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El Periódico de Quirós El Periódico de Quirós El Periódico de Quirós El Periódico de Quirós El Periódico de Quirós
Porque te siento lejos…
De barcos, guerras y olvido… Por Alberto A finales del mes de mayo de 1939 un viejo buque inglés, el Sinaia, partía del puerto francés de Sète cargado de refugiados españoles. Era tan sólo uno de los muchos barcos que trasladaron a los perdedores de la guerra civil camino del exilio, pero se convirtió en referente de aquel éxodo republicano que llevó a más de cuatrocientas mil personas a abandonar su patria. Florentino Martínez Torner era uno de los mil seiscientos pasajeros que abarrotaban aquel barco con nombre de ciudad rumana. Nacido en Oviedo en 1894, Florentino tuvo cinco hermanos, uno de los cuales, Eduardo, famoso musicólogo, también terminaría sus días en el exilio. Siendo niños habían pasado varios veranos en Quirós, en el pueblo de Llanuces, donde tenían familia. Fue por esto que Torner eligió a Llanuces como centro de un trabajo antropológico y de geografía humana que, junto a otro dedicado a las construcciones rurales de Asturias, constan como los primeros que en este ámbito se desarrollaron en nuestra región. Tras estudiar Magisterio, en 1922 se traslada a Huelva, donde ejercerá como profesor de Literatura y empezara su actividad política, afiliándose al PSOE. En 1931 es elegido diputado por esa provincia, obteniendo al año siguiente plaza de inspector general de primera enseñanza, colaborando en las Misiones Pedagógicas. Tras la debacle republicana atravesó andando la frontera francesa y, con buenos contactos, pudo escapar del infierno de Argelès y sus playas. Meses más tarde llegó al puerto de Sète junto a su mujer y su hija para embarcar en el Sinaia, camino de un exilio que nunca creyó definitivo. Convertido en un hombre taciturno y entristecido por la pérdida de la patria, continuó su vida en México, donde falleció en 1969. Dos años antes, en una cantina de Monterrey, al norte de México, un hombre garabatea versos en una servilleta usada. Tiene el pelo alborotado, la voz grave y un aire vagabundo.
Toma de la barra una copa mediada, la apura de un trago y abandona el local seguido por sus fantasmas. Los clientes que observan impasibles aquella escena habitual ignoran que no volverán a ver a Pedro Garfias. Durante ese verano de 1967 su alma andaluza dijo basta. Cordobés nacido en 1901 en Salamanca, Garfias fue un poeta vanguardista, abanderado del ultraísmo, al que el exilio convirtió en el poeta de la soledad, el desamor y el desarraigo. Voz desgarrada que levantaba auditorios y enmudecía las tascas, desde su llegada a Veracruz a bordo del Sinaia se fue dejando la vida en tragos de tequila y madrugadas. Aunque nunca piso tierra asturiana, es autor del célebre poema “Asturias”, homenaje a los revolucionarios de 1934, de cuyos versos hizo canción el cantautor mierense Victor Manuel. Torner y Garfias son tan sólo dos ejemplos de las miles de vidas truncadas por la guerra y el exilio. Personas en su mayoría anónimas que durante el frío invierno de 1939 cruzaron andando la frontera con Francia, no encontrando en ella la misericordia que buscaban. Esta gente partiría más tarde hacía América, a Europa o al norte de África, abarrotando aquellos barcos del exilio como el Stanbrook, el Winnipeg, el Ipanema o el mismo Sinaía. La mayoría de ellos no regresaría nunca a su patria. Cuentan quienes en él viajaban que, cuando el Sinaia atravesaba el Estrecho de
Gibraltar en busca del Océano, en cubierta alguien grito que se podía ver España. Los pasajeros corrieron hacia estribor con el alma desbocada. Ya nadie recordaba la sombra amenazante de los barcos fascistas, ni la vergüenza sufrida en los Campos de Francia; aquella gente: agricultores, ganaderos, filósofos, mineros, artesanos, maestros, poetas, comerciantes…, contemplaban la tierra andaluza recortándose en la distancia. Muchos lloraban, otros rumiaban en silencio su pena y su rabia, mientras la banda de música tocaba el himno de Riego y se leía un manifiesto de despedida de la patria. Quizás Florentino Martínez Torner recordara entonces los valles de Quirós y su infancia: volvió a ver el verde intenso de los prados, los grandes hayedos, la neblina constante y aquellas aldeas agarradas a la montaña. Mientras, en otro rincón del barco, sumergido en la nostalgia, escribía un verso Pedro Garfías: España que perdimos, no nos pierdas; guárdanos en tu frente derrumbada.
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Marzo-Abril / 2012