, con su nombre emblemático, con dos preceptos importantes para las detectives: ser dura como la piedra con los criminales y delicada y amable con víctimas y sospechosos; es decir, el viejo refrán de la mano de hierro en guante de seda. Si bien, la propia autora justifica que, según la teoría detectivesca, “cuando las aguas están estancadas es necesario removerlas para que afloren cosas a la superficie” (Serpientes en el paraíso, 2002), lo que implica dejar

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momentáneamente la delicadeza a un lado. Delicado es mesurada y resolutiva, de mediana edad y con una amplia experiencia en cuestión de amores, lo que la hace más fuerte a la hora de concentrarse en la resolución de los crímenes, como dijo Dorothy Sayers: “Cuanto menos amor haya en una historia policiaca mejor, así el detective no pierde el tiempo haciendo el tonto detrás de las jovencitas cuando lo que debiera hacer es ocupar su mente únicamente en el trabajo de detección” (1928: 104). P. D. James es la autora más articulada a la hora de analizar el género literario al que se dedica y plasma su análisis en un texto de lectura obligada, Talking about Detective Fiction (2009). También las autoras españolas han dejado frases que explican el sentido de la novela policiaca. Para Maruja Torres, representa, fundamentalmente, “al reporterismo periodístico”, y, siendo ella misma periodista, al igual que su personaje Diana Dial, no le costó muchas lágrimas escribir su primera novela policiaca, Fácil de matar (2011). Carmen Posadas, en referencia, también a su primera novela policiaca, Invitación a un asesinato (2010), compara su escritura a hacer “un encaje de bolillos”. La novela de “detectivas” ha sido considerada, en general, como un paso importante en el desarrollo de la “novela psicológica criminal” (Arvas 2007: 3). Quizás esto tenga que ver con una de las características desarrolladas por las mujeres a través de los tiempos: la ahora llamada “inteligencia emocional”. Las mujeres han estado secularmente encerradas en sus casas, de lo que es un buen ejemplo el “ángel del hogar” victoriano, y han de conformarse con la observación discretísima, como bien ejemplifica Carmen Martín Gaite en su novela Entre visillos (1957), y en su estudio Desde la ventana (1987). Es decir, han de ver sin ser vistas y han de procesar sus hallazgos sin hacerlos públicos. Desde el escondite de los visillos aprenden a deducir, a leer entre líneas, a interpretar gestos faciales, miradas y pasos lentos o apresurados, a medir tiempos, a contar intervalos… Igualmente, aprenden a mantener esa “cara de póker” que les permite ocultar lo que sus mentes cavilan, pues entienden que el saber da poder, pero que éste es más útil si nadie sabe que lo posees. Se trata, por tanto, de un saber autodidacta, impuesto por las situaciones socio-históricas, transmitido de madres a hijas, de mujer a mujer, para la propia defensa vital contra el tedio, contra el abuso, contra la imposición patriarcal; esta actitud ha sido desarrollada hasta tal punto que puede hacer

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pensar a algunos que es parte de nuestro código genético. Pero no, es un saber aprendido, forzado por las circunstancias, que desearíamos no haber tenido que interiorizar. Claro que, entonces, tendríamos menos “detectivas”, aunque posiblemente muchas más artistas, científicas, historiadoras o técnicas. En fin, ya que nos quedó la “inteligencia emocional” en el periplo histórico ¡vamos a disfrutarlo!

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“WOMEN RELINQUISH ALL PERSONAL RIGHTS IN FRONT OF A MAN”: ANALYZING SEXUAL VIOLENCE IN NTOZAKE SHANGE’S FOR COLORED GIRLS1 Maika Aira Gallardo2

Abstract: The presence of gender violence in the media has led to the misconception that it is a social problem of the twenty-first century. However, in the literature of the last century, it can be seen that this phenomenon has always been present. Through the analysis of the play for colored girls, written by Ntozake Shangue, this essay will explore the situation of AfricanAmerican women in American society in the twentieth century, focusing on the constant presence and threat of sexual violence suffered by the seven protagonists in a society where they suffer double discrimination. Key words: sexual violence, African American, literature, trauma. Título en español: “Women Relinquish All Personal Rights in Front of a Man”: análisis de la violencia sexual en For Coloured Girls de Ntozake Shange Resumen: La presencia de violencia de género en los medios de comunicación nos ha llevado a la idea errónea de que se trata de un problema social del siglo XXI, pero si nos sumergimos en la literatura del siglo pasado, descubriremos que este tema siempre ha estado presente. En este ensayo, exploraremos la situación de las mujeres afroamericanas en la sociedad estadounidense en el siglo XX a través del análisis de la obra de teatro for colored girls de Ntozake Shangue, centrándonos en la constante presencia y la amenaza de la violencia sexual que las siete protagonistas padecen en una sociedad donde son doblemente discriminadas. Palabras Clave: violencia sexual, afroamericana, literatura, trauma.

1. Introduction

The decade of the 1970s in America was very important for the improvement of the situation of white and African American women. During this decade, the so called second wave of Feminism, together with the Women‟s Liberation Movement, which had started its political activism in the early 1960s and developed until the 1990s, 1

Date of reception: 15/07/2013 Date of acceptance: 13/10/2013 Research Scholar, Departamento de Filología Inglesa y Alemana, Universidad de Santiago de Compostela, Spain; maika.aira@rai. usc.es. 2

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attacked the predominant patriarchal rule. Precisely, one of the major achievements reached by these pro-women‟s rights‟ groups at that time was the recognition of the abuse (especially sexual and physical) many white women had been enduring within the privacy of their homes. However, it is important to pay attention to the adjective “white” in the previous sentence because the situation was different for white and African American women. Feminism, as a political movement, did not contemplate the situation of the African American woman, who was doubly discriminated; on the one hand, they were racially discriminated with respect to white women and, on the other hand, they were also sexually discriminated with respect to black and white men. In this sense, we agree with Deshazer‟s words when she says that African American women were treated as “displaced” persons “on the borderlands of the boundaries”: Where […] do women of color live? Doubly displaced by institutionalized racism as well as sexism, women of color have traditionally been marginalized on the borderlands of the boundaries. There they have too often had to fight not only white patriarchs but Black men and white women as well as to proclaim their centrality in any presence. There they have become warriors raging against their own invisibility. (Deshazer 1998: 91)

It is clear that African American women underwent violence inside and outside their own community. Thus, during this decade, the term “black feminism” (coined during the late nineteenth century to refer to this discriminating situation for black women) was given special relevance. The purpose of using this term was, on the one hand, making a consciousness raising process to call society‟s attention about black women, and, on the other hand, highlighting the hypocrisy hidden in the precepts of feminism, which said that if black women were oppressed they also had enough strength to cope with it, as bell hooks explains:

That the black woman was victimized by sexist and racist oppression was seen as insignificant, for woman‟s suffering however great could not take precedence over male pain. Ironically, while the recent women‟s movement called attention to the fact that black women were dually victimized by racist and sexist oppression, white feminists tended to romanticize the black female experience rather than discuss the

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negative impact of that oppression. When feminists acknowledge in one breath that black women are victimized and in the same breath emphasize their strength, they imply that though black women are oppressed they manage to circumvent the damaging impact of oppression by being strong. (hooks 1982: 6)

We can observe, thus, that the African American question, particularly the female African American question was at stake in the society of the period. It is not strange then, that the world of the arts also reflects this concern. In fact, the 1960s and especially the 1970s have been considered as the two most productive decades in African American literature and history. Not in vain, the Black Arts Movement3, which promoted the immense talent that African American artists displayed in their works, developed during these two decades. The emergence of this movement was of special importance for African American women artists. Due to their impulse, we can appreciate the efforts carried out to find a genuine female voice “adding a gender perspective that widened and completed the delineation established by male […] artists” (Barrios 2003: 611). Actually, in the 1970s, theater written, produced and performed by women became a means for searching for a “place of their own” and expressing what and how they felt in the society that oppressed and repressed them: “African American female playwrights, as displaced and invisible beings, made an attempt to redescribe their cultural presence and reinscribe their human experiences in their artistic quest to find a place they could call their own” (Barrios 2003: 613). More specifically, one of the most noticeable and representative figures within the wide spectrum of women playwrights was Ntozake Shange with her groundbreaking opera prima for colored girls who have considered suicide when the rainbow is enuf4, which has been considered as the precursor of something that could be called “black feminist theatre” (cf. Anderson 2008).

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The Black Arts Movement was founded by Amiri Baraka as a symbol after Malcolm X Assassination. This movement developed from the middle of the 1960s (around 1965) to the mid-1970s (1975/1976) and its major achievement was the introduction of new ethnic visions into the mainstream white US. 4 Hereafter for colored girls.

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2. For colored girls and the topic of gender violence: The issue of sexual abuse and African American women

Ntozake Shange is an African American writer who has always been concerned with the black women‟s situation especially in the South. Her first play, for colored girls, has been defined by Mar Gallego as an attempt to create images of African American women away from typical stereotypes: “for colored girls, is basically the best reflection of her intention to debunk old-fashioned male images about women and to create fresh and alternative ways of redefining African American women” (Gallego 2002: 208). That is to say, Shange tries to demystify stereotypical images and views applied to African American women since plantation times. It is important to take into account that, for Shange, there are no differences between white and “colored” girls when they confront sexism, among other patriarchal attitudes. The main difference between them is that African American women are forced to confront and fight sexist situations and racist ones. For colored girls is a play published in 1974 after the success reached with its performance in front of an exclusive female audience at a tavern called the Bachanal (Berkeley, California) a year before. This play established Shange as an innovative, even Avant garde artist, who plays with all the possibilities of exploiting the dramatic genre with all the visual chances it offers. In fact, she creates a new dramatic mode with this play: the choreopoem, which, as Neal A. Lester, explains serves to introduce a genuine female African American genre that balances tradition an innovation in their claim for self-identity and to fight oppression:

Shange developed the choreopoem form as a new genre in American theater, a form rooted in an African tradition of movement, song, music, and emotional catharsis. As a black person, as a black woman, as a black feminist, as a black artist, and as a black female artist, Shange champions the woman of color specifically and people of color generally as they move toward optimal selfconsciousness, positive self-identity and unlimited self-realization in an oppressive and blatantly sexist and racist modern society. (Lester 1990: 718)

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In this choreopoem, Ntozake Shange portrays a group of seven anonymous women and can only be identified by the color of the clothes they are wearing, completing the color-scale of the rainbow plus brown, that symbolizes mother earth. Therefore, we will find lady in green, lady in red, lady in yellow, lady in purple, lady in blue, lady in orange and lady in brown as main characters, all equally important situations within the main plot. That these women are anonymous is not a product of mere chance. As Inés Cuenca explains, this trait provides the play with a sense of collectivity, of union and female empowerment:

Las siete protagonistas de la pieza no tienen nombre, anonimato que confiere a las experiencias individuales un carácter colectivo. […] Todos estos nombres están escritos intencionadamente en minúsculas […] para retratar la pobreza y abuso de la mujer de color. […] el hecho de que ningún color destaque sobre otro y de que se complementen para formar un arco iris, apunta a los dos objetivos principales de esta obra: el primero, renunciar a la primacía de una piel por encima de otra, respetando las diferencias y pluralidad de voces; el segundo objetivo, potenciar la unión entre mujeres, simbolizada en el arco iris. (Cuenca 2005: 299-300)

As we can observe in the previous quotation, this text emphasizes the strength of union in their fight against injustice. In this choreopoem, the absolute protagonist is the African American woman during her authentic everyday life. Thus, for example, we will find the case of an independent, “liberated” woman who decides with whom to sleep and who does not like men to stay the morning after; the case of a young teenager who is starting to discover and plays with her sexuality, facing the risk of an unwanted pregnancy (which raises the sticky topic of abortion); there is also the case of a beaten wife who tries to protect her children from her violent husband and, of course, we find the case of a woman who happens to be raped by a friend, an experience that the seven “colored” girls seem to share or, at least, know about. Therefore, we can assume that Shange proves how the African American woman continues to be an easy target for rape even in the twentieth century. The “innovation” (if it can be considered as such) she introduces in this play is that rape here does not happen outside the borders of the black community, but within the community where these women were supposed to be protected. Shange is denouncing the risky situation these African American women are facing.

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It is our purpose in this essay to analyze sexual violence as a case of gender violence in for colored girls. In this sense, we will be paying attention to one of the most notable black feminist concerns, especially as we are dealing with a case of “date rape”5‟ and the posterior isolation and abandonment the victim feels, as Lisa M. Anderson states: Shange covers many black feminist issues through the characters. Shange‟s choreopoem is one of the first performance pieces to deal explicitly with what we now call “date rape,” acknowledging in the mid-1970s that rape is most likely experienced not as assault by a stranger, but rather as assault by an acquaintance. (Anderson 2008: 10)

Hence, we encounter a very clear example of this type of rape within the play, but before entering directly into the analysis, we would like to revise the literature around gender violence, rape and the relationship that has been kept between sexual violence and African American women throughout history. During the decade of the 1970s, the term “domestic violence” was introduced in the popular vocabulary, together with “gender violence”. At that time, the old patriarchal rule which indicated that a wife was part of her husband‟s property still prevailed. Therefore, if a husband considered that his wife deserved to be beaten up, he had the right to do it, for the privacy of the home prevented law and order authorities from intervening. It is precisely due to this inherent sense of privacy that the abuses committed were either not denounced or, in the few rare cases which were, this denunciation was omitted because the area of marriage was a place where legal authorities should not interfere. However, in the field of the arts, especially in literature, the denunciation of this unfair treatment for women was explicit. According to Kathleen J. Ferraro, the term “domestic violence” is used to refer to “a code for physical and emotional brutality within intimate relationships, usually heterosexual” (Lawson and Shakinovsky 2002: 2) Domestic violence encompasses a

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Sexual violence perpetrated by a friend or a person you know, not by a stranger.

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wide range of abuses usually committed against women and perpetrated by their (ex) boyfriends, (ex) husbands, and even fathers and brothers6. Although domestic violence does not respect social, economic, class or race boundaries, it is important to notice that this type of violence only occurred within working-class or marginalized groups of people, such as the African Americans. In this sense, Harne & Radford explain the power strategies at work behind this extended conception: Power structures constructed around „race‟ and ethnicity, economics and class, age, disability and sexuality interact with those of patriarchy in constructing the prejudice and discrimination in the wider culture. While, as argued above, the occurrence of domestic violence does not respect social divisions, its nature reflects the wider power relations and cultural norms of specific societies. In consequence, while there are many common forms of domestic violence, some forms are culturally specific and others impact in particular ways of minority ethnic groups of women. (Harne & Radford 2008: 9)

As we can observe, domestic violence does not only happen within poor, marginalized communities; the truth is that domestic abuse helps to keep the established patriarchal social system, and it proved to be another means to discriminate black people, especially black women. Within the label domestic violence, there are usually three main subtypes of abuse, which are generally coexistent: physical abuse, psychological abuse and the one we will be dealing with in this essay, sexual abuse. Nonetheless, the use of the term domestic violence presents some problems. One of the most important concerns is precisely the very use of the adjective “domestic”. Many scholars who work on the topic such as, Esperanza Bosch and Victoria Ferrer, point out that the term domestic violence was generally considered as suitable to refer to the cases of abuse committed within the specific boundaries of the house but there were other cases left out. Thus, in their own words: “El uso de términos como doméstico o familiar induce a pensar en un acto privado y personal, en algo que ocurre en la intimidad del hogar, cuando en realidad se trata de un delito, de un problema social, que, además, se ejerce tanto dentro como fuera de la casa” (Bosh y Ferrer, 2002: 21).

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This is a reference to the so called crimes of honor, that is to say, violence perpetrated against women by relatives (mainly fathers and/or brothers) in order to clean the name of the family. This includes killing the woman in cases of rape or disobedience in arranged marriages.

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So, what happened in the instances where strangers committed violence against women? Also, what happened with cases which involved children? Thus, as has been mentioned before, in the 1970s, the term gender violence emerges. One of the most accurate definitions for gender violence is provided by Harne y Radford: “[Gender violence] encompasses a wide range of human rights violations, including sexual abuse of children, rape, domestic violence, sexual assault and harassment, trafficking of women and girls and several harmful traditional practices” (Harne y Radford 2008: 18).

As we can read, the term gender violence incorporates domestic violence within its wide domain and includes the victimization of children as well. Today, people tend to use both terms synonymously. For the purpose of this essay, and taking into account that we are going to analyze a case of rape within the friendship circle it would be more accurate to use the most encompassing term which is gender violence, although domestic violence is more extended in the popular vocabulary. Hence, as mentioned above, the main focus in this essay will be sexual abuse within the black community. However, even before we begin the analysis, we need to define what is meant by sexual abuse, in order to clarify some of the aspects that have linked rape and African American women since the times of slavery. When the term “sexual abuse” comes up in the media, in real conversation or even in a literary work, people immediately tend to think of the word rape, which is the most common form of sexual abuse. However, we cannot forget that rape implies the use of physical and psychological violence since: Sexual violence is a wide term used to describe rape and the humiliating range of unwanted, pressure and coerced sex that may be experienced in domestic violence contexts. Sexual violence is often perpetrated immediately after a physical assault and commonly accompanied by verbal violence. It is normalized in malestream representations of heterosexuality, where sex was, and in some cultures still is, represented as „duty‟ for women. (…) This difficulty with the language of rape, together with the fact that it is an intimate and intrusive violation of the self, makes sexual violence one of the hardest aspects of domestic violence for its victims to talk about. (Harne & Radford 2008: 4-5)

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If we pay attention to the previous quotation, we will see that rape is one of the most traumatic forms of domestic violence because, for women, it is very difficult to assume that their most private, intimate self has been destroyed for good. Furthermore, this cruel act is even more traumatic if performed by a member of the family or, as it is the case in this study, by a close friend they trusted. Apart from adding on to the myth of a black exaggerated sexuality, “of black women as sexual savages” (hooks 1982: 52) who were falsely accused of initiating the sexual intercourse, sexual violence was singularly used by the white masters with the purpose of terrorizing and submitting black women (and black men too). According to bell hooks: The political aim of this categorical rape of black women by white males was to obtain absolute allegiance and obedience to the white imperialistic order. Black activist Angela Davis has convincingly argued that rape of black female slaves was not, as other scholars have suggested, a case of white men satisfying their sexual lust, but was in fact an institutionalized method of terrorism which had as its goal the demoralization and dehumanization of black women. (hooks 1982: 27)

By sexually abusing African American slave women, the white masters deprived the black males of their patriarchal position in society. However, although many critics have talked about the feeling of emasculation that this act of raping “their” women caused on black men, we favor hooks‟ opinion when she says that slavery deprived black men from their social status, but it really did not take away their masculinity: “Enslaved black men were stripped of the patriarchal status that had characterized their social situation in Africa but they were not stripped of their masculinity” (hooks, 1982: 21). The basic reason to explain hooks‟ statement about black men preserving their masculinity is proved by the evidence that, instead of adopting the role of protectors and rebelling against the white masters, they repeated and imitated their masters‟ attitudes. Therefore, they kept perpetrating sexual abuse within the African American community during and after the times of slavery, which left black women completely defenseless

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and unprotected. Consequently, these black women were despised and humiliated to the extent that they were not even considered victims:

A devaluation of black womanhood occurred as a result of the sexual exploitation of black women during slavery that has not altered in the course of hundreds of years. I have previously mentioned that while many concerned citizens sympathized with the sexual exploitation of black women both during slavery and afterwards, like all rape victims in patriarchal society they were seen as having lost value and worth as a result of the humiliation they endured. Annals of slavery reveal that the same abolitionist public that condemned the rape of black women regarded them as accomplices rather than victims. (hooks, 1982: 53)

In this quotation above, hooks describes another important aspect: the hypocritical attitude some white people showed towards sexual abuse of black women. Thus, the impotence black women felt about before their unfair situation silenced them and deprived them of a sense of union and identity until writers like Zora Neale Hurston, Sonia Sanchez, and Ntozake Shangue decided to take part and speak up. The truth is that the same atrocities committed by both black and white males during the nineteenth century have not disappeared. In their works, exposition and denunciation of the black women‟s situation is the principal aim to achieve.

3. Analyzing sexual violence in for colored girls The topic of sexual abuse is introduced very early in Shange‟s choreopoem, proving its importance. Therefore, we can say that Shange proves how the African American woman continues to be an easy target for rape as far as the late twentieth century. The “innovation” she introduces is that rape does not happen outside the boundaries of the black community, denouncing the risky situation these African American women face within a supposedly protective environment. Lady in red significantly introduces this touchy problem, with red symbolically being the color of blood, by extension, the color of violence and pain. She explains: “A rapist is always to be a stranger/ to be legitimate/ someone you never saw/ a man with obvious problems” (Shange 1997: 17). If rape is in itself a traumatic experience, it is not

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difficult to deduce that this trauma will be greater if the rapist happens to be your friend, someone you know, someone who comes to your house, and someone you trust. In the quotation below, we can see the stereotype of the mental illness the rapist allegedly suffers from. In this case, lady in red is being ironic because, in her eyes, it is evident how easy it is for society to hide reality behind this supposed illness, in order to forgive the perpetrator. Thus, the perpetrator‟s act is less serious if he suffers from a mental illness. Nonetheless, lady in red‟s friend is totally sane. This type of man usually pretends to be the perfect gentlemen, a kind and gallant man, but one who is capable of using all his charms to achieve what he wants: Lady in red These men friends of ours/ who smile nice/ stay employed/ and take us to dinner Lady in purple Lock the door behind you Lady in blue Wit fist in face/ to fuck Lady in red Who make elaborate Mediterranean dinners/ & let the art ensemble carry all ethical burdens/ while they invite a coupla friends over to have you/ are sufferin from latent rapist bravado/ & we are left wit the scars Lady in blue Bein betrayed by men who know us Lady in purple & expect/ like the stranger/ we always thot waz comin. (Shange 1997: 18-19)

It looks like the African American female should be aware that the only thing men want from her is to have sex. Shange is playing with the reputed exaggerated sexuality black women possess. On the one hand, we could say that the myth about the black female exaggerated sexual appetite is still propagated by the very males of the black community. On the other hand, in this quotation, the stereotype of the rapist as an uneducated, unemployed stranger is undermined. On the contrary, the rapist is depicted as an upper-class man who performs the role of the gentle southern cavalier, who “makes elaborate Mediterranean dinners”, a man who nobody would never suspect to be a sexual aggressor. Yet, he is one.

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In addition, we also observe how these women are talking about a multiple sexual aggression (“while they invite a coupla friends to have you”). The humiliation they experience is, therefore, even greater since they are treated just as mere sexual objects whose only role seems to be to supply sexual satisfaction to all the men who feel like it. Consequently, it seems that all these women should expect to be raped, as suggested next: Lady in red Women relinquish all personal rights/ in the presence of a man/ who apparently cd be considered a rapist Lady in purple Especially if he has been considered a friend Lady in blue & is no less worthy of bein beat witin an inch of his life/ bein publicly ridiculed/ havin two fists shoved up his ass Lady in red Than the stranger/ we always thot it wd be Lady in blue Who never showed up Lady in red Cuz it turns out the nature of rape has changed7. (Shange 1997: 20)

As we can see, the ladies devote a great effort to describe the hoax they have been living in, demystifying the aforementioned stereotypical rapist. What they are explaining here is that society blames them for not having noticed that this man, their friend, was a rapist. However, we might wonder how they could know beforehand that this man is a rapist if he does not have “pin-ups attached to the inside of his lapels” (Shange 1997: 17) or when they do not see “ticket stubs from porno flicks in his pocket” (Shange 1997: 18). Again, there is a mixture of irony, anger and even selfblame about the false ideas and preconceptions regarding what kind of men can be considered rapists. “The nature of rape has changed” precisely because they can no longer be sure if a man is or is not a rapist. “The nature of rape has changed” from the very moment their black community has become an unsafe place for them.

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Emphasis mine.

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Another thorny issue about rape that Shange explores in this choreopoem is that the “women are looking for it”. That is to say, it was (and still is) a social preconception that, if a woman is raped, to a certain extent, she has provoked it. She may have dressed up in a provocative way, or given some indication that she wanted to have sex: Lady in red If you know him/ you must have wanted it Lady in purple A misunderstanding Lady in red You know/ these things happen Lady in blue Are you sure/ you didn‟t suggest. (Shange 1997: 17)

The idea conveyed in this quotation is that society still denies these women the right to be considered victims, particularly taking into account the fact that if you are raped by a friend, it is most likely that you may have provoked him. Therefore, the difficulties for these women increase when they have to confront society. They undergo a lack of support that increases if they consider the option to go to the authorities since “a friend is hard to press charge against” (Shange 1997: 17). There is a dilemma between what they should or should not do which usually ends when they decide not to denounce. The fear to be judged and the internal shame are some of the factors that force women to keep silent. Moreover, as Judith Herman explains: “the rapist often enjoys higher status than his victim within their shared community. The people closest to the victim will not necessarily rally to her aid; in fact, her community may be more supportive to the offender than to her” (Herman 1997: 62). In view of this quote and the “choreopoem” itself, this is what happens in for colored girls. We see how the community surrounding these women supports the offender rather than the victims, blaming the latter for having caused this heinous act to happen. Apart from describing an actual physical rape, we can see that the question of sexual violence is so fundamental in this choreopoem, that we can even face the

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description of a metaphorical, “mechanical” rape when a woman decides to have an illegal abortion after an unwanted pregnancy:

Lady in blue Tubes tables white washed windows Grime from age wiped over once Legs spread Anxious Eyes crawling up on me Eyes rollin in my thighs Metal horses gnawin my womb Dead mice fall from my mouth I really didn‟t mean to I really didn‟t think I cd Just one day off… Get offa me alla this blood Bones shattered like soft ice-cream cones. (Shange 1997: 22)

This description is much more visual perhaps than the one offered for the case of actual rape. This body that is being assaulted by tubes, forced to keep the legs spread out, the pain she feels while the tubes crawl up inside, making blood come out. It could be compared to another rape scene performed by a stranger. The feelings and sensations of the lady are the same as if she was raped by a friend. Moreover, the feeling of shame is also present before the abortion is performed. The description of this feeling of shame is also comparable to the one they feel after being raped: I cdnt have people Lookin at me Pregnant I cdnt have my friends see this Dyin dangling tween my legs & didn‟t say a thing Not a sigh Or a fast scream To get Those eyes offa me Get them steel rods outta me This hurts This hurts me. (Shange 1997: 22)

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As a victim of rape, this woman cannot stand people looking at her, blaming her for the cruel action perpetrated or feeling compassion for her, this lady cannot stand people looking at her pregnant, which is seen as the punishment for discovering sexuality without taking precautions. Moreover, this lady is ashamed of both outcomes: being pregnant and having an abortion. Thus, she could not stand either the idea that their friends know about the abortion, let alone watch the operation being performed with all the tubes, “steel rods” and blood coming in and out of her body. We can yet find another explicit case of sexual violence in this choreopoem, although it is shadowed by the sad story of the protagonist who has two children with her rapist, suffers from various episodes of wife-beating and ends up watching how her boyfriend kills their two children by letting them fall out of a window. This girl, named Crystal, was raped by her boyfriend at the age of thirteen: “crystal waz a no good lyin whore/ and this after she‟d been // his girl since she waz thirteen/ when he caught her // on the stairway” (Shange 1997: 55). As we can see, the act of rape is once again perpetrated by a friend, more explicitly, by a boyfriend, what makes this teenager automatically become this man‟s property.

4. Conclusión

As we have seen, sexual violence is crucial in this choreopoem, since all the ladies experience it in one way or another. Some only face the threat of rape. Others are actually raped and damaged forever and, in what is the most extreme case, Crystal, is forced to live with her rapist and form a family which, eventually, is destroyed by the perpetrator himself. Nonetheless, throughout this text and despite the level of violence and suffering displayed, we can observe that these women manage to raise their voices to denounce the hypocrisy of the society they are living in, and manage to create a particular small community for recovering and keeping themselves safe. They have been suffering a series of repeated abuses and, instead of keeping silent as would be expected from them;

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they get together and speak up their truth. In this case, their speaking together, this union or bonding between them can be considered as their way of recovery from the trauma that this rape has caused, as Pineda-Hernández explains, “it is not enough to survive a terrible violent experience, the survivor needs to regain control over her life and become empowered by the reconnection with her family, friends and community” (Pineda Hernández 2012: 16). This empowerment also implies moving a step forward from victimization. Through the union with other women, they achieve the required strength to liberate themselves from oppression: “All women can escape their fates as victims of violence and oppression, and that a means to reach this goal can be the strength derived from their female bonding, from caring for each other” (Narbona-Carrión 2012: 68). In fact, Ntozake Shange has been one of the pioneers of a group of American women playwrights to choose this option of promoting female bonding in her plays as a method of recovery and empowerment. Not in vain, her “colored girls” end the play performing a kind of ritual chant: “I found god in myself/ & I loved her/ I loved her fiercely” (Shange 1997: 63) and forming a tight circle where nobody can harm them anymore. The sense of union, of community, of sharing a terrible experience; thus, of mutual understanding, is necessary to get stronger and to overcome such horrible experience. Many experts on the topic, among them Judith Herman, recognize that this bonding mitigates the hard impact of trauma. It seems that this sense of union and community is particularly important for the African American women since, as stated again by Pineda-Hernández, “African American women, despite living through the worst experiences, can overcome anything if they stay together” (Pineda Hernández 2012: 119). Therefore, through a process of bonding, of weaving different stories of violence and suffering emulating the old “quilting bees” in which the primary material is personal history and language, these women get both: they denounce their unfair situation, in this case, within the 1970s society, and they manage to find their own identity within the community which will help them to recover from the traumatic experience of rape.

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If we wanted to be a little poetic about this special play, we could say that the composition of different dialogues weaving different stories together alludes metaphorically to the old precious quilts composed by African American women in recent decades. Thus, we are supporting Lucy Lippond‟s opinion, who explains that “since the new wave of feminist art began around 1970, the quilt has become the prime visual metaphor for women‟s lives and for women‟s culture” (Showalter 1991: 161). Therefore, in order to reinforce the opinion that uniting together helps to recover from trauma, we can say that these seven colored girls emulate and pay homage to their ancestors‟ quilting bees weaving their own personal traumas in their meetings. We cannot forget, as Elaine Showalter affirms that, after all, “The social institutions of quilting helped forge bonds between women” (Showalter 1991: 148).

5. References

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“GOOD EVENING TO YOU, LADY OF THE HOUSE”: CONSIDERACIONES SOBRE EL PRINCIPIO DE CORTESÍA EN EL TEATRO DE J. M. SYNGE1 Encarnación Hidalgo Tenorio2

Resumen: En el ámbito de los estudios irlandeses se ha estudiado con profusión el inesperado fracaso del fenómeno teatral encabezado por W. B. Yeats y en el que John Millington Synge se llevó la peor de las partes. La subversión que sus personajes implicaban a todos los niveles explica el rechazo de los mismos por parte del público que acudía en masa al Abbey Theatre solo para silbar y patalear durante alguna de sus representaciones (Kilroy 1971). Un análisis detallado de la forma en la que hace que se expresen apunta en esta dirección. La incorrección verbal es una seña característica del teatro de esta figura clave de la literatura irlandesa. Partiendo de ahí, en el presente trabajo se aplica el principio de cortesía lingüística (Brown y Levinson 1987) a tres de las obras más destacadas de este dramaturgo: In the Shadow of the Glen, The Tinker‟s Wedding y The Well of the Saints. Con la intención de refutar los resultados de trabajos anteriores (Hidalgo-Tenorio 1999) y demostrar la validez de este modelo en la investigación de textos de ficción, se comprueba que esas mujeres, que rompen con la norma social y conversacional una y otra vez, en casos muy excepcionales hacen un uso magistral de todas las estrategias posibles de cortesía. Las razones son tan diversas como las que se darían en cualquier transacción conversacional del mundo real. Este artículo se proponer desgranarlas como uno de sus objetivos. Palabras clave: Pragmática, principio de cortesía, género, teatro irlandés, J. M. Synge. Title in English: “Good Evening to You, Lady of the House”: J. M. Synge’s theatre through the lens of politeness theory Abstract: In the field of Irish studies, scholars have considered extensively the failure of the theatrical experience led by W. B. Yeats and J. M. Synge, who bore the brunt of popular criticism. The subversion embodied in Synge‟s characters explains their rejection by the public, who flocked to the Abbey Theatre just to whistle and stamp their feet during some of his performances. One in January 1907 caused a particularly furious reaction from the press and political nationalists (Kilroy 1971). Since verbal impropriety (Bousfield and Locher 2008, Culpeper 2011) is their most outstanding characteristic, the analysis of how this major literary figure makes them express themselves can shed light on a phenomenon of much sociological relevance. Accordingly, here I apply the politeness principle (Brown and Levinson 1978, 1987) to four of his most well-known plays: The Well of the Saints, The Tinker‟s Wedding, In the Shadow of the Glen and The Playboy of the Western World. Apart from demonstrating the validity of this model in the exploration of fiction, I will show that those women, who regularly break social and conversational norms, make use of all politeness strategies in very exceptional cases. The reasons are as diverse as those articulated in any real-world transaction, and this article aims to disentangle them. Thus, it will be easier to tackle the issue of gender role construction (Holmes 1995, Weatherall 2002, Litoselitti 2006), which is definitely one of the grounds on which Dublin‟s dismissal of the Irish Dramatic Movement was based (Hidalgo-Tenorio 1999). Keywords: Pragmatics, politeness theory, gender, Irish Theatre, J. M. Synge.

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Fecha de recepción: 02/09/2013 Fecha de aceptación: 13/11/2013 Profesora Titular de Universidad, Departamento de Filologías Inglesa y Alemana, Universidad de Granada, España;  ehidalgo@ugr.es. 2

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1. Introducción

Del estudio de la conducta verbal de los personajes de J. M. Synge se puede derivar alguna de las claves del rechazo de un movimiento cultural autodenominado Teatro Nacional de Irlanda (Levitas 2006). En esta línea, y teniendo en cuenta que el rasgo más sobresaliente de la gran mayoría de ellos es la descortesía en todas sus posibles manifestaciones (Hidalgo-Tenorio 1997; 1999), nos planteamos aplicar el modelo de Brown y Levinson (1987) a sus fracasos más estruendosos, para tratar de entender en qué casos los patrones de uso se ven alterados. En su momento, el concepto de lo femenino y lo masculino en la creación de este dramaturgo irlandés supuso una enorme decepción para quienes vieron en aquellas representaciones teatrales una ruptura absoluta con ciertas convenciones vigentes. De este punto es de donde parte el presente artículo. Los incidentes acontecidos en enero de 1907 con la puesta en escena de The Playboy of the Western World de Synge son renombrados (Kilroy 1971). También lo son los detalles de un escándalo que rebasó la frontera de lo artístico. El público dejó constancia de su desprecio hacia lo que le parecía una provocación insolente. Una sola explicación para un fenómeno de tal complejidad sería del todo insuficiente. En el conjunto de hipótesis sobre las causas que motivaron la historia de la, en general, adversa recepción del Movimiento Dramático Irlandés, se incluye un hecho de interés manifiesto; nos referimos a la construcción de los sujetos de Synge a través del lenguaje, o lo que es lo mismo, al particular inframundo en el que habita todo un conjunto de criaturas marginales; todas ellas sobresalen por la inversión de muchos de los valores aparentemente incuestionables de la idiosincrasia de la nación irlandesa (Saddlemyer 1983; Finney 1989; Roche 1995; Harris 2010; Chang 2011), reflejo todo ello, entre otras cosas, de su inesperada expresión verbal.

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La crítica más repetida vertida contra The Playboy tiene que ver con lo que se denominó su difamación de la condición de mujer irlandesa (Casey 1988); y no les faltaba la razón a quienes, asombrados ante un universo tan inusual, no pudieron asimilar aquella imagen con la que difícilmente se identificaban y con la que no deseaban identificar su concepto ancestral de virtud, asociado indefectiblemente a la figura femenina (Stanley 1990; Harwood 2001; Brazeau 2009). Esa noción de mujer que el público se negaba a desmontar es la que Reynolds recoge en los términos siguientes: “[…] the sentimental, nineteenth-century notion of the Irish colleen, the gentle modest creature, with the shawl over her head and the limpid, trusting eyes [and] the stereotype of an older Irish woman – the benign, silver-haired lady, framed in an archway of roses” (1983: 12).

Pero lo cierto es que todos los personajes de Synge aparecen siempre al borde de lo establecido, en los márgenes de lo extraordinario. A causa de su condición de excluidos sociales, instauran un orden alternativo inquietante que quebranta la estabilidad de la falacia vital de una comunidad instalada en el mito. La observación del comportamiento de esos personajes nos pone sobre aviso de la anormalidad de su naturaleza. Un repaso minucioso de los intercambios conversacionales entre aquéllos confirma lo evidente: Verbalmente, son un desafío; implican la desintegración de los tipos idealizados a través de la refundición y reproducción continuada de la tradición a lo largo de la historia (Solomont 1962; Frazier 1990; Hynes 2007; O‟Connor 2009); suponen un enfrentamiento a ciertas normas morales que se manifiesta no solo en lo que se ve en escena, sino, especialmente, en lo que se oye en boca de aquellas gentes de un mundo de ficción. Si nos concentramos en aquello que dicen y, sobre todo, en cómo lo dicen, todas las criaturas de Synge emplean sin distinción el anglo-irlandés, en parte fruto de su genio poético, y en parte resultado del sustrato gaélico perceptible en la variedad dialectal que reproduce magistralmente. Además, en su conducta lingüística se da una recurrencia de patrones de asimetría conversacional (Hidalgo-Tenorio 1997). Los ejemplos sometidos a un análisis más pormenorizado resultan reveladores. Los interlocutores participan en un proceso comunicativo desigual en el que predominan el

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incumplimiento del principio de cooperación conversacional, el empleo de recursos cuya función es establecer una clara distancia entre los sujetos involucrados, o la promoción de actos de habla destinados a marcar el estatus y el poder; gracias a todo ello se impone como norma un tono siempre desafiante. Así, se repiten esquemas de comportamiento que suponen la existencia de una relación de dominio sobre el interlocutor, aceptada y prestigiada en ciertos contextos. Lo referido se ajusta al modelo de interacción que Tannen (1990) define como típicamente masculino o competitivo, frente al femenino, más cooperativo y menos agresivo. No obstante, en la mayor parte de los casos, los interlocutores que lo ponen en práctica no son los que se espera (Hidalgo-Tenorio 1999). Por el contrario, en el espectáculo que Synge ofrece, el principio en torno al que gira toda la acción no es otro que el de inversión de la norma. En la misma es esencial el papel asignado a la protagonista femenina. Rompiendo todas las expectativas, el autor descoloca, lingüísticamente hablando, a los personajes, y los desvincula de los modelos discursivos tradicionalmente atribuidos a los estereotipos dimanados del concepto de cultura irlandesa más manido. De ese modo, Synge coge por sorpresa al público y lo obliga a desarticular y reestructurar su visión idealizada de Irlanda. En el nuevo orden recreado por el dramaturgo las mujeres desbordan los límites de lo permitido. Con su desentendimiento de lo convencional, se constituyen en los nuevos instrumentos de una institución absorbida, en su versión más simplificada, por los predecesores del Abbey Theatre, los llamados stage Irishman y wild Irish girl (Eagleton 1995). Inicialmente, hemos de destacar el grado de superioridad con el que las inviste; superioridad que se traduce en el uso de todo recurso que facilite el control de la conversación. Es por eso que éstas interrumpen, preguntan y ordenan más; son más directas; prescinden de las reglas de cortesía en más ocasiones; ignoran las reglas de deferencia hacia sus interlocutores; propician una realidad discursiva basada en la no-cooperación, en la ironía no compartida, en la amenaza constante sobre la imagen de los receptores (en su mayoría) masculinos. De ese modo, construyen un modelo comunicativo en el que suelen ser, más a menudo, la fuente de generación, y también de disolución, de la comunicación (Mills 2003; 2005). De todos los rasgos enumerados, el más extraordinario, debido a su impacto, es el del distanciamiento por parte de esos

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personajes del concepto de cortesía verbal, fenómeno del que se han ocupado multitud de especialistas a partir del trabajo de 1978 de Brown y Levinson.

2. El principio de cortesía

La cortesía verbal se ha identificado con el término complementario del principio de cooperación de Grice (1975). A grandes rasgos, se define como la serie de estrategias orientadas al control de la imagen de los hablantes, como parte de un contrato conversacional o como ajuste funcional. Una visión panorámica (aunque reduccionista) de esta teoría podría partir de cuatro enfoques: los de Leech (1983), Brown y Levinson (1978, 1987), Fraser (1990), y Meier (1995). Con respecto a Leech, se han de destacar tres ideas: (1) El principio de cortesía opera como fuente de equilibrio social; (2) a través de la conversación, los hablantes persiguen tanto unos objetivos elocutivos como unos fines sociales; (3) la relación entre ambos objetivos puede ser competitiva (p. ej. exhortar, pedir), amistosa (p. ej. ofrecer, agradecer), colaborativa (p. ej. declarar, anunciar) y conflictiva (p. ej. amenazar, reprender). El planteamiento de Brown y Levinson es más complejo. Parten de la noción de “imagen” de Goffman (1967) en su estudio de la interacción cara a cara, y postulan para todo miembro adulto de una sociedad cualquiera la existencia de dos imágenes, o vertientes del prestigio social: Una “imagen positiva”, que es la aspiración del hablante a que sus deseos le resulten atractivos al oyente; y una “imagen negativa”, que es el deseo de que no se ponga impedimento a las acciones propias (Brown y Levinson 1987: 62). La hipótesis de base se adecua a nuestra visión del modelo conversacional de Synge, ya que aspira a desentrañar la naturaleza de los factores contextuales que condicionan la adopción de unos modos de interacción determinados. Aunque el interés de todo interlocutor es el del mantenimiento de su imagen, en muchas ocasiones los

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hablantes ponen en riesgo esa imagen con los llamados “actos de amenaza” (AAs). Brown y Levinson (1987: 68-69) distinguen cinco estrategias de realización de los mismos:

(1) realización del AA explícitamente y sin desagravio; (2) corrección positiva: realización del AA explícitamente, con el desagravio de la imagen positiva de hablante u oyente; (3) corrección negativa: realización del AA explícitamente, con el desagravio de la imagen negativa de hablante u oyente; (4) realización del AA de modo implícito y ambiguo; (5) no realización del AA. (Traducción de Martínez-Cabeza 1995: 147)

El hecho de que se recurra a unas en lugar de a otras se explica en relación con la distancia social entre hablante y oyente, su poder relativo y el grado de imposición de un acto de agresión de la imagen en una sociedad concreta. Se supone, según esto, que, a mayor estatus del hablante, a mayor grado de confianza con el oyente y a menor grado de imposición, se seleccionará una estrategia más directa; mientras que, si el hablante es o se siente inferior al oyente, los dos son desconocidos o la imposición puede resultar excesiva, se escogerán aquellas que atenúen la amenaza. El listado de estrategias de Brown y Levinson (1987) ha sido objeto de un número importante de revisiones (Eelen 2001; Lakoff e Ide 2005; Fernández-Amaya et al. 2012). Los propios autores han reconocido algunas de sus limitaciones y quienes se han apropiado de ellas han llegado a la conclusión de que la tendencia más acertada en este terreno es la de combinarlas. El imperativo es la más frecuente para la realización de un acto de amenaza de forma explícita. Con su empleo se puede parecer más claro, veraz e informativo. En cuanto al resto de estrategias, que son más variadas, operan tal como sigue. La cortesía positiva es el desagravio dirigido a la imagen positiva del oyente e implica intimidad. Su función es la confirmación, por parte del hablante, de la existencia

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de un tema común con el oyente; así se sobreentiende que ambos son miembros del mismo grupo, que se procurará la realización de algún deseo del oyente, y que uno y otro cooperarán para obtener unos objetivos determinados:

Tabla I. Estrategias lingüísticas de cortesía positiva (Brown y Levinson 1987: 102, traducción de Martínez-Cabeza 1995: 150)

Deseos del hablante

Estrategias lingüísticas

Afirmar un tema común

1. Prestar atención al oyente (sus intereses, necesidades, bienes) 2. Exagerar 3. Aumentar el interés hacia el oyente 4. Usar marcas de identidad de grupo 5. Buscar acuerdo 6. Evitar desacuerdo 7. Presuponer/sacar/afirmar un tema común 8. Bromear

Expresar que hablante y oyente cooperan

9. Afirmar o presuponer el conocimiento e interés del hablante por los deseos del oyente 10. Ofrecer, prometer 11. Ser optimista 12. Incluir a hablante y oyente en la actividad 13. Dar (o pedir) razones 14. Asumir o afirmar reciprocidad

Realizar un deseo del oyente

15. Dar al oyente (bienes, comprensión, cooperación)

La cortesía negativa, por contra, es el desagravio dirigido a la imagen negativa del oyente. Su rasgo central es el de minimizar la imposición del acto de amenaza sobre aquél:

Tabla II. Estrategias lingüísticas de cortesía negativa (Brown y Levinson 1987: 131, traducción de Martínez-Cabeza 1995: 151)

Deseos del hablante

Estrategias lingüísticas

Ser directo

1. Ser convencionalmente indirecto. No dar por supuesto 2. Preguntar, dar rodeos 3. Ser pesimista

No obligar al oyente

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Minimizar la amenaza

4. Minimizar la imposición 5. Ser deferente

Comunicar el deseo de no imponerse al oyente

6. Disculparse

Disociar a hablante y oyente de la infracción

7. Impersonalizar (evitar I y You) 8. Establecer actos de amenaza como regla general 9. Nominalizar

Desagraviar otros deseos del oyente derivados de su imagen negativa

10. Expresar que se contrae una deuda o que no existe esa deuda

Por último, los actos de amenaza implícitos son aquellos en los que difícilmente se puede reducir solo a una la intención comunicativa del hablante. La interpretación del oyente es decisiva ya que ese acto llegará a tener significado gracias a las inferencias que se hagan de la violación de alguna de las reglas del principio de cooperación:

Tabla III. Estrategias lingüísticas en los actos de amenaza implícitos (Brown y Levinson 1987: 214, traducción de Martínez-Cabeza 1995: 152)

Deseos del hablante

Estrategias lingüísticas

Contravenir Regla de Pertinencia

1. Hacer insinuaciones 2. Dar pistas de asociación 3. Presuponer

Contravenir Regla de Cantidad

4. Exponer incompletamente 5. Exagerar 6. Usar tautologías

Contravenir Regla de Calidad

7. 8. 9. 10.

Usar contradicciones Ser irónico Usar metáforas Usar preguntas retóricas

Contravenir Regla de Modo

11. 12. 13. 14. 15.

Ser ambiguo Ser vago Hiper-generalizar Desplazar al oyente Ser incompleto, usar elipsis

De 1990 data el modelo de Fraser, según el cual se entiende que la conversación está determinada por reglas similares a las que operan en otras situaciones en las que la

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participación se estructura a modo de contrato: En el momento en que hablante y oyente interactúan, ambos asumen una serie de derechos y deberes que predisponen lo que cada uno puede esperar de los demás en ese contexto. Las dimensiones en las que éstos se establecen son los siguientes: (1) La convención es raras veces negociable; (2) las condiciones institucionales lo son menos; (3) los encuentros previos determinan unas condiciones negociables que dependen del estatus, el poder y el papel de cada interlocutor. En este marco, el concepto de cortesía tiene que ver con el grado de ajuste de los términos en los que se exprese el hablante a las condiciones del contrato conversacional establecido. Por consiguiente, no se entiende ni como marca verbal explícita ni como una desviación de la comunicación para conseguir la máxima eficacia, sino como la consecuencia de ser cooperativo; ello explica que Fraser no se ocupe de la descripción de las diversas manifestaciones lingüísticas del fenómeno. Por último, hemos de referirnos al trabajo de Meier (1995). Su noción de cortesía está íntimamente relacionada con lo que se considera un comportamiento socialmente aceptable. El autor asume que ésta solo se puede juzgar en relación a un contexto, unas expectativas y una interpretación concreta, de modo que se puede llegar a ser descortés tanto por exceso como por defecto siempre que el discurso no sea el apropiado. En el desarrollo de su teoría, Meier formula una crítica hacia algunos de los principios de Brown y Levinson. Así, por ejemplo, rehúsa aceptar la distinción entre actos de habla inherentemente corteses y actos de habla inherentemente descorteses; desestima la identificación y cuantificación de las estrategias positivas o negativas; y no toma en consideración los factores de distancia, poder e imposición. Es un hecho que las diferencias entre estos enfoques no son despreciables y que aún quedan problemas por resolver. De hecho, en la última década ha surgido precisamente la teoría de la descortesía (Bousfield y Locher 2008; Culpeper 2011). A pesar de todo, no se puede negar la validez de este modelo, y la proliferación de estudios a partir del artículo de Brown y Levinson así lo corrobora (Wierzbicka 1991; Haverkate 1994; Kerbrat-Orecchioni 2004; Watts 2005).

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3. Análisis de las estrategias de cortesía en Synge

Algunos trabajos arriba mencionados (Hidalgo-Tenorio 1997; 1999) demuestran que los intercambios conversacionales del teatro de Synge destacan por la ausencia de todo acto de cortesía en tanto que fenómeno social; y, en consecuencia, que son muy limitados los recursos que activen la cortesía verbal. Por norma, los interlocutores prescinden de reglas de facilitación de la conversación y conjugan su dimensión conductual agresiva e inflexible, con un comportamiento también amenazador e intransigente, en otras palabras, poco apropiado y descortés. La conducta verbal de Pegeen Mike o la viuda Quin en The Playboy of the Western World (1907), al igual que las de Sarah Casey o Mary Byrne en The Tinker‟s Wedding 1909), o Mary Doul y Molly Byrne en The Well of the Saints (1905), o, hasta cierto punto, el de Nora Burke en In the Shadow of the Glen (1903) no se corresponden, en la mayor parte de las transacciones conversacionales, con la imagen femenina que esperaba el público del Abbey Theatre; una imagen que era ajena al concepto propuesto por Synge, construido en torno a las ideas de desafío, desacuerdo e interrupción, y, por ello, en sí más cercano al sujeto masculino descrito por Holmes (1995: 217) como “more direct, informational, and action-oriented”. Con el estudio de la obra dramática de J. M. Synge, descubrimos toda una inversión de presupuestos conductuales que permite hacer de Christy Mahon o Shawn Keogh un perfecto ejemplo del abandono de ciertas normas de interacción propias de su masculinidad, tales como la despreocupación por las funciones afectivas del lenguaje, el menor esfuerzo por mantener la conversación, o la tendencia a no atenuar la fuerza de sus actos de habla, a disculparse rara vez, o a emplear con cautela los cumplidos y a aceptarlos aún con más prudencia. Este modelo deja paso a otro más cooperativo en contadas ocasiones. Es a estos casos a los que prestamos en este artículo nuestra atención por lo que tienen de excepcional. A modo de un continuo tira y afloja parecen desarrollarse los intercambios conversacionales analizados en The Playboy, The Tinker‟s Wedding, In the Shadow of the Glen y The Well of the Saints. Los actos de agravio de la imagen de unos

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participantes por parte de otros se complementan con algún intento de interacción más consensuada; éste es fruto del pacto entre los interlocutores, especialmente el femenino, que abandona por un breve espacio de tiempo el modelo dominante y se apropia de las estrategias de atenuación de la fuerza del acto de habla y de consolidación de los lazos de solidaridad. De ese modo pretenden conseguir algo de alguien a quien consideran socialmente distante (p. ej. el párroco de The Tinker‟s Wedding), cercano en ese sentido pero desconocido (p. ej. el vagabundo de In the Shadow of the Glen), cercano y conocido pero con mayor prestigio adquirido (p. ej. Christy en The Playboy), o conocido y de igual estatus pero coyunturalmente desplazado de su red de relaciones (p. ej. Martin Doul en The Well of the Saints).

3.1. The Playboy of the Western World

La historia en la que se ven envueltos Christy Mahon, Pegeen Mike, la viuda Quin, el viejo Mahon, Shawn Keogh, Michael James y todo el Condado de Mayo en The Playboy es, según el canon de la moral imperante, extraña e increíble; pero irrisoria y simple, en comparación con los sucesos míticos de los que se nutre la tradición celta y, a través de ella, la memoria colectiva irlandesa. El joven Christy se jacta ante un pueblo ávido de emociones de un parricidio que llega a cometer tres veces. Entre tanto, con el ensalzamiento de su figura, la forma de relacionarse con él por parte de los demás ha sufrido una modificación apreciable (Kim 2004). Un ejemplo delicioso es el de la charla de enamorados sostenida entre el efímero héroe y Pegeen, la rústica brabucona. Tal como queda reflejado en la Tabla IV correspondiente a la segunda transacción conversacional del tercer acto, los dos interlocutores tienden a recurrir a estrategias de cortesía positiva en la mayor parte de sus intervenciones. Al sentido de intimidad que se desprende de su uso, se une otro de atenuado recelo y recato determinado por el empleo de otras estrategias en los actos de amenaza implícitos mediante las que se cuestiona la validez del contenido proposicional del enunciado

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previo, no tanto por lo que de falso se crea pueda tener sino por lo inverosímil que pueda parecer, teniendo en cuenta la distancia social que el éxito de las hazañas de Christy ha abierto entre los dos personajes (3, 7, 11 y 15):

Tabla IV. Estrategias de cortesía entre Pegeen Mike (P) y Christy Mahon (C) (tercer acto, 1986: 95-97).

Estrategias de cortesía Positiva

Estrategias de cortesía negativa

Actos implícitos

(1) P: Well, you‟re the lad, and you‟ll have great times from this out when you could win that wealth of prizes, and you sweating in the heat of noon!

2, 3, 7, 11

2, 5, 10

12

(2) C: I‟ll have great times if I win the crowning prize I‟m seeking now, and that‟s your promise that you‟ll wed me in a fortnight, when our banns is called. (PETICIÓN ind)

13, 3

(3) P: You‟ve right daring to go ask me that, when all knows you‟ll be starting to some girl in your own townland, when your father‟s rotten in four months, or five. (RECHAZO ind) (4) C: Starting from you, is it? I will not, then, and when the airs is warming, in four months or five, it‟s then yourself and me should be pacing Neifin in the dews of night, the times sweet smells do be rising, and you‟d see a little, shiny new moon, maybe sinking on the hills.

6, 12, 14, 10

4

8

12, 14, 10

15

(5) P: And it‟s that kind of a poacher‟s love you‟d make, Christy Mahon, on the sides of Neifin, when the night is down? (AA) (6) C: It‟s little you‟ll think if my love‟s a poacher‟s, or an earl‟s itself, when you‟ll feel my two hands stretched around you, and I squeezing kisses on your puckered lips, till I‟d feel a kind of pity for the Lord God is all ages sitting lonesome in His golden chair.

10, 2

15, 3, 2, 4

Turnos

13

(7) P: That‟ll be right fun, Christy Mahon, and any girl would walk her heart out before she‟d meet a young man was your like for eloquence, or talk at all.

3

(8) C: Let you wait, to hear me talking, till we‟re astray in Erris, when Good Friday‟s by, drinking a sup from a well, and making mighty kisses with our wetted mouths, or gaming in a gap of sunshine, with yourself stretched back unto your necklace, in the flowers of the earth. (9) P: I‟d be nice so, is it?

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(10) C: If the mitred bishops seen you that time, they‟d be the like of the holy prophets, I‟m thinking, do be straining the bars of paradise to lay eyes on the Lady Helen of Troy, and she abroad, pacing back and forward, with a nosegay in her golden shawl.

10, 1, 2, 3

10

(11) P: And what is it I have, Christy Mahon, to make me fitting entertainment for the like of you, that has such poet‟s talking, and such bravery of heart?

10, 5, 9

(12) C: Isn‟t there the light of seven heavens in your heart alone, the way you‟ll be an angel‟s lamp to me from this out, and I abroad in the darkness, spearing salmons in the Owen or the Carrowmore? (13) P: If I was your wife I‟d be along with you those nights, Christy Mahon, the way you‟d see I was a great hand at coaxing bailiffs, or coining funny nicknames for the stars of night.

10, 4

(14) C: You, is it? Taking your death in the hailstones, or in the fogs of dawn.

3

12, 11, 14

3

1, 3

(15) P: Yourself and me would shelter easy in a narrow bush; but we‟re only talking, maybe, for this would be a poor thatched place to hold a fine lad is the like of you.

10, 2, 9

(16) C: If I wasn‟t a good Christian, it‟s on my naked knees I‟d be saying my prayers and paters to every jackstraw you have roofing your head, and every stony pebble is paving the laneway to your door.

10, 15

(17) P: If that‟s the truth I‟ll be burning candles from this out to the miracles of God that have brought you from the south today, and I with my gowns bought ready, the way that I can wed you, and not wait at all.

El hecho de que Pegeen sea irónica (5) respecto del tipo de experiencia amorosa que Christy le pone en bandeja o de la categoría de una oferta desinteresada y, aparentemente, carente de interés para la joven es un síntoma de la contradicción que ella representa. Como miembro destacado de la comunidad a la que pertenece, la inocente y exaltada aseveración de Christy (4) le resulta infantil; como personaje con aspiraciones distintas a las de una mayoría social indolente, esa propuesta es lo mejor que le podría haber pasado; sin embargo, sería precipitado aceptarla en un contexto como el que recrea Synge. Además, el empleo de una pregunta retórica (11), que atañe a su falta de convicción en lo que concierne a la inadecuación de su valía a la del gran

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vencedor que es él, responde a una maniobra con doble función: Halagar al oyente, poniendo en peligro su propia imagen positiva, y favorecer de parte de éste una respuesta aún más favorable y más halagadora, si cabe, con la que satisfacer la imagen positiva agraviada. La aclamación al unísono de la gente del pueblo ha transformado a Christy en un ser poderoso, más difícil de dominar por una Pegeen que, hasta ese momento, no ha hecho sino valerse de todos los recursos verbales para controlarlos a él y a los demás. La joven reconoce que el cambio de estatus del que es objeto su playboy implica una nueva posición de éste ante el mundo, un cambio de actitud, una alternativa a su propia manifestación de poder; por eso, hace como si dudara de la promesa tan exageradamente laudatoria y generosa que le hace Christy (5 y 15). Ella sabe que quien está socialmente por encima no tiene que dulcificar la fuerza de sus actos de habla; que, por el contrario, se encuentra en las mejores condiciones para conseguir imponer su criterio. La prudencia de la, por otra parte, imprudente y despótica Pegeen se debe a su deseo de poner a prueba la sinceridad del ofrecimiento de su interlocutor, el cual, de pronto, ha sido investido de una autoridad que le concede el derecho a llevar la iniciativa (3). Por ello, Pegeen no solo hace presuposiciones sobre los deseos de Christy, contraviniendo la regla de pertinencia (15), o emite juicios muy genéricos, violando la regla de modo, con respecto a lo que ella considera debería de ser el comportamiento de un hombre de la trayectoria de Christy (3 y 7); sino que, además, en su intento de evitar el entusiasmo ante una petición de mano que le parece inmerecida y sospechosa, adopta una estrategia de cortesía negativa (i. e. ser pesimista) con la que no se obliga al oyente a nada (15). Esta asimetría, asumida particularmente por la joven, se diluye tan pronto como Christy accede a su turno. La razón es que sus palabras son la expresión de su compromiso de cooperación con Pegeen (4, 6, 8, 10 y 16), a la que dirige su atención insistentemente (10), desagraviando su imagen positiva, consolidando la idea de la similitud de sus deseos, o afirmando un carácter de reciprocidad entre ambos (4 y 8) que la realidad se encargará de desintegrar, al desvelarse el secreto de la verdad del golpe que asestara en la cabeza a su padre. El único acto de amenaza explícito de Christy

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responde a la carga emocional de su apasionamiento (8), y es, más bien, un mecanismo de refuerzo del tono sincero de su invitación. Para completar el marco desde el que el joven construye su primera relación verbal auténtica con una mujer también auténtica, superior a todas sus expectativas, la acumulación en cada uno de sus turnos de términos cada vez más poéticos es lo bastante apreciable como para lograr imprimir a su discurso un carácter sugerente e indirecto que encierra, en su culmen (12), la expresión de un deseo compartido: ser el uno del otro. En el desenvolvimiento gradual de la conversación, Christy y Pegeen van acumulando pruebas diversas de su esfuerzo por consolidar el grado de cooperación (verbal y social) entre ambos; la mejor de ellas es la que aporta Pegeen al concederle a Christy lo que tanto ansía, ella misma (17). Su respuesta a una petición de mano tan poco sofisticada es un buen punto final para este intercambio único. Su aceptación es la manifestación de su compromiso con el desarrollo de una relación de identidad solidaria que implique la conjugación de hechos y palabras (15) de la que ella parece desconfiar. Tanta armonía podría haber sido más duradera. Sin embargo, la verdad desmorona las fantasías del uno y priva de todo valor a la promesa de la otra, que vuelve a adoptar su modelo original de comportamiento fundado en la intransigencia, la demostración gratuita de poder y la imposición de todos sus deseos sobre cualquier oyente, con independencia de su edad, sexo o estatus.

3.2. In the Shadow of the Glen

Cuando el vagabundo llama a la puerta y saluda a Nora Burke, ya ha sucedido algo: Su marido, viejo y quisquilloso, yace sobre la cama como si de un cadáver se tratara. Lo solitario del paraje y lo intempestivo de la hora han impedido que la mujer dé la noticia entre las gentes de los alrededores, para cumplir con la tradición del velatorio. La aparición de aquél resulta providencial; a Nora le permite, además de desahogarse, desvelando algo de su decepcionante vida conyugal, salir para avisar a Michael Dara, un

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pequeño terrateniente con el que supuestamente guarda una relación muy estrecha; a Dan Burke, el supuesto muerto, le sirve para exponer la trama de su muerte fingida y urdir una reprimenda contra la esposa infiel. El descubrimiento de la treta de Dan desencadena un desenlace sorprendente: El marido echa de su casa a la mujer, el amante se desentiende, y el vagabundo, símbolo de un concepto de vitalidad muy atractivo para una esposa insatisfecha, le ofrece la oportunidad de abandonarlo todo por el placer de la inseguridad, lo natural, lo improvisado (Cairns y Richards 1987; Dogget 2000; Richmond 2009). Con la entrada del vagabundo, se inicia la primera transacción conversacional de In the Shadow of the Glen. La buena disposición de la protagonista en este encuentro, dominado por toda una suerte de actos de habla ritualizados tales como el saludo, el agradecimiento y la jaculatoria, se traducen en un amplio despliegue de estrategias facilitadoras de la interacción. A tenor del contenido de sus turnos, para ella es imprescindible llegar a un acuerdo con el vagabundo, lograr su comprensión y, con ello, su ayuda. Ése es el motivo por el que evita enfrentarse al desconocido, a pesar de los envites con los que él sacude cada una de sus intervenciones (11, 13 y 15); por el que privilegia todos los medios que comporten el entendimiento inmediato; por el que da razones de más o responde con todo lujo de detalle (12, 14 y 16); y por el que procura atender sus necesidades con la cortesía suficiente de quien va a solicitar un favor de alguien y, previamente, ha de preparar un contexto favorable a su petición (véase Tabla V):

Tabla V. Estrategias de cortesía entre Nora Burke (N) y el vagabundo (V) (primer acto, 1968: 8283). Estrategias de cortesía Positiva

Estrategias de cortesía negativa

Actos implícitos

Turnos

1, 4

(1) V: Good evening to you, lady of the house.

1, 4, 7

(2) N: Good evening kindly, stranger; it‟s a wild night, God help you, to be out in the rain falling.

5

(3) V: It is, surely, and I walking to Brittas from the

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Aughrim fair. 3, 4, 13

(4) N: Is it walking on your feet, stranger?

4, 15

(5) V: On my two feet, lady of the house, and when I saw the light below I thought may be if you‟d a sup of new milk and a quiet, decent corner where a man could sleep. The Lord have mercy on us!

1, 2, 4

4, 15

(6) N: It doesn‟t matter anyway, stranger; come in out of the rain. (AA expl: invitación)

13

(7) V: Is it departed he is?

15, 13, 4

1

(8) N: It is, stranger. He‟s after dying on me, God forgive him, and there I am now with a hundred sheep beyond on the hills, and no turf drawn for the winter.

1, 4, 12

(9) V: It‟s a queer look is on him for a man that‟s dead.

13, 4

13

(10) N: He was always queer, stranger; and I suppose them that‟s queer and they living men will be queer bodies after.

13

1, 10

(11) V: Isn‟t it a great wonder you‟re letting him lie there, and he not tidied, or laid out itself? (12) N: I was afeard, stranger, for he put a black curse on me this morning if I‟d touch his body the time he‟d die sudden, or let any one touch it except his sister only, and it‟s ten miles away she lives, in the big glen over the hill.

15, 13, 4

1, 3

(13) V: It‟s a queer story he wouldn‟t let his own wife touch him, and he dying quiet in his bed.

13, 4

(14) N: He was an old man, and an odd man, stranger, and it‟s always up on the hills he was, thinking thoughts in the dark mist. Lay your hand on him, now, and tell me if it‟s cold he is surely. (AA expl: petición)

4

2

(15) V: Is it getting the curse on me you‟d be, woman of the house? I wouldn‟t lay my hand on him for the Lough Nahanagan and it filled with gold. (AA expl: rechazo petición)

4, (6)

(16) N: Maybe cold would be no sign of death with the like of him, for he was cold, every day since I knew him . . . and every night, stranger; but I‟m thinking it‟s dead he is surely, for he‟s complaining a while back of a pain in his heart, and this morning, the time he was going off to Brittas for three days or four, he was taken with a sharp turn. Then he went into his bed, and he was saying it was destroyed he

4, 13

2

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was, the time the shadow was going up through the glen, and when the sun set on the bog beyond he made a great lep, and let a great cry out of him, and stiffened himself out the like of a dead sheep. 15

(17) V: God rest his soul.

1, 10, 15

4, 5

3

(18) N: Maybe that would do you better than the milk of the sweetest cow in County Wicklow. (19) V: The Almighty God reward you and may it be to your good health. (AA expl: agradecimiento)

2 4, 15

4, 6

(20) N: I‟ve no pipes saving his own, stranger, but they‟re sweet pipes to smoke.

4

(21) V: Thank you kindly, lady of the house.

4

(22) N: Sit down now, stranger, and be taking your rest. (AA expl: invitación)

Un rasgo característico de todos los diálogos de las obras de J. M. Synge es el uso de marcas de identidad de grupo. Nora Burke, que no le pide nunca al vagabundo información sobre quién es, se dirige siempre a él por el apelativo stranger, con el que define el tipo de relación existente entre ambos, distante y de respeto ambiguo (2, 4, 6, 8, 10, 12, 14, 16, 20 y 22). Que no opte por un término de tratamiento se debe a la posición marginal del vagabundo, cuya atención solo puede llamar reconociendo el hecho que los separa, su desconocimiento mutuo. Por contra, el vagabundo emplea dos formas alternativas al dirigirse a Nora (i. e. lady of the house y woman of the house), la una más deferente que la otra (1, 5, 15 y 21), que predisponen hacia un tratamiento por su parte más considerado; sin embargo, el tono inquisitivo de sus provocadores actos de habla, que ponen en duda las aseveraciones de la esposa infeliz, modifica la percepción de una primera interpretación en ese sentido. Aun teniendo objetivamente menos poder que Nora, que es quien se encuentra en su casa; aun siendo él quien debería procurar proteger la imagen negativa de su oyente, minimizando cualquier imposición de sus actos de amenaza, o mejor, eludiéndolos; sin embargo, a este vagabundo no le preocupa hacer comentarios relativos a lo extraño de las circunstancias en las que ha sucedido el fallecimiento del esposo, o lo extraño, también, de las condiciones en las que parece que se han desarrollado las horas siguientes a tal hecho (11 y 13); ni tampoco se reprime

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cuando ha de contestar con una negativa (15) a la petición que le hace aquélla. Su conducta verbal destaca por la confluencia de dos tendencias de uso encontradas: Por una parte, emplea todos los formulismos apropiados en una situación marcada por el principio de respeto, en ocasiones atildado en exceso (7), y, por eso, abunda en formas diversas de expresión de la función fática y de la función expresiva en su vertiente formulaica (1, 5, 17, 19 y 21). Por otra, no tiene reparo alguno y lanza frases lapidarias (9, 11 y 13) que, con menos intereses cruzados, habrían supuesto la interrupción de la conversación o el cambio de rumbo de la misma, en respuesta a lo que no es sino una ofensa al hablante, cuya veracidad se pone en tela de juicio. En este fragmento se verifica que existen otros condicionantes que pueden influir en la selección de las estrategias de cortesía, además de la distancia social entre hablante y oyente, su poder relativo o el grado de imposición del acto de amenaza. Por lo que se desprende del mismo, también es relevante considerar en qué medida el hablante se siente dependiente de su interlocutor. Esto explicaría que Nora insista en emplear un estilo de cortesía positiva con indicadores de un comportamiento respetuoso derivados de las estrategias de cortesía negativa que suponen una minimización de la amenaza (16, 18 y 20) o una comunicación del deseo de no imponerse al oyente (20). Su único acto de amenaza explícito (14) (petición más que orden) es ignorado por el vagabundo; por eso, cuando más tarde vuelve a proponerle algo que podría redundar en su beneficio (i. e. que se quede con el muerto mientras ella va a buscar a Michael Dara), ella atenúa la fuerza del acto mediante diversos mecanismos: “Maybe, if you‟re not easy afeard, you‟d stay here a short while alone with himself” (p. 85). Unos instantes antes, el vagabundo no se habría atrevido a tocarlo; ahora, acepta sin paliativos la exhortación camuflada de Nora y no tarda en decir: “I would surely. A man that‟s dead can do no hurt” (ibíd.). Para llegar a este punto, la mujer ha tenido que ofrecerle todo tipo de agasajo y ha participado, además, en la exaltación del valor de aquél mientras ella asiente, le presta más de la atención debida y muestra un vivo interés por sus historias. Así, demuestra entender tanto el comportamiento humano como las estrategias que genera. La mezcla de adulación y desafío palpable a lo largo de la conversación tiene su mejor exponente en este ejemplo. El uso del adverbio maybe y de una oración subordinada condicional (i.

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e. if you‟re not easy afeard), junto a la expresión a short while, como marcadores de cortesía negativa, son parte esencial de la negociación emprendida por la supuesta viuda. En principio, su objetivo es conseguir que el vagabundo lleve a cabo lo que ella quiere que haga. En vista del fracaso de su petición anterior (14), opta por ser indirecta, por intentar no menoscabar su libertad de acción. No obstante, esta aseveración es, a la vez, una insinuación que pretende poner a prueba a un interlocutor que se ha estado jactando de su natural valentía, y una manera arriesgada de solicitar un compromiso por parte del oyente, en la medida en que, con tal enunciado, el agravio de su imagen es casi ineludible. A pesar de la inferioridad con la que la tradición occidental define la figura del vagabundo, el de Synge se desenvuelve con mucha soltura en un medio verbal que no es el suyo. No es ni solícito ni deferente; al contrario, peca de directo y, sobre todo, de indiscreto; en lugar de facilitar la comunicación, con sus actos de amenaza implícitos (9, 11 y 13) pone a la oyente en una situación delicada; le podría estar acusando de no haberse comportado correctamente al fallecer su marido, de estar mintiéndole respecto de lo ocurrido o de haber tenido algo que ver con el suceso. Este personaje adopta un estilo comunicativo característico del hablante que conoce a su interlocutor y no tiene que negociar ni los contenidos de sus mensajes ni su forma, o que, sin esa familiaridad, puede permitirse el lujo de no negociarlos porque su estatus real o psicológico le da el control de la conversación. Nora, por otra parte, asume en este intercambio otro más cooperativo: Intenta evitar todo atentado contra la estima e independencia del vagabundo, pretende establecer una relación de intimidad inexistente, quiere lograr la identificación de los deseos de ambos. Así, el grado de cortesía de sus intervenciones, en su mayoría invitaciones u ofrecimientos (6, 18, 20 y 22), es un hecho por sí mismo destacable, culturalmente interesante y comprensible en la coyuntura en la que se encuentra esta mujer.

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3.3. The Tinker‟s Wedding

El argumento de esta obra en dos actos es anecdótico; la crudeza con la que se trata a los personajes, sorprendente. En previsión de la reacción contraria del público, no llegó a estrenarse en su momento. La caricatura del religioso habría resultado demasiado hiriente y la representación lingüística de la mujer habría dado lugar al rechazo de todos los presupuestos de los que partía. Cuatro personajes (Mary Byrne, Michael Byrne, Sarah Casey y un cura) se encuentran en un camino vecinal. Los tres primeros, madre, hijo y compañera de este último, viven de sus trabajos de hojalatería y alguna que otra actividad ilícita. Su existencia, regida siempre por el desorden de la vida ambulante (Burke, 2009), se altera cuando a la bella Sarah se le ocurre cambiar su estado civil, y, con ello, aparente y temporalmente, sus conceptos de moralidad y autoridad. Lo que para su pareja es un capricho, para la madre de éste, un formalismo y un derroche innecesarios, o para el cura, una aberración incoherente, para Sarah es el deseo urgente de conformarse con la normalidad. La avaricia del cura, que por casarlos les pide una corona, diez chelines y un bidón, está a la altura de la astucia de Mary, la vieja borrachina. En un final más asombroso que el principio queda sin satisfacer la primera y la segunda se muestra en su grado máximo: Los tres hojalateros lo meten en un saco, lo arrojan al suelo, lo liberan y, a cambio, reciben de él una maldición. Para entonces, Sarah ha descubierto la hipocresía del mundo, y ha abandonado su fugaz sueño para reanudar su antiguo modus vivendi en libertad. La segunda transacción conversacional del primer acto incorpora a escena dos personajes, en principio, antagónicos: Una hojalatera y un sacerdote (véase Tabla 6). Sarah ha demostrado con anterioridad, en una charla con Michael, su talante despótico, dominante, y su tendencia a hacer uso del chantaje, la amenaza y la advertencia sin reparos. Ella desea a toda costa que el cura bendiga su unión; no le importa cuánto pueda tener que invertir; sabe muy bien cómo imponer su voluntad; y tampoco se anda con miramientos al expresar una opinión descalificadora, o su desaprobación, respecto

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de su interlocutor, las acciones de éste o sus palabras; su máxima preocupación es ver hecha realidad su obsesión. Del cura, en un primer momento, solo sabemos lo que se dice de él. Michael cuenta que “[i]t‟s often his reverence does be in there playing cards, or drinking a sup, or singing songs, until the dawn of day” (111). Según esto, parece estar adornado con unas aficiones nada acordes con su condición. Su caracterización, enraizada en la tradición cómica de la farsa medieval, recuerda al monje y al fraile de Chaucer. El encuentro entre ambos, más que una conversación, es una transaccióncomercial con enfrentamiento incluido, propiciado por la parte socialmente privilegiada:

Tabla VI. Estrategias de cortesía entre Sarah (S), el párroco (P) y Michael (M) (primer acto, 1968: 112113).

Estrategias de cortesía Positiva

Estrategias de cortesía negativa

Actos implícitos

Turnos (1) S: Good evening, your reverence. It‟s a grand fine night, by the grace of God.

4, 5, 7, 14

(2) P: The Lord have mercy on us! What kind of a living woman is it that you are at all? (AA expl.: petición de información) (3) S: It‟s Sarah Casey I am, your reverence, the Beauty of Ballinacree, and it‟s Michael Byrne is below in the ditch.

15, 4

13

13, 4, 2

5

4, 5, 2

8

(4) P: A holy pair surely! Let you get out of my way (AA expl.: orden).

4

(5) S: We are wanting a little word with your reverence.

3

(6) P: I haven‟t a halfpenny at all. Leave the road, I‟m saying (AA expl.: orden).

4, 3

(7) S: It isn‟t a halfpenny we‟re asking, holy father; but we were thinking maybe it‟s yourself would marry us for not a halfpenny at all; for you‟re a kind man, your reverence, a kind man with the poor. (8) P: Is it marry you for nothing at all? (AA expl.: rechazo de petición).

15, 4

2, 4

(9) S: It is, your reverence; and we were thinking maybe you‟d give us a little small bit of silver to pay for the

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ring. (10) P: Let you hold your tongue; let you be quiet (AA expl: orden), Sarah Casey, I‟ve no silver at all for the like of you; and if you want to be married, let you pay your pound (AA expl: orden). I‟d do it for a pound only, and that‟s making it a sight cheaper than I‟d make it for one of my own pairs is living here in the place.

4, 10

4

4

10

(11) S: Where would the like of us get a pound, your reverence?

1, 3, 10

(12) P: Wouldn‟t you easy get it with your selling asses, and making cans, and your stealing east and west in Wicklow and Wexford and the county Meath? Let you leave the road, and not be plaguing me more (AA expl.: orden). (13) S: Wouldn‟t you have a little mercy on us, your reverence? Wouldn‟t you marry us for a half a sovereign, and it a nice shiny one with a view on it of the living king‟s mamma?

4, 5, 2

(14) P: If it‟s ten shillings you have, let you get ten more the same way (AA expl: orden), and I‟ll marry you then.

10

4, 5, 13

3, (6)

1, 4

4

4, 13

(6)

1, 4

(15) S: It‟s two years we are getting that bit, your reverence, with our pence and our halfpence and an odd threepenny bit; and if you don‟t marry us now, himself and the old woman, who has a great drouth, will be drinking it to-morrow in the fair, and then I won‟t be married any time, and I‟ll be saying till I‟m an old woman: “It‟s a cruel and a wicked thing to be bred poor. ” (16) P: Let you not be crying, Sarah Casey (AA expl: orden). It‟s a queer woman you are to be crying at the like of that, and you your whole life walking the roads.

1, 5

(17) S: It‟s two years we are getting the gold, your reverence, and now you won‟t marry us for that bit, and we hardworking poor people do be making cans in the dark night, and blinding our eyes with the black smoke the bits of twigs we do be burning.

13, 4

(18) P: When will you have that can done, Michael Byrne? (AA expl.: petición de información).

15, 4, 13

(19) M: In a short space only, your reverence, for I‟m putting the last dab of solder on the rim.

1, 4, 10

(20) P: Let you get a crown along with the ten shillings and the gallon can (AA expl.: orden), Sarah Casey, and I will wed you so.

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En este caso, la diferencia de las estrategias a las que recurren uno y otro interlocutor se justifica por la diferencia de su estatus, pero también por el tipo de acto de habla emitido por la mujer. Ella le está pidiendo al sacerdote que cumpla con una de sus funciones, saltándose sus prejuicios de clase, desligándose de su puritanismo y desplazando sus propios intereses a un segundo plano. Sus muchas andanzas han avivado su ingenio, y la han instruido en el arte de alternar mecanismos discursivos distintos dependiendo del rango del oyente y la categoría de la exigencia del hablante. El cura, por ser hombre de Iglesia, se supone que se ha de hacer respetar; la petición de Sarah Casey, por su parte, supera los niveles de lo razonablemente permitido, cuando de lo que se trata es de lograr una respuesta favorable. Es por eso por lo que emplea un número importante de estrategias lingüísticas de cortesía negativa mediante las que procura enfatizar su reconocimiento del prestigio del interlocutor, la distancia social que los separa, su renuncia a hacer válidos otros métodos de convicción que no sean los verbales o su plena conformidad con lo que le conceda un oyente sobre el que no tiene potestad alguna (5, 7, 9, 13, 15 y 17). Así, su petición, que se convierte en súplica al ser consciente de la actitud reacia del sacerdote (13), aparece estructurada en torno al desagravio de la imagen negativa del oyente, la deferencia, y una extremada consideración hacia quien desprecia a la muchacha y hace caso omiso a lo que le demanda. El rasgo básico de las intervenciones del cura es su continua agresión a la imagen de Sarah. Con sus actos de amenaza explícitos (2, 4, 6, 10, 12, 14, 16 y 20), deja claro quién está en posesión del control de la conversación; o cómo la asimetría en una relación da lugar a la participación más directa del uno y más negociada de la otra. La situación es tan tensa que la elección por parte de Sarah de unas estrategias de atenuación de la fuerza de sus actos de habla no es tanto una elección en sí como la consecuencia inevitable de la demostración de poder del oyente. Un tono despectivo e impropio acompaña cada una de las intervenciones del párroco. Su análisis evidencia la falta de correspondencia entre los grados de cortesía de uno y otro interlocutor: A menor imposición por parte de la joven, mayor resulta la amenaza del cura. A una petición (9) atenuada y respetuosa (i. e. maybe, I‟m thinking, modalidad condicional, your

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reverence), le sigue una respuesta (10) que suma, a la negativa del cura a realizar lo que se le solicita, una sugerencia sobre lo que Sarah ha de hacer si quiere llegar a lograr su favor (i. e. if you want to be married, let you pay your pound), y el compromiso que ella tanto ansía escuchar (i. e. I‟d do it) condicionado por la obtención de los bienes ya señalados (i. e. a pound). A una petición más tentativa (13) le sucede una promesaultimátum (14), para finalizar respondiendo el sacerdote con otro imperativo (16) a una súplica de la mujer (15); ésta, que concierne a un futuro mediocre junto a dos seres insaciables, parece tanto un lamento propio del histrionismo aprendido con el oficio de la mendicidad como una disculpa, puesto que le será imposible obedecer a un hombre de tan dudosa piedad. A pesar de todo, la riqueza verbal de Sarah queda patente a lo largo de esta conversación. Mientras el repertorio del cura apenas si supera la exhortación, el suyo incluye una variada gama de mecanismos discursivos entre los que se encuentran las estrategias de los actos de amenaza implícitos (5, 7, 11, 15 y 17). Con tal versatilidad, procura mantener la atención de un oyente que solo desea librarse de ella, y arremete verbal y físicamente contra ella con una violencia insospechada. Sarah quiere hacerse escuchar y, para ello, utiliza, dependiendo de quién sea su interlocutor, cualquier medio a su alcance. A Michael lo vocea porque sabe que puede hacerlo:

Sarah. Let you be sitting here and keeping a great blaze, the way he can look on my face; and let you be seem to be working, for it‟s great love the like of him have to talk of work. Michael. Great love, surely. Sarah. Make a great blaze now, Michael Byrne. (112)

Al párroco tiene que llegar indirectamente. Por ello le deja inferir la intención de su acto de habla (11), permitiéndole dominar el intercambio y haciéndolo sentirse importante y superior; apela a la bondad que ella le presupone, para no darle la oportunidad de adoptar un comportamiento diferente al previsto; o se sirve de la insinuación bien dosificada (15) o con una nota de exageración final tragicómica (17),

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en un movimiento discursivo que va del toque de atención sin más (1) y la petición cortés, servil por momentos, pero también con la gracia y el desparpajo del mendigo (9), a la lamentación lacrimógena (13) y la generación del remordimiento (17). Tal es la habilidad de Sarah que, al final, el cura accede a casarlos por una cantidad inferior. Aunque su estilo conversacional aún sigue siendo estricto, ahora esta promesa queda sellada con un lazo verbal de su buena voluntad más tersamente expresa, pero con idéntica convicción. Ya se encargarán de romperla el capricho de Mary y la inconstancia de Sarah.

3.4. The Well of the Saints

En tres actos contradictorios entre sí, Synge resuelve con maestría la exposición de unos hechos de naturaleza milagrosa que encierran el planteamiento de ciertas cuestiones universales, tales como la duplicidad del género humano, el espejismo de la realidad tamizada por la ceguera moral o la quimera engendrada por la fantasía del desahuciado. La narración original en la que se basa The Well of the Saints es una farsa del siglo XV de Andrieu de la Vigne, titulada Moralité de l‟Aveugle et le Boiteux, que nuestro autor tuvo ocasión de conocer en las clases de Historia del Teatro Francés de Petit de Jullaville. A tal efecto, también le fueron de utilidad las anécdotas sobre unos pozos sagrados y un agua sanadora que menciona en su obra en prosa The Aran Islands. Él mismo se refiere a ello tal como sigue: “A couple of miles from this village we turned aside to look at an old ruined church of the Ceathair Aluinn […], and a holy well near it that is famous for cures of blindness and epilepsy” (Synge 1907: 10). La forma en que se desenvuelve toda la acción resulta peculiar. Mary y Martin Doul están ciegos y desean salir del mundo de la oscuridad (Upton 1997; Feeney 2007). El agua bendita de un santón que viene de lejos portando tal fuente de luz les hace recobrar la visión; con ella, descubren que la apoteosis de tan deseado evento se queda

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en nada cuando se han de enfrentar a la cruda realidad de su propia fealdad y de la fealdad del mundo. Al final, después de haberse despreciado mutuamente, y perdida la vista de nuevo, marido y mujer renuncian a ella y optan por otra vida, resguardada en la seguridad de un engaño compartido, que, aunque solo alimente la ilusión de recobrar la esperanza otra vez, viene a ser más satisfactoria. En la segunda transacción conversacional del tercer acto (véase Tabla VII), marido y mujer han tenido ocasión de sufrir el escarnio por parte de cuantos los rodean, en especial Timmy el herrero y su prometida, la voluptuosa Molly Byrne. Hasta ese momento, tras su encuentro con el sanador, los Daul no se han dirigido la palabra excepto para insultarse; ahora, cuando vuelven al punto donde empezó esta aventura, se convierten en la pareja del comienzo, casi una unidad homogénea con idénticos fines e idéntico concepto de la vida. Así se explica que, en la necesidad de no quedarse solos, recurra el uno al otro, y verbalmente se obliguen a promover el acuerdo mutuo:

Tabla VII. Estrategias de cortesía entre Martin y Mary Doul (tercer acto, 1968, pp. 162-164).

Estrategias de cortesía Positiva

Estrategias de cortesía negativa

Actos implícitos

Turnos (1) Martin: What‟s that is sounding in the west?

13 15

3

(2) Mary: It‟s not the churches, for the wind‟s blowing from the sea.

7

(3) Martin: It‟s the old Saint, I‟m thinking, ringing his bell.

12

(4) Mary: The Lord protect us from the saints of God! He‟s coming this road, surely.

4, 12

2, 4

5

10

15, 13, 12

11, 3, 2

(5) Martin: Will we be running off, Mary Doul?

3

(6) Mary: What place would we run? (7) Martin: There‟s the little path going up through the sloughs . . . If we reached the bank above, where the elders do be growing, no person would see a sight of us, if it was a hundred yeomen were passing itself; but I‟m afeard after the time we were with our sight we‟ll not find our way to it at all. (8) Mary: You‟d find the way, surely. You‟re a grand

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man, the world knows, at finding your way winter or summer, if there was a deep snow in it itself, or thick grass and leaves, maybe, growing from the earth. (9) Martin: Come a bit this way (AA expl.: orden/suger.); it‟s here it begins. There‟s a tree pulled into the gap, or a strange thing happened, since I was passing it before. 12

2

4

(10) Mary: Would we have a right to be crawling in below under the sticks?

15

3

10

(11) Martin: It‟s hard set I am to know what would be right. And isn‟t it a poor thing to be blind when you can‟t run off itself, and you fearing to see?

10

(12) Mary: It‟s a poor thing, God help us, and what good‟ll our grey hairs be itself, if we have our sight, the way we‟ll see them falling each day, and turning dirty in the rain?

5, 12

12

3

(13) Martin: He‟s coming now, and we won‟t get off from him at all.

2, 4

(14) Mary: Could we hide in the bit of a brier is growing at the west butt of the church?

5, 15

(15) Martin: We‟ll try that, surely. Let you make haste (AA expl.: orden); I hear them trampling in the wood.

13, 4, 5

(16) Mary: It‟s the words of the young girls making a great stir in the tress. Here‟s the brier on my left, Martin; I‟ll go in first, I‟m the big one, and I‟m easy to see. 2, 4

12

8

(17) Martin: It‟s easy heard you are; and will you be holding your tongue? (18) Mary: Come in now beside of me (AA expl.: orden/suger.).

Reflejo de esta actitud cooperativa son su tendencia hacia las estrategias de cortesía positiva, sobre todo las que suponen la expresión de la colaboración de ambos en la obtención de unos bienes determinados; la concesión parcial de sus derechos en beneficio de los de su pareja, para lo que optan por la minimización de la imposición de todo acto de amenaza, creando un espacio de respeto violado, una y otra vez, en sus anteriores intervenciones; una dosis moderada de algunos actos de amenaza que, en

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lugar de implicar un atentado contra las imágenes positiva y negativa de quien los recibe, indican la confianza entre Mary y Martin, cuando han recuperado, aunque sea de forma interesada, su tono conversacional de apoyo previo. El proceso de comunicación interrumpido durante el intervalo de tiempo en el que han soportado la maldad de sus convecinos y se han maltratado con su propia ingratitud se reanuda a la fuerza pero con la misma naturalidad con la que se bloqueara gracias a que se vuelven a reconocer como miembros de un grupo frente al resto. Se sienten solidarios consigo mismos por proximidad; saben que la colaboración de ambos en un esfuerzo común redundará en la mejora de su situación. Desde esta perspectiva, parece razonable el cambio observado en la conducta de los dos invidentes. Mary consuela a Martin ante la desgracia de verse indefenso (8); le da ánimo, transformando la adversidad de la ceguera en una ventaja (12); hace como si le dejara el privilegio de llevar la iniciativa (10 y 14), mientras que es ella la que realmente sugiere, propone y ordena sutilmente. Por su parte, Martin, que ha derrochado beligerancia a raudales contra su compañera, se rinde a la evidencia de su debilidad y opta por un estilo conversacional más tentativo debido a la sensación de incertidumbre que supone su nuevo estado de fragilidad. Según estas indicaciones, resulta más factible la interpretación del uso que hace cada uno de estos personajes de las estrategias de cortesía apuntadas. Los Doul intentan consolidar la más que deteriorada relación que los une. De nuevo, han vuelto a adoptar el papel de esposos, que les concede ciertos derechos, pero que, sobre todo, los obliga a alcanzar un pacto de entendimiento: Han de evitar cualquier agravio a la imagen del oyente, han de fomentar el acuerdo (6, 12, 15 y 16) y no entrometerse en el ámbito de control de la voluntad propia (5, 9, 10 y 14). Mary es la que se prodiga más en el empleo de estrategias de cortesía positiva. Es optimista y exagerada (8), cuando un enfoque menos idealista habría dado lugar a un estado de decepción insuperable. Tiende a incluir a hablante y oyente en la actividad a la que se refiera (4, 10, 12 y 18), dando paso a un contexto de colaboración en el que se espera reciprocidad. Da muestras del interés que tiene por su interlocutor y por congraciarse con él (8). Favorece una atmósfera de cordialidad basada en la prioridad de asegurar la fluidez de la comunicación por medio de mecanismos de facilitación de la misma, como los

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intensificadores del contenido del turno previo (p. ej. surely) (8); las respuestas puntuales, aunque imprecisas por necesidad (2), a preguntas que son más bien un signo de sorpresa o un toque de atención (1); o las intervenciones que sirven de confirmación de lo sugerido por el interlocutor (4, 12 y 16). Además, si bien no abusa de las marcas de identidad de grupo, sí que emplea alguna de ellas con la discreción de quien sabe dirigirse muy personalmente, mediante el nombre de pila, a un oyente a cuya sensibilidad apela (16). En el resto de los casos, Mary alterna todas estas estrategias con algunas de cortesía negativa y otras de las presentes en los actos de amenaza implícitos. Las primeras (p. ej. preguntar, dar rodeos y minimizar la imposición) (6, 10 y 14) podrían subsanar el estado de indefensión que ha generado en Martin la emisión continuada de todo tipo de órdenes despreciativas por parte de sus paisanos. Las segundas (p. ej. presuponer y usar preguntas retóricas) (2, 6 y 12) están acordes con la tendencia de la conversación a evitar hacerse responsables de los actos de amenaza que una situación de tal peligro inminente implicaría. La mujer ha cambiado el tono del discurso y le concede al marido la oportunidad de controlar la conversación. Sin embargo, son los dos, conjuntamente, los que dominan de forma alternativa la situación comunicativa. Así, a pesar de lo respetuosamente que Mary se comporta con Martin, él no se aprovecha de la posición de superioridad adquirida en tales circunstancias; de hecho, sus intervenciones son igualmente deferentes, y expresan la similitud habida entre los deseos de hablante y oyente. Por eso, Martin tampoco impone su voluntad sobre ella (5); por eso, le consulta todos los movimientos que cree conveniente efectuar a fin de esconderse de la gente de Glendalough; y por eso atenúa la fuerza de sus aseveraciones y exhortaciones con marcadores diversos (p. ej. I‟m thinking, a bit, condicionales o preguntas) (3, 5, 9 y 17). Martin es un hombre desesperado; en esta ocasión, Mary lo acompaña discretamente. Tomando uno de sus muchos comentarios sobre los pobladores de Aran, es posible hacerse una idea de la mujer que domina el paisaje dramático de la obra de Synge. Además de por su belleza, resaltada en contraste con el color rojo de sus vestidos, las mujeres de las islas destacaban por una conducta fuera de lo normal (Synge 1907: 132). Ésa parece ser la nota dominante en su caracterización de unos personajes

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de tal fortaleza, cuya verbalización de la misma dejara impresa con gran exquisitez. Todas ellas superan alguno de los límites que su condición de mujer (irlandesa de finales del siglo XIX y principios del XX) llevaba consigo. Los cuatro casos apuntados arriba son excepcionales. Sin duda, su representación lingüística fue una manifestación de anormalidad conductual severamente castigada por el público.

4. Conclusiones

En el presente artículo, partíamos de la idea de que en las obras de J. M. Synge que fueron objeto de la crítica más feroz por parte del público se descubre un tipo femenino abiertamente en contradicción con el que se pretendía imponer: Dominan la escena con todos los medios a su alcance; controlan la conversación dando pie a su desenvolvimiento o poniéndole fin; manifiestan su voluntad con más vehemencia; en breve, se comportan lo menos cortésmente posible que cabría esperar. El entronamiento de aquella mujer en un medio de expresión colectiva tan influyente resultaba una traición al ideal de la cultura y la civilización irlandesas, y constituía para muchos un ataque frontal a sus aspiraciones de gobierno autónomo. El público no pudo soportarlo. No obstante, el análisis de todos los intercambios conversaciones de los cuatro textos deja entrever cuatro momentos singulares en los que casi todos los personajes se atienen a las normas de corrección que facilitan la obtención de algún tipo de bien (ya sea material o no). El sentimiento amoroso que comienza a nacer en Pegeen Mike y Christy Mahon explica que ambos recurran sobre todo a estrategias de cortesía positiva justo cuando sueñan con compartir su vida. Una es optimista, se excede en el halago, le ofrece su comprensión, le presta atención, a la vez que lo descarga de cualquier compromiso. El otro le hace promesas a la joven, la incluye en su universo discursivo, procura evitar los desencuentros y espera poder obtener de ella lo mismo. Por su parte, es la Mary Doul de The Well of the Saints quien se esfuerza para que Martin se sienta parte de un todo en el que ambos han de cooperar, aunque sea solo para sobrevivir; por

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ello, los patrones a los que recurren se parecen en mucho a los empleados en The Playboy: Entre otros, se piden y se dan explicaciones, se incluye a hablante y oyente en la actividad referida, se aumenta el interés por el interlocutor, se minimiza la imposición del acto de habla, se exponen los hechos de forma incompleta, y se juega con la ironía compartida. En The Tinker‟s Wedding, Sarah Casey necesita un favor de un párroco codicioso. A pesar de que la llega a maltratar verbalmente, para conseguir su propósito la mujer emplea marcas de identidad de grupo, busca el acuerdo, presupone temas en común, asume reciprocidad, da razones y exagera. Finalmente, la determinación de Nora Burke de convencer a un desconocido de que se quede con su difunto esposo mientras ella se dirige a avisar de su muerte justifica, de nuevo, la presencia del mismo tipo de tácticas. Destacan sobremanera las fórmulas que demuestran que tiene interés por el vagabundo, sus deseos y sus necesidades, de ahí que no dude en darle todo lo que aquél exija. En su momento, se desprestigió la labor del Abbey Theatre, tachándolo de antinacional y antinacionalista. No se comprendió que personajes como los estudiados podían ser tan aberrantes (o tan hermosos) como el propio ser humano. El presente trabajo ha observado su lado menos cruel, más cooperativo. Que se emplee con más frecuencia la cortesía positiva es señal de que el hablante se construye discursivamente en relación con su interlocutor; que sea por razones más o menos pragmáticas, ya es otra cuestión 3.

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Mi agradecimiento a Leanne Bartley, María Martínez-Lirola y Pilar Villar-Argáiz por sus comentarios y sugerencias.

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IN SARAH HARRIET BURNEY’S OEUVRE 1 Carmen María Fernández Rodríguez2

Abstract: Sarah Harriet Burney (1771-1844) was a very popular woman writer at the turn of the nineteenth century rivalling her half-sister, the celebrated Frances Burney. This article analyses the male protagonists in Sarah Harriet‟s oeuvre within the framework of eighteenth-century gender studies. The authoress gives a new turn to the tradition of the feminized hero who is often associated with the brotherly figure. Strongly resembling the heroine, Sarah Harriet‟s male protagonists compete with the brother for feminine affection and become an instrument for echoing discomfort and articulating a radical criticism of patriarchy. Key words: Sarah Harriet Burney, British literature, gender studies, eighteenth century. Título en español: “The ties that bind us to each other”: masculinidad en la obra de Sarah Harriet Burney Resumen: Sarah HarrietBurney (1771-1844) fue una escritora muy popular a finales del siglo diecinueve rivalizando con su hermana, la admirada Frances Burney. Este artículo se centra en los protagonistas masculinos en la obra de Sarah Harriet dentro del marco de los estudios de género del siglo dieciocho. La autora reformula la tradición del héroe feminizado que generalmente se asocia a la figura fraternal. Los protagonistas masculinos de Sarah Harriet se parecen mucho a la heroína, compiten con el hermano por el afecto femenino y se convierte en un instrumento para expresar el descontento y articular una crítica radical del patriarcado. Palabras clave: Sarah Harriet Burney, literatura británica, estudios de género, siglo dieciocho.

1. Introduction

Sarah Harriet was the youngest daughter of the musicologist Dr. Charles Burney and his second wife, Elizabeth Allen. In 1781, after her mother‟s death, she was sent to Switzerland, where she soon became fluent in French and improved her music skills. A lover of Italy and one-time resident of Rome and Florence, Sarah Harriet admired Maria 1

Date of reception: 26/08/2013 Date of acceptance: 12/11/2013 Researcher, Research group G000274: “Literatura y cultura inglesa moderna y contemporánea”, Universidade da Coruña, Spain;  cfernandez@udc.es. 2

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Edgeworth and Jane Austen –she punctually received copies of Austen‟s productions from the publisher Henry Colburn (Clark 1995: 22; Clark 1997: lxi)3– and always wrote with an economic aim in mind and perhaps to escape from everyday life. Frances‟s halfsister also worked as a governess and companion of a young invalid (Clark 2003: 42-3); and, apart from nursing his father in his last years, she helped him to transcribe his manuscripts. The people who knew Sarah Harriet always remarked on her special personality. For instance, she was befriended by the literary critic Henry Crabb Robinson: “[…] her rather prickly personality seemed rather odd in a woman but was appreciated by men of learning who could savour her sense of humour and provide the intellectual stimulation that she craved” (Clark 2003: 42-3). In the literary realm, “little Sal” –as she was familiarly called– composed five works:4 Clarentine (1796), which was followed by the epistolary novel Geraldine Fauconberg (1808); Traits of Nature (1812); Tales of Fancy (1816-20) –including The Shipwreck and Country Neighbours; or The Secret– and The Romance of Private Life (1839) –consisting of The Renunciation and The Hermitage. Despite losing the audience‟s appeal afterwards, Sarah Harriet enjoyed as much popularity as Frances did during the nineteenth century, and her merits cannot be underrated. Several novels by Sarah Harriet ran to second editions, they were translated into French and German and pirated abroad (Clark 2000: 122). Nowadays, while the Burney Studies has not stopped growing5, it is time to turn attention to Sarah Harriet, whose productions have been brought to light thanks to modern scholars such as Lorna J. Clark, the editor of Sarah Harriet‟s correspondence and last volume. Yet, there is much work to do regarding this authoress‟s discovery as a chronicler of woman‟s life in pre-Victorian Britain, and one researcher has gone further stating that in Sarah Harriet‟s oeuvre, “there is a strong 3

Sheila Graham-Smith hints at the connection between Edgar in Clarentine and Mr. Knightley in Emma. Austen found Clarentine “full of unnatural conduct and forced difficulties” (2009: 16), but she read the novel three times. As for Sarah Harriet, she enjoyed Pride and Prejudice more than Emma. She admired the originality, the plot, dialogues and characters of the former (Clark 1997: lxi; Graham-Smith 2006: 18). 4 There was possibly a sixth production, Julia (Graham-Smith 2008: 6-7). 5 They are represented by an international association (The Burney Society) with regular conferences in Europe and America and three yearly publications (The Burney Journal, The Burney Letter and The Burney Bulletin). For a panorama on the subject, see Fernández, 2010: 173-4. Besides, it is worth remarking the recent publication of The Journals and Letters of Susan Burney: Music and Society in Late Eighteenth-Century England. Ed. Philip Olleson. Burlington, VT: Ashgate, 2012.

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advocacy of a woman‟s right to love whom she will, regardless of society or the convention which demands a woman must love only on command, which allies Sarah Harriet Burney with Wollstonecraft and Hays” (Trabelski 2006). Gender studies tend to focus on female protagonists while men are usually seen as secondary in narratives by women writers. However, when authoresses represent their world and anxieties, they are also establishing a dialogue with the opposite sex, which is interpreted by Frantz and Rennhak as an attempt to construct their own realities, imagining desirable alternatives from a woman‟s perspective and as significant as their female characters (2010: 2-3). Sarah Harriet draws on two literary conventions: like other eighteenth-century authoresses (Eliza Haywood [Miss Betsy Thoughtless 1751] or Elizabeth Inchbald [A Simple Story 1791]), she introduces the lover as father figure, but she also recreates brotherly friendship or the close bond between brothers and sisters with erotic overtones throughout the story, as it happens in Aphra Behn‟sLove Letters between a Nobleman and his Sister (1683). My reading of Sarah Harriet‟s courtship novels shows that men cannot be reduced to two contrasting literary masculinities. Sarah Harriet‟s heroes turn into another literary device to voice her uncomfortable positioning about patriarchy which debilitates men and women. Like other novelists, Sarah Harriet manipulates narrative conventions to express conscious disappointment and questions the systems of male dominance founded upon a belief in inherent gender opposition.

2. Dupes of Insincerity: Clarentine and Geraldine Fauconberg Both Frances‟s Camilla and Sarah Harriet‟s Clarentine appeared in 1796 though they were not promoted in the same way (Clark 1997: lxii). In the former, the male protagonist risks his happiness because he relies on Dr. Marchmont6 whereas in Clarentine it is female actions that provoke the heroine‟s unhappiness. The plot has some affinities with Evelina (1778) since the novel deals with the daughter of an 6

Marchmont was Edgar Mandlebert‟s tutor in Frances‟s Camilla. He provokes doubts on the boy and almost makes him break up his relationship with Camilla.

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aristocrat who was disinherited by his father after marrying a French woman of good family in one of his travels. Young Delmington left his wife and daughter in the care of his eldest brother, and when Clarentine‟s mother dies, her cousin, Young Somerset, compromises himself to look after her, which becomes “a sacred and irrevocable engagement, which he meant religiously to fulfil” (Burney 1796: I, 19). Although the girl is brought up by her relatives the Delmingtons; she feels a bit detached from the family until she unexpectedly meets her aunt, the emigrée Madame D‟Arzele, and her husband. As the narrative advances, two men are sexually interested in the heroine: Mr. Etham, a young rich man in the line of Frances‟s coxcombs, and Edgar Delmington, who confesses his love to Clarentine (Burney 1796, II: 262). The protagonists are not united until the nature of Mrs. Hertford‟s relationship with Somerset is discovered and Somerset finally declares his feelings in a letter explaining that her “inexplicable coldness” prevented him from being sincere (Burney 1796, III: 185). As feminist critics have pointed out, a broad repertoire of sentimental texts, sermons and conduct books by James Fordyce (Sermons to Young Women [1766] or Thomas Gisborne (An Enquiry into the Duties of the Female Sex [1797]), among others, were available to the authoresses of this period. All of them reflected a patriarchal world in which, as Eve K. Sedgwick has explained, feelings were sacrificed for wealth and hierarchical relationships between men established some interdependence and solidarity allowing them to dominate women (1985: 3). “Brother” had a distinctive meaning in literature by women in line with the change taking place in the family structure towards what Michael Foucault calls “an obligatory locus of affects, feelings, love” (1978: 108). As a matter of fact, eighteenth-century fiction registered a movement from an axis of kinship based on consanguineal ties or blood lineage to an axis based on conjugal and affinal ties of the married couple, so the biological family to which one is born gradually became secondary to the chosen family constructed by marriage (Perry 2004: 2). William Somerset is a passive, irresolute hero as Clarentine is convinced of his goodness, but also aware that he loves another woman. At the end of the novel, the reader discovers that Somerset still wants to be more than a guardian, lover and friend

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(Burney 1796, III: 186). The protagonist faces the femme fatale Mrs. Hertford, an improper acquaintance for a good young lady (Burney 1796, II: 12-4), who knowingly cultivates Clarentine‟s friendship. The girl thinks Mrs. Hertford loves Somerset, and, thanks to her manoeuvring, the lovers avoid confessing their feelings. Furthermore, Mrs. Hertford visits Clarentine and asks her about her feelings since she has already insinuated to Somerset that Clarentine is in love with him (Burney 1796: II: 281). From that moment on, the lack of communication causes a great deal of suffering to the heroine who cannot distinguish if she feels pity or brotherly fondness for Somerset: “Why does his conduct so strangely militate against his language? and why, when his looks are all tenderness, are his actions all duplicity? Is there either rectitude or principle in seeking to conciliate my affection after his own is gone?” (Burney 1796, III: 13). For Clark, fraternal regard is more important than passion in Clarentine (1997: lviii), and Somerset‟s image as Clarentine‟s brother recurs throughout the narrative because he aspires to be considered someone “who will act in [her] behalf with the zeal of a brother” (Burney 1796, I: 50). Should she ever see herself as an outcast, she would not be alone. Somerset gives Clarentine some advice and supports her with “affectionate brother‟s kindness” (Burney 1796, II: 192) to the point that, when Eltham bothers her, he acts in his capacity of guardian. Clark comments on Somerset and Clarentine‟s relationship: […] the fraternal relationship is split: a beautiful orphan inspires an unreprocated passion in one cousin while herself cherishing a preference for another [. . . ] lest this fictional romance be cited as actual proof of incest (as it has been done), it is worth remarking that the sense of warm fraternal regard is more convincingly portrayed than the supposed passion. (1997: lviii, also Clark 2008: xii-xiii)

The hero‟s generosity towards the dispossessed French immigrants D‟Arzeles, who represent the D‟Arblays living in rural seclusion, moves the heroine, and before his avowal, Somerset sets out for the West Indies. He is not definitely an idealized character and exemplifies the eighteenth-century rhetor hero who will later evolve to a quieter man in Austen‟s style, that is, a protagonist with unspoken powers who neither says nor

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writes much. As Glen McGlish explains, “Austen very often employs the narrative strategy of ellipsis to pass over the moments when abiding attachment is professed and marriage plans are developed” (1965: 154). Sarah Harriet follows a similar pattern. On the other hand, it is thanks to Mrs. Hertford that Clarentine discovers that she is jealous and loves Somerset: Long had she most clearly discerned what were the designs of Ms. Hertford herself; and long had she beheld with astonishment her artful and persevering endeavours [sic] to captivate and attach him. Floating between hope and fear; conscious that her own heart was gone, and doubtful what would be the result of her rival‟s schemes, it had, however, been but of late that she had seriously apprehended that would be successful; every hour now confirmed her in this opinion. (Burney 1796, II: 198-9)

Perfectly aware of the limits of feminine behavior, and once Somerset is in absolute possession of his father‟s fortune, Mrs. Hertford formulates a plan which is frustrated: “as to his [Somerset‟s] fortune only, his rank in life, and independance [sic] she aspired, the feelings to which she might be indebted for his hand, were to her indifferent” (Burney 1796, II: 263). The dénouement of the story takes place when the moral narrative voice, Mrs. Denbigh, is given some letters addressed to Somerset containing an account of Mrs. Hertford‟s life and considerably altering his image of the lady: “To have been made the dupe myself of her insincerity, I am vain enough to think, argues nothing to my disparagement: sorry should I be ever to find myself a match for such consummate duplicity” (Burney 1796, III: 146). Some sheets of the letters remained unopened, so the truth is never revealed to readers and Somerset insists on knowing about a private interview between Sophia Delmington and Clarentine who articulates a forceful feminist assertion: “Are you aware, [. . . ] that by thus reminding me of your privileges you put me upon my guard, and teach me the necessity of being cautious?” (Burney 1796, III: 262). Geraldine Fauconberg bears a strong resemblance to Jane Austen‟s Pride and Prejudice (1813). In spite of its success, the book was not well received by all the Burneys: James, for instance, called it “London Milk & Water” (Letter to Charlotte

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(Francis) Barrett, 1 August 1811, cited in Clark 1997: 130). There is a dedication addressed to Lady Crewe, the daughter of Fulke Greville, one of Charles Burney‟s patrons, and there is also an important technical difference regarding this second production because it is an epistolary novel with many correspondents. Fairytale-like, it features two families, the Lesmores and the Archers, who plan their children‟s marriage when they are born. The protagonists face two problems. On the one hand, Ferdinand Lesmore, is, like Somerset, too cold to communicate his feelings to Geraldine, as it is exposed in the letter opening the book. His sister Julia describes this type of men with a quote in French: “En parlant à une personne qu‟il aime, il a l‟air vif et gai; très-froid avec les étrangers; il traite durement ceux qu‟il méprise; n‟a rien à dire à ceux qui lui sont indifférents, et devient tout-à-fait imbécile quand on l‟ennuie” (Burney 1808, I: 14) and even thinks there is no love between them: “these sentiments […] they are terribly rational and dispassionate. Not a shadow of love peeps forth from amidst their sententious gravity. Perhaps he was too proud to confess all the regret he experiences; or, perhaps, he looks forward, in Mrs. Neville, to a compensation for the insensibility of Miss Fauconberg” (Burney 1808, I: 142). Some time later, when Julia describes Ferdinand as the cold phlegmatic philosopher, Clarentine‟s face is tinged with indignation (Burney 1808, II: 202). Nevertheless, female decorum forbids her to be expressive, and Ferdinand is persuaded that Clarentine is in love with Lichtmere, Ferdinand‟s rival in the novel. On the other hand, Reverend Archibald Newenden works as a Marchmont-like influence over Ferdinand. No matter how much Ferdinand appreciates Clarentine‟s purity, benevolence and charming conversation; he is afraid of forming a serious attachment and needs the Reverend‟s advice at the same time that Geraldine is jealous and afraid of behaving like an irresponsible person. In fact, jealousy is one of the traits in Sarah Harriet‟s protagonists. The Reverend explains: “You do Miss Fauconberg no injury, my dear Lesmore, if, after a candid and impartial investigation of her character, you resign all pretension to her hand. She knows not that you have been encouraged to aspire to it; and, should you finally renounce it, need never receive the mortifying information” (Burney 1808, I: 23).

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Misunderstandings are the key of the novel. Both the hero and the heroine are placed in similar difficulties, which is interpreted by Clark as an attempt to envision a more general goal: “Greater than the need for romance is her [Sarah Harriet‟s] need to discover a family, to surround herself with kin, to confirm a sense of belonging and construct a social persona” (Clark 2007: 49). While Ferdinand is persuaded that Geraldine –”a mere romping, pretty girl; one whose manners and dispositions were unformed; whose tastes were childish, and whose turn of mind, as yet dormant or unfixed, might, when free scope was given to its display, prove itself capricious, arrogant, or unfeeling” (Burney 1808, I: 24) – cannot be his wife, she becomes afraid of him: “I am always acting a part in his presence, and, conscious of appearing to disadvantage, I disgrace myself by a sort of school-girl awkwardness, an imbecile shamefacedness, that would only be pardonable in a damsel suddenly transplanted from the dairy to the drawing room” (Burney 1808, I: 46). In any case, Ferdinand is obsessed with a pivotal figure in the narrative. The widow Mrs. Neville corresponds with him and leaves the door open for a sexual liaison. However, he soon feels an object of total indifference and realizes that it is Geraldine whom he loves. Believing that Colonel Courtville is courting Geraldine, Ferdinand later confesses his state of mind to his confident Julia who tells him to “Persevere in little quiet assiduities; let not her indifference tempt you to show any impatience or ill-humour” (Burney 1808, I: 285). Mrs. Neville is aware of Ferdinand‟s faults: “He looks with too much contempt upon weak, frivolous and ordinary characters. This intolerance of disposition he will conquer; his understanding is too good, and his nature too generous, to allow its permanent root” (Burney 1808, II: 178) and requires him to be sincere and to deal with her as a brother (Burney 1808, II: 279). The happy ending is facilitated by her producing a letter explaining the nature of their relationship. After discovering that Ferdinand does not love her, Mrs. Neville claims that he must be respectful to Geraldine: “I feel assured you will be actuated by genuine principles of integrity, wholly distinct from every other consideration” (Burney 1808, II: 284). Some time later, she cannot understand why the couple is not yet married despite Ferdinand‟s “brotherly interest” (Burney 1808, III: 147) towards Geraldine. The girl changes her attitude

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towards the middle of the story, when she meets a gentleman called Basil who has some mental health disorder and passionately loved Geraldine‟s mother. He prays the heroine not to do to Ferdinand what her mother did to him: drive him to desperation. Basil‟s words resemble Geraldine‟s consciousness:

has your treatment of him been, upon every occasion, perfectly consistent? Have you never raised him to the summit of all earthly felicity by your smiles, then sunk him into an abyss of despondency by your reserve? Do you not [. . . ] owe to him your life? Has he not endured for you equal mental and bodily torture? Is he not bowed down to the earth by your unpitying rigour? – Oh, Geraldine! can you call yourself wholly blameless when such are the facts to be alleged against you? (Burney 1808, III: 269)

Geraldine confesses to Mr. Glenoswald how she fell in love with Ferdinand, and after many vicissitudes, Ferdinand finally opens his heart and declares “the fervent admiration, the deep-rooted, and unalterable attachment, with which [his] whole soul is penetrated, – on which depends the fate of every future hour of [his] existence” (Burney 1808, III: 322). As Sarah Harriet wrote novels, the female world comes to the fore and the father acquires more relevance in the narrative (Fernández 2013). However, from Traits of Nature onwards, she will introduce a new element which will greatly destabilise the relationship between the protagonists.

3. An Enemy at Home: Traits of Nature Sarah Harriet‟s fiction invariably hinges on an unprovided woman who seeks paternal recognition and, after some drawbacks, marries the man she loves. Traits of Nature is the only story featuring a married hero and a myriad of relatives, a consanguinal brother included. For Leonore Davidoff and Catherine Hall, the brother and sister tie had a strong basis in the late nineteenth century: they shared economic resources as well as family origins. The relationship was stronger from the nostalgia surrounding common childhood experience. The late age at marriage meant that they continued their shared life as young adults. They had lived through family crises and

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were often implicated in each others‟ courtship and career adventures (2002: 348). For George E. Haggerty, in an age of sensibility, male relations are eroticized or fraternalized and a sibling relation is the only conceivable male-female relationship that is neither abusive nor victimizing (1998: 26). However, this is not the affective bond existing between Adele and her brother Julius, but between Adele and her lover Algernon, and it is important to remind that Sarah Harriet‟s life was marked by the scandal of having maintained a possibly incestuous relationship with her brother, Captain James Burney, who provided the model for the hero in some works (Burney 2008: xiii) and was described by Henry Crabb Robinson as “a fine, noble creature, gentle with a rough exterior as became the associate of Captain Cook on his voyage around the world, and then literary historian of all these acts of navigation” (Newman 2011: 6). Charles Burney always objected to James and Sarah Harriet‟s “improper Attachment” and the couple even lived together for some years after James‟s separation from his wife (Clark 2008: xii-xiii, xxxvii). Traits of Nature deals with Adele Cleveland, who is neglected by Mr. Cleveland believing that the girl is like her mother, the sentimental Lady Rosalvan. Adele‟s father prohibits her wife to have any contact with Adele who has been brought up by her grandmother and then goes to live with the Hampdems. In that household, she meets Algernon Mordington, an orphan who unexpectedly becomes an heir and has an unhappy marriage. At the end of the novel, Mr. Cleveland unrealistically accepts his daughter after the mediation of a cousin who explains to the old patriarch that Algernon‟s passion is sincere. Childhood friendship between Adele and Algernon is reinforced by the fact that both children were neglected by their parents. Problems begin with the appearance of Julius, Adele‟s brother and one of Algernon‟s opponents in the novel. In eighteenthcentury fiction, only a brother could compete for the love of a woman with her husband and arouse as powerful feelings as the hero: “a family obligation from an earlier era increasingly honoured more in the breach than in the observance, brotherly love came to be a conventional ideal in fiction and it was eroded in life by competing demands of conjugal families and the cash requirements of the new economy” (Perry 2004: 144).

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Algernon describes Julius as “the most presuming, consequential and incorrigible little varlet” (Burney 1812, I: 160) at Eton, and he will compete with the hero for Adele‟s esteem. First, Julius accuses Adele of playing the coquette (Burney 1812, II: 195) and he later says that he has heard Algernon condemn the offspring of divorced parents (Burney 1812, III: 80-1). When they meet again, Adele functions as a surrogate mother for Algernon‟s children, but cannot help being cold towards Algernon, who insists on his passion with a metaphor:

Adele‟s mind is, to me, like a book once learnt by heart, but afterwards lost sight of, and nearly forgotten, – every page, as I reperuse [sic] it, recurs familiarly to my memory, and brings back the liveliest recollection not only of its own contents, but of the time and place where they were first studied, and of the circumstances under which they were so warmly admired. (Burney 1812, III: 239-40)

He declares his feelings (Burney 1812, IV: 132) and then wants to have an epistolary correspondence with her and not to be engaged until a year has passed. Letters are important elements in Sarah Harriet‟s fiction and one of Adele‟s letters is intercepted by Mr. Cleveland, who forbids all contact between the lovers because there has been a duel between Julius and Algernon: “it was scarcely to be expected, the hand which has been dyed in the blood of the brother, could ever, with my approbation, be united with that of the sister” (Burney 1812, IV: 221). As a consequence, Julius decides to collaborate with his cousin Talbot to soften Mr. Cleveland‟s disposition towards Algernon: “We thoughtlessly, or rather unconsciously, „weave the warp, and weave the woof‟ of our own destiny; but, in discovering the fatal misapplication of our industry, the stings of self-reproach constitute, perhaps, the severest portion of our wretchedness” (Burney 1812, V: 127). Julius finally reforms and becomes Algernon‟s brother-in-law, confirming the endogamy of the novel. In the following volume, Sarah Harriet shows she believes in relationships on equal grounds and places characters in very similar situations.

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4. Partnership and the power of prejudice in Tales of Fancy The Shipwreck shares many traits with Daniel Defoe‟s Robinson Crusoe (1719). Sarah Harriet Burney feminises the genre by introducing a romantic plot and directing all her attention to social prejudice and female virtue. Two English ladies, Lady Earlingford and her daughter Viola, find themselves on an island in the Indian Ocean as the only survivors of a shipwreck and try to make a new life for themselves according to European standards. One of their companions on the island is Fitz Aymer, regarded as an unprincipled man. Following her mother‟s advice, Viola passes for her cousin Edmund and soon falls in love with Fitz Aymer who gradually reveals his worth. When Lady Earlingford dies the victim of an infectious fever, Viola and Fitz Aymer have to rely on each other for support and eventually manage to leave the island. Back in England, Sir William, Viola‟s father, gives his sanction so that Viola may marry Fitz Aymer. Viola‟s father has always hated Fitz Aymer, and the latter says that “antipathies are to be overcome, if the individual by whom they are entertained is but willing to combat against them” (Burney 1820, I: 109). An additional barrier between the lovers is the costume the heroine wears, which functions as a symbol of her mother‟s prejudices. Viola grows more and more intimate with Fitz Aymer. Like James, he tells of his military campaigns (Burney 1820, I: 165-6) and his background, justifying his behaviour by saying that he was a spoilt boy but not an immoral person (Burney 1820, I: 162). Later he explains exactly why Sir William had a bad opinion about him: people thought he had had a love affair with a married woman and that he had given her some money (Burney 1820, I: 285-301). Clark has repeatedly presented Sarah Harriet‟s works as family novels, which is applied to the brother and sister relationship in the The Shipwreck, where “shared adversity serves as a formative experience, leading Fitz Aymer to vow his love as „a faithful and devoted brother‟” (2001: 77). This partnership manifests itself after Lady Earlington‟s death, when Fitz Aymer impresses on Viola that they must stay together to “participate in every sorrow, and reciprocate every alleviation” (Burney 1820, I: 206).

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After defending Viola against pirates, the hero is afraid of losing a “brother‟s place” in her affection (Burney 1820, I: 268), and he declares his love:

our misfortunes will have united us by a thousand links; a thousand affecting remembrances will dwell on our minds such as can never connect us with any other individual: we shall have been partners in calamity: we shall, by innumerable good offices, have drawn closer the ties that bind us to each other: we shall have participated in the same hopes, the same fears, the same privations and he same sufferings. Oh, then, beloved of my heart! at whatever period our deliverance may be effected, let us still be participators of the same destiny! (Burney 1820, I: 269)

He is jealous of Viola‟s fiancé, Mr. Melbourne, but Beauchamps reassures him since this will test Viola‟s love: “If she is capable of ceasing exclusively to love you now, there can be no question that she would have been capable of the same inconstancy had your hands been already joined” (Burney 1820, I: 339). Elaine Showalter argues that women wish they were men and their heroes are not so much their ideal lovers as their projected egos: “When women write, they identify with the power and privilege of the male world, and their heroes enable them to think out their own unrealized ambitions” (1977: 137). A limited experience of dependency, frustration and powerlessness –in short, of womanhood– was a healthy and instructive one for a hero (Showalter 1977: 150-2). In Sarah Harriet‟s productions, heroes and heroines have a common feature: both suffer a lot in the narratives and both are deprived of parental ties –Tales of Fancy is an exception: Tremayne has a mother and Lady Earlingford is also alive. Sedgwick points out that marriage is one of the structures for maintaining and transmitting patriarchal power (1985: 25) and, for Claude LéviStrauss, the relationship of reciprocity which is the basis of marriage is established between men by means of women (1969: 116), just as it happens in the other narrative in Tales of Fancy. Country Neighbours focuses on Blanch Stavordale, the supposed daughter of George Stavordale and Aurelia Castelli, an Italian opera singer of low extraction. Blanch falls in love with an aristocrat, Mr. Horace Tremayne, and heir of Sir Reginald Touberville. She instantly faces the opposition of Lady Earlsford, Horace‟s mother, who

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would prefer a wealthy heiress for her son, such as his cousin Jane Touberville. The young couple can marry once it is discovered that Blanch is really Jocelyn Stavordale‟s legitimate daughter. Tremayne has an accident and is rescued by Blanch. Like in Traits, the hero temporarily disappears from the narrative and has to explain his actions to win the heroine‟s hand. 7 When Blanch‟s mother‟s story is revealed, Tremayne still wants to conquer her heart: “No man who heard you repeat the precepts you have just uttered, would have the presumption to urge you to depart from your conviction of their justice: he would only […] redouble all his efforts to annul every obstacle which forbade him to aspire to you” (Burney 1820, II: 354). Their love is stronger than injustice and prejudice: “[people] cannot affect our individual happiness; they cannot disunite our hearts, nor cancel our mutual vows” (Burney 1820, III: 195). As Lawrence Stone explains, at the end of the eighteenth century, guardians began to promote marriages founded on free choice because anything was preferable to coercion. Men were supposed to make the first move in relationships, although brothers, sisters and friends could act as go-betweens, and usually alerted a young man of the woman's inclination (1977: 217-9). Companionate marriages gained ground over marriages de conveniance, and Tremayne explains to the narrator, the spinster Anne Stavordale, that Lady Earsford not only wants him to marry Jane but she also controls him: “as a son […], I find myself unfitted to act in direct defiance of her known wishes” (Burney 1820, III: 343). In another conversation, he says he loves Blanch, but finding her surrounded by admirers makes him feel depressed until at a ball she surprisingly says “Consider me as engaged to you” (Burney 1820, III: 40). Tremayne envisions his future life with Blanch as a representation of the perfect domestic life and the preVictorian ideology of the family:

7

There are many similarities between this story and Maria Edgeworth‟sThe Absentee (Tales ofFashionable Life, Second Series, 1812). See Fernández 2011.

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to gather round her, and to enjoy in partnership with her, the society of the friends we mutually love; to introduce her to the acquaintance of the persons eminent for genius and talents; to indulge with her in the delight of travelling –of making known to her the beauties of her paternal country, and of visiting, with her, every celebrated spot in the land that gave birth to her mother. (Burney 1820, III: 349)

Country Neighbours exemplifies how the feminocentric romance could be fused with sensationalist elements and satire (Clark 2003: 165) and it contains some feminist vindications. On the one hand, the heroine herself dislikes Tremayne‟s attitude and paternalism: she finds him too cold and correct (“the very pink of courtsey” [Burney 1820, III: 23]). She objects to his behaving as “an offended but conscientious Guardian, who, though he disdains to converse with his disgraced ward, thinks it his duty to keep his eye upon her, and to preserve her from breaking her neck!” (Burney 1820, III: 23). On the other hand, Anne asks Tremayne not to play with Blanch‟s heart:

Beware then that you call not its affections vainly forth! – Proceed upon certain grounds; and hazard not, without well considering what you are about, the dangerous experiment of awakening, perhaps only to disappoint, the sensibility of an ardent, animated girl, whose friends confide her tranquillity of your honour; and whose misery, should you be compelled to resign her after securing her regard, you would be the first to detest yourself for having caused! (Burney 1820, II: 343)

Also, Anne points out to Blanch that she has been a coquette with Lord John and is afraid that now she will reject Tremayne: “the dread of being considered as the impediment to her lover‟s prosperity, might influence her to become the destroyer of his and her own happiness” (Burney 1820, III: 239-40). Like in Traits of Nature, in Sarah Harriet‟s last production the brother is also a handicap, but this time the plot is complicated by a frustrated quest of origins and the mysterious murder of the brother. The authoress advances towards a more direct way to represent the characters‟ thoughts, the free indirect style, which allows us almost unlimited access to their psyche.

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5. Erasing the Brother: The Romance of Private Life Sarah Harriet‟s tour de force saw the light eighteen years after James‟s death and it is composed of two very different tales. The Renunciation hinges on the experiences of Agnes Danvers, aged eleven, who is kidnapped to lead the life on the dead aristocrat Lucy de Vere until a painful discovery forces her to leave home and support herself as an artist in Italy. The mystery surrounding her existence is unravelled at the end of the story: in order to keep his first wife‟s patrimony, Mr. Wharton kidnapped a girl who could pass for the aristocrat Lucy de Vere, Mr. Wharton‟s dead stepdaughter. The protagonists cannot get married until the mystery surrounding Georgiana, the hero‟s half-sister, is solved and they have an uncle‟s sanction since Mr. Wharton finally obtains Agnes‟s forgiveness and flees to America where he marries a wealthy widow. After spending four years in London, Mr. Wharton carries Agnes to Paris and rejoices at contemplating the growing intimacy between his son, Harry Cowley, “the boldest of the bold” (Burney 2008: 41), and Agnes. Despite sharing pastimes, Harry does not please Agnes: “Disdainful of others, consequential and sarcastic, the expression of his countenance, handsome as it was, had often offended her, –and the mistrust she had imbibed of the goodness of his temper, confirmed the prepossession she entertained against him” (Burney 2008: 43). Harry turns out to be Agnes‟s halfbrother, and she bravely justifies her refusal when he confesses his regard and faces a negative. The scene is followed by a detailed analysis of Harry‟s reaction by means of free indirect speech: “Has any part of my preceding conduct, Harry, given you cause to think I was in love with you? […] You cannot, in justice, accuse me of having played the coquette; neither you can, with justice, object to my exercising the right I possess of maintaining my own independence”. (Burney 2008: 43-4, my italics) Never had the young man received such a lesson, and never till this moment had he been so sensible of the high value he attached to Agnes‟s favour! Had she unhesitatingly accepted him, as he concluded would be the case, he might not have known how absolutely she reigned in his heart; – advantages too easily obtained are apt to lose their importance: – but now, in danger of utterly losing her, every attraction she possessed, every emotion of tenderness she had ever inspired, assumed a stronger colouring; in short, the man, who had proposed himself with

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the easy security of a coxcomb, quitted her, when repulse, with the impassioned feelings of a lover. (Burney 2008: 44)

The brother‟s rival in The Renunciation is Mr. Walsingham, who is first introduced stating that he would never marry Lucy de Vere simply because she is an heiress (Burney 2008: 69). Agnes is very attracted to him and a family friend, Bertha, makes her realize that she has gone too far by corresponding with Harry just because she needed to sincerely communicate with somebody. Bertha explains the consequences of compromising her reputation and who is behind this plan:

Mr. Wharton most particularly, has ill fulfilled, in this affair, the duties of a guardian. He, who knowing your inexperience, ought to have been the first to preserve you from committing any imprudence, he it is, rather than either Harry or yourself, to whom the fault of this correspondence must be attributed. Break it off, dearest, whilst it is yet time; unless, indeed, you think it possible that the tired fidelity of your lover, aided by your own compassion for him, may eventually, soften your feelings in his favour. (Burney 2008: 76)

Mr. Wharton begins to spread the news that the couple is engaged, and, after coming across Lucy de Vere‟s letter, Agnes decides to travel to Rome with the wish to meet a brother, the sculptor William Danvers. Following a revealing conversation with him, she discovers that this is impossible and that the Blakes brought her up as if she were their daughter. Walsingham falls in love with Agnes in the Palazzo Pitti as he listens to the explanations of St. Hubert and “a really enlightened connoisseur” on painting:

Her countenance was so intelligent, her occasional remarks were so apt and spirited, her deference to her instructor was so affectionately respectful, and she herself, when the old man described the essential characteristics of beauty, both as relates to expression and form, presented so perfect an illustration of his text, that Walsinghamfelt he had but to look at Agnes, to understand the whole dissertation. (Burney 2008: 170)

He later praises her and compares her to a guardian angel: “it seems as if no evil passion could harbor in that pure bosom; as if truth and meekness, and holy innocence

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had fixed their abode in the mind that animates those symmetrical and lovely features” (Burney 2008: 183). In the spring, Walsingham‟s mysterious companion dies and the hero discloses that her mother remarried a wealthy merchant and they had a daughter, Georgiana, “whose entrance into life, was hailed with rejoicings as extraordinary, as if she had been born to a throne” (Burney 2008: 210). He hates heiresses because Georgiana monopolized everybody‟s attention and he felt displaced. Later on the lady marries a gentleman and is happy until Walsingham‟s father and his brother in law are left bankrupt. Shocked by the news, Georgiana falls ill and wants to reach Florence to die there, which explains why they were travelling together (Burney 2008: 149). The second tale in The Romance of Private Life opens with a lively conversation in the tradition of the best novel of manners and gradually becomes a mixture of a Gothic narrative and a detective story. The conflict is linked to an inheritance and passion: Ella Ormond must marry her beloved Ernest de Gray if she wants Sir Everard‟s wealth (Burney 2008: 304). However, all evidence indicates that Ernest killed Frederick, Ella‟s brother, and the girl grows hysteric and nearly mad. Ernest‟s opponent in The Hermitage is Mr. Sedley, a family friend who does not declare his feelings because he notices the girl a bit cold while Ernest is aware of the situation: “Ella had been dear to him as his own existence from her very childhood; her image had accompanied him abroad –had dwelt underfaced in his heart during the whole of his absence, – and still, at his return, lived there as freshly impressed as on the day of his departure” (Burney 2008: 248). The fraternal relationship between Frederick and Ernest is much affected when the former receives a letter from Mrs. Ormond and Ella observes that “the blood rushed impetuously to his face, and crimsoned his very forehead. His brown became contracted, and his lips firmly compressed together, evinced the strongest internal agitation” (Burney 2008: 277-8). Ella thinks that her mother has been misled by calumnious reports and she learns from neighboring villagers that both Ernest and Frederick were the lovers of Ruth Nelson, a girl from the parish (Burney 2008: 284). Finally, the truth is discovered and Philip Nelson confesses the crime (Burney 2008: 355-9). Ernest is a conventional lover whose feelings are rarely revealed to readers. For

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Clark, Ernest and Ella undergo a period of suffering and self-alienation and could be seen as “scapegoat figures, taking sins upon themselves, enacting guilt on their own bodies” (Clark 2008: xxv).

6. Conclusion

Sarah Harriet portrays heroes as mirror-images of heroines. Both suffer isolation and oppression and marriage does not guarantee them a happy ending. There is some evolution in Sarah Harriet‟s imperfect heroes who have both virtues and flaws and are a vehicle with which the author expresses her disapproval of the idealized image of the perfect romantic hero that dominated the novels of her predecessors and contemporaries. Though the hero and the heroine share many similarities, this does not imply that feminist vindications and critique are left apart. On the contrary, other “doublings” and parallel situations also recur reinforcing the need to reform patriarchy. In this way, novels usually contain another amorous subplot (the young couple Mary and William in Geraldine Fauconberg, Annabel and William Hampden in Traits of Nature or the love story of Jane and Mr. Lloyd in Country Neighbours). In this analysis it is clear that social forces interfere with the achievement of long-term happiness. Sarah Harriet demonstrates that models of masculinity –including family expectations, status, education and the disposition of property– were damaging to individual men, to women and to society as a whole.

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7. References

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DORIS LESSING’S THE GRASS IS SINGING: AN APOLOGY OF THE RHODHESIAN SOCIETY AS A POSTCOLONIAL PSYCHOSOCIAL DRAMA1 Juan José Varela Tembra2

Abstract: Doris Lessing, one of the most significant postcolonial writers, made her debut as a novelist with The Grass Is Singing (1950). The novel examines the relationship between Mary Turner, a white farmer‟s wife, and her black African servant in Rhodesia (now Zimbabwe) during the 1940s. The novel does not only deal with racial politics between whites and blacks, but also explores feminist issues. Moreover, the description of Mary Turner merits closer examination on account of Lessing‟s incomparable depictions of the female psyche in the midst of restrictions imposed by gender, race and class. Core themes of the novel include a failed marriage, the sexual obsessions mainly on the part of whites, and the fear of black power and revenge which still pervade today while the British Colonial past is only a memory. Key words: Rhodesia, feminism, racism, colonialism, postcolonial, social issues. Título en Español: The Grass Is Singing de Doris Lessing: una apología de la sociedad de Rodesia como drama postcolonial psicosocial Resumen: Una de las escritoras poscoloniales más relevantes, Doris Lessing, comenzó su carrera como novelista con The Grass Is Singing (1950). La novela examina la relación entre María Turner, esposa de un granjero blanco y su sirviente negro africano en Rodesia, actual Zimbabue, durante la década de los años 40 del pasado siglo. La novela no sólo trata de la política racial entre blancos y negros, sino también explora temas feministas. La descripción que Lessing nos proporciona de Mary Turner aporta una perspectiva única, un examen detenido de la psique femenina en medio de situaciones de raza, sexo y problemática social. Los motivos internos de la novela nos muestran una temática en torno a un matrimonio fracasado, la obsesión por la sexualidad, mayoritariamente por parte de los blancos, y el miedo al poder negro y a la venganza; algo todavía muy válido en la actualidad cuando el pasado colonial británico sólo permanece como un legado. Palabras clave: Rodesia, feminismo, racismo, colonialismo, postcolonialismo, temas sociales.

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Date of reception: 26/08/2013 Date of acceptance: 21/11/2013 Teacher-Tutor, Departmento de Lenguas Modernas y Lingüística, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Centro Asociado de A Coruña, Spain;  juavarela@a-coruna.uned.es 2

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The plot of The Grass Is Singing is relatively simple. We are told at the beginning that Mary Turner, the wife of a farmer, has been killed by a house boy, that the murderer is caught, and that he admitted the crime. After extensively telling of the distress, even nervous breakdown, of the husband, Dick, Lessing stresses the responses of two others, Charlie Slatter, a neighbour, and Tony Masrton, an utopian twenty-yearold and recent newcomer from England who had been working in Turner plantation for only a short time. Following this initial chapter, Lessing goes back to Mary Turner‟s childhood, and tells of a woman‟s gradual acceptance of an isolated, unmarried life, of her desperate acceptance of marriage at the age of thirty, of her subsequent adjustment to life on a desolate and unprofitable farm, her brutal treatment of natives, the complete mental and economic deterioration both she and her husband experience, the sale of the family business, and her final murder. At the heart of The Grass Is Singing is the whirlwind of race, the struggle that the female psyche of Mary Turner faces in accepting the blacks as human beings, not as equals, but merely as human. To this end various unwritten laws of colonial Africa that are frequently mentioned in the novel serve as convenient support for an arrogant kind of exclusivism. So rigid were the laws regarding black-white contact that a black man could not even ride the same car as the corpse of a white man: one could not put a black man close to a white woman, even though she was dead, and murdered by him (1950: 28). Thus the black becomes the constant, the invariable, the epitome of crime and violence (29); with the whites having behind them the police, the tribunals, the prisons, all the locals can strive is some more patience. Even the black police men are not permitted to touch a white man in the pursuit of their duties (13). As a whole, the whites loathe [the natives] to the point of neurosis (92) which ultimately causes the murder of the white lady, Mary. The whites are so certain about the necessity and rightness of their treatment of the blacks that newcomers to the country are immediately made aware of the difference between England and Rhodesia (20-21). Tony Marston at first thought only in such

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abstractions (226), holding “the conventionally „progressive‟ ideas about colour, the superficial progressive of the idealist that seldom survives a conflict with self-interest” (226). Hence he frequently started discussion with established white settlers on miscegenation, only to have his “progressiveness” deliciously flattered by this evidence of white ruling class hypocrisy (230). Following Mary‟s murder, he “Would do his best to forget the knowledge, for to live with colour bar in all its nuances and implications means closing one‟s mind to many things, if one intends to remain an accepted member of society” (30). Tony soon realizes that “Moses would be hanged in any case, for “he had committed a murder, that fact remained. Did he intend to go on fighting in the dark for the sake of a principle? And if so, which principle?” (31). It is thus no surprise that Marston is a broken man. Although we are not told what Marston‟s behaviour henceforth is like, we can predict fairly safely, on the basis of Lessing‟s discussion on Africa on her return visit, what is reasonable to take place:

Time again it was said to me, either jubilantly or with regret, “If you want to see the natives badly treated, then you should see the people just out from Britain: they are worse than anyone, much worse than the old Rhodesians.” And “We thought that a big influx of immigrants from Britain would strengthen liberal opinion, but not a bit of it. (95)

Thus Marston‟s understanding of the situation depicted in the novel is for him to see:

“White civilization” fighting to defend itself … implicit in the attitude of Charlie Slatter and the Sergeant, “white civilization” which will never, never admit that a white person, and most particularly, a white woman, can have a human relationship, whether for good or for evil, with a black person. For once it admits that, it crashes and nothing can save it. (30)

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However, Mary Turner, as a native Southern Rhodesian, has none of this analytical perspective on the racial problem. Before she came to Dick Turner‟s farm, she had never had any direct contact with natives, but had developed a code of behaviour toward them just as the native had toward her. This established code seems to be a further indication of the natives‟ nature. Mary, of course, had previously known that natives were getting rude but it meant nothing to her. Now though she is trying to teach the natives about the dignity of work (140) she hates their physical vitality and suggestion of raw fertility and virility. The subjection of the feminine self starts when Mary begins fearing Moses, the native house boy, from the outset of his stay in the house (174-75), and when gradually but inexorably Moses becomes Mary‟s master in ways she dare not admit consciously to herself. When she breaks down emotionally (185), she is aware of Moses‟ presence, and before long realizes that a new relationship between them is taking place. This bizarre subjection was so prevailing that:

She felt helplessly in his power. Yet there was no reason why she should. Never ceasing for one moment to be conscious of his presence about the house, or standing silently at the back against the wall in the sun, her feeling was one of a strong and irrational fear, a deep uneasiness, and even-though this she did not know, would have died rather than acknowledge – of some dark attraction. It was as though the act of weeping before him had been an act of resignation of her authority; and he had refused to hand it back. Several times the quick rebukes had come to her lips, and she had seen him look at her deliberately, not accepting it, but challenging her. Only once, when he had really forgotten to do something and was in the wrong, had he worn his old attitude of black submissiveness. Then he accepted, because he was at fault. And now she begins to avoid him. … And she was held in balance, not knowing what this new tension was that she could not break down. (190-91)

Moses, stands as a representative of the blacks as well as a symbol of patriarchal society creates a horror in the feminine psyche and starts calling Mary “madame” instead of the usual “miss”, but “almost he was never disrespectful, he forced her, now to treat her a human being” (192). He even dares to touch her:

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He put out his hand reluctantly, loathes to touch her, the sacrosanct white woman, and pushed her by shoulder; she felt her gently propelled across the room towards the bedroom. It was like a nightmare where one is powerless against horror: the touch of this black man‟s hand on her shoulder filled her with nausea; she had never, not once in her whole life, touched the flesh of a native. (186)

A new relationship between them is born; the power this new relationship reflects becomes increasingly malevolent, and repeatedly in the final pages of the novel, Moses‟ very presence in the house leads Charlie, Dick, and especially Tony to express fear of Moses‟ arrogant behaviour and the possibility of violence occurring. Moses knows that Tony is the only white with whom he must contend, for he knows Dick had been defeated long before. Rather than to escape, though, Moses ponders the house and Mary‟s body after the murder:

And this was his final moment of triumph, a moment so perfect and complete that it took the urgency from thoughts of escape, leaving him indifferent. … Though what thoughts of regret, or pity, or perhaps even wounded human affection were compounded with the satisfaction of his compounded with satisfaction of his completed revenge, it is impossible to say. (255-56)

Thus Moses achieves his revenge. He considers Mary as a representative of the whites. Yet ironically while protesting the White or colonial subjection, he has subjected somebody from the opposite sex. He dares to target a masculine partner and Mary becomes the victim. He chooses Mary not only because she is white, but also because she is female, supposedly the weaker sex. While doing so, Moses allows the white in power to show him as a practical example that the black are not fit to be treated as human, since the black man … will thieve, rape, murder, if given a half chance (29). The very same treatment she receives from her husband makes her aware of the failure of their relationship. She sometimes cannot tolerate him realizing that Dick expects a great deal from her: “„You expect a lot from me, don‟t you?‟ On the brink of disaster, she pulled herself up, but could not stop completely, and after a hesitation went

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on, „You expect such a lot! You expect me to live like a pokey little place of yours‟” (95). Sometimes with an uncertain struggle to create her feminine individuality, she protests like a true feminist. Failing to abide Dick, she speaks “In a new voice for her, a voice she had never used before her life. … It was not the voice of Mary, the individual … but the voice of the suffering female, who wanted to show her husband she just would not be treated like that” (96). Throughout her life Mary had been isolated, both in fact and in feeling, and this isolation had created in her a feeling of non-involvement in the lives and feelings of others that she calls “freedom”. This “freedom”, however, is not at all akin to the sense in which this term is used by the feminists and the female protagonists of Lessing‟s later fictions, for the “freedom” Mary Turner claims for herself is considerably less viable and carefully reasoned that it is for the feminists or Lessing‟s later central characters. Her real freedom, she believes, comes only after her parents‟ death, for then she is unhindered from her personal pursuit, although even then her innate fear of involvement can be seen; for although she is “free”, she is not free at this time to enter into others‟ lives. Traditionally, marriage is considered to be the final destiny for women. Mary, who is different from Martha in Children of Violence Series, does not experience much parental restriction, although she is almost forced into marriage by society. She had an unhappy and disturbing childhood because of her drunkard father who would constantly torture her mother. She spent the most part of her girlhood in a boarding school; free from any subservience, but then a turning point comes in her life when she overhears her intimate friends discussing her age and marriage. She is horrified to hear them commenting that there is “something missing somewhere” (42) in her, just because she, not yet thirty, is still unwedded. This little incident leaves a profound impact on Mary. She was thrown completely off her balance because some gossiping women had said she ought to get married (46). The tension in her life as a single woman begins here, and she is made to search hysterically for a husband, despite her intense aversion for marriage. She comes

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across a widower of fifty-five with half-grown children. His proposal is unthinkingly accepted by Mary, but once when that man tries to kiss her, she comes out from the house into the night and weeps bitterly. This incident becomes the talk of the town. At that crisis, she comes across Dick Turner, an ambitious farmer whom she meets by chance at the cinema and decides to marry, despite their different backgrounds, tastes and ambitions. The only common point between the two is that both of them are eager to marry. The marriage, however, turns out to be a failure as Mary leaves her home and considers the life of a single woman and as a short of consequence she is not taken back in her office as she has lost most of her attractiveness. Roberta Rubenstein rightly observes that The Grass is Singing “concerns about social, economic and political structures, with being female in a conventional man‟s world” (Rubenstein 1979: 17). Dick follows Mary and takes her back to his home. However, Mary fails to return to her independent and tension-free past which she had enjoyed before marriage. Even after her marriage, she still attempts to emulate the vague feminism she inherited from her mother:

The women who marry Dick learn sooner or later that there are two things they can do: they can drive themselves mad, tear themselves into pieces in storms of futile anger and rebellion; or they can hold themselves tight and go bitter. Mary with the memory of her own mother recurring more and more frequently, like an older, sardonic double of herself walking beside her, followed the course her upbringing made inevitable. (Lessing 1950: 110)

The sarcasm of Mary‟s condition, as the prior quotation suggests, is that she begins her exile on the firm completely embittered, only in the last years before her death rebelling against her husband and her class and race, and finally being torn apart as a consequence of her unwise behaviour. Mary‟s unwillingness to enter fully into the realm of the personal is clear in her attitude toward and reaction against sexuality. Although romantic at weddings, she throughout her life feels a “profound distaste for sex. … There had been little privacy in

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her home and there were things that she did not care to remember; she had taken good care to forget them years ago” (46). When she does wed Dick, she feels, following her deflowering on the wedding night, that:

It was not so bad … when it was all over: not as bad as that. It meant nothing to her, nothing at all. Expecting outrage and imposition, she was relieved to find she felt nothing. She was able maternally to bestow the gift of herself on this humble stranger, and remain untouched. Women have an extraordinary ability to withdraw from sexual relationship, to immunize themselves against it, in such a way that their men can be left feeling let down and insulted without having anything tangible to complain of. Mary did not have to learn this, because it was natural to her, and because she had expected nothing in the first place. (66-67)

But although Mary finds the idea of normal sexual relations with Dick repulsive, both her subconscious, expressed through dreams and her psychotic state towards the end of her life demonstrate the extent to which an abnormal or unusual sexual manifestation is desired. Loneliness, suffering and frustration in marriage sometimes cause disintegration and make some women even schizophrenic as Mary in Lessing‟s The Grass is Singing. The novel is a poignant portrayal of Mary‟s disintegration and death because of her unhappy marriage. Mary, an independent, poised and amiable woman who disdains the very idea of marriage, is hastened into wedlock, after the malicious remarks made by her own friends who conform to the view that marriage is “the sole justification of her (a woman‟s) existence” (de Beauvoir 1952: 446). In Mary‟s case, it is not the enviousness, jealousy or cruelty of a man but mismatching which is responsible for the tragedy. After a hurried courtship, before they could understand and know the likes and dislikes of each other, Mary marries Dick who also needs her solely to fight his own loneliness. Loneliness is the only common point between the two, who have otherwise different pasts, different experiences and different backgrounds. While Mary “loved the town, felt safe there” (Lessing 1950: 46), Dick detests the town-culture. Being a countryman, he loves spending most of his time on his homestead. After marriage also,

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Dick remains busy in his farm work going in the morning, returning late in the evening and retiring to bed immediately after supper. The sexual relationship of Mary and Dick is not very satisfactory from the beginning. While Dick unpurposely makes her a “sexual object by idealizing her, Mary can only accept him when he approaches her passively. Then falling back to him in a victim-like way expecting abuse and intrusion, she was comforted to find she felt nothing” (Rubenstein 1979: 19). Thereby sex does not even draw them any closer, rather it divides them. Mary realizes that motherhood can give her some happiness and fulfilment, and at one stage she talks to Dick about having a child but Dick refuses on account of his poverty, which in fact is caused largely by his own failures and stubbornness. Now Mary tries to find meaning in her life by sewing, stitching and mending as if “fine embroidery would save her life” (Lessing 1950: 65). The gulf between the two, however, keeps on widening and in their lonely home “they were stunned, unfulfilled figures” (Sarvan 1979: 537). Marriage closes doors for any career as well. The woman who was once admired and loved by the society is disqualified because of her sloppy appearance and unpolished manners. She comes back and ultimately resigns herself to the traditional role of a woman. Lessing makes her The Grass Is Singing a study of the decay of a marriage between ill-matched couples who live on a poverty-stricken, incompetently managed farm on the Rhodesian veldt. The sexlessness of their marriage is a parallel to the impotence of Sir Clifford Chatterly, but it has its roots in poverty and deprivation rather than in industrialism and false liberalism. The black houseboy who becomes the Mellors intruding on this relationship is ambiguously regarded by the white woman. He brings destruction instead of rebirth; it is not destruction of a cleansing Lawrentian kind, but the violent culmination of a long, demoralizing process. Yet the peculiar compulsion which the houseboy exerts over the white woman is intensely Lawrentian; and the scene in which the woman accidentally comes upon him when he is washing himself is clearly derived from Lady Chatter. The breaking of the “formal pattern of black-and-white, mistress-and-servant” by the “personal relation” – against all the racial instincts of the women – is also reminiscent of the way in which Mellors, simply by being what he is,

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breaks through the class barrier which Connie instinctively raises between them (Draper 1964: 172-173). Lessing describes the book as being a “very driven book, I mean, there isn‟t much „hope‟ in it.” She says further that there isn‟t any advance from Moses to a native leader quoted in The Golden Notebook, Tom Mathlong: “forgive me, but why should there be?” Similarly there is no real parallel between Mary Turner and Doris Lessing‟s other female protagonists, all of whom do achieve a certain degree of “freedom” in their lives, and who explore meaningfully the various “commitments” open to them in the modern world. Mary Turner, by contrast, denies herself such commitments, thus making of her life a sterile, empty existence, symbolized not only by her childlessness but also by the wasteland in which she lives. Doris Lessing‟s strength lies in the exploration of psychological conflicts within individuals in the book. For instance, merely knowing that Moses is the murderer says nothing about the forces at work in and on him that lead him to commit murder. Lessing‟s inexorable chronicling of the injustices and humiliations and dehumanized treatments received by the natives enables us to see the “why” behind the killing, just as her persistent probing into Mary Turner‟s thinking and reactions enables us to see the unthinking mentality of an entire way of life laid bare. Even though the whites who survive Mary see her death as an example to support their blind thinking about the blacks, to the reader the book takes on more of an allegorical or mythical quality, on a very limited scale, suggesting to us that such persistent refusal to accept the blacks as fully human only results in genocide. That is why Lessing‟s portray of Mary Turner, may seem two-dimensional at times, demanding a closer examination because of the unique perspective Lessing brings to bear on the female psyche. Mary Turner is far less complicated than her protagonists in the Children of Violence series and The Golden Notebook, but Mary shares with them a persistent critical attitude and analysis, an obsessive concern about female sexuality, a self-conscious concern about freedom in an essentially masculine world, and a slight awareness, abortive though it may seem in comparison with the later

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novels, with the racial dichotomy existing in colonial Africa. As a first novel, the book certainly contains examples of thinking and technique that a more experienced writer, such as Lessing herself in some recent years, would prefer to change, but it is regardless an appreciably unique first novel, particularly because it contains within itself the seeds of ideas explored more openly and fully in the series of novels about Martha Quest and The Golden Notebook.

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ENTRE RETICENCIA E INSISTENCIA: LA REVOLUCIÓN SEXUAL INACABADA DE DORIS LESSING EN THE GOLDEN NOTEBOOK1 Francisco José Cortés Vieco2

Resumen: Entre dolor y placer, demencia y recuperación mental, The Golden Notebook de Doris Lessing es un compendio enciclopédico y literario sobre la introspección psicológica, la autonomía asertiva con fines reivindicativos, la despenalización ideológica y la desmitificación artística de la sexualidad femenina en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XX. No obstante, esta obra polifónica y poliédrica se debate entre su empuje pionero como panacea de la Revolución Sexual en este período y su reserva al proclamar el hito histórico de la equiparación de los derechos civiles, fisiológicos y emocionales de la mujer contemporánea con respecto a los del hombre. Palabras clave: sexualidad, mujer, hombre, amor, coito, liberación, dependencia, locura. Title in English: Between Reluctance and Insistence. The Incomplete Sexual Revolution in The Golden Notebook by Doris Lessing Abstract: Ranging from pain to pleasure, madness to mental recovery, British writer Doris Lessing‟s The Golden Notebook is an encyclopaedic, literary compendium regarding women‟s psychological introspection, self-assertion, and search for validation, ideological decriminalization and aesthetic demythologizing of female sexuality in post-war England. Nevertheless, this polyphonic, polyhedral novel struggles between its decisive impetus towards the 1960s Sexual Revolution, and the author‟s alleged reluctance to proclaim –by comparison with the powerful position of men– the historical landmark of women‟s egalitarian rights in terms of social status, bodily enjoyment, emotional fulfilment and independence. Key words: sexuality, woman, man, love, coitus, emancipation, dependence, madness.

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Fecha de recepción: 26/09/2013 Fecha de aceptación: 21/11/2013 Profesor Asociado, Departamento de Filología Inglesa, Universidad Autónoma de Madrid, España;  francisco.cortes@uam.es. 2

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1. Introducción

Desde tiempos inmemoriales, la regulación de la definición ontológica, la anatomía, la conducta y los roles sociales de la mujer, así como de sus procesos cognitivos, mentales y afectivos, ha sido un pilar fundacional de la arquitectura patriarcal con el fin de anestesiar y someter a la población femenina con el consiguiente beneficio utilitario para sus instituciones y miembros masculinos. La sexualidad3 ha sido, sin duda, la esfera de su patrimonio genético y humano más reglamentada y ahogada por ideologías hegemónicas con intensidad misógina a lo largo de nuestra historia. Ya en el siglo XX, existen teorías científicas que indican que la supresión de la libido de la mujer constituye un fenómeno cultural asentado sobre dos hipótesis nulas: su menor deseo erótico y el alto coste del coito para ella por la amenaza del embarazo 4 (Baumeistery Twenge 2002: 167). Además, ambas integrarían el discurso normativo del hombre que encubre su inseguridad generada por la multiplicidad orgásmica de su compañera, quien demandaría un mayor número de encuentros genitales entre ambos (2002: 169). No obstante, la mujer también decidiría restringir su disponibilidad sexual para obtener mayores ganancias y un mejor trato por parte de su pareja (2002: 171). Bajo el paraguas del movimiento feminista para la obtención de la igualdad de derechos sociopolíticos de la mujer en relación a los del hombre, el período histórico de la llamada Revolución Sexual, entre la década de los sesenta y los ochenta del siglo XX en Europa y América, abogará por la permisividad y la normalización del control y el disfrute de la sexualidad femenina contra la ancestral extirpación quirúrgica de su deseo erótico y su placer corporal por una medicina y una psiquiatría en manos de creadores varones: científicos y facultativos. Michel Foucault resaltará la desaceleración en la represión de las relaciones pre- y extramatrimoniales, a la par con la eliminación parcial de la condena a las perversiones sexuales durante el siglo pasado (1976: 115). A su vez, 3

Sexualidad nace como vocablo en el siglo XIX y se vincula con el desarrollo de diversos campos del conocimiento y normas sancionadas por instituciones médicas, pedagógicas, religiosas y judiciales sobre la conducta, deberes, placeres, sentimientos, sensaciones y sueños del individuo (Foucault 1984: 3-4). 4 Para mayor fluidez del discurso, opto por traducir al castellano las citas procedentes de fuentes secundarias. Sin embargo, aquéllas que pertenezcan a fuentes primarias permanecerán en inglés.

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amparada por la solución clínica de los métodos anticonceptivos y por la relajación de contracturas morales y religiosas, la mujer accederá gradualmente al mundo laboral y a la educación universitaria, lo cual favorecerá a la libre circulación de su deseo sexual, que será manifiestamente ilustrado en una literatura con manufactura propia desde la segunda mitad del siglo XX. Este producto cultural no sólo cuestionará la doble moral imperante en la sociedad del momento, detectará sus incurables tumores y reflejará los hitos paulatinamente logrados por la mujer en el curso de su interacción con la realidad cotidiana, sino que también conectará el desorden psíquico con su cuerpo y explorará la multiplicidad de la sexualidad más allá de la genitalidad. Sin embargo, continuará padeciendo el influjo masculino sobre su experiencia como mujer y escritora. En el panorama académico y literario de Reino Unido y los Estados Unidos en esta época, la irrupción de la libido femenina será legitimada por los ensayos feministas de Simone de Beauvoir, Betty Friedan y Kate Millett, la publicación de Lady Chatterley‟s Lover de D. H. Lawrence tras una larga censura por sus explícitas escenas de adulterio, o la osada prosa de Henry Miller, Vladimir Nabokov, Anaïs Nin y Doris Lessing.

2. La embrionaria proposición sexual de Doris Lessing

Sin desmerecer las tentativas artísticas de las corrientes matrilíneas y sororales de sus predecesoras desde el siglo XIX –Kate Chopin, Edith Wharton o Virginia Woolf–, la prosa revolucionaria y corrosiva de la escritora británica Doris Lessing (1919-2013), Premio Nobel de Literatura en 2007, será pionera al no sólo aproximarse, sino asaltar y poseerla narrativa de la sexualidad femenina con plenas facultades y derechos. Hasta entonces, esta temática era un fortín artístico casi virgen, no acotado, dilatado y aún en vías de liberación desde manos masculinas. Gracias a ella, la mujer gobernará esta conquista y la entenderá como fenómeno global que integraría aspectos biológicos, sociales y psicológicos de su vida, tanto en una vertiente subjetiva con ecos intimistas y

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confesionales, como en sus ramificaciones genéricas que mimetizan la experiencia del colectivo femenino en el convulso contexto espaciotemporal de esta autora. Nacida en la antigua Persia, de padres británicos, y criada en Rodesia, hoy Zimbabue, Doris Lessing desembarcó con treinta años en Inglaterra en 1949 como militante de izquierdas, mujer independiente y separada con un hijo, fruto de su segundo matrimonio. Si bien su debut literario bajo los auspicios de Martha Quest –su heroína autobiográfica de la pentalogía The Children of Violence– se nutre de sus vivencias en África, sus obras posteriores de corte experimental durante los sesenta no se encerrarán en el microcosmos de la inmigrante que choca contra la madre patria, aunque sí sugerirán análogas sensaciones de extranjería, exclusión y beligerancia sufridas por la mujer anglosajona en su hábitat natural. De hecho, la crónica de su evolución narrativa en esta década –anterior y coetánea a la Revolución Sexual y la lucha feminista por la igualdad entre sexos– indaga en la salud mental y el placer corporal de personajes femeninos inmersos –como ella– en esta misma vorágine cultural, que es antesala del mundo contemporáneo. Por un lado, su prosa transcurrirá en paralelo al movimiento de la antipsiquiatría de Dr. Laing5, quien diagnosticará que la esquizofrenia es una respuesta coherente y curativa a los complejos imperativos de la vida moderna (Showalter 1985: 238). Por otro, dialogará con la denuncia sociológica de la activista estadounidense Betty Friedan quien, en The Feminine Mystique (1963), asedia al reinante mito domesticidad de la feliz ama de casa de posguerra que vive en los suburbios de grandes urbes, digna heredera del ángel del hogar6 victoriano. Para propiciar la erupción textual de la sexualidad desde la conciencia femenina la pluma de Doris Lessing, analizaré su obra The Golden Notebook (1962) dentro de su contexto histórico y el conjunto de su corpus literario7. Denominaré esta temática paracultural al situarse adyacente a la Inglaterra de posguerra como anexo periférico de 5

Con Divided Self (1960) y Sanity, Madness, and the Family (1964) de gran éxito en los sesenta, Dr. R. D. Laing abandera la antipsiquiatría que critica las opresoras prácticas clínicas de los sanatorios mentales. 6 Término derivado del poema The Angel in the House (1854) del artista Coventry Patmore como epítome del ideal de feminidad victoriana que asigna a la mujer preceptivos roles de domesticidad. 7 The Golden Notebook dialogaría, en especial, con The Four-Gated City (1969), último volumen de la pentalogía The Children of Violence, que aborda la emancipación sexual de su heroína, además de reflejar una visión apocalíptica del futuro desde la locura y sucesos sociopolíticos del presente histórico.

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embrionaria emancipación de la mujer para cruzar tabús ideológicos, lograr su plenitud orgásmica y su integración oficial como ciudadana de primera clase en la sociedad. Sin embargo, se encontrará todavía en tangencia con el continuismo androcentrista que persiste impune en las relaciones asimétricas entre los dos sexos durante esta misma época. Si bien el trastorno psicológico es el eje fundacional de esta creación literaria, optaré por la exploración en el tratamiento –no secundario– de la sexualidad femenina. La pluralidad estética y estilística de The Golden Notebook –(auto) biografía, novela, sucesión de historias cortas, periodismo, documental, crítica literaria y propaganda política– se aúna a su disgregado material enciclopédico y sinfonía coral para diseccionar estados emocionales, preocupaciones sociopolíticas y acontecimientos del siglo XX: la huella física y psíquica de la reciente Segunda Guerra Mundial, el desmembramiento del comunismo y el nacimiento de la New Left, la lucha de sexos, los conflictos entre padres e hijos, tensiones coloniales y raciales. Además sobrevolará por el proceso literario desde su gestación hasta su recepción, pasando por el llamado bloqueo creativo del autor. Asimismo, Doris Lessing abrirá la caja de Pandora a una prosa en torno a la sexualidad femenina –ya incontenible y torrencial–, que distorsiona los coletazos del aún vigente sustrato patriarcal de misoginia y puritanismo anacrónico en el pensamiento occidental. Para ello, reflejará el aprendizaje de unas heroínas que (sobre/con) viven con su realidad biológica, comparten sus vivencias amatorias con el lector y amadrinan la satisfacción de su libido ante sus amantes masculinos mediante acciones, descripciones y diálogos con explícito contenido erótico. No recurrirá a la tradición literaria de metáforas y símbolos equívocos para referirse a esta temática que aún se consideraba un tácito veto artístico. Por un lado, The Golden Notebook irritará a intelectuales del Establishment porque expresaría el resentimiento sexual y social de Doris Lessing hacia los hombres, a los que “rechaza y manipula” (Burguess 1967: 122). Por otro, su publicación será crucial para consolidar la segunda ola de feminismo en los sesenta (Greene 1994: 19). Será celebrada por simpatizantes que definirán esta obra como “el primer tampax de la literatura universal” (Du Plessis 1980: 10). Pese a convertirse en vademécum de este movimiento, la propia autora advertirá en su prefacio que, sin dejar de apoyar esta causa ni querer perjudicarla, la locura –no la guerra entre

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sexos– es el tema principal de una novela que no debería catalogarse como “trompeta del feminismo” (1972: 8). El intrincado esqueleto estructural y argumental de The Golden Notebook es la historia corta llamada “Free Women” con narradora omnisciente. Se divide en cinco partes y está protagonizada por Anna Wulf. Con más de treinta años, esta heroína es una mujer divorciada que emigró desde África a Inglaterra acompañada de su hija pequeña Janet tras la Segunda Guerra Mundial. Escritora que padece el bloqueo creativo, el éxito de su única obra publicada, Frontiers of War, garantiza su independencia económica. Vive en Londres junto a su amiga Molly, también separada y con un hijo adolescente. Ambas son activistas comunistas y pacientes de psicoterapia. Las cuatro primeras secciones de este relato se fraccionan en cuatro cuadernos escritos en primera persona8durante los años cincuenta. Abarcan facetas diferenciadas –incluso disociadas y contradictorias– de la subjetividad y la realidad externa de Anna Wulf: el negro sobre sus crónicas africanas y su carrera literaria en la capital británica; el rojo sobre su afiliación y posterior desilusión con el partido comunista; el amarillo como manuscrito de su novela no editada The Shadow of the Third en torno a las aventuras sexuales y amorosas de Ella –su heroína autobiográfica–; y el azul sobre aspectos de su vida cotidiana y sus propios desengaños sentimentales. Antes de finalizar la quinta parte de su historia, reemplazará estos diarios fronterizos por otro aglutinante y de color dorado con varios fines terapéuticos: retomar la escritura y propulsar un giro en su vida para reunificar los fragmentos de su Yo quebrado y su experiencia dividida con anterioridad en cuatro compartimentos. En este artículo, me limitaré a desgranar la temática de la sexualidad femenina contenida principalmente en el diario amarillo, así como en pasajes del azul y el relato corto dentro de The Golden Notebook.

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La excepción será el cuaderno amarillo, el único que está escrito en tercera persona.

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3. La mujer habla de/ experimenta con el sexo

Doris Lessing retratará a Anna y Molly como paradigmas de mujeres liberadas, aunque aún cautivas dentro de un contexto para-cultural aún poco halagüeño. Demostrarán que existe vida tras el divorcio y que disfrutan del coito sin cumplir su primigenia misión reproductiva. Pero ambas rivalizan con la figura oficial, inamovible y casta de la esposa a quien sus maridos nunca abandonarán, aunque escapen furtivamente del hogar para evacuar sus instintos eróticos gracias a deseables y disponibles sustitutas como las dos heroínas. Si para ellas libre expresa su independencia financiera y la elección de sus relaciones sentimentales, este término define su promiscuidad para los hombres y les habilita a tratar a sus queridas sin respeto, honestidad ni ternura (Spencer 1973: 253). Las protagonistas de Free Women romperán tabúes y conseguirán dialogar sobre sexo con Richard, exmarido de Molly, obsesionado por satisfacer su placer genital: “There‟s one problema you haven‟t got –it‟s a purely physical one. How to get an erection with a woman you‟ve been married to fifteen years?” (Lessing 1962: 48). Hastiado por la rutina conyugal, encadenará affaires con sus jóvenes secretarias bajo el axioma de que cuanto más numerosos y recientes sean estos escarceos, mayor goce le proporcionarán. Anna y Molly le reprocharán su indiferencia con respecto al daño psíquico infligido a su segunda esposa, Marion. Le definirán como egoísta porque alentó su romance con otro hombre y después la sedujo al saber que estaba a punto de abandonarle. Pero, ante todo, la amiga de su exmujer aprovechará esta ocasión para burlarse con ironía de los comentarios despectivos de Richard en relación con su aspecto físico, ya que estarían fundados en la negativa de la joven a engrosar su lista de conquistas: “He said: Anna, you should take more care of yourself, you‟re looking ten years older than you should, you are getting positively wizened. So I said, But Richard, if I‟d said to you, Oh yes, do come into bed, at this very moment you‟d be saying how beautiful I was” (1962: 60). Sin embargo, esta fortaleza dialéctica difiere de su fragilidad emocional –a solas, con su cuaderno azul–, cuando intenta asimilar el abandono de su amante Michael y suturar la herida psíquica abierta por éste.

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Plasmado en esta obra, el pesimismo de Doris Lessing relativo al éxito de la causa feminista surge de su convicción de que el libre acceso y el usufructo de la mujer a su propia sexualidad desinhibida no entrañan su emancipación del hombre y la sociedad. Pese a la apología de la autonomía femenina, el inicial fervor comunista y la devoción maternal de Anna, el amor heterosexual hacia un señor casado será el único motor de su vida: “I don‟t care a damn about politics or philosophy or anything else, all I care about is that Michael should turn in the dark and put his face against my breasts” (Lessing 1962: 271). Su pronóstico reservado será el latente peligro de la pérdida de su propia identidad y su dependencia autodestructiva del hombre. De hecho, la autora de The Golden Notebook diagnosticará la rabia de su heroína por no llevar una vida convencional, y desvelará su sueño romántico: una relación monógama, no necesariamente bendecida por una boda, con un compañero protector, cariñoso y fiel. Pero sus relaciones amorosas amalgamarán emociones contrapuestas: desde resentimiento, odio y pánico ante la previsible deserción de su amante, hasta idolatría, servilismo y satisfacción sexual. Anna revelará que la primera vez que alcanzó el orgasmo fue de la mano de Michael tras su infeliz matrimonio con Max. Con éste último, el coito únicamente cumplió con su función tradicional de procrear y nutrió sus temores de ser frígida por la mutua incompatibilidad entre ellos. Mediante Frontiers of War, su best-seller en un contexto bélico, africano y autobiográfico, su heroína relata el episodio en el que su marido conoce su infidelidad con un amigo de la pareja –plausible causa de su fracaso conyugal– que quedará paradójicamente grabado en su memoria como único recuerdo de sexo marital: “The only time I could remember him making love to me with any conviction was when he knew I had just made love to someone else […] We never forgave each other for it… So a „sexless‟ relationship was ended finally, by sex” (Lessing 1962: 148). Será fundamentalmente en el cuaderno amarillo donde Doris Lessing, a través de su ejecutora Anna Wulf, exponga el universo amoroso y erótico del álter ego de ésta última: Ella. De este modo, desnudará zonas más íntimas –erógenas y dolorosas– de ellas tres como mujeres reales o ficticias. Numerosas obras de la literatura femenina del siglo XX obedecen a la confrontación de sus creadoras con traumas propios para

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esconder o exhibir tintes autobiográficos. Al acuñar el concepto de escritoterapia, Suzette Henke señala que el acto de transcribir su propia vida contiene un potencial curativo para su autora (2000: xv). Esta estrategia literaria actuaría como costura que sutura fisuras originadas por traumatismos físicos y psíquicos sufridos en primera persona. Por consiguiente, canalizaría la expresión manuscrita del sufrimiento, crisis emocionales, episodios de transgresión y victimización verbalmente impronunciables gracias a la máscara de la ficción, que operaría como espacio protector de repetición para que la escritora pueda separarse de la heroína creada y del lector anónimo al que se dirige (2000: xviii-xix). Ella, divorciada y con un hijo pequeño, trabaja en una revista femenina y escribe una novela sobre el suicidio. Conocerá y se enamorará del psiquiatra Paul Tanner, otro hombre casado. Pese a admitir su insensibilidad física y su caparazón de autocontrol para evitar el dolor psíquico que prevé ante su inminente ruptura con Michael, Anna instrumentalizará a su criatura inventada para dar rienda suelta a su paroxismo emocional y prepararse para ser, en breve, abandonada (Brooks 1973: 105). En un extremo, Ella personificaría su necesidad psicológica de estabilidad sentimental con un único hombre y su fantasía romántica de hallar el amor verdadero. En el otro, Paul deduce que su nueva conquista debe ser tan promiscua como él al pertenecer a su misógina acepción de la mujer libre, mientras le invita a renovar una cita amatoria: “„So you‟ll be free tonight, Ella‟. „What do you mean, free?‟ „Oh… for your other boyfriends, you‟ve been neglecting them, haven‟t you?‟” (Lessing 1962: 189). Al igual que otros personajes masculinos adúlteros y oportunistas en la obra, este psiquiatra de mediana edad se resiste al cambio de estado civil –casado–, y a dar una oportunidad a su amante. Como secuela del trauma de la reciente guerra y de forma descontextualizada, Doris Lessing enlazaría esta aparente frialdad sentimental y la común despreocupación del hombre moderno con el miedo latente al conflicto armado de quien evita atar lazos emocionales con el prójimo, ya que se arriesga a perder después a sus seres queridos. De la misma manera que su creadora Anna, Ella confesará a su amiga Julia haber experimentado por primera vez el placer sexual en brazos de Paul y nunca con su exmarido. Durante su primer coito, llegará a superar su puritanismo y aversión hacia su propia anatomía femenina, la cual visualiza, acepta y aprecia gracias al experto donjuán:

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“She laughed, without hurt, because the way his hand lay on her flesh told her he liked her as she was. And she liked herself, naked. […] Often she had wanted to be different, had longed to be larger, fuller, rounder, „more of a woman‟, but the way his hand touched her cancelled all that and she was happy” (Lessing 1962: 182-183). Esta sensación de plenitud física contrasta con su depresión post-coital y el perpetuo estado de ansiedad ante cada nuevo rendez-vous con su amado. Ventrílocua de Anna y Doris Lessing, será Ella quien articule la máxima hipocrática sobre la sexualidad femenina en The Golden Notebook que se sustenta en una comunión indisoluble entre instinto sexual y amor que encadena a la mujer a su dependencia emocional del hombre: “Free, we say, yet the truth is they get erections when they‟re with a woman they don‟t give a damn about, but we don‟t have an orgasm unless we love him. What‟s free about that?” (1962: 404). Frente a esta visión ginocentrista de continuum entre libido y sentimiento, estos dos factores permanecen desmembrados en una versión masculina que se acercaría al concepto de pornografía de Susan Griffin: “la conducta del hombre que cosifica a su compañera como materia sin alma que sólo desea poseer físicamente” (1981: 3). La novela participaría en el controvertido debate de la sexología del siglo XX sobre el epicentro del genuino placer femenino: la vagina o el clítoris9. La narradora del cuaderno amarillo desvela que Ella alcanza el clímax sexual mediante la penetración durante su primer coito con Paul: “She immediately experienced orgasm. Vaginal orgasm, that is. And she could not have experienced it if she had not loved him. It is the orgasm that is created by the man‟s need for a woman, and his confidence in that need” (Lessing 1962: 200). En contraposición, su amante preferirá experimentar con la estimulación erógena de su vulva: “(He) began to rely on manipulating her externally, on giving Ella clitoral orgasms. Very exciting. Yet there was always a part of her that resented it. Because she felt that the fact he wanted to, was an expression of his instinctive desire not to commit himself to her” (1962: 200). Según Judith Gardiner, la heterosexualidad se expresa como innata y natural en esta obra, siendo el clímax vaginal la única verdad de la biología femenina (1989: 150). La protagonista de The Shadow of 9

En los cincuenta, el sexólogo norteamericano Alfred Kinsey aseverará que el clítoris es el epicentro de la respuesta sexual femenina, por lo que la satisfacción por vía vaginal sería sólo psicológica y una consecuencia más de construcciones masculinas y freudianas sobre el cuerpo y la mente de la mujer.

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the Third lo celebrará al considerar que se trata de la condición sine qua non para sentirse mujer –física y psíquicamente–, a la vez que deseada por el hombre. De este modo, obviará que sólo es el corolario de su preceptiva aculturación a la ideología patriarcal que defiende la superioridad del placer corporal suministrado por la vía fálica en detrimento de variantes erógenas (auto) inducidas. Sin cotejar evidencias científicas, Ella rechazará la excitación de sus genitals externos: “There is only one real female orgasm and that is when a man, from the whole of his need and desire takes a woman and wants all her response” (Lessing 1962: 200). La cópula –adictiva para mujeres libres con ella– será la no-incógnita en su mente que resuelva la ecuación matemática sobre la libido femenina: adicionar penetración y amor. Imprecisa, define el placer alcanzado gracias a esta vía coital de la mano de Paul: “Emotion and nothing else… is a dissolving in a vague, dark generalized sensation like beings wirled in a warm whirlpool” (1962: 200). Esta nebulosidad semántica de Ella obedecería a su meditación previa sobre la sexualidad. Mientras que se teoriza como racional, mecánica y prosaica en una exégesis masculina, se atesoraría como joya incognoscible e ininteligible en otra femenina, ya que residiría en el universo prelingüístico, virgen y subjetivo de la mujer:

The difficulty of writing about sex, for women, is that sex is best when not thought about, not analysed. Women deliberately choose not to think about technical sex. They get irritable when men talk technically, it‟s out of self-preservation: they want to preserve the spontaneous emotion that is essential for their satisfaction. Sex is essentially emotional for women. (1962: 199)

La manipulación y autoritarismo de Paul conseguirán anular la personalidad de Ella, así como ahondar en su dependencia afectiva durante los cinco años que dura este affaire. Él se mostrará tanto celoso ante la infundada amenaza de otros pretendientes como posesivo al boicotear sus facetas como profesional y madre. Introduciéndose en una dinámica masoquista, la heroína no sólo será el tercer vértice del triángulo amoroso en el cual Muriel –la esposa de su amante– es la monomanía obsesiva de su mente, sino que también ensayará con la infidelidad al acostarse con un compañero de trabajo. Sin perseguir vengarse de Paul, pretenderá experimentar en primera persona con el sexo sin

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amor o masculino conforme a su propia nomenclatura. Concluirá que sólo disfruta de su cuerpo cuando está enamorada de un único hombre. Aunque su infatuación inicial no se verá perturbada con el transcurso del tiempo, el psiquiatra sí se resentirá de las pretensiones de compromiso de la heroína tras desvanecerse la lujuria de los primeros meses de relación ilícita: “He…delivered this blow: „But Ella, you‟re my mistress, not my wife. Why do you want me to share all the serious business of life with you?‟ Ella was angry. „Every night you lie in my bed and tell me everything, I am your wife‟. As she said it, she knew she was signing the warrant for the end” (Lessing 1962: 197-198). Por un lado, los personajes masculinos de la autora perpetúan clichés misóginos que trazan la tradicional línea divisoria entre esposa angelical y amante diabólica. Por otro, los femeninos persiguen hombres verdaderos en peligro de extinción, porque deben ser románticos y caballeros a la antigua usanza, aunque simultáneamente complacientes y deferentes con peticiones feministas contemporáneas. Sumergidos en este conflicto de género, un salomónico Paul no sólo rechazará casarse con la heroína, sino que la abandonará tanto a ella como a su mujer oficial cuando escapa para trabajar en Nigeria. Como apógrafo de la desolación y el vacío de Anna tras su ruptura con Michael, Ella se transfigurará sentimentalmente en satélite extraviado que perdió su centro planetario y, sexualmente, padecerá la ablación de su goce sexual, sólo saciable por vía vaginal, no onanista. Dicha insatisfacción se traduce, además, en sustracción identitaria como mujer: “She had never, since he had left her, been able to achieve a vaginal orgasm; she was able to reach the sharp violence of the exterior orgasm, her hand becoming Paul‟s hand, mourning as she did so, the loss of her real self” (Lessing 1962: 277). De hecho, la novelista impondría el precepto de la heterosexualidad al declarar que la masturbación y el lesbianismo son sus sucedáneos, cuya práctica degenera en repugnancia y odio hacia sí misma (Wilson 1982: 65). Pese a alcanzar el orgasmo con autonomía excitando su clítoris, el autoerotismo acentúa la aversión de la heroína hacia los hombres como colectivo al constatar su adicción sexual a su antiguo amante. Sin embargo, sólo recordará su engaño, nunca sensaciones placenteras vividas junto a él:

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She begins to suffer torments of sexual desire […] She cannot sleep, she masturbates, to accompaniment of fantasies of hatred about men. Paul has vanished completely: she has lost the warm strong man of her experience, and can only remember a cynical betrayer. She suffers sex desire in a vacuum. She is acutely humiliated, thinking that this means she is dependent on men for „having sex‟, for „being serviced‟, for „being satisfied‟. (Lessing 1962: 401)

Posteriormente, Ella tendrá citas amatorias esporádicas y poco reconstituyentes con varios individuos, que resquebrajarán su máxima hipocrática sobre la sexualidad femenina, aunque confirmen su dependencia de Paul. Se enfurecerá consigo misma al tomar la iniciativa de acostarse con Cy y al comprender que, sin estar enamorada, su cuerpo responde con voluptuosidad: “When he laid his large White hand on her arm, she felt her breast slift and sting. Her thighs were wet. But she had nothing in common with him […]. This man was a healthy savage” (Lessing 1962: 288). Pese a ello, cosechará exclusivamente frustración sexual debido a la eyaculación precoz de este americano. Por otro, se indignará por todo lo contrario: su diestro amante canadiense defenderá que los actos sexuales de calidad que le brinda deberían ser suficiente aliciente que sustente su relación: “She realices that he really does not understand what is the matter with what he offers her. He has a large penis; he is „good in bed‟. And that‟s it” (1962: 403). Durante este periplo, Ella investigará inconscientemente cuestiones sociológicas en torno al antagonismo entre los dos sexos. Primero, su jefe abogará por una jerarquía de género, no sólo profesional, al insinuar que si no acepta convertirse en su concubina, él encontrará otra candidata gracias al excedente de mujeres –desde solteras a divorciadas– que solicitan su compañía por el simple hecho de estar casado y tener una buena posición socioeconómica. Segundo, la joven relatará a Julia que los hombres atribuyen a las mujeres libres como ellas una absoluta disponibilidad sexual para serles infiel a sus esposas: “It‟s enough that their wives should go away for them to change their voices and they seem to think you‟re going to fall over yourself to get into bed” (Lessing 1962: 398). A este diálogo se añadiría la comicidad de opinar que la erección

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masculina se materializaría al fantasear con ellas dos como lesbianas10en un ménage à trois. Y tercero, explorará la genealogía de la traición conyugal cuando interroga a su padre sobre su matrimonio con su madre ya fallecida. Descubrirá que, en vez de haberle enseñado artes amatorias para satisfacer juntos sus deseos, prefirió comprar los servicios de prostitutas. De este modo, la heroína descubrirá una nueva dimensión mercantilista del sexo, tan utilitaria y distante como la actitud de sus amantes hacia ella misma. Saltando al cuaderno azul, Anna concluye que su felicidad nunca será plena por la falta de reconciliación entre sus papeles de madre y amante –dilema que vampiriza su energía vital y resquebraja su equilibrio psíquico. La responsabilidad y cuidado de los hijos recae exclusivamente en la mujer11. Las ineludibles atenciones hacia su hija Janet aportan estabilidad y alejan a la heroína del trastorno mental, pero le forzarán a abortar, muy a su pesar, encuentros sexuales con un Michael poco paciente y muy evasivo. Pese a resignarse a que su amante nunca dejará a su esposa para casarse con ella, disfruta mimándole y cocinando para él. Se angustiará cuando le arroja reflexiones sobre su duradera compatibilidad carnal, que camuflan envenenados dardos que apuntan a su progresivo distanciamiento emocional y cifran el mensaje que anunciará su inminente ruptura: “„If we have nothing else in common, we have sex‟. Whenever he says this, …I feel the pit of my stomach go cold; it is the total rejection of me… and there is a great distance between us” (Lessing 1962: 302). No se sorprenderá cuando acaba su romance, que sería tan convencional como el matrimonio al descansar ambos en la dominación masculina y la sumisión femenina. Para luchar contra el trauma generado, Anna intentará convencerse a sí misma de que está pagando un precio caro –aunque lógico– por disfrutar de su emancipación sexual, pero cae igualmente en la apatía y la depresión sin que el psicoanálisis surta los efectos balsámicos deseados. Las alternativas que se perfilan ante ella son: el colapso mental –que dilata–, el suicidio –que no se materializa– , y la lucha por la supervivencia que, al igual que en el caso de Ella, sólo otro hombre – transfigurado en el amor verdadero– garantizaría. A partir de este momento, las

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The Golden Notebook ni siquiera sugiere que Ella y Julia puedan mantener encuentros lésbicos. Richard ilustra el prototipo de hombre que descuida sus deberes como padre, pero que responsabiliza a su exmujer, Molly, y a su actual esposa, Marion, de la desatención y fracaso en la educación de sus hijos. 11

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confesiones de Anna concatenarán las perversiones sádicas de una legión miscelánea de personajes masculinos acomplejados y caricaturescos12 y, sobre todo, de Saul Green. Este escritor estadounidense se instalará como inquilino en casa de la heroína cuando su hija deja de ser un obstáculo amatorio al empezar a estudiar en un internado. Vivirán un tormentoso y tóxico affaire que acelerará el declive psíquico de Anna por culpa de dos factores: enamorarse de él y los episodios psicóticos de este hombre que infectan su ya deteriorada salud mental. Al estar soltero, su nuevo amante fracturaría el omnipresente triángulo amoroso de la obra entre el adúltero, su esposa y la mujer libre. Sin embargo, al sentirse encarcelada emocionalmente durante largas horas de espera, la protagonista espiará los diarios de Saul mientras aguarda su regreso, y descubrirá que le es igualmente infiel cuando lee su descomunal repertorio de furtivos escarceos sexuales. Será en materia erótica donde la relación es más perjudicial para el equilibrio psíquico de Anna. Primero, se tortura al saber que su amante no desea acostarse con ella: “I was ashamed that I cared more for his not wanting to sleep with me…, than his liking me” (Lessing 1962: 501). Segundo, aprenderá a practicar juntos una nueva y destructiva modalidad del coito con el intercambio recíproco de brutalidad y odio13: “When we quarrel, we hate each other, then sex comes out of the hate. It‟s a hard violent sex, like nothing I‟ve known before” (1962: 502). Y tercero, se agravará su propensión a la fragmentación de su mente con la visualización de otra mujer –sin reconocer ser ella misma–, mientras Saul decide unilateralmente hacerle el amor tras uno de sus frecuentes altercados: “He came into my room and made love to me. It wasn‟t real love-making, he had decided he would make love. The creature inside me who is the woman in love was not implicated, refused to be lied to” (1962: 491). De hecho, la escisión patógena de su personalidad dividida entre la mujer independiente y el ama de casa subyugada a sus irreconciliables roles de madre y amante degeneran en alteridad esquizoide. Ofreciendo amor y sólo recibiendo dolor a cambio, Anna se 12

Al igual que Ella y Paul son los dobles de Anna y Michael, se hallaría una similar sucesión de amantes de la primera en la vida de la segunda –la real y creadora–, aunque sean evocados con otros nombres. 13 En su definición del erotismo como la parte integrante de la sexualidad humana dotada de lenguaje y en las antípodas de la reproducción, Georges Bataille sostiene que la violencia es su dominio (2011: 16), en consonancia con la agresividad de Saul que infecta su relación sentimental con Anna.

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someterá a la dimensión pornográfica de la sexualidad masculina y, con ello, su masoquismo se agudizará. Se resignará al engaño al temer la soledad. De hecho, la presencia contendiente de Saul resultará menos insoportable que sus frecuentes ausencias. Cuando su affaire se tambalea, este inquilino le hará daño al reconocer que disfruta siendo hombre en una sociedad donde la mujer es considerada como ciudadana de segunda clase, y sentencia que la heroína es una mujer tradicional debajo de su fachada de solvencia económica y prodigalidad sexual: “You‟re a real domestic woman, you ough tto be married to a nice settled husband somewhere” (1962: 498). Esta afirmación encubriría el pesimismo de Lessing respecto a la no-liberación del género femenino debido a sus persistentes fantasías monógamas ya su dependencia emocional de hombres, aún misóginos, egoístas y déspotas. Sin embargo, Anna iniciará su recuperación psicológica al tomar conciencia de que su pareja es nociva para su salud mental y de que necesita desembarazarse de sus ocupaciones indeseadas como sirvienta, camarada, confidente, terapeuta y madre –más que amante ardiente y apetecible–, que consiente los coqueteos sexuales de Saul con mujeres rivales. Pero será él mismo quien propicie su rehabilitación psicológica y social. Le exhorta a no redactar en sus diarios cuánto le odia por culpa de sus infidelidades, sino a reconstruir su personalidad y experiencia personal –antes fragmentada y dispersa–, a través del último cuaderno: el dorado. Con anterioridad a marcharse, alentará a la heroína a retomar su carrera literaria para superar su bloqueo creativo. Recíprocamente, se brindarán la primera línea de sus futuras novelas. La paradoja narrativa es que el regalo del estadounidense sea el primer párrafo de Free Women I con el que Anna comenzó a redactar el conjunto de la obra: “The two women were alone in the London flat” (Lessing 1962: 25), referido a ella misma y a Molly. La última sección de esta historia corta separada en cinco partes simbolizará la reconciliación de la protagonista con el género masculino al imaginar, desde las enseñanzas del anterior diario dorado, su último flirt con un hombre14. Aprenderá que la ruptura sentimental es, de nuevo, ineludible pero, esta vez, no será tan traumática.

14

Free Women V no esclarece si este hombre es el nuevo amante de Anna o el doble inventado de Saul.

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Asimismo, dicha quinta sección será el epílogo que clausure el conjunto de The Golden Notebook: la integración de sus heroínas en la sociedad sin que, por el contrario, hayan resuelto las tribulaciones de su vida amorosa y sexual. Molly se casará de nuevo para asegurar su bienestar económico, mientras que Anna desterrará sueños de estabilidad amorosa y vetará que Frontiers of War sea adaptada al cine por el Establishment. Optará por la actividad profesional en busca de la autorrealización personal y el alivio de la catarsis mental. En lugar de perseverar en la literatura –peligrosa por su inclinación introspectiva–, se reinsertará al mundo laboral y se dedicará oficialmente al prójimo –no oficiosamente a un sólo hombre– como trabajadora social que orienta a jóvenes delincuentes y consejera matrimonial afiliada al partido laboralista. Toda la novela enaltecerá la solidaridad femenina como terapia de grupo para cicatrizar las heridas psicológicas infligidas por el hombre. Su última línea: “The two women kissed and separated” (Lessing 1962: 576) demostrará que el alejamiento físico –temporal o definitivo– de estas dos amigas al escoger rumbos distintos no entrañará el divorcio afectivo entre ellas, en contraste con el común desenlace hostil del romance heterosexual. Sin embargo, también aparecerán mujeres contrincantes en The Golden Notebook. Frente a la esposa y otras jóvenes solteras, Doris Lessing no retratará a Anna/Ella como figura paradigmática de la feminista autosuficiente y empoderada, sino como la amante o la Otra quien, tras su fracaso matrimonial, cree erróneamente ser soberana de su mente y cuerpo. Aunque satisfaga su libido con plenitud, supere remordimientos puritanos al acostarse con hombres casados o sea ella misma infiel, perpetúa el (ana) crónico arquetipo de víctima o mujer caída por culpa de su sumisión y subordinación emocional ante un hombre que, egoístamente, tortura a su compañera con su explotación sexual, manipulación psicológica y el castigo de su huida final. Pese a ello, la autora monitorizará sus cambios y evolución hacia el autoconocimiento y la aceptación de sí misma. Este proceso estará plagado de altibajos, retrocesos, descensos en la neurosis y obsesiones del pasado, pero también de valentía para compaginar todos sus papeles (Durán 2000: 104). En definitiva, Doris Lessing abrazaría la idea de que la vida es una carrera de fondo donde su heroína suele perder, pero debe ganar en fortaleza mental como requisito previo para explorar territorios nuevos hacia una futura plenitud

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sexual y emocional; no para reconquistar otros ya conocidos que pronosticarían reincidentes reverberaciones de un pasado traumático.

4. La exploración escatológica del cuerpo femenino

Muchas lectoras reconocerán haber vivido experiencias sexuales y sensaciones orgánicas que serían análogas a las leídas en The Golden Notebook y que, por primera vez, se expresarán narrativamente desde un soberano punto de vista femenino: diálogos, acciones, meditaciones y descripciones sobre la anatomía del hombre y la mujer, o sobre encuentros eróticos satisfactorios y decepcionantes. Esta obra transgredirá, asimismo, tabúes al reproducir aspectos biológicos y escatológicos que impactarán al público y la crítica. Dicha dimensión fisiológica cobrará una gran envergadura dentro de su conjunto de la narrativa de Lessing no por ser soez, coloquial y heterodoxa, amoral y desconocida para la condición humana, sino porque nunca antes fue relatada de forma explícita en la literatura y, aún menos, por una mujer. Para aproximarse a la intimidad femenina, la novelista británica romperá con siglos de silencio artístico al redactar las reflexiones de Anna en torno a la menstruación, suceso cotidiano y casi intrascendente, aunque chocante textualmente porque, hasta entonces, sólo se había sugerido mediante tropos y símbolos identificados por la crítica literaria feminista. Con claridad gráfica y bajo el mismo modus operandi mensual, la heroína actúa al percibir la hemorragia del periodo, cuya llegada imprevista considera inoportuna. Conforme al adoctrinamiento educativo del reinante discurso científico, asocia este fenómeno natural con alteraciones nerviosas y cambios de estado anímico: “I stuff my vagina with the tampon of cottonwool […] If I had not noticed my period had started, I would not be feeling nearly so irritable” (Lessing 1962: 303). No sólo admitirá la molestia física y emocional de este trance periódico inherente a la anatomía femenina y que condiciona su vida adulta, sino que igualmente confesará la repugnancia que le causa el olor de la sangre

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menstrual15. En cambio, preferirá sensaciones olfativas producidas por otras secreciones orgánicas vinculadas tanto al cuerpo de la mujer como al del hombre: “I don‟t mind my own immediate lavatory smells; I like the smell of sex, of sweat, of skin, or hair. But the faintly dubious, essentially stale smell of menstrual blood, I hate […] Yet for two days I have to deal with this thing from outside –a bad smell, emanating from me” (1962: 304). Según avanza The Golden Notebook, la descripción de sus genitales y las náuseas sobrevenidas por los procesos biológicos de su sexo diagnosticarían el empeoramiento de su cuadro clínico. Confirmarían una disociación entre su mente y sus atributos femeninos, o, por el contrario, su cordura al rebelarse contra imposiciones naturales que, aunque manipuladas para celebrar el cariz falocentrista de la sociedad patriarcal, coartan su libertad personal como individuo: “I realized my body was distasteful to me […] My wet sticky centre seemed disgusting, and when I saw my breasts all I could think of was how they were when they were full of milk, and instead of this being pleasurable, it was revolting” (1962: 532). El informe detallado de los coitos, orgasmos, periodos o síntomas del trastorno mental de Anna no ilustrarían la llamada Écriture Féminine16, focalizada en el cuerpo de la mujer, al no contribuir a afianzar su empoderamiento, sino a su anulación a través del lenguaje (Krouse 2006: 44). Pese a ello, la novela de Doris Lessing saltará de la singularidad en la introspección psicológica de su heroína hasta la representatividad con respecto a la colectividad a la hora de reflejar la conciencia y vivencias de un gran porcentaje de población femenina en un marco espacio-temporal determinado. Estas mujeres se sentirían identificadas, por un lado, con los personajes secundarios dela obra: Molly y Marion. Y por otro, con Anna Wulf: sus concomitantes papeles sociales – madre, divorciada, militante, amante o profesional–, su doble de ficción –Ella–, o sus múltiples personalidades, fruto de su trastorno esquizoide. Mediante esta pléyade de desafinadas voces polifónicas, Lessing sostendría que, esté soltera, casada o separada, la situación afectiva y sexual de la mujer en la segunda mitad del siglo XX no difiere

15

Para resaltar los prejuicios patriarcales en torno a la menstruación en la historia, Bataille la define como tabú de la sexualidad humana y manifestación de su violencia que genera una mancha (2011: 56). 16 Corriente de la teoría feminista francesa de la segunda mitad del siglo XX que aboga por la transcripción textual del cuerpo de la mujer y sus diferencias biológicas con respecto al hombre.

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sustancialmente en relación a su estatus público, y que ésta tiende a encauzarse hacia vías neuróticas y autodestructivas17. En consonancia, las confidencias entre Marion y Anna delataría su envidia mutua: la primera ansía la autonomía de la segunda, mientras que ésta última desea la seguridad y confort de la pareja de Richard. En definitiva, una y otra no serían más figuras antagónicas, sino dos siluetas que se reflejan en un mismo espejo, pese a su enfrentamiento ideológico, social y literario por imperativo masculino.

5. Conclusión

Para Simone de Beauvoir erradicar la dependencia económica de la mujer no es suficiente para garantizar la igualdad de género, únicamente alcanzable mediante cambios culturales, sociales y morales de gran calado (1949: 645). Novelista, autobiógrafa, historiadora, periodista, filósofa, politóloga y sibila, Doris Lessing madurará una literatura exploratoria que revele la identidad femenina. Su prosa estará embellecida por iridiscentes tonalidades ideológicas de los años sesenta del siglo XX, entre su renegada apología del feminismo y su pesimismo sobre la condición humana; pero estará igualmente minada por vacilaciones y contradicciones poderosamente artísticas y desmitificadoras. Apoyándose como escritora en estructuras formales y temáticas posmodernas –la fragmentación, la polifonía o la heterogeneidad–, desaparecerían también los márgenes entre realidad y ficción que separan a Doris Lessing de sus dos criaturas de escalonada ficcionalidad: Anna y Ella. Al unísono, las tres sugerirán que la libre experimentación con la sexualidad femenina no se correlaciona todavía con otra más amplia, ambiciosa y placentera –la de género–, en el contexto espaciotemporal de la Inglaterra de posguerra. Si bien una trayectoria textual positiva dentro de su obra avanza hacia la democratización de la libido de la mujer y su regenerativa integración social con su acceso a la vida laboral, ésta cohabita con otra negativa. La satisfacción sexual sólo por vía coital y un romanticismo (im) propio para 17

La historia corta de Lessing “To Room Nineteen” (1963) profundiza en aspectos sexuales y afectivos de una esposa casada, asediada como Anna Wulf por la locura y la dependencia emocional del hombre.

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militantes feministas, que degenera en victimización y sometimiento, evidenciarían el persistente influjo de la sociedad patriarcal y la primacía masculina. No obstante, la temática de la sexualidad femenina será un vaso comunicante con las inquietudes de Doris Lessing, quien coronaría a The Golden Notebook como acto terapéutico o vomipurgante para ella misma y la globalidad de la población femenina. Nuestra mirada retrospectiva desde 2013, el año de su fallecimiento, no sólo invita al homenaje a esta eminente escritora británica, sino también a la inequívoca conclusión de que su corpus literario –en especial la canónica obra explorada en este artículo– contribuirá, a su pesar o no, a la paulatina normalización de las relaciones entre ambos sexos dentro del marco del inacabado reconocimiento de los derechos civiles de la mujer durante la segunda mitad del siglo XX, mediante la visibilidad textual de procesos biológicos, cognitivos y emocionales de su soma y psique (ir) reconciliadas.

6. Referencias bibliográficas

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Gardiner, Judith Kegan. 1989. Rhys, Stead, Lessing, and the Politics of Empathy. Bloomington & Indianapolis, IN: Indiana University Press. Greene, Gayle. 1994. Doris Lessing: The Poetics of Change. Ann Arbor, MI: University of Michigan Press. Griffin, Susan. 1981. Pornography and Silence: Culture‟s Revenge against Nature. New York: Harper & Row. Henke, Suzette A. 2000. Shattered Subjects: Trauma and Testimony in Women‟s LifeWriting. New York: St. Martin‟s Press. Krouse, Tonya. 2006. “Freedom as Effacement in The Golden Notebook: Theorizing Pleasure, Subjectivity, and Authority”. Journal of Modern Literature 29, III: 3956.

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ENTREVISTA A LUCÍA MARTÍNEZ ODRIOZOLA, PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN VASCA DE PERIODISTAS1 Diana Rivero Santamarina2

“Los medios de comunicación deberían establecer sistemas objetivables de selección del personal”3

Lucía Martínez Odriozola, nacida en Getxo en 1958, formó parte de la primera promoción de Periodismo de la Universidad del País Vasco en 1983. Una década después se incorporaba a la plantilla docente del Departamento de Periodismo II, donde imparte las asignaturas Géneros Informativos y Reporterismo. Durante dos mandatos formó parte del equipo decanal de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea. Se define a sí misma como feminista y periodista. En su currículo se comprueba cómo ambas facetas han marcado su trayectoria profesional y vital. Presidenta de la Asociación Vasca de Periodistas desde 2006, ha realizado en su seno una ardua labor para concienciar sobre la responsabilidad social de los medios en la construcción de la igualdad. Comprometida con su profesión y con el principio de igualdad, ha sido Coordinadora de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género y fue vicepresidenta primera de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), coincidiendo con la primera presidencia de una mujer en la Federación, Magis Iglesias.

1

Fecha de recepción: 14/07/2013 Fecha de aceptación: 16/07/2013 Profesora Ayudante, Departamento de Periodismo II, Universidad del País Vasco, Bilbao, España;  diana. rivero@ehu.es. 3 El estudio sobre la situación de las periodistas en el País Vasco indica que ellas se licencian más y que se encajan menos en el mercado laboral 2

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Fundadora de la revista Pikara magazine. Actualmente, también imparte conferencias en distintas Escuelas de Empoderamiento de Bizkaia y realiza colaboraciones con el diario El Correo. La entrevista se realiza a partir de la finalización del estudio: “La situación profesional de las periodistas en los principales medios de comunicación del País Vasco”. Este trabajo investigador ha consistido en recopilar datos de licenciadas y licenciados en Periodismo por la Universidad de El País Vasco en la última década. Posteriormente, se procedió al estudio de la composición de los tres estamentos – redacción, mandos intermedios y órganos directivos– de los principales medios de comunicación del País Vasco4. Una vez obtenidos los datos cuantitativos, se formaron tres grupos de discusión para proceder al análisis y valoración de los resultados. El primer grupo lo integraron mujeres periodistas que actualmente se encuentran fuera del mercado laboral periodístico; el segundo, mujeres y hombres periodistas en activo, con una trayectoria profesional superior a diez años; y el tercero, mujeres y hombres periodistas en activo, con menos de diez años en la profesión.

Según datos del estudio referido en el párrafo anterior, el 66% de las licenciadas en Periodismo son mujeres, sin embargo el 66% de la plantilla de las redacción está constituida por hombres. Pese a esta realidad, ninguna persona en los grupos de discusión mencionó la desigualdad de oportunidades como un problema de la profesión periodística. ¿Qué se puede hacer para que la igualdad sea percibida como una cuestión sobre la que merece la pena insistir? Hay que contrarrestar esa idea, porque no es cierta y, además, es injusta. Hay que preparar a las y los jóvenes estudiantes para afrontar esa situación, es decir, enseñarles a identificarla para que puedan minimizar sus efectos. Aquí hay dos cuestiones. Por un lado, las estudiantes de Periodismo, conscientes de que se les requerirá algo más, continúan su formación. Quizá ellos como no tienen

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esa conciencia de que van a encontrar obstáculos en el acceso a la profesión, no refuerzan ni prolongan la etapa de formación. La otra cuestión es la que se refiere a por qué ellos llegan más a las redacciones: porque los sistemas de selección están totalmente masculinizados. Es el personal de la propia redacción, a través de los jefes, el que establece quién accede a la redacción, quién prospera en la jerarquía de la empresa. Y en este sentido, ellos tienen unas claves en las que las mujeres se manejan peor. Además, ellos muestran una clara predilección por elegirse a sí mismos.

En los tres grupos, pese a sus diferencias sociolaborales, se identificó la maternidad como el mayor obstáculo para el acceso de las mujeres a los medios de comunicación con vinculación contractual. ¿Cómo lo valoras? En estos años de democracia y de lucha por la igualdad se están intentando alcanzar cotas de mayor justicia, pero no se logran. Es más, cada año, no solo no mejora esta situación sino que, por el contrario, empeora. La maternidad afecta a algo que se desarrolla en el ámbito de las decisiones personales, íntimas, ligadas a la felicidad y a la familia. Y, además, como sociedad nos va mucho en ello, por lo tanto, lo que tenemos que hacer es implantar leyes que les obliguen a ellos a tomarse una licencia para la crianza. Hay que legislar. Hay un momento en el que la mujer está físicamente implicada y que pueden ser las dos últimas semanas del embarazo, el parto y la recuperación, pero a partir de ahí la licencia para el cuidado puede recaer sobre el padre. Estamos viendo como los países de Europa en los que se han alcanzado mayores cotas de igualdad, las leyes obligan a los hombres a coger su licencia. En el caso español, en el que tiene que elegir uno de los dos progenitores, elige mayoritariamente la mujer. Los casos en los que es el padre se acoge a la licencia de paternidad no llegan al 5%. Debería ser obligatorio que ambos se repartiesen el tiempo de la licencia, por ejemplo, dos meses para cada uno.

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Si uno de los dos decidiese no beneficiarse de la licencia para la crianza, ¿se perdería o se cedería? No se trata de perder o ceder la licencia para la crianza, porque podría haber empresas que presionasen para provocar una renuncia a ésta. Se tiene que coger para que no pese sobre nadie como un nubarrón, ni cierto ni incierto. Así, el miedo a perder el empleo que experimentan algunas mujeres al quedar embarazadas estaría injustificado.

Es un miedo que tenemos porque hemos asumido que habrá trabas a la maternidad…. Sí, y además está teniendo unas repercusiones notables sobre el índice natalidad. En el País Vasco, por ejemplo, actualmente no garantizamos el relevo generacional con nuestro índice de natalidad. No nos reproducimos lo suficiente.

Algunas periodistas participantes comentaron, incluso, que cuando pedían derechos relativos a la maternidad, se las tildaba de “feministas” como una forma de ofender. ¿Cómo valoras que desde algunos medios de comunicación utilicen estas técnicas? Me parece que esto debería haberse erradicado a principios del siglo XIX. El hecho de que alguien desprecie el feminismo es un síntoma clarísimo de machismo, a ellos nadie les dice: “ya está el machista este con lo de siempre”. Me parece que los sindicatos deberían tomárse este asunto muy en serio. Lo que ocurre es que la sindicación en los medios de comunicación es muy baja y, la verdad, siempre parecen tener prioridades más importantes que lograr la igualdad. Debería existir una corriente dentro de las redacciones que suprimiese toda manifestación machista, porque es crucial que los pensamientos contrarios a los derechos humanos no se expresen públicamente.

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Los datos de la investigación muestran que el número de mujeres en radio y televisión es más equilibrado. Las y los participantes consideran que se debe a la tiranía de la imagen, es decir, a la idea de que para triunfar hay que ser guapa. Pero, además, esa belleza hace que se cuestione la valía de las mujeres como si su físico fuera su único mérito. ¿Esto preocupa a la profesión? Este sería claramente el caso de Sara Carbonero. En primer lugar, hay que dejar claro que una mujer por muy guapa que sea no prospera si no tiene talento. Primero va el talento, si bien es cierto que el talento se reconoce antes en aquellas mujeres que son más bellas. En la televisión esto pasa de forma llamativa, y nos podemos encontrar que forman equipo una mujer muy guapa con un hombre objetivamente feo.

Hay muchos hombres que si fuesen mujeres no estarían ahí… Evidentemente, sin ninguna duda, porque no responden a los cánones de belleza. Las periodistas en televisión tienen que tener talento y además ser bellas dentro de unos cánones muy determinados, con un físico y una edad concretos. Una mujer tiene que ser atractiva y joven. Estamos viendo que aquellas mujeres que no son jóvenes sólo prosperan en las televisiones públicas. Y además sobre ellas siempre pesa la amenaza de que “vendrá una joven y me quitará el trabajo”.

¿Qué se puede hacer para que no se produzca? Esto es una isla en el mundo. En el resto de los países, los periodistas de referencia suelen ser gente de edad. En España no. En la televisión estadounidense es muy común encontrarse a personas de setenta años al frente de los informativos. Y sucede lo mismo en los países europeos, donde no se valoran tanto ni la belleza ni la juventud.

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En una entrevista mantenida en el marco de esta investigación, el 14 de septiembre de 2011, con el entonces Subsecretario de Estado para la Promoción del Empleo en Igualdad comentaba la intervención de los poderes públicos en una cuestión tan subjetiva… Quizá no deba producirse una intervención pública, pero sí una intervención sindical o ciudadana.

¿La creación de un observatorio del funcionamiento interno de medios actuaría como elemento disuasorio de estas prácticas? Yo creo que no surtiría efecto porque tenemos una sociedad extraordinariamente amnésica, de un día para otro se nos han olvidado cosas importantísimas. Hemos comprobado que la autorregulación en España no ha dado resultado. Ha habido muchos intentos de que las empresas se autorregulen, desde organismos de rango autonómico, como el consejo audiovisual de Cataluña o de Andalucía, y han dado dudosos resultados. Claro ejemplo de ello son las sentencias de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología de la FAPE, que son muy interesantes pero no de obligado cumplimiento. Las empresas, sobre todo la televisión, se mueven por unos objetivos muy distintos a los de la profesión periodística y para conseguirlos pasan por encima de cualquier cosa.

EITB, radiotelevisión pública vasca, publicó en su web el organigrama directivo a principios de 2012. A pesar de tener la obligación de respetar la Ley de Igualdad, los porcentajes mostrados eran 80% de hombres y 20% de mujeres. ¿Cómo puede producirse esta situación?

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No es el único ejemplo en el que no se cumple la ley y no pasa absolutamente nada. La mayor parte de los casos en los que se incumple la legislación con impunidad están relacionados con cuestiones de igualdad, pero no solo de igualdad de género, también de igualdad entre razas. De hecho, el racismo es un delito no perseguido. Se puede hacer apología del racismo y nadie interviene hasta que se produce un delito de agresión.

¿Quién vela por el cumplimiento de la Ley de Igualdad? ¿A quién ponemos a cargo del almacén? Ponemos al ladrón a cargo del almacén. Desde luego si quien tiene que vigilar el cumplimiento es el propio organismo autonómico del cual financieramente depende pues… Además, el propio Gobierno también incumple sistemáticamente la Ley de Igualdad. En el momento en el que salimos del Cuadro de Consejeros, observamos que la presencia de mujeres disminuye. Asimismo, se ha de abordar la cuestión de que en cuanto encuentran una disculpa a que las mujeres no quieran acceder a determinados cargos, tiran la toalla. En esos casos, se debe analizar la razón por la cual las mujeres no acceden a ellos, e incidir sobre sus causas, en lugar de resignarse. Porque si verdaderamente tuviésemos que resignarnos a la comisión de delitos, podríamos, por ejemplo, resignarnos a no luchar contra el asesinato. En definitiva, sí, podemos hacer mucho, podemos hacer cumplir la ley.

¿Qué organismo sería el más adecuado para quedarse a cargo del almacén? Yo creo que un Gobierno está concebido para cumplir la ley. Bastaría con que la Consejería de Cultura, en el caso del Gobierno Vasco, quisiera verdaderamente aplicar la ley. Y, si no puede en primera instancia, que analice cuáles son las razones por las que hay tan pocas directoras dentro de EITB e implantar los elementos correctores pertinentes. Se necesita, sobre todo, querer hacerlo.

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Uno de los problemas para el ascenso profesional de las mujeres se deriva de la conciliación. Y es que a las largas jornadas del estilo de vida periodístico se suma el presencialismo. La exdirectora de Emakunde hasta el pasado enero, María Silvestre, sugería la implantación de sistemas objetivos de medición de la productividad. ¿Sería viable? Los medios de comunicación deberían establecer sistemas objetivables de selección del personal. Debería hacer públicos cuáles son exactamente los criterios por los que se elige a una persona por encima de otra. Y no vale perpetuar esa práctica subjetiva de “me ha causado mejor impresión”. Emakunde trabajó en una guía de selección no discriminatoria. Yo lo que sé es que en los medios de comunicación generalistas más importantes del País Vasco esta guía no se aplica. Si la aplicaran, lo harían público. Un buen procedimiento consistiría en objetivar los sistemas de selección con la supervisión y asesoramiento de una persona experta en estas cuestiones. En una redacción se puede saber exactamente el tiempo que cada cual dedica a trabajar. Esto no es una cuestión de opiniones, de que alguien es mejor que alguien. Un jefe se mete en el ordenador de la redacción y sabe la cantidad de horas que ha invertido alguien en un texto, los cambios que ha realizado, el número de primicias que trae y cuántas primeras páginas ha publicado. Se sabe estadísticamente cuántas noticias y de qué extensión publica cada cual. Esto es estadística pura. Y si lo saben, ¿por qué no lo usan con estos objetivos?

Y, ¿medidas que ayudan a la conciliación como el teletrabajo? Cuando se produjo la alerta por la gripe A, desde las redacciones se hicieron planes de quiénes era realmente imprescindible que acudiesen a la redacción y quiénes

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podrían trabajar en iguales condiciones desde casa. Esto permite pensar que el teletrabajo es viable.

Otro problema para la promoción de las mujeres es el espacio de toma de decisiones, que suelen ser espacios informales en los que ellas no están. Por ello, planteamos a las y los participantes como posible solución la implantación del sistema de cuotas. ¿Cuál es tu opinión sobre estas medidas? Es una medida importante, pero no la única. Aquí el machismo y el patriarcado han hecho muy bien su tarea. Miramos muy mal el sistema de cuotas solo cuando éstas favorecen a la mujer. Sin embargo, nos parece normal que haya una cuota sobredimensionada de hombres en muchos espacios. Nada nos hace sospechar que algo debe de haber tras el hecho de que una directiva de diez personas, nueve sean hombres. ¿Qué puede haber detrás, que las mujeres no saben, no pueden, no están preparadas? A mí francamente me cuesta muchísimo pensar que en una sociedad como la actual se pueda sustentar la idea de que si la mujer no llega a determinados sitios es porque no está preparada. Habrá otras razones. Ellos tienen un sistema de cuotas que llevan practicando desde hace siglos y que les beneficia.

¿Cuáles son esas razones? No suele haber problemas cuando la cuota no es limitada, pero cuando lo es, ellos notan que la presencia de la mujer los desplaza, no a todos, solo a aquellos que están menos preparados que las mujeres. La presencia de mujeres muy preparadas desplaza a hombres no preparados. Y ese “quítate tú para ponerme yo” es una cosa que no agrada, por ello atacan el sistema de cuotas. No tienen en cuenta que la mujer para entrar ahí tiene que aportar un plus, que muchos de ellos no aportan casi nunca, y esto les ofende. Por otra parte, las decisiones se toman en espacios informales donde se crean alianzas muy importantes. Sabemos que en aquellas empresas que han sido premiadas

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por su funcionamiento, el sistema de ascenso dentro de la cadena está totalmente objetivado. Cuando esto se aplica, ellas tienen las mismas posibilidades de ascenso que ellos. Y está claro que cuando las mujeres encuentran ese terreno en el que la decisión se toma con el sistema del biombo5, no solo ascienden igual que los hombres, sino que ascienden en mayor medida.

En los grupos se intentaron analizar las consecuencias de una escasa presencia de mujeres en los puestos de decisión. Se ha destacado la falta de visión femenina, así como que las pocas mujeres que acceden a dichos puestos, lo hacen empleando roles masculinizados y así nada cambia. ¿Estás de acuerdo? La gran presencia de mujeres en las redacciones de los medios de comunicación tendría que verse reflejada en los cuadros medios en la misma proporción y, sin embargo, esto no se produce. Cuando una mujer avanza en una redacción es porque asimila los códigos masculinos de ascenso. Como idea a mí me parece extraordinariamente desasosegante el hecho de que o te comportas como ellos o no puedes ascender. Las empresas periodísticas tienen un compromiso social clarísimo y, además, en algunos aspectos ese compromiso lo han ejercido con una gran responsabilidad. Estoy pensando, por ejemplo, en casos de terrorismo. No lo podemos llevar al terreno de la igualdad. Porque ahí es cierto que no se están comportando con el compromiso ético que sería exigible. Deberían hacer una reflexión para intentar ser empresas que respondan a las necesidades y exigencias de su tiempo. La empresa que está muy masculinizada y que incurre en actitudes machistas, pierde un potencial muy importante, el que un 50% de la población puede ofrecer a esa empresa. Esto es muy importante, no solo en relación a la sensibilidad femenina, también en relación a cuestiones que atañen a la calidad, cuanta más gente altamente cualificada emplees, mejor te funcionará la empresa. En la actualidad, el desaprovechar parte del potencial

1 Es un sistema utilizado en conservatorios y orquestas de música para la selección de intérpretes. La audición se realiza tras un biombo y, así, el jurado no sabe el sexo de la persona que evalúa. Este sistema favorece a las mujeres.

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humano de las empresas, afecta a las audiencias, que lo notan y responden. Hay audiencias exigentes que son grandes minorías.

En ninguno de los grupos se ha mencionado la pérdida de talento. ¿A qué puede deberse que no lo perciban? Posiblemente porque no le dan importancia o porque se consideran ellos extraordinariamente talentosos. Lamentablemente, no son conscientes de ello.

Desde los grupos se proponía la integración de personas que trabajen y asesoren en igualdad dentro de los medios … He comprobado que las empresas periodísticas y sus profesionales son extraordinariamente remisos a formarse en otras cuestiones, sobre todo, en aquellas hacia las que previamente hay un ambiente colectivo de desprecio, como puede ser las relacionadas con la igualdad. Las empresas periodísticas se han dotado a sí mismas de asesores económicos, legales o idiomáticos, por ejemplo. Sin embargo, hay otros temas que siendo tan importantes y estando la sociedad tan sensibilizada a ellos no les conceden importancia. Tenemos una redacción cuyo objetivo es hacer las cosas bien, ofrecer a sus audiencias la mejor información posible. Sin embargo, hay cosas en las que se falla reiteradamente. Y se falla una y otra vez sin reflexión previa porque no tienen establecido un canal que les permita detectar que están cometiendo determinados errores. Hay informaciones de primera y de segunda categoría. Hay cuestiones que les parecen más impermeables, que no son de importancia capital.

Desde la asociación, ¿qué se puede hacer? En el País Vasco, tradicionalmente no hay una tendencia al asociacionismo. Es una contradicción porque la sociedad vasca, que dispone de muchos organismos, está

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muy estructurada civilmente. Sin embargo, la profesión periodística no ha demostrado mucho interés en organizarse.

Ahora que se va a crear el Colegio Vasco de Periodistas, ¿qué repercusiones tendrá en este tipo de cuestiones? Un colegio es una organización pública, no un organismo privado como es una asociación. Así que a partir de diciembre, cuando se cree el colegio, tendremos más peso para realizar más cosas que las que se hacen actualmente.

No existe un grupo de mujeres dentro de la asociación, como ocurre en otras comunidades… No ha habido nunca una demanda. En otras organizaciones sí que se ha producido ésta. Como junta tenemos dificultades para cumplir la Ley de Igualdad pero, en nuestro caso, porque la constituimos muchas mujeres. Yo, como presidenta, y las restantes mujeres de la junta, tenemos un compromiso claro en materia de Igualdad. También ellos, no me cabe ninguna duda, y por eso no ha surgido la demanda.

Además, ¿puede ser que el hecho de que las mujeres periodistas reclamen por separado refuerce la idea de que la igualdad solo las compete a ellas? Las redes españolas de periodistas con perspectiva de género son exclusivamente femeninas. Sin embargo, en muchas otras regiones del mundo este tipo de redes la componen mujeres y hombres. Hay sociedades en vías de desarrollo en las que las mujeres tienen que agruparse para realizar ciertas reivindicaciones porque si no ellos les “comen la tostada”. Pero no es el caso del País Vasco, donde desde 2004 tenemos una Ley de Igualdad que nos ampara, la primera del Estado.

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Una última recomendación como mujer comprometida y periodista combativa… La reivindicación de la igualdad supone una lucha larga y pacífica por los derechos humanos y, por ello, no debería retraernos.

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SIX POEMS BY MARY O’DONNELL: “DUBLIN, “AN IRISH LEXICON”, “CELTS”, “MÁTHAIR MO CHROÍ”, “MISE LE MEAS” AND “REBUKE TO IDEOLOGICAL FEMINISTS”1

Mary O‟Donnell2

Dublin

You slid your streets around my waist, whispered riddles from the cobbles, rose to my ear till I was dazed with your secrets, never failed me, old boy of the black pool. Your river offered a silken, stinking edge to spring nights, rough braiding at low tide when the sea rushed to consume you. My feet have become Dublin feet, tramping streets from Parnell to Molesworth trodden by those who speak to presidents of outrage, bearing banners, voices low, the heels of our boots gritty, as we cross O‟Connell beneath seagulls that shriek against the regimes of people. We speak of poverty, loss, our candles flicker in the night streets for the rights of those who are not safe. Old city, you gave me room to breathe out, breathe in, to lose myself in the peace of the crowd, you offered gift on gift in the quayside junk-shops – 1

Date of reception: 15/07/ 2013 Date of acceptance: 16/07/2013 Poet, novelist, short-story writer, translator, essayist and critic, Mary O‟Donnell‟s fiction includes the best-selling literary novel The Light-Makers, Virgin and the Boy and The Elysium Testament. Her fourth novel Where They Lie will be published in 2014. Her seventh poetry collection Splitting the Difference appears from Arc UK, also in 2014. A prolific writer, Wena Poon, writing of her poetry in the Quarterly Literary Review, Singapore (April 2010) remarked that “The aesthetics and sensibility are quite thrilling when played through the instrument that is a modern woman”. She is a member of the Irish artists‟ organisation Aosdana. www.maryodonnell.com;  maryodonnell4@gmail.com. 2

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an Empire photograph album bought for a pound beneath wavering Christmas lights, depicting an Edwardian Dubliner‟s trip from Westland Row to Burma. This Christmas I remain that vanished family‟s keeper, my eyes Watch over its dead women and men, their blonde children in high foreign fields, with dun-faced nannies close to hand. Your offices high and low taught me about people, possession: one woman chained her chair to her desk every evening, others had talismanic mugs for tea-break, yet others lingered between partitions, overtime for the sake of being together, not the work. I have walked, trudged, run the pavements, in frost and snow have angled an arm close to shop fronts, tip-toeing along, never far from a friend. Old gossip-shop, warm as whiskey and cloves, impenetrable as Zanzibar, run on the petrol of violence, alcohol, and citizens who decry the present, like a garment that cannot fit to their skin. Yet there is only us, who pass through. You slid your streets around my waist, all wiles, whispered riddles from the cobbles, perfumed my ear till I was dazed. You never failed me, old boy of the black pool.

An Irish Lexicon (A, B, C, D, E, F, G, H, I, L, M, N, O, P, R, S, T, U) 3 Twilight, and the deer are grazing in the Phoenix Park. Someone dreams of Arkle, Beara, Drumlins, Errigal. A poet writes of Dubh Linn, Lonndubh, Belfast, 3

The Irish language alphabet has only 18 letters.

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Glens of Imal, Antrim, The Downs, Devil‟s Bit, Vinegar Hill, The Hook, Bannow, Ships, helmets, Ogham, Newgrange, Dawn chorus, dawn light, grave passages, Burren limestone, dolmen, capstone, and Dowth. In school they speak of Flight, Grammar, Imram, Lir, Marian, Naoise, Oriel, in the Dáil it‟s Partnership, Rights, salmon, Taoiseach/Toscairí. Sea fog and frost are rolling in. Land holds its breath. * The SOMEONE, the TEACHER, the POET, the POLITICIAN weave a dialogue of badger-bait, bull-bait, dog-fight, and greyhound, Cú, Cuchullan, Dun Dealgan, Eamhain Macha, Tháinig long ó Valparaiso, tá tír na n-óg Ag cúl an tí, tir alainn trina céile, Mise Eire, Micheal Ó Suilleabhán, The Long Hall, The Brazen Head, The Oliver St. John Gogarty, The South Pole Inn, Omagh bomb, Gugán Barra, Guests of the Nation, La Mon, Oedipus Complex, Lough Swilly, Anna Livea, National Museum, Síle na Gig, jigs and reels, Riverdance, Liberty Hall, the Limerick pogrom of 1904, the bee-loud glade, the beehive hut, Georgian Dublin, Liberty Hall rebuilt and scaling the clouds, Custom House, Guinness, the fighting boys of Annabelle‟s, Fairview Park, The George, Dawn Run, the Curragh. Wren Women, Glencree, Synagogue, Germans and Jews, Wicklow Jail, ghosts, Kilmainham, Dawn executions in Dublin, the Disappeared, Jean McConville, 1994, Abercorn, poteen, the Black Pig‟s Dyke, De Valera, Crazy Jane, Old Croghan Man at rest in the his glass box, clean as a newborn, renewed for viewing by MILLIONS. Arigna, slit nipples, The Clonskeagh Mosque,

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laundries, the Imam, Good Shepherd Convent, CPRSI, Bessborough, the Protestants of Cork in 1921, Monaghan 1974, Belfast Agreement, Fish on Friday, Good Friday Agreement, that blackbird over Emy Lough, gold at Clontibret, ghost estates in Laois, a haunted house in Lucan, golden apples of the sun, whatever-you-say, oil off Cork, Daghda, the Boyne, UB-65, September 1913, extra points for Honours Maths, Gaelscoileanna, Bodhráns and spoons, harp-making in Portlaoise jail, piebalds in Jobstown, free buggies for immigrants, free curtains, money-for-old-ropesingle-mothers-of-four, Arkle, Beara, a wherewithal for bags of coal, turf, as a wretched frost descends. And yet we have a fabled coast, where sea-cattle plunge into the WAVES. Inland, hill-sprites on DRUMLINS, pismires on the bog, all CELT and tribe in South Ulster, further north there‟s ERRIGAL, but speak not, SAY-NOTHING, for words will never count so much as gesture. Flight of the Earls, O‟Neill in Rome, Michael Robartes, Kenny in D. C., Irish artists in New York, bringing-It-All-Over-there, the knowledge, the Gathering, the sliver of salmon, the sucked thumb, Fairtrade, Taltainn, free-range eggs, free-loaders, curlews, buzzards, Lissadell. Twilight, and the deer are grazing in the Phoenix Park. Someone dreams of Arkle, Beara, Drumlins, Errigal. On the Curragh, whin bushes dream, and horses are stabled for the night. Frost bites down.

Celts

The exotic myth of origin, spread its cloak from Eire to Scotland, Wales, Brittany, Galicia. Even today, defies the MONGREL MIX.

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I‟m an Irishwoman (you‟re Irish? I love The way you people speak!). Then part Scotwoman, part Norman-maid, part O‟Donnell on the way home from KINSALE, some fragment of embattled clan, lingering in Limerick, not a Donegal gene in my bones. IT DOES NOT MATTER, WHAT WE FORGET, AND MYTH IS NOT EXOTIC, (in text-speak this is SHOUTING, but to stretch the letters high, to break the stifled code of poetries on the Island of the Mongrel Mixture of frayed saints and devils. Search for SCHOLARS. All gone to homes in America‟s universities. The saying used to go, „At least, we‟re not British‟ as the gombeen men set up their 70s supermarket empires in ribboning suburbs, ran despite themselves away from rural, Catholic, the West, in denial until Robinson hit the Presidency: how we rejoiced at her inauguration, at the chewed-wasp faces of Lenihan and Haughey. But in denial till then, I AM A BECAUSE I AM NOT B. I AM IRISH BECAUSE I AM NOT BRITISH

Máthair mo Chroí4

Front line of the defence, a line with no power unless in the home, twisting sons into priests, daughters to carers like themselves. Mine simmered. EDUCATION! she cried, IT‟S CARRIED LIGHTLY ALL YOUR LIFE, MY DAUGHTERS! In old age, educated, with three university degrees, her modesty comes from knowing we know nothing when facts are put to bed, and all that‟s left is the heart-thorn of experience, 4

Literally, “mother of my heart”, this is a common cliché derived from traditional songs and poems in Ireland.

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although she does not refuse her HAUTE COUTURE, smudge-pot colours brightening her eyes at eighty-six, alive and equivocating to the end, but moved by The Deer‟s Cry, The Fox-Hunt, music from the culture dancing in her soul. Mise Eire and O‟Riada once strung and boomed through the house of my girlhood, between Acker Bilk and Renata Tebaldi. Music, she said, WAS PORTAL TO THE SOUL. And so she taught her daughters, guiltless.

Mise le Meas5

Everybody knew the telephone girls listened in. You had to be careful what you said, and women having affairs around the town learned fast. The phone was not safe, and the local MI5 custodians of half-baked morality liked to chatter. But this was Monaghan. Nobody had affairs in the 1960s, did they? Nobody committed suicide, did they? Nobody was gay. Some parents had a copy of TANTRIC SEX, beside THE CATHOLIC MARRIAGE, secreted in the high wardrobe, and Mary McCarthy a presence in that east-facing bedroom, where my parents could see foxes at play in the high field, beyond wind-tilted knots of holly trees. But the telephone girls, those telephone girls, how they tattled in the town! They knew who owed what to whom, who in HIGH POWER was doing his secretary, and the garda known to lightly squeeze a woman‟s breast, great paw in through the car window as he advised her 5

The official way of signing off a Government letter, it means “Yours, respectfully” but even today is associated with indifference, anonymity and unaccountability.

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on traffic conditions. Hear them, that Irish sibilance: Putting you through now. . . Hello Clones, call for you . . . ah how are ya Elsie, not a bad day, yesterday was pure shockin‟ . . . right now, call waiting . . . Caller? Putting you through now . . .

Rebuke to Ideological Feminists “I was not one of the popular feminists who knew what a sound-bite was . . . never took the Contraceptive Train north,6 nor went to Greenham Common . . . ” (the poet, 2013) We never moved as one, ladies, girls, women, to suggest that it was otherwise would be a lie. Today, some of you are CIVIL as any servant, as IVORY-TOWERED as any ruminating scholar, as unsmiling, grim and frightening as women would be who thirty years ago spent time contemplating cervixes, took classes in How Not to Smile All the Time. Too much smiling – agreed – too much compliance and willingness. You can be anyone you want! Self-invent, renaissance women all! We‟ll help you on the way to smash that glass ceiling! (If we are to believe the weekly Elle, the woman of letters is a remarkable Zoological species: she brings forth, pell-mell, novels and children. We are introduced, for example, to Jacqueline Lenoir (two daughters, one novel); Marina Grey (one son, one novel); Nicole Dutreil (two sons, four novels), etc). But what does it mean? This: to write is a glorious but bold activity; the writer is an „artist‟, one recognises that he is entitled to a little bohemianism … 7

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“The Contraceptive Train”, as it was known, was boarded in Dublin‟s Connolly Station in 1971 by a group of feminists who then travelled to Belfast to buy contraceptives that were at that time illegal in the Republic. They then returned that afternoon and brandished their purchased, daring the Customs Officials to challenge them. 7 Roland Barthes. 1957. Mythologies. Paris: Editions du Seuil.

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Even so. It does not include the ordinary women getting on with ordinary lives, the ones who wrestle infant feet into little shoes, who wipe up puke, wipe shitty bums, clean the rooms where some of you work out the policies. But make no mistake: Let no women believe that they can take advantage of this pact without having first submitted to the eternal statute of womanhood. Women are on the earth to give children to men; let them write as much as they like, let them decorate Their condition, but above all, let them not depart from it … Some of you never recognised that we were not so helpless, despite biology, so victimised, or speechless, nor saw that we were ON YOUR SIDE. The suspicion often fell that this was how you wanted it: you, on the band-wagon, questioning the language (that remains a GOOD IDEA). A careful analysis of the teacher-student relationship at any level, inside or outside the school, reveals its fundamentally narrative character. This relationship involves a narrating Subject (the teacher) and patient, listening objects (the students). 8 The sexuality, the mode d‟emploi of every bloody thing not quite your business. Your business was – is – JUSTICE, FAIRNESS, HUMAN RIGHTS, not CONDESCENSION AND KNOWING WHAT WAS BETTER FOR YOUR MINIONS. The battle goes on – ladies, girls, women. The principle remains correct and this enquiry asks that you get your hands dirtied in the ordinary smut, break your own networks and move into the favellas, the country, wherever the road is twisted and UNTHINK IS IN CHARGE, get working with the people, SEE WHERE JUSTICE IS DONE and learn from that. Or: remember Orwell, that thing about everyone being equal, But some are …? He got it right, all charged up with a memory of native male backsides skinned by

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Paolo Freire. 1972. Pedagogy of the Oppressed. London: Penguin Education.

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the bamboo rod, released from prison to impoverished wives who soothed it all with mashed banana. M – A – S – H – E – D B – A – N – A – N - A . * So Unthink the Englishmen were let loose. But to each generation its Unthinks. Unthink the Nation, the State, the Federation, the Republic, the Monarchy, the Commune, the Parish, the County, the GAA, League, Union, Association, Gathering, Meeting, in every unstarry constellation where people meet there‟s a Mr. Unthink, partered by Ms Unthink and all the Littler Unthinkums. All Unthinking how they need LOVE, how LOVE rules the world, how LOVE is everything and we surely ALL LOVE one another, thee-most-bee-ewt-iful-word in thee world! But the same one all the same for man-woman, mother-child, child-parent, bro and sis, covering the spectrum as if it were one colour. It ain‟t one colour Ma‟ams: it‟s not black, it‟s not white, it‟s all and any hut, it hides so deeply it‟s like Mars the planet, people wondering if there ever was life, and if liquid water ever flowed in that barren territory. That‟s what LOVE is. And then love flows into politics. Into ideals. Into agendas. Enter: Stage Right: The Leader of the Women‟s Forum come to speak to the Constituency, plus the Chief Female Poets, addressing the great iambed on cross-rhyme and good-tempered rhyme, on Being one‟s Own Best Critic, on Seizing Permissions. Stampede Stage Left: the confused massing women, all apparently worrying about window cleanliness, toilet-bowls, children and curries. Until: behind them, a quieter entering: the old, the weak, the sick, the confused, the mad, the neurotic, the demented: such fill the stage, while behind them again serried lines of workers, bee-women, the soft hum of labour, creased brow,

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Mary O‟Donnell

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compliant to the nature of life‟s business: love of the task that transforms. The only love, perhaps. * Twilight, and the deer are grazing in the Phoenix Park. Someone dreams of Arkle, Beara, Drumlins, Errigal. A poet writes of Dubh Linn, Lonndubh, Belfast, Glens of Imal, Antrim, The Downs, Devil‟s Bit, Vinegar Hill, The Hook, Bannow, ships, helmets, Ogham, Newgrange, Dawn chorus, dawn light, grave passages, Burren limestone, dolmen, capstone, and Dowth. Whin bushes on the Curragh toss and dream as the wind untethers them. Horses are stabled for the night. A fox runs close to the ditch, beyond the steady shearing of evening cars, headlights. Frost trembles on the air, falls firm across the land, cooling an ardour of wintry argument. The earth rounds in on its prayer to itself.

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María Teresa Arias Bautista

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DETRÁS DE SU MIRADA, UN MUNDO1 María Teresa Arias Bautista2

Tenía los ojos chiquititos, inexplicablemente prietos. Se le habían quedado pegados a las puntadas que las agujas, manejadas por sus diestras manos, diseñaron sobre las telas día tras día, noche tras noche. Tenía los ojos chiquititos, encogidos por las lágrimas derramadas aunque hiciera mucho tiempo que no lloraba porque poco a poco le fueron faltando las horas y las ganas. Se le había secado el alma entre los hilos y la almohada. Un día, un raro día de confidencias, dejó volar la mirada. Sus pequeños ojos aletearon como las alas de una mariposa perdida en la niebla. Entre la maraña de las distancias emergió su pasado y preñada de amargura me ofreció unas pinceladas del retrato de su vida. De chica, de muy chica, rompía el hielo de los baldes del corral de su casa del pueblo para poder fregar los platos. Su madre no quería estropearse las manos y ella era la encargada de hacerlo. Lamentablemente sus recuerdos de infancia tenían que ver con una experiencia y esta se alejaba con mucho del imaginario al que, generalmente, quien más y quien menos permanece atado. Las madres ¡ay!, por más que se diga, no todas las madres son iguales. No todas las madres se quedan sin el mejor bocado, destierran los mejores sueños para mantenerse en vela, o destrozan sus manos en duros trabajos hasta que les sangran o se les llenan de callos…

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Fecha de recepción: 29/04/2013 Fecha de aceptación: 30/04/2013 Licenciada en Historia Medieval, María Teresa Arias Bautista es autora de numerosas publicaciones sobre temas relacionados con la historia, el feminismo y la historia de las mujeres de las que podemos destacar Violencias y mujeres en la Edad Media Castellana, y Barraganas y Concubinas en la España Medieval. Entra en el mundo literario en 2009 con la novela La aventura ultramarina de Flora Van Meerck a la que sigue La aventura ultramarina de Isabel Sendales;  ogigias@hotmail.com. 2

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Por eso, en la paradoja del ser y el deber ser naufragaron sus expectativas y se hundieron sus sueños de niña. Sus recuerdos eran ásperos y aún le hacían sufrir. Apenas cariños, apenas mimos, atravesaban los espacios de su memoria aunque los hubiera habido; ni juegos, ni amigas… Solo el lebrillo, la loza y el daño que le causara el agua helada la acompañaban. Se la veía zozobrar en las remembranzas de los quehaceres de aquella casa pegada a sus calcetines y a sus enaguas. Contemplé silenciosa y acongojada cómo niñez y adolescencia se le apiñaban en la cara y le estrechaban aún más la ranura de aquellos ojitos con los que percibía un mundo que le ofreció pocos afectos. Suspiró y volvió al hilo de su relato. El siguiente recuerdo que puso sobre la mesa era muy posterior. La familia se trasladó a Madrid como lo hicieran tantas otras en las épocas teñidas por la escasez y la penuria producida por el desgarro fratricida de la guerra. Como tantas otras mujeres de formación nula o básica eligió la aguja para sustentarse. Sus ojillos adquirieron un brillo especial al recordar los años que tal vez hubieron sido los mejores de su vida. La juventud se inmola en el sinsentido de la brevedad de la sonrisa fácil, las quimeras y los ensueños. Aún no había cumplido los treinta cuando conoció a Mariano. La enamoró. Pensó, como cualquier muchacha educada en el cuento del príncipe azul, que él redimiría su destino con el beso del despertar. Vana ilusión. Duró poco. Pronto él se cansó de la cotidianidad y buscó el intenso sentir provocado por la incertidumbre de lo desconocido, de lo nuevo, de lo diferente… Mariano trabajaba con ahínco. Mucho más de lo esperado pero sus sudores no se derramaban sobre su casa. Sus risas, sus caricias, sus regalos no los disfrutaba su esposa, sino mujeres que vendían los favores de sus cuerpos atrapadas en la extrema necesidad. Ella, acuciada por las carencias, tuvo que volver a enhebrar las agujas, cortar las telas y coser para las vecinas. Su semblante, casi siempre pálido, se vistió de gris mientras revivía instantes dolorosísimos que se desgranaban entre sus dientes y se despeñaban en el vacío del silencio que nos envolvía a ambas, teñidos por la desolación y la amargura no desterrada. La boca apretada, las manos apretadas, los ojos hincados en el quicio de la puerta…

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‒Vivíamos con la madre de Mariano… Ella nunca me apoyó. Yo me acostaba porque no quería ni verle y ella se levantaba para prepararle la cena cuando volvía harto de revolcarse con la puta de turno… Su suegra, a quien también conocí, era una mujer transida por su propia desdicha. La vida no le había dejado más que a su hijo y ella era incapaz de ver sus desidias. Cómplice, quizás sin quererlo, disculpaba las faltas de su vástago y le cubría de atenciones dejando a su esposa en evidencia. La madre volcaba un cariño desmedido sobre quien no debería haber sido el único receptor del mismo pero que, sin duda, resultaba la mejor de las pócimas contra su propio yermo. La madre lo hacía mal. La madre apoyaba al mal marido y ella se iba viendo asediada por un número interminable de sentimientos que se le agolpaban en el corazón hasta dejarla sin aliento. Le apremiaba la ira, la pena, el desamparo, la angustia, la mentira y el oprobio de compartir a su hombre con cualquiera… Entre los hilos y las lágrimas, entre caricias obligadas en el silencio de la noche, vaciadas de amor, cargadas de miserias y de olores a otros cuerpos, se quedó embarazada. Con el dolor ceñido a la cintura y a su alma parió a su hijo, lo amamantó y se perdió en las ternuras de su crianza. Tales experiencias, por muy sublimes que fueran, no le impidieron ser presa de la náusea en la presencia de un mal hombre. Llegó un momento en que no fue capaz de calentar la cama de quien venía de yacer con otras sin importarle el precio o el destino de los hijos que pudieran nacer de aquellos ilícitos acoplamientos. Sin embargo, sí se afanaba en engendrar en ella más hijos legítimos, tal y como ordenaba el ridículo mandamiento. Todo se rompió. La rabia, la impotencia y el asco le dictaron los siguientes pasos. Pasos imprudentes bajo la mirada artera de una sociedad pacata, consentidora de la doble moral y que seguía sustentando los pilares de sus estructuras inconmovibles sobre la cacareada devoción de las madres, el recato de las doncellas y el callado, reverente y servil silencio de las esposas. Un buen día cogió a su hijo en brazos y sus escasas pertenencias que cabían en una maleta y apareció en la casa de su padre y de su madre, que no hacía tanto había abandonado con los ojos preñados de ilusión y de esperanza.

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La recibieron con el disgusto en el semblante y el rechazo en el corazón. La recibieron porque no había más remedio y porque no eran tan pérfidos como para llegar a los extremos de la infamia que otros cometían al arrojar de su lado una parte de sí mismos que se hallaba atrapada y desvalida. Su decisión hubo de pagarla cara, se lamentó con la voz desgarrada por una congoja interna omnipresente. Su decisión la pagó con la fuente inagotable de sus ojos que fueron encogiendo atrapados en el pañuelo y la escasa luz bajo la que, puntada tras puntada, daba forma de blusa, vestido o falda, a los metros interminables de las más diversas telas. La vida para sí misma, aquella con la que ella había soñado, acabó por cerrarse a cualquier atisbo de posibilidad. Años y años los pasó amagada bajo el flexo, en el chiscón exiguo de la portería que la cobijaba. Día o noche, lo mismo le daba. Para ella el día o la noche se confundían en el interior de un cuartucho sin ventana. Día o noche se le enredaban en el entendimiento y en las manos cuando la apremiaban para entregar una prenda. Día o noche, que tanto daban, trasmutaba, cual alquimista en la redoma, la labor por el sustento propio y de su hijo, por medicinas, libros o cuadernos para el colegio, por un balón, un pantalón, unos zapatos o una prenda de abrigo. Poco a poco se fue arrugando. Imperceptiblemente se fue arrugando. Se le arrugaron las manos, se le arrugaron los ojos y, sobre todo, se le arrugó el sentimiento. Dejó de ser capaz de llorar, o de apenarse, o de mostrar la más mínima generosidad con nadie; ni siquiera con quienes, aún a costa de su cerrazón, se prodigaron con ella. No supo compartir al hijo, no supo disfrutar del nieto. No supo, no pudo, o no quiso exponer el terciopelo de su corazón ajado a los posibles nuevos embates de la existencia. Se fue quedando sola con su amargura. Se fue quedando a oscuras en el espesor de su desesperanza. El tiempo le pasó y no supo, no pudo, o no quiso darse una oportunidad y dársela a quienes la rodeaban. Murió desierta, perdida en sus soledades, con los ojos marchitos, la mirada perdida y las manos vacías.

A Matilde, un recuerdo inhóspito en mi mirada.

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Fiore d‟inverno, ninfa sfuggente dal colorito lunare, Erzsébet Báthory, l‟altera contessa padrona di cento castelli era la donna più potente del regno di Ungheria. Anche adesso che era rimasta vedova. Bella, audace, insolente, annoverava personaggi importanti tra i suoi avi, come quel re di Polonia passato alla grande storia per aver combattuto e vinto Ivan IV di Russia, soprannominato il Terribile. Per questo, noncurante di leggi e consuetudini, aveva sempre mantenuto il suo cognome, anche dopo le nozze. Educata nel rigore calvinista, Erzsi ondeggiava tra l‟estrema severità e le improvvise stravaganze. Conosceva il latino, ne sapeva di medicina e praticava l‟astrologia. Nonostante il lutto, vestiva spesso di rosso, facendosi notare per la spregiudicatezza dei pensieri e il suo andare sempre controvento. Alle sue feste, una a ogni inizio di stagione, si ballava fino a tardi e a suonare chiamava spesso musicisti zigani, malgrado il fatto che quella razza fosse invisa agli invitati d‟alto rango. Ma c‟era dell‟altro: a Erzsi piaceva cavalcare sulle acque ghiacciate del Váh, bere liquori forti, occuparsi in prima persona di politica.

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Data di ricezione: 05/07/2013 Data di accettazione: 06/07/2013 Adriana Assini ha pubblicato il suo primo romanzo Gilles Che amava Jeanne nel 1997 e da allora non ha smesso di scrivere: Nella foresta di Sonian, Lo scettro di seta, Il Fuoco e la creta, Il bacio del diavolo, Le rose di Cordova, Un sorso di arsenico, Il commerciante di zucchero, I racconti dell'ombra e Sogni di Vini. Alcuni romanzi e racconti sono stati tradotti in spagnolo. Ha ricevuto importanti premi, tra i quali: il Pavese, il Premio Accademia Terra Award Vesuvio e il Premio Parola di donna;  adriana.assini@ancpl.it. 2

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“Onoro il drago che fiammeggia nel mio stemma” rispondeva a chi le rimproverava di immischiarsi in affari più adatti agli uomini, come la lotta per l‟indipendenza del suo paese, ormai da tempo sotto il giogo della Corona Asburgica. “Se la libertà fosse un vizio, allora avreste ragione. Ma essendo una virtù, s‟addice meglio alle donne…”. Quel giorno di un autunno precoce, il Conte Palatino si presentò nella sua residenza di Csejthe senza farsi preannunciare da un messo, cosa che mise subito in guardia la Contessa, capace di fiutarne in anticipo trappole e raggiri. Da quando, infatti, quell‟uomo dai trascorsi brillanti s‟era asservito a Vienna pur di assicurarsi prestigio, denaro e carriera, lei lo aveva privato del rispetto e della stima. Né le importava che Thurzó l‟additasse come una spregiudicata solo perché poteva avvalersi di una milizia armata ed esercitava una certa influenza su molta parte della nobiltà locale. Finora non l‟aveva mai affrontata a viso aperto, ma adesso, gettata la maschera, s‟era deciso a farle abbassare la cresta facendo valere tutta l‟autorità che gli proveniva dalla sua alta carica. “Oramai, i pettegolezzi su di voi non si contano. Se fossi al posto vostro, comincerei a temerli prima che si trasformino in terribili accuse…Purtroppo, il mondo è crudele e basta un‟ora per infangare una reputazione costruita nei secoli” le disse rendendo forzato omaggio al suo casato. Erzsébet non si scompose. Sapeva badare a se stessa e di certi consigli poteva farne a meno. Non scese a patti, non fece passi indietro. “Alla reggia di Vienna si terrà un gran ballo per festeggiare l‟avvento dell‟inverno” la informò l‟altro, invitandola a prendervi parte. “Stare lontana da qui per un po‟ potrebbe aiutarvi a ritrovare la lucidità perduta”. Abituata a dare battaglia, la Contessa respinse prontamente la proposta con una risata ironica. “Di questi tempi, caro György, succede spesso che i miei svaghi cedano il passo ai miei doveri” gli rispose con la solita sicumera, sottolineando che alle feste anteponeva sempre gli interessi del Paese. “Se vi dessi retta, dovrei chiamare i sarti per

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un nuovo abito da sfoggiare a corte. Io, invece, ho già convocato gli armaioli visto che mi sto preparando alla guerra” aggiunse minacciosa, non facendo mistero d‟essere in attesa di una grossa fornitura di cotte di maglia, elmi e bombarde. “Attenta! Ricordate cosa succede alle libellule quando volano verso il fuoco? Attratte dalla luce della fiamma, non percepiscono il pericolo e si bruciano. . . ” cercò di intimidirla György Thurzó, indispettito da tanta boria. “Fareste bene a non dimenticare mai chi sono” fece di rimando lei, con voce intinta nell‟aceto. “Il nome che porto è già scritto nella Storia e non permetterò a nessuno, tanto meno a voi, di mettere in ginocchio la nostra nazione per miseri vantaggi personal”. Senza dargli modo di replicare, lo accusò di voler svendere la patria al re Mattia per puro tornaconto economico e sociale. Altrimenti, non si spiegava come avesse potuto stipulare un accordo che vedeva l‟Ungheria ridotta al ruolo di vassalla dell‟Impero Asburgico. “Se foste saggia quanto siete fiera non parlereste con tanta imprudenza” provò ad azzittirla il Conte Palatino, che non si sentiva affatto un traditore, bensì un uomo avveduto, capace di valutare le sue forze e quelle altrui. “Con la vostra esperienza e la lungimiranza di cui andata nota, dovreste ormai saperlo che è meglio amare ciò che non siamo in grado di combattere…”. “L‟avidità, purtroppo, vi rende cinico e cieco”. “Moderate le accuse se volete restare padrona in casa vostra. La mia pazienza non è infinita…”. Livido di collera, György interruppe l‟alterco e senza un cenno di congedo s‟avviò verso l‟uscita, ma sul punto di varcare la soglia della grande sala degli affreschi, lanciò un ultimo anatema contro la sua acerrima nemica. “So di Gábor. E anche questa è una faccenda che non mi piace affatto” disse chiamando in causa il nipote preferito della Báthory, giovane Principe della vicina

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Transilvania, col quale la nobildonna tentava di mettere a punto un‟azione comune contro la Corona. “Non vorrei essere nei vostri panni il giorno in cui vi obbligherò a rispondere dei vostri complotti alle mie spalle…” Noncurante delle minacce, sicura d‟essere tuttora lei la più forte, Erzsi si limitò a indicargli l‟uscita, poi andò a cercare Anna Darvulia, sua ancella e sua fedele consigliera, intenta a prepararle un nuovo intruglio con la biacca. “Vi chiedo di sopportare ancora per un giorno, poi constaterete voi stessa i prodigi di questa polvere. Sbiancherà la vostra carnagione fino a farla sembrare più pallida della neve” promise quella non appena la vide comparire sull‟uscio. Ma lei, in quel momento, non aveva urgenza di fare invidia alle dee: “Malauguratamente, ho altro a cui pensare in questo momento! Scure nuvole minacciano i miei cieli…” “Provo a indovinare: siete irritata perché Thurzó vi vorrebbe umile e inerme ai suoi piedi” fece Anna, che aveva visto il Conte arrivare in pompa magna e poi andarsene come una furia. “Ma perché amareggiarvi se non intendete obbedirgli?” “Adesso ho la certezza che intercetta le mie lettere per conoscere i miei piani…” si sfogò la Contessa, che da troppi giorni non riceveva più la corrispondenza. Dettaglio inquietante, considerando che aspettava con ansia la risposta del nipote

alla sua

chiamata alle armi in difesa dell‟autonomia della nazione. “E se invece fosse stato Gabór a voltarvi le spalle? I giovani, si sa, sono ambiziosi quanto incostanti e lui ha dimostrato d‟esserlo più degli altri…” Che il principe della Transilvania non fosse uno stinco di stanco, Erzsi lo sapeva bene. Che mancasse agli appuntamenti coi suoi dignitari per trastullarsi con le donne, le era noto. Ciononostante, non voleva credere che fosse così sprovveduto da sottovalutare l‟importanza della posta in gioco: fermare l‟espansione di Vienna. Fatto sta che in assenza di sue notizie, la Contessa non si decideva a prendere alcuna iniziativa, temendo di sbagliare qualche mossa e poi doversene pentire. Alla fine,

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Anna tentò di smuoverla da quell‟immobilità che giudicava letale: con una piccola provocazione: “Forse è preferibile una resa onorevole a una sconfitta cocente…” “Ritengo di dover abbassare la testa soltanto davanti al Padreterno. E confesso che neanche questo mi riesce sempre…” rispose Erzsébet con quell‟antica fierezza che non celava nemmeno quando s‟intratteneva in conversazioni mondane tra i suoi pari. Con le sue uscite forti, lasciava sempre tutti a bocca aperta e subito alle sue spalle piovevano i commenti, perché anche se alcuni l‟ammiravano paragonandola a un valente condottiero, la maggioranza dei suoi interlocutori la deplorava, definendola empia e strafottente. Adesso, stanca di rimestare in sterili pensieri, pregò l‟ancella di interrogare per lei le stelle: “Questa notte stessa” disse. In base a ciò che gli astri le avrebbero predetto, avrebbe poi deciso le prossime mosse, senza il timore di mettere un piede in fallo. Felice di servirla, qualche ora più tardi Anna Darvulia le tradusse i segni del cielo in presagi: “Il responso è chiaro: affinché le vostre impresse possano avere successo, dovrete sposare la prudenza dell‟airone all‟astuzia della volpe…” Cosa che lei fece. Il giorno dopo convocò il comandante delle guardie e fu perentoria: “D‟ora in avanti, che il ponte levatoio resti alzato anche durante il giorno. Le precauzioni non sono mai troppe in certi casi…” “Il maltempo è dalla nostra parte, mia signora. Con questa neve, nessuno s‟arrischierà a venire fin qui spingendo una bombarda…” la tranquillizzò il milite, escludendo a priori un attacco con le micidiali palle di ferro, che avrebbe sbriciolato le pur possenti mura del castello. “Se il Conte dovesse attaccarmi, imparerà a sue spese che una donna sa dare battaglia quanto e più di un uomo” ripeteva a voce alta, convinta che avrebbe vinto la partita, forte anche degli insegnamenti militari ricevuti a suo tempo dal marito, quel Ferenc, detto il Cavaliere Nero, tuttora considerato grande guerriero ed eroe nazionale.

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Ma le stagioni si susseguirono senza che succedesse niente. Non un solo colpo sparato, né un agguato sventato. Di questo silenzio delle armi, lei non esultava né perdeva la calma, sapendo che l‟attesa logora i nervi dei più deboli, non dei fini strateghi. Il mese di dicembre portò la neve e fu freddo del solito. Pareva quasi che anche la natura si schierasse contro la Contessa, seppellendola assieme al borgo di Csejthe e alle valli circostanti sotto un manto glaciale. Eppure, in quella situazione che avrebbe fatto sentire in trappola chiunque, lei non si scompose: imperturbabile, ripeteva ai suoi di stare tranquilli perché, a dispetto delle apparenze, era proprio nel cuore di quella gelida stagione che potevano ritenersi in una botte di ferro. “Questo tempo da lupi ci mette al riparo da qualsiasi attacco. Nessuno sarà così stolto da inoltrarsi tra i ghiacci, a meno che non intenda crepare per gli stenti! E per quanto ci riguarda, abbiamo provviste in così tale abbondanza da poter banchettare fino a primavera senza privarci di niente…” Tutto ciò non l‟aveva comunque portata ad abbassare la guardia e le sue sentinelle, nonostante le temperature basse e un vento tagliente, avevano raddoppiato i turni sugli spalti, pronti a dare l‟allarme al primo avvistamento sospetto. Ad interrompere l‟immobilità di quei giorni fu la visita inaspettata del tutore di suo figlio. Doveva per forza dirle qualcosa della massima importanza se si presentava al castello dopo che, per precauzione, lei stessa l‟aveva fatto trasferire in una residenza segreta, lontano dagli artigli del Conte Palatino e da altre insidie. “Vedervi qui m‟inquieta. Se avete sfidato le intemperie e gli agguati delle strade mettendo a repentaglio la vostra sicurezza e la mia, vuol dire che siete impazzito. Oppure, che scappate da un pericolo superiore a quello appena corso per raggiungermi…”

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«Purtroppo o per fortuna, non sono mai stato più lucido di quanto non lo sia adesso, mia signora! Se ho contravvenuto alle vostre disposizioni lasciando il mio rifugio è solo perché dovevo avvertirvi subito che qui a Csejthe non siete più al sicuro…” “Andate al punto”. “Thurzó ha forse rinunciato a combattervi con le armi, ma non illudetevi, è solo un trucco per distrarvi, mentre vi attacca alle spalle in modo subdolo, seminando veleni sul vostro conto…” “A quale diavoleria vi riferite?” “Ho informazioni certe sul fatto che molto presto vi trascinerà davanti ai giudici con accuse infamanti”. “Dimenticate che non si processa facilmente una del mio rango, soprattutto se difende la libertà del suo Paese…” “Lo credete così ingenuo da incorrere in un simile errore? In verità, ha aggirato l‟ostacolo fabbricando una montagna di prove per incriminarvi su delitti che nulla hanno a che vedere con il patriottismo e la politica”. “Quali delitti?” domandò allora la Contessa, tesa come la corda di un arco. “L‟argomento è imbarazzante e Dio solo sa quanto io peni a parlarvene, ciononostante non posso fare altrimenti…” “E allora che aspettate? Sputate il rospo senza troppi giri di parole”. “Sostiene che avete provocato la morte di centinaia di fanciulle al vostro servizio. Ma il peggio è che secondo lui l‟avreste fatto per potervi poi bagnare nel loro sangue, al solo scopo di conservare la vostra bellezza più a lungo”.

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Erzsébet Báthory scoppiò a ridere come non le succedeva ormai da tempo. “Chi volete che creda a una simile fandonia? La sua fantasia galoppa, ma l‟intelligenza non lo sorregge…” “Sbagliate!” la corresse il tutore, visibilmente turbato. “È ignobile e codardo, ne convengo, ma ammetterete che l‟abilità non gli manca…Ha l‟astuzia d‟una volpe e sa come sfruttare a suo vantaggio le maldicenze che corrono sul vostro conto”. “Vi ascolto”. “Ha raccolto le confidenze di quanti vi dicono ossessionata dalla paura di invecchiare, gli stessi che diffidano dei misteriosi miscugli preparati per voi dalla vostra devotissima ancella…A questo aggiungete il fatto inconfutabile che alle vostre corti la servitù si ammala spesso e che altrettanto spesso muore…” “Non credo a ciò che sento! Lo sanno anche i sassi che la gente povera è di costituzione debole e crepa facilmente. Succede la stessa identica cosa nei castelli di Thurzó e di altri nobili…” “Ci sono cento testimoni pronti a giurare di avervi vista raccogliere il loro sangue, con la complicità di Anna Darvulia…” “Razza di ignoranti! A volte, per aiutare quelle sventurate, pratico loro dei salassi, così come mi è stato insegnato dai migliori medici del regno”. “Non ditelo a me, che vi sono amico, ma preparatevi a spiegarlo a chi di dovere. I magistrati potrebbero essere inflessibili e chiedervi prove difficili da trovare”. “Prove? Quali?” “Sapete meglio di me quanto la legge si presti agli inganni: è più facile produrre testimonianze a carico dell‟imputato che non a sua discolpa…Ma adesso devo andare, se non voglio che il buio mi sorprenda lungo la strada”. “Farò buon uso delle vostre informazioni, ve lo prometto”.

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“Se per allontanare da voi certi orribili sospetti foste costretta a rivoltare cielo e terra, fatelo! Costi quel che costi, dovete uscire indenne da questa brutta storia che rischia d‟infangare la vostra reputazione e quella dei vostri figli…” Quando il tutore si rimise in cammino per Sárvár, Erzsi chiamò a sé Anna Darvulia per metterla a parte del complotto ordito ai suoi danni. “Non escludo che quel cane di Thurzó punti a screditarmi al solo scopo di potersi impossessare dei miei averi. Lo sanno pure i sassi che m‟invidia le terre e che vorrebbe per sé i miei castelli…” “Darete fuoco al Paese piuttosto che cederglieli, non è vero?” insorse l‟altra, sentendosi in pericolo a sua volta. “Voi siete più potente di lui e lo schiaccerete come un verme…” “Dovesse essere l‟ultima cosa che faccio” rispose solennemente la Contessa. “Per nessuna ragione al mondo permetterò che io, una Báthory, venga anche soltanto convocata dal tribunale, senza ottenere la pelle di colui che mi ci ha trascinata!” Quel giorno finì così, fra tuoni e fulmini, imprecazioni e desideri di vendetta. Poi arrivò il Natale e a Csejthe si pensò soltanto a fare festa. Per l‟occasione, Erzsébet scese nelle cucine, cosa che non rientrava nelle sue abitudini. Dettò ai cuochi la minuta per un banchetto degno degli antichi sibariti: brodo di gallina e zuppa di pesce, cavoli farciti con riso e carne e costola di maiale fritta nel burro. Per dolce, un rotolo di pasta ripieno di noci e uva passa. Al momento della cena, si presentò a tavola con un abito di seta scarlatta che le era costato quanto un anno di paga del suo contabile e che aveva indossato una volta sola, in occasione di un gran ballo a Vienna. Per brindare all‟indipendenza dell‟Ungheria, fece servire il tokaji, il miglior vino conservato nelle sue cantine. Poi affidò a uno dei cortigiani il compito di declamare i versi del Balassi, il suo poeta preferito.

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In un clima euforico, tra cibi speziati, bevande inebrianti e declamazione di rime, nessuno dei commensali sentì la testa d‟ariete sfondare il portone, né udì il clangore della battaglia tra chi voleva espugnare la fortezza e chi avrebbe dovuto difenderla. A un certo punto, però, un rumore sordo fece ammutolire l‟allegro convivio e qualche secondo dopo la porta del salone si spalancò violentemente. Il Conte Palatino avanzò per primo, seguito da uno stuolo di soldati armati fino ai denti. “Avete forse dimenticato le buone maniere? Da quando entrate in casa d‟altri senza bussare?” esordì lei, cercando di mascherare lo sconcerto con l‟ironia. “Non è più tempo di sfide verbali, mia cara Erzsébet, e la mia pazienza è ormai al limite. Sono venuto fin qui solo per arrestarvi”. “Che idiozia! Avete perso il senno?” gli tenne testa la Contessa, più sprezzante del solito. “Davvero non vorrei essere nei vostri panni quando re Mattia verrà informato di questa scellerata incursione nella mia dimora…” “Finitela di dettare legge, cugina mia! D‟ora in poi non potrete più seminare zizzania in lungo e largo per il Paese, come avete sempre fatto”. “Vi pare questo il modo di rivolgervi a una del mio rango? Denuncerò i vostri modi barbari e vi farò cacciare come un cane”. “Protesterete con i giudici quando vi chiameranno a rendere conto dei vostri crimini. Ma non vi nascondo che aspetto con ansia quel momento, quando vi sentirò balbettare la vostra versione dei fatti e poi soccombere sotto il responso della giustizia”. “Vaneggiate? Di cosa diamine state parlando?” “Inutile continuare la commedia! Anche le pietre sanno che le vostre mani grondano del sangue di centinaia di vittime innocenti, che avete torturato e ucciso nel corso degli anni, senza un accenno di pietà né un‟ombra di rimorso”.

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“Quanta immaginazione per i vostri intrighi! Tentate di spaventarmi ma io non tremo: chi volete che creda alle vostre miserabili accuse?” “Ci crederanno, ve lo assicuro. Forte del vostro nome, vi sentivate inattaccabile e avete osato l‟indicibile, convinta che il pianto delle vittime non avrebbe oltrepassato le mura dei vostri castelli e dunque, non sareste mai stata chiamata a renderne conto ad alcuno. E invece, per vostra disdetta, quel pianto è giunto fino alle mie orecchie”. “Orecchie impure, pronte a ricevere le peggiori infamie da persone corrotte…” “Tutto da dimostrare. Intanto è mia facoltà, oltre che mio dovere, consegnarvi alla giustizia terrena, affinché possiate subire la punizione che meritate. Starà poi al Padreterno destinarvi anche alle pene dell‟inferno!” Non volle ascoltarne la replica e l‟afferrò per un braccio trascinandola via, senza guardarla negli occhi, mentre i suoi soldati si occupavano del resto della compagnia. “La verità è che le mie ricchezze vi hanno sempre fatto gola e adesso vi illudete di poterci mettere le mani sopra” gridò la nobildonna, mentre l‟altro la costringeva a scendere precipitosamente le scale. “Sarà una sgradevole sorpresa per voi scoprire che alla fine di tutto resterete con un pugno di mosche in mano!” “Perché non risparmiate il fiato?” “Malauguratamente per voi, avevo previsto le vostre mosse e mi sono affrettata a fare testamento. Sì, caro Thurzó, avete capito bene! Non c‟è più niente che m‟appartenga, a parte la veste che indosso. A questo punto, non vi resta che chiedervi se è valsa la pena d‟imbastire un simile complotto per poi restare a bocca asciutta!” La rivelazione fu un colpo basso per il Conte, che per la rabbia si mise ad insultare la sua prigioniera. “Aveva ragione chi disse per primo che la strada di Satana scorre sulla lingua di Eva. . . Avreste dovuto impugnare l‟ago e imparare a ricamare anziché trastullarvi con le spade e immischiarvi negli affari di Stato come un uomo!” le disse a bassa voce,

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trattenendosi a malapena dal metterle le mani addosso. “Credevate davvero di poter umiliare impunemente uno con il mio prestigio? Davvero speravate che vi lasciassi libera di continuare a gettare fango sulla mia persona?” “Il fango ce l‟avevate già addosso, come una seconda pelle, e i vostri goffi tentativi di camuffarlo coi damaschi e le essenze che rubate agli ottomani, sono ridicoli oltre che vani…” gli rispose Erzsi, per niente intimorita da quanto le stava per succedere. “Ogni giorno, per ambizione e per denaro, calpestate i diritti della terra dove siete nato. Malgrado questo, continuate a considerarvi un uomo d‟onore, mentre non siete che un vile pronto a vendere la patria allo straniero”. “Che triste spettacolo vedere una nobildonna ridotta in questo stato! Ambite a misurarvi con la politica ma apparire una povera illusa, superba quanto patetica”. “Siete in mala fede se negate, come infatti state facendo, che ho sempre portato avanti la mia causa osteggiando la vostra. Voi, invece, principe dei traditori, avete aspettato la morte di mio marito prima di tendermi la trappola!” “Una donna deve saper stare al suo posto. Voi, al contrario, avete avuto l‟impudenza d‟infrangere quelle regole che da sempre ci governano, e di questo dovrete pagare il pegno”. L‟aveva in pugno, eppure, non sembrava il vincitore, dato che non riusciva a sopportare con distacco il disprezzo che lei gli dimostrava tanto apertamente. Incapace di condurre il duello senza che il sangue gli andasse alla testa, affidò la Contessa ai soldati, raccomandandosi di non perderla mai di vista. “Sapete già dove portarla” disse perentorio. Un attimo dopo sparì nel buio d‟altre sale. All‟indomani, Erzsébet Báthory fu murata in una stanza del suo castello di Csejthe. Niente finestre, niente pertugi da cui filtrasse un filo di sole o di luce. Le sembrò d‟impazzire, provò a gridare. Poi scelse il silenzio, sperando che qualcuno, prima o poi, sposasse la sua causa e andasse a liberarla. Ma là dentro non

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sapeva più se fosse giorno oppure notte, inverno o invece estate. L‟unica anima viva con cui aveva a che fare era lo sbirro che le passava i pasti attraverso un‟apertura alta appena una spanna e larga mezza. “Avvertitemi quando saremo a Natale” gli ripeteva di tanto in tanto, quasi che il saperlo potesse cambiare lo stato delle cose. Per più di tre anni aspettò invano il processo a suo carico, convinta di potersi discolpare delle infamie e puntare finalmente l‟indice contro quell‟infame di Thurzó. Ma ormai, fuori da quelle mura, nessuno si occupava più di lei e il suo nome aveva finito per legarsi a filo doppio con quei crimini in realtà mai commessi e dei quali nessun giudice gliene avrebbe mai chiesto conto. “Mia bella signora, vuoi sapere come ti chiamano adesso quelli del borgo che un tempo tu stessa strappavi alla fame in tempi di siccità e di carestia?” le chiese una mattina d‟agosto la sentinella. A dispetto delle accuse che inchiodavano la nobildonna in quella cella senz‟aria, lui l‟ammirava, se non altro per la dignità con cui faceva fronte alle condizioni disumane in cui era tenuta. Nella stanza regnava la penombra e attraverso la fessura che lo metteva in comunicazione con la reclusa, la guardia poteva appena scorgerla. “Prima eri la regina del Balaton. Ora sei per tutti la iena di Csejthe, la Contessa sanguinaria, la belva dei Carpazi…” le rivelò l‟uomo, che a forza di guardarla deperire tra la solitudine e le muffe s‟era mosso a compassione. “La gente, si sa, ha la memoria corta e la riconoscenza ha vita breve. Però, se sei innocente, come io credo, sono sicuro che almeno Dio ti salverà”. Fu a quel punto che Erzsi, sentendo il filo di calore che trapelava dalla voce del suo carceriere, lo mise a parte d‟una confidenza: “Stanotte ho fatto un sogno, terribile e sincero. E da quel sogno ho capito che non vedrò più ingiallire le foglie in autunno, né cadere la neve in inverno o fiorire i ciliegi al sole di maggio” disse senza tradire emozioni. “Dovrei rabbrividire, eppure resto calma, come l‟acqua degli stagni”.

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“Mi deludi, pallida signora del castello: non è da un‟indomita guerriera della tua tempra cedere alla rassegnazione come un‟umile donna di campagna! Perché disperare che qualche onesto cavaliere possa prendere a cuore la tua sorte e venga a liberarti, magari approfittando del buio della notte?” “Chimere. Confesso che anch‟io ci ho creduto, forse troppo a lungo…Ma adesso è tempo di guardare in faccia la realtà, pur orribile che sia. Meglio perdere ogni speranza che coltivare inutili illusioni. Da tempo ormai il dolore mi ha raggelato l‟anima e adesso è con uno strano sollievo che sento arrivare la mia ora”. “Se cedi, l‟avrai data vinta a chi ti vuole morta e non potrai mai più riprenderti l‟onore…” “La verità, prima o poi, verrà a galla. Lo sa bene chi mi ha rinchiusa qui dentro. Dubito che riesca a dormire sonni tranquilli!. . . Ma in fondo, cosa vuoi che conti il passato adesso che l‟avvenire sfugge?” Esile come un giunco, con la voce tremante, Erzsébet s‟accostò al muro, accanto alla piccola apertura che la teneva in contatto con il suo carceriere, e ritrovando il suo antico orgoglio gli chiese un favore: “Appena sapranno che me ne sono andata all‟altro mondo, in tanti correranno a reclamare le mie spoglie. Allora, per la prima volta da che m‟hanno murata in questa stanza, anche mio figlio Pál sarà autorizzato a farmi visita, sebbene ormai sarò soltanto un algido cadavere”. “Devo forse consegnargli qualcosa?” “Mi hanno spogliata di ogni cosa, cosa potrei mai dargli se non la sudicia veste che mi ricopre?. . . Ciò che ti chiedo è invece di parlargli in privato, per riferirgli quanto io tenga che lui rispetti per filo e per segno le mie ultime volontà su questa terra”. “Ti ascolto”. Erzsi sospirò di stanchezza, forse anche di rimpianto. “Voglio più di ogni altra cosa al mondo che faccia suo un comandamento che è stato mio: l‟indipendenza degli uomini e delle nazioni, un bene irrinunciabile e supremo”.

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“Che altro?” Lei sorrise, poi confessò che voleva essere seppellita sotto un maestoso pioppo bianco. E al suo interlocutore, stupito da una simile richiesta, disse sibillina: “Ha fama d‟essere l‟albero della morte luminosa…” Poi, quasi tra sé, a bassa voce: “Strano desiderio per una che alla luce ha sempre preferito l‟ombra…” Quando quel mattino di agosto del milleseicentoquattordici le campane del borgo suonarono l‟ora sesta, lei era già morta da un pezzo. Non fu suo figlio Pál a occuparsi dei suoi miseri resti né ebbe voce in capitolo quando si trattò di decidere dove interrarli. Di ciò che era stata Erzébet Báthory si parlò ancora a lungo, però sottovoce, alimentando le più torbide leggende sul suo conto. Nessuno, neanche in seguito, cercò mai di ristabilire la verità sulla sua storia, lasciando così che nel corso dei secoli il ricordo di una donna fuori del comune, in lotta per la libertà del suo Paese, fosse spodestato dalla fama di una creatura diabolica, assetata di sangue e di rovina.

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TUNISIAN WOMEN, AT THE VANGUARD OF RESISTANCE1 Cécile Oumhani2

In October 2011, the Tunisian people were preparing for the first free elections after decades of dictatorship. They were still under the spell of what Western journalists referred to as the Arab Spring. The tyrant fled the country on January 14th 2011 after three weeks of peaceful protests that his police tried to crush with indiscriminate violence. Shooting people carrying their dead to the cemeteries did not deter the determination of citizens to do away with the regime. In the months that followed his departure, a general feeling of euphoria and freedom swept across the country. Women had been at the forefront of the revolution and many still claim in Tunisia that such a revolution would not have been possible, if women had not played such a prominent role from the very start. Women in Tunisia have enjoyed the best status in the Arab world since the independence of the country. On August 13th 1956, President Bourguiba introduced the “Personal Status Code”, which revolutionized Tunisian society. Polygamy was abolished, as well as unilateral repudiation. Mutual consent became necessary for a wedding to take place. The minimum age for marrying was raised. Wives no longer had any legal obligation of obedience to their husbands. They were now entitled to file for a

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Date of reception: 11/09/2013 Date of acceptance: 12/09/2013 Former Senior Lecturer at the Université de Paris-Est Créteil (UPEC), Cécile Oumhani is a poet and a novelist. Her most recent publications include award-winning novels Une odeur de henné (May 2012) and L‟atelier des Strésor (August 2012). Tunisie, carnets d‟incertitude (October 2013) is a testimony about the Tunisian revolution in the form of a diary. “Diary of the Tunisian revolution”, a piece also about the Tunisian revolution, is due in Critical Muslim, issue 09, January 2014;  cecileoumhani@yahoo.fr. 2

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divorce and the law protected them, guaranteeing alimony and housing in case their marriage came to an end. At the same time, they were granted the right to work, to travel, to start a company, without asking for their husbands‟ permission. They also had access to contraception and abortion, without consulting their husbands. In the years that followed the independence of Tunisia, women entered the workplace and gained unprecedented visibility in all spheres of society. They became lawyers, university professors and entered the police forces. Bourguiba personally encouraged women to unveil, using all sorts of derogatory expressions referring to the veil as “a miserable rag” or a “frightful shroud”. He was filmed publicly removing the veils of a few radiant women. The role played by Bourguiba in introducing these unheard-of laws in the Arab world is essential. However mention should also be made of other earlier historical figures, who paved the way for Bourguiba‟s “Personal Status Code”. In pre-colonial Tunisia, a trend emerged for the modernization of the country as early as the 19th century. After travelling to France, Grand Vizier Kheireddine Pacha opened the Sadiki College in 1875, a place where innovative methods were the rule: modern sciences and languages were taught. A new elite was formed at the Sadiki College: young men thirsting for changes in religion and later independence from the French protectorate, which began in 1881. Cheikh Mohamed Snoussi published a book advocating education for girls in 1897. At the turn of the century, Egyptian Princess Nazli Fazil (1853-1913) married a Tunisian and had a literary salon in La Marsa, not far from Tunis. She was known to have a correspondence with Lord Kitchener among others and she gave her support to the budding Tunisian nationalist movement. “L‟Ecole de la Rue du Pacha”, a school for girls was opened in 1900 thanks to the initiative of French Louise-Renée Millet. The pupils were recruited among upper class families, which were in favour of reform and modernity. In 1930, Tahar Haddad published a groundbreaking essay, Our Women in the Charia and Society, which infuriated the conservatives. Although his proposals were rejected by most in his lifetime, all of them were included twenty-five years later in Bourguiba‟s “Personal Status Code”.

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Women themselves were not altogether absent from the public scene in this period. In 1936, Tawhida Ben Cheikh (1909-2010), a former pupil of the “Ecole du Pacha”, became the first Tunisian woman gynaecologist, dedicating her competence to women. She became personally involved in the introduction of contraception in the wake of independence. In 1936, Bchira Ben Mrad (1913-1993) founded the first Tunisian women organization. She had not been given the possibility to attend a school but had received a private education at home from her father and a friend of his. Looking back at the 19th and 20th century, it is obvious that the introduction of the “Personal Status Code” not only resulted from Bourguiba‟s action but also from a long fight started decades ago, by a few men as well as a few women who pursued their careers against the odds of tradition and conservatism. It could be added that Tunisia‟s pioneering position in the Arab world is equally notable in such measures as the abolition of slavery in January 1846, a measure unheard-of at the time in any other part of the region. Tunisia was also the first Arab country to promulgate a declaration of the rights of the citizen, the Fundamental Pact or Ahd el Amen in September 1857, which guaranteed the equality of all citizens, whatever their religion or ethnic origin. It was the first Arab country to have a written constitution in 1861. These dates have their importance, whatever could be said about the actual implementation of all these texts in the subsequent years. Is it a surprise that Tunisia was also the first country in the region to start its revolution in December 2010? These moments in history reveal an inheritance quite different from what the obscurantist discourse of religious parties would want it to be. Present Tunisian civil society emerged from a past marked by a deep-seated quest for reform and modernity. In October 2011, who thought Islamist party Ennahdha would win the election for the Constituent Assembly? In the euphoria that followed the fall of the regime, over 110 different political parties were born. None of them apparently stopped to think about the threat represented by one party who had been conspicuously absent from the protests in the streets. And yet Ennahdha had secretly been on the political scene for a quarter of a century. Its militants had been jailed and persecuted. Retrospectively it is easy to understand how they cashed in on Ben Ali‟s corruption. Among the people, they

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had the aura of those who had suffered at the hands of Ben Ali‟s police. Moreover they were religious and for a number of voters this gave them the credit of honesty. How could religious people rob the country as the former ruler had done for years with the members of his family? With over 110 different parties running, it was not difficult for them to win the election. They obtained 41, 47 % of the votes with only 50% of the electorate casting their ballots. Their victory put a damper on the enthusiasm that prevailed throughout the first months of the revolution. A coalition government was formed, called the “troika”. Over the following weeks and months, society started changing. Extremist Salafi groups appeared on the scene, with Ennahdha claiming it had nothing to do with them, but always giving the impression that if they were unable to control them, it was very likely they condoned their action. These groups made their presence felt through violent actions here and there, against bars and hotels selling alcoholic beverages, against individuals suspected of drinking, against women not dressing according to their codes. They perpetrated attacks against a TV channel in October 2011 for showing Persepolis, the film based on Iranian Marjane Satrapi‟s autobiographical graphic novel. Nabil Karoui, the head of Nessma, was tried for “insulting sacred values” and was heavily fined, while his attackers went free. In September 2012, the Salafis attacked the American Embassy in Tunis, causing the death of two persons. The court‟s leniency towards them has shocked more then one. Not only do some women feel insecure enough in some districts to wear a “hijab”, when they never did in the past, but customary marriage is also spreading in underprivileged areas and universities, promoted by Salafi groups. This kind of marriage or “orfi” marriage only requires the presence of two witnesses and a pseudomarriage contract. Women are easy victims for this kind of marriage and many have already fallen prey to false promises. Still illegal in Tunisia, it would mean a serious retrograde move, if generalized and institutionalized. It undoubtedly reflects the impact of Salafi ideas among young people in some parts of the country.

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It is to be noted that more and more religious kindergartens are opening all over the country, raising serious concern about the future of education in a country where the schooling-system had always been organized inside a secular frame. Furthermore it had been illegal for women working in schools and administrations to wear veils. In November 2011, very serious incidents broke out at the Faculty of Arts in La Manouba, where Salafis demanded the right for women students to attend classes and sit exams wearing “niqabs”. Until the revolution, such outfits were unknown in Tunisia; the previous regime had outlawed such outfits, as well as growing Islamist beards. Habib Kazdaghli, the Dean, courageously stood up against the Salafis and was taken to court, falsely accused of molesting two students dressed with “niqabs”. Although petitions and various actions were organised in his favour, the court decided he was innocent, it may well be that students will obtain the right to wear “niqabs” on university grounds, a serious defeat for women and the values of modernity. Ever since Ennahdha has been in power, women have been especially attentive to debates and decisions going on in the Constituent Assembly. They have worried about threats against the “Personal Status Code”. And rightly so, as revealed the plan to define woman as “man‟s complement” in the new Constitution, thus erasing the principle that made men and women equals. When this transpired in the course of Summer 2012, the civil society immediately took to the streets until it was decided that equality would remain, as it is written in the 1956 Constitution. The general situation of the country has been steadily deteriorating, marked this year by the assassination of two leaders of the Opposition. Chokri Belaïd was shot down, as he left his home, on February 6th 2013. Mohamed Brahmi was gunned down in front of his children on July 25th 2013. Further plots to assassinate other leaders, among them women, have been discovered. To this day, the assassins have not been arrested. Tunisia is not used to such violence and people have been in a state of shock since these tragic events. They have massively demonstrated all over the country, calling for a general strike in both cases, to express their disgust and horror. Women have not been among the last to voice their revolt. Chokri Belaïd‟s widow, Basma Khelfaoui went out

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into the streets of Tunis, on the morning of his death, raising her hand in the sign of victory, becoming a symbol of courage and resistance. She was followed by thousands of women, who broke with Tunisian tradition on February 8th 2013, the day Belaïd was buried. It had not been done for women to attend a funeral, even for the closest family relatives, on the grounds that females were not morally strong enough to bear such a ceremony. It has been observed that Basma Khalfaoui and Tunisian women resolutely rejected such segregation last February, asserting through their presence that they are men‟s equals in all aspects of life. When Mohamed Brahmi was assassinated, sit-ins were organised at the Bardo, where the Constituent Assembly is based. A number of members withdrew, thus bringing the drafting of the Constitution to a halt. They have not resumed their work since August and have been demanding the resignation of the government. On October 6th 2013, the government announced that it would leave and promised that a new team of technocrats would be appointed to run the country. In other words, Tunisian civil society‟s proactive attitude has been paying and it is still too early to say that the 2011 revolution is over or that its ideals have been confiscated. I will take another significant example to show that deep changes are still going on inside Tunisian society. It will also illustrate how two contradictory trends are running through the country. In March 2013, 18-year-old Amina Sboui posted on Facebook a photo of her naked torso with a sentence written across her breasts. It read: “My body belongs to me and it is the honour of no one”. At the time, she claimed to have joined the Ukraine-based Femen movement, which she has since left. Her photo unleashed hatred, the vilest insults and threats against her. Her page was hacked by Salafis. A Salafi preacher was invited to a talk show, two days after she had spoken on the same programme. He refused to sit on the seat assigned to him, saying the chair was impure after she had sat there. He added that she deserved to be flogged if not lapidated. Amina‟s photo not only infuriated fundamentalists, it also revealed how conservative many parts of society still are. It soon transpired that even feminists and modernists frowned upon her action and would not support her.

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On May 19th 2013, the Congress of Salafi Ansar Echcharia was to be held in Kairouan, a holy city in the centre of the country. Amina made it known that she would go and confront them. Film director Nadia El Fani tried to talk her out of going, saying they would lynch her and that if she really wanted to go, she had to do it in the presence of a few journalists. She went alone all the same, bravely determined to oppose these extremists, carrying self-defence spray in her backpack. The police promptly arrested her, taking her to jail for being in possession of illegal weapons and desecrating a cemetery. It turned out that she had painted the word “Femen” on the wall separating the street from the cemetery. Painting slogans on walls everywhere in the country had been common practice ever since the revolution. Amina‟s arrest made it impossible for the 18-year-old girl to sit her final secondary school exams. She was jailed in horrendous conditions for over two months, confined in 20-square-meter cell with fortyfive other inmates. She was only released a few days after the assassination of Mohamed Brahmiat the beginning of August and now lives in France where she is trying to start a new life. Interestingly enough, throughout the weeks of her imprisonment, Tunisian society changed its attitude towards her. The feminists and modernists who had criticized her started supporting her and asking for her liberation, widely approving the action initiated by the committee set up for her liberation. Amina‟s act of rebellion is much more than the anecdotal behaviour of a teen-ager. In the context of a country where women have adopted “niqabs”, her gesture is a symbol of bravery. The sentence she wrote across her breasts is loaded with meaning. “My body belongs to me. It is the honour of no one else”, it said. Amina was thus asserting her right to use her body as she wanted to. She was also claiming her own existence, as a being separate from any group, emerging freely and independently from the straightjacket of the traditional Mediterranean family. Amina embodies change, new lifestyles to come, as well as resistance against the obscurantist forces at work in Tunisian society, in a process that is bound to take a long time. Tunisian women are concerned about their daughters‟ future and they are determined to take any action needed to defend the status they were given in 1956. Young Amina

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embodies a new generation who saw the revolution as the promise of even further perspectives for change. She may have been alone, as she was last March, when she posted her photos on Facebook. Yet, it is probably no coincidence that in Egypt Aliaa el Mahdy also posted a full picture of herself naked on her blog. Activist Lina Ben Mhenni posted a picture of her naked back in August 2010. These young women, in different places, at different moments, each expressed their desire to rid themselves of the past and redefine their relationships to themselves and the outside world. This period is certainly not an easy one, as the situation seems to be constantly fluctuating. But is this really surprising? Revolutions have always implied the opposition of conflicting trends. Lasting change simply cannot follow the pace of the Internet messages that brought recent events of the so-called Arab Spring to the knowledge of the whole world. History bides its time, while also requiring the constant vigilance of its actors.

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RESEÑA: DISCURSO DE GÉNERO Y DIDÁCTICA. RELATO DE UNA INQUIETUD. FÉLIX SAN VICENTE Y Mª LUISA CALERO VAQUERA1 Carmen F. Blanco Valdés2

Félix San Vicente y Mª Luisa Calero Vaquera (eds.), Discurso de género y didáctica. Relato de una inquietud. Bologna: Cooperativa Libraria Universitaria Editrice Bologna (CLUEB), 2012. ISBN: 978-88-491-3653-1;978-84-9927-113-2.

La Universidad de Bolonia y la Universidad de Córdoba, la colección Contesti linguistici y el Servicio de Publicaciones se han unido para ofrecer esta magnífica monografía, editada por los profesores Félix San Vicente y María Luisa Calero Vaquera con el apoyo del Ministero dell‟Istruzione, dell‟Università e della Ricerca y del grupo de Investigación, del Plan de Investigación de la Junta de Andalucía, LENGUAJES (HUM 224). Son datos que sirven de preámbulo para contextualizar un trabajo científico, serio y riguroso que toma como punto de partida las reflexiones de un nutrido grupo de especialistas sobre el discurso de género desde el enfoque de la didáctica, enfoque cuyo punto de vista nace desde el relato de una inquietud, lo cual deja entrever, ya desde el propio título, que no se trata sólo del análisis de las distintas perspectivas metodológicas de estudio sino que su intención va más allá, pues la inquietud es síntoma de que, en este campo concreto, los cambios son todavía necesarios. El volumen se abre con un capítulo inicial, a cargo de los editores, que plantea las bases del estado de la cuestión “Aproximación al discurso de género y su didáctica” y se estructura a lo largo de tres capítulos, de extensión equilibrada y que revisan los 1

Fecha de recepción: 30/06/2013 Fecha de aceptación: 02/07/2013 Profesora titular de Universidad, Departamento de Traducción e Interpretación, Lenguas Romances, Estudios Semíticos y Documentación, Universidad de Córdoba, España;  ff1valdes@uco.es. 2

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soportes fundamentales del discurso lingüístico, centrados en los siguientes aspectos: 1) Perspectivas y planteamientos, 2) Estereotipos e ideología en la tradición de manuales y gramáticas y 3) Estereotipos e ideologías en la tradición del diccionario. Se cierra con una Bibliografía dividida entre a) Fuentes y b) Bibliografía crítica. En el prólogo “Aproximación al discurso de género y su didáctica” los editores aclaran que el volumen pretende descifrar, “desde la percepción de la no neutralidad de los sistemas lingüísticos, que los instrumentos para la didáctica y las instituciones que los imponen han tenido un peso determinante en el pasado y podrán tenerlo también en el presente y en el futuro”; de ahí que, como antes apuntábamos, este conjunto de estudios se conciba con el relato de una inquietud. Partiendo del hecho indiscutible de que en la lengua “los roles y estereotipos non son innatos sino que obedecen a circunstancias históricas”, el volumen, con un criterio, a mi juicio, totalmente acertado por parte de los editores, se aproxima al tema central desde la perspectiva histórica y desde el análisis ideológico que pueden aportar recipientes como las gramáticas, los manuales y diccionarios “lugares en los que particularmente se produce la inserción de lo ideológico”; y configura en su conjunto una dimensión cronológica que en su diacronía abarca desde los comienzos de la época moderna hasta la actualidad. La conclusión no deja al lector indiferente: la lengua y sus usos son “reflejo de una sociedad sesgada en lo ideológico en el tratamiento de las formas de género”. El primer capítulo, “Perspectivas y planteamientos”, engloba un total de cinco estudios que abordan el discurso de género desde una visión histórica. Se abre con el artículo de María Ángeles Calero Fernández, “Visión histórica de la teorización del género gramatical y consecuencias en su aplicación a la enseñanza de ELE”, quien, centrándose específicamente en el morfema de género, considera que, en la enseñanza de la lengua española para extranjeros, esta cuestión no es baladí. Tras el análisis de este morfema en las primeras gramáticas del español, en los textos académicos, en las gramáticas contemporáneas y en los materiales didácticos del español como lengua extranjera, su conclusión es que, en las investigaciones sobre el género gramatical, hay que seguir avanzando y que, justamente, los materiales de enseñanza de ELE son “un espacio privilegiado”. “La mujer y el estudio del latín en la Europa moderna” es la

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aportación que presenta Francisca del Mar Plaza Picón que señala cómo el nuevo contexto económico y social de la Europa Moderna trajo consigo “un mayor interés por la educación en general y por la de las mujeres en concreto”. Su corpus de análisis se centra en algunos tratados pedagógicos en los que se abogaba por la enseñanza del latín, desde el siglo XVI al XVIII, para ahondar en la intención y la perspectiva desde la cual se aconsejaba el aprendizaje del latín: como lengua de la Iglesia servía para la formación moral y religiosa de las mujeres; pero, al tiempo, el dominio de esa lengua, les servía como vía de acceso a la cultura. Los dos capítulos siguientes “Los idiomas en la educación femenina en la España del siglo XVIII: Josefa Amar y Borbón y José Isidoro Morales” y “Queridísima esposa: Mecanismos lingüísticos de intensificación en cartas de despedida destinadas a mujeres” de María Dolores Gimeno Puyol y de Florencio del Barrio de la Rosa abordan, respectivamente, la introducción de los idiomas modernos en la enseñanza femenina en el Antiguo Régimen desde el distinto enfoque con el que los textos estudiados se aproximan a la enseñanza de idiomas, enfoque que “muestra dos concepciones distintas del papel que se adjudicaba a la mujer entre las élites dieciochescas”; y las cartas de despedida dirigidas a las mujeres por los condenados a muerte durante la Guerra Civil española que “suponen un corpus ideal para el análisis de las diferencias lingüísticas entre mujeres y hombres”. Esta primera sección de la monografía se cierra con el artículo de María Luisa Calero “El lugar de las mujeres en la Universidad española”. Calero analiza en sus pormenores –y sobre estadísticas reales– el papel de las mujeres desde los diferentes roles: como alumna, como profesora y como dirigente, para terminar ofreciendo un acertado diagnóstico sobre el futuro de este colectivo, tanto en la Universidad como fuera de ella; y una advertencia que no debe ser, a mi juicio, menospreciada: “ante los actuales momentos de quiebra económica hay que mantenerse alerta para que nuestros gobernantes no consideren un lujo las conquistas habidas en materia de igualdad, que suelen ser las primeras de las que se prescinde en situaciones de crisis”. Sociedad, cultura, proceso educativo y uso de la lengua son las columnas sobre las que se vertebran los estudios contenidos en el segundo capítulo: “Estereotipos e ideología en la tradición de manuales y gramáticas”. Ideas como que el proceso

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educativo constituye un momento clave de socialización para los individuos, que la escuela puede transmitir –y consagrar– un sistema de valores discriminatorio y sexista, que muchos de los libros de texto, gramáticas o repertorios usados como manuales para la enseñanza de las lenguas, además de ser, en efecto, una vía de acceso a la cultura, recreaban situaciones de la vida cotidiana que, a su vez, respondían a culturemas en los que la mujer asumía un rol estrictamente femenino, son algunas de las interesantes aportaciones que podemos encontrar en este nutrido y sistematizado capítulo, con una magnífica organización de los materiales por parte de los editores que, en todo momento, han sabido mantener la perspectiva diacrónica. El interés radica, además, en que el corpus estudiado analiza tanto textos pertenecientes al ámbito de la lengua española como manuales de español para italianos. Tal es el caso de los artículos “Análisis ideológico del discurso metalingüístico: la mujer en las gramáticas de español para italianos del siglo XVI” de Carmen Castillo Peña que analiza en detalle los textos de Giovan Mario Alessandri d‟Urbino (Nápoles, 1560) y de Juan de Miranda (Venecia, 1566); “La representación de la mujer en los ejemplos de Il perfetto dialoghista italiano e spagnuolo y el Unico metodo accelerato razionale, en el que Luisa Chierichetti se acerca con minuciosidad a estos dos métodos de español para italianos de principios del siglo XX; y “Reflexiones en torno a contrastividad y género en la gramática de español para italófonos” estudio en el que María Lozano Zahonero reflexiona sobre los tres conceptos de género: gramatical, biológico y social, para plantear una pregunta ¿qué enseñar sobre género en una gramática de español como L2 y, más concretamente, para italianos? El capítulo se completa, en el ámbito hispano con las aportaciones de Daniel M. Sáez Rivera y Margarita Borreguero Zuloaga “La presencia de las mujeres en los métodos y las gramáticas de ELE (1492-1726)” que subrayan que buena parte de las gramáticas y manuales de este periodo han transmitido una imagen de la mujer que “refleja los estereotipos existentes, pero que en algunos casos no deja de resultar sorprendente”; y de Dolores Azorín, José Joaquín Martínez y Antonia Martínez Linares, los cuales en el estudio “La mujer como sujeto y objeto en los diálogos didácticos de los siglos XVI y XVII” pretenden indagar en la imagen que de la mujer proyectan estos diálogos, bien cuando es traída a colación como objeto, bien cuando aparece en calidad de personaje activo. Finalmente, encontramos los artículos de Susana Rodríguez Marcia

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y de Maria Teresa Sanmarco Bande que, respectivamente, abordan el análisis de dos textos: “El papel de los ejemplos en la construcción de estereotipos. Análisis del Compendio de la Gramática de la Lengua Española (1931)” y “Orígenes y adaptaciones de La bella Juanita, libro de lectura para niñas”, el primero de los cuales concebido como una herramienta para el aprendizaje de la lengua en etapas formativas de nivel medio y el segundo como un claro ejemplo de la orientación moralizante en la educación infantil femenina “encaminada a reforzar el papel exclusivo de la mujer como hija sumisa, ama de casa hacendosa y madre sacrificada”. En el tercer y último capítulo de esta monografía: “Estereotipos e ideología en la tradición del diccionario” se incluyen tres artículos en los que el recipiente de análisis son los diccionarios, de tal modo que el interés se centra ahora, fundamentalmente, en el componente léxico de las lenguas. El punto de partida se establece sobre la base de un hecho incuestionable, reseñado por Gutiérrez Cuadrado, y que los estudiosos Carmen Marimón Llorca y María Isabel Santamaría Pérez señalan en el artículo “El estereotipo social femenino a través del léxico sobre las relaciones de parentesco: del Tesoro de Covarrubias a Autoridades”: “toda obra lexicográfica es deudora de la ideología reinante de la época en la que se produce; esto es, los diccionarios […] no son textos neutros sino reflejo de la manera de ver el mundo por parte de una sociedad, o al menos de los grupos sociales dominantes”. Si bien, con el paso del tiempo, los diccionario han procurado desideologizarse, lo cierto es que en las primeras obras lexicográficas del español detalladas en este artículo, que se centra en el análisis de los estereotipos femeninos referidos a la familia y a las relaciones sociales, los autores no sólo se centraban en el contenido léxico de las palabras sino que también ofrecían información sobre el contenido semántico, de modo que “constituyen un testimonio sociocultural e histórico fundamental que refleja claramente el pensamiento de un momento”. El artículo “Lecturas femeninas especiales: los diccionarios médicos de divulgación de la España decimonónica” de Bertha M. Gutiérrez Rodilla nos introduce en la corriente conocida como “Medicina doméstica” que en España no alcanzó más que “un tímido desarrollo”. Bajo el formato de “diccionario” se incluían una serie de manuales de higiene y salud, inventarios de nombres de enfermedades o de síntomas cuya finalidad

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quedaba lejos de instruir a las mujeres, pues su pretensión era más bien “transmitir una serie de ideas médicas sobre el matrimonio, la maternidad, la crianza o el cuidado del hogar” que radicasen a la mujer en el rol que la sociedad decimonónica le había asignado. El objeto de estudio del artículo que cierra esta monografía: “La cuestión del género en el diccionario monolingüe de aprendizaje del español como lengua extranjera” a cargo de Stefan Ruhstaller y Francisco Molina Díaz, es la revisión crítica de diccionarios monolingües de español como herramienta para el aprendizaje de una L2; y más concretamente a través de lemas representativos como hombre y mujer y algunos de sus derivados morfológicos. En buena lógica y dado que el libro se concibe como una monografía, el apartado “Bibliografía” se presenta no como una suma de las distintas fuentes documentales de cada uno de los artículos sino como una bibliografía general sobre el tema; de hecho, se ofrece a los lectores una relación exhaustiva y actualizada que comprende más de 300 títulos y que, en mi opinión, es en sí mismo un artículo de revisión bibliográfica. A la vista de los datos aportados, no cabe duda de que nos encontramos ante un volumen que, de suyo, se convertirá en referencia obligada para aquellos estudiosos interesados en abordar el tema desde el ámbito específico de los estudios de género y/o desde la perspectiva de la didáctica o el perímetro educativo. Bien planteada y con una buena organización de los materiales, la monografía, sin desviarse en ningún momento del argumento tratado, combina en un perfecto equilibrio la perspectiva histórica con la comparatista, analiza en detalle tanto gramáticas, como diccionarios, textos de carácter educativo o manuales; y aporta igualmente interesantes reflexiones sobre cómo fue y como debe ser la enseñanza del español como segunda lengua o la enseñanza de una lengua extranjera en materia de género. Por lo que se refiere al lugar de edición, considero que ha sido un acierto de los editores que esta monografía haya sido publicada en una editorial universitaria, pues la finalidad principal de estos servicios de publicaciones, además de ser garantes de la calidad científica de los trabajos publicados, es precisamente la de dar visibilidad a las investigaciones que se realizan en el seno de las universidades.

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Reseña: Virgina Woolf y el Helenismo 348-350

RESEÑA: VIRGINA WOOLF Y EL HELENISMO, 1897-1925. LUCÍA P. ROMERO MARISCAL1 Pedro Jesús Molina Muñoz2 Lucía P. Romero Mariscal, Virginia Woolf y el Helenismo, 1897-1925. Valencia: Alfons el Magnànim, 2012. ISBN 978-84-7822-621-4.

La relación de Virginia Woolf con la lengua y literatura griegas ha sido poco estudiada incluso fuera de España y es, desde luego, prácticamente desconocida para el público hispanohablante. El primer mérito de este libro es el de haber perseguido con detalle muy minucioso esa relación, cotidiana primero, asidua y esforzada después, de la escritora inglesa con el griego, como lengua que da acceso a una literatura extraordinaria, y con una particular idea de Grecia, que debe leerse sobre el trasfondo del papel que Grecia ha jugado en la cultura inglesa desde el siglo XIX hasta nuestros días. Un segundo mérito del libro es el de haber puesto de relieve el alcance de la dedicación de Virginia Woolf a una lengua que le era a la vez tan próxima y tan extraña. En efecto, el estudio de la lengua griega era en la época de Virginia Woolf el privilegio casi exclusivo de una elite intelectual y académica masculina, contra la que suele arremeter la propia Woolf en su obra, de modo que su apropiación del griego no solamente constituirá la base necesaria para cumplir, de manera similar a la de los hombres, su propia formación como escritora, sino que es capaz de transformar ese privilegio en un don al lector común. De este modo, leer en griego se convertirá en la piedra angular de su formación como intelectual que aprende, además, a través de las primeras académicas dedicadas profesionalmente a la lengua y cultura griegas, como la famosa Jane Harrison y, sobre todo, como su profesora particular, Janet Case. 1

Fecha de recepción: 03/09/2013 Fecha de aceptación: 05/09/2013 Special Scientist, Spanish Section, Language Center, University of Cyprus, Nicosia, Cipre;  munoz. molina@ucy.ac.cy. 2

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Pedro Jesús Molina Muñoz

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De la lectura del libro de Lucía P. Romero Mariscal (LPRM en lo sucesivo) se desprende una conclusión que puede sorprender en principio. La lengua griega aparece íntimamente relacionada no ya con el feminismo de Virginia Woolf, sino con el feminismo tout court. Sus primeras lecciones las recibe del catedrático de literatura griega del King‟s College de Londres, el profesor Warr, cuyo compromiso con la formación académica de las mujeres fue de un extraordinario valor en su época. También Clara Pater, la hermana del reconocido Walter Pater, contribuyó al aprendizaje del griego de Virginia Woolf, quien la recordará no solamente en sus cartas y diarios, sino, además, en algunas de sus obras literarias, especialmente en el relato titulado “Momentos de Vida: Los alfileres de Slater no tienen punta”. Finalmente, la influencia de Janet Case, la primera mujer que participó en una representación teatral de las “obras griegas” de Cambridge y una de las primeras licenciadas del Girton College, será extraordinaria en la escritura y la vida de Virginia Woolf. Los capítulos de la obra siguen un orden biográfico que nos permite asistir, día a día como si dijéramos, al proceso de aprendizaje y a la maduración de sus frutos. Este es, en nuestra opinión, el tercer mérito de la obra, pues el resultado es una lectura muy amena. En el primer capítulo LPRM sigue la evolución desde las primeras lecciones de griego en 1897 hasta la consagración como escritora de Virginia Woolf en 1925. El material consultado es muy abundante: la edición de los diarios personales, del epistolario de la autora, de sus notas de cuadernos de lectura, así como de sus primeros ensayos, relatos y novelas. La información que se extrae de estas fuentes primarias de consulta, que se citan en lengua original y en traducción, es igualmente rica y reveladora del empeño apenas sin desmayo de Virginia Woolf en hacerse con la lengua y la literatura griegas, sobre las que vuelve constantemente con esfuerzo y devoción. LPRM subraya que, en la mayoría de las ocasiones, la joven escritora manifiesta un cuidado casi filológico, y hace explícita la consulta, el estudio, la lectura o las referencias a obras y autores de la Antigüedad. En otras ocasiones, sus estrategias son más indirectas, sus alusiones más refinadas y sutiles, también más eruditas o irónicas, hasta el punto de pasar desapercibidas a un lector no familiarizado con la filología clásica, i. e. no tan común como Virginia Woolf quiso hacernos creer.

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El segundo capítulo está dedicado a la idea de Grecia de la escritora, una idea que incorpora al griego de cada día la experiencia del viaje a Grecia, elevado por la cultura inglesa a la condición de iniciático. LPRM describe y analiza el primer viaje a Grecia que Virginia realizara en 1906 en compañía de sus hermanos Thoby y Adrian, de su hermana Vanessa y de su entrañable amiga Violet Dickinson. Este viaje encontrará sus prefiguraciones literarias en un relato breve, probablemente escrito por esas mismas fechas, titulado “Un diálogo en el monte Pentélico”, así como en la que será su primera novela “modernista”, El cuarto de Jacob, publicada en 1922. En todos estos ejemplos se contrapone la Grecia idealizada por la “inteligencia” masculina a la Grecia dividida entre el ideal y la realidad en la visión femenina de la autora, de la voz narradora, y de los personajes femeninos. El tercer y último capítulo regresa a la lengua griega y la literatura escrita en esa lengua de tan extrañas virtudes. En él son objeto de detallado estudio dos ensayos publicados por Virginia Woolf y centrados exclusivamente en el griego: “La lengua perfecta”, de 1917, y “Del no saber griego”, ensayo este último publicado dentro de la colección titulada El lector común y publicada en 1925. En estos ensayos la escritora destaca la belleza inaprehensible de la lengua griega, su irresistible atractivo incluso para quienes, como ella, se sienten excluidas debido a sus limitaciones en una formación no especializada. La dificultad del griego es una dificultad intrínseca, por otra parte, a la de una lengua arcana y misteriosa como todo lo antiguo y ya perdido. Pero esta lengua ha dado, para la escritora y lectora ávida, una literatura que está a salvo del tiempo. El libro de LPRM constituye a nuestro juicio una muy importante aportación a tres campos de estudio. Es, en primer lugar, una contribución especialmente valiosa a los conocidos como Reception Studies, aplicados a una autora excepcional cuya vinculación a la literatura clásica ha sido con frecuencia considerada como una inclinación curiosa, pero secundaria. Los estudios de género tienen también en el libro una aportación a una autora emblemática y de ideas disputadas sobre la condición de la mujer y de su oficio de escritora. Y las personas que aman la literatura de Virginia Woolf tienen perspectivas inusitadas para mirar el mundo desde el sillón de la escritora

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Reseña: Postocolonial Ecologies 351-355

RESEÑA: POSTOCONIAL ECOLOGIES. LITERATURES OF THE ENVIRONMENT. ELIZABETH DELOUGHREYAND GEORGE B. HANDLEY1 Bibian Pérez Ruiz2

Elizabeth DeLoughrey & George B. Handley, Postcolonial Ecologies. New York: Oxford University Press, 2011. ISBN: 978-0-19-539442-9. El libro Postcolonial Ecologies parte de la convicción de sus autores de la necesidad de establecer un diálogo fructífero entre los estudios postcoloniales y ecocríticos, a la vez que reivindica la ampliación del campo de investigación de éstos en el complejo mundo globalizado actual, dado que las preocupaciones medioambientales no son prerrogativa exclusiva del norte privilegiado. Esta obrarechaza la homogeneización, apostando en cambio por reconocer y visibilizar la riqueza de la diferencia junto con las valiosísimas aportaciones del sur al imaginario ecológico, sus debates sobre temas medioambientales así como su plenaconsciencia de la impronta del ser humano en la naturaleza. Tras una introducción clarificadora sobre diversas cuestiones ecocríticas y postcoloniales, el libro se articula en torno a cuatro secciones compuestas por diversos artículos relacionados por un hilo conductor común. El primer bloque, “cultivando el lugar”, se centra en la cuestión de cómo la representación y connotaciones de lugares geográficos concretos ha estado, y continúa estando, fuertemente influenciada por el colonialismo. El estudio de Jill Didur sobre The Inheritance of Loss, de la escritora india Kiran Desai, reconstruye el paisaje del Himalaya dotándole de tintes novedosos (símbolo de amenazas y peligros) frente a las implicaciones habituales asociadas a las 1

Fecha de recepción: 17/09/2013 Fecha de aceptación: 19/09/2013 Profesora Asociada, Departamento de Filología Inglesa, Universidad Autónoma de Madrid, España;  purificación.perez@uam.es. 2

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estaciones de montaña (entornos saludables, sublimes y pintorescos) a la vez que desplegando una indómita fuerza natural que deja al descubierto la pequeñez del ser humano frente a ésta. De este modo la narrativa de Desai rechaza y subvierte el antropocentrismo colonial en cuanto a la representación del espacio se refiere, al describir paisajes y habitantes altamente extraños e inquietantes. Por su parte, el artículo de LeGrace Benson ofrece un análisis diacrónico de los significados profundos y motivaciones que dieron lugar a las representaciones artísticas, mayoritariamente pictóricas, del “paraíso” haitiano, las cuales aportan una visión del entorno enraizada en la conciencia religiosa afro-criolla que personifica a sus deidades en fuerzas naturales con entidad moral y considera a las personas como integrantes de una comunidad extensa que trasciende el individualismo occidental. Finalmente, Elaine Savory hace especial hincapié en la preocupación de la ecocrítica postcolonial por visibilizar la explotación ejercida por los imperios coloniales sobre las personas y su medio natural. Para ello se centra en las estrategias estéticas relativas al uso extensivo y variado de la flora en la poesía del escritor caribeño Derek Walcott, galardonado con el Nobel de Literatura en 1992. La sección II, “narrativas del bosque”, aborda la cuestión de cómo desde diversos ángulos se han intentado deconstruir las interpretaciones relativas a la representación, trascendencia y funcionalidad de los bosques no occidentales derivadas de dualismos potenciados

durante

el

colonialismo,

como

cultura/naturaleza,

blanco/negro,

hombre/mujer (24). En este sentido, el artículo de Lizabeth Paravisini-Gebert investiga diversas manifestaciones literarias relativas a las significaciones profundas del bosque caribeño junto con el dramático problema de la deforestación, íntimamente ligado a su pasado colonial. Por su parte, George B. Handley vuelve su mirada hacia la literatura latinoamericana al analizar el protagonismo de una naturaleza hermosa a la vez que implacable y terrible en Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier. Finalmente, Jennifer Wenzel nos acerca, mediante el análisis del relato “Dhowli” de la escritora y activista bengalí Mahasweta Devi, a la inextricable relación entre conflictos narrativos y crisis ecológicas característica en la obra de esta autora. Devi considera que una de las funciones de la ecocrítica debe ser la de visibilizar las injusticias medioambientales padecidas por los más marginados, preocupación constante en sus escritos. Lo que

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resulta especialmente interesante de este artículo es su plasmación de la mercantilización consciente que algunos de los personajes femeninos de Devi hacen de su sexualidad, como herramienta no sólo de supervivencia sino de prosperidad económica, sin que dichas mujeres se sientan avergonzadas por ello. En este sentido cabría establecerse una sugestiva analogía con este mismo posicionamiento utilitarista de la belleza y el cuerpo femenino presente en la obra de algunas escritoras africanas, denominado por Catherine Frank “bottom power” (1987: 14-34), las nigerianas Buchi Emecheta y Chimamanda Ngodzi Adichie, la camerunesa Calixthe Beyala o la zimbabuense Yvonne Vera, entre otras. El tercer bloque, “las vidas de los animales (no humanos)”, se interroga acerca del antropocentrismo imperante en cuestiones medioambientales mediante cuatro artículos centrados en realidades africanas, asiáticas y australianas. El trabajo de Rob Nixon pone de manifiesto cómo las reservas de caza en Sudáfrica son percibidas de manera diametralmente opuesta por la población blanca (riesgo, aventura, lugares para la renovación espiritual y nostalgia de un pasado poderoso) y la negra (la naturaleza utilizada como otra herramienta de exclusión racial), en un país donde la segregación ha sido durante décadas una brutal realidad no sólo entre humanos y no humanos, sino entre personas. El artículo de Jonathan Steinwand utiliza a las ballenas como hilo conductor analizando cuatro novelas de autores tan diversos como Witi Ihimaera (maorí), Linda Hogan (india americana), Zakes Mda (sudafricano) y Amitav Ghos (indio). Dichas narraciones desdibujan los límites convencionales entre humanos y no humanos, convirtiendo a los cetáceos en iconos a través de los cuales se establece una interesante analogía entre éstos (seres amenazados, ambiguos y fronterizos) y las poblaciones indígenas (igualmente amenazadas y en permanente negociación entre la civilización dominante y la naturaleza), así como entre el modo de vida tradicional frente al capitalismo postmoderno. Allison Carruth vuelve su mirada a la transformación experimentada en la narrativa del sudafricano J. M. Coetzee, Nobel de Literatura del 2003, quien evoluciona desde la morbosidad, violencia y preocupación por temas raciales de etapas previas a argumentos más cómicos, cotidianos y banales en la actualidad. Dicho artículo se centra en la novela corta The Lives of Animals, la cual critica y parodia el antropocentrismo postcolonial generando más simpatías por las

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vidas de los animales que por la historia del colonialismo político. En último lugar, Pablo Mukherjee nos aproxima al que se considera el peor desastre ecológico industrial, la tragedia del vertido masivo de gases tóxicos el 4 de diciembre de 1984 en Bhopal, que afectó a más de 200.000 personas en esta ciudad india y a la cual Indra Sinha nos acerca mediante su novela Animal´s People, metonimia de la condición cotidiana de la existencia postcolonial. El último bloque, “turismo militante”, se centra en la representación del sujeto subalterno así como en la candente cuestión de quien tiene la potestad de hablar en representación de la naturaleza. El artículo de Elizabeth DeLoughrey se sumerge en los orígenes de los movimientos medioambientales y sostiene que, de modo sutil y tangencial, las radiaciones nucleares con fines militares han sido precursoras del calentamiento global y, paradójicamente, han contribuido a la concienciación de la existencia de un ecosistema global. Por su parte, Dina El Dessousky nos presenta una panorámica de la filosofía subyacente entre los habitantes de las islas del Pacífico en lo relativo a sus sentimientos de responsabilidad y amor profundo por su tierra y la vida que la habita, tanto humana como no humana: el lugar cargado de significado (lo que Lawrence Buell denomina “place” (2005: 62-63) frente al “space” que denotaría una abstracción geométrica y topográfica) considerado elemento consustancial a la propia identidad de sus habitantes y, por ello, el daño profundo causado por las pruebas nucleares llevadas a cabo en sus islas. Anthony Carrigan, a través de la novela Turtle Nest de la escritora Chandani Lokuege, reflexiona acerca de cómo la reconstrucción de Sri Lanka tras el devastador tsunami de diciembre del 2004 ha supuesto, en realidad, una degradación ecológica progresiva de la isla debido al tipo de desarrollo turístico allí implementado que ha causado desplazamientos masivos de comunidades enteras para la construcción de hoteles, un turismo sexual infantil y la degradación costera, entre otros. Finalmente, Byron Caminero-Santangelo reflexiona sobre los efectos dañinos del turismo que deja de lado al medio ambiente mediante el análisis de la novela The Heart of Redness del escritor sudafricano Zakes Mda. Postcolonial Ecologies supone un nexo de unión necesario entre la ecocrítica y los estudios postcoloniales al ofrecer un amplio abanico de temas, perspectivas y realidades diversas mediante artículos seleccionados con gran criterio. Tras la lectura de estos

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ensayos el lector, independientemente de su conocimiento de cuestiones académicas ecocríticas o postcoloniales, será consciente de que el sur tiene mucho que ofrecer y de que la creatividad artística y literaria de países con un pasado colonial es enormemente rica y variada. Sin embargo, a pesar de que los editores de Postcolonial Ecologies mencionan la importancia que ciertos movimientos han tenido en reivindicar una nueva mirada sobre conceptos surgidos y heredados de la época colonial (24), en este libro se echa en falta la presencia de algún artículo que, desde el ecofeminismo, presente un breve recorrido diacrónico de la evolución de este movimiento3 a la vez que aborde desde este ángulo alguna de las numerosas cuestiones candentes que las manifestaciones literarias de los cinco continentes nos ofrecen. Nos encontramos ante un libro que cualquier persona interesada en temas literarios, postcoloniales o enla creación artística de países más allá de Europa y Norteamérica, encontrará revelador, enormemente clarificador y, en ocasiones, fascinante.

Referencias bibliográficas Buell, Lawrence. 2005. The Future of Environmental Criticism: Environmental Crisis and Literary Imagination. Oxford& Malden: Blackwell Publishing. Carretero González, Margarita. 2010. “Ecofeminismo y análisis literario”. Ecocríticas. Literatura y medio ambiente. Ed. Carmen Flys Junquera, Jose Manuel Marrero Henríquez y Julia Barella Vigal. Madrid: Iberoamericana/Vervuert. 177-189. Frank, Catherine. 1987. “Women Without Men: The Feminist Novel in Africa”. Women in African Literature Today. Ed. Eldred Durosimi Jones. Trenton: Africa World Press. 1434. Rey Torrijos, Esther. 2010. “¿Por qué ellas, por qué ahora? La mujer y el medio natural: orígenes y evolución del ecofeminismo”. Ecocríticas. Literatura y medio ambiente. Ed. Carmen Flys Junquera, Jose Manuel Marrero Henríquez y Julia Barella Vigal. Madrid: Iberoamericana/Vervuert. 35-166.

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Para un recorrido exhaustivo en español de los orígenes y evolución del ecofeminismo así como de la relación del ecofeminismo con el análisis literario, véanse los artículos de Esther Rey y Margarita Carretero citados en la bibliografía final.

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