Los optimismos de Epulón

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Nuestra palabra |21 Febrero 2011 Con el mayor de los optimismos, recientemente el presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés, Luís Larach, aseguró que la situación económica del país mejorará gracias a los buenos precios en el mercado internacional de varios productos que exporta Honduras, además de las mejoras en la industria maquiladora. Una vez más los optimismos queriendo ganar terreno a la cruda realidad. Las declaraciones de este dirigente empresarial contrastan con las proyecciones de varios economistas y con los datos más objetivos que nos advierten que no menos del sesenta por ciento de la población tiene que rebuscarse y sudar la gota gorda para conseguir con costo los tres golpes diarios. Y mucha gente no logro ni dos de los golpes, y alguna se queda con un golpe y a veces sin nada siquiera con qué golpear su estómago en el día. Lo decimos de un porrazo: crecimiento económico y bonanza para unos cuantos empresarios no se traduce necesariamente en una mejora para todos los sectores de la sociedad. El crecimiento de unos suele estar en relación directa con el decrecimiento de muchos otros. Con las afirmaciones optimistas de los empresarios, pareciera que se manda al olvido la lucha a veces infecunda de mucha gente por arrancar al menos un salario digno que dé la oportunidad de suplir a mucha gente sus principales necesidades. En Honduras necesitamos optimismo, pero no del que privilegia las ganancias por encima de la dignidad de las personas, no de ese que es tapadera o de ese optimismo de los cantos entusiastas en un templo religioso mientras afuera la gente se muere de hambre o es masacrada por demandar justicia. Necesitamos optimismos, pero no del que oculta datos y realidades, sino del que asume los clamores de quienes han sido los eternos perdedores en un sistema de epulones y lázaros. Mientras el optimismo oculte las inequidades y se cierre a la democratización de los platos y de los bancos en la mesa del compartir, será factor desmovilizador y una expresión hipócrita de quienes abultan sus ganancias y se niegan a compartir ni siquiera migajas con los lázaros que cada vez más se arrastran por debajo de las opulentas mesas. El optimismo del empresario en cuestión tiene de base dejar las cosas intactas, como ocurre igualmente con las leyes aprobadas en las últimas semanas en el Congreso de los grandes epulones. Se aprobó la ley de ciudades modelos, leyes y decretos para conceder derechos para la explotación de ríos y recursos naturales, la ley de coinversión público-privado, la ley de empleo temporal. ¿Qué tiene en común todas estas leyes? Dejar las cosas intactas, para que unos cuantos sigan acrecentando sus ganancias por encima de las calamidades de una gran mayoría. Necesitamos optimismos, pero sobre la base de un cambio de rumbo, de un cambio de lógica. Para que los optimismos tengan cabida en nuestra sociedad hondureña es necesario apostar por un nuevo pacto social entre toditos los sectores de la sociedad, con mínimos consensos en empleo, educación, salud, control de recursos naturales, tierra y sobre una redefinición de una nueva institucionalidad jurídica, política, social y cultural, para que así todas las ganancias y todas las riquezas del país se sustenten sobre el buen vivir y la dignidad de las personas, y de tosidas las personas por igual, en igualdad de oportunidades y corriendo por igual los mismos riesgos.


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