E S P E R A R Esperar bien despiertos, pero no desvelados. Esperar caminando, pero no adelantándonos. Esperar embarazados, pero no adueñándonos. Esperar expuestos, pero no a cualquier viento. Esperar sedientos, pero no yermos. Esperar gestando, no abortando. Esperar acogiendo, no reteniendo. Esperar dándonos, no reclamando. Esperar en silencio, no alborotando. Esperar compartiendo y disfrutando. Esperar aunque sea de noche y no veamos signos en el horizonte. Esperar a cualquier hora del día aunque nos quedemos solos y se rían. Esperar en soledad... ¡y en compañía! Esperar con mucha paz, pero pellizcados por los hermanos. Esperar anhelando, pero mecidos en su regazo. Esperar mirando a lo alto, pero con los pies asentados. Esperar refrescándonos en tus manantiales vivos y claros. Esperar encarnados y ya naciendo a tu Reino. Esperar en este tiempo de crisis y recortes. Esperar con el Evangelio en la mano. Esperar con los que vienen y con los que se van. Esperar disfrutando lo que se nos ha dado. Esperar viviendo y amándonos. Esperar como Isaías, viviendo y profetizando. O como Jeremías, sufriendo, pero enamorados. O como Juan Bautista, pregonando lo que nos has dado. Esperar, para que no pases de largo. Esperar, aunque no entendamos a tu Espíritu Santo. (F. Ulibarri)
Todos los días, recibimos noticias relacionadas con la enorme crisis que estamos padeciendo y sus consecuencias sociales. Esta sucesión de malas noticias puede llevarnos a caer en el desaliento, el catastrofismo y a creer que esta situación es inevitable. Parece que no haya otras salidas que no pasen por el recorte de derechos sociales y el debilitamiento de los más pobres. Frente a esta situación, la propuesta que aquí hacemos parte de una convicción: todos, y de un modo especial los cristianos, estamos invitados a dar esperanza. Todos somos llamados a la acción, a implicarnos frente a la injusticia y al desánimo. Si se prefiere, todos somos llamados a ser “sal de la tierra”. Por ello, es importante que hoy, más que nunca, nos convoquemos en torno a la esperanza. En los tiempos que nos ha tocado vivir, es necesario que entre todas y todos vayamos agrietando los muros que nos conducen a la pérdida de cohesión social o a la subordinación de todos los ámbitos de la sociedad a los intereses del mercado.