Boletín 215 noviembre 2015

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/ Noviembre 2015 / I.E.C. Informa

Recortes de Prensa

de Dibujo la que entendió rápidamente que se encontraba ante un ser excepcional y con unas aptitudes para reproducir la realidad más que sobresalientes. Me comentaba Diego, con gran sentido de la ironía, que en su niñez carecía de habilidades y destrezas para las prácticas deportivas, por lo que el resto de los niños al formalizar el enfrentamiento de los equipos, en los partidos de fútbol, ya conocían, al igual que él mismo, que el equipo perdedor era en el que él estaba alineado. Esta anécdota, aparentemente sin importancia, va a ser decisiva y, me parece, que

es donde se van a hilvanar esos extraños caminos por los que discurre la vida y que nos conducen azarosamente hacia un destino. Su temprana vocación por el dibujo, por representar objetos y, fundamentalmente, retratar a personas, a las que observaba sus rasgos meticulosamente, le servían y le ayudaban, al menos, para equilibrar su susceptible amor propio ante sus amigos, que quedaban absortos al contrastar la fidelidad y semejanza de sus dibujos (de aquellas imágenes de su blog) con el objeto o personas representadas. Sin embargo, quizá, el momento más trascendente en la

vida de Diego Canca, sería, cuando en el colegio, cayó en sus manos un libro en el que observó una fotografía en la que se ancló su mirada. Se trataba de “El Dios Marte” de Velázquez. En una naturaleza sensitiva como la suya (determinada por los sentidos), le produjo tal impulso enérgico que, tal vez, le hizo pensar, desde ese momento, que no estaba dispuesto a que su vida se agostara en la vulgaridad. Desde ese instante el realismo de la obra de Velázquez se ubicó por delante de la retina del pintor ceutí”, concluye el magnífico y sentido escrito del catedrático Pedro López Ávila.

En 1985 Exposición en Ceuta Desde muy pequeño su inclinación por el dibujo se hace notar en el seno familiar y pasaron pocos años para conseguir un hueco en el mundo del retrato a carboncillo y grafito. Él asegura que vino al mundo con un dedo más en la mano: el lápiz de grafito, del que a día de hoy se ha convertido en su más fiel compañero de viaje. Entre los 12 y 14 años de edad contactó por primera vez con el óleo, animado por su profesora de dibujo, en el instituto donde estudiaba, que veía en él cualidades especiales para dedicarse al arte de la pintura. Exposiciones colectivas se sumaban hasta presentar su primera individual (1985) en

Ceuta, por decisión personal, pese a que desde hacía años dejó de residir en la ciudad que le descubrió los primeros colores de su paleta. El éxito de esa exposición y su espíritu inconformista le hizo estudiar a fondo e investigar por su cuenta un estilo personal que al día de hoy marca su signo de identidad. Distintos premios fue acumulando en el transcurso de su vida artística. El número de exposiciones tanto colectivas como individuales se multiplicaron. Así, desde su presentación en Madrid se convirtió en un

asiduo de la capital hasta ser captado por la Galería de Arte americana BATIK International Art inc., que paseó su obra por NY, Berlín, Frankfurt, Gante y distintas ferias internacionales de arte.

A Barcelona con 14 años y una carpeta llena de ilusiones El escritor y Catedrático de Lengua y Literatura, Pedro López Ávila, nos continua describiendo magistralmente la obra y vida de Diego Canca… “A pesar de que su Profesora de Dibujo consiguió facilitarle una beca para que continuara sus estudios en Bellas Artes, la economía familiar no le permitían esos “excesos”, por lo que a la temprana edad de 14 años emigró con su carpeta de dibujos bajo el brazo hacía Barcelona, en donde seguía aprendiendo con los pintores de la calle a los que observaba con mirada depredadora en su obsesiva tarea de aprendizaje. Vendía sus dibujos para el sustento diario, especialmente, retratos que realizaba para extranjeros. Desde Barcelona se desplaza nuevamente a Cadaqués y llegó a

conocer a Dalí, aunque nunca tuvo trato personal con él. A partir de este momento la receptividad extraordinaria de Diego para expresar las sensaciones de toda especie se convierten en casi patológicas, sobre todo, al descubrir Diego Canca con su amigo personal, el pintor Antonio López, la obra de Dalí. Sus que estuvo en la inauguración de su museo en Churriana de la Vega. exigencias ahora van a ser cada vez mayores -yo quería ser como Dalí- confiesa del arrebatado soñador de Figueras quedó en la actualidad. La sobresaliente figura depositada para siempre en el fondo del


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