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ADICTOS
Cambridge Analytica -la filtración de datos de Facebook para que una empresa del ultraconservador Robert Mercer pudiese manejar a los votantes- fue uno de los casos más sonados, pero lo cierto es que la manipulación es el pan de cada día en el mundo de las redes sociales.
Ya son varios los expertos que se han manifestado en contra de las estrategias utilizadas por los grandes de Silicon Valley para conocer todo sobre nosotros e influir así en nuestros hábitos. Jaron Lanier, padre de la realidad virtual, lo dijo muy claro: «Esta mierda nos corrompe a todos». El que fuera asesor de Google y un auténtico gurú de Silicon Valley -ahora reconocido como un ‘renegado digital’- sostiene que las redes sociales se han convertido en «un arma política, en un ventilador de mentiras». Por su parte, Tim Wu, abogado norteamericano que lleva reclamando desde hace años que se limite el poder a este tipo de plataformas, asegura que «saldrán más cosas a la luz. Muchos empleados de Facebook están dejando su trabajo ante este tipo de prácticas, y acabarán hablando».
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Pero… ¿cómo lo hacen realmente? ¿De qué tipo de prácticas estamos hablando?
Tristan Harris lidera una revuelta para poner la tecnología al servicio de la humanidad, porque considera que la humanidad está al servicio de los gigantes tecnológicos. ¿Quiénes? «Los ingenieros de Google, Facebook y Apple», explica.
La revista The Atlantic lo describe como «lo más parecido a la conciencia de Silicon Valley». El exdiseñador ético de Google -dejó la compañía precisamente por incompatibilidades éticasdenuncia que han secuestrado nuestras mentes. Nuestras decisiones no son libres, están marcadas por sus intereses, que no son los nuestros. Imponen la manera de relacionarnos, condicionan nuestra capacidad de conversar y ponen en peligro la democracia…Los productos creados por Facebook, Google, Instagram o Twitter están diseñados para apropiarse del circuito de la dopamina y generar adicción.
Nuestro cerebro reptiliano es nuestra mayor debilidad, activando el circuito de la dopamina que funciona como una descarga placentera, pero genera adicción. Los productos creados por Facebook, Google, Instagram o Twitter están diseñados para apropiarse de ese circuito. Por ejemplo, las notificaciones constantes, seleccionadas para que no podamos resistirnos a mirar. Nos adiestran para interrumpir lo que estemos haciendo, incluso conduciendo abrimos un meme de gatitos. «Para captar nuestra atención, los gigantes de Silicon Valley nos han convertido en adictos. Lo han hecho a sabiendas y desde el principio porque sus ingresos publicitarios dependen de ello. Y les ha ido fenomenal, sostiene Harris. «Se han hecho inmensamente ricos. Y encima argumentan que lo han hecho por nuestro bien». Harris considera que los ciudadanos y los políticos deberían presionar a las empresas tecnológicas para que diseñaran los productos pensando en los usuarios y no en su beneficio. «La gente cree que otras personas sí pueden ser persuadidas, pero no ellos. Y que, si te conviertes en un adicto, es por tu culpa. Porque eres débil. Porque caes en la tentación. Pero no se percatan de que hay un ejército de ingenieros que se valen de todo tipo de técnicas para convertirlos en adictos, que saben cómo generar ansiedad y la sensación constante de que te estás perdiendo algo».