Amor en baja

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Mal de amor Es una dolencia o padecimiento del alma que, entre otros males, provoca insomnio, desánimo, tristeza sobrenatural y nostalgias varias. Es tan hiriente que desemboca en un irreprimible mar de lágrimas. Mar que tiende a desbordarse dentro del pecho tomando dimensiones oceánicas y en el que, aquellos que lo sufren, sienten que se ahogarán irremediablemente. Hasta el punto de que aunque en el mundo real la primavera se haya posado en todos los rincones, el corazón atormentado solo entiende de inviernos y lluvias que parecen imperecederas. A diferencia de los demás Amores a Medias que son capaces de mantener una vana ilusión de ser correspondidos, el Mal de amor es fruto del desahucio de cualquier esperanza y su pronóstico es tan gris como agónico. Como el Primer Amor y el sarampión, hay que pasarlo alguna vez. Aquellos que lo han padecido saben que te convierte en tu peor enemigo; se encarga sutilmente de hilvanar los recuerdos más dulces que el amor desvanecido ha dejado tras él. Lo mejor del Mal de amor es que tiene cura y aunque mientras enfermas de él te sientas abocado a una melancolía insondable, con cada pulsación del día a día, el músculo cardiaco irá sanando y cuando menos lo esperes podrás quitarle el cartel de cerrado por derribo. A su favor hay decir que sabe alojarse en las palabras y en los acordes para escribir los versos más hermosos y las melodías más desgarradoras.

Para que vuelva la alegría... No pienses de más. Huye de las canciones tristes. No releas los mensajes. No te cuelgues de los recuerdos. Recréate en sus defectos, que son muchos. Respira hondo. Gústate. Llora un rato. Para de llorar. No se te ocurra lla mar. No se te ocurra lla mar. No se te ocurra lla mar. El olvido llega...

Tipología de hojas de otoño del Mal de amor: De tres puntas, una por la tristeza, otra por la nostalgia y la tercera por el despecho. Es rojiza como la pasión que aún no has conseguido desterrar.

En forma de corazón y con el verdor intacto. Para aquel Mal de amor que aún no se quiere convencer de que los finales no siempre son felices. Redonda como el bucle en el que está metido el corazón. Amarillenta como los recuerdos cuando empiezan a tomar el color sepia del pasado. De platanero. Tan aplatanada como tu alma.

Irregular, como los sentimientos que se te amontonan. Del amor al odio, del odio al amor...

Ay amor mío, qué terriblemente absurdo es estar vivo sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido. Luis Eduardo Aute


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