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Los colegios acusan
Otra razón es la propia demanda, de 92 folios, donde se detalla cómo estas compañías explotan la economía de la atención, que busca alargar al máximo el tiempo ante la pantalla. «Como su principal fuente de ingresos es la publicidad, cuanto más tiempo pasen los usuarios en sus plataformas, más anuncios pueden vender», exponen los denunciantes, que destacan tres tácticas de manipulación basadas en la psicología de la conducta.
· Tercero. «El uso de recompensas variables intermitentes que imita a las máquinas tragaperras, como “me gusta”, comentarios o emoticonos, que generan la descarga placentera de dopamina. El retraso de unos segundos en la carga del contenido, como hace Instagram, intensifica, además, la anticipación».
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La demanda señala que entre 2009 y 2019 los distritos escolares mencionados vieron un aumento del 30 por ciento en el número de estudiantes que decían sentirse «tan tristes o desesperados casi todos los días que dejaron de hacer algunas actividades habituales». Y añade: «La mala conducta de los demandados ha sido un factor importante en desencadenar la actual crisis de salud mental, con porcentajes en aumento de depresión, trastornos alimentarios, soledad, pensamientos de autolesión e ideación suicida en menores de edad». De hecho, el suicidio ya es la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes.
Las plantillas de las escuelas se han tenido que reforzar con psicólogos y trabajadores sociales y, aun así, no dan abasto. Miles de alumnos pierden incontables horas de estudio y de sueño, son incapaces de concentrarse, su rendimiento académico se ha resentido, tienen la autoestima por los suelos, sufren acoso…
No es el contenido lo que atacan los abogados
Las escuelas no lo van a tener fácil. La Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones protege a las plataformas de la responsabilidad por el contenido publicado por terceros. «El argumento de la demanda es que la industria tecnológica es responsable contenidos que les causan daño. Pero sería absurdo demandar a una editorial porque un empleado recomendó un libro que hizo sentir mal a un adolescente», comenta Carl Szabo, abogado de NetChoice, una asociación que protege los intereses de las compañías digitales.
Sin embargo, el equipo de cinco letrados que ha redactado la demanda considera que la Sección 230 no protege, en este caso, a las plataformas porque no son solo los contenidos los que están en el punto de mira, sino los algoritmos que empujan a los niños a consumir ese material nocivo. «Los demandados son responsables de su propia conducta al recomendar y promover contenido perjudicial para los jóvenes; al diseñar y comercializar sus plataformas de manera que causan daño; y al distribuir material que saben o tienen razones para creer que es tóxico», explica Felicia Craick, abogada de Keller Rohrback.
«No es que las redes sociales sean malas , es que han sido corrompidas por un modelo que maximiza el tiempo de visionado», resume Tristan Harris, experto en ética digital . Y añade: «Las democracias tienen que regularlo para detener esta trampa. Es la única salida». Se prevé que las inversiones publicitarias superarán los 300.000 millones de dólares en 2024. La víctima colateral puede ser toda una generación cuyo futuro está en peligro, como recuerda Brent Jones, superintendente de las escuelas de Seattle: «Confiamos en que esta demanda sea el primer paso hacia un cambio de tendencia para nuestros alumnos».
En el siglo XXI, la digitalización ha ido formando poco a poco parte de nuestras vidas y nos ha ayudado con su capacidad para incidir en la salud, el bienestar, el aprendizaje. También ayuda a mejorar la infraestructura, promover la industria sostenible, estimular la innovación y el crecimiento económico, entre otros, la digitalización tiene el potencial de impulsar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Este fenómeno no se presenta solo en el mundo empresarial sino que forma parte de la rutina de todos nosotros. En el mundo empresarial se manifiesta en casos como el correo electronico, las inteligencias artificiales, las páginas webs o los smartphones.
